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sábado, 16 de mayo de 2015

PEDRO CORZO, LAS MINAS DE LAS FARC, CASO COLOMBIA

El proceso de paz colombiano ha resultado más complejo y tortuoso de lo que posiblemente esperaban las partes involucradas en las negociaciones, porque independiente a que son muchos los factores que inciden en las mismas, la narco insurgencia pretende ser tratada y considerada como una fuerza beligerante, condición que no logró a pesar de las presiones ejercidas por el presidente Hugo Chávez para que le fuese otorgada esa distinción.

El propio presidente Juan Manuel Santo, principal promotor de estos diálogos declaró en mayo del 2011 en la casa de gobierno, “lasfuerzas armadas colombianas están operando bajo el paraguas del derecho internacional humanitario que presupone la presencia de un conflicto armado interno…Pero eso de ninguna manera significa que los terroristas dejen de ser terroristas o dejemos de llamarlos terroristas, porque son terroristas, porque cometen actos de terrorismo”.

Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia y su par el Ejército de Liberación Nacional, son calificadas como terroristas porque sus acciones han estado orientadas a causar el mayor daño posible en la población civil, el secuestro, el reclutamiento forzoso de niños y la colocación de minas antipersonas, lo que ha ocasionado miles de heridos y varios cientos de muertos.

Solamente en el 2014 murieron por estos artefactos siete personas y heridas 104, el año anterior las cifras fueron mayores, 165 entre lesionados y muertos.

Según diferentes informes de 1990 a la fecha, las minas han afectado a más de 11,000 personas, causando la muerte de al menos 2000, de las cuales el 38% eran civiles.

Los niños, han sido víctimas del sembrado indiscriminado de minas antipersonas, aproximadamente mil, han padecido el efecto de esas armas, de ellos 235 perdieron la vida. Como muestra de esa crueldad innecesaria el director de Periodismo Sin Fronteras, Ricardo Puentes Melo, presentó en su página en la internet  la fotografía de un hombre cegado por la explosión de una mina, cargando el cadáver destrozado de su hijo de 17 años.

La siembra indiscriminada de estos artefactos hizo posible que unos alumnos camino a su escuela situada en Orito, encontraran una mina que detonó en el aula en la que estudiaban, causando heridas a más de 30 educandos. Otra explosión en la zona rural de la Montañita, Caquetá,  causó heridas graves a una mujer y a sus dos hijas menores, y un soldado perdió una pierna al explotar  una mina en un parque infantil en construcción. 

Hace unos meses los hermanos Edilberto y Marlon González Mina, de  nueve y diez años de edad  respectivamente, perdieron la vida al pasar por un campo minado rumbo a su escuela, en una zona en la que opera la columna Daniel Aldana de las FARC, que aparte de minar los campos del departamento de Nariño, se dedica, entre otras actividades a  la extorsión, captación ilegal de dineros, control de la producción y comercialización del narcotráfico en la región.

Diferentes informes reseñan que más de la mitad de los municipios colombianos tienen campos minados, y que los niños colombianos son los más  afectados del mundo por la detonación de estos artefactos, después de los de Afganistán.

Un informe elaborado en el 2012 en la escuela Superior de Guerra de Colombia y publicado por el Espectador refiere que son 12 los denominados artefactos explosivos improvisados que fabrican las guerrillas, destacando entre todas las “quiebrapatas” como las denominan popularmente, una catalogada como química porque usan ácido sulfúrico en su fabricación. Estas “quiebra patas químicas” son difíciles de ubicar por los detectores de metales, ya que son fabricadas en envolturas plásticas.

Las minas son portadoras de fragmentos de proyectiles, tuercas, tornillos, vidrios y materia fecal humana y animal, y de otros productos que dificultan la recuperación del sobreviviente de una explosión.

En marzo de este año, el mismo mes de la muerte por la explosión de una mina de los hermanos Gonzalez, el gobierno de Colombia y las FARC anunciaron un acuerdo para limpiar y descontaminar los territorios en los que hay  minas y otros artefactos de ese tipo.

Lo paradójico es que uno de los negociadores de las FARC  Rodrigo Granda, dijo que el desminado humanitario se haría inicialmente en tres o cuatro zonas que estaban por definirse, agregando que  solo se realizaría en zonas de población civil y no en la selva, “porque la gente nuestra en la profundidad de la selva no va a dejar de defenderse".

Asimismo declaró que una de las cuestiones de una fuerza irregular está en el uso de los explosivos y que hasta que no avancen los acuerdos en La Habana, no se hará el desminado en otras partes, así que por voluntad expresa  de las FARC los niños colombianos pueden seguir muriendo hasta que ellos no logren una paz a su medida.

