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sábado, 31 de mayo de 2014

CATO INSTITUTE: ESTOS SON LOS PAÍSES MÁS MISERABLES DEL MUNDO

 El ranking elaborado por el Cato Institute se obtuvo a través de una fórmula que involucró factores como la Inflación y el Índice de desempleo de los países.

Lima. Recientemente se dio a conocer la primera edición del estudio “Índice de Miseria Internacional” realizado por el Cato Institute, en análisis en el cual se demuestra que Venezuela, es el país más miserable a nivel mundial.


Venezuela: Nivel de Miseria: 79.4. La razón: La inflación. Un índice que supera el 60%, debido al evidente fracaso del modelo económico.

La fórmula utilizada para obtener el índice, la cual fue aplicada a 90 naciones, es la suma de la tasa de desempleo, la tasa de interés y la tasa de inflación, y resta el porcentaje de cambio en el PIB real per cápita. Es decir, es un análisis sumamente completo, pero basado sobre todo en las percepciones económicas de los ciudadanos de cada país.

Según Steve Hanke, profesor de economía aplicada en la Universidad Johns Hopkins, el índice también está íntimamente relacionado con la perspectiva que tienen los habitantes de una población sobre sus mandatarios.

En el análisis, cada país tiene un factor predominante debido al cual su miseria es mayor, en algunos casos es la inflación, en otros el desempleo o en otros la tasa de interés. Japón se coloca como el país menos miserable del ranking.

http://peru.com/actualidad/economia-y-finanzas/cato-institute-estos-son-paises-mas-miserables-mundo-fotos-noticia-251985

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jueves, 29 de agosto de 2013

JORGE MARTÍNEZ, ¿QUÉ SE DIRIME EN EGIPTO?, LA MIRADA GLOBAL, FUENTE TABANO INFORMA

TÁBANO INFORMA


LA PRENSA - 23-AGO-13 - OPINIÓN

HTTP://WWW.LAPRENSA.COM.AR/411900-QUE-SE-DIRIME-EN-EGIPTO.NOTE.ASPX

LA MIRADA GLOBAL

¿QUÉ SE DIRIME EN EGIPTO?

JORGE MARTÍNEZ


Cada vez que les dieron a elegir, los islámicos eligieron a partidos religiosos. Resulta evidente, entonces, que la "primavera árabe", que no sólo liquidó a Hosni Mubarak, sino también a los regímenes de Túnez y Libia y desató una guerra civil en Siria expresó una condena a los gobiernos secularizados que proliferaron en esa parte del mundo desde la Segunda Guerra Mundial.

El olvidado escritor italiano Giovanni Papini imaginó en una de sus novelas a un historiador que, para mejor comprender los hechos del pasado, escribía sus libros en orden cronológico invertido, de lo más reciente a lo más remoto. "Sin haber narrado la aventura de Napoleón no se comprende nada de la Revolución Francesa", explicaba a los incrédulos.

La parodia de Papini acaso tenga más validez de la que aparenta. Podría ayudar por ejemplo a analizar la situación en Egipto, donde el vendaval informativo de los últimos días desdibuja una secuencia de hechos que se comprende con más nitidez relatándola hacia atrás.

Veamos. La crisis actual explotó la semana pasada por la cruenta represión a los simpatizantes del gobierno islamista de la Hermandad Musulmana, depuesto el 3 de julio por las Fuerzas Armadas. Ese gobierno había asumido el año pasado tras vencer en las que se definieron como "las primeras elecciones democráticas" de la historia del país. Esos comicios, a su vez, fueron la consecuencia de la caída del régimen secular de Hosni Mubarak, quien gobernó el país por tres décadas hasta que fue derribado en 2011 por la ola de protestas englobadas bajo la denominación de "primavera árabe".

El relato podría seguir, pero ya en este punto pueden percibirse algunas ventajas del orden cronológico invertido. Resulta evidente ahora que la "primavera árabe", que no sólo liquidó a Mubarak sino también a los regímenes de Túnez y Libia y desató una guerra civil en Siria, no expresó tanto la demanda de un sistema democrático de tipo occidental cuanto una condena a los gobiernos secularizados que proliferaron en el mundo islámico desde la Segunda Guerra Mundial en adelante.

Sin duda es probable que una porción considerable de las sociedades musulmanas quiera vivir en sistemas democráticos. Pero también es cierto que cada vez que les dieron a elegir, la mayoría de los votantes del mundo islámico eligieron a partidos religiosos. Pasó en Argelia en 1991, donde los militares anularon las elecciones y lanzaron una feroz represión para impedir el seguro triunfo islamista; pasó en Gaza en 2006, donde se impuso el grupo extremista Hamas, y ocurrió en Egipto el año pasado.

Sin ingenuidad aparente, gobiernos y analistas de las grandes potencias esperaron hasta estos días para verificar que la disputa que desgarra a los musulmanes no es entre democracia y dictadura, sino entre religión y secularismo. Comprobaron además que, como el islam no distingue (todavía) la religión del Estado, las urnas pueden arrojar resultados desagradables. Pero aseguran que el remedio está al alcance de la mano: se trata de arrear a 1.200 millones de musulmanes por el mismo camino que transitó Occidente en los últimos cinco siglos.

"Sin la tradición occidental de separar lo sagrado de lo secular -que sólo ocurrió después de las sangrientas guerras de la Reforma protestante-, las batallas por el papel del islam en la política incomodarán por generaciones a las democracias incipientes del Medio Oriente", alertó Charles Kupchan en el New York Times.

Con mayor seguridad, el ex canciller israelí Shlomo Ben Ami se animó a vaticinar en El País de Madrid que "la batalla entre el laicismo y la religión en el mundo árabe no ha de durar siglos, como ocurrió en Europa"", y ello gracias al "largo proceso de progreso social y científico que permitió a Occidente preparar el terreno para la democracia moderna".

Opiniones como las anteriores revelan entonces que el método del historiador de Papini no estaba tan desorientado: sólo ahora, y gracias a los hechos de Egipto en 2013, parece que estaremos en condiciones de comprender qué significaron la Reforma y las guerras de religión en la Europa de hace 500 años.

Este es un reenvío de un mensaje de "Tábano Informa"


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viernes, 23 de agosto de 2013

MILOS ALCALAY, EGIPTO, ¿SANCION O CONCILIACION? BRUJULA DIPLOMATICA

La Comunidad Internacional está asistiendo con una angustiosa impotencia  la nueva escalada de violencia que sacude a  Egipto,  como resultado del choque entre los manifestantes de la Hermandad Musulmana -que exigen el retorno a la Presidencia de Mohamed  Mursi, y los militares que radicalizaron la represión  argumentando actuar en contra de provocaciones terroristas del extremismo islámico. Lo cierto es que el país de una civilización  milenaria, esta sacudido por un caos incivilizado en el que se han vertido ríos de sangre con el trágico resultado de cientos de muertos y millares de heridos en pocos días.

