BIENVENIDOS AMIGOS PUES OTRA VENEZUELA ES POSIBLE. LUCHEMOS POR LA DEMOCRACIA LIBERAL

LA LIBERTAD, SANCHO, ES UNO DE LOS MÁS PRECIOSOS DONES QUE A LOS HOMBRES DIERON LOS CIELOS; CON ELLA NO PUEDEN IGUALARSE LOS TESOROS QUE ENCIERRAN LA TIERRA Y EL MAR: POR LA LIBERTAD, ASÍ COMO POR LA HONRA, SE PUEDE Y DEBE AVENTURAR LA VIDA. (MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA) ¡VENEZUELA SOMOS TODOS! NO DEFENDEMOS POSICIONES PARTIDISTAS. ESTAMOS CON LA AUTENTICA UNIDAD DE LA ALTERNATIVA DEMOCRATICA

sábado, 31 de agosto de 2013

JUAN GABRIEL VÁSQUEZ, LECCIONES DE PAZ PARA OÍDOS AUSENTES, FUENTE EL ESPECTADOR DE COLOMBIA

El plan de paz que diseñó en 1987 puso fin a una guerra civil que se había cobrado más de cien mil víctimas en Centroamérica, y lo hizo peleando contra la oposición simultánea de los Estados Unidos y de la Unión Soviética: no es exagerado decir que se enfrentó a la Guerra Fría y salió ganando. Ha viajado por medio mundo enterándose de los procesos de paz que se han dado en otros conflictos, de Sudáfrica a Irlanda, y ha liderado las políticas de desarme más exitosas que se han visto en nuestro continente. 

Por todo eso, era lícito esperar que su presencia esta semana en Colombia atrajera la atención de los que tienen algo que decir acerca del proceso de La Habana. Arias vino invitado por Ulibro, la Feria del Libro de Bucaramanga, y allí, en el auditorio nuevo de la Universidad Autónoma, este hombre que se ha ganado a pulso el derecho de hablar de paz hizo un discurso lleno de ideas y propuestas y consejos. Pero los posibles beneficiarios de su experiencia, las personas que ahora mismo negocian nuestro futuro o tienen voz o voto sobre lo que pasa en La Habana, no estaban allí. Y les habría venido bien oír lo que dijo.

O quizá soy injusto: quizá esos beneficiarios siguieron atentamente las conferencias por streaming. Si es así, habrán escuchado a Óscar Arias decir que el proceso de paz, en su opinión, habría debido comenzar con el cese de hostilidades: “Acordar un alto al fuego, a los secuestros, a los asaltos, a los atentados, hubiera sido una demostración elemental de buena fe de las dos partes en conflicto y también una de las mejores maneras de aumentar las probabilidades de que se sintieran comprometidas a llevar la negociación hasta el final. Para que un proceso de negociación tenga éxito, todos deben sentir que tienen participación en el resultado y que tienen mucho que perder en caso de desistir”. Habrán escuchado a Óscar Arias decir que, al contrario de las opiniones que han manifestado varios de nuestros congresistas y negociadores, el tiempo no es ilimitado: “Muchas veces he dicho que la paz no es fruto de la impaciencia. Pero mucho menos es fruto del perfeccionismo y la postergación. Las partes deben sentir que tienen tiempo para decidir, pero que ese tiempo no es ilimitado. El conflicto centroamericano nos enseñó la importancia de aprovechar el moméntum. La atención del mundo es breve, los recursos son escasos y otras prioridades compiten siempre con la búsqueda de la paz”.

La guerra que Arias logró terminar es, con mucho, la más parecida a la que nos agobia, y sólo por eso son atendibles (yo diría: invaluables) sus lecciones, su experiencia y su sensatez. 

“Se requiere humildad y flexibilidad”, dijo Arias hablando de los procesos de paz. “Se requiere hidalguía y sentido de responsabilidad histórica. 

Lo que nos enseñan procesos como el de Irlanda del Norte, como el de Sudáfrica, como el de Centroamérica, es que la paz no es la obra de héroes ni titanes, sino de hombres y mujeres imperfectos, luchando en tiempos difíciles por un resultado incierto”.

