BIENVENIDOS AMIGOS PUES OTRA VENEZUELA ES POSIBLE. LUCHEMOS POR LA DEMOCRACIA LIBERAL

LA LIBERTAD, SANCHO, ES UNO DE LOS MÁS PRECIOSOS DONES QUE A LOS HOMBRES DIERON LOS CIELOS; CON ELLA NO PUEDEN IGUALARSE LOS TESOROS QUE ENCIERRAN LA TIERRA Y EL MAR: POR LA LIBERTAD, ASÍ COMO POR LA HONRA, SE PUEDE Y DEBE AVENTURAR LA VIDA. (MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA) ¡VENEZUELA SOMOS TODOS! NO DEFENDEMOS POSICIONES PARTIDISTAS. ESTAMOS CON LA AUTENTICA UNIDAD DE LA ALTERNATIVA DEMOCRATICA

viernes, 25 de febrero de 2011

¿QUÈ NOS HA PASADO A LOS VENEZOLANOS?. ZENAIR BRITO CABALLERO

A los venezolanos se nos describe apáticos. Nada nos conmueve mucho ni durante mucho tiempo. Mezquinos con el aplauso al artista, olvidadizos, despistados, charlatanes para lo banal y parcos para lo sustancial. Lo que tal vez seamos, en realidad, es abúlicos. Abulia y apatía comparten la partícula privativa a, detalle que nos dice que son parientes. En su origen griego, ábulos significa falta de voluntad y apatheia, falta de interés. El parentesco consiste, por tanto, en que ambas comparten la falta de algo.

En la antigüedad clásica la apatheia fue elevada a la cúspide ética por ciertas doctrinas filosóficas. A la abulia, en cambio, nunca nadie la tuvo por virtud; más bien lo contrario. Bajo el cristianismo se la asoció a la pereza, un pecado capital delatado como portero complaciente de los otros seis. Por ejemplo, y más comúnmente, de la lujuria. Los monjes y ermitaños medievales se sobrecogían ante el daemon meridianus, un demonio que acometía en esas siestas azotadas por el bochorno inclemente, exacerbando lo que entonces se decía “el llamado de la carne”, que nada tenía que ver, como puede uno imaginarse, con teléfonos, chuletas y rabadillas. Contra tales llamados, solo quienes alcanzaron el estado de apatía lograban prevalecer. Los que todavía no se habían remontado hasta aquel punto cenital del espíritu quedaban expuestos al riesgo de los demonios de la fornicatio, y luego la cenodoxia o gastrimargia (gula), convirtiéndonos en heliogábalos. 

De ordinario, la gula venía acompañada de la oinomanía, dipsomanía o crápula, demonios propios de estas fiestas findeañeras. Y la anfodiplopia, o sea ver las cosas duplicadas, el menor de los efectos de la borrachera, aunque no pocas veces esta propició prodigios como la revelación de seres sobrenaturales. En estos tiempos actuales de materialismo y sensualidad, a los únicos que la anfodiplopia suele hacer aparecer es a dos, cuatro o seis agentes del alcotest.   

Muchos viajeros y cronistas que recorrieron y describieron a los pobladores de  la Venezuela colonial, en aquellas épocas lejanas en que estaban más poblados de indios que de antropólogos, son unánimes en su impresión de la notable abulia dominante. Iniciando el S. XVII, Ruy Díaz de Guzmán relataba: “Son naturalmente todos estos Indios que de aquí adelante llamaremos nativos, siervos a natura, antropophagos y carniceros, ingratisimos y bestiales, viciosos y abominables, impíos, crueles y sediciosos, falsos y mentirosos, de poca constancia y lealtad, ociosos y pocos trabajadores”. Leí un artículo en Internet, que aseguraba que muchos indígenas tenían “obtusa el alma, y falta de nobles especies, no discurre, ni penetra, ni adelanta, ni se ocupa sino en lo visible que ceba los sentidos y sirve de pasto al apetito”. Acabando el siglo XVIII, todavía el padre Dobrizhoffer se quejaba así: 

“Casi todos son de natural estúpido, feroz, inconstante, pérfido; antropófagos, extrañamente voraces, entregados a la borrachera, incapaces de previsión ni cautela aun para las necesidades de la vida; perezosos e indolentes en grado tan notable que excede toda ponderación”. Y cien años más tarde, Alcide D’Orbigny describía de este modo a los venezolanos que conoció: “Haciendo largas siestas, no dan a su empleo más tiempo que el consagrado a tomar su café o fumar su cigarro, conversando a veces de política, aunque por lo general de caballos, de ganado o, mucho más a menudo, de aventuras galantes y de mujeres. Su ocupación durante el día se reduce a nada. No poseen diarios que los ocupen; así se reducen a dormir, comer, fumar, tomar café, pasear a caballo, porque jamás andan a pie; he ahí su vida cotidiana”. En estos piropos dedicados a nuestros ancestros, hallamos algunas pistas acerca del tema. Si aún prevalece con tanta fuerza entre nosotros el temperamento abúlico, lo sabremos mejor este año, midiendo cuánto logran conmovernos las celebraciones de la irrepetible ocasión del bicentenario de la independencia nacional. Si aun esto nos mantiene impertérritos, quizás habrá que dar la razón a los monjes medievales: posiblemente fuimos poseídos por la tríada demoníaca de la cenodoxia, la oinomanía y la fornicatio.

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¿QUÉ ES SER DE IZQUIERDA? ISA DOBLES

¿Qué es ser de izquierda hoy entonces: aplaudir por un pago miserable?

 “Con ataques infundados a un alto y respetado oficial general del ejército de Bolívar pretenden manchar la imagen de nuestra Fuerza Armada Nacional Bolivariana ante el pueblo venezolano, con la única intención de minar una de las fortalezas fundamentales de la Revolución Bolivariana: La unión del pueblo con su fuerza armada”.

Esta es la declaración y conclusión del gobierno venezolano ante la reacción de las fuerzas democráticas con la designación del General Henry Rangel Silva como orador de orden en la sesión realizada en Ciudad Bolívar el día del Congreso de Angostura, en lo que Teodoro Petkoff llamó “un ultraje” al Libertador. Como fue la profanación a sus restos y como es su “personificación” cursi y analfabeta guiada por cuadros vistosos, botones dorados, espadas, y no ideas y principios morales y de justicia.

Pero esta declaración viene, además, con una acusación tan manoseada que provoca risa: “Fuerza Armada Nacional advierte “intenciones de la derecha”.

Vamos a ver … Yo fui por un tiempo bastante largo calificada de “izquierda” porque me solidarizaba con principios concretos de rebeldía ante el poder, me interesaba el hecho que ocurría sin distingo político, trataba de desmenuzarlo sin ventaja, peleaba por los más débiles, defendía causas que consideraba justas, estaba informada, y había sido levantada en un hogar venezolano de valores familiares y rodeada de hombres de moderación y apasionado respeto por su país como para no ofender sus tradiciones y raíces, y consideraba al otro venezolano que compartía mi pasión por esta tierra.