Las victimas no están solamente del  lado de los Hermanos Musulmanes, ni sus aliados que vinieron a apoyarlos desde otras latitudes, sino que el “Día de la Ira” produjo incalculables muertes entre los agentes de seguridad, y luego se extendió en  ataques y saqueos a sedes religiosas de otras confesiones. El Patriarca Copto-Católico denunció que fueron atacadas más de 30 iglesias. A su vez, el Convento del Buen Pastor, la escuela y el hospital adyacente fueron saqueados e incendiados. Esta explosión de violencia la vivieron también iglesias Franciscanas, Ortodoxas y Evangélicas, mostrando el perfil extremista de algunos de los seguidores de un peligroso fundamentalismo.
El  Papa Francisco, al lamentar las dolorosas noticias sobre las victimas de ambos lados hizo un llamado para que  “Oremos juntos por la Paz, el Dialogo, la Reconciliación en esa querida tierra” Se trata de una invocación muy oportuna, ya  que en vez de determinar sanciones que agudizarían la crisis, su mensaje va dirigido a que se evite una nueva frustración y se mantengan  las esperanzas de aquellos jóvenes que en su movimiento de vanguardia durante la Primavera Árabe clamaban por la democracia, la libertad y el dialogo.
La Comunidad Internacional  tiene una enorme responsabilidad en estos momentos y debe actuar para que se consolide un Gobierno Interino que promueva la inclusión,  a través del dialogo y la reconciliación de todos los egipcios, evitando que se multiplique la confrontación entre dos extremos que son  nocivos para la democracia y la libertad. El objetivo principal debe ser el poder ayudar a los egipcios para evitar que se consolide una dictadura militar o en su defecto se acentúe un totalitarismo fundamentalista como el que pretendió imponer el Presidente electo  hace un año, incumpliendo durante su mandato el compromiso que ofrecía incluir a todos los sectores del país.
El Consejo de Seguridad de la ONU  en vez de imponer sanciones, lo que debe promover es el cumplimiento de la Carta de las Naciones Unidas inclinando sus opciones por la construcción de mecanismos de confianza entre los egipcios que solo se logrará generando caminos  que promuevan el dialogo. Si no se actúa de manera urgente, ejerciendo las debidas presiones  para que se genere un clima positivo que apacigüe los ánimos de odio o de ira, el conflicto podría entrar en una escalada aun mas grave hasta el punto de que pueda transformarse la actual crisis en una guerra civil de proporciones inconmensurables parecidas a lo vivido en Siria o en Libia. Ciertamente ese escenario tendría serias repercusiones en otros países de la región. Es por ello, que en vez de buscar mecanismos de sanción, la comunidad internacional debe promover mecanismos de conciliación


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viernes, 16 de agosto de 2013

FERNANDO MIRES - REFLEXIONES POST-REVOLUCIONARIAS

Antes de que frente a los sucesos de Egipto, Túnez y Siria, segregacionistas de todas las latitudes continúen proclamando la incapacidad de las naciones árabes para acceder a la democracia, antes de que los culturalistas depongan sus mieles hablándonos de "pueblos que llevan la esclavitud en el alma", antes de que reaccionarios de derecha e izquierda vean confirmada su tesis de "las dictaduras buenas", sería conveniente que toda esa manga de plumarios estudiara la historia de los países desde donde opinan. Entonces se darían cuenta de que lo que  ocurre en la región islámica, después de los levantamientos populares del 2011, no es la excepción. Es la regla. No ha habido ninguna revolución moderna que no haya sido seguida por el momento de la restauración.
Escribo restauración, no contrarrevolución. Restauración realizada por fuerzas contrarias, o por los mismos sujetos de los levantamientos.
Un Napoleón que restaura la monarquía en nombre de la libertad, un Stalin que restaura el zarismo en nombre del socialismo, un PRI que restauró en México la dictadura de un partido en nombre de la revolución, un Castro que sustituyó una dictadura militar por otra mucho más cruel, y hasta el insignificante Ortega y su gobierno familiar neo-somocista, son hechos que parecen confirmar esa regla universal.
Tampoco las revoluciones democráticas de Europa del Este llevaron al poder a sus iniciadores. Quizás solo en Checoeslovaquia, gracias a la figura integradora de Havel, o por un momento en Polonia, bajo Solidarnosc de Walesa, en los demás países llegaron al poder regímenes pseudo-democráticos, mafias en formato electoralista, y hasta una autocracia neofranquista como la de Urban en Hungría. ¿Para eso lucharon disidentes y demócratas? Por supuesto que no. Ellos corrieron el destino de todos los revolucionarios cuando son desplazados, a veces por ellos mismos.
La propia revolución cupular de Gorbachov ha sido desplazada por el autocratismo de Putin, empeñado en restaurar la estructura geográfica del imperio soviético, arrastrando a todas las dictaduras caucásicas que lo rodean. Putin es el gran restaurador; su sueño es el mismo de Iván el Terrible y de Stalin. Su objetivo es ser Presidente de todas las Rusias. Su utopía es antidemócratica e imperial. ¿Puede extrañar entonces que bajo esas condiciones la restauración dictatorial egipcia haya aparecido en las bayonetas de la soldadesca de Mubarak, comandadas por el general al-Sisi, versión arábiga del chileno Pinochet?
CORSI E RICORSI
No los “indignados” que hicieron estallar las revoluciones de 2011, sino las fuerzas mas retrógradas han hecho su puesta en escena en el Oriente Medio. La contradicción fundamental también ha sido desplazada. Ayer fue la de pueblo contra dictadura. Hoy es la de fundamentalistas religiosos contra militares golpistas, estos últimos aplaudidos por sectores de la prensa occidental. Sí, la misma prensa que estableció desde un comienzo que la lucha principal era entre laicismo democrático y fanatismo islamista. Todavía no se dan cuenta de que no todos los laicistas son democráticos ni todos los musulmanes son terroristas. En lugar de concentrarse en el potencial democrático que anida en ambos sectores, se han dejado inducir por los prejuicios anti-religiosos que ensucian a la cultura occidental de nuestro tiempo. ¿Comenzarán pronto a apoyar a Asad en Siria? Después de todo ¿no es el gobernante más laicista de la región?
Quizás esa fue la reflexión que llevó a John Kerry  a afirmar que los golpistas egipcios defienden a la democracia. Con esa opinión Kerry ha regredido a la "Reapolitik" de la Guerra Fría.
Seguramente hay en la política norteamericana sectores que se hacen las siguientes preguntas. ¿Qué sentido tiene apoyar a la oposición  egipcia si ella está dominada por los hermanos musulmanes, enemigos naturales nuestros? ¿Valdrá la pena apoyar a los rebeldes sirios cuando sabemos que entre ellos hay fundamentalistas fanáticos? ¿No sería mejor competir con Rusia y ganar a Asad hacia nuestro lado, como ayer estuvieron el Shah de Persia, Hussein, Mubarak, Gadafi y otras preciosuras? Kissinger respondería afirmativamente, no cabe duda. El problema es que las condiciones históricas no son las mismas de los tiempos kissingerianos. EE UU no está obligado a intervenir en cualquier conflicto nacional. La no intervención puede ser, y en muchos casos ha sido, la mejor política.
Ya EE UU se ensució más que suficiente en el Sudeste asiático y en América Latina en una guerra no siempre fría en contra de la URSS. Esa es una de las razones  por las cuales el anti-norteamericanismo es todavía ideología dominante en muchos países. ¿Por qué no aceptar que los pueblos construyan sus propias historias aunque no siempre estas tengan lugar sobre lechos de rosas? En los orígenes de toda democracia, aún en las más espléndidas, corrieron ríos de sangre. De un modo cínico podríamos hasta preguntarnos: ¿Por qué los pueblos del Medio Oriente no tienen  derecho a matarse entre ellos como ya lo hicieron los occidentales?
En las condiciones actuales intervenir en un conflicto nacional solo se justifica bajo tres condiciones. La primera: en defensa propia. La segunda: si no hacerlo significara poner en peligro a la paz mundial. La tercera: acudir al llamado de sectores aliados. Ni en Egipto ni en Siria se dan esas condiciones. Razón de más para que políticos como Kerry aprendan el difícil arte de saber callar a tiempo, sobre todo cuando nadie les ha pedido su opinión.     
fernando.mires@uni-oldenburg.de
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martes, 30 de julio de 2013