Eso dijo Arias. Y yo me digo: ojalá alguien, en Cuba o en Colombia, haya tomado nota.

http://www.elespectador.com/opinion/lecciones-de-paz-oidos-ausentes-columna-443365

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LUIS ARAQUISTAÍN, HISPANIDAD, EL SOL, 1927

El hispanoamericanismo liberal debe ser criba de valores y también, en las partes enfermas, escalpelo y cauterio.
En ciertos sectores sociales y en particular en varios medios informativos,  se escucha o lee con frecuencia el término hispano o latino. El uso del primero es relativamente reciente, porque se afirma que surgió en los años 20 del siglo pasado, para identificar a las personas que hablan español y cuya cultura se origina en el país ibérico.
Sin dudas es Estados Unidos el país donde más se usan esos términos como parte fundamental de un esfuerzo de un sector de la sociedad que legítimamente pretende  identificar una minoría que procede de diferentes países y que a pesar  de las razonables diferencias regionales,  tienen mas factores en común, particularmente el idioma, que elementos que sean contrarios a una identidad común.
No obstante, no se puede pasar por alto que en los tiempos de las grandes inmigraciones europeas, los sociólogos estadounidenses de la época no identificaban a los irlandeses, italianos y alemanes, unos pocos ejemplos, como europeos, quizás la excepción fueron los judíos, porque aunque procedían de diferentes países,  tenían el denominador común de una religión.
Tal vez el que no se produjera una identificación a esos grupos migratorios radicó,  entre otros factores,  en que los grandes núcleos de esas poblaciones se asentaban en áreas muy especificas y que el limitado desarrollo de las comunicaciones y del transporte dificultaban la identificación de intereses comunes, situación que la globalización, las redes sociales y la profundización del estado de derecho  han facilitado, posibilitando el fortalecimiento de la influencia hispana.
A diferencia de otras emigraciones, los hispanos se han diseminado por todos el país y aunque algunas nacionalidades que integran la precaria definición tienen mas inclinación a asentarse en una región que otra, su presencia es nacional y su influencia de igual condición, lo que tal vez ha motivado una especie de hispano centrismo en algunas personalidades, organizaciones no gubernamentales y hasta en entidades comerciales, particularmente medios de comunicación, que se han sumado al coro quizás por algo de altruismo, pero también como una práctica de mercado de la que esperan beneficios. 
Pero la prudencia cuando se promueve una causa es conveniente, porque se disminuyen los pretextos de los potenciales o reales enemigos que la puedan  afrontar.
Los que promueven la hispanidad, religiosos, políticos o comunicadores sociales  deberían ser mas cuidadosos al exponer sus puntos de vistas, ya que en ocasiones sus críticas a este país son tan absolutas e incluyentes que algunos podrían ver un toque de racismo en ellas.
Es importante, trascendente,  defender las raíces de la nación de que la se procede pero sin caer en chauvinismo, sin asumir la concepción de que tenemos privilegios por el simple hecho de formar parte de una cultura o una etnia y esa es lamentablemente la opinión que generan algunos promotores  de la hispanidad, al extremo que dan la impresión de que están convencidos que sus iguales han bendecido a este país con su presencia.
Los problemas de un ciudadano en cualquier país, ya sea por nacimiento o adquirida la ciudadanía, son comunes: Trabajo, educación, vivienda, salud y el respeto a sus derechos por parte de las autoridades, pero ningún grupo o sector, debe disfrutar de privilegios que vayan en detrimento de una parte de la sociedad.
Los hispanos y en consecuencia la hispanidad  han ido adquiriendo en este país una particular importancia, entre otros factores porque su creciente presencia les convierte en objetivo de cualquier político y porque según aumenta su número, aun cuando no pueda participar en las elecciones, son un mercado de consumo que ninguna empresa de servicios o producción puede atreverse a descuidar.
Pero esa creciente influencia también puede ser objetivo de demagogos presentes en la política, los medios o la academia, que pueden transformar la hispanidad en un etnocentrismo que afecte los progresos alcanzados y que nos segregue de la comunidad nacional.
Es chocante escuchar una noticia en la que el presentador menciona las bajas ocasionadas por un ataque terrorista  y señala, “murieron tres soldados, entre ellos un hispano”, otra que refiere, “cuatro hispanos fueron heridos en Coconut Grove” o a una presentadora que durante un programa de variedades le pregunta a su colega si entre los seleccionados masculinos en un certamen, había algún hispano.
Ser huésped y más cuando no se ha sido invitado, implica respetar las reglas del dueño de la casa. Hay que estar dispuesto a formar parte del país que hemos elegido, lo que no implica perder la identidad propia.
Llegar a un lugar al que se arriba por propia decisión y demonizarlo, es absurdo e injusto, y todavía lo es  más cuando se tiene la posibilidad de retornar a la casa propia.