Pedro Corzo
pedroc1943@msn.com
@PedroCorzo43

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jueves, 30 de abril de 2015

ANDRÉS HOYOS, EL PLAZO, PROCESO DE PAZ, CASO COLOMBIA

Dos consecuencias son posibles tras el ataque aleve de las Farc en el Cauca el miércoles pasado a medianoche: 1) el proceso de paz se acaba, 2) el proceso de paz se acelera. Miremos ambas caras de esta azarosa moneda.

La mayor dificultad que desde siempre existe en el trato con las Farc es meterse en los zapatos de sus militantes y, sobre todo, de sus comandantes. Porque, aunque no nacieron así, la larga degradación del conflicto los convirtió en mitómanos —uno sospecha que ni siquiera entre ellos se dicen la verdad— y en psicópatas, es decir, personas a las que únicamente les importan sus propios deseos, sus propias explicaciones, sus propios intereses. Para ellos, el resto del mundo vale lo mismo que una piedra de río. Les da igual lo que piensen Cuba, Venezuela, el gobierno y el establecimiento colombianos, los campesinos, los obreros, las madres, las viudas, los niños.

Solo les importa justificar su vieja lucha de cara al sesentón que les sale al espejo por las mañanas y ser “bien” vistos, admirados y temidos por el pequeño contingente de guerrilleros y milicianos que aún cree en ellos. ¿Qué los frena? El miedo, pues no se puede olvidar que no negocian por gusto, sino porque estaban —y están— perdiendo la guerra.

El presidente Santos, haciendo caso omiso de lo anterior, empezó a hacer concesiones militares antes de tiempo. Ahora esa alternativa desapareció: o las Farc ceden ya en algo muy importante o tendrá que propinarles una serie de golpes contundentes. A su favor tiene que el poder militar del Estado colombiano sigue siendo de lejos superior al de las Farc. ¿Que hay un riesgo en jugar la carta de la fuerza? Lo hay, pero es un riesgo necesario. Pronto se verá si estos ataques fortalecen al ala militar de las Farc o la arrinconan. Dicho de otro modo, si lo que al final quieren los comandantes de las Farc es dejar de tomar mojitos en Cuba y volver a la guerra, no hay modo de evitarlo. ¿Es eso? Ya lo sabremos.

Hará bien, pues, el presidente en fijar un plazo para la firma del acuerdo, plazo que, algo me dice, tendrá que vencerse a comienzos del año entrante. Poner plazos en este tipo no es nada exótico. La negociación nuclear entre Irán y P5+1 los tiene. Claro, una vez definida la fecha, si el país quiere la paz tendrá que prepararse para la guerra, como sugiere el dicho latino. No se puede perder de vista que el propósito final es desarmar a las Farc de una forma u otra para que atrocidades como la de la semana pasada no sigan ocurriendo.

Ahora bien, no creo que la orden del ataque haya salido de La Habana. No porque el secretariado sea incapaz de darla, sino porque no estaban preparados para lo que pasó. Lo más probable es que la muy narcotizada columna móvil Miller Perdomo haya decidido actuar por su cuenta para calmar el hambre del caimán. Sucede que las Farc son por encima de todo una organización armada, y un aparato militar que no se desarma, se desmadra. Esta clase de estructuras hace inevitable que surjan Farcrim tras la firma de la paz. La pregunta pertinente es si ya son dominantes y/o en qué partes del país lo son.

Lo que se volvió imposible tras el ataque del Cauca es un cese bilateral del fuego sin que las Farc se concentren en zonas específicas, bajo estricta supervisión internacional. El tiempo cada vez juega más en contra del proceso de paz. Yo sigo siendo partidario del mismo, pero creo que es hora de aplicar presión, mucha presión.

Andrés Hoyos
andreshoyos@elmalpensante.com
@andrewholes

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sábado, 25 de abril de 2015

EDUARDO MACKENZIE, PROCESO DE PAZ = PROCESO DE MUERTE, DESDE COLOMBIA,

La nueva matanza de militares en el corregimiento de Timba, Cauca, pudo haber sido evitada. Pero no lo fue. Las Farc pudieron transportar sus bandidos y su arsenal como quisieron y concentrarlos allí, en el punto que habían escogido para montar la cobarde emboscada. Nadie vió sus preparativos, ni su avance por carreteras y montañas, pues la vigilancia aérea y terrestre de los narco-terroristas había sido descartada semanas antes.

