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lunes, 9 de febrero de 2015

LUIS GARCÍA MORA, ¿Y LA MORAL REVOLUCIONARIA?,

La corrupción. ¡Ay, la corrupción!
¿Quién iba a pensar en ese 1998, ante aquel Chávez con su proclama apocalíptica en la que aseguraba que había que freír a los corruptos en aceite, que el régimen “revolucionario” que construiría se iba a terminar de consumir en esa misma paila, descompuesto hasta lo rancio?
Traicionaron los sacrosantos fundamentos de una izquierda guerrera y comunista, a la que podían condenar por cualquier razón política o ideológica, hermano, pero jamás por saqueadora, ni por choriza, ni por arrasar con los bienes de la Nación.
Rasgar la linajuda “ética moral revolucionaria”. ¿Qué les pasó, camaradas?
¿Cómo pudieron caer tan bajo, en esta corrupción generalizada que junto al desmadre institucional que nos acoquina tiene al Presidente de la República contra la pared? Y la corruptela se entreteje con las otras crisis: la de gestión social, la económica y la política, ésas que paralizan actualmente al Estado venezolano.
La sentina se filtra por los intersticios, camaradas.
Y la presión es tan intensa que, ante la imposibilidad interna de avanzar con cualquier investigación (dada la exagerada dimensión del problema que se ha estructurado en lo regional, lo continental y lo hemisférico), ya la prensa y la comunidad internacional han comenzado a tomar cartas en el asunto para someter a nuestro abollado país a un crudo examen, dada la posibilidad real de que, si a esto no se le pone coto, se nos convierta en un “Estado fallido”.
 (Si ya no lo es)
Hasta Jorge Giordani, el otrora megaministro para la Planificación Económica Estratégica del fantasioso Socialismo del Siglo XXI, volvió a saltar a la calle desde su santuario para advertir que el termómetro marca 40 grados, que esta crisis hay que asumirla y que hay aprobar una ley draconiana contra la corrupción, aunque los involucrados en la rebatiña se opongan. Todo eso junto a un curioso elemento definitorio: que mientras desde dentro del régimen la supuesta persecución de los corruptos se cierne sobre el estamento civil (con mayor particularidad sobre los miembros del equipo ejecutivo del expresidente de PDVSA, con un Rafael Ramírez aventado a la ONU) las acusaciones más graves de todas las que nos llueven desde el exterior se enfocan sobre el componente militar.
¿Por qué? Ah, ésa es una interrogante muy oscura.
¿Y por qué estas ópticas tan dispares? Porque es ostensible que las tenazas se cierran.
Desde el propio chavismo, por ejemplo, las corrientes de Marea Socialista y Clase Media Socialista (los únicos componentes que hasta ahora están protestando abiertamente contra la corrupción) están solicitando la renuncia en pleno del gabinete.
Y mientras eso pasa, hace unos días y en una especie de discurso alucinado desde el púlpito, Nicolás Maduro hizo un llamado “a la ética bolivariana” y, por supuesto, a la lucha contra la corrupción. Es decir: hablaba contra aquel camarada que se pudrió en algún lugar de nuestro país.
Porque para Maduro, la corrupción es el disolvente más poderoso de la estabilidad gubernamental. Pero, en lugar de saltar para evitar los baches, cae en todos.
Un ejemplo: ¿cómo es posible que un presidente como Nicolás Maduro, que sabe que hay investigaciones en curso por narcotráfico contra miembros de su gobierno, se busca para reestablecer las relaciones con Washington (como si él como jefe de Estado no pudiera coger el teléfono directamente) a Samper? ¡El único presidente latinoamericano al que Estados Unidos le ha quitado la visa por asociación con el narcotráfico!
¿Qué es eso? ¿Hasta dónde puede llegar tanta confusión?
Cierto es entonces, camaradas, que en Miraflores aún están anclados en los sesenta. Y ahora es peor porque, de cara al público, parecen como triturados por la presión militar y se muestran ante el resto de Latinoamérica como los únicos que no se terminan de despertar de esta loca fantasía revolucionaria. Absolutamente fuera de sincronismo.
Y sin tocar piso, como en los volátiles del beato Angélico, no se percatan.
El país se nos está viniendo encima y, en una actitud inconcebible e inquietante, el Presidente de la República todavía no encabeza un programa serio para combatir un problema como la corrupción. Todas sus respuestas devienen tardías e insuficientes, con el efecto gatopardiano tan funesto de mantener intacto el esquema estructural.
No hace nada.
Tanto es así que lo inviable del cuadro apunta a que la situación se va a poner peor. Como decía alguien por ahí: “Pareciera que hay un entramado tan denso en la toma de decisiones del Alto Gobierno que, como todo el mundo protesta cada vez que se quiere ajustar algo, la situación se torna paralizante”.
Entonces las preguntas: ¿Desde dónde se está trancando el juego? ¿Desde el estamento militar o del civil? ¿Quién? ¿Quiénes?
Tal como indicaba en este mismo medio el economista Asdrúbal Oliveros, cuando observamos la caída de compra del salario y las cifras de pobreza, está claro que la conflictividad va a aumentar. Y el riesgo de que el Gobierno opte por acentuar la polarización en un escenario de tierra arrasada se materializa, sobre todo cuando el único objetivo es el de permanecer en el poder.
Es un secreto a voces que el Presidente tiene problemas de liderazgo y que, para decirlo en lenguaje económico, “hay grupos captadores de renta que se oponen a cualquier reforma”.
Porque, camaradas, es sabido que la democracia es un sistema que descree de la bondad universal y desconfía de la codicia humana. De ahí que exija los contrapesos y los controles más rigurosos para impedir los abusos del poder y por eso, cuando aparecen, los debe sancionar.
Pero aquí alguien dio la espalda a todo esto hace mucho tiempo. Alguien cedió ante el ofrecimiento y el soborno, las coimas, la malversación, la subvaluación y la hipervaluación de los precios, los escándalos políticos y financieros y el tráfico de influencias. Alguien cedió al uso de la fuerza pública en apoyo a dudosas decisiones judiciales y las sentencias parcializadas de los jueces, los favores indebidos y los sueldos exagerados de las amistades, a pesar de su incapacidad. Al financiamiento ilegal del partido.
Todo el librito. Entero.
De ahí que la palabra revolución se haya tornado decorativa. Y es que hacerse millonario en su nombre la ha devaluado tanto que, como diría Gabriel Zaid, “no hay una palabra más emputecida”: Revolución.
Hay que admitirlo: lo notable es que siga usándose.
¿Recuerdan hace quinquenios cuando la honestidad revolucionaria era el discurso obligado? Era como la vestimenta indispensable para ser admitido en el asunto. ¿Y todo eso para terminar en una guía práctica para acomodarse en la ruta del éxito, ante una derecha que, como diría de nuevo Gabriel Zaid, era lo inhabitable, el infierno?
Camarada, reconozcámoslo: aquí la bandera revolucionaria sólo ha servido para trepar y prosperar en nombre de los pobres que hemos reducido a la mendicidad política.
Camarada, a ti antes cualquier signo de prosperidad te hacía sentir culpable. Incluso: te hacía sentir vulnerable frente a las persecuciones y chantajes. Pero está aquel juego de palabras ético: no se está del lado bueno por tener razón sino, por el contrario, se tiene razón por estar del lado bueno.
Camarada, ¿alguna vez creíste que podías vivir en el Country o en La Lagunita? ¿Vevir en el Este de Caracas, de donde huiste con sólo abominar de la explotación? Es paradójico, sí: se adoptan las posiciones más radicales cuanto más mejoras el statu quo de tu propio subidón social y económico.
¡Ay, camarada! ¡Cuán fácil es relativizar los conceptos! Mientras tanto, como dice Freedom House, Venezuela es una mezcla tóxica de corrupción y desgobierno.
¿Pero y tú? ¿Qué vas a hacer en este momento tan delicado? ¿Seguirás exasperando los conflictos ante una élite que se muestra incapaz de resolverlos? ¿O recurrirás, como cualquier gorila latinoamericano, a escalar la crueldad, la represión y la cárcel con las armas de fuego?
Camarada: ¿cómo piensas sacarle el cuerpo al matadero?
Luis Garcia Mora
aguilaluis_7@hotmail.com
@LuisGarciaMora

