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martes, 5 de agosto de 2014

PACIANO JOSÉ PADRÓN VALLADARES, HAY VIDA, NO HAY VIDA

     
Hay vida prometedora para la alternativa democrática, vista en la perspectiva de los días próximos a venir; no hay vida larga para la corrupción y la podredumbre del diosdadomadurismo, que ya está agotado y genera rechazos no solo en el campo opositor, sino en las bases del chavismo decepcionado por un comunismo impregnado de perversidades contra el patrimonio público, lo que ha creado una boliburguesía multimilmillonaria y una burocracia que se enriquece groseramente, al mismo ritmo en que empobrecen al país.  Vida para el cambio, fin para lo agotado y podrido.

         Son numerosos los venezolanos preocupados por los conflictos en la Mesa de la Unidad, que ya son hecho público. Por supuesto que hay razones para la preocupación, cuando deberíamos estar ocupándonos de atender la Venezuela preterida por quienes debiendo gobernar  no hacen otra cosa que robar, robar esperanzas y calidad de vida, robar bienes públicos.

         A mí no me agradan estos conflictos y la pérdida momentánea de la brújula, pero entiendo que es algo políticamente inevitable y pasajero, de lo que ha de salir una alternativa fortalecida. Es una crisis coyuntural y, en consecuencia, una oportunidad para crecer. La fuerza de la alternativa democrática tiene claridad del objetivo medido en dos tiempos: primero, salir del desgobierno ineficiente y corrupto, violador de derechos humanos y sepultador de instituciones constitucionales; segundo, marchar juntos como alternativa democrática para la reconstrucción del país y siembra de esperanza.

         A Aveledo hay que reconocerle que su estatura de estadista y su ánimo conciliador le permitieron coordinar la Mesa como instrumento de unidad de las fuerzas del cambio. Recuérdese que antes de la MUD se estaba en un limbo hijo de los fracasos de la Coordinadora Democrática. La MUD permitió avanzar en unidad. Tal vez podría decirse que hasta la campaña de Capriles el balance fue en lo fundamental positivo; a raíz del fraudulento resultado electoral y de la reacción ante el mismo, comenzaron los problemas, algunos de acción y muchísimos de omisión. La Mesa ha dejado pasar uno y otro strike sin reaccionar, como si no hubiese sangre en las venas para levantar la voz de protesta y actuar como corresponde.

         La salida de Ramón Guillermo -mi amigo personal a quien reitero amistad desde estas líneas- debe abrir espacio y tiempo para el parto de una nueva coordinación y convergencia de fuerzas del cambio, manteniendo o no el nombre de Mesa de la Unidad que, en definitiva, no es lo más trascendente. Sé que con razón nos preocupa el tiempo, es recurso no renovable que en política vale oro. Muchos queremos que la transformación en la MUD se produzca hoy mismo, pero debemos entender que no debe ser producto de un aborto, sino de una acción consensuada. Tiempo al tiempo sin aflojar el paso.

         La nueva alianza -desde mi perspectiva y coincidiendo con muchas opiniones ya manifestadas públicamente- debe ir más allá de lo meramente electoral y encontrarse en la calle con la gente y en los barrios y aldeas con los más humildes de nuestros compatriotas. Debe darse una presencia activa en lo político, unido a luchas sociales y reivindicativas.

         De otro lado -y sobre esto también he escuchado numerosas opiniones- debe ampliarse la integración de la Mesa y sentar en ella a actores sociales para trascender lo  electoral y movilizarse con las comunidades. Debe escucharse la voz convenida de organismos políticos y sociales, la acción coordinada de los actores de ambos. Que no haya más silencios y omisiones, que no haya problemas sin respuestas y propuestas de alternativas, que nunca más calle la calle.

         Soy profundamente optimista frente al devenir de la unidad de las fuerzas del cambio, frente a la acción contundente y no lejana de la alternativa democrática. No queremos aborto, pero si un parto próximo, el nacimiento de una fuerza entusiasta para luchar a fondo contra la opresión, por la democracia y la libertad.

Paciano José Padrón
Twitter: @padronpaciano
E-Mail: pacianopadron@gmail.com

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jueves, 10 de abril de 2014

RICARDO VALENZUELA, SIN CONFIANZA, NO HAY VIDA, REFLEXIONES LIBERTARIAS, DESDE MEXICO

“Tu puedes ser engañado si confías demasiado, pero si no confías en nada, vivirás en un tormento. Sin confianza no hay nada. Frank Crane

El Presidente Truman en los años 50 hizo mundialmente famosa la frase: “Yo nunca les dibujé un infierno, solo les dije la verdad.” El significado de ella iba mucho mas allá de su simple semántica; era la primera señal clara para el pueblo americano de que había esperanza para recuperar algo muy importante y que durante mucho tiempo se había permanecido perdido en la vorágine del Siglo XX: la confianza.

En uno de sus famosos libros el autor Fukuyama afirma el que la vida económica de los pueblos es esculpida por la cultura y depende y se fundamenta en ese vínculo moral que es la confianza. Esto, subraya, es un contrato moral no escrito entre ciudadanos que facilita la convivencia, las transacciones, promueve la creatividad individual, y justifica alguna acción colectiva. En la lucha global que se desarrolla en estos momentos por lograr la predominancia económica, el capital social representado por la confianza será tan importante como el capital físico o intelectual.