Los llamados de los soldados para pedir apoyo aéreo en los primeros momentos del ataque no fueron atendidos. La Fuerza Aérea, el instrumento del Estado más móvil y que más temen las guerrillas,  tenía prohibido defender a la fuerza pública: el presidente Juan Manuel Santos había dictado esa orden absurda  argumentando que las Farc estaban “respetando” el cese al fuego unilateral y que había que participar en el “desescalamiento del conflicto”. 
Ahí están los resultados de ese cálculo inepto e imbécil: 11 militares tomados por sorpresa y asesinados y otros 20 heridos (sin hablar de los otros ataques en otros lugares durante las últimas semanas), tras un acoso nocturno de cuatro horas y media, en medio de la lluvia, en el que los asaltantes emplearon obuses, granadas y ráfagas de fusil. 
Santos sabía mejor que nadie que las Farc jamás en su larga historia criminal han respetado sus promesas, ni han dejado de matar colombianos cuándo y donde quieren. El sabía que la tal tregua unilateral de las Farc era una impostura. Pese a ello, dió esa orden y salió a marchar con éstas el 9 de abril. Al mismo tiempo, las Farc preparaban en secreto la sangrienta emboscada del 14 de abril.
Entre la matanza de Timba y la orden de Santos hay una relación de causa a efecto. Hay un hilo de sangre muy directo y patente entre esos dos hechos. Santos quedará definitivamente ligado al gravísimo episodio pues su orden creó las condiciones para que las Farc organizaran esa demostración de fuerza, que aterra hoy al país y a la fuerza pública.
En un Estado de Derecho, la situación creada por la orden presidencial y por su resultado inmediato, la matanza del 14 de abril de 2015, desembocaría en un juicio de responsabilidades.  Quien dio esa orden es responsable de ese resultado, así como son responsables los mandos civiles y militares que decidieron, en los momentos cruciales, mientras los militares atacados pedían apoyo aéreo, no enviar las aeronaves de combate para reprimir a los asaltantes. Aunque el ataque duró cuatro horas y media, nadie en las altas esferas movió un dedo por esos soldados.  Tenían que respetar la alucinada orden presidencial que prohibía toda acción de la Fuerza Aérea contra las Farc.
Ese es el infame proceso de paz en Colombia. Esa es la dirección que el presidente Santos le ha dado a las conversaciones con las Farc en La Habana. Un proceso que produce  resultados tan aberrantes contra Colombia no puede ser llamado así. Hay que llamarlo como lo que es: un proceso de muerte. Colombia ha sido metida con engaños en una espiral de muerte física y mental gracias a esa farsa “de la paz”.  Esa espiral siniestra gira y se desboca y avanza en la destrucción de los intereses de Colombia. A eso es que, precisamente, se refiere el dictador Raúl Castro cuando dice que el proceso de paz en Colombia “va muy bien”. Hay que ponerle fin a esa operación mentirosa en La Habana que Santos y las Farc llaman proceso de paz. Pues Colombia necesita la paz, pero la verdadera.
La ciudadanía y sus representantes parlamentarios pedirán  explicaciones. Los hechos deben ser examinados. Ni la opinión ni los congresistas conocen los pormenores de lo ocurrido en la noche del 14 de abril de 2015 en la vereda La Esperanza del municipio de Buenos Aires, Cauca.  El país debe saber todo al respecto. Es la primera vez que en Colombia un presidente decide inmovilizar la Fuerza Aérea, el principal elemento de lucha contra el mayor enemigo de Colombia. Esa orden estrambótica, un paso importante hacia el suicidio nacional, hacia el cese bilateral de fuego,  abrió una  avenida a los terroristas para que golpearan con saña a la fuerza pública. Algunos observadores, entre los que me encuentro, habían previsto ese desastre. Es la primera vez que una orden presidencial absurda  propicia en forma tan directa un acto de guerra que mina la moral de las Fuerzas Militares.
Santos piensa que saldrá de esa encrucijada con una nueva pirueta: con la contraorden de “levantar la suspensión de bombardeos a los campamentos de las Farc”. No le quedaba otra opción ante la cólera de la base militar. Pero esa medida no basta. Para que las Fuerzas Armadas recuperen la iniciativa se requiere una orientación inteligente y soberana, no dirigida desde Cuba. Lo propuesto por el ex presidente Uribe de exigir la concentración de las huestes de las Farc en un solo punto de la geografía es indispensable.
Sin embargo, en lugar de analizar el significado del giro dado por las Farc al realizar la matanza de Timba, Santos sigue en su línea de complacerlas, al proclamar que hay que “acelerar las negociaciones que pongan fin a este conflicto”.
La línea de las Farc es esa. Sus voceros en las ciudades lo dicen más explícitamente: aquí no ha pasado nada, hay que “acelerar el proceso de cese bilateral al fuego”. Las Farc explotan esa tragedia para pedir la rendición del Estado, bajo la forma de un cese bilateral al fuego. Para poder realizar, sin trabas, mil asaltos como el de Timba cada mes y en cada departamento, hasta que puedan entrar a Bogotá a tiros y morterazos.  Para eso es el proceso de paz.
Treinta familias lloran hoy a sus hijos y Santos no tiene la menor frase de solidaridad con ellas. La pérdida de esos soldados es cantidad menor para ese personaje. No hubo ni un saludo a esas familias. Ni un elogio a la valentía y abnegación de sus hijos. Santos no propuso ningún acto simbólico en honor de ellos. Nada. Han muerto unos soldados y punto. La distancia que hay entre ese extraño mandatario y la base militar colombiana produce escalofríos.
Eduardo Mackenzie
eduardo.mackenzie@wanadoo.fr
‏@MackenzieEdo