FERNANDO MIRES, EGIPTO, LA REVOLUCIÓN INCONCLUSA


La suerte está echada. El golpe militar de Julio de 2013, la inevitable rebelión de los desplazados islamistas, la cruel represión militar, las masacres, la prisión de Mursi -pésimo presidente pero legítimo- las calumnias que inventa la dictadura en contra de personas del antiguo régimen, en fin, todos esos son signos que marcan el destino de la gran mayoría de los golpes militares habidos y por haber.

Los sectores democráticos, los mismos que iniciaron la lucha en contra de la dictadura de Mubarak, no controlan al ejército. Por el contrario, el ejército los controla a ellos. Si esos sectores son de verdad demócratas, pronto deberán pasar a la oposición y contraer una nueva alianza con fracciones islamistas. La dictadura militar redoblará en ese caso la represión y la historia, si no comenzará de nuevo, será muy similar a esa que las multitudes de la plaza Tahrir imaginaron haber dejado atrás.
El de Egipto, ya no hay duda, fue un golpe militar. Represivo y asesino, como todos son cuando los militares ejercen un poder que no les corresponde. No sin razones ya recibió el general Abdel Fatah al-Sisi, nuevo dictador, el saludo de la tiranía de Siria, la que ahora, apoyada en el ejemplo egipcio, intenta presentarse al mundo como bastión laico en contra del fanatismo islámico.
No sigamos engañándonos: Los militares no fueron parte de la oposición democrática a Mursi. Solo se montaron sobre ella para recuperar el poder que gozaban bajo Mubarak. El golpe no fue tampoco una “tercera revolución”, como lo denominan sus apologistas. Fue, en cambio, una contra-revolución en todas sus formas y con todas sus letras. Mal camino han elegido entonces los demócratas de ayer que hoy apoyan a la dictadura. Tarde o temprano los militares también se liberarán de ellos. Los dictadores del Oriente Medio, aunque decirlo sea un disparate geográfico, son muy sudamericanos.
Quienes se obstinan en legitimar el golpe -también fuera de Egipto- aducen que el país se debatía entre una dictadura militar y una dictadura islamista y solo fue elegido el mal menor. La dicotomía es, sin embargo, falsa. A la hora del golpe la gran mayoría política egipcia estaba formada por grupos civiles laicos y diversos sectores pertenecientes a un Islam moderado quienes, como el partido salafista Al-Nur y el partido Al Wasat Al Jadid, abogaban por una estado regido por normas del derecho civil.
Los sectores musulmanes integristas, los llamados "Hermanos", pese a no ser mayoría están muy bien organizados. Si Mursi, quien ganó las elecciones presentándose como moderado se apoyó más en ellos que en otros grupos, fue porque estos últimos tienen un bajo nivel de organización. En otras palabras, Mursi habría podido ser en Egipto lo que es Erdogan en Turquía. Piadoso creyente este último, nada le ha impedido convertirse en campeón de la modernización económica, ganando el apoyo de sectores medios urbanos y, por cierto, controlando al ejército. Erdogan es una suerte de Atatürk islámico. Mursi, en cambio, no logró ser un Nasser islámico. Esa es la diferencia.
Lo cierto es que el golpe militar en Egipto parece haber cerrado un ciclo histórico. La mal llamada Primavera Árabe ha llegado a su fin. Pero la pregunta que todavía nadie puede responder es otra: ¿Estamos presenciando el fracaso definitivo de las revoluciones democráticas del Oriente Medio, o solo se trata del fin de un capítulo de una ya larga novela? O de otro modo: ¿Es la egipcia una revolución muerta o una revolución inconclusa?
"La revolución inconclusa" fue título de uno de los libros del mejor biógrafo de Trotzky y Stalin, el gran historiador Isaac Deutscher. Con el término "inconclusa" quería señalar Deutscher que la revolución rusa no terminó con Stalin; solamente había sido interrumpida. Tarde o temprano el espíritu de Octubre –pensaba Deutscher- volvería a renacer en la URSS pasando por encima de la contra-revolución estaliniana. No solo los trotzquistas mantenían esa esperanza.
¿Se equivocaba Deutscher? Si y no. Sí, porque aquello que renació en la URSS con la Perestroika no fue como creía al comienzo Gorbachov, el espíritu de 1917. No: El que renació en el llamado mundo socialista fue el de 1789, es decir, el espíritu de la revolución francesa, el mismo que electrizó a socialdemócratas rusos como Plejanov y a sus dos muy jóvenes discípulos, Lenin y Trotzsky.
De ahí que cuando hemos de hablar del fracaso o del éxito de una revolución, podemos optar por medirla de acuerdo a una periodización corta o larga. Medida en periodización corta, la revolución francesa fue un tremendo fracaso. Traicionada primero por el terror de Robespierre, por las alucinaciones de Marat y por la corrupción de Danton, después violada por la dictadura militar napoleónica y derrotada militarmente por la Santa Alianza, nadie daba un centavo por ella.
Pero si aplicamos una periodización larga, podemos entender a la revolución francesa como un eslabón de una cadena comenzada en Inglaterra con la Carta Magna (1215) y continuada en los EEUU a través del "Bill of Rights" (1789). ¿Se atrevería alguien a señalar, de acuerdo a esa periodización, que la revolución francesa fue un fracaso? ¿No fueron sus ideas las mismas que dieron origen a las naciones latinoamericanas? ¿Las que defendieron muchos europeos cuando se batieron a muerte en contra del nazismo? ¿Las que fueron guías de las revoluciones democráticas de 1989 en Europa del Este? ¿Las que hoy imperan en todo el mundo democrático?
El fracaso o éxito de las revoluciones se conoce, efectivamente, mucho después de que han ocurrido. Porque las verdaderas revoluciones son como mareas oceánicas cuando dejan sedimentos detrás de sí. Son los materiales que después serán recogidos por otras oleadas de la historia.
Las revolución del Oriente Medio -no es necesario ser un gran historiador para entenderlo- también fue sedimentaria. A través de una simple mirada es posible observar que la ola democrática dejó por lo menos tres muy visibles sedimentos detrás de sí.
1. El ejército, sobre todo el egipcio, ya no es el del nasserismo de los años cincuenta del siglo XX. Este último subscribía a la ideología del socialismo pan-arábico fundado por Gamal Abdel Nasser el que a su vez era una versión de la ideología soviética aplicada en terreno árabe. Las dictaduras nacional-militares, no hay que olvidarlo, eran verdaderos protectorados de la URSS. Socialistas y nasseristas fueron Muamar al-Gadafi en Libia, Hafez al- Asad en Siria y Sadamm Hussein, entre otros. Hoy, en cambio, el nasserismo militar, al no existir una potencia socialista mundial como la URSS, carece de un proyecto misionario de poder hegemónico como fue en su tiempo el marxismo soviético. Los militares de hoy solo representan el poder de la fuerza bruta y nada más. Muy poco para mantenerse demasiado tiempo en el poder.
2. Como contrapartida ha surgido en casi todos los países de la región una tendencia creciente representada por sectores medios urbanos, especialmente jóvenes, portadores de un ideal democrático de origen occidental, reacios a ser subyugados por ideologías religiosas o macro-históricas. Ellos fueron los iniciadores de la revolución democrática en diversos países del Oriente Medio. Carecen, por cierto, de fuerza militar, pero poseen una coherencia discursiva que no tienen los segmentos religiosos integristas y, en ningún caso, los militares. Solo de ahí puede surgir una nueva "clase política" civil en condiciones de articularse con el mundo de la post-modernidad al cual la mayoría de las naciones árabes, incluyendo a no pocos islamistas, quiere pertenecer.
3. Los contingentes islámicos ya han sido divididos –no solo en Egipto- por la revolución democrática. A un lado, los sectores integristas. Al otro, los portadores de una islamidad culta quienes, para salvar la espiritualidad de la propia religión, aceptan la separación entre religión y política como parte sustancial de la vida ciudadana.
Esos tres sedimentos visibles permiten afirmar la hipótesis de que la revolución democrática en el Oriente Medio aún no ha terminado. Quizás conforman la base para que, más temprano que tarde, las utópicas posibilidades aparecidas el año 2011, vuelvan a aparecer representadas en nuevas ideas, en nuevos actores y, no por último, en nuevas mayorías.
Cuando el néctar de la libertad ha sido una vez probado, será muy difícil olvidar su ardiente sabor.EL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, ACTUALIDAD, VENEZUELA, OPINIÓN, NOTICIA, REPUBLICANO LIBERAL, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, LIBERTARIO, POLÍTICA, INTERNACIONAL, ELECCIONES,UNIDAD, ALTERNATIVA DEMOCRÁTICA,CONTENIDO NOTICIOSO,