Desde la formación de los EU como nación, el pegamento que amalgamara la construcción de una nueva sociedad tan bien descrita por Toqueville en el Siglo XIX, fue sin lugar a dudas la combinación de dos elementos; libertad y la confianza de sus ciudadanos en las instituciones que en esos momentos construían y, sobre todo; confianza en su novel gobierno emanado de las brillantes mentes de sus fundadores, quienes plasmaban sus visiones en la Declaración de Independencia en la cual de forma tajante se describía cómo el poder debía residir en la gente. Sin embargo, Jefferson pronunciaría también una profética frase: “El precio de la libertad es su eterna vigilancia.”

La libertad y confianza durante los primeros 70 años de vida de los EU como nación independiente, fueron el combustible para catapultar a ese pequeño grupo de colonias que se tímidamente asomaban al Atlántico, en una poderosa nación de emprendedores, exploradores, arriesgados y visionarios hombres de negocios que expandían su territorio para ahora conectar los dos océanos. Sin embargo, con el estallido de la guerra civil en la cual el gobierno federal ilegalmente y con la fuerza de las armas, le negaba a los Estados del sur su derecho constitucional de separarse de la Unión, se iniciaba un lento proceso de erosión de esos dos elementos fundamentales responsables de la producción del milagro del siglo XIX; los EU como la nueva potencia mundial.

Este proceso de descomposición siguió desarrollándose y se arreció con motivo de la Primera Guerra Mundial y así a principios del Siglo XX—el siglo de la agresión en contra de la libertad—el gobierno federal en una renovada avanzada, logra apretar las cadenas sobre los Estados mediante el establecimiento del anticonstitucional Impuesto Sobre la Renta, argumentando ser una fórmula transitoria para financiar los gastos de el conflicto. Al finalizar la confrontación mundial, esa carga impositiva jamás sería revocada.

El derrumbe de ese gran edificio de la confianza siguió su lento proceso cuando las erróneas políticas gubernamentales y la torpeza del Fondo de la Reserva Federal, provocaron la gran depresión de 1929 que postró no solo a los EU sino al mundo entero sobre sus rodillas. Por primera vez los americanos se enfrentaban a un fenómeno que los azotaría durante 11 dolorosos años, mismo en el cual el desempleo alcanzaría niveles hasta de un 20%. Sin embargo el impacto más importante de esta depresión—aun más que esa grave erosión de la confianza del ciudadano en su gobierno—fue la creencia generalizada de que el elemento utilizado por ese inepto gobierno para la carnicería; eran los mercados libres.

La historia de los EU a partir de esos momentos tomaba un rumbo totalmente diferente al contemplado por sus fundadores mediante el proceso de socialización liderado por Roosevelt y su New Deal que para su fortuna coincidiría con el estallido de la Segunda Guerra mundial, lo cual crearía el espejismo de lo exitoso de sus políticas. El desempleo se reducía; si, pero con la conscripción de 11 millones de soldados.

Los años 60 y 70 fueron la culminación de ese proceso de pérdida de confianza con los tristes capítulos del asesinato de Kennedy, el de Martin Luter King, la guerra de Viet Nam y sus casi 60,000 muertos, el Watergate de Nixon, pero sobre todo el arribo a la Presidencia de ese gran país de un hombre inepto y timorato como Carter. La década de los 70 se despedía abrazando a los EU con una depresión inflacionaria nunca antes vista. Los norte americanos perdían su orgullo y su confianza al mismo ritmo que sus ahorros.

Estos acontecimientos llevarían a la Presidencia a Ronald Reagan quien dedicaría gran parte del inicio de su administración a recuperar esa confianza extraviada en los senderos de la demagogia y la mentira. Después de 8 años de prosperidad recuperada, de haber destruido el comunismo, Reagan abandonaba ese recinto casi sagrado; la Casa Blanca, ante una ciudadanía que de nuevo creía en su líder y en su gobierno a pesar inclusive de las dudas en el Irán--Contras.

Pero en 1992 llegaba a ese mismo recinto el carismático Presidente Bill Clinton, la personificación del engaño y la mentira. Durante 8 años este hombre se dedicó a engañar a su pueblo que no solo lo aceptaba, lo festejaba porque “la economía prosperaba.” El “Yo no tuve relaciones sexuales con esa mujer;” el mentir bajo juramento, el recibir aportaciones para su campaña de gobiernos como el de China, el convertir $1,000 dólares en $100,000 en futuros de ganado, se identificó en el nuevo juego. La contabilidad del gobierno federal ahora se sabe estaba mas amañada que la de Enron y los superávit eran espejismos.

¿Qué sucede en estos momentos? La confianza se ha perdido, la gente no cree en su gobierno, en sus empresas, en sus contabilidades, en sus iglesias. El precepto bíblico de “ten fe y te salvarás;” parece ausente de la vida de los americanos. Confianza es el lubricante de los sistemas sociales; sin ella, la maquinaria del sistema se atora. Por ello en estos momentos mientras los economistas se rascan la cabeza tratando de adivinar lo que sucede; el mercado parece gritarles; la mula no era bronca.

Ricardo Valenzuela
chero13704@gmail.com
@elchero

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