Así crecí y trabajé para un pueblo que me respetó igualmente y mis amigos son y fueron sin distingo de ideologías, raza, religión, color o clase social, mis amigos.

Recurrir ahora y además de todos los descalificativos que ya pesan sobre nosotros, los opositores, que somos apátridas, lacayos, asesinos, ladrones, vendidos, escuálidos, traidores a la patria, conspiradores y mafiosos con esto de “derechistas”, es un chiste malo.

Ahora resulta que tenemos “intenciones de derecha”. ¿Qué significa entonces ser de izquierda hoy?

¿Estar de acuerdo con la prisión de los presos políticos?

¿Aceptar todos los días con las muertes horrendas, los secuestros de niños, ancianos, mujeres, en manos de policías, militares, seleccionados por un gobierno de impunidad y violencia?

¿Quedarse como si nada ante la corrupción?

¿No sentirse humillada ante los insultos del verbo poderoso que agravia, divide e incita al odio?

¿Sentir la injusticia en jueces vendidos y serviles que condenan sin evidencias y absuelven con cinismo?

¿Reir estupidamente chistes malos burlándose de otros venezolanos decentes y aplaudir por un pago miserable que les quiebra los valores y las conciencias?
¿No criticar esta polarización de rencores y amarguras instigadas por una mente llena de desórdenes que no sabe vivir sino en conflicto?

¿Eso es ser de izquierda?

¿Regalar bienes públicos, aislar a Venezuela en relaciones peligrosas, contaminar mentes infantiles contra la libertad con adoctrinamientos de violencia?

¿Castigar también a Bolívar convirtiéndolo en un títere de intenciones fascistoides?

¡’chas gracias!

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BALANCE DEL AVANCE DEMOCRÁTICO. VENECONOMIA OPINA

El 22 de febrero se levantó la huelga de hambre en la cual participaron unos noventa estudiantes universitarios. Esta tuvo su origen el 31 de enero, cuando nueve estudiantes universitarios iniciaron una huelga de hambre a las puertas de la Organización de Estados Americanos (OEA) con el propósito de obligar al gobierno a hacer concesiones en materia de derechos humanos.

Ya para el 22 de febrero, más de ochenta jóvenes se habían sumado al movimiento, repartidos en ocho estados del país y frente a la sede de siete embajadas en Caracas.
Se trata de una demostración de la fuerza de la lucha pacífica que no se veía desde hace mucho tiempo en Venezuela, y que tuvo repercusión a nivel internacional.

Quizá para algunos ciudadanos el que se haya levantado la huelga representa un nuevo retroceso para los que creen en la democracia y los derechos humanos.
¡No se equivoquen!

Los estudiantes, con su huelga de hambre que se expandía exponencialmente por el territorio nacional, demostraron el ansia de libertad y democracia de la juventud venezolana. Ellos, con el apoyo de varios individuos y organizaciones de la sociedad civil, obligaron al gobierno a ceder ante sus peticiones.

Obtuvieron varias concesiones del gobierno:

a) Que el régimen aceptara procesar las medidas de beneficio, que tenía represadas, a siete presos políticos. También habrían influido, conjuntamente con la presión internacional, a que se le diese casa por cárcel a la ex Juez Afiuni durante el tiempo que dure el juicio.
b) El posible traslado de presos políticos a un centro de detención más apropiado. Y Atención médica de otros presos políticos con problemas de salud.
c) El compromiso del ministro El Aissami de discutir el caso de los tres diputados electos que están en prisión. Al escribir esta nota, se informaba que el diputado Biaggio Pillieri fue dejado en libertad con medida cautelar de presentación y con el derecho de incorporarse a su escaño en la Asamblea Nacional; se esperaban medidas similares a favor de otros dos diputados electos.
d) Que el Secretario General de la OEA, José Miguel Insulza haya declarado varias veces en público que no podía cumplir con la exigencia de los estudiantes porque el Gobierno de Chávez, nuevamente, le había negado la autorización para visitar Caracas. Con estas declaraciones, Insulza le dejaba claro a la opinión internacional que en Venezuela hay presos políticos y que se violan los derechos humanos.

Lo más importante, los estudiantes y la sociedad democrática siguen en pie de lucha.


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SOBRE LA DEMOCRACIA VERSUS LA LIBERTAD. STEVE H. HANKE.ELCATO.ORG. CATO INSTITUTE (LOS PADRES FUNDADORES DE LOS ESTADOS UNIDOS)

“El Profesor Hanke brinda uno de los análisis más profundos que he leído sobre los Padres Fundadores y sus documentos. En lugar de analizar los documentos de los Padres Fundadores con nuestros puntos de vista, sesgos y prejuicios del presente, él se enfoca en su significado esencial y original.

Muchos se sorprenderán al enterarse de que la palabra “democracia” no fue usada ni en la Declaración de Independencia ni en la Constitución. De hecho, los Padres Fundadores temían permitir cualquier tipo de tiranía, incluso la tiranía de la mayoría.

Este ensayo debería ser leído y meditado por todos aquellos que piensan que tienen el derecho a influir la sociedad. ¡Una verdadera joya!”

—Jacques de Larosière, consultor para BNP Paribas en París, ex presidente del Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo, ex director administrativo del Fondo Monetario Internacional y ex gobernador del Banco de Francia.

Luego de la Primera Guerra Mundial, el presidente Woodrow Wilson se propuso hacer del mundo un lugar seguro para la democracia. Desde entonces, los presidentes estadounidenses han marchado al ritmo del idealismo wilsoniano. De hecho, gran parte de la política exterior de EE.UU. se lleva a cabo bajo el pretexto —y en algunos casos la genuina creencia— de que EE.UU. está llevando la democracia al resto del mundo. De manera que la justificación del presidente Barack Obama para intervenir en el extranjero no es ni nueva ni extraña.


La mayoría de las personas, incluyendo gran parte de los estadounidenses, se sorprenderían al darse cuenta que la palabra “democracia” no aparece en la Declaración de Independencia (1776) o en la Constitución de EE.UU. (1789). También les sorprendería la razón por la cual la palabra democracia no está en los documentos fundadores de EE.UU. Contrario a lo que la propaganda ha hecho creer a la gente, los Padres Fundadores de EE.UU. eran escépticos y le temían a la democracia. Estaban al tanto de los peligros que acompañan a la tiranía de la mayoría. Los autores de la Constitución se esforzaron considerablemente en asegurarse que el gobierno federal no estuviese basado en la voluntad de la mayoría y no fuese, por lo tanto, democrático.