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sábado, 29 de noviembre de 2014

LUIS GARCÍA MORA, LA CAPITULACIÓN DE MADURO,

LUIS GARCÍA MORA
Desde ya, Maduro se adentra en el 2015. Es decir en el Mar de las Tormentas.

El paquete de medidas dislocadas, desarticuladas (fatigosas) que acaba de anunciar esta semana, con el barril de petróleo venezolano cayendo vertiginosamente (este sábado estaba en 68.97 dólares) al igual que su popularidad, junto a la disfuncionalidad de su Gobierno, nos obliga a introducirnos en el galimatías de sus medidas.

Económicas.Legales.

Con el tsunami a la vista del 2015 que significa un contorno económico, político y moral, que puede marcar su capitulación.

Y no es cuento. Son hechos.

En principio la economía se va al demonio.

En el futuro inmediato nadie da un céntimo ni en su partido ni en la oposición  por su futuro político, popular.

Luego, para un vasto y creciente sector del PSUV, el estalinismo y el militarismo de la cúpula está acudiendo al maloliente y cubanófilo recurso de la represión, la persecución interna y la purga, para mantener el poder, con unas medidas miserables y obtusas que a lo que apuntan es a lo que supuestamente se quiere evitar y es que desde la base el partido se deshaga por las costuras.

Finalmente la “moral revolucionaria” se fue al carajo.

De manera que ya los vientos huracanados están aquí.

Con episodios tangibles como éste: las bases populares chavistas, aniquiladas por la crisis y la miseria, se sublevan hasta el paroxismo en las redes, ante el escandaloso ejercicio de manirrotismo vulgar del alcalde de Caracas, Jorge Rodríguez, de gastarse una mega pelota de dólares en un festival musical navideño, cuando por ninguna parte se encuentran las medicinas y la comida.

(Creo que tuvo que echar para atrás a Chino y Nacho por una violenta jalada de orejas de Maduro)

Con una disociación política peligrosa, y es que nadie siente en el Gobierno que tiene el poder.

Mientras Maduro corre hacia delante despavorido.

La decisión está tomada, dijo (la de la bomba del aumento del precio de la gasolina), pero “No hay apuro”. No, claro, cómo va a haberlo. Estamos hablando de la variable “tiempo”, timing, tan distinta en el planteamiento económico (donde lo fundamental es no violarlo), y en el político (donde constantemente se viola para “ganar tiempo”)

¿Cómo, sin tiempo, puede aprender a jugar este juego Maduro?

¿Con cuáles juicios de valor se está moviendo?

Lo primero, se sabe, es lo más importante en este momento. Que la economía crezca con baja inflación y que redunde en el bienestar de los venezolanos. Y como es el consenso entre los expertos, estas medidas en el corto plazo no aportan esta visión. En lo fundamental te eliminan el ajuste por inflación y te aumentan la tasa efectiva de los impuestos.

Con lo que esta inflación suelta y sin jinete hace que los números sean cada vez más grandes, a la vez que te llevan para arriba artificialmente con dinero inorgánico lo que al final te obligará a pagar aún más impuestos.

Todo lo contrario de lo que afirma Maduro que estas decisiones permitirán “reimpulsar la economía y garantizar el crecimiento”.

¿En el mediano plazo? Quién sabe. Ahí está la llamada Ley de Zonas Económicas Especiales (como la que tienen los chinos) que pueden promover inversión, junto a la modificación de la Ley de Inversiones Extranjeras, para cuadrar, pues se trataría de Zonas con leyes distintas junto a otras en las que no aplicarían ciertas leyes con otras condiciones.

Es decir que si lo que quiere Maduro es sobrevivir al 2015, visto desde el lado del crecimiento no suma medidas más positivas, mientras que desde el lado impositivo de Marco Torres, sí, recogerán más ingresos.

Con un tema: todo esto tiene que ver con el Gobierno Central que es el que recibe la plata en el despacho de Hacienda, que es el que va a distribuirla, pero el problema más agudo de Venezuela, el fiscal, no se resuelve. Que es el problema de todo el Sector Público: la ausencia de crecimiento económico con la más alta inflación y el desabastecimiento.

Y esto, en el plano económico de las medidas, pues en el funcional del aparato de Gobierno, para muchos dentro y fuera de su partido, la percepción existente –y que Maduro debe cambiar urgentemente– es que se trata de un “Yes Man”, un di que sí o un “Sí, señor”. El típico obsecuente que pasó toda su vida obedeciendo a Chávez y que en su experiencia como canciller le consultaba a cada rato. “Tenía muy poca cuerda”.