lunes, 22 de julio de 2013

CARLOS VILCHEZ NAVAMUEL, ALI AHMED, EL MUCHACHO QUE HA SORPRENDIDO A EGIPTO Y AL MUNDO

Ronda en las redes un video sobre la entrevista que le hacen a un muchacho egipcio de doce años, sus respuestas han sido tan claras que hoy es noticia en muchos países y un fenómeno en las redes sociales.

En solo tres minutos este joven explica por qué debía caer el gobierno egipcio, su nombre es Ali Ahmed, de 12 años, sus opiniones y respuestas  a las preguntas que le hizo cadena de televisión El Wady News cual si fuera un especialista de la situación política en Egipto han sorprendido al mundo

Entre las cosas que comentó sobre el gobierno de Muhamed Morsi en la entrevista  lo denominó  “La 'teocracia fascista', un término más esperado en un politólogo que por un joven 12 años, agregó además que "Hoy estoy aquí para ayudar a prevenir que Egipto se convierta en un producto propiedad de una persona y protestar contra la confiscación de la Constitución por un solo partido. No nos deshicimos de un régimen militar para reemplazarlo por una teocracia fascista", dijo el menor.  La periodista que le hizo la entrevista le preguntó que entendía como teocracia fascista, y el muchacho le respondió:   “Se trata de la "manipulación de la religión para imponer normas extremistas en nombre de la religión, a pesar de que la religión no manda eso". Ali explicó además  que escucha mucho a la gente y usa su propio cerebro, además de leer periódicos, ver la televisión y buscar en Internet.”

El muchacho concluyó que los objetivos de la revolución, tales como la libertad y la justicia social, no se han logrado. Acentuó el desempleo y represalias policiales. El joven rechazó el proyecto de Constitución del país, entre otras cosas, en lo que se refiere a los derechos de las mujeres. "Dicen que las mujeres son iguales a los hombres en todas las materias salvo en aquellas que contradicen a la ley islámica. Pero la ley islámica permite a los hombres 'disciplinar' a sus esposas. Esto no es disciplinar, esto es abuso y locura", exclamó.

El video lleva como nombre “Egypt, Next President” hasta el momento ha sido visto por más de 3 millones de personas, aquí el link para que lo puedan ver:
http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=QeDm2PrNV1I

Además pueden ver la traducción completa del video en el siguiente enlace:
https://plus.google.com/102127381454647147786/posts/5aeNxRjBqHG

Con muchachos así, Egipto y el mundo tienen esperanzas, el cambio vendrá más temprano que tarde, la libertad de los pueblos y la democracia se impondrán en todos los países.

En nuestra región deberíamos “Educar” a los niños y jóvenes  sobre lo que es la Democracia y compararla con otros sistemas o modelos ideológicos de manera que entiendan sus diferencias, estamos seguros que así la apreciarían más.

carlosvilcheznavamuel@gmail.com



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viernes, 19 de julio de 2013