La Constitución dividía al gobierno federal en las ramas legislativa, ejecutiva y judicial. Cada rama estaba diseñada para limitar el poder de las otras ramas. Los Padres Fundadores no querían depender solamente de los electores para limitar el poder del Estado. Por lo tanto, los ciudadanos recibieron muy poco poder para elegir las autoridades federales. Ni el presidente, ni los miembros del poder judicial, ni el Senado eran elegidos mediante el voto popular directo. Sólo los miembros de la Cámara de Representantes eran directamente elegidos mediante el voto popular. Incluso en ese caso, el derecho era considerablemente restringido.

Si los autores de la Constitución no adoptaron la democracia, ¿a qué se adherían? Para un hombre, ellos acordaron que el propósito del Estado era aquel de asegurarle a los ciudadanos la trilogía de derechos de John Locke: el derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad. Los autores de la Constitución escribieron de manera extensa y elocuente. Sobre la propiedad, por ejemplo, John Adams escribió que “el momento en que la idea es admitida en la sociedad, de que la propiedad no es tan sagrada como las leyes de Dios, y de que no hay una fuerza de Derecho y de la justicia pública que la proteja, comienzan la anarquía y la tiranía”.

Las acciones de los Padres Fundadores muchas veces comunicaron más eficazmente que sus palabras. Alexander Hamilton, un abogado distinguido, aceptó varios casos famosos solamente por defender principios. Luego de la Guerra Revolucionaria, el estado de Nueva York estableció medidas severas en contra de aquellas personas que permanecieron leales a la corona británica y de los súbditos británicos. Estas incluían la Ley de Confiscación (1779), la Ley de Citación (1782) y la Ley de Ingreso sin Autorización (1783). Todas estas medidas involucraban la confiscación de propiedades. Desde el punto de vista de Hamilton, estas leyes ilustraban la diferencia inherente entre la democracia y la ley. Aunque las leyes eran ampliamente populares, estas desobedecían principios fundamentales del derecho de propiedad. Hamilton llevó sus ideas a la acción y defendió exitosamente —frente a una hostilidad pública enorme— a aquellos cuyas propiedades habían sido confiscadas en virtud de estas tres leyes del estado de Nueva York.

La Constitución fue diseñada para promover la causa de la libertad, no de la democracia. Para lograr eso, la Constitución protegía los derechos de los individuos de transgresiones del Estado, así como también de sus conciudadanos. Con ese propósito, la Constitución estableció reglas claras, inequívocas y ejecutables que protegiesen los derechos de los individuos. Como resultado, la envergadura y tamaño del Estado fueron estrictamente limitados. La libertad económica, la cual es un requisito para el crecimiento y la prosperidad, fue consagrada en la Constitución.

Después de la colonización europea, EE.UU. consistía en trece colonias inglesas. Estas se beneficiaban de una administración algo superficial desde Londres y de un abandono saludable. Esto contrastaba con las colonias francesas, las cuales eran controladas desde París, y con las colonias españolas, las cuales tenían superestructuras institucionales impuestas desde España.

Sin embargo, no todo andaba bien en las colonias inglesas en Norteamérica. Un importante problema colonial tenía que ver con el dinero. Oficialmente, las monedas de plata inglesas eran la moneda del reino en América. Pero hubo problemas. Las Leyes de Navegación prohibieron la exportación de monedas de plata desde Inglaterra. También hubo una prohibición en contra de que cualquiera de las colonias estableciera casas de moneda. Como resultado, hubo una escasez endémica de monedas de plata en las colonias. Para cubrir esta gran brecha, se emitieron notas de crédito, las cuales circularon libremente durante la primera mitad del siglo XVIII.

Esto resultó en una alta inflación, la cual obligó a que gran parte de las colonias abandonaran los tipos de cambio fijos y las monedas metálicas. Las cosas finalmente empeoraron a tal punto que la Junta Inglesa de Comercio impuso las Leyes de Moneda de 1751 y 1764. Estas prohibían la emisión y uso de notas de crédito no respaldadas enteramente por un metal. Las prohibiciones en contra del papel moneda fueron una enorme fuente de resentimiento en las colonias. Junto con la más famosa Ley de Estampas de 1765, las prohibiciones sobre las notas de crédito crearon el marco para la Declaración de Independencia y la subsiguiente Guerra Revolucionaria.

La Guerra Revolucionaria agravó los problemas monetarios de las colonias. Los mejores cálculos ubican el costo de la guerra entre el 15 y el 20 por ciento del Producto Nacional Bruto de las colonias. Aproximadamente el 85 por ciento de esta guerra fue financiada con dinero fiduciario. Durante el periodo 1775-80, la inflación anual era de alrededor del 65 por ciento. Como consecuencia —y antes de la Convención Constitucional de 1787— la situación económica era tal que los estados individuales aumentaban dramáticamente los impuestos y las regulaciones y el dinero seguía siendo inestable. Además, había mucha corrupción y escándalo en la política. Y por si fuera poco, la economía se encontraba en una depresión general que fue agravada por la crisis de 1787.

Como una reacción a la situación político-económica, se convocó la Convención Constitucional de 1787 en Filadelfia. En el debido tiempo, la Constitución fue redactada y ratificada en 1789. Es un documento corto, claro y comprensible. El preámbulo de la Constitución contiene sólo 52 palabras que están seguidas de siete artículos cortos y diez enmiendas conocidas como la Carta de Derechos, ratificada en 1791. La Constitución original establecía el Estado de Derecho y el gobierno limitado. Cabe destacar que alrededor del 20 por ciento de la Constitución enumera cosas que el gobierno federal y los gobiernos de los estados no pueden hacer, mientras que solamente un 10 por ciento de la Constitución concierne la entrega positiva de poder. En total, los poderes legítimos concedidos por la Constitución eran menos que aquellos que habían existido. Gran parte de la Constitución —alrededor del 70 por ciento de ella— se refiere a la concepción de los autores de su principal objetivo: colocar a EE.UU. y a su gobierno dentro del marco del Estado de Derecho.

La Constitución es un documento principalmente estructural y de procedimientos que indica quién o quiénes deberá (n) ejercer el poder y cómo lo deberá (n) ejercer. Se resalta mucho la separación de poderes y los pesos y contrapesos del sistema. No se trata de una construcción cartesiana o de una fórmula para practicar ingeniería social, sino un escudo para proteger a la gente del Estado. En pocas palabras, la Constitución fue diseñada para gobernar al Estado, no a la gente.

La Carta de Derechos establece los derechos de la gente frente a violaciones por parte del Estado. La única cosa que los ciudadanos pueden demandar del Estado, en virtud de la Carta de Derechos, es un juicio con un jurado. El resto de los derechos de los ciudadanos son protecciones frente al Estado. Durante alrededor de un siglo después de que la Constitución fuera ratificada, la propiedad privada, los contratos y el libre comercio doméstico en EE.UU. fueron sagrados. La envergadura y el tamaño del Estado permanecieron muy restringidos. Todo esto era consistente con lo que se entendía por libertad.

