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LA LIBERTAD, SANCHO, ES UNO DE LOS MÁS PRECIOSOS DONES QUE A LOS HOMBRES DIERON LOS CIELOS; CON ELLA NO PUEDEN IGUALARSE LOS TESOROS QUE ENCIERRAN LA TIERRA Y EL MAR: POR LA LIBERTAD, ASÍ COMO POR LA HONRA, SE PUEDE Y DEBE AVENTURAR LA VIDA. (MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA) ¡VENEZUELA SOMOS TODOS! NO DEFENDEMOS POSICIONES PARTIDISTAS. ESTAMOS CON LA AUTENTICA UNIDAD DE LA ALTERNATIVA DEMOCRATICA
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sábado, 29 de agosto de 2015

ANDRÉS HOYOS, MISTER TRUMP

Es fácil descartar a Donald Trump como un gringo bocón que solo pudo ser presidente de Estados Unidos en un episodio de los Simpson.

La verdad, sin embargo, es que el hombre del peluquín está removiendo el fondo turbio de la sociedad americana, cuando dice con una sonrisota las barbaridades de todo tipo que muchos piensan en su fuero interno y no se atreven a confesar. Es imposible saber si Trump se saldrá con la suya, pero ya tiene patas arriba al Partido Republicano en la carrera para escoger candidato a la Casa Blanca. Este partido lleva años jugando con fuego y ahora le tocó lidiar con un pirómano que vino a incendiar la pradera.

Aunque les parecerá extraño a quienes viven lejos de los suburbios americanos, hay grupos –muy en particular de hombres blancos poco educados, víctimas de la rauda obsolescencia económica– que consideran al viejo Partido Republicano una organización tibia y desorientada. Son los asustados y los frustrados de los que habla Evan Osnos en una clarividente crónica sobre Trump que publicó en The New Yorker. “El sueño americano está muerto”, le dijo un extremista blanco a Osnos, “y la pesadilla apenas comienza”. Cómo será el sentimiento de esta gente, que la vieja obsesión republicana por definirse en oposición a los impuestos parece, para muchos, haber cedido su lugar al miedo que causan los negros y los latinos, cuyo crecimiento demográfico combinado los va a convertir en la mayoría del país en pocos años.

Sería mejor no llegar a averiguar qué clase de hígado tiene Trump a la hora de cumplirles a sus fanáticos, si bien algo me dice que de ser exigido a concretar sus promesas más extremas se arrugaría. Por ahora Trump es algo así como un caudillo tercermundista clásico, pero con peluquín rubio. Entre otras, el magnate fue multado por comprar para su tupé pelo de monos araña colombianos, en peligro de extinción.

No hay que olvidar que las películas de Hollywood son un elemento crucial en la educación sentimental de esos hombres blancos de base que ahora están frustrados y asustados. La fórmula más socorrida en las películas es que lo improbable siempre sucede y que los malos son, además, pendejos. “Los mexicanos van a construir el muro”, dice Trump, y la gente le cree porque así pasa en las películas. “Los chinos se van a tomar calladitos el purgante que les recetaré”, insiste Trump, y la gente le cree porque así pasa en las películas. “Voy a ignorar la Décimocuarta Enmienda” (que garantiza la ciudadanía a los nacidos en el cualquier territorio de Estados Unidos), dice Trump, y la gente aplaude.

Estamos ante un espectro muy conocido para los latinoamericanos, el del populismo, aunque en este caso sea de derecha y venga con un fuerte añadido chovinista. Tener a quien odiar –por ejemplo a los negros, a los chinos y a los mexicanos– constituye un desfogue muy potente para los bajos instintos.

Donald Trump es el clásico elefante en la cristalería. Sugieren algunos que su efecto se desvanecerá no dejando otra cosa que estropicio. Puede que sí como puede que no, pero si los manicomios crecen mucho en un país, es apenas cuestión de tiempo antes que un loco llegue a ser presidente de ese país. De otro lado, dirán algunos, si los gringos le quieren entregar su país a un papanatas, es asunto de ellos. Lo malo es que se trata de Estados Unidos, la primera potencia del mundo, de suerte que los damnificados por las tropelías del elefante seríamos todos.

Andres Hoyos
andreshoyos@elmalpensante.com
@andrewholes

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viernes, 7 de agosto de 2015

ANDRÉS HOYOS, LA DEBACLE, CRISIS EN VENEZUELA,DESDE COLOMBIA,

 “¡Que no quiero verla!”, decía García Lorca sobre la sangre de Ignacio Sánchez Mejías en una famosa elegía dedicada a este 
El sentido común dice que cualquier Gobierno que hace las cosas bien es cuidadoso a la hora de medirlas e informar sobre ellas para poderse colocar las respectivas medallas en la solapa. En cambio, los que hacen trampa y van camino al abismo ocultan información, cierran medios y chillan ante la crítica.

Lo malo de ocultar desastres es que, por lo mismo que están ocultos, se agravan. Circula por estos días un texto del International Crisis Group sobre Venezuela, llamado “Venezuela: un desastre evitable”, que desnuda en forma meticulosa y fría la debacle que vive este martirizado país. Recomiendo su lectura, pues es imposible sintetizar aquí la extensa colección de males que relata*. Baste con decir que todos los indicadores importantes van en picada y que Venezuela podría estar ad portas de una grave crisis humanitaria.

El gobierno de Maduro, conviene recordarlo, no tiene una salida en el tiempo. Si por algún milagro el precio del petróleo repuntara, compraría algunos meses, pero el daño producido es tan grande que solo un viraje drástico serviría para enderezar la situación y eso muy a la larga. Ya no hay salidas a corto y mediano plazo.

Una conclusión es inevitable: si el 6 de diciembre no triunfa la oposición, el país se hunde. Aunque este desenlace electoral parece hoy remoto, está lejos de ser imposible. La primera y más obvia posibilidad es que el Gobierno haga fraude, tentación que crecería si los resultados son apretados. La segunda es que la droga del populismo de veras haya enloquecido colectivamente a los venezolanos. Bien decía Paul Simon que “la gente cree lo que quiere creer y descarta el resto”. Eso de “nos repartimos lo que hay y al que no le guste, a la cárcel” es un vicio. “Nos repartimos”, claro, significa nos robamos un buen pedazo y lo que sobre se lo damos a nuestros amigos. Los demás que se jodan. ¿Instituciones? ¿Qué broma es esa, mi pana?

El chavismo ha tenido cualquier cantidad de amigos, dentro y fuera de Venezuela. Todos pensaban con el deseo: ojalá este socialismo del siglo XXI funcione, ojalá les tape la boca a esos neoliberales, paramilitares escuálidos de mierda. Y cruzaban los dedos. Pero no funcionó, porque se basaba en una larga ristra de quimeras y porque su costo económico era exorbitante. Ahora, los amigos extranjeros de mi comandante Chávez, tipo Chantal Mouffe o William Ospina, hablan de Sarajevo o se lavan las pulcras manos, mientras que a los locales no les queda tiempo para la ideología: tienen que rebuscarse la comida y los medicamentos de mañana, incluido uno para la úlcera. ¿Y los de pasado mañana? Dios proveerá.