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domingo, 15 de marzo de 2015

BEATRIZ DE MAJO, EL LABERINTO DE LA HABANA, COLOMBIA EN CÁPSULAS

Analizar el proceso de Paz de Colombia que se gesta en La Habana es un laberinto en extremo difícil de discernir. Sobre todo porque los elementos de juicio que deben entrar en consideración para entrever el rumbo y el destino final de las negociaciones son incompletos para los observadores externos, bastante más de lo que lo son para los propios negociadores.  

La voluntad de una de las dos partes debe ser diáfana, sin cortapisas, predecible. Me refiero únicamente a la de los terroristas insurgentes porque de lo que debemos partir es de la premisa de que el gobierno si está seriamente involucrado en su determinación de proveerles a los ciudadanos la tranquilidad a la que tienen derecho para que el país progrese.

Lo que es claro también es que dada la forma en que el país evolucionó  internamente por cinco décadas, con un cáncer en las entrañas y sin que los permanentes intentos por extirparlos militarmente por parte del Estado hayan  sido exitosos, ello obliga a que la paz se alcance solo mediante una negociación entre dos partes donde existen intereses, doctrinas, dogmas y maneras de actuar diametralmente contrapuestas. 

Tal proyecto solo será exitoso si una de las partes asume que ha estado en falta con los ciudadanos y que ha sostenido una actitud criminal al usar los fusiles, la tortura, las violaciones, el reclutamiento de menores, el secuestro extorsivo para imponer su modelo y que ha fracasado en el intento, que le corresponde asumir la consecuencia de actos pasados y que le debe a la nación una compensación. Este reconocimiento de los crímenes pasados no parece estar presente fuera de la mesa de las tratativas. 

Lo que allí dentro ocurre está cubierto de un manto de censura que le impide a terceros conocer la real situación de las presiones de las que el gobierno es objeto y de su disposición a hacer las indispensables condiciones que el proceso exija. Así que no queda otra que darles el beneficio de la duda y esperar a que puedan hacerse públicos los acuerdos que con tanta fanfarria dicen estar alcanzando.   Pero a la luz de lo que sigue ocurriendo por fuera de La Habana, lo razonable es pensar que los alzados en armas no abandonan su objetivo de sembrar el terror entre la población del país, al tiempo que continúan armándose para una guerra cuyo final dicen estar negociando.

A lo largo de los muchos meses que han durado las conversaciones, ninguna de las tropelías citadas se han detenido y los atentados contra la infraestructura pública y privada tampoco han cesado. 

La semana pasada fue detenido en Cartagena un barco chino cargado con artillería pesada y explosivos no declarados pero que serían descargados en Mamonal  cuyo destino no puede ser otro que apertrechar a los guerrilleros. Ello es de una gravedad superlativa cuando consideramos que ello ocurre en lo que el gobierno considera la recta final del proceso de pacificación del país. Pero es más dramático aun el caso cuando se observa que todo lo relacionado con este tema ha sido manejado dentro del mas absoluto secretismo oficial.    El navío cargaba  catorce contenedores ocultos tras material cerealero dentro de los cuales había- según el periódico colombiano El Universal- “dos millones de fulminantes, 3.000 casquillos para la construcción de cañones de artillería, 99 núcleos de proyectil y 100 toneladas de pólvora negra”.

Todo lo anterior y muchos otros episodios del mismo calibre y naturaleza han estado ocurriendo en el momento en que no solo lo que está en el tapete habanero es el desarme unilateral de la insurgencia, sino en el instante en que los terroristas tienen el desparpajo de exigir la retirada de las Fuerzas Armadas de los teatros de operaciones de su país.

Decía al comienzo que estas conversaciones son un laberinto difícil de transitar y muy oscuro de interpretar por parte de quienes soñamos desde afuera con la paz de los colombianos. A uno no les queda más que rezar porque en ese mismo laberinto no estén igualmente extraviados quienes, con la venia del Presidente Juan Manuel Santos, negocian la tranquilidad futura de los suyos.