http://www.filosofia.org/hem/dep/sol/9271213.htm
El Sol
Madrid, martes 13 de diciembre de 1927
Enviado a nuesros correos por
Pedro Corzo


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CARLOS SCHULMAISTER, LA AVENTURA DEL PENSAMIENTO, O SER Y APARENTAR, PRIMERA PARTE

I

Desde hace 4,5 millones de años la humanidad viene desarrollándose a partir de la experiencia de conocer, explorar, descubrir, investigar y operar en el mundo material y en el de las ideas,  desplegando actos y comportamientos, lenguaje, nociones, ideas, teorías, haciendo objetos y atribuyéndoles a todos esas creaciones una carga simbólica que los trasciende y los proyecta en el tiempo y en el espacio. Esas características, capacidades y potencialidades revelan ese complejo maravilloso y misterioso que llamamos la humanidad de los hombres: eso que los vuelve humanos más allá de sus variables y diversos rasgos étnicos y de las renovadas formas de su dotación psicológica e intelectual, o, precisamente, a partir de ellas. 

Lo humano es una construcción constante a través de incontables actos de intelección y concienciación acumulados y compartidos a lo largo del tiempo en una dialéctica compleja entre lo genérico y lo individual, comenzando por el más maravilloso de todos los actos: la creación del lenguaje.

Ahondando en la descripción de ese proceso la humanidad se muestra siempre como un conjunto de caracteres inacabados e inabarcables que se autogeneran, revelan y despliegan a través del juego dialéctico de la experiencia y el cálculo, la acción y el potencial, la concreción y el deseo, a través del tiempo y del espacio, en una constante creación y transformación tanto del homo creador como de sus creaturas.

Es en la perspectiva histórica donde se aprecia claramente el proceso evolutivo de la humanidad y de la cultura, términos que para nuestro propósito son equivalentes más allá de que se quiera poner énfasis en los creadores o en la cultura creada. Es así como se pueden percibir los cambios en la cultura junto con los cambios  de lo humano, o si se prefiere, de la condición humana, en construcción. También vemos en perspectiva la aparición o presencia y desarrollo  de las múltiples dimensiones del hombre, tales como la cognitiva, la psíquica, la de la sensibilidad y la espiritual, todas las cuales confluyen en el homo faber, por citar las hasta aquí conocidas en el marco de la reconocida multidimensionalidad humana.

El hombre es sujeto y la cultura es su objeto de creación/recreación. Y en ésta se hallan también los otros sujetos como individuos y como género, interactuando mutuamente como sujetos/objetos. De modo que la cantidad de los sujetos será siempre infinitamente menor que la magnitud de sus obras.  Constantemente la humanidad va concretando la novedad y a la vez generando nuevos potenciales, complejizando y amplificando el mundo que habita. 

Sin embargo, la impresionante transformación material producida por el homo faber  suele desplazar la maravilla representada por la transformación del hombre como ser racional y moral. Pese a que son dos esferas interdependientes, la maravilla del desarrollo histórico de la inteligencia  y la espiritualidad humana suelen quedar opacadas ante la grandiosidad de sus frutos: la cultura material y simbólica. 

La inmensidad y variedad de la creación cultural, incluidas luces radiantes y ominosas oscuridades, pueden llenar de orgullo o de pesar al género humano tal cual de hecho sucede, a tenor de las respectivas concepciones filosóficas de cada individuo, por lo general polarizadas entre los extremos del optimismo y el pesimismo absolutos que van del “todo es una maravilla” al “todo es una mierda”, respectivamente, si bien entre ambos caben innumerables gradaciones alternativas de valor.

De cualquier modo, todos los humanos somos solidariamente responsables del debe y el haber de la condición humana tal cual ha sido y es expresada en todos los tiempos y lugares, de modo que la gloria o el oprobio, el orgullo o la vergüenza, nos corresponden a todos por igual. No así tratándose de la consideración individual del paso de cada uno por la vida pues a esta escala lo que nos interpela predominantemente es la diferencia, la desigualdad, la diversidad de la incardinación de la humanidad en cada sujeto.

Todo pensamiento, sea el primitivo y siempre presente  pensamiento mágico o el más alambicado pensamiento racional, se ve calificado por la inteligencia en tanto facultad genérica de los hombres, si bien no de una vez y para siempre sino en desarrollo constante, lo cual implica precisamente la posibilidad de avances y de retrocesos tanto en la condición como en la acción humana. 