Un hombre, un funcionario con la ruta siempre trazada, que ha creado numerosos viceministerios y cambios de personal de un modo tan vertiginoso que en todos los organismos sus cabezas saben que trabajan para un corto plazo antes de que algo o alguien los eyecte. Y “con tanta confusión de responsabilidades, que se hace muy difícil tomar decisiones y cumplirlas, y la información no llega donde tiene que llegar”.

Ha creado una organización que llanamente no funciona.

Por ejemplo, es vox populi que Ramírez sigue mandando en el negocio petrolero, en PDVSA, donde “Del Pino sólo anuncia si hay o no hay gasolina. Y no ha podido nombrar a nadie en la junta directiva. No tiene poder. Y no dura”.

Junto a otro ítem: Maduro nombra a un nuevo ministro de petróleo que no se sabe dónde está, y es más, pasa por Venezuela el ministro de petróleo de Arabia Saudita, Alí al-Naími, y se reúne con el Canciller (Ramírez) y no con el ministro de petróleo. Y es el canciller quien viaja a buscar un apoyo casi imposible para frenar la caída del barril.

Con un (eso sí) conglomerado de medios de comunicación del Estado (sin contar los rendidos al estado) con un presupuesto de más de 3000 millones de bolívares, 740 mil salarios mínimos, según mi amigo, el acucioso Marcelino Bisbal, como modeladores de la sociedad.

Toman del Fondo Chino 4 mil millones de dólares más para metérselo a unas reservas internacionales menguadas, anuncian que multarán a las empresas (que quedan) que cierren la producción (¿…?), y en una Navidad con unos venezolanos tan bebedores y locos, se atreve (impaciente, agobiado) a aumentarle 20% y 30” a las bebidas alcohólicas.

Menos las cervecitas. Ah, no es tan tonto… Pues, seguro, dicen los jodedores, que de haberlas subido entonces sí que hubiera hecho estallar la infinita paciencia que ha mostrado el venezolano.

Sin embargo, recobremos la seriedad: Maduro ha creado un súper organismo directamente controlado por él, el Cuerpo Nacional Anticorrupción, para acabar con la ídem.

No, ni la Fiscalía ni la policía que tenemos (está demostrado para Maduro), sirven para eso (ni para nada). Se tratará de unos funcionarios policiales y fiscales nuevos y especiales que no se sabe de dónde los sacará (“Estoy pensando en nombres, guerreras y guerreros de la honestidad en una tarea histórica”, dijo, y uno imagina  a Los Intocables, de Eliot Ness).

Quizás debería traer a Kevin Costner. O a Sean Connery. Y puestos en esto, hasta a Andy García.

O a la gente del movimiento neo “chavista” español “Podemos”, que ha insurgido allá contra algo (la “corrupción, una pandemia que ha carcomido la democracia española”), que aquí campea en una nueva élite política “revolucionaria”, de signo similar al de ellos.

Una bomba de inmundicia que allá en España estalló (como amenaza con estallar en México) debido a la repercusión de los escándalos seriamente investigados por una (esa sí) institucionalidad más sana e independiente, y ventilados a cielo abierto por unos medios también más libres e independientes. Y que aquí es sólo una escandalosa corrupción que inferimos, porque jamás ha sido investigada a fondo (ni oficial ni extraoficialmente), y un monstruo ante el que Maduro cree que puede jugar de manera retórica.

Que no provoca sorpresa ni conmoción. Porque no son ni siquiera las ramas. Es el árbol entero el que está podrido.

Y no hay ética.

Ni institución.

Y de acuerdo con lo que ha advertido un ex ministro de Cordiplán, de él no conciliar un acuerdo de gobernabilidad, en 2015 se avecina un estado de “conmoción social”.

Y si no se toman las decisiones claves, en 2015 (dicen) la inflación sobrepasará el 100 por ciento.

Y, en 2016, arribará al 1000%.

Y en ese 2016, ¿dónde estará Maduro?

Luis Garcia Mora
aguilaluis_7@hotmail.com
@LuisGarciaMora

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jueves, 23 de octubre de 2014

LUIS GARCÍA MORA, UNA ESPIRAL DE VIOLENCIA E INEPTITUD, AL LÍMITE

Una Venezuela con una conducción inepta y superflua intenta inútilmente seguirle el ritmo a esta crisis, la mayor de su historia como República, y sólo tira cohetes y fanfarrias para distraer la atención.

Los precios del petróleo están en caída libre.

A sus seguidores, al igual que al resto de los venezolanos, los asesinan impunemente, y desde el Alto Gobierno sólo se ofrecen consideraciones político-ideológicas cínicas, absolutamente fuera de la realidad, intentando distraer la atención del país y ahondar aún más una polarización de por sí letal, fragmentaria y estéril, para adentrarse de manera definitiva en las trágicas connotaciones de eso que los expertos llaman “estado fallido”.

Una crisis mayúscula. Prácticamente un bombardeo en alfombra sobre una población inerme que Maduro y un gabinete básico, muy básico, atacan precariamente, confundidos y dispersos.

No hay por parte del Gobierno una acción integral y pragmática en el manejo del país, más allá de unos intereses ideológicos y políticos que solamente enmascaran el desenvolvimiento de un duro ajuste de correajes a lo interno.

No hay coherencia ante la magna crisis.

Y la dirigencia de oposición, dentro y fuera de la MUD, sigue dispersa, más bien apuntando sólo a los intereses inmediatos de las elecciones parlamentarias (es verdad, sumamente importantes, por Dios), mega dividida y devorándose en un  canibalismo tan feroz como el que acabó a finales del siglo XX con el estamento político aquel de AD y Copei.

Quizás resulte más lesivo esto, dado el abismo económico, social, político y financiero que se está abriendo bajo nuestros pies. El país es uno solo, se nos está acabando y nadie dice pío.

No existe ninguna articulación firme entre lo que pasa en la Asamblea y lo que ocurre en la MUD. Los oficialistas propusieron una relación 6 a 4 en la selección del comité de postulaciones de los candidatos a rectores del próximo Consejo Nacional Electoral, frente a una oposición que intentaba evitar que el chavismo la pasara y la dejara en manos del un Tribunal Supremo de Justicia plenamente gubernamental, estamento en el que no existe ninguna posibilidad de influir.