Beatriz De Majo
bdemajo@gmail.com
@beatrizdemajo

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jueves, 11 de diciembre de 2014

MARY ANASTASIA O’GRADY, UNA CONCESIÓN PELIGROSA EN LAS CONVERSACIONES DE PAZ, CASO COLOMBIA,

MARY ANASTASIA O’GRADY
Una concesión peligrosa en las conversaciones de paz. La última oferta del presidente Santos es no procesar a los narcoterroristas de las FARC por los delitos de narcotráfico.

El presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, tiró una bomba la semana pasada cuando sugirió, en una cadena de radio nacional, que la definición de un delito político debería ser ampliada para incluir el tráfico de drogas. Los delitos cometidos por razones “políticas” que apuntan a la rebelión en Colombia no impiden que una persona ocupe un cargo público, mientras que las condenas por delitos graves sí.
Al día siguiente, el presidente aclaró su pronunciamiento. No todos los narcotraficantes cumplirían con los requisitos para que sus delitos sean reclasificados, dijo. En cambio, la propuesta sería un incentivo ofrecido por el gobierno “específicamente” para las narcoterroristas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en las negociaciones de paz, que se encuentran en su cuarto año en La Habana. La idea, dijo, es prepararse para “el día en que miembros de las FARC quieran participar en política”.
Los colombianos que apoyan una indulgencia para los narcoterroristas como un camino hacia la paz celebraron. Para todos los demás, las declaraciones del presidente confirmaron lo que sus detractores han afirmado desde hace mucho: Santos está rogando a las FARC por un acuerdo, y en el proceso, poniendo en peligro la justicia y la libertad.
El procurador general, Alejandro Ordóñez, estaba particularmente perturbado. El funcionario dijo que Santos quiere poner fin a la persecución criminal del tráfico de drogas cuando es cometido por miembros de la FARC, prohibir su extradición a Estados Unidos y “darles el derecho a gobernar a Colombia a través de la participación política”. Tras haber observado cómo guerrilleros salvadoreños no fueron penalizados después de sus sangrientos crímenes en los años 80 —y luego tomaron el poder e impusieron un gobierno castrista en San Salvador—, muchos colombianos sienten temor. Además, ¿qué pasó con la igualdad ante la ley?
Cuando en agosto de 2012 se filtró a la prensa la notica de las negociaciones secretas con las FARC, el gobierno de Santos reconoció que los diálogos habían empezado hacía más de un año. En ese entonces, el presidente me dijo por teléfono desde Bogotá que los rebeldes se habían acercado a él y que sentía la responsabilidad de ver si podría alcanzarse un acuerdo de paz.
Santos insistió en que no habrá un cese al fuego bilateral ni zona desmilitarizada para los guerrilleros durante las negociaciones, que durarían meses, no años. En sus duras palabras había una convicción implícita de que las fuerzas armadas habían reducido el poder de la guerrilla de forma tan exitosa que las conversaciones eran para facilitar una rendición de los rebeldes.
Algunos de los congresistas santistas que apoyan los diálogos con las FARC
Algunos de los congresistas santistas y abiertamente farianos que apoyan los diálogos con las FARC
Más de 40 meses después del inicio en 2011, todo este razonamiento está boca abajo.
Las negociaciones formales empezaron en Oslo en octubre de 2012, pero enseguida fueron trasladadas a La Habana. La semana pasada, volví a preguntarle a la oficina de prensa de la presidencia por qué se habían trasladado las conversaciones a La Habana, en lugar de a una ubicación neutral. No ha habido respuesta. No obstante, el ex oficial de inteligencia cubano Enrique García me dijo hace unos meses en Miami que llevar a cabo las negociaciones en la isla viene directamente del manual de la KGB soviética.
Cuba es famosa por su vigilancia las 24 horas del día, siete días a la semana, a visitantes influyentes. La ventaja de la ubicación le permite evaluar psicológicamente a los negociadores colombianos, estudiar sus debilidades y desarrollar relaciones de confianza para manipularlos. La KGB también les enseñó a los cubanos a reconocer, y hacer uso, de las ambiciones personales excesivas, según García.
Santos no ha ocultado su anhelo de alcanzar un acuerdo que sería calificado como el final del conflicto más prolongado en el hemisferio. Es difícil ignorar la posibilidad de que Cuba y las FARC esten jugando con el ego del presidente.
Las FARC ciertamente no parecen interesadas en la paz. Se han negado a ceder en todos los asuntos importantes, desde entregar sus armas al gobierno a aceptar penas de cárcel por sus atrocidades, renunciar a la riqueza obtenida de las drogas y la extorsión, y pagar reparaciones a las víctimas.
Los terroristas de las FARC continúan atacando regularmente a blancos civiles. Datos de la policía indican que ha habido decenas de secuestros desde que las FARC prometieron en 2012 poner fin a la práctica. Santos finalmente puso un límite y suspendió las negociaciones cuando el brigadier general del ejército Rubén Darío Alzate Mora y otras dos personas (incluido un civil) que viajaban con él en el departamento del Chocó fueron secuestradas el 16 de noviembre.
Sin embargo, el presidente hizo un gran esfuerzo para restaurar las negociaciones con las FARC. Pastor Alape, un comandante de las FARC, es buscado en Colombia y en Estados Unidos por tráfico de drogas. No obstante, Santos le dio un salvoconducto desde La Habana al lugar en Colombia donde las FARC mantenían a Alzate. Cuando Santos anunció el día de la liberación, las FARC lo atrasaron un día para mostrar quién estaba al mando.
Antes de la liberación de los secuestrados, las FARC obligaron a Alzate a posar junto con Pastor Alape para una foto propagandista sugiriendo una reconciliación. El negociador colombiano Humberto de la Calle expresó indignación pero, como de costumbre, nada ha pasado. Esta semana, las dos partes volverán a la mesa de negociaciones, donde, como me dijo un astuto observador, “Colombia está negociando los términos de su rendición”.