Un eventual triunfo de la oposición tampoco es ninguna panacea, pues cuando un país se va por el despeñadero, las opciones dejan de ser obvias. En este caso vendría la casi inevitable tentación de terminar de hundir a Maduro, sin pensar que con él habría muchos miles de ahogados más, pocos de ellos inocentes, eso sí. ¿Qué se hunda entonces lentamente? Nadie garantiza que algo así sea posible.

¿Hay otros aburridos con la situación? Sí, los chinos. Toda esa plata que le prestaron a Venezuela está más perdida que el hijo de Lindbergh. Merecido lo tienen.

@andrewholes



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viernes, 31 de julio de 2015

ANDRÉS HOYOS, PANDEBONO, DESDE COLOMBIA

No existe un diccionario internacional del español, pese a que el idioma lo pide a gritos.

Una notable particularidad de nuestra lengua, entre las habladas por muchos millones de personas, es que no tiene un país predominante, como lo hay en inglés (Estados Unidos) y mandarín (China). México alberga la mayor comunidad hispanohablante, con algo más del 20%, seguido en su orden por Colombia, Argentina y España (este cuarto puesto depende de que una proporción importante de catalanes, gallegos y vascos no consideran al español su lengua materna). El francés tiene una dispersión considerable, aunque nunca tan marcada como la del español.

En vez de un diccionario internacional, tenemos el DRAE, o sea el Diccionario de la Real Academia Española, para cuyos redactores existen palabras de primera, segunda y tercera categoría. Aparte del sedimento colonial implícito en la supuesta primacía del idioma peninsular sobre las vertientes americanas, el DRAE es sobre todo un diccionario malo e incompleto. Su mejor edición fue la primera, que terminó de imprimirse en 1739. Se llamaba entonces el Diccionario de autoridades, pues se basaba en citas (autoridades), recurso que fue abandonado en la segunda edición de 1780. A partir de ese momento el DRAE se volvió un diccionario normativo antes que descriptivo.

Pongamos un ejemplo perteneciente a la tercera categoría: el colombianísimo pandebono. La palabra aparece ya en María (1867) de Jorge Isaacs, (“durante la comida tuve ocasión de admirar entre otras cosas, la habilidad de Salomé y mi comadre para asar pintones y quesillos, freír buñuelos, hacer pandebono y dar temple a la jalea”), pero el DRAE no se ha dignado incluirla y mucho menos establecer su origen. Aunque carezco de credenciales como etimólogo y no he realizado las comprobaciones necesarias, encuentro la siguiente cita en una carta del general Santander, escrita en 1825: “...estoy seguro de no morir ahorcado por ellos, y que no estén pensando que la lima es pan de horno como dicen en la tierra”. ¿Es pandebono una deformación de pan de horno? Les dejo el trompo a los lexicógrafos para que lo bailen, con la aclaración de que son miles las palabras en español, sobre todo americanas, de origen desconocido. ¿De dónde vienen los colombianismos atarván (es más antiguo con v), cachaco, cumbia, mogolla y pilatuna? Lo ignoro. ¿Y el muy mexicano mariachi? Tampoco se sabe bien.

Los lexicógrafos, pensaría uno, están en el mundo para explicar con rigor estos orígenes y para analizar las connotaciones de muchos sinónimos, entre otras tareas. Su función no es jerarquizar usos, hacer de árbitros de las elegancias o atajar extranjerismos. El uso, y no un sanedrín de supuestos sabios, es la piedra de toque que sirve para calibrar cualquier norma lingüística.

Quienes me conocen saben que llevo años dando lora con este tema. Lo que ignoraba es que existe un proyecto en curso para dotarnos del diccionario internacional que tanta falta hace. Lo lidera Raúl Ávila, veterano lingüista investigador del Colegio de México, país que tiene una estupenda tradición de filólogos independientes, como Antonio Alatorre, reacios a acatar los ukases de la RAE. En el VALIDE (así bautizaron al diccionario en proceso) participan 26 universidades de 20 países. Las colombianas son la Nacional y la Tecnológica de Pereira. Al parecer el libro sale en noviembre de este año. Desde ya pido que me reserven un par de copias.

Andrés Hoyos
andreshoyos@elmalpensante.com
@andrewholes

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viernes, 3 de julio de 2015

ANDRÉS HOYOS, LA CLAUSURA DEL CLÓSET, DESDE COLOMBIA

Aunque el club de países que permiten el matrimonio homosexual sin restricciones ya tenía 20 miembros (Colombia no está), la entrada del vigésimo primero fue la que mandó el tema a la primera página de los periódicos.

La decisión de la Corte Suprema de Estados Unidos resultó apretada: 5-4 a favor. Como varios comentaristas lo han señalado, los magistrados votaron 2-4 en contra, mientras que las magistradas votaron 3-0 a favor. Por lo visto, el fanatismo echa raíz con más fuerza entre los hombres.

La ley, como de costumbre, es la última en enterarse y tal vez así deba ser. Quienes tenemos edad suficiente –yo empecé a mirar el mundo con cierta libertad a comienzos de los años setenta– recordamos la época en que ser homosexual constituía una condición vedada. No había gais, había maricas o marimachos, entre muchos nombres peyorativos, y salir del clóset era para valientes. Al salir, la gente lo hacía con estruendo: se iban a bares promiscuos, intentaban reclutar adeptos y vivían al estallido como si no hubiera mañana. Y un día casi deja de haberlo, cuando en la segunda mitad de los ochenta estalló la epidemia de sida. Dios, decían algunos creyentes y temían los que estaban atrapados en la vorágine, se quería vengar de los hombres homosexuales desatando entre ellos una peste bíblica. La cuota de muertos fue brutal.

Vinieron entonces nuevos medicamentos que permitían controlar la enfermedad y también ocurrió un cambio relativo de hábitos. La cacería de parejas en la que nadie tomaba presos se fue disipando y muchos back rooms cerraron. La promiscuidad era, según eso, más un síntoma de los tiempos que una característica intrínseca de la homosexualidad masculina, como alguna vez se llegó pensar. Además, de forma paulatina aunque incontenible las preferencias sexuales de la gente empezaron a importar menos.

Con tanta aceptación, lo otro que va de salida es el drama. Los gais seguramente perderán su aura romántica y van a abundar en las asociaciones de padres de familia y en los clubes de rotarios. Hoy son vecinos comunes y corrientes. Los hay creyentes, religiosos y hasta crece en su seno una tendencia conservadora. ¿La legalización del matrimonio gay reforzará esta tendencia? No es imposible. Señala Amy Davidson en The New Yorker que el fallo puede leerse justamente en clave conservadora, pues los gais quieren casarse, en contraste con muchos heterosexuales que han empezado a vivir juntos sin más, protegidos, eso sí, por la ley. En síntesis, los homosexuales corren el riesgo de volverse aburridos, como lo son los heterosexuales desde hace milenios, con tal cual excepción novelable. Mejor, no todo el mundo tiene pasta de héroe.