 Y se aceptó el 6 a 4 como lo más acertado, contra una evidente decisión ventajista por parte de este Tribunal blindado.

¿Y, más allá? Más nada, quizás.

Para el país.

Para todos.

Incluso, para el propio Gobierno que se encuentra encerrado en este callejón sin salida. Las cifras del último sondeo del IVAD conocidas esta semana, hablan de la caída libre de la popularidad del Gobierno y de Maduro, casi al mismo tenor del desplome internacional de los precios del petróleo.

Una alarma que se viene a sumar a otra ya existente, provocada por la amenaza epidémica mundial de la agresiva mutación del virus del ébola, y ante la que este país de nuestros tormentos luce tan en pañales como su Gobierno.

Lo que está llevando a todos a preguntarnos si es con Maduro y su equipo como lograremos superar no sólo esta crisis histórica. política, económica y social, sino también la caída mundial de los precios del crudo y sus terribles consecuencias. Y si es con él, con Maduro y su equipo solamente, con quien haríamos frente a la amenaza del ébola.

Porque, ¿hasta dónde puede llegar tanta irreflexión?

¿Cuál es el escenario límite?

Todas las encuestas, entre ellas esta última del IVAD, señalan un hecho tan palmario que luce táctil: se ha producido (o se está produciendo) un deslave de popularidad tanto del Gobierno (con una caída al 22%), como de la Oposición (con una caída al 22%), ante una especie de sector in crescendo que llamaríamos pro-Oposición sin llegar a serlo, del 32%.

Y una lectura rápida de los números nos da un vuelo rasante sobre la situación. El desabastecimiento está en el primer lugar entre los problemas nacionales. “No hay”. No hay medicamentos, no hay repuestos, y la comida está carísima. Maduro, su Gobierno y su conducción tienen 80% de rechazo.

Para la mayoría de los venezolanos, Maduro y Cía son los culpables de la crisis política y del desastre económico. Ahorita perdería una elección. ¿Perspectiva? Debe pasar algo. Y hasta ahora según las cifras no se ha llegado al hartazgo, aunque evolucionamos hacia él.

Con esta “tierra de nadie y de todos” intermedia, vasto y creciente interregno poblacional entre gobierno y oposición, absolutamente huérfano de conducción y de liderazgo político, nos enfilamos a un posible escenario de deslegitimación institucional.

Con una alarmante inquietud: Maduro, el presidente de la República, aparece ahogado en los más inicuos acontecimientos cotidianos, como el asesinato de Serra, por ejemplo. Grave, muy grave, por supuesto, como todos los que estamos presenciando diariamente en el segundo país más violento del planeta. Con una violencia hamponil y política protegida completamente fuera de control. Pero un asunto policial más, al fin y al cabo, donde el primer mandatario luce más interesado en salvar su supuesto liderazgo ante los colectivos violentos, que en dilucidar las razones verdaderas del malsano crimen.

El Presidente se deja llevar por la apariencia política y no por el fondo, por la verdadera naturaleza de la crisis. Al costo de violar -insólito- él mismo las leyes, el Código Orgánico Procesal Penal, lo cual como presidente de la República le merecería según los juristas una sanción, y se lanza a ocupar el rol de jefe de la policía y a revelar detalles (ciertos o inciertos) de una investigación de asesinato, dando a entender que no es la Fiscal quien conduce legalmente las investigaciones, sino él.

Con lo que se evidencia una manipulación propagandística en función de confundir más las cosas y sacar el cuerpo a la crisis.

Es más que evidente la maniobra.

En el ínterin, Venezuela pasa a formar parte por quinta vez, del Consejo de Seguridad de la ONU (cuatro veces antes lo hizo durante la era democrática), y el gobierno lo celebra con almas llaneras y fanfarrias colegiales, completamente hipnotizado por la videopolítica populista de Sábado Sensacional, obviando su responsabilidad frente a la situación económico-social que se expresa en el desabastecimiento.

Se pierde tiempo y energía en un intento propagandístico, cuando en verdad el país está, por su situación, por su crisis, mucho más allá de estos escarceos inútiles.

¿Cuál es el colofón de esta historia?

Que en todos los sentidos la violencia y la ineptitud se lo está tragando todo, en una espiral incontenible.

Al país. Al propio Gobierno.

Que en lugar de soltar a Leopoldo López y al resto de prisioneros políticos, desobedecen los dictámenes de la ONU de liberarlos, mientras celebran, al mismo tiempo, su ingreso al Consejo de Seguridad.

Y así, en el camino de un sendero sin fin, se acentúa la represión judicial contra una oposición inane como la de PJ, reabriendo el caso de Juan Carlos Caldera, de modo de allanarle la inmunidad, inhabilitarlo y sacarlo del juego. Y tirándole una sentencia chimba desde el TSJ a Carlos Ocariz, un tipo incapaz de matar una mosca. Y finalmente, persiguiendo, maltratando y amenazando a un dirigente ajeno a toda violencia, como lo es el diputado Berrizbeitia de Proyecto Venezuela.

¡Por Dios!

Y, repetimos, con un nivel de conflictividad nacional tan alto. Con una crisis tan aguda. Con el precio del petróleo en caída libre. Y con la amenaza del ébola en el mundo.

Hay que ver en dónde nos hemos metido

Luis Garcia Mora
aguilaluis_7@hotmail.com
@LuisGarciaMora


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martes, 7 de octubre de 2014

LUIS GARCÍA MORA, CRIMEN Y VAMPIRISMO, AL LÍMITE

La transición venezolana, hacia  la “Patria” o hacia la muerte, está tirada hacia la farsa. Y el presente es una inmundicia.

AUSENCIA DE TURBACIÓN
Se puede trasegar el momento apartando la cara hacia otro lado. Nosotros los venezolanos somos púberes, infantes, y aborrecemos lo incómodo, lo malo, aquello que nos suena a infeliz emergencia.

Nada de malas noticias, de cosas importantes. Nada de gravedades. Lo importante para nosotros es no despertar. “Mi mentira, mi nada”.

De ahí la reacción ante estos recientes crímenes bochornosos. El del diputado Robert Serra y la joven María Herrera, que son distintos y parecidos a la vez. O ante el de Mónica Spears, sacudidor y tremendo por su carga cegadora de America Horror Story. Todo tan similar al del desfigurado Otaiza, en Turgua. O aquel de Jesús Aguilarte. O al de Wilmer Moreno. O a aquel del fiscal Danilo Anderson. O…

Por cierto, ¿quién mató a Danilo Anderson?