FERNANDO MIRES - LA LECCIÓN DE EGIPTO

Hay quienes piensan que los países políticamente organizados no tienen mucho que que aprender de otros en donde las religiones ocupan el lugar de los partidos, el fanatismo acucia en cada esquina y el odio inunda las plazas. No es mucho en verdad, pero es importante: Es tan poco y es tan importante que puede resumirse en una frase: "Nunca, pero nunca, hay que apoyar una iniciativa golpista. Venga de donde venga”.
Adivino la respuesta 
¿Y si en un país fuerzas antidemocráticas se hacen del poder por medios legítimos pero alteran las instituciones, imponen una moral medieval y preparan el camino hacia una nueva dictadura? ¿En nombre de cual falso democratismo vamos a ser tan bobos como para oponernos a un golpe de estado que salvará las libertades elementales?
Quiero dejar establecido que hoy no argumentaré en nombre de lo que debe ser políticamente correcto por muy difícil que sea entender a gente que elevan la incorrección política al grado de virtud. Sólo me limitaré a abordar el tema por el lado de la razón práctica la que, para alguien como Kant, es la base de toda razón moral.
Por sus frutos los conoceréis, dice el postulado religioso. Si es así, los resultados del golpe de estado egipcio, a pocos días de su ejecución, no pueden ser más catastróficos para las fuerzas que lo impulsaron.
Cuando los militares usurparon el poder, las fuerzas de Morsi estaban fragmentadas. El descontento social era enorme, y la hegemonía de "los hermanos" se encontraba por los suelos. Incluso el partido islámico moderado NUR abandonó el gobierno. Pronto tendrían lugar elecciones generales, y si la oposición lograba unirse, la derrota de Morsi iba a ser total. El único problema era que la oposición, sea por egoísmos partidarios o personales, sea por su propia heterogeneidad, no estaba en condiciones de presentarse unida a las elecciones. En esas circunstancias el golpe de los militares de Mubarak ocurrió no tanto en contra del gobierno de Morsi, sino por la incapacidad de la oposición para unirse en torno a objetivos comunes y de este modo electorizar el enorme descontento social.
Mientras escribo estas líneas, Egipto está al borde de una guerra civil. Morsi, desde su prisión, aparece ante las grandes masas no sólo como líder mártir sino, además, dotado de una legitimidad que nunca gozó como presidente. En otras palabras, Morsi ha recibido como regalo de la soldadesca el sustento político, social e incluso moral que antes no tenía. Y si hay elecciones, como los militares prometieron (siempre lo prometen), el vencedor será nuevamente Morsi. Los grandes ganadores del golpe han sido los hermanos musulmanes.
Para los latinoamericanos, habitantes de un continente donde los golpes han sido la norma, no debería haber sorpresa. Por eso extraña que aparezcan comentaristas dispuestos a suscribir, aunque sea de modo indirecto, la horrorosa frase de Pinochet: "La democracia debe ser lavada cada cierto tiempo con sangre".
Como en Egipto, la gran mayoría de los golpes de Estado ocurridos en Latinoamérica no sólo no han derrotado a quienes intentaron derrotar sino, todo lo contrario, les han dado nueva vida. No es casualidad, para volver al caso chileno, que Chile sea uno de los pocos países democráticos en donde los comunistas están organizados en un partido que merezca ese nombre. Pronto formarán parte del gobierno de Bachelet. Es cierto que en su historia local -pese a que en la internacional han apoyado a muchas dictaduras- han tenido un comportamiento democrático casi ejemplar. Pero el sitial que hoy ocupan se debe al hecho de que, sobre todo para sectores juveniles, el comunista fue el partido-mártir de la dictadura. De ahí que votar por los comunistas es para ellos protestar en contra de un abominable pasado.
Lo mismo se puede decir del caso uruguayo. ¿Cuántos no votaron por Mujica no pese sino gracias a que fue un tupamaro, es decir, como venganza frente al pasado militar? ¿No fue también el pasado de la ex-guerrillera Rousseff un punto a favor y no en contra de su triunfo electoral? Y en Argentina, cuántos ex-montoneros ocuparon altos puestos públicos durante los gobiernos de Menem y de los Kirchner, gracias al martirologio a que los sometió Videla?
Pero no vayamos tan lejos en el tiempo. Pensemos en Honduras. ¿No fue debido a la torpeza de desalojar por medios militares a Mel Zelaya la razón por la cual hoy el zelayismo volverá, representado por Xiomara Castro,  esposa del demagogo latifundista? O pensemos en Paraguay. ¿No significó la imbecilidad sin nombre que llevó a la destitución del prolífico ex obispo Lugo la razón por la cual la autocracia venezolana aparece hoy presidiendo los destinos de Mercosur, mientras Paraguay quedó afuera? En fin, cada golpe militar en cualquier lugar del mundo porta el signo de su fracaso. La razón es simple. Ni aquí ni en la quebrada del ají los militares son representantes de la restauración democrática, y mucho menos de las libertades públicas. No saberlo después de tantos ejemplos, es simple necedad.
El desgraciado golpe militar de Egipto ha dado incluso pábulo para que determinados medios hayan creído llegada la hora de reivindicar "la función histórica" de dictadores como Pinochet. No puedo sino compartir en ese sentido la indignación del destacado analista Andrés Oppenheimer cuando leyó en la Editorial de The Wall Street del 4 de Julio, el siguiente párrafo
“Los egipcios serán afortunados si sus nuevos generales gobernantes siguieran el ejemplo del chileno Augusto Pinochet, quien asumió el poder en medio del caos, pero reclutó a reformistas partidarios del libre mercado y generó una transición hacia la democracia”.
No es primera vez que leo ese tipo de homenajes póstumos. Dejando de lado la mentira de que Pinochet preparó la transición a la democracia (es sabido que entregó el poder gracias a la presión de la calle y por cierto, de los generales que la escucharon) no hay nada que compruebe que el desarrollo económico ocurre gracias a la existencia de dictaduras. Por el contrario: hubo y hay países latinoamericanos que pueden mostrar tan buenos, o aún mejores números que Chile, sin haber pasado por el infierno de una dictadura.
Ni en México ni en Colombia hubo dictadura. El gran desarrollo económico experimentado por Brasil sucedió bajo los gobiernos democráticos de Cardoso y de Lula. Y en Perú no ocurrió como consecuencia del momento antidemocrático de Fujimori, el que comparado con lo que pasó en Chile fue un juego infantil. Pero si aún la mentira que alaba a la dictadura como motor del desarrollo fuera cierta, habría también que alabar a Hitler, pues terminó con la desocupación laboral, reindustrializó la nación y triplicó los salarios. No sé si los actuales defensores de golpes llegarán a tanto. Pienso que si no lo hacen es porque, escondidos detrás de los fusiles son, además de necios, cobardes.
La profesión militar es muy digna. Pero su misión es resguardar la soberanía nacional y nada más. En política no tienen nada que hacer. Esa y no otra es la cien veces repetida lección que nos deja el caso egipcio. Quizás alguna vez, de tanto repetirse, será aprendida.
fernando.mires@uni-oldenburg.de
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jueves, 11 de julio de 2013

ANDRÉS HOYOS, LAS PLAGAS REGRESAN A EGIPTO

La democracia en Egipto se pospuso 10, 15 o 20 años. Algunas almas buenas no saben si lo del miércoles pasado fue un golpe de Estado. Hombre, si tiene cara de pato, nada como pato y grazna como pato, es un pato.

Por si acaso, los primeros en saludar el graznido fueron el rey Abdalá de Arabia Saudita y Bashar al Asad, el carnicero de Siria. Bonita compañía.
El ministro de Defensa de Egipto, Abdel-Fatah El-Sisi,
Pese a la aparente espontaneidad con la que las multitudes invitaban al Ejército a intervenir contra Mursi, todo indica que el golpe fue objeto de una larga preparación. No de otra manera se entiende la redondez de la puesta en escena, en la que extrañamente participaron los salafistas del partido Al Nur, la extrema derecha religiosa suní. Se argumenta que los militares no tenían otra opción, cuando justamente tenían la obvia de dejar que el conflicto siguiera su curso. Un año, incluso vivido en medio de una tremenda crisis económica, es un plazo ridículo si de estrenar democracia se trata.
¿Por qué no intentaron los enemigos de los Hermanos Musulmanes ganar las elecciones posteriores, en vez de dar un golpe de Estado supuestamente light? 
Es difícil entenderlo. Lo primero quizás sea recordar que Egipto es una sociedad altamente estratificada en la que los militares están muy cerca de la cúpula, apenas por debajo de los multimillonarios. A la hora del cuartelazo los generales se llenaron la boca con la retórica del heroísmo, pero lo que de veras pesaba para ellos eran sus intereses corporativos y, más importante todavía, la condición privilegiada del Ejército como única institución estatal sólida.
En contraste, la Hermandad es una organización popular fundada hace 85 años, cuya principal base social son los muchísimos pobres que hay en Egipto. Me decía un amigo de la zona que la arrogancia de los egipcios educados es proverbial, y su descripción concuerda con lo que se ve en televisión, donde la élite angloparlante se declara demócrata, siempre y cuando se trate de una democracia por el estilo de la suiza. En cambio, que el partido de los creyentes pobres maneje el país les parece impensable.
Otro factor que quizás haya pesado es la sombra de Jomeini, según la cual un grupo religioso fuerte puede secuestrar con éxito y durante décadas una revolución de origen democrático. Esta analogía, sin embargo, resulta anacrónica, pues hasta donde se sabe el modelo iraní se agotó en 1979 después de un único éxito. 
Todavía más escalofriante es el paralelo con Argelia, donde un golpe de Estado tras las elecciones en 1992, ganadas por los islamistas, desembocó en una guerra civil sin tregua que a la fecha acumula 200 mil muertos. En todo caso, es muy difícil construir una democracia donde los demócratas son una pequeña y espantadiza minoría.
Lo que viene para Egipto está lleno de paradojas: la Hermandad, que iba camino a una catástrofe electoral casi segura debido a la pésima administración de Mursi, podría salir fortalecida, además de que recurrirá a la oposición desde la clandestinidad, lo que mejor sabe hacer. Casi con seguridad el ala radical asumirá el mando, en particular ahora que empezaron a caer decenas de víctimas.
Y así sigue su curso la primavera desatada por Mohamed Buazizi con su inmolación en Túnez. Revoluciones justas y necesarias, como la egipcia de hace dos años, desbaratan los países en los que suceden. Otro cantar es volverlos a armar, tarea que en ningún caso es conveniente confiar a los militares.
andreshoyos@elmalpensante.com 