La alegría con la legalización federal del matrimonio gay en Estados Unidos no fue uniforme, claro que no. Resintieron la decisión, muy en particular, los grupos más conservadores, afiliados en su inmensa mayoría al Partido Republicano. Lo que algunos han llamado “el triunfo del amor” ha sido también un torpedo en la línea de flotación de este partido, camino a la Presidencia, torpedo que se suma a otros recientes, como la constitucionalidad de provisiones claves del Obamacare y la normalización de las relaciones con Cuba.

Nada está decidido, por supuesto. Igual, los que no queremos que un Bush vuelva a vivir en la Casa Blanca sentimos un gran fresquito.

Andrés Hoyos
andreshoyos@elmalpensante.com,
@andrewholes

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viernes, 5 de junio de 2015

ANDRÉS HOYOS, LA TRIBU DEL BALÓN, DESDE COLOMBIA

La naturaleza, incluso la humana, tiende a recuperar el terreno que le roban los artificios de la civilización si le dan la oportunidad.

Nuestros genes traen impresos numerosos hábitos inconvenientes. Uno de ellos consiste en echarnos al bolsillo lo que no nos pertenece, comportamiento que era corriente en las tribus primitivas, como matar al rival para quedarse con su mujer, hasta que alguien entendió que una sociedad no podía prosperar si no se prohibían esta y otras conductas malsanas. Con los siglos se inventaron adjetivos para describirlas: corrompido, desvergonzado, escandaloso, indecoroso, podrido, procaz, putrefacto, etc.

¿Que una tribu primitiva no cabe en el mundo contemporáneo? Falso, cabe, como acabamos de verlo con la FIFA, un sanedrín de machos alfa del siglo XXI. Aunque casi ninguno de estos señores —y no, en la FIFA no hay señoras— se haya destacado en las canchas, igual se apoderaron del juego más bello del mundo. La tribu fue guiada sucesivamente por dos chamanes astutos y (ver arriba otros adjetivos): João Havelange y Joseph Blatter. Entre ambos descubrieron que eran dueños de la gallina de los huevos de oro y diseñaron un sistema eficaz para ponerla a incubarlos sin que la ley los fastidiara: así, país que intentaba meter sus sucias narices en el desaguisado, país que era expulsado de la FIFA y, por ahí derecho, de las competencias internacionales en las que se anclan las ilusiones de las muchedumbres (más que todo) masculinas del mundo. El truco funcionó, y país tras país fue absteniéndose de procesar a los malandros de la tribu, que empezaron a engordar sus cuentas bancarias a la par que echaban grandes barrigas de mafiosos. Nadie se atrevió, esto es, hasta que apareció doña Loretta Lynch, una mujer norteamericana valiente y —todo hay que decirlo— impermeable a las retaliaciones de la FIFA por provenir de un país que tiene la rarísima doble condición de ser gran potencia y al mismo tiempo poco aficionado al fútbol.

La FIFA está organizada según el esquema de la ONU, en formato agravado. En ella el voto de Alemania o de Brasil, con decenas de millones de aficionados cada uno, tiene el mismo peso que el de las Islas Cook, con 25.000 habitantes. Semejante caricatura de democracia se ve exacerbada por el hecho de que no existe el equivalente al veto del Consejo de Seguridad. Blatter y sus secuaces pueden, pues, olvidarse de Alemania, Francia e Inglaterra, y ponerse a la ardua tarea de cortejar a Fiyi, Nueva Caledonia, Samoa y Vanuatu o, a este lado del mundo, a Aruba, Surinam y Trinidad y Tobago. Los resultados del adefesio están a la vista.

Se ha repetido por esos días algo que muchos ignorábamos: la sede de la Conmebol en Paraguay, ubicada en la ciudad de Luque, goza de una inmunidad parecida a la del Vaticano en Italia. Su edificio, por ley, no es susceptible de allanamientos y sus cuentas bancarias son inembargables. Solo faltan las placas diplomáticas.

Ahora la tribu anda asustada y en trance de delación, en tanto que otros caciques se alborotaron. Uno muy caracterizado, don Vladimir Putin, salió en airada defensa de su congénere de la FIFA, Joseph Blatter, y cualquiera lo entiende, pues a Rusia le debió costar un platal en sobornos lograr la sede del mundial de 2018. A Blatter todavía no le han pillado ninguno, aunque con un sueldo reportado de dos millones de dólares al mes, el soborno sale directamente de la plantilla de la FIFA.

Andres Hoyos
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jueves, 28 de mayo de 2015

ANDRÉS HOYOS, LIDERAZGO, DESDE COLOMBIA

La palabra líder no es de origen español; viene del verbo inglés to lead, que significa “guiar”.

Cuando se empezó a usar en nuestro idioma hace un siglo, los puristas, siempre tan oportunos ellos, decían que era innecesaria, pues ya teníamos cabecilla, cacique, caudillo y jefe. El tiempo demostró que un líder es otra cosa. La noción, aplicada a la dirección del Estado, es contemporánea y democrática, pues bajo el despotismo ilustrado había reyes, iluminados o no, pero no líderes.

Aunque en Colombia hay gente competente, el sistema es refractario al liderazgo y hace todo lo posible para triturar a los posibles líderes entre el clientelismo, la corrupción y lo que en inglés se conoce como character assassination. Si todo lo demás falla, siempre queda el magnicidio. Parecerá una paradoja, pero quien sí tiene una remota posibilidad de ejercer de líder es el presidente de la República, ilusión vana entre nosotros, pues no se le ocurre a uno ningún presidente colombiano que haya sido un líder indiscutible, por el estilo de F. D. Roosevelt, De Gaulle, Churchill, Gandhi o Mandela.

Quizá sí hubo un líder en potencia, Luis Carlos Galán, asesinado antes de ser puesto a prueba. Es a la luz de este líder sacrificado que el cinismo de un personaje como Antonio Álvarez Lleras, el correveidile de Vargas Lleras en Cambio Radical, adquiere talla de pigmeo. Su mensaje es: sí, otorgamos avales a Kiko Gómez, a su ficha, Oneida Pinto y a quien nos da la gana. ¿Y qué? Da vergüenza mencionar las justificaciones de este señor: la persona cuestionada no ha sido condenada, la gente la quiere. Pues bien, señor, mucha gente quería a Pablo Escobar y hubo un largo tiempo en que el capo no tenía ningún proceso penal vigente, de modo que calificaba para su aval. Por si acaso, en los demás partidos la cosa no está mucho mejor.