SUSPENSIÓN DEL JUICIO
SOBRE LA REALIDAD
Todos y tantos otros crímenes por segundo, a los que tanto el presidente de la República como Diosdado Cabello y el resto los hombres fuertes del régimen, una vez ocurridos, escamotean de inmediato de su contexto real, sea La Pastora o la Regional del Centro o un  matorral, para extrapolarlos a su esquema total y elemental de “Socialismo o Muerte”.

O “Patria o muerte”, que no es más que el marco brutal de un comportamiento extendido a una mentalidad límite, armada hasta los dientes, de patio de prisión o barricada. No a un país sano y civilizado. Es una psicopatía de crimen total que ha terminado por contaminarlo todo.

Manteniendo a la ciudadanía venezolana desde hace quince largos años colgada de ahí, bamboleándose al ritmo de las metralletas y los disparos, mientras que simultáneamente desde los gigantescos megáfonos del poder se nos inocula con un discurso violento que jamás, jamás, ha dejado de agredir.

Un casting que vampiriza el crimen. Cualquier crimen. Diariamente no dejan de reproducirse. De gotear. Mientras tanto, desde la platea, como en un gigantesco circo romano se aplaude o se condena, en medio de una jauría que copa el espectáculo, que chilla “¡Patria o Muerte!”, al tiempo que a todo lo demás se le ciega o se acalla o se ningunea, sin que nadie en su sano juicio alcance a discernir, por supuesto afuera de la fiesta, en la calle, si esto, lo que nos rodea, es el crimen como razón de Estado o el Estado como crimen.

Nadie.

Dicen que seis hombres mataron a este muchacho y a su asistente, luego de bajarse de sus súper-camionetas, armados como en el estado mejicano de Guerrero. Los amarraron, los amordazaron y los apuñalearon. Dos vestidos como santeros (se habla de un componente religioso, junto al resto de detalles de la escena del crimen, como de muchas armas allí).

En su vida. En su casa.

Se cansó de reiterarlo aquel líder: ¡Sí, estamos armados! ¡Ésta es una revolución armada!

No un país: una trinchera. Sin ciudadanos, sino soldados que sobreviven en esta fantasía de muerte y ritos oscuros.

Y el resto de la ciudadanía, que levanta sus muertos de la calle y de sus casas, son otra cosa. No importan, no están ubicadas en las tropas correctas. ¡Porque esto es una guerra, no un país! Y casi todo es espacio y gente a conquistar: blanco, o baluarte.

Ya se identificó a los autores materiales, anunció el presidente de esta especie de República de la Catástrofe, crispado y para luego añadir que también se ha identificado a los autores intelectuales en tiempo récord: el expresidente de Colombia, Álvaro Uribe, y algo indiscernible que llama “la derecha de Miami”.

Y más nada. Es decir: ¡otra victoria revolucionaria!

Se advierte la inmediatez del maquillaje. Y el espejo. Es un pasquín. Y la implementación sobre la marcha, a espuertas, del levantamiento de una República de las fantasías.

Desgastada. Crispada. Torpe. Propia de un desvarío sensacionalista en este país crispado. Y al que se intenta inútilmente gobernar desde una Sala Situacional de creativos y publicistas bien pagados y en un permanente estudio de televisión. Que, ojo, antes era conducido por un animador estrella que ya no está, pero ahora se debaten tratando de salvar el programa con envergadura de un país que se asemeja más y más al patio de una prisión.

 Y no hay aplausos. ¿El libreto? Se elabora y reelabora sobre la acción, que gira cada vez más en torno a la instigación al delito, a la violencia, a la anarquía. Aunque con un aditamento: la impunidad.

Pero la performance amenaza la propia supervivencia del programa. O, tocando piso, del modelo. Porque más allá del programa hay un país. Una nación. Abofeteada y despreciada por el delirio ideológico, pero ahí.

Real. Tangible. Un país maravilloso que aún quiere, que anhela. Extraordinario país que sueña aún en las peores circunstancias con un sistema jurídico garantista y un poder judicial sólido, que lo desarrolle con imparcialidad e independencia, con firmeza democrática. Más libre, más solidario, más igualitario y, por supuesto, como decía el juez Garzón, más justo.

Uno con una independencia judicial que lo adecúe a una firme gobernabilidad. Y no éste, permanentemente desprotegido y asaltado por el crimen en esta especie de cohabitación inmoral e ilícita.

¿Quién mató a Danilo Anderson? ¿Y quién mató a los demás, que son tantos, demasiados?

¿Fuenteovejuna, señor?

¿Todos?

¿O ese Imperio del Mal tras el que se esconde la incapacidad de Miraflores?

Ese más o menos letal en el que la culpa es del otro, de un monstruo: el gigantesco imperialismo yanqui, el capitalismo, la derecha, allá afuera en el espacio exterior.

Esto ante una vasta población con sus cifras del crimen in crescendo. Tres mil seiscientos noventa y un cadáveres, recibidos en la morgue de Bello Monte en un año. Cuatrocientos veinticinco muertos en este Septiembre Negro sólo en la Gran Caracas.

Con un añadido copioso: la banda que secuestró y descuartizó al comerciante portugués José Enrique Maia Sardihna se formó en la cárcel de El Rodeo. Pues como nos martilla la realidad todos los días: el Estado Delincuente es un todo.

Todos estamos confinados en El Rodeo. Todos estamos en prisión.

Todos, incluyendo al Presidente y a los ocupantes de los Poderes y a Cabello y a la Fosforito y al que sea que nazca a partir de hoy, cuando las campanas están tocando a rebato.

Y al tiempo esta subcultura de violencia crece sin consecuencias, o con consecuencias banales.

En su momento los cuerpos de seguridad aseguraron respecto a la banda que asesinó a Mónica Spear y a su esposo (en ese caso no fue Uribe), que la habían desintegrado varias veces, cuando (como decía un sacerdote sabio) a una banda de criminales se la “desintegra” una sola vez, si eres policía y si eres Estado.

Una subcultura de la violencia desde el poder o en el poder, como de unas FARC gobernando desde unas trincheras con poder, desde colectivos armados en el poder y del ataque de palabra violento hecho desde el poder, con un modelaje de violencia desde el poder e imponiendo una conducta violenta desde el poder.