La variedad de formas mediante las cuales la inteligencia  se revela y es puesta en acción en y por cada sujeto particular es tan grande que suele perderse de vista que todos los humanos la poseen en condiciones normales.  

A la base de dichas diferencias se encuentra la diversidad de contextos sociales, culturales, etnolingüísticos y modos concretos de operar la relación sociedad-naturaleza, todo lo cual dice relación con formas idiosincráticas de organización del tiempo y del espacio, es decir, de los respectivos marcos culturales que se consideren, incluyendo, por consiguiente, la existencia y funcionalidad histórica del poder.

Decir qué significaba para los hombres del Paleolítico lo que hoy damos en llamar inteligencia es una tarea gigantesca que escapa a los marcos y posibilidades de este trabajo. La reconstrucción del universo mental de aquellos hombres no deja de ser una hipótesis compleja, construida con la ayuda de la antropología cultural contemporánea. En todo caso, la inteligencia operaba en base a la lógica proporcionada por la experiencia y por un psiquismo en muchos aspectos diferente al del hombre moderno, en tanto era un dato habitual la creencia en las propiedades mágicas de las cosas. 

Si el universo mental de aquellos hombres del Paleolítico fue, como es probable, similar en cada uno de ellos, se podría inferir una cierta accesibilidad igualitaria al conocimiento del saber social acumulado. Por su parte, la Historia pone en evidencia una relativa estabilidad de la cultura durante varios millones de años, signada por su índole práctica y a la vez de tipo mágico por la importante gravitación en ella de un mundo aparentemente paralelo al humano, compuesto de mitos acerca de dioses y otros seres superiores que precedían y sucedían la existencia misma del género humano, y que en determinados momentos se acercaban e interactuaban.   

Independientemente de las conclusiones del inacabado aporte de la ciencia, la percepción de los cambios y transformaciones de lo externo y lo interno de cada hombre particular debe haber sido muy difícil de alcanzar durante la mayor parte de la historia, es decir, hasta la llegada de los tiempos en que las transformaciones comenzaron a multiplicarse y el cambio comenzó a permanecer adherido al suelo mediante la organización espacial en torno a la ciudad, dando inicio al Neolítico, y en torno a los procesos que confluyen en la Revolución Neolítica, principalmente la domesticación de ciertos animales y el cultivo a partir de la semilla, los que junto con la Revolución Hidráulica configuran la Revolución Agrícola.

Dicho proceso habría comenzado alrededor del 10.000 A.C. Sin embargo, es posible que, por lo menos en ciertas áreas del planeta, aquellas transformaciones hayan comenzado muchos años antes de esa fecha, tal como algunos estudiosos que así lo creen llegan a proponer su inicio probable  hacia el 100.000 A.C.

Hoy se sabe que el paso de la etapa de cazadores-reproductores a  la de agricultores-pastores produjo la formación de formidables excedentes de energía de origen vegetal y animal que se reflejaron simultáneamente en el crecimiento demográfico y en la organización del espacio.

Pero lo que la nueva etapa implicó, fundamentalmente, fue un creciente desarrollo y refinamiento de la inteligencia, evidente en el hecho mismo de su eficacia en la creación de respuestas materiales e ideales novedosas para la vida social, toda vez que aquel conjunto de transformaciones mencionadas fue de la mano de un crecimiento formidable de todos los campos de la cultura como nunca había ocurrido hasta entonces.  Pensemos en la Revolución Agrícola y en la de los Metales, en pleno Neolítico, y en la aparición de la escritura en varios lugares del planeta.

A partir de allí la inteligencia encontró un inmenso campo de aplicación potencialmente disponible, donde la mayoría de las cosas eran novedosas para los grupos humanos que comenzaban a transitar por caminos nuevos y también para aquellos que miraban esos cambios desde afuera. Así, en base a la acción práctica el conocimiento ampliaba rápidamente los límites del mundo conocido y los de la cultura material y simbólica.

Los intercambios con la naturaleza, en especial el representado por el trabajo humano, se ampliaron y diversificaron y se tornaron cada vez más cognoscibles, lo que facilitó y aceleró su conquista por parte de aquellas comunidades que habían ingresado a la etapa neolítica. En consecuencia, la vida y la convivencia social se tornaron crecientemente previsibles y hasta planificables sobre todo a partir de la aparición del Estado, de la autoridad y de la organización consiguiente del poder político, con lo cual entró a jugar una nueva variable, amalgama de  pasión, de voluntad, de fuerza y de poder.