¿El liderazgo es siempre bueno? Sí, el concepto tiene ese sesgo. Por ejemplo, Álvaro Uribe hubiera podido ser un líder, pero para infortunio nuestro decidió ser un caudillo, un cabecilla, un cacique, un jefe y cosas peores. Santos se volvió presidenciable bajo este liderazgo viciado y no salió incólume de tantas contorsiones políticas. El camino culebrero que debió recorrer hasta llegar al poder le inculcó malos hábitos, como la politiquería que abunda en sus decisiones.

Además, no irradia autoridad; eso no tiene vuelta de hoja. De ahí que las Farc hayan interpretado su desescalamiento como debilidad. Al presidente se le olvidó por un rato con quién estaba negociando, hasta que en una de esas la columna móvil Miller Perdomo le echó encima los cadáveres de 11 soldados, a sabiendas de que era una afrenta imposible de ignorar. No quedó entonces de otra que subir la presión militar con las consecuencias que hemos visto en estos días. Y digo que Santos olvidó con quién negociaba, porque las Farc solo creen en la fuerza bruta, propia o del enemigo. Están en La Habana porque saben que no pueden ganar la guerra y, lamentablemente, alguien tenía que recordarles ese pequeño detalle. El presidente también debe poner ahora un plazo definitivo para la firma del proceso de paz, digamos, de un año. Si los señores del Secretariado se van a tragar los sapos que les corresponden, se los tragan en ese lapso; si no, es que no tenían intenciones de tragárselos para comenzar. Yo creo que sí se los tragan, por miedo, solo que bajo extrema presión. Anochecerá y veremos.

Andres Hoyos
andreshoyos@elmalpensante.com
@andrewholes

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viernes, 15 de mayo de 2015

ANDRÉS HOYOS, ECOPRAGMATISMO, DESDE COLOMBIA,

El mes pasado se publicó en inglés un manifiesto trascendental que puede leerse aquí: www.ecomodernism.org. Está escrito en un lenguaje claro, conciso y elocuente, y sirve de base para el ecopragmatismo, o sea para una actitud no fanática de cara a los retos del medio ambiente.

Si los países pobres quieren salir de la pobreza, tendrán que aumentar su consumo de energía y alimentos, entre muchas otras cosas. El ambientalismo radical se opone diciendo que cualquier éxito en este tipo de desarrollo conducirá a la hecatombe, y propone metas extremas, con la amenaza de que las catástrofes que vienen serán de tal magnitud que lo que hoy parece imposible se volverá obligatorio. Ergo, el crecimiento económico tendrá que detenerse a escala planetaria y la pobreza de los pobres se volverá permanente. ¿Qué posibilidades hay de que ellos acepten algo así? Ninguna.

Los ecomodernistas afirman que la humanidad sí tiene que reducir su huella sobre el medio ambiente, pero su propuesta no consiste en vivir en armonía con la naturaleza, sino todo lo contrario: desacoplarse de ella y liberar al medio ambiente de la economía. La clave está en la tecnología, vista con mucha desconfianza por los radicales para quienes en el mejor de los casos es un arma de doble filo.

Tres cosas tendrán intensificarse según el ecopragmatismo: la agricultura de alta productividad, la urbanización y la producción de energía baja en emisiones de carbono. La paradoja lo parece menos cuando se analiza que una agricultura tecnificada usa menos tierra, no más. Si los potreros de hoy se convierten en los cultivos intensos de mañana, la presión sobre los bosques primarios debe disminuir. Una agricultura como la colombiana podría multiplicarse por cuatro y aun así sería posible reforestar millones de hectáreas. El desarrollo de las ciudades también permite un uso más eficiente de los recursos, siempre y cuando se recurra a un urbanismo adecuado. Las ciudades densas ocupan poca tierra, de suerte que cuando la gente se instala en ellas baja la presión sobre la naturaleza. Ya se sabe, además, que la tasa de natalidad desciende cuando las familias se urbanizan. En cuanto a la energía, el problema no es con esta per se, sino con la emisión de gases de efecto invernadero. La energía atómica y la solar no los emiten, la hidroeléctrica muy poco, así inunde tierras. Hay cientos de novedades en prueba piloto o en la mesa de diseño, que prometen cambiar radicalmente el perfil de la energía generada en el futuro. Por ejemplo, hace unos días los ingenieros de Audi revelaron que están desarrollando una tecnología para producir diesel a partir de CO2, lo que podría generar un combustible con huella de carbono neutra. Lo mejor —que para algunos es lo peor— es que todo esto promete inscribirse en un ciclo de negocios de alta rentabilidad.

El ambientalismo radical es en realidad un politeísmo intransigente al que poco le importa que la mayoría de la humanidad no comparta sus puntos de vista. Por eso idealizan el pasado que, según los ecomodernistas, solo fue beneficioso para el medio ambiente en la medida en que la escala del daño era menor. Además, ese mismo pasado produjo la pobreza de los pobres para comenzar. 

Frente al enfoque romántico y rousseauniano de los ambientalistas radicales, el ecopragmatismo revive el optimismo de la ilustración, según el cual la sabiduría moderna, con todo y sus peligros, es el único camino hacia adelante.

Andres Hoyos
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jueves, 7 de mayo de 2015

ANDRÉS HOYOS, CIUDADANOS, DESDE COLOMBIA, CASO ESPAÑA,

Me enteré de la existencia de ciutadans —ciudadanos en español— por allá en 2005 cuando era apenas una asociación reciente de 15 intelectuales que no querían ser aplastados por el agresivo nacionalismo catalán.

Entre los 15 estaban Albert Boadella, Félix de Azúa, Arcadi Espada y Ana Nuño, para mencionar apenas a los más conocidos a este lado del océano. Luego supe que habían fundado un partido político homónimo, liderado por un joven abogado llamado Albert Rivera, y entré en modo de sonrisa complaciente, pensando que estábamos ante la típica historia del sofisticado faisán que en un acto temerario se mete a la jaula de los halcones.

Ciudadanos siguió sonando sin estridencia pero también sin silenciarse, mientras que desde lejos veíamos cómo los indignados del 15-M desocupaban las plazas sólo para desembocar en Podemos. Era tal la rabia de la gente, que igual les daba instalar en el poder a un partido populista, como los que han despedazado a varios países en América Latina.

El ascenso electoral de Ciudadanos en ese contexto distó de ser espectacular: de los 89.000 votos obtenidos en 2006 en Cataluña, pasaron a 106.000 en 2009. Hasta ahí eran a lo sumo una nota local a pie de página. En las europeas del año pasado sacaron 497.000 votos, lo que por fin los ubicó en el mapa. Acto seguido empezaron a recoger partidos minoritarios por toda España, una táctica no exenta de riesgos. Ahora les queda por absorber la mayoría de UPyD, otro partido antinacionalista, en este caso de origen vasco, que tras nacer al tiempo con Ciudadanos fue conducido por la senda de la amargura por su fundadora, Rosa Díez, antigua militante del PSOE.