Es necesaria una observación acerca de los Padres Fundadores y el público. Hubo 55 Fundadores y 35 de ellos tenían educación universitaria. Los estándares para ingresar a las universidades en ese entonces eran extremadamente exigentes y estrictos. A los 14 y 15 años, la edad normal para ingresar a la universidad, a los estudiantes se les requería tener fluidez tanto en latín como en griego y ser competentes en los Clásicos. Eran expertos en el arte de la retórica y estaban profundamente conscientes de la necesidad de conseguir respaldo popular para su proyecto constitucional. Para los Fundadores, las políticas tenían que ser desarrolladas desde abajo hacia arriba.

En ese entonces, los estadounidenses estaban alfabetizados y bien informados, a través de panfletos y manuscritos, acerca de los debates políticos del momento. La cantidad de periódicos en EE.UU. en esa época cuadruplicaba la de Francia, país que era el centro del pensamiento continental y del debate acerca de muchas cuestiones constitucionales y filosóficas. Los Federalist Papers (Documentos Federalistas) fueron publicados en 1787 y 1788 en el Independent Journal de Nueva York, un periódico común y corriente. Estos importantes ensayos —escritos por Alexander Hamilton, James Madison y John Jay, bajo seudónimos— eran de alta calidad y crearon el marco para la Convención Constitucional y el producto resultante. Vale la pena mencionar que Hamilton organizó este proyecto, escribió gran parte de los ensayos y, de entre todos los Padres Fundadores, fue él quien desempeñó gran parte del trabajo intelectual por el menor crédito histórico. Dicho esto, dos economistas notables le han dado a Hamilton lo que le corresponde. Lionel Robbins pensó que los Federalist Papers eran “el mejor libro sobre ciencias políticas y sus aspectos prácticos escrito en los últimos mil años”. Y si eso no fuera suficiente, Milton Friedman escribió en 1973 que el Federalista No. 15, escrito por Hamilton, “contiene un análisis más convincente del Mercado Común Europeo que cualquier otro que he visto salir de la pluma de un escritor moderno”.

Luego de que la Constitución fuera ratificada y George Washington fuera electo presidente, el nuevo gobierno federal carecía de credibilidad. Las finanzas públicas oscurecían los prospectos del gobierno. Recordemos que el dinero de papel y la deuda fueron innovaciones de la era colonial y que una vez que empezó la Guerra Revolucionaria, los estadounidenses abusaron de estas innovaciones. Como resultado, EE.UU. nació en un mar de deuda. La mayoría de la gente favorecía una mora en el pago de la deuda. Alexander Hamilton, en su cargo como Secretario del Tesoro de Washington, se opuso firmemente a una mora. Como cuestión de principios, argumentó que la inviolabilidad de los contratos era el fundamento de toda moralidad. Para efectos prácticos, Hamilton argumentó que el buen gobierno dependía de su habilidad de cumplir con sus promesas.

Hamilton ganó la discusión y se dedicó a sacar al país de su debacle financiera. Entre otras cosas, Hamilton era —lo que hoy se llamaría— un ingeniero financiero de primera clase. Estableció un fondo federal de amortización para financiar la deuda de la Guerra Revolucionaria. También diseñó un importante intercambio de deuda en el cual las deudas de los estados individuales fueron asumidas por el nuevo gobierno federal. Para agosto de 1791, los bonos federales se vendían sobre par en Europa y, para 1795, todas las deudas extranjeras habían sido canceladas. La solución de Hamilton para el problema de la deuda de EE.UU. le dio al país una descarga de credibilidad y de confianza.

Hasta aproximadamente la Primera Guerra Mundial, la situación de la política económica de EE.UU. estaba en línea con el espíritu de la Constitución. La economía floreció, con importantes aumentos en los insumos de trabajo y capital, así como también un sólido crecimiento de la productividad. Hubo, por supuesto, una interrupción casi fatal durante este periodo: la Guerra Civil. La guerra consumió entre el 15 y el 20 por ciento del PNB, casi la misma proporción que la Guerra Revolucionaria. Las finanzas de guerra eran algo parecidas en la Confederación (el Sur) a lo que habían sido durante la Guerra Revolucionaria. Alrededor del 60 por ciento del financiamiento sureño venía de la impresión de papel moneda. El Norte también recurrió al financiamiento con dinero fiduciario, pero sólo a una tasa del 13 por ciento. Como resultado, hubo una oleada de inflación. Además del importante trastorno causado por la Guerra Civil, vale la pena mencionar una importante anomalía en la economía estadounidense: las tierras que le pertenecían al gobierno federal, así como a los gobiernos estatales y locales.

Alexander Hamilton, el primer Secretario del Tesoro, quería venderle a la gente la tierra tan pronto como fuera posible. Esto no ocurrió. Como consecuencia, el Estado todavía posee una gran cantidad de bienes raíces. Su área superficial es alrededor de seis veces más grande que el área total de Francia. Esta es una empresa estatal. Como podría imaginarse, también es poco productiva. Estudios detallados de las tierras que son propiedad del Estado indican que solamente alcanzan el 25-30 por ciento de la productividad de aquellas que son propiedad privada.

Las tierras públicas en EE.UU. han sido el centro de repetidos debates acerca del sistema de libre mercado en el país. De hecho, la Asociación Estadounidense de Economía se colocó en el centro de uno de estos debates. Un motivo, posiblemente el principal, para fundar la Asociación Estadounidense de Economía era protestar contra las actitudes laissez-faire en EE.UU. ¡No debería sorprender que la edición de mayo de 1885 del American Economic Review contenga tres estudios justificando la retención de los terrenos madereros del Estado!

En vísperas de la Primera Guerra Mundial, el gasto público era menos del 2 por ciento del PNB y el 99 por ciento de la población no pagaba impuesto sobre la renta. Recién se había creado el impuesto sobre la renta, pero la tasa más alta era de solo de 7 por ciento y se aplicaba a los ingresos que excedían los $500.000. El gobierno federal tenía alrededor de 400.000 empleados, menos del 1 por ciento de la fuerza laboral. Alrededor de 165.000 soldados estaban en servicio activo. No existía regulación alguna de los mercados de capitales o de trabajadores. La producción y distribución agrícola tampoco estaban reguladas. No había salario mínimo ni seguridad social. Un área en la que había una intervención relativamente agresiva en la economía era aquella de las tarifas que cobraban los ferrocarriles. La legislación antimonopolios también era fuerte.