Mary Anastasia O'Grady
O'Grady@wsj.com
@MaryAnastasiaOG

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miércoles, 3 de julio de 2013

ANDRÉS HOYOS, EN ADELANTO VAN ESTOS LUGARES, CASO COLOMBIA

La premura del gobierno y la intensa oposición de la derecha al proceso de paz están generando consecuencias inesperadas y tal vez peligrosas.
Lo primero es que el sigilo pactado se fue al diablo, pues circula abiertamente —a mí me llegó por dos vías distintas— el texto del acuerdo agrario firmado el 21 de junio. Sí, el principio de la negociación dice que “nada está acordado hasta que todo esté acordado”, pero no es un dato menor que se revelen los detalles del principal tema de política económica y social de la mesa.
Bien visto, este importante documento descubre el secreto, desconocido desde 1989, del programa mínimo adoptado por las Farc, una vez les cayó encima el Muro de Berlín y se hizo añicos la vieja dictadura del proletariado que defendían. Porque no cabe engañarse: ellos de seguro harán propuestas sobre comercio, industria, finanzas, recursos naturales o educación, pero serán meros inventos sobre asuntos que desconocen, con excepción tal vez de las ideas “universitarias” de algún miliciano encapuchado o de los estudios financieros realizados por los frentes, para saber cuánto cobrar por algún secuestrado. Su otra área de experticia ha sido el narcotráfico, tema posterior de la mesa. Por lo pronto, las Farc querrán pasarlo de agache, como Judas, negando todo contacto con él.
La guerrilla aún tiene un par de ases bajo la manga: la Constituyente, que en últimas no es más que una opción de descarte, ya que no sólo es de imposible aceptación por el Gobierno de Santos, sino que su carácter inevitablemente democrático sería fatal para las propias Farc, que carecen de votos; el segundo as son las armas, sobre las cuales se podría acordar que las reciba un tercero —¿la ONU?—, para que aquello no parezca una rendición. Sobra decir que si las armas no salen de manos de las Farc, la negociación se rompe. En caso de que ésta siga, ambos ases tendrán que ser descartados en su debido momento, a cambio, supone uno, de alguna concesión adicional.
Con todo, la Reforma Rural Integral o RRI pactada tiene una importancia crucial, pues el Estado bien podría convertirla en política oficial, pase lo que pase en la mesa, despojando a las Farc de su principal bandera social. Ellos ya dijeron que lo firmado les parece aceptable, de modo que mal podrían mañana sacarse del cubilete reivindicaciones nuevas con credibilidad. Otro factor de consideración es que Fedegán, la mayor fuente de oposición a cualquier resolución de la cuestión agraria en Colombia (junto con los terratenientes ilegales), no hizo más que fortalecer el acuerdo al declarar que éste viola varios de sus “inamovibles” y que en el texto campea “el ánimo expropiatorio de la propiedad legal”. Hombre, si los ganaderos tuvieran una solución viable para el problema agrario, desde hace décadas se habría implementado. La verdad escueta es que, además de viable, el acuerdo es conveniente para el país. ¿Alguien que no sea un extremista se opone, por ejemplo, a dar a los campesinos “acceso integral” a la tierra o a que se cobren impuestos prediales progresivos y justos?
También es cierto que lo pactado podría servir para que las Farc consiguieran una base social desde la cual hacer política en el futuro, pero es dudoso que esta base llegue a ser muy grande. En síntesis, el peligroso proceso va más o menos bien, aunque todavía puede volar en pedazos. En el entretanto, vendrán más rifirrafes y tiroteos.
andreshoyos@elmalpensante.com 
@andrewholes