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martes, 9 de julio de 2013

VIVIAN AKEL H., EGIPTO Y VENEZUELA, DIFERENCIAS O SIMILITUDES

"¿Dónde puedo encontrar un hombre gobernado por la razón y no por los hábitos y los deseos?" Gibran Khalil Gibran

Iniciada en el 2010 la cruzada de la mal llamada “Primavera Árabe” en los espacios de la geografía del Magreb, y vista con la óptica de una protesta y revolución democrática, no deja hoy por hoy, tras los recientes acontecimientos que experimenta el país egipcio, más que el velo corrido o desvestida una estrategia político-social-militar para robustecer el dogma y continuar el objetivo de culto y expansión, tal y como está establecido en el Corán.
En aquel entonces, no muy pocos analistas y políticos en Venezuela se aventuraron en un intento fallido por dar explicaciones relacionadas a los acontecimientos que se sucedían en el corazón del Magreb, como lo es el milenario Egipto; digo fallida, pues considero fue solo un loable intento de ajuste de opinión desde la lejana visión occidental, por cierto casi desconocida, que se diluye desde nuestra remota infancia como los cuentos de las mil y una noche. Los fenómenos en progreso de los varios Estados de esa región deben seguirse e interpretarse sin ajustes o maquillajes sesgados ajustándolos a nuestra conveniencia.
El ala oficialista lo atesoró para disparar su batería discursiva y paranoica anti imperialista, revolucionaria, protagónica y chavista. Mientras que el ala opositora se hace solidaria en un intento de replicarlo casi al carbón como ejemplo a seguir en el refrescado movimiento de la “Hermandad Musulmana” (http://www.youtube.com/watch?v=uTWU1x2EnEE&fmt=18 serie de 5 videos) como la promesa de una organización para derrocar al dictador Hosni Mubarack. Esto entre otros muchos argumentos ajustables también, que a juzgar por los resultados, distan de una realidad que solo podría ser comprendida e interpretada desde la perspectiva y del conocimiento histórico. Otra aproximación con vacíos y hasta incongruencias nos lleva sin lugar a dudas a desinformar y confundir.   
Soy venezolana de nacimiento y no son mis orígenes árabe cristiano-ortodoxo lo que me anima a escribir estas líneas, es el interés en la investigación y estudio para alejar la ignorancia y juntos aproximarnos a la dialéctica sobre la base del conocimiento y no la repetición, emocionalidad o manipulación informativa.
Si bien es complejo el conflicto en Egipto (ni qué hablar del Medio Oriente en general), es importante destacar que no podemos asociar similitudes y tampoco diferencias determinantes en relación a la situación que vivimos en nuestro país, sin embargo podemos hacer un ejercicio de memoria para la reflexión:

•        En el 2010 los Hermanos Musulmanes se levantaron como propuesta democrática y salvadores del pueblo sometido bajo el yugo autoritario del régimen de Hosni Mubarak por más de tres décadas. Sus estrategias populistas despertaron en una parte de la población el deseo y confianza de un cambio.

•        El “pueblo” apoyó y manifestó hasta lograr derrocar a quien otrora fue su líder y ahora dictador, con no la menos importante ayuda de la fuerza del ejército, tras la esperanza del cumplimiento de un cambio que favorecería al país.

•        Se celebraron comicios electorales para demostrar que se da un paso con el esquema y fórmula democrática que hace posible la participación ciudadana para la “elección” de sus gobernantes. Y es en este punto donde me quiero detener para señalar algunos datos y referencias de importancia:
1.      En Egipto, el modelo de gobierno es presidencialista. El presidente representa al Poder Ejecutivo y es elegido a través elecciones populares para un período de seis años.
2.      Egipto cuenta con una población aproximada de casi 90 millones de habitantes.
3.      La población inscrita para ejercer el voto en el 2012 era de aproximadamente 51 millones, de los cuales poco más del 46% (aprox. 24 millones de votantes) ejercieron su derecho al voto para elegir entre 4 candidatos en la primera vuelta y casi un 52 % (aprox. 26 millones de votantes) para elegir entre 2 candidatos en la segunda y definitiva vuelta, dando como ganador a Mohamed Mursi del Partido Libertad y Justicia con una no muy holgada diferencia ante su contendor Hahmed Shafik, lo que permite dudar del tan aparente deseado cambio del sistema con el descontento “mayoritario”, y no de una segura participación partidista. (http://es.wikipedia.org/wiki/Elecciones_presidenciales_de_Egipto_de_2012#Resultados)
4.      Una minoría de poco más de 5 millones respaldaron a Mohamed Mursi del Partido Libertad y Justicia lo cual, considerando la población electoral, apenas correspondía al 10% de la misma y poco más del 5% de la población en general. Situación que le daba un vulnerable piso político y legitimidad de origen al nuevo presidente.
5.      El partido que sirve de base al nuevo presidente es la Hermandad Musulmana: de corte radical y asociado originalmente a los grupos que dieron muerte en 1981 al presidente Anwar Al Sadat, quien había sido galardonado con el Premio Nobel de la Paz tras alcanzar acuerdos por una paz negociada entre Egipto e Israel.
6.      No menos importante es también mencionar, y no desestimar, el que la organización de Los Hermanos Musulmanes tienen sus aristas en otros países árabes fuera de los que conforman el Magreb. Tal es el caso del penoso conflicto de Siria, en donde esta organización tiene su célula y forma parte de un bloque conformado por grupos terroristas, mercenarios y yihadistas que la opinión internacional ha calificado como “oposición o grupo de rebeldes”. Tema para otro profundo análisis.

•        Presentadas estas premisas y cifras, es de preguntar si en realidad hubo voluntad mayoritaria para la propuesta revolucionaria de cambio, yo diría que de acuerdo a la participación “aproximadamente SI”, considerando que la abstención alcanzó casi el 50%.