A sabiendas de algo consabido y banal: “Las personas de mayor prestigio: un futbolista, un gran artista, un literato de importancia, un Presidente, un gobernador, son quienes tienen mayor probabilidad (de acuerdo con la psicología social) de que sus conductas sean reproducidas”, como decía Alejandro Moreno.

¡Ay, aquel Presidente! Tan ejemplar, sinuosamente sutil al lanzar sus perlitas de palomas: ¡Extermínenlos!

O sea: no fue el hamponato sin freno quien mató al diputado Serra. Ni el discurso revolucionario y agresivo del líder que basculaba entre el odio y el amor en su desenvolvimiento bipolar.

Violento, aniquilador.

No.

Eso no tiene nada que ver con la inoculación del miedo y la incertidumbre como objetivos de gobierno, con el Estado Delincuente que campea por sus fueros sobre todos.

Ni con esta mezcla de intereses que el ciudadano percibe y sufre, este maridaje que a partir de lo “revolucionario” y económico rompe cualquier diferencia en el campo de lo político, para facilitar el cruce de negocios ilícitos. Ni con la inseguridad ciudadana y sus cifras alarmantes, que en continuo fluir superan todas las estadísticas anteriores.

En esta inexpugnable caja negra donde las cifras se esconden, se manipulan, se niegan, se tuercen y se retuercen, para retirar bajo la alfombra los 7 mil 960 homicidios de 2001 y los casi 10 mil de 2011 y el promedio de 1.611 homicidios mensuales y los 53 asesinatos diarios, en el que un ejercicio de la más cruda impunidad evita que los crímenes se persigan y se castiguen, y donde desde el poder todo se relaciona con el “sicariato” pues, como es sabido, desde el punto de vista policial es la modalidad delictiva más difícil de perseguir.

Cabello: fueron sicarios. Maduro: fueron sicarios. El último ministro de Relaciones Interiores después de los 11 que ha habido desde el 2000 al 2011: es sicariato.

(Y borren los videos. Nada de eso de que en 2010 se determinó que en los últimos tres años de cada 100 homicidios, 91 quedaron impunes. Sólo se habría hecho justicia en 9).

José Martí decía que es criminal quien sonríe al crimen (ojo: es Martí citado por Marcos Tarre y Tablante en sus momentos sublimes). Quien lo ve y no lo ataca, quien se sienta a su mesa, quien se sienta a la mesa de los que se codean con él o le sacan el sombrero interesados, quienes reciben de él el permiso para vivir.

Cántico leve en esta estructura de la delincuencia organizada, dueña de penales y ciudades, donde todo huele a búsqueda de publicidad.

A maniobra de oportunismo político.

A frivolidad política.

A esa voz poderosa de quien ordena que, al terminar, arrojen las armas en un rincón.

Y a esta silenciosa aquiescencia.

Luis Garcia Mora
aguilaluis_7@hotmail.com
@LuisGarciaMora

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lunes, 29 de septiembre de 2014

LUIS GARCÍA MORA, EL ESTALLIDO, AL LÍMITE

Examinemos la hoja de ruta. La bitácora.

Todo el mundo espera que estalle la bomba. Desde el economista más preclaro hasta el taxista que se descarga con un “No sé en qué parte de la madre tienen que darle a este pueblo para que reaccione”.

Existen coincidencias específicas que obligan a afirmar que todo es cuestión de tiempo.

El país como botín no da más.

El Gobierno trata de evadir la realidad y, al estar contra las cuerdas, intenta ganar tiempo. Tiempo. La mercancía política más codiciada en este momento de transición.

Hasta el gurú y pragmático operador político de este régimen, el inefable José Vicente Rangel, dictamina sobre el trazado del mapa de esta situación de calamidad que “la reacción ante el desabastecimiento, la inflación, la inseguridad, la caída de la producción, el nefasto entramado burocrático que entraba la gestión oficial, repercute en un pueblo consciente de sus derechos y dispuesto a reclamar. Por ahora pacíficamente, pero ¿por cuánto tiempo?”.

Es lo que inquieta en esta Venezuela del cambio y las definiciones.

Mientras tanto, otro operador sagaz, Vladimir Villegas, subraya que no sólo las puertas para el diálogo están abiertas para que se establezcan los espacios de conversación entre el oficialismo y la oposición, sino aún más, que el llamado formulado por el nuevo secretario general de UNASUR, el expresidente colombiano Ernesto Samper, “seguramente obedece a una señal concreta por parte del gobierno del presidente Nicolás Maduro”.

Aunque hasta el (ya de salida) Secretario General de la OEA, José Miguel Insulza, ve muy difícil este diálogo mientras haya líderes opositores presos, se habla de que se pueden abrir las compuertas algo más. Y así sea que por razones de seguridad y de salud fue que soltaron al muy enfermo Iván Simonovis, ante una situación de vida o muerte como ésta para el régimen también es el momento de las grandes definiciones.

El momento de los cambios en esta ecuación política.

La MUD, en sintonía con la actual situación, congestionada en su dirección y en un mal momento, reaparece con la elección de “Chúo” Torrealba en su coordinación ejecutiva. En lugar de un activista político, se decantan por un luchador y comunicador popular en sustitución de Ramón Guillermo Aveledo, o de lo que alguien acertadamente denominaba “un político de salón”. Dan la impresión de que en verdad están dispuestos a acometer un cambio de primer orden, de envergadura.

Veremos.

Y en este sentido hay que apostar, pues “La noticia es (ha dicho Torrealba) que la MUD se va para la calle”. Es decir: que convoca a movilizarse.

Sí.

Entonces, ¿se agotó la vía democrática?

No.

Aunque la amenaza de implosión se hace cada vez más manifiesta, ¿termina esto en una gran manifestación nacional?

Quizás.

¿Aguantan aún más nuestras clases y los sectores aún más desprotegidos esta violenta economía del rebusque vital y la feroz situación de inseguridad? ¿Hay esperanzas?

La casa venezolana, las familias, se asfixia desde afuera. Y se la está llevando a una crisis en que la presión aumenta de tal manera que, a estas alturas, los cambios de referencia y de personajes (sea en el Gobierno o en la MUD) no tienen importancia: lo que importa son los cambios que –en lo inmediato– tales personajes puedan producir.