De allí a la formación de naciones restaba un paso muy corto. Los reinos de las incipientes civilizaciones de regadío representaron la síntesis de lo espacial-lingüístico-religioso y cultural lato sensu. El paso siguiente fue la creación-develamiento de la dimensión patriótica de los hombres, que se valió de aquellas vertientes a las cuales a su vez nutrió.

En el Neolítico la intelección del mundo era una actividad  social relativamente homogénea en tanto las respectivas condiciones personales eran muy similares al interior de la mayoría de los grupos humanos que habían ingresado a la nueva etapa. Sin embargo, cada vez más esa intelección, esa creación de significado y sentido, se iba produciendo de una manera distinta, de una forma que constituía una orientación externa de esas miradas y enfoques, y que tendía a asumir un punto de vista colectivo indiscutible, que se mantenía y transmitía en el tiempo por las vías de la religión, la costumbre, la educación familiar, la tradición y también por los designios de la autoridad.

La naturaleza y sus recursos condicionaban vivamente la formación de los rasgos diferenciales de las naciones antiguas, pero muy pronto la inteligencia aplicada a su aprovechamiento fue marcando enormes diferencias que llevaron a distinguir la grandeza de algunas naciones y luego de unos imperios, y la chatura de otros grupos humanos que no habían entrado aún en la civilización, o que cursaban en ella con grandes dificultades.

Ninguna de estas formidables transformaciones podría haberse realizado sin que se produjera la división horizontal (social) del trabajo en las sociedades que construyeron la civilización, y también la división vertical de la sociedad, la cual determinó desde entonces la existencia de dominadores y subordinados.

La formación diferenciada de modos de vida (y de supervivencia), es decir, la aparición de tareas y labores diversas, propia de la Revolución Urbana, concomitante e interdependiente con las ya mencionadas revoluciones Agrícola, Hidráulica y de los Metales, fue determinando en todas partes (a tenor de la efectiva presencia en cada civilización de los recursos necesarios para ello) la existencia de grupos sociales y estamentarios dotados de conocimientos, capacidades, deberes y derechos diferentes y jerarquizados. 

A su vez, el desarrollo continuado y creciente en cada civilización de los tipos universales de trabajo  (agricultura, ganadería, metalurgia, cerámica, carpintería, arquitectura, transporte terrestre y marítimo, etc, sin olvidar las artes militares y los servicios religiosos) dieron lugar al crecimiento económico, al desarrollo de infraestructura de todo tipo y a una incipiente tecnología aplicada en cada uno de esos campos.

A poco de andar, al interior de cada campo de actividad fueron produciéndose sucesivamente nuevas divisiones del trabajo social, lo cual trajo consigo la aparición de nuevas especialidades y nuevos especialistas, es decir, de hombres cada vez más entendidos en alguna clase de trabajos. 

Ya antes de la aparición del gran descubrimiento e invención  que fue la escritura, coronación de una larga formación anterior de las diversas lenguas humanas, fueron apareciendo ciertos conocimientos que no significaban respuestas o aplicaciones inmediatas a desafíos prácticos de la vida material, pero que tenían una importancia descomunal para la humanidad, sobre todo si se analiza retrospectivamente la aventura del conocimiento. Me refiero al conocimiento de los principios de las cosas, al de sus propiedades genéricas y específicas, al de los conocimientos abstractos y al reconocimiento de la representatividad de lo general y de lo particular.

Esos descubrimientos y conquistas del pensamiento fueron posibles gracias a la aparición de individuos  y grupos sociales relativamente acotados, que de hecho y de derecho, por la fuerza o por la ley, fueron realizando aportes impresionantes de creatividad e inteligencia al caudal de conocimientos de la humanidad.

A través de una docena de miles de años, en algunas sociedades antes, en otras más tarde, esos sujetos dinamizantes de la inteligencia y la creatividad fueron apropiándose del ejercicio y la representación de la funciones intelectuales superiores,  lo cual les acarreó el consiguiente monopolio de dicha actividad, conquistando desde entonces hasta hoy un lugar preeminente como sectores orientadores y como mediadores entre ellas y los gobernantes. 