En mi opinión, la idea y propuesta como aceptación del cambio era para propiciar un escenario que permitiera decantar y refrescar el sistema político, una estrategia de los factores económicos y de poder controlado por la elite militar: asentada desde 1952 luego de un golpe de estado que obligó al Rey Faruk abdicar para llevar a Gamal Abdel Nasser como Presidente de gobierno. Será esta elite militar quien en esta coyuntura demostrará una vez más quien manda.
Llegado a este punto, cabe subrayar que el islamismo es más que una religión, Islam es sumisión a Alá. El Corán, libro que condensa la palabra revelada por Alá, está al centro de la vida espiritual de todo musulmán (el que se somete a Alá) y también sirve como guía para la vida cotidiana y para el comportamiento privado y social. La ley islámica, o sharia, está basada en las enseñanzas del Corán y los jueces islámicos se refieren al Corán como base de sus juicios legales, es decir, entendido está que para el islamismo las bases y estructura de gobernabilidad son claramente establecidas en su forma teocrática, con lo cual resulta antagónico el que un sistema democrático pueda encajar como forma de gobierno: o es teocracia o es democracia. Hace 14 siglos el pueblo musulmán en su acto de fe, fiel al Corán (palabra de Alá El Grande revelada por medio del Arcángel Gabriel a Mahoma El Profeta), lucha para mantener las costumbres y obediencia inculcadas y aprendidas.
A apenas un año transcurrido del gobierno de Mursi, acompañado de recurrentes protestas y manifestaciones, ahora un año después de aquella populista promesa de cambio, el pueblo decidió ejercer su “PODER CIUDADANO” (http://www.radionexx.com/opinion/venezuela-necesita-a-sus-ciudadanos-vivian-akel-h/) de forma organizada, continua, contundente y perseverante. Esta vez salió el pueblo, todo aquel ciudadano que bien ejerció su derecho a votar o no, unido en el propósito de reclamar ante un gobierno que a través del populismo logró el poder, que ofreció democracia y luego reprimió, que modificó leyes y ajustó a conveniencia para involucionar, que mermó la economía del país con medidas y políticas desacertadas,  que critica la cultura y costumbres occidentales pero se sienta y negocia con el imperio, que cuando se vio en la necesidad de apoyo permitió a la mujer participar en la propuesta de cambio, pero luego le impone usos de símbolos y modos de comportamiento superados en el desarrollo y progreso del género.
Ciertamente nuestra principal diferencia con Egipto es religiosa, cultural y geográfica. Quizás coincidamos en las necesidades de cambios y evolución política, económica y social buscando mayores beneficios comunes, sin embargo la dinámica social es distinta según nuestros paradigmas, dogmas, etc. Lo meritorio del pueblo egipcio es que ha sabido unir vehemente sus esfuerzos para otorgar oportunidad a sus políticos así como para derrocarlos.
Aún cuando para Egipto se abre en este momento un camino incierto entre fragmentaciones y luchas de poder, pienso que lo sustantivo y digno de tomar como ejemplo de la jornada cívica del ciudadano egipcio no puede ser otra que, a pesar de los postulados férreos que les impone el Corán, la ejecución valiente y organizada de la expresión de voluntad soberana, superando años de espera por un mejor destino y respeto de sus gobernantes.
Es por lo tanto, como corolario del ejemplo egipcio, que ha llegado el momento de ejercer contraloría ciudadana y rescatar el ejercicio del voto que elije para honrar el sistema democrático y no que este método siga justificando regímenes autócratas y totalitarios.

Vivian Akel H.
vivianakel@gmail.com

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FERNANDO MIRES - LA CIUDAD Y LOS FIERROS