Ciudadanos dio el salto definitivo el 22 de marzo de este año con los 368.988 votos que obtuvo en las elecciones al parlamento de Andalucía y los nueve escaños ganados, un caudal que les permite ser decisivos en la formación de un gobierno local del PSOE, que nacerá débil, si es que nace. Según las últimas encuestas, Ciudadanos se acerca al 20% de la intención de voto para las elecciones generales de la segunda mitad del año, lo que ya es hablar de grandes ligas.

¿Qué pasó? Que la rabia antes encauzada por Podemos ha ido cediendo su lugar al entusiasmo por este partido mesurado, antisectario y realista, perteneciente al centro no demagógico, un cuadrante siempre difícil de habitar en el espectro político. Ciudadanos habla de recortar el programa de trenes de alta velocidad, de impulsar la I+D, de crear una red de institutos tecnológicos, incluso de imitar la vieja táctica norteamericana de importar talento, en fin, de cosas útiles con las cuales es muy difícil apasionar al electorado. Como parte del siempre duro proceso de crecimiento, Ciudadanos sin duda cometerá errores. Mientras no sean garrafales y no afecten la moralidad de sus más altos dirigentes, podrán enmendarlos. Haber subido lentamente y estar próximos a cumplir diez años son dos factores de experiencia y madurez trascendentales.

La amenaza que significa Ciudadanos para el maltrecho bipartidismo español no es tan melodramática como la de Podemos, pero puede ser mucho más seria. Claro, ya vendrán las zancadillas, las trampas, las burlas y las descalificaciones salidas de los cuatro puntos cardinales. Estas pruebas son necesarias para saber si el faisán es la frágil ave de los bosques encantados que parece o tiene garras y sabe defenderse sin por eso convertirse en otro halcón más.

Andres Hoyos
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jueves, 30 de abril de 2015

ANDRÉS HOYOS, EL PLAZO, PROCESO DE PAZ, CASO COLOMBIA

Dos consecuencias son posibles tras el ataque aleve de las Farc en el Cauca el miércoles pasado a medianoche: 1) el proceso de paz se acaba, 2) el proceso de paz se acelera. Miremos ambas caras de esta azarosa moneda.

La mayor dificultad que desde siempre existe en el trato con las Farc es meterse en los zapatos de sus militantes y, sobre todo, de sus comandantes. Porque, aunque no nacieron así, la larga degradación del conflicto los convirtió en mitómanos —uno sospecha que ni siquiera entre ellos se dicen la verdad— y en psicópatas, es decir, personas a las que únicamente les importan sus propios deseos, sus propias explicaciones, sus propios intereses. Para ellos, el resto del mundo vale lo mismo que una piedra de río. Les da igual lo que piensen Cuba, Venezuela, el gobierno y el establecimiento colombianos, los campesinos, los obreros, las madres, las viudas, los niños.

Solo les importa justificar su vieja lucha de cara al sesentón que les sale al espejo por las mañanas y ser “bien” vistos, admirados y temidos por el pequeño contingente de guerrilleros y milicianos que aún cree en ellos. ¿Qué los frena? El miedo, pues no se puede olvidar que no negocian por gusto, sino porque estaban —y están— perdiendo la guerra.

El presidente Santos, haciendo caso omiso de lo anterior, empezó a hacer concesiones militares antes de tiempo. Ahora esa alternativa desapareció: o las Farc ceden ya en algo muy importante o tendrá que propinarles una serie de golpes contundentes. A su favor tiene que el poder militar del Estado colombiano sigue siendo de lejos superior al de las Farc. ¿Que hay un riesgo en jugar la carta de la fuerza? Lo hay, pero es un riesgo necesario. Pronto se verá si estos ataques fortalecen al ala militar de las Farc o la arrinconan. Dicho de otro modo, si lo que al final quieren los comandantes de las Farc es dejar de tomar mojitos en Cuba y volver a la guerra, no hay modo de evitarlo. ¿Es eso? Ya lo sabremos.

Hará bien, pues, el presidente en fijar un plazo para la firma del acuerdo, plazo que, algo me dice, tendrá que vencerse a comienzos del año entrante. Poner plazos en este tipo no es nada exótico. La negociación nuclear entre Irán y P5+1 los tiene. Claro, una vez definida la fecha, si el país quiere la paz tendrá que prepararse para la guerra, como sugiere el dicho latino. No se puede perder de vista que el propósito final es desarmar a las Farc de una forma u otra para que atrocidades como la de la semana pasada no sigan ocurriendo.

Ahora bien, no creo que la orden del ataque haya salido de La Habana. No porque el secretariado sea incapaz de darla, sino porque no estaban preparados para lo que pasó. Lo más probable es que la muy narcotizada columna móvil Miller Perdomo haya decidido actuar por su cuenta para calmar el hambre del caimán. Sucede que las Farc son por encima de todo una organización armada, y un aparato militar que no se desarma, se desmadra. Esta clase de estructuras hace inevitable que surjan Farcrim tras la firma de la paz. La pregunta pertinente es si ya son dominantes y/o en qué partes del país lo son.

Lo que se volvió imposible tras el ataque del Cauca es un cese bilateral del fuego sin que las Farc se concentren en zonas específicas, bajo estricta supervisión internacional. El tiempo cada vez juega más en contra del proceso de paz. Yo sigo siendo partidario del mismo, pero creo que es hora de aplicar presión, mucha presión.

Andrés Hoyos
andreshoyos@elmalpensante.com
@andrewholes

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sábado, 25 de abril de 2015

ANDRÉS HOYOS, UNA ENCUESTA CLANDESTINA DESNUDA AL RÉGIMEN CUBANO. DESDE COLOMBIA, CASO CUBA

Aseguran varios analistas que Raúl Castro fue uno de los ganadores de la reciente Cumbre de las Américas. Puede que sí, pero es más probable que lo que allí se haya ganado sea la rifa del tigre.

Antes que contabilizar en forma minuciosa las ventajas y desventajas de una coyuntura, conviene medir el triunfo o el fracaso del hermano menor del comandante a la luz del futuro probable del régimen cubano y de las ideas en las que se apoya. Si el castrismo encarna el porvenir, entonces los hechos recientes le dan un oxígeno considerable. Si no, la cumbre es otro clavo más para el ataúd.

Una paradoja de nuestra época es que al tiempo que Estados Unidos se ha debilitado en el subcontinente, sus rivales regionales no se están fortaleciendo. Viene, pues, un cambio y ganará la partida quien lo aproveche mejor. Lleva en ello obvia ventaja Estados Unidos, ya que apenas tendrá que alterar una parte de su política, mientras que en Cuba y en aquellos países con economías inviables son las propias estructuras económicas y políticas las que están en juego. Ningún dictador, sobre todo si lleva décadas mandando, cambia por gusto. ¿Qué sentido tiene modificar tu receta si es ganadora? No, el poder cambia cuando no hay de otra.