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domingo, 12 de mayo de 2013

DARÍO ACEVEDO CARMONA, LA PAZ DE COLOMBIA ENTRE LA HABANA Y CARACAS

El mal momento de las negociaciones de paz que se adelantan en La Habana está relacionado con muchos factores. Una agenda más amplia de lo que se cree. Vamos para ocho meses de trajín y ni siquiera se ha podido evacuar el primer punto, si el tema agrario ha sido duro, qué decir del que trata de la participación política que muchos “gestores de paz” despachan como si el gobierno estuviera conversando con los integrantes del coro de niños cantores de Viena. 
Una actitud insolente de los delegados de la guerrilla que va desde su desafiante discurso de Oslo hasta la negación de víctimas a resarcir, y exigencias fuera de foco como la de convocar una constituyente, reducir el tamaño del ejército, abolición de los TLC y cambio del modelo económico.
Nada conmueve a los delegados de las Farc. Parece que la vieja consigna que señala como máximo objetivo la toma del poder por la vía armada sigue vivita y coleando. En el imaginario colectivo persisten, con toda razón, los malos recuerdos del Caguán. Ni siquiera la benevolencia del Fiscal General y de los jefes políticos de la U y del liberalismo, que les prometen cero prisión y amplias facilidades para la participación en política. Ninguna exigencia como si se tratara de un préstamo bancario para comprar carro.
Descontemos las anteriores circunstancias en el entendido de que se trata del lógico tejemaneje de un pulso entre dos desiguales que el presidente Santos igualó sin mayor reato. Entonces, ¿qué otras cosas están gravitando sobre esas conversaciones para que no avancen? La cara de aburrimiento del doctor De la Calle al final de esta ronda da cuenta no solo de un malestar, sino de “mamera” con lo que no camina al ritmo esperado. Pero, ¿por qué? si ni siquiera al “furibundo furibismo”, como le dicen, se le puede achacar la responsabilidad de resultado tan desconsolador.
En el vecindario podemos hallar alguna clave. La situación del chavismo ha adquirido niveles preocupantes. Ni Maduro ni Diosdado pueden mantener el control y asegurar la pervivencia del proyecto, mientras la oposición liderada por un crecido Capriles avanza en su tarea de demostrar la farsa de las elecciones. Maduro no da la talla, no sale de dos o tres frases de cajón, de repetir una consigna y abrumar con insultos a sus adversarios. Maduro, la cabeza de un gobierno ilegítimo e impostor, montado gracias al fraude y al apoyo truculento de la inteligencia cubana, trata a más del 50% de los venezolanos como enemigos, los amenaza con medidas de fuerza como las que ya utiliza el tenebroso Diosdado en la Asamblea Nacional venezolana: linchamiento físico y moral, al mejor estilo fascista.
Y es esa la fuerza política que se supone está ayudando a la paz de Colombia, mediando y presionando a las Farc para que firmen la paz. Si internamente en su suelo están propiciando la violencia, la intolerancia y el fusilamiento moral de más de la mitad de su pueblo, ¿cómo tener fe en su buena voluntad para ayudar a la paz de los colombianos? El insulto de Maduro al expresidente Uribe al acusarlo de estar al frente de un plan para asesinarlo, es una clara demostración del desespero en que se encuentran. Están tratando de crear una artificiosa situación de amenaza para justificar su arremetida contra la democracia y las libertades. La ordinariez y la temeridad de Maduro deberían dar lugar a una enérgica protesta de la Cancillería colombiana, pero dudamos que vayan a poner en riesgo su proceso habanero.
El chavismo, pues, vive su momento de mayor debilidad en sus catorce años de gobierno y ello debe tener pensativa a una guerrilla que en gran medida tiene allá refugio, apoyo y protección del régimen chavista. ¿Para que apresurarse a firmar tratados de paz en una situación de incertidumbre en su patio trasero?
En síntesis, las Farc muestran temor al futuro, es decir, a la paz, a lo que implica dejar las armas, de ahí la divagación y la incapacidad para concretar acuerdos. También miedo ante la fragilidad de Maduro y la incertidumbre que reina en Venezuela. Por último, aprovechamiento sagaz de la urgencia del gobierno por una firma lo más pronto posible. La torpeza oficial les ha servido en bandeja de plata el pretexto ideal para dilatar, verbo que conjugan a las mil maravillas, las conversaciones. Ocho meses un año, dos –como sugirió Piedad Córdoba y aceptó con poca fortuna el presidente- son insuficientes para concluir un conflicto de medio siglo, afirman sin sonrojarse. Como quien dice, siéntense a esperar el día del juicio final, porque además, habrá que esperar la resurrección de las almas y el advenimiento del paraíso para que cesen “las causas objetivas del levantamiento”.
rdaceved@gmail.com

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miércoles, 26 de diciembre de 2012