Esto ha sido así a consecuencia de que las decisiones más importantes de la vida -aquellas  que tienen  relación con los anhelos, las apetencias de bienes y valores y la imprescindible voluntad colectiva- pasaron a ser reflexionadas por algunos hombres privilegiados que cada vez más se vincularon con los dueños del poder a los que servirían preferentemente a lo largo de la historia, desde la etapa tribal hasta la de los reinos e imperios.   

Piénsese en las castas sacerdotales de tantas civilizaciones antiguas en las que la actividad intelectual estuvo al servicio de la creación, gestión y administración de ideas, doctrinas, sentidos, misterios y comportamientos religiosos, pero también sociales y políticos; piénsese en aquellos que echaban las bases de la  matemática y la geometría aplicadas a la arquitectura en el Egipto antiguo; y sobre todo piénsese en los grandes pensadores de Grecia.

Hombres sabios existieron en todo el mundo antiguo conocido donde sus contemporáneos los reconocían como tales. En relación a los ejemplos anteriores era posible ver en aquellos hombres al tipo del pensador, del sabio, del hombre culto, versado y reflexivo -por oposición al hombre ejecutor, práctico, simple y servil-, en una palabra, a los primeros intelectuales.

La Edad Media asistió a su consolidación, si bien el conocimiento permaneció sujeto a las influencias y los límites del poder religioso, especialmente en Europa, bajo la órbita  de la Iglesia Católica, como lo ha estado y sigue estando actualmente en muchos lugares. 

Será a partir de la Modernidad cuando la actividad de los pensadores o intelectuales comience a revelar la singularidad de su función  social en casi todos los campos de la vida social y a diferenciarse de los avatares de sus consecuencias prácticas; es decir, sin que las vicisitudes, riesgos, presiones de la vida práctica constituyeran obstáculos para su profesión de pensadores libres. Por cierto no en forma absoluta, no en todos los pensadores, ya que la libertad de pensamiento es un derecho que siempre experimenta acechanzas por parte de muchas clases de poder.

Desde entonces se dedicaron cada vez más a interrogar el Universo en sus diversas zonas y a descubrir tesoros ocultos de especialidades del conocimiento, revelando -cual si fueran magos- cosas sorprendentes.

Los cinco siglos de la Modernidad y en ella los tres últimos de la formación y consolidación del sistema capitalista mundial acompañarán gradualmente el proceso de expansión de los derechos individuales y sociales de los hombres al ejercicio real y cada vez más libre  de la inteligencia, tras haber permanecido confinada por largos milenios a estrechos círculos de hombres habilitados para reproducir pero no para crear sin limitaciones nuevos saberes. Y para que esto fuera posible fue determinante la  expansión  y organización con sentido democrático y universal de la educación como derecho social y servicio público en gran parte del mundo.

Sin embargo, junto con la democratización de la accesibilidad a la educación pública existe otro proceso histórico que ha sido y es fundamental a la hora de abrir espacios para el ejercicio de la libertad del pensamiento: el proceso de laicización de la educación que a su vez implica otro proceso: el del confinamiento de la fe y la religión como presuntos veneros de la verdad al interior de las almas de los creyentes y de sus correspondientes organizaciones religiosas, con el resultado de la consiguiente expansión de los fueros de la razón.

No cabe duda que la larga marcha de la humanidad no ha estado exenta de contradicciones y retrocesos ostensibles; sin embargo, la distancia entre la situación actual y el punto de partida es inconmensurable. Ciertamente, los mayores frutos se produjeron cuando confluyeron los procesos de la expansión de la accesibilidad al ejercicio del pensamiento mediante la difusión de la lectoescritura y la organización universal de la educación, por un lado, y por el otro el de expansión de la libertad de pensamiento y de expresión acerca de todos los asuntos humanos.

Ambos procesos, complementados con otras grandes conquistas de la humanidad, han permitido un impresionante desarrollo de las capacidades humanas en el ejercicio del raciocinio y el consiguiente autoconocimiento humano.

Desde la Ilustración y el Iluminismo (s.XVIII) fue aumentando la visibilización de grupos y sectores de personas dedicadas a actividades intelectuales que funcionan como orientadoras o educadoras del resto de la sociedad por fuera de las ideas religiosas de cualquier tipo, y respecto de las cuales existe un tácito consenso en designarlas como “intelectuales” por el predominio en ellas de las actividades de este tipo por sobre las de tipo manual. Sobre todo por  considerarlas dotadas de muchos y muy complejos conocimientos que, en suma, tienen que ver con todas las actividades y niveles de pensamiento, lo cual, a los ojos de las mayorías, convierte a aquellas otras en “especialistas”  en las materias que cada una de ellas trata.