Fidel Castro dijo famosamente en 1953: “La historia me absolverá”. Pues bien, ha estado 56 años en el poder, ahora representado por Raúl, y en estos días acaba de realizarse la primera encuesta que se conozca sobre las preferencias de los cubanos. En ella los hermanos Castro se rajan. La muestra fue tomada en forma clandestina por la compañía Bendixen & Amandi para Univisión y el Washington Post (ver: http://bit.ly/1FGSPDP) y su base es bastante amplia. Destaquemos un solo dato: entre los menores de 49 años, Fidel Castro tiene una aprobación del 42%, Raúl Castro del 45%, en tanto que Obama llega al 83% en ese mismo grupo de edad y al 80% en la totalidad de los encuestados.

De resto, los cubanos jóvenes desaprueban el sistema económico, quieren abrir sus propios negocios o vivir fuera del país, no creen que la dictadura se vaya a ablandar y desean un cambio, casi cualquier cambio. Contradicen, sí, al exilio de Miami en que están abrumadoramente a favor de la apertura de relaciones con Estados Unidos y del fin del bloqueo. La encuesta desnuda la realidad cubana y puede leerse en clave de futuro: viene algo muy distinto, de eso no cabe duda.

Y pensar que todo comenzó como una saga romántica, llena de discursos altisonantes y de machismo lírico, que proponía la creación de un “hombre nuevo”, ni más ni menos. ¿Había que matar por el camino a muchos miles? No le hace. El lema era: “vencer o morir”.

Pero según se vio en Panamá con un Raúl Castro envejecido al que su secretario tenía que recordarle tiro por tiro los detalles de su largo memorial de agravios, los héroes románticos de todo tipo terminan atrapados por la historia y envejecen mal, entre otras razones, por narcisos y porque no saben cambiar.

La de Cuba es también la historia de las oportunidades perdidas. Pronto el timón caerá en nuevas manos y ni una larga estampida de canciones revolucionarias, salpicada de imprecaciones antiimperialistas, podrá evitar los virajes. La pregunta no es si habrá cambio en la isla, sino si se hará a ritmo de rumba, de mambo o de bolero.

Andres Hoyos
andreshoyos@elmalpensante.com
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sábado, 4 de abril de 2015

ANDRÉS HOYOS, EL POLVORÍN

Si hay algo que con seguridad uno no encuentra en la residencia oficial del primer ministro de Israel es un tapete persa. El lugar se llama Beit Aghion y más sex appeal tiene un Zastava.

Para seguir viviendo allí, Benjamín Netanyahu recurrió a todos los trucos rastreros que hay en los libros e incluso se inventó un par más. Afrentó a Obama en su propia casa, lanzó insultos racistas contra la minoría árabe de su país, insistió en que los palestinos no tienen otra salida que la sumisión perpetua a su versión del apartheid sudafricano y, muy en particular, agitó la amenaza que a sus ojos representa Irán para el mundo, o sea, para su visión del mundo. Al final Bibi ganó las elecciones el pasado martes, si bien por el camino fomentó los peores instintos de sus compatriotas.

Las negociaciones sobre el tema nuclear entre Irán y el grupo P5+1, liderado por Estados Unidos, están en lo más álgido. La nueva fecha límite es julio de este año. Netanyahu sugirió ante el Congreso de Estados Unidos que hay que patear la mesa porque al poco rato Irán entraría en pánico y se rendiría.

Esto es —y él lo sabe— demente. Sotto voce dijo que quizá sería posible un compromiso distinto pero, claro, si Irán no acepta uno menos estricto ya ofrecido, ¿qué le hace pensar que aceptará uno más estricto? ¿Simplemente porque él lo dice?

Los anales del realpolitik dictan otra cosa: de no haber acuerdo, la relación entre Estados Unidos e Irán se deterioraría a marchas forzadas y el resultado más probable sería una guerra muy peligrosa, que sólo les conviene a los países petroleros por cuenta del salto que daría entonces el precio del crudo.

Ya están saliendo a la luz en Estados Unidos los halcones de siempre que dicen que una guerra contra Irán sería apenas asunto de unos cuantos bombardeos de precisión. ¿No hemos oído eso antes? Sí, pero la mentalidad hollywoodense, según la cual la guerra es una suerte de juego electrónico con explosivos de verdad, ha permeado la mentalidad de muchos americanos.

No ven, porque no quieren, la calamidad que sobrevino tras la guerra de Bush contra Sadam Hussein. De acuerdo, el dictador está muerto, pero a cambio quedó una región en caos con un nido de alacranes llamado el Estado Islámico, para no hablar de que el cáncer terrorista está haciendo metástasis en los propios países occidentales. En fin, aunque hay guerras inevitables y hasta necesarias, no hay guerras sin consecuencias nefastas.

Irán, con sus 80 millones de habitantes y sus 1’650.000 kilómetros cuadrados de extensión, es un bocado demasiado grande para Israel, así el Estado judío tenga las fuerzas militares más potentes de la región. Además, está a 1.780 kilómetros de distancia, lo que hace casi imposible atacarlo por sorpresa, a menos que... No, eso ni lo pensemos.

El ayatola Alí Jamenei, líder supremo de Irán, es un zorro viejo enrazado de fanático. No tenemos manera de saber hasta dónde van sus fantasías teocráticas y hasta dónde su pragmatismo. Dos escenarios se perfilan como posibles: 1) Irán firma un acuerdo nuclear razonable, en cuyo caso Netanyahu se verá arrinconado, 2) Irán no firma y entonces una guerra en su contra podría estar a uno o dos años de distancia. La primera opción es de lejos preferible, así la humillación de Netanyahu implique que se desaten en Israel posibles convulsiones internas en extremo peligrosas.

Lo dicho en otra ocasión: prefiero los líos de mi terruño.

Andres Hoyos
andreshoyos@elmalpensante.com
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viernes, 20 de marzo de 2015

ANDRÉS HOYOS, ZAZ, ISABELLE GEFFROY, DESDE COLOMBIA

El viernes y el sábado pasados Isabelle Geffroy, mejor conocida con el apodo inspirado de Zaz, dio dos conciertos memorables en el teatro Jorge Eliécer Gaitán.

Zaz es la más notable novedad de la canción francesa y quizá europea, por lo menos continental. Nunca, al parecer, le corrió afán en la vida, pues lanzó su primer disco recién cumplidos los 30 años. Ahora tiene 34.