PEDRO JAVIER ROJAS GUEVARA*, PROCESO DE PAZ: CONSIDERACIONES DESDE COLOMBIA

Sin duda, el tema que más inquieta al personal de la Fuerza pública es la supuesta reducción de sus efectivos, su reorganización y cambio en la doctrina, aspectos planteados en la Habana y ventilados de manera recurrente por las FARC en todos los intentos de paz fallidos con los gobiernos anteriores. Sin embargo, son los mandos medios los llamados a socializar y explicar en las filas de las instituciones, tan absurda petición; es su deber transmitir seguridad y confianza a los cuadros y la tropa, acerca de las decisiones adoptadas por el Gobierno Nacional, en aras de encontrar una solución política al conflicto armado interno en Colombia.
Así las cosas, es necesario que el equipo negociador, tenga muy en cuentas las siguientes “premisas fundamentales”:
1. La perspectiva de la amenaza. Es visualizar en todo el contexto la mentalidad de los cabecillas sentados en la mesa. Es decir, se debe considerar su visión político-estratégica, sus objetivos finales de corto, mediano y largo plazo, sus planes específicos. Es ubicarse “en el otro lado de la colina”, con la finalidad de comprender las verdaderas intenciones del enemigo y enfrentarlo en las peores circunstancias posibles. Entender su direccionamiento estratégico, su conducción táctica y la perfecta interconexión de numerosos eventos políticos, sociales y militares que gravitan a su alrededor. “Si conocemos con antelación como el oponente planea explotar nuestras debilidades para materializar sus amenazas sobre nosotros; podremos desarrollar una línea específica de pensamiento para contrarrestar sus acciones.” J.F.C. Fuller [1]
2. El peor de los escenarios. Ello implica colocarse en la posición de prepararse siempre para lo peor, y más perjudicial que pueda hacer el adversario. No subestimarlo bajo ningún concepto. Así, si éste se presenta en condiciones más benignas, pues se estará en mejores condiciones de neutralizar sus intenciones. Aquí la experiencia reciente indica, que la dinámica política y alcances en este ámbito del grupo guerrillero, ha sido peligrosamente subestimada.
3. El pragmatismo. Es captar las realidades políticas tal cual se presentan, con todas sus consecuencias. Se trata simplemente, de tener una percepción realista de las causas y consecuencias impuestas por las crudas circunstancias de hechos inevitables. Frases como “No somos narcotraficantes”; “No tenemos secuestrados” y “No extorsionamos”; buscan precisamente distorsionar ante el mundo la verdadera naturaleza del grupo guerrillero.
4. Una visión conjunta de hechos articulados. “Ver el bosque y no perderse entre las ramas”. Es tener una visión conjunta y articulada de los hechos y captar la realidad del fenómeno político-militar analizado. En gran parte los fracasos en procesos de paz anteriores, se debe a la incapacidad de los negociadores, en el sentido de apreciar escenarios prospectivos y proyectivos, es decir, su escasa comprensión de la dimensión histórica, las profundas raíces ideológicas del grupo terrorista y sus planes, que están diseñados desde hace 30 años y siguen vigentes.
5. Pensamiento simétrico versus asimétrico. La naturaleza de las FARC es asimétrica. No se debe en consecuencia, analizar y enfocar bajo una perspectiva simétrica. Se deberá entender que lo simétrico se asocia a lo convencional, cartesiano, conservador, bidimensional y lógico. Lo asimétrico se asocia a lo no convencional, tridimensional, innovador e ilógico.
6. Realidad militar regional. Observamos en el continente modelos altamente influenciados por un “proceso de conversión revolucionaria”; es decir, unas fuerzas armadas con una estructura militar cuya base son las milicias populares, mejor entendidas como civiles armados y uniformados con escasa instrucción y entrenamiento y listos para “apoyar” a las fuerzas regulares; en Venezuela son ya una realidad, toda vez que fue activada una nueva fuerza, denominada la Milicia Nacional Bolivariana, a la par del Ejército, la Armada, la Fuerza Aérea y la Guardia Nacional.
En síntesis, urge estar alerta, pues las FARC siempre se han aprovechado de la ansiedad de paz del pueblo colombiano, y es por ello que su estrategia no cambia:  extender las negociaciones al máximo y que sigan desarrollándose en territorio extranjero; así ganan tiempo y continúa el show mediático internacional; seguir exigiendo más de lo pactado en los cinco puntos; buscar más aliados internacionales que convaliden su naturaleza y propósito; y mantener un nivel de lucha armada aceptable, que no de motivos al Gobierno para pararse de la mesa.
 [1] General británico, teórico de la guerra de los blindados. Fue quien definió  los nueve principios de esa guerra vigentes hoy.
*Analista político y militar, Bogotá
Periodismo sin Fronteras, Bogotá
http://www.periodismosinfronteras.com/el-proceso-de-paz-consideraciones-desde-colombia.html
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