Simultáneamente, la formación del proletariado industrial, con la consiguiente necesidad de especialización y cualificación de mano de obra destinada a optimizar los procesos socioeconómicos y políticos cada vez más complejos del sistema capitalista y de la Revolución Industrial, consolidaron aquella emergencia de grupos, sectores o estamentos dedicados a actividades intelectuales superiores. Luego, ya en el siglo XX se perfilaron dos grandes orientaciones o áreas del pensamiento donde se desenvolvían los grandes pensadores: por un lado la filosofía y las ciencias sociales; por el otro las ciencias duras de investigación pura y aplicada. 

A esta altura del presente trabajo es posible colegir que lo humano ha llegado a ser un complejo ensamble simbólico presente en el individuo con caracteres absolutamente subjetivos, y a la vez un complejo producto simbólico que puede ser pensado y analizado por cada hombre particular en forma consciente y presente, es decir, en acto. Y también en forma subjetiva, aunque puedan presentarse registros de formas que escapen a una subjetividad libre.

Sin embargo -nos adelantamos a advertir-,  al igual que sucede con el conocimiento de la realidad, el conocimiento de la humanidad de los hombres (tan sólo uno de los tantos asuntos graves y complejos de aquella) no consiste en el inventario o la clasificación de lo existente, sino en la experiencia de nuestra conciencia respecto de estar siendo en la realidad. Por un lado develamiento de significados y sentidos cambiantes, y por otro un destino de finalidad, de trascendencia, de fatal movimiento hacia adelante que nos llama desde el incógnito futuro mucho más que lo que la fuerza inercial del presente nos proyecta hacia el futuro.

Entraremos en estas consideraciones a continuación.

carlos@schulmaister.com

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LENIN VALERO, EXCELENTE PROPUESTA, REVOCATORIO DE DIPUTADOS,

La doctora Cecilia Sosa Gómez, ex-presidenta de la Corte Suprema de Justicia, propone que aprovechemos las elecciones de alcaldes y concejales del 8 de diciembre próximo, para recoger las firmas que nos permitan solicitar el revocatorio a los diputados del oficialismo en la Asamblea Nacional. Será una tarea simultánea al proceso electoral, pero de tanta trascendencia como las propias elecciones. Esperemos que la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), de la cual ella es invitada especial, reciba la propuesta como suya, al igual, como seguros estamos, lo recibirá el pueblo venezolano que lucha por la libertad democrática del país.

Ella explica que “la Asamblea Nacional se instaló el 5 de enero de 2011 y ejercerá sus funciones hasta el 5 de enero de 2016, quiere decir que la mitad del mandato de los diputados se cumple el 5 de diciembre de 2013. 

Estos diputados no nos representan, sólo actúan con violencia física y verbal, se esconden detrás de su inmunidad sólo para acciones degradantes, por lo que debemos activar la revocatoria de sus mandatos establecido en el artículo 197 de la Constitución. El trabajo de revocar el mandato es una acción inmediata, que debe ser acompañada luego de la renovación total de los diputados, en la elección que corresponde hacer en el 2015. En el 2014 se recuperaría el control de la Asamblea Nacional y por ende el control en la designación y de la remoción (artículos 265, 279 y 296) de los integrantes de los órganos judiciales, ciudadanos y electores, y el control de la ejecución de recursos gastados y de los requeridos”.

Esta propuesta de la doctora Cecilia Sosa no nos distrae del objetivo central, del propósito electoral del 8 de diciembre; por el contrario, sin descuidar aquello, fortalece el interés político primario y al mismo tiempo la oposición logra armarse del soporte legal que exige el estamento jurídico, para enfrentar constitucionalmente a la bancada del oficialismo en la Asamblea Nacional, de la cual no sólo nos sentimos no representados, sino avergonzados con el mundo por sus acciones degradantes, tal como lo califica la doctora Sosa. También es conveniente señalar lo que apunta el profesor Adelso González Urdaneta, un hombre íntegro, honesto y luchador de toda la vida por la democracia, de que es necesario que cuidemos a la MUD, porque en la unidad está la victoria. Tiene razón, pero es conveniente que nos escuchemos, tal como lo plantea Oswaldo Álvarez Paz. La MUD debe apresurarse a escuchar las voces de los demócratas, las voces de quienes la acompañan, antes de que suenen otros ruidos.