Hija de una profesora de español y de un electricista, ninguno de los cuales tenía vena musical, pasó de joven por el conservatorio, lo que se nota en el audaz, casi temerario, manejo de la voz. Hay momentos en los que uno cree que va a saltar en pedazos. Pero Zaz no es flor de invernadero; está clarísimo que la parte crucial de su educación artística se dio entre los músicos que se fue encontrando en su accidentada época de desconocida como, por ejemplo, cuando cantó en Vladivostok tras salir de Francia por primera vez. Empezar una carrera musical internacional en lo más crudo del invierno siberiano tiene su swing. Zaz debió tomar clases de salsa en algún recodo del camino, pues la baila estupendamente, al estilo cubano. Durante el concierto bogotano no tocó ningún instrumento, salvo por una divertida trompetita que hace con la mano cerrada.

Isabelle Geffroy
Ecléctica, comme il faut en estos tiempos de maremágnum electrónico, Zaz mezcla un rock casi duro, con el gypsy jazz de Django Reinhardt y la chanson francesa, puesta a punto con una gota de taquicardia. Édith Piaf es una obvia referencia. Valiente, Zaz se calzó los zapatos de La Môme y se le midió a hacer varios covers de sus canciones emblemáticas. Impresiona, muy en particular, la fuerza de su versión de Dans ma rue, que cuenta la historia de una chica de barrio que muere tras no ser capaz de sobrevivir ni siquiera prostituyéndose. Claro, Isabelle Geffroy nunca se paseó por las aceras, como sí tuvo que hacerlo Édith, petite différence. Al igual que su ídolo, Zaz tiene un gusto regularcito para vestirse, pero no importa, pues uno va es a oírla cantar. Caso aparte son los nueve músicos sencillamente admirables que la acompañan y que están a sus anchas en todos los estilos que la chica tiene a bien sacarse del cubilete. Zaz ha compuesto algunas canciones pero, a semejanza de Ella Fitzgerald, otra de sus heroínas, sabe que los talentos artísticos no siempre vienen equilibrados y que hay gente por ahí, como Raphaël Haroche, que compone de maravillas. Lo que sí es de rigor es tener buen oído para identificar lo que va contigo y un gran director musical al que tú misma debes dirigir. En todos estos terrenos nuestra chica da en el blanco.

Para los afrancesados de este mundo, entre quienes me cuento, Zaz es una grata noticia porque revela que existe otra Francia, la que todavía quiere “el amor, la felicidad y el buen humor”, en claro contraste con la neurótica, inteligente y nihilista de Michel Houellebecq y de tantos otros pesimistas. No estoy al día en materia de nueva literatura, pero al rompe no le encuentro un equivalente. Si existe, por favor enviarme noticias al correo que aparece abajo.

Ahora bien, ni yo ni mis compañeros de concierto esperábamos el entusiasmo desbordante del público bogotano con Zaz, ya que su música no suena en la radio local ni hasta hace poco se conseguían sus discos en las escasas tiendas que aún los venden. Es, pues, un fenómeno de las redes sociales y de You Tube, totalmente contemporáneo. Ambas noches el teatro estaba hasta las banderas.

Andres Hoyos
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viernes, 6 de marzo de 2015

ANDRÉS HOYOS, LA DICTADURA VENEZOLANA, DESDE COLOMBIA


Al encarcelar a Antonio Ledezma, elegido alcalde de Caracas en 2013 por 709 mil votos, Nicolás Maduro y su pandilla arrojaron a la basura el último vestigio de democracia que quedaba en Venezuela y se pasaron a la columna de las dictaduras abiertas.

Sorprende, sin embargo, que retirada la máscara el rostro que aparece no es temible, sino ridículo. La explicación es sencilla: antes que una dictadura eficiente y feroz, la de Maduro es una dictadura bocona e inepta. Uno tiene la impresión de que al pobre grandulón se le despelotaría hasta una heladería de barrio, para no hablar de un país llevado del diablo.

A estas alturas el dictador venezolano se ha vuelto objeto de burla a lo largo y ancho del mundo. Aquí (http://bit.ly/1ACZDxd) el diario español ABC le aplica lo que en boxeo se conoce como un knock-out punch. En Cuba ni lo mencionan sus antiguos camaradas, atareados como están en acomodarse en la pugna entre Obama y el Partido Republicano. Incluso Podemos, el partido populista español, criticó la detención arbitraria de Ledezma. Nadie respeta a Maduro.

Los atropellos de los últimos días son obvios actos de debilidad, estertores que acercan el desenlace, en contraste, digamos, con Egipto, donde la dictadura militar parece en control a través del terror de Estado. No se puede olvidar que todas esas patadas de ahogado las da un presidente con los índices de popularidad por el suelo.

Poco, casi nada, va quedando de las faraónicas “instituciones” grannacionales que Chávez quiso construir con su torrente de petrodólares y de cháchara. Unasur pasa de agache y el papel de nuestro compatriota, Ernesto Samper, no puede ser más patético: no dice “digo” ni dice Diego, porque no dice nada. Poco se oye últimamente del Banco del Sur, que quizá reencarne en banco chino, ni del Gasoducto del Sur, ahora un proyecto interno de Perú; tampoco se menciona el Consejo Suramericano de Defensa, cuyas opiniones nadie quiere. A Petrocaribe se le acabó la plata y el tal Sucre (Sistema Único de Compensación Regional) es una sigla abandonada.

Borrada también quedó la noción de que a los venezolanos pobres les iba más o menos bien con la cleptocracia chavista, pues al socavar el valor del bolívar, lo primero que el gobierno socava es el poder adquisitivo de la gente. Los ricos pueden comprar dólares; los pobres deben resignarse a recibir papeles sin valor.

Los países prósperos a veces posponen ciertas decisiones dolorosas, pensando que los mercados los van a rescatar más adelante, pero si un país como Venezuela pospone las decisiones económicas fundamentales relativas a la moneda, la inflación, el costo de la gasolina y el aparato productivo, todas imbricadas entre ellas, está agravando una crisis que estallará, si no mañana, pasado mañana y con todavía mayor fuerza.

Vaya a saberse, en fin, qué ideas locas tendrá la camarilla en la cabeza: encarcelar hasta a los loros malhablados, celebrar o no las elecciones parlamentarias, pedir asilo. En gobiernos como este es imposible saber nada con certeza, pues la mentira es reina.

Los dirigentes de la MUD siguen divididos —insensatez para la que no parece haber remedio—. A Maduro, en todo caso, no lo van a tumbar las críticas internacionales, así subieran de tono como deben, ni la oposición, por más ganas que tenga. Mucho menos lo va a tumbar otra facción del chavismo, ya que nadie quiere el puesto. Maduro se está cayendo solo y por sus propios medios.

Andrés Hoyos | Elespectador.com
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sábado, 17 de enero de 2015

ANDRÉS HOYOS, EUROPA POLARIZADA, DESDE COLOMBIA

ANDRÉS HOYOS
El viejo y venerable trasatlántico Europa va camino de aguas cada vez más tormentosas.

Todavía resiste, según se vio este domingo en que salieron 3,5 millones de personas en Francia a protestar por la andanada de barbarie. No obstante, el temporal no promete amainar y el peligro dista mucho de estar conjurado.