No sé si será deformación profesional. Cada vez que ocurren acontecimientos similares en diferentes latitudes, como siguiendo un reflejo condicionado, uno tiende a buscar similitudes, paralelos, incluso analogías, o por lo menos un hilo que permita explicarlos en conjunto. Reflexiones surgidas frente esas rebeliones que hoy están ocurriendo en diferentes países. Algunos muy lejanos entre sí. De ahí que la pregunta del sociólogo que todos llevamos dentro no se hizo esperar: ¿Tienen rebeliones como las de Turquía, Egipto, Brasil, algo en común?
Aparte de que suceden en el mismo planeta, lo que más llama la atención es que sus actores principales son jóvenes, predominantemente universitarios. Si a esas rebeliones sumamos las asonadas de los indignados que una vez aparecieron en la Puerta del Sol de Madrid, la de los estudiantes chilenos que ya llevan dos años peleando en contra de la universidad-empresa, y la de los estudiantes venezolanos quienes desde 2007 luchan por la autonomía universitaria, hay que concluir en que, nos guste o no, al igual como ocurrió en los sesenta del pasado siglo, la segunda década del XXl ha sido iniciada bajo el signo de movimientos generacionales. Reitero, son diferentes entre sí, pero a pesar de esas diferencias, todas son -o comienzan siendo- rebeliones juveniles a las que se unen, en ocasiones, multitudes urbanas. Y ese es el segundo punto común de las mencionadas rebeliones: Son urbanas.
Constatación que lleva a re-plantear el tema de la organización social de la ciudad. Me refiero, siguiendo una idea del historiador Lucien Febvre, a dos conceptos no siempre coincidentes: La ciudad demográfica y la ciudad política, o si se quiere, la ciudad residencial y la ciudad como polis (centro de la política). Pero para abordar ese tema permítaseme recurrir a una previa reflexión.
Toda ciudad encierra en sus interiores a diversos grupos de poder. Grupos expansivos y defensivos a la vez. Como toda unidad colectiva, cada grupo intenta, y a veces lo ha logrado, subordinar a otros. Eso quiere decir que la ciudad es también un espacio de lucha, y no sólo política. Por esa razón la ciudad democrática de nuestro tiempo no suprime la lucha entre grupos, pero sí la limita y condiciona mediante instituciones, constituciones y leyes.
Estoy hablando -entiéndase- de grupos de poder, es decir de propietarios de una cuota del poder total. Por lo mismo cada grupo posee una propiedad sobre un determinado poder. De ahí que, a riesgo de ser simple (no siempre es una virtud) me atreveré a proponer un listado de los diferentes grupos de poder que coexisten orgánicamente al interior de cada ciudad moderna.
1. Los propietarios de las armas, llamadas en lenguaje vulgar, los "fierros", es decir, la policía y el ejército recluidos estos últimos, en periodos normales, al interior de sus cuarteles
2. Los propietarios del dinero, cuyos templos son los bancos, la bolsa, las calles comerciales, los bazares y los malls.
3. Los propietarios del cielo: las grandes religiones y sus iglesias.
4. Los propietarios del saber y del conocimiento, recluidos al interior de las universidades e institutos de enseñanza superior.
5. Los propietarios del trabajo, organizados en fábricas y sindicatos
6. Los propietarios del saber político, por algunos llamados "clase política", grupo que si bien funge teóricamente como representante de otros, puede alcanzar un alto grado de profesionalidad y autonomía.
Ahora, el hecho de que en los conflictos de nuestro tiempo aparezca como actor principal el grupo 4, el de los propietarios del saber y del conocimiento, dista de ser casualidad. De modo que hay dos alternativas. O el grupo 4 está luchando para apoderarse de los demás, o está luchando en contra de la expansión de otros poderes. Y bien, un vistazo rápido a los últimos acontecimientos lleva a concluir que la segunda alternativa es la más evidente.
Tanto en El Cairo, en Río, en Estambul. en Santiago, en Caracas, jóvenes universitarios están luchando por liberarse de poderes expansivos que intentan someter el saber y el conocimiento a sus intereses. En ese punto, pero sólo en ese, todas esas luchas se parecen. Pero también se diferencian. La diferencia principal se da en el hecho de que cada rebelión juvenil enfrenta a diferentes enemigos.
Las luchas en Estambul y en El Cairo parecían ser similares debido a que ambas enfrentaban a un mismo enemigo: el integrismo islamista, vale decir a los propietarios del cielo (grupo 3) quienes pretenden convertir a las universidades en instituciones destinadas a propagar la "verdadera fe" en contra de los infieles.
Quizás hay que recordar que la lucha entre la intelectualidad unida a la burguesía en contra de la iglesia unida al ejército marcó casi toda la historia del siglo XlX en Europa. De ahí que los estudiantes y académicos del grupo 4 aparecen hoy, en los países islámicos, como mensajeros tardíos del espíritu de la Ilustración europea.
Sin embargo, también hay una enorme diferencia entre las luchas turcas y las egipcias. En el primer caso el grupo 4 midió sus fuerzas con el grupo 3 (el teocrático), el cual mantiene una estrecha y peculiar alianza con el grupo 2 (el del dinero) y con el grupo 1 (el de los fierros). Eso trajo consigo que el grupo 4 debiera replegar sus fuerzas, aunque obteniendo algunas concesiones del grupo 3. No ocurrió así en El Cairo.
Durante la primera revolución egipcia, la de 2011, el grupo 4 en contra del grupo 1, logró arrastrar consigo a grandes masas donde el grupo 3 mantiene sus bastiones. Frente a esa nueva alianza el grupo1 hubo de emprender la retirada y ceder espacio a la hegemonía del grupo 4 el que fue, en las elecciones presidenciales, desplazado por el grupo 3, los llamados islamistas.
La segunda gran revolución egipcia, la de 2013, también fue iniciada por el grupo 4, pero esta vez en contra del grupo 3, para lo cual el grupo 4 hubo de sellar una alianza con el grupo 1 mediante el mecanismo de un golpe de estado que, a su vez, ha dado inicio a la rebelión del grupo 3. Por el momento, una tragedia sangrienta.
Diferente ha sido el caso de las asonadas brasileñas, pues a diferencia de los países musulmanes Brasil dispone de una muy bien consolidada clase política que cierra definitivamente el camino al grupo 1. Esa clase política (grupo 6) gracias al espectacular desarrollo económico experimentado por el país, ha terminado por unir su destino con el grupo 2, traduciéndose ello en el fenómeno de la "economización de la política", y por cierto, en el de la corrupción de los políticos. Ahora, gracias a que Rousseff, siguiendo a Lula, mantiene estrechos vínculos con el grupo 5 (obreros), ha podido resistir con éxito los embates del grupo 4, aunque al precio, como ocurrió en Turquía, de realizar algunas concesiones. La próxima tarea del grupo 6 brasileño será entonces la de integrar en el discurso político a los jóvenes del grupo 4. Si Rousseff lo logrará es todavía un enigma.
Las movilizaciones brasileñas permiten a su vez entender mejor el sentido y carácter de las grandes y ya largas movilizaciones del grupo 4 en Chile, orientadas, sobre todo durante el gobierno de Piñera, en contra del predominio alcanzado por el grupo 2 en todos los ámbitos de la vida del país, incluyendo la de las universidades.
Como es sabido, durante la dictadura de los fierros, la de Pinochet, el grupo 2 fue el mejor aliado del grupo 1. La Concertación, a su vez, en representación de todo el grupo 6, integró al grupo 2 a su sistema de alianzas con resultados económicos (aunque no políticos) formidables.
En otras palabras, los estudiantes chilenos luchan en contra de un orden educacional que tiende al lucro y no a la calidad académica. El ideal universitario del grupo 2 -no puede ser otro- es el de la universidad-empresa, e incluso, el de la universidad-mall. Ahora bien, contra esa toma de poder del grupo 2 en desmedro del grupo 4 se han movilizado los estudiantes chilenos, hecho que ha sido tomado en cuenta por Bachelet quien ya ha inscrito en su programa parte de las demandas estudiantiles. Lo más probable entonces es que durante el gobierno de Bachelet, el movimiento estudiantil se dividirá entre quienes quieren cambiar el sistema educacional y quienes quieren cambiar el sistema galáctico.
El enemigo fundamental de los estudiantes y académicos venezolanos es en cambio el grupo 1, el de los fierros, hecho que tiene que ver con el propio carácter del gobierno post-chavista.
No se trata por cierto de un clásico gobierno de fierros, como los que predominaron en el Cono Sur. Pero sí de un gobierno militarizado y militarista a la vez. Dicho carácter no sólo tiene que ver con el altísimo porcentaje de oficiales en funciones políticas, sino, sobre todo, con el estilo militar de gobierno.
Los chavistas, como si fueran soldados, no deliberan. Dan y reciben órdenes. Tampoco polemizan. En lugar de eso agreden e insultan. Utilizan, además, sistemas de delación y espionaje. La mentira, arma de guerra, se ha transformado en uso cotidiano. Todos los días inventan complots, supuestos ataques aéreos desde países vecinos, inoculaciones. La oposición para ellos no es oposición; es un enemigo destinado a la aniquilación: es la ultraderecha fascista, o los apátridas, e incluso, así lo dicen, los asesinos. En breve, el post-chavismo, como ayer el chavismo, vive en estado de guerra imaginaria y permanente.
Pero hay una diferencia entre chavismo y post-chavismo. Mientras el primero logró configurar una alianza entre militares y grandes masas populares, el post-chavismo experimenta la disolución de esa alianza. O dicho así: mientras el chavismo era militar-popular, el post-chavismo es cada vez menos popular y, por lo mismo, más militar. Chávez, en efecto, era el nexo viviente entre "su" pueblo y los militares. Muerto Chávez, sucedido por un líder no empático, más bien anti-pático, la relación entre gobierno y pueblo es cada vez más precaria. En otros términos, el grupo 1 está experimentando durante el gobierno post-chavista un creciente proceso de autonomización.
Bajo esas condiciones ha comenzado un ya no lenta emigración popular hacia el grupo 6, una nueva clase política dirigida por la MUD y por su líder electoral. Si la tendencia se mantiene, serán acentuadas las tendencias que llevan hacia la militarización definitiva del gobierno. Y bien, son esas tendencias las que permiten entender el recrudecimiento de las agresiones del grupo 1 hacia el grupo 4.
Así como en Turquía y Egipto los propietarios del cielo quieren convertir a la universidad en una versión ampliada de la mezquita, o así como en Brasil y Chile los propietarios del dinero conciben a la universidad como una empresa más, en Venezuela los propietarios de los fierros quieren hacer de la universidad una prolongación ideológica de los cuarteles. Es por eso que, como ocurre en las dictaduras militares, los post-chavistas se han propuesto terminar con la autonomía de las universidades. En esas condiciones, la lucha de los universitarios trasciende a la universidad y se convierte en lucha por la salvación de la polis. Quiera la suerte que esa lucha sea mantenida a través de vías electorales. Nadie, o muy pocos, desean que El Cairo -ya convertida en una ciudad de fierros- sea el destino de las ciudades de Venezuela.
fernando.mires@uni-oldenburg.de
@fmires

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