La conflagración de la Primera Guerra Mundial marca una ruptura violenta con la letra y el espíritu de la Constitución. Los derechos de propiedad fueron suspendidos a gran escala. Hubo nacionalizaciones de gran envergadura de ferrocarriles, telefonía, telegrafía y, en un grado menor, de las embarcaciones navales. Más de 100 fábricas de manufacturas fueron nacionalizadas. El gobierno se involucró en la relación entre los trabajadores y los patronos con la Ley Adams de 1916. Se estableció el servicio militar obligatorio. La Ley de Espionaje fue aprobada en 1917. La Ley de Sedición de 1918 impuso penalidades sobre las expresiones anti-gobierno, socavando la Carta de Derechos. El novelista Upton Sinclair de hecho fue arrestado por leer la Carta de Derechos y Roger Baldwin, uno de los fundadores de la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles (ACLU), fue arrestado por leer la Constitución. El presidente Woodrow Wilson logró todo esto con los poderes de emergencia que el Congreso le concedió en 1916.

Gran parte de este aparato anti-constitucional fue desmontado después de la Primera Guerra Mundial. No obstante, permanecieron algunos residuos y estos resurgieron eventualmente. Todo lo que se necesitó para ello fueron otras emergencias nacionales —la Gran Depresión, la Segunda Guerra Mundial, la Guerra de Vietnam, y así sucesivamente. Con cada una, se aprobaron leyes, se crearon entes federales y crecieron los presupuestos. En muchos casos, estos cambios resultaron ser permanentes. El resultado es que las crisis sirvieron de catalizador, desviando la tendencia del tamaño y envergadura del Estado hacia un nivel mucho más alto.

No debería sorprendernos que los estados gastan más dinero y regulan más activamente durante las crisis —las guerras y los rescates económicos son costosos y complicados. Pero un Estado más activo también atrae oportunistas, quienes perciben que una emergencia nacional puede servir de pretexto útil para lograr sus propios objetivos.

EE.UU. y otros países parecen no estar más conscientes de esto hoy que lo que estuvieron en el pasado. Y aún así, la historia ha dado muchos ejemplos que ilustran lo dañino que es. Veamos la Gran Depresión. En ese momento, los grupos de presión agrícolas, habiendo intentado obtener subsidios durante décadas, se aprovecharon de la crisis para aprobar un amplio paquete de rescate, la Ley de Ajuste Agrícola, cuyo título la declaraba ser “una ley para aliviar la actual emergencia económica nacional”.

Casi 80 años después, los agricultores todavía están succionando dinero del resto de la sociedad y la política agrícola ha sido ampliada para satisfacer una variedad de grupos de presión, incluyendo conservacionistas, nutricionistas y amigos del Tercer Mundo. Luego, durante la Segunda Guerra Mundial, cuando el gobierno representaba alrededor de la mitad del PIB de EE.UU., prácticamente cada grupo de interés intentaba obtener algo del abultado presupuesto del gobierno. Aún departamentos federales aparentemente ajenos al esfuerzo de la guerra, tales como el Departamento del Interior (el cual está a cargo de las tierras estatales y de los recursos naturales), declararon estar desempeñando “trabajos esenciales para la guerra” y tener derecho a presupuestos y un personal todavía más grandes.

Dentro del gobierno estadounidense, la guerra contra el terrorismo le ha dado la excusa a una multitud de oportunistas provincianos, cuyas propuestas incluyen rescatar aerolíneas y nacionalizar la producción de vacunas. Como consecuencia, el ex presidente George W. Bush —supuestamente un conservador— lideró una expansión del Estado que marcó un hito. Esta tendencia continúa con el presidente Barack Obama, un intervencionista.

¿Qué podemos aprender de todo esto? Primero, “democracia” y “libertad” no son palabras intercambiables. Segundo, sólo el primer siglo de la experiencia estadounidense representa un parámetro de libertad. Expandir la democracia es un eslogan que requiere de mucha precaución. Puede convertirse fácilmente en una tiranía electa. La libertad es el concepto. Nuestro reto es convencer a cada ciudadano de los beneficios que fluyen de la puesta en práctica de la libertad. La libertad incluso podría florecer de formas muy diversas e inesperadas en diferentes partes del mundo.

Referencias:

Adams, John. The Works of Johns Adams, Second President of the United States, editado por Charles Francis Adams, Vol. VI. Boston, MA: Charles C. Little y James Brown, 1851.

Friedman, Milton. “Alexander Hamilton on the Common Market”, Newsweek, 4 de Junio de 1973.

Robbins, Lionel. A History of Economic Thought, the LSE Lectures, editado por Steve G. Medema y Warren J. Samuels. Princeton, NJ: Princeton University Press, 1998.

(*) Steve H. Hanke es profesor de economía aplicada en la Universidad Johns Hopkins y Académico Titular del Cato Institute.

http://www.elcato.org/sobre-la-democracia-versus-la-libertad

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RAZONAR SOBRE EL RACIONAMIENTO. RAMÓN GUILLERMO AVELEDO

¿Cómo recortará el gobierno el consumo de gasolina sin racionar el combustible? Habría que repreguntar a la aseveración del poderoso ministro de petróleos, que si gerenciando fuera la mitad de lo apto que es adulando, tendríamos la mejor política y la mejor industria petroleras del planeta. Pero acaso haya otra, que por obvia no se formula pero que está en la base del galimatías ministerial, ¿Cómo llegamos a este punto?

El gobierno controla la industria petrolera de punta a punta. El ministro es también presidente de Pdvsa, así que ni siquiera puede alegar que alguien lo controla o que el controlado no le hace caso. El gobierno limpió de “enemigos” la corporación, sacó a técnicos, gerentes y trabajadores, buena parte de los cuales se desempeñan hoy con éxito en otros países, y además duplicó la nómina, así que no puede alegar “saboteo” o falta de personal para acometer la patriótica tarea. El gobierno ha ideologizado y politizado a Pdvsa hasta extremos que habrían parecido ridículos en cualquiera de los países del que se llamó socialismo real y quizás habría ruborizado a algún celoso Guardia Rojo de la Revolución Cultural Proletaria china de hace varias décadas, porque los que en la actualidad siguen alegando la condición socialista manejan (con la probable excepción de Nord Corea) su economía con otros criterios y otros estilos, así que tampoco puede recurrir a uno de sus favoritos alegatos que es la falta de conciencia revolucionaria.

El gobierno ha tomado todas las decisiones que ha querido, sin que la Asamblea Nacional le ponga reparo, ni la Contraloría muestre la menor curiosidad; ha seguido a pie juntillas las instrucciones presidenciales; ha vendido a tasas crédito y a tasas preferenciales, se ha endeudado a tasas de mercado, se ha comprometido en condiciones inéditas, ha mantenido el precio de la gasolina en niveles irrisorios hasta aumentar el consumo hasta niveles irracionales, ha entregado todo el dinero que le pidieron y ha dedicado a Pdvsa a cuanto quiso, como hacer casas, comprar alimentos o mercadearlos. Estatizó todo, desprofesionalizó todo, politizó todo, decidió todo. Los precios, además, le han sonreído. Con caídas que nunca han llegado a los niveles más altos de sus antecesores en su pico más afortunado, el crudo y los productos venezolanos han estado en niveles históricamente elevados y durante tiempo record. Pero producimos menos, exportamos menos, importamos combustible, las ganancias de Pdvsa cayeron 28%, la endeudada estatal tuvo que ser auxiliada con dos mil millones de dólares del Banco del Tesoro, y tenemos que disminuir el consumo nacional.