El sanguinario ataque a Charlie Hebdo estaba dirigido a la espina dorsal de la civilización europea. No en vano tomó siglos aclimatar allí la tolerancia, sin la cual la democracia es un simulacro. Claro, hablamos de tolerancia a la crítica despiadada y a la burla mordaz, como las del célebre semanario, ya que tolerar cánticos y plegarias carece de mérito. Francia fue el primer país europeo en separar la religión y el Estado, de modo que no tiene por qué pedir excusas a estas alturas por su carácter laico.

La gente parece haber olvidado la larga lucha que hubo de librarse para que desapareciera casi por completo el cristianismo guerrero de antaño. A las religiones hay que enseñarles, a las buenas y a las malas, a ser tolerantes. Aprenden, si es que aprenden, cuando los profesores llevan décadas muertos. Quedan hoy en pie de guerra en el Occidente extendido, aparte del belicoso Israel, sobre todo fracciones muy agresivas de extremistas musulmanes, alimentadas y usadas de un modo u otro por las dictaduras, teocráticas o no, que abundan en el Medio Oriente.

De poco sirve destacar la diferencia entre yihadistas y musulmanes del común si no se encuentra la manera de controlar la creciente influencia de los primeros sobre los segundos. Ya se sabe, por la larga ristra de fracasos, que cualquier remedio aplicado desde fuera para “curar” al Islam de sus extremismos fallará. Sin embargo, el “antídoto” eficaz que combata al yihadismo desde dentro aún no se conoce.

Por si acaso, la existencia de guetos inexpugnables de alta población musulmana en Francia y otros países europeos indica que los problemas de fondo no se están solucionando. Los jóvenes musulmanes del continente necesitan algo colectivo que defender, más allá del Islam, para no ser presa del yihadismo. El racismo se reduce en forma lenta, pues a nadie lo pueden obligar a que le guste lo que no le gusta, pero la marginación sí se puede combatir con dinero y políticas socioeconómicas bien enfocadas. Dos ejemplos vienen a la mente: la socialdemocracia y el estado de bienestar que contrarrestaron el extremismo leninista, puesto en boga tras la revolución Bolchevique, y el Plan Marshall, que evitó el catastrófico marasmo de la primera posguerra mundial en la segunda.

Así, además de inteligencia y policía, son indispensables intervenciones de gran envergadura que resulten en oportunidades ciertas para estos jóvenes desafectos de los guetos. Claro, políticas como estas podrían atraer más gente a Europa, de suerte que deben correr parejas con una mejora análoga en los países de origen, lo que multiplica el costo y la dificultad. La crisis del euro, así como el colapso de los precios del petróleo, van a empeorar las cosas en el corto plazo. ¿Cómo vivir en paz al lado de un lío semejante, cómo tolerar el inevitable radicalismo que engendra?

La polarización se va a acentuar en Europa ahora. La lista de siglas de derecha y extrema derecha potenciadas por los ataques es larga y empieza por el Front National de Marine Le Pen, cuya llegada al poder en Francia no puede descartarse del todo.

Lo dicho, vienen tiempos de tormenta para Europa.

Andrés Hoyos
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viernes, 5 de diciembre de 2014

ANDRÉS HOYOS, MACHO ALFA Y MACHO BETA, DESDE COLOMBIA,

ANDRÉS HOYOS
En mi adolescencia todavía estaba de moda —por no decir que era una obligación— ser un macho alfa.

Ya no. Ahora parece preferible se un macho beta. Un beta no es alfa, claro, aunque tampoco es gay ni monje de clausura. La diferencia se puede ver por el prisma del humor: si a un macho alfa le dicen “¡marica!”, corre sangre; si se lo dicen a un beta, pregunta: “¿Por qué, te gusto mucho?”.

Víctor Hugo era un macho alfa, Camus un beta y Proust obviamente ninguno de los dos. En Casablanca, Victor Laszlo es el macho alfa que quiere arreglar el mundo, mientras que Rick Blaine (Bogart) es el beta que regenta un bar. Ilsa (Ingrid Bergman) ama a Rick y suelta una furtiva lágrima al oír As Time Goes By, pero se viven tiempos alfa, de modo que al final se marcha con su paladín.

Los grandes campeones deportivos por lo general son alfa, ya que los beta no resisten tanto entrenamiento ni tanta tensión. Por ejemplo, Roger Federer es alfa, así haga carita de beta, al igual que Zidane, que medio enloqueció por un comentario entre beta y cabrón que le soltó Materazzi sobre su hermana. Cristiano Ronaldo es... no, mejor no nos metamos con Cristiano Ronaldo.

No falta el macho alfa que se ordena de cura, y al menos uno llega cada tanto a papa. De hecho, la Iglesia católica ha sido toda la vida territorio alfa. El celibato no siempre fue óbice para ello; o si no, piénsese en los usos que daba Alejandro VI a su bastón de mando. Los beta rezan menos y prefieren carreras más descansadas.

No es raro que un macho alfa millonario compre un Lamborghini. Claro, en una de esas hunde el acelerador a fondo y se estrella contra un poste. En su versión menos opulenta, hay machos alfa que pasan en curva y por ahí derecho pasan al otro mundo, no sin antes llevarse por delante a un par de infortunados; los beta dejan que los pasen y prefieren que ella maneje camino a casa cuando ha corrido el whisky en la velada. En general, el whisky es una bebida alfa —confieso que me gusta—; la champaña —también me gusta, ¿a quién no?—, beta.

Un macho alfa puede ser peligroso. Le entusiasman con facilidad las guerras y de tarde en tarde muere en ellas y le erigen una estatua; los beta prefieren consolar a las viudas y ver las guerras y el rugby por televisión. Si el cuerpo les da, llegan a bisabuelos y sólo se enlistan por obligación.

Al macho alfa le gustan las marchas militares, Wagner o, en su defecto, el rock pesado; el beta es más afín a la ópera italiana, al pop o a los boleros. Si el macho alfa tiene ideología, se hace matar por ella, así no le quede tiempo de sofisticarla, pues a sus ojos la lectura es una actividad medio gay; el beta es menos presumido y duda antes de incurrir en afirmaciones inapelables. El alfa hace las cosas rápido; el beta va por los laditos y se toma su tiempo. Al alfa le fastidia que otros hablen de lo que él sabe; el beta no es tan mandón y deja hablar. Lo que sí es típico en un beta es criticar y dar opiniones de sesgo alfa. Sucede que bajo cada macho beta dormita un macho alfa, el cual sale a la superficie cuando algo, digamos el alcohol, lo despierta de su letargo.

En ciertas actividades los machos alfa son necesarios: piénsese en un macho beta de general en jefe de un ejército y se tendrá una idea.

¿Y las mujeres? Ellas fueron las que inclinaron la balanza: en una época añoraban acorralar al más alfa de los machos; hoy le piden el divorcio apenas les sube la voz.

Andres Hoyos
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