En los sectores con naturalezas aspiracionales, el ser humano se refugia en su esencia: la esencia republicana. Las organizaciones civiles se han repotenciado durante este proceso. Sindicatos obreros, gremios, Fedecámaras, asociaciones profesionales, todos asumen denuncias y propuestas. El Colegio de Ingenieros. El Colegio de  los Médicos. Todos jugándose en muchos casos el pellejo, la vida, la libertad.

La desconexión es tal que las denuncias desde los partidos políticos vienen sin contenidos. Quienes pusieron al régimen contra las cuerdas fueron los estudiantes y los colegios profesionales. Quienes acabaron con las mentiras fueron y han sido los periodistas independientes.

Este régimen ha impuesto un modelo de vida.

Y la oposición está en proceso de recomposición: la manera como asume el reacomodo Torrealba es completamente distinta a la de Aveledo.

Pero el diagnóstico tiene que terminar en un tono de esperanza.

El Gobierno con todos sus recursos no ha podido dominar a la sociedad. El plan de comprarse todos los medios no les ha servido de nada, pues han perdido credibilidad. De acuerdo con las encuestas, cada vez más hay un sector del país más grande que no les cree.

Las imágenes de Maduro en el Bronx dan pena, tristeza. ¿Usted cree que ser conocido en el mundo como dictador –para un hombre salido de los sindicatos, un dirigente obrero– no le afecta?

Con el país en medio de una situación de calamidad sanitaria y humana como la nuestra, tan cruel y desatendida, lo del ébola es una falta de respeto. Y con toda esa sarta de lugares comunes en el discurso de la ONU, ¿cómo puede Maduro estar lanzando mensajes ambientales al planeta cuando con tanta insalubridad, acaba –de paso– de eliminar el despacho del Ambiente?

Hacerlo cuando el discurso global no está ahí, sino en este apocalipsis de los fundamentalismos, de los desplazados, de los problemas de migración (dos millones de venezolanos se han ido), de la tragedia de los nacionalismos, del nuevo orden financiero para evitar la crisis…

El diálogo, esos puentes suspendidos sobre la actual circunstancia, es un problema de todos. Cierto. Pero es aún mucho más acuciante para el Gobierno. Con esta crisis, y con las tuercas tan apretadas que mantienen al país inmóvil, están gravitando sobre el vacío.

Las formas de convivencia (y hasta de la cultura) siempre se han construido detrás de lo económico. Nunca al revés. Y cuando apagas los motores del comercio y la economía, lo único que sobrevive es la oscuridad absoluta.

Y en Venezuela se apagó la luz.

El 40% (o más) de las empresas del sector industrial está cerrado, más el 12% de las de servicios. El 8% de la población económicamente activa se fue. Como diría alguien, “estamos en un punto definitivo de la vida de la Nación”. No se le puede dar la espalda a las vainas de esa manera. Miren ya por dónde vamos: ¡Una guerra bacteriológica!

El Gobierno sí que tiene un problema de tiempo.

Querían pasar una aplanadora y acabar con esto, pero no pudieron. Se les acabó la gasolina: el legado de Chávez es la miseria.

Armaron una fiesta en un país amante de las fiestas. Y, a través de la petrodiplomacia, esa bacanal se extrapoló a Nicaragua, a Bolivia. Impresionante. Y están todavía celebrando y no quieren salir de la fiesta, mientras afuera amanece y la gente (el resto) intenta sobrevivir.

Todo está cambiando de un momento para otro. El Gobierno alcanzó sus niveles críticos. Lo que viene es desgaste.

Y sí, amigo lector, creo que están a punto de arrancar acontecimientos.​

Luis Garcia Mora
aguilaluis_7@hotmail.com
@LuisGarciaMora

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miércoles, 25 de junio de 2014

LUIS GARCÍA MORA, ¿PUEDE LA MUD COLOCARSE AL FRENTE DE ESTE MALESTAR SOCIAL?

Luego de esta experiencia colectiva de trastorno total, se está potenciando en la base chavista lo que Tomás Straka llamaría la épica del desencanto. Con esos intangibles que incendian épocas, como la indignación, la desilusión y el desengaño, que estos epígonos funestos de Bolívar enfrentan, esta vez en carne propia.

En este desenlace de inestabilidad, violencia y ruina, la Venezuela heroica termina jodida. Es por ello que tanto pueblo entiende ahora que sólo era una mampara para saquear.

Únicamente en ingresos petroleros, hasta el cierre de 2013, esta gente ha devorado 770 mil millones de dólares. Y si incorporamos los ingresos tributarios, estaríamos hablando de casi un millón de millones de dólares.

Un millón de millones.

Esto significaría, para algunos analistas, el despojo más escandaloso de toda nuestra historia.

¿Cómo no van a estar arrechas las bases chavistas, si esto está sacudiendo como un sismo y cercenando nuestro futuro?

Y amenaza con exterminarnos. Aniquilarnos. Como amenazaba aquel líder, que Marx guarde en su seno y no lo suelte.

Y la “clúster” de Giordani, esa bomba de racimo que al alcanzar cierta altura gubernamental, medida por un altímetro, se abrió dejando caer cientos de submuniciones de diversos tipos, todas de alto poder explosivo anti-Gobierno: anti-corrupción en el Ejecutivo, en el Legislativo, en el Judicial y en el PSUV. Y eso tiene a toda la cúpula roja, económicamente bien blindada, haciendo llamados feroces a la lealtad (y la supervivencia).

Un misil ha impactado el Enterprise y en el puente de mando, su dirigencia a toda marcha, con las alarmas sonando, intenta cerrar las escotillas para urgentemente detener el avance hacia el próximo Congreso del PSUV (que luce explosivo) de la solicitud recia y revolucionaria de esa base que exige un debate muy a fondo. Las UBCH exigen que allí se discuta el tema de la corrupción.

De manera libérrima, sin cortapisas.

¡Y tiembla la tierra, se escapó Armenteros!

Tendencia y solicitud éticas y radicales que se intentará parar chantajeando a la base con la invocación de la lealtad, de la unidad, pues sobre el ring (y de cara a la base), aunque lo disimulen, les tiemblan las piernas. Y si ahora enfriamos cualquier análisis, la única estructura que tiene el Gobierno además de la FANB (que, en el último round, uno duda), es el Partido.

Y en esta baja de temperatura, el presidente del PSUV tiene que ser Maduro, para poder operar el Partido como Gobierno, porque la pregunta que les rompe la mente sigue ahí: ¿Es cierto que Maduro controla a la FANB? Y éste es el dictamen: el único modo de reestructurar la economía (si es que alguna vez lo va a hacer) es con un PSUV sólido.