La respuesta, tristemente, está en lo que soberana, ideológica, obediente e irresponsablemente se ha hecho o se ha dejado de hacer. Precisamente.

PREGUNTAS

La tercera comparecencia de los ministros, en caprichoso agrupamiento para eludir el control, dio oportunidad para apreciar, otra vez, el contraste entre el topos uranus ideológico en el que viven (o fingen vivir) los gobernantes y la vida real de nosotros los venezolanos.

¿Qué preguntaron los diputados de la Unidad?

El Nacional destaca algunas de ellas. El caraqueño Stalin González ¿Cuándo viene el presidente Daniel Ortega a bañarse con Hugo Chávez en el Guaire? El zuliano Julio Montoya ¿Quién le dio los contratos de Pdval a Fernández Berruecos? y si hubo licitación, y dónde están las casas que se iban a construir por el convenio con Uruguay. El aragüeño Richard Mardo ¿Por qué hay problemas para conseguir cemento y cabillas? Y el anzoatiguense Antonio Barreto Sira ¿Por qué el agua no llega a nuestros pueblos? ¿Por qué las amas de casa hacen colas para obtener una bombona de gas? ¿Cuánto se importa de gasolina?

Hablan de la mentira, la corrupción, la ineficacia que afectan la vida real de los venezolanos de carne y hueso.

¿Qué dijeron los ministros?

Los ministros recitaron un hermoso texto con base en cifras rojas, buenos en escenografía, montaje, vestuario y maquillaje, flojo en argumento, nulo en producción. Culparon a los gobiernos que terminaron hace doce años, insultaron a los diputados y gritaron “Patria, socialismo o muerte”.

VIDA REAL

La canasta básica cuesta Bs.F 5.051,36. La inflación de estos doce años de proceso es 405%. Continúa la huelga de hambre de estudiantes por los presos políticos. Cardenal Urosa los respalda. Cayeron las ventas de los supermercados en 31.8% el año pasado y las ganancias de Pdvsa en 28%. Trabajadores descontentos derriban en portón de Alcasa en Ciudad Guayana. Industria estima que el abastecimiento va a fallar de mantenerse la situación actual. 5.534 casos de dengue reportados en enero. Seis de las veinte unidades de Guri inactivas. Crearán panaderías y carnicerías socialistas. Falla afecta operaciones del estatizado Banco de Venezuela. El ahorro por comprar en Mercal es 3%. El gobierno reconoce presencia militar extranjera en nuestro país. Cierran el Museo del Transporte en Caracas, por decisión del gobierno. Siete de cada diez venezolanos considera “poco o nada acertados” planes contra la inseguridad. “Hampa azota a microbuses” titula Ultimas Noticias, Gramoven es la ruta más peligrosa. Siete de cada diez víctimas de homicidio tiene entre 15 y 34 años de edad. 250 trabajadores sometidos a juicio por reclamar sus derechos.

ESTA SEMANA, EN LOS MEDIOS…

“MILITARES CUBANOS MANDAN A OFICIALES VENEZOLANOS”
Diputado Carlos Berrizbeitia en El Nacional,
Miércoles 16.2.11, pp 1 y 3 (Nación)

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MUAMAR AL-GADAFI UN “DINOSAURIO” DEL PODER. CARLOS VILCHEZ NAVAMUEL

Vientos de libertad llegan a los países del norte de África acompañados de la Internet y el ciberespacio, sin duda alguna estos vientos han llegado para quedarse, sus resultados ya se dejan ver, dos gobernantes exilados, manifestaciones y revueltas por doquier.



Con diferencias abismales entre sí, estos países tienen un denominador común, están hartos de atropellos contra los derechos humanos y de sus líderes que se han perpetuado en el poder. Sus pueblos han visto un nuevo derrotero a seguir, se llama “Democracia”.  

El turno le ha tocado a Libia,  país dirigido por el legendario Muamar al-Gaddafi, un militar nacido   en el desierto de la ciudad de Sirte en 1942.  Participó en la revolución que derrocó al régimen monárquico del rey Idris en 1969,  logrando a los 27 años el mando de la junta militar. Ha gobernado por más de cuatro décadas este país de forma autoritaria.
 
Grupos de manifestantes iniciaron sus protestas hace solo unos días en Trípolis, capital de Libia, emulando lo sucedido en Egipto. Las manifestaciones son contra el gobierno de Gaddafi, le exigen que se vaya, y al igual de lo ocurrido en el país vecino, el movimiento ha crecido por toda la nación, Gaddafi, un “dinosaurio del poder” apegado a su fundamentalismo ha dicho que no se irá y que morirá como un mártir.

Las recientes declaraciones de Muamar al-Gaddafi son inexplicables, por cuanto las noticias internacionales nos hacen ver otra realidad, por ejemplo, afirmó que estas manifestaciones han sido provocadas por  “Un pequeño grupo de jóvenes drogados que trataron de imitar lo que ha pasado en Túnez y Egipto” y agregó que estos manifestantes “son mercenarios que han avergonzado a sus clanes y familias.”  Y “advirtió que los enemigos de su país serían ejecutados.”

Haciendo honor a su palabra, Muamar ha contratado a mercenarios extranjeros para que asesinen a los manifestantes. También ordenó un bombardeo sobre la ciudad -ignoramos cuantas cosas más- pero una noticia procedente de la BBC nos informa que  “El ejército libio ha experimentado una serie de deserciones e informes desde Bengasi dan cuenta de que pilotos rechazaron las órdenes de bombardear la ciudad y se lanzaron en paracaídas de su avión.”  Confirmando así que los militares están divididos y que no todos apoyan al gobierno actual.

Los cables nos informan que hasta el momento han muerto mas de 300 personas, sin embargo otros calculan que podrían ser mas de 1000.

Por su parte, el presidente Barack Obama ha pedido el cese de la violencia y calificó el “derramamiento de sangre como indignante” además dijo que junto con sus aliados estaban preparando una serie de opciones para entrar en acción.

Incomprensiblemente, en pleno siglo XXI, este “dinosaurio del poder” ha recibido el apoyo público de los mandatarios más retrógrados de nuestra región, todos ellos autoritarios y cuestionados, empezando por el más viejo y octogenario Fidel Castro, el sandinista Daniel Ortega, de Nicaragua  y  por supuesto su comandante y financista, el presidente venezolano Hugo Chávez quien en una cadena de televisión tristemente comparó a Gaddafi con Simón Bolívar.