¿Puede lograrlo solo? ¿Con una gestión tan mala y sin el equipo apropiado?

Difícil, muy difícil.

Por no decir imposible.

Sumado a la “clúster” de Giordani y esa que prepara Barinas.

De manera, amigo lector, que por debajo o por encima de la emoción del Mundial, aquí se está replanteando otro juego.

El PSUV se prepara: va a su Congreso. La oposición también debería mover sus piezas. Reorganizar su mando. En una reunión similar –piensa uno– y del más alto nivel.

No basta con dormirse en la “estrategia” actual de la espera pasiva.

Quizás (¿por qué no?) desempolvar y darle uso al Proyecto País de la MUD y relanzarlo.

Porque la MUD debe abandonar la flojera.

¿O es que creen que sólo con la espera o la convocatoria a una Constituyente (o cualquier otra figura jurídica) vamos a salir de esto?

No es un secreto para nadie que se la está engullendo la movidita chica, el lleva-y-trae de los chismes, impidiéndole dedicarse a la política grande.

Esto no se aguanta. Tiene que haber un líder. Que convoque e interactúe.

Don Ramón Guillermo Aveledo, como dicen, es un juez de paz que está para resolver los asuntos entre los partidos. Pero a la MUD le falta ese liderazgo fuerte. Porque no está ahí.

Amén de levantar de inmediato un nuevo equipo que resuelva los obstáculos y las intrigas entre sus partes.

Porque el asunto de los partidos no es engordar. Es crecer.

Allá, del otro lado del campo, lo de Giordani estremece, cierto. Y lo convierte en el ideólogo de la disidencia a Maduro. ¿Fue ése el objetivo de la jugada? Porque en ningún momento el Gobierno estuvo tan dividido, pero en el campo opositor es imperativa una reunión (una asamblea general, un pleno, una convención… lo que sea) de alto nivel, con una agenda de debate de alta política y sin complejos. Con un mandato cruel, diría uno, que reduzca esta proliferación discursiva, plagada de clichés y lugares comunes que nos agobia.

Se subestiman, por ejemplo, con trazos gruesos y sin ninguna reflexión de fondo, algo tan de suma importancia como el proceso de politización y democratización de sectores muy conspicuos e importantes de la sociedad civil, aplastados por la crisis que nos domina, cuyas frustraciones, angustias e insatisfacciones no encuentran un espacio político ni una dirección que las interprete en la actual coyuntura.

Hay una arrechera y una rabia comprimidas.

Y un desprecio por los políticos que ya Chávez capitalizó en 1998. Que hoy sigue ahí, en una franja latente en todos los sondeos, reflejando un palmario malestar por su actuación.

Y, fíjese usted, algo que allá en España ocurre con diferente rostro y definición, y que debería ser objeto de nuestro análisis y no lo es: al ser los técnicos políticos del movimiento Podemos ha logrado capitalizar el desencanto, el descontento ibérico: la indignación. Sí: hablo de ese partido que la oposición maldice irritada y que parcialmente ha desbordado a los partidos españoles, fraguado en los márgenes de un sistema de signo contrario al nuestro (y que de paso cobró 3,7 millones de euros a Chávez en diez años por asesoramiento, y aceptémoslo: con quince años de resultados exitosos).

Ese mismo sentimiento definitorio (que aquí también se subestima) de los sectores sociales aplastados por la crisis económica. El mismo tipo de cólera de una gente privada de horizonte colectivo, en un taponamiento de su espacio político de decisión, por carecer de una dirección clara, reducida diríase a un mero dominio técnico, pareciera empeñada en abonarle el terreno a otra salida antipolítica.

Como en 1998.

La MUD sencillamente luce incapaz hasta ahora de colocarse al frente de un sentimiento, de recoger al menos la inversión política del malestar social, como allá (repito: aunque de signo contrario, y sin solicitar de la MUD radicalismo alguno), en un contexto de acelerada deslegitimación.

De ahí que impere en vastos sectores venezolanos, triturados por la crisis, un descontento soterrado, profundo, que no encuentra una gramática en la MUD que interprete su desazón.

¿Que se mueve desde cartografías prefijadas por una herencia política superada? Quizás.

¿Estamos los sufrientes de esta situación ante el “secuestro” tecnocrático de nuestra capacidad colectiva de decisión?

¿Una tecnocracia política que no se renueva, que fomenta la despolitización, y que estaría jugando peligrosamente a identificar el ejercicio público y responsable de la acción civil con el golpe de Estado, como el PSUV?

Las incógnitas que gravitan sobre el momento son inmensas.

¿Quién está analizando el fenómeno de la indignación venezolana con las actuaciones del régimen y sus consecuencias? ¿La MUD y los partidos que la conforman?

No.

Quizás el chavismo, que angustiosamente quiere mantener el control de esta nueva arrechera y desencanto; de esta renovada desolación que su mismo régimen ha provocado con un pésimo manejo del poder, del gobierno.

Y, ¿cómo no pensarlo?, asesorado por los españoles de Podemos.

Pareciera que nos movemos en sentido contrario a la realidad política de hoy. ¿Qué plan de acción puede ofrecer la MUD para contrarrestar el creciente malestar de la proletarización de la clase media, atrapada por un cinismo desilusionado?

¿Quién ahí está haciendo el esfuerzo por articular y dar forma política a la indignación venezolana?

¿O es que no estamos indignados?

¿Ha perdido la oposición venezolana toda capacidad de canalizar con efectividad la fuerza del descontento, elemento necesario del compromiso ciudadano?

¿Se puede continuar más tiempo en esta estrategia dogmática de clase, incapaz de tender puentes reales, no retóricos, entre el Este y el Oeste de Caracas, entre los sectores que aún se manejan dentro de la crisis aunque sea precariamente, y los que no?

Da la impresión de que la MUD no termina de salir del impacto (de ese shock) de Chávez.

Sin percatarse de que no puede seguir sin reaccionar ante esta situación de parálisis, de desmoronamiento de los valores dentro del Gobierno, del PSUV y del régimen.

¿Quién le pone el cascabel al gato?

¿Solamente nuestras individualidades radicales?

¿Cuándo viene una sacudida de esta dirección?

Luis Garcia Mora
aguilaluis_7@hotmail.com
@LuisGarciaMora

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