Carlos Vilchez Navamuel
carlosvilcheznavamuel@gmail.com
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TERGIVERSANDO EL LIBERALISMO. FEDERICO BAUER RODRÍGUEZ. DESDE GUATEMALA.

El fiambre que se hace de todas las tendencias liberales.

Los que hemos tomado la tarea de difundir la tesis liberal, ya sea por motivos morales o utilitarios, nos encontramos con cierta oposición que continuamente saca de contexto nuestras propuestas, y las tergiversa con el fin de ganar el moral high ground.

La primera arma de estos comunicadores consiste en hacer un fiambre de las distintas variaciones de la escuela de pensamiento que llamamos liberal, y atacar al liberalismo en general con las fallas indiscriminadas de cualquier versión de las mismas.

Entre las muchas variaciones encontramos el anarco-capitalismo y el randianismo, con las cuales no simpatizo, el minarquismo y el liberalismo clásico, con las cuales sí simpatizo. Para nuestros detractores es muy fácil utilizar argumentos válidos en contra de los seguidores de Ayn Rand, pero yo no soy uno de ellos. Igualmente, tampoco estoy de acuerdo con los monetaristas de Chicago, pero a mis detractores eso no les importa.


Generalmente nos acusan de querer acabar con el Estado y vivir en la “anarquía” del mercado, pero eso es totalmente falso, por los dos lados. Reconocemos la importancia de un Estado fuerte en los temas relacionados al Estado de Derecho, y a su rol subsidiario pero con limitaciones. Creemos que el Estado debe dar prioridad al tema de seguridad y justicia, y una vez resuelto esos temas dedicarle recursos a los compensadores sociales como salud, educación, vivienda y previsión social.
En cuanto a dejar al mercado todos los aspectos de la vida en sociedad tampoco es cierto, pero la asignación de recursos escasos que no tiene alternativa, si es que se quiere obtener eficiencia económica. Las socialdemocracias responsables (nórdicos y otros), utilizan el sistema de mercado capitalista con el fin de obtener los mayores recursos que sirven para financiar sus programas sociales.

Una vez creada la riqueza debemos integrar a otras disciplinas profesionales, con el fin de optimizar su uso desde el punto de vista social, pero meterle sesgos no económicos en el proceso de generación siempre tiene consecuencias no deseadas. Desafortunadamente, es en el proceso de la repartición de los recursos en donde los políticos actúan buscando su permanencia en el poder y no el beneficio de la comunidad, y aquí sí estamos todos los liberales opuestos al clientelismo.


Que los liberales satanizamos al sector público y sus instituciones es otra crítica común, pero en realidad lo que satanizamos es la corrupción y la ineficiencia, ya sea pública o privada. 
En el InfoIGSS me acusan de demonizar a las instituciones públicas, pero en mis columnas he tratado de proponer soluciones para corregir fallas en instituciones públicas y privadas por igual.


La diferencia estriba en que cualquiera puede criticar a una institución pública por dos razones, la Constitución nos protege y la información es pública. En el caso de las empresas privadas solo podemos atacar al sistema mercantilista en general, pero no podemos apoyar nuestros argumentos con información privilegiada de casos particulares. En el caso del IGSS, son ellos los que han publicado que si no se hace cambios, el sistema colapsará en el 2021, no lo inventé yo. En su número 57 del 20/1/2011 del InfoIGSS, encontramos noticias alarmantes del sistema de seguridad social en Europa, pero no es aumentando la edad de retiro sino transformando el sistema como se corrige el problema. Urge permitirle a los trabajadores que puedan escoger su sistema previsional y de salud.


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UN LLAMADO AL LIBERALISMO JOVEN DE HONDURAS. OCTAVIO PINEDA ESPINOZA

Ante un análisis tranquilo y desprejuiciado de la realidad hondureña, vemos con tristeza y asombro el paulatino desmontamiento del Estado de Derecho y de la institucionalidad nacional de parte de la administración Hernández Alvarado-Lobo, el marcado autoritarismo de estos personajes autocráticos que ahora enmascaran la falacia de las “ciudades modelos” y las reformas al artículo 5 de la Constitución bajo un manto de “democracia”, cuando lo que hacen es preparar sus “negocios modelos” y la burla más grande a la soberanía popular con la complicidad de otras bancadas incluyendo al ala empresarial y económica de la del Partido Liberal que con altos grados de miopía, no pueden discernir que por perseguir sus negocios particulares están destruyendo su posibilidad de ganar el poder y sus más caras atribuciones como representantes del pueblo.

El llamado al servicio público involucra un alto grado de compromiso nacional, no sólo para con los ideales de un partido político sino que con la idea bien arraigada en el pensamiento y en el corazón del político, que se siente parte de algo más grande que él mismo y que sus ambiciones particulares, que siente como compromiso que su aporte a la realidad nacional presente y futura de la nación no sólo lo honra sino que salvaguarda los mejores intereses del país y de su futuro, reflejado en sus propios hijos y los de los ocho millones de compatriotas que aspiran a una vida mejor.

Las organizaciones que por antonomasia han representado y deben representar y canalizar las aspiraciones de la ciudadanía son los partidos políticos, el fortalecimiento de esa ciudadanía viene a través de la educación, de la formación y de la capacitación y reingeniería dentro de estos órganos sociales, eso involucra una renovación inteligente de sus estructuras, el aprovechamiento de la historia y de las enseñanzas del pasado y un paso firme de la dirección partidaria, de toda la institucionalidad interna de los partidos y de sus aspirantes a diferentes cargos bajo una idea común y una estrategia compartida, requiere someter el ideal y la aspiración personal al paradigma colectivo de la institución, en mi caso, del Partido Liberal de Honduras.

Podemos llenar miles de páginas de los diarios, miles de horas radio y televisión discutiendo y señalando culpables del descalabro y desunión del PL y así lo que lograremos es terminar de enterrar a esta institución necesaria para ofrecer el contrapeso real ante el autoritarismo campante en estos momentos, debemos recordar que “el poder absoluto, corrompe absolutamente” y que el mismo sólo se contiene si existe una oposición constructiva y solvente moralmente para contrarrestar los abusos de quienes ven al Estado como botín y estilo de vida y no, como una responsabilidad y una tarea de construcción de ciudadanía, ese valor lo ha perdido el Partido Liberal en estos momentos al encamarse con las camarillas que corruptamente dominan al Estado hondureño desde dos de los tres poderes existentes constitucionalmente.

Es ante tal realidad que mi llamado no va dirigido hacia las estructuras arcaicas, anquilosadas y comprometidas con intereses corporativos y personales al interior del PL sino ante la joven y prometedora clase emprendedora, profesional, estudiosa y formada de este instituto político para que, junto a la clase media y a los hondureños liberales de cualquier condición social o económica que se sientan comprometidos con el Partido pero más allá, con el país, a que dirijamos por primera vez y con conciencia la ansiada unidad liberal, la necesaria unidad nacional y la verdadera transformación partidaria y nos deshagamos también inteligentemente de aquellos que han corporativizado el Partido y a su militancia, que lo han alejado de sus principios y que lo han desdibujado hasta dejarlo convertido en una caricatura, mi llamado pues es a que no sigamos siendo peones de los pleitos de los caciques, de los viejos con ideas viejas ni de los jóvenes con ideas viejas, estoy seguro que podemos hacerlo mejor si nos sentamos con serenidad y voluntad a construir ese camino de vuelta a la civilidad y a la victoria.

OCTAVIO PINEDA ESPINOZA 
Catedrático universitario, político


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LOS LIBERALES, TODAVÍA DIFAMADOS. SERGIO ESTEBAN VÉLEZ. DESDE COLOMBIA

Con su pluma aparentemente sosegada (pero potencialmente incendiaria), pareciera como si el sacerdote en retiro Ernesto Ochoa Moreno quisiera revivir los tiempos en los cuales la Iglesia azuzaba a sus fieles contra el Partido Liberal. A pesar de la prudencia y sabiduría que exige la categoría vitalicia de “intermediario entre Dios y los hombres” que le ha concedido la ordenación sacerdotal (aunque su ministerio esté inactivo), Ochoa, en su columna del pasado sábado, publicada en El Colombiano, declara “maldita” la herencia que ha dejado a Colombia el general Francisco de Paula Santander, forjador de nuestra república.

BOLIVAR Y SANTANDER
Esta maldición afecta de paso al Partido Liberal y a sus dirigentes, que han tenido como inspiración y guía, durante más de 160 años, el pensamiento y la obra magnánima del general Santander.

Al comienzo de la citada columna, Ochoa maldice la corrupción que ha asolado a Colombia (cuya responsabilidad el columnista imputa a los seguidores de Santander), y, en el penúltimo párrafo del texto, maldice explícitamente al santanderismo como tal (mejor conocido en Colombia como el Liberalismo).

Al leer el sectarista artículo de Ochoa Moreno, lo primero que pensé fue que esta maldición suya a un significativo sector de la población colombiana no sólo era gravísima por venir de un líder de opinión, sino altamente peligrosa por haber sido emitida por un religioso, mucho más cuando en Colombia hemos sufrido ya dolorosos episodios causados por declaraciones como la que capta hoy nuestra atención. No podemos olvidar a algunos célebres obispos y a numerosos sacerdotes que, hasta hace medio siglo, condenaban “el pecado de ser liberal” y se abstenían de suministrar los sacramentos a los militantes del Liberalismo y a los hijos de estos. Eruditos historiadores señalan que esta actitud de la Iglesia fue uno de los principales factores para el desencadenamiento en nuestra patria de “La Violencia” partidista, que dejó más de 300.000 muertos y otros cientos de miles de desplazados.

Por lo demás, ¿no es, acaso, consciente Ochoa Moreno de lo que en el ámbito de la Catolicidad significa una “maldición de cura”?

Además de su ominoso fundamentalismo, al artículo de Ochoa debe criticársele la falta de rigor histórico. Dice, por ejemplo, que el fundador del Partido Conservador fue don Miguel Antonio Caro (cuando la verdad es que don Miguel Antonio era apenas un niño cuando ese partido fue fundado por Mariano Ospina Rodríguez y José Eusebio Caro).

Según Ochoa Moreno, su condena a la figura y a las realizaciones de “el Hombre de las Leyes” tiene sustento en el libro “Santander”, que publicara el antioqueño Fernando González en tiempos del Gobierno el presidente Eduardo Santos, a quien González llamara despectivamente “indio”. Ignora Ochoa que, en la opinión de numerosos intelectuales, de la talla Rafael Gutiérrez Girardot, González no merece ser llamado filósofo y su obra está llena de incoherencias, trivialidades y contradicciones.

Las virulentas críticas de Fernando González contra los gobiernos no fueron ajenas a sus intereses personales. En tres oportunidades, sus furibundos vituperios contra nuestros gobernantes tuvieron que quedar en suspenso, cuando aceptó los altos cargos diplomáticos en Europa que le ofrecieron los partidos tradicionales. Y su paso de ser antibolivariano a seudodevoto de Bolívar y recalcitrante enemigo de Santander viene también de la venta de su pensamiento, en este caso al deseo de acercarse al sangriento dictador venezolano Juan Vicente Gómez y de obtener los favores de este. Como todos sabemos, Gómez manipuló la imagen de Bolívar tan mañosamente como lo ha hecho su álter ego, Hugo Chávez.

La abyección de González, según el cual Gómez era un segundo Bolívar, llegó hasta el extremo de haber publicado un libro entero de homenaje al dictador, quien pasara a la historia por sus asesinatos, torturas, encarcelamientos y ejecuciones sumarias de sus opositores y por el expolio al que sometió a Venezuela. ¡Y se atrevió luego Fernando González a escribir un panfleto para mancillar la memoria del general Santander, padre de nuestra democracia, ejemplo de justicia y de respeto por la ley y precursor del enfoque liberal de nuestra legislación! ¿Qué tal las bases ideológicas de Ochoa Moreno?

Como nuestro espacio es limitado, no podemos extendernos en evocar las ejecutorias monumentales de Santander, ni en desvirtuar las injurias que sobre él se han divulgado malintencionadamente. A quienes estén interesados en conocer la realidad acerca de las supuestas actitudes de Santander que critica Ochoa Moreno en su columna, los invito a consultar el libro “El gran calumniado”, en el cual Germán Riaño Cano despeja la leyenda negra de “el Hombre de las Leyes”. Este libro, que me fue recomendado por el historiador Rodrigo Llano Isaza, es herramienta fundamental para todo colombiano que quiera estar seguro de la probidad moral y de la lucidez de Santander, el primer gran precursor de la educación en Colombia, como me comentara hace unos meses el doctor Otto Morales Benítez.

Y valga la pena aclarar que, al defender a Santander, no pretendemos, en absoluto, demeritar a “el Libertador”. Talvez nuestros lectores recuerden el extenso artículo que, hace tres semanas, publicamos acerca de la gloria de Bolívar.

Cuando residía en Colombia, conocí, en las reuniones de la Sociedad Santanderista de Antioquia, a distinguidos seguidores de “el Hombre de las Leyes” que eran también fervorosos bolivarianos, y a otros apasionados por Santander, que, no obstante no ser bolivarianos, reconocían y exaltaban los méritos y el heroísmo de Bolívar. Logré, entonces, una mejor conceptualización histórica del período inicial de Colombia como república y comprendí que es vana la disputa radical entre santanderistas y bolivarianos y que hacen mal quienes, como Ernesto Ochoa Moreno, pretenden reanimar el odio entre liberales y conservadores.



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