Venezuela vive una crisis económica realmente difícil. Hay una precipitada e insostenible caída de nuestra moneda y se espera que podemos llegar a un punto crítico por la acelerada disminución de nuestras reservas internacionales, por la falta de producción nacional y por la imposibilidad de importar a gran escala los productos de consumo diario, tal como ya se observa. Las colas en los centros de distribución de alimentos, se hicieron costumbre en Cuba, pero en Venezuela pueden tener otra respuesta. Una insurrección popular, puede ser por falta de comida o de combustible o de vivienda, pero lo más seguro es que se produce por falta de liderazgo. La democracia nos exige sabiduría, utilizar todos los medios legítimos y constitucionales, y mantener los acuerdos de la MUD: unidad, unidad nacional. No le temamos a la unidad porque hablamos, temámosle porque callemos. Un abrazo a la doctora Cecilia Sosa por tan excelente propuesta política.

Lenin Valero
Leninvalero2@gmail.com

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LEONARDO PADRÓN, SE PARECE IGUALITO

 “En este libro hay una culebra”,  dijo el cliente, sin mayor énfasis, mientras lo colocaba en el mostrador y se iba. Un silencio rígido se forjó entre el vendedor y otro cliente que olisqueaba novedades. Ambos depositaron una mirada oblicua sobre el libro. Era un ejemplar usado, añoso, de Edoardo Crema. El librero lo abrió y encontró, efectivamente, los restos petrificados pero nítidos de una culebra, enroscada en su muerte. 

SE PARECE IGUALITO
La verdad sea dicha, hasta ahora la historia de la literatura no ha reportado un gusto especial de los réptiles por la poesía. Falta saber cómo llegó hasta ahí. Pero así pasa con los libros viejos. Son un sumidero de sorpresas. Todo aquel que compra un libro usado en las librerías del ramo sabe que puede conseguir entre sus páginas alguna carta extraviada, estampillas remotas, rosarios agazapados, billetes descontinuados, tickets del metro, postales de un amor umbrío, facturas de tintorería, y los pétalos que dicta el cursi corazón.

Así pasa cuando hojeas un país usado, te consigues desechos de ideas fracasadas, toneladas de retórica y entusiasmos disueltos entre sus páginas. Se parece igualito.
***
Poseo cierta fascinación por los libros usados. Me gusta detenerme en el moho de sus páginas, tantear hallazgos, buscar algún fragmento subrayado, especular la historia de sus dueños. En la librería El Buscón, donde ocurrió la historia de la culebra, consigo un ejemplar de “Buena suerte viviendo” del poeta Roberto Fernandez Retamar. Es una edición roída que posee una dedicatoria: “Para Isaac, ya que ‘en el río de mis azares, y en el de muchos como yo, hay uno que fue usted, y esa es la única inmortalidad posible”. La firma es indescifrable. La última línea garantiza que fue dedicado en Caracas, 1968.  El librero y yo discurrimos sobre quién será el dueño del autógrafo. Ya en casa, con calma, descubro que en una próxima página, están anotados los datos que hacen del ejemplar un tesoro magnífico: “Dedicado por Fernández Retamar a Isaac Chocrón. Primera edición”. A veces me cae muy bien el azar.
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En la prensa la noticia está allí como una prenda exótica: el abogado Juan Garantón propone que se prohíban las extensiones naturales de cabello para las mujeres. Para eso, interpone un recurso de amparo en un tribunal. Es una propuesta desesperada para contrarrestar otro absurdo: el robo de cabello a mujeres en las calles del Zulia. Días después, una criminóloga apunta que como el material anatómico es una “prolongación cutánea de la piel, que es el órgano más extenso del cuerpo” el crimen puede ser penalizado dentro del marco de tráfico de órganos y adjudicarle 30 años de cárcel al verdugo de cabelleras. Un marabino estilista asegura que si el cabello es virgen, si no posee trazo de algún tinte, podrá ser vendido en Colombia por un monto que va de cinco a ocho mil bolívares. Las pirañas bachaquean el pelo de las mujeres. Así dice la nota. Así ondula el idioma.

Imagino la escena: En un hotel de Paraguachón un hombre acaricia el cabello de una mujer que realmente no es suyo. Cree que arrulla los mechones sin horquetillas de Gladys pero realmente se trata de la ex cabellera de Yesenia. Despliega sinuosamente sus dedos por la pulcra lisura del pelo que durante años Yesenia cultivó con un enjuague importado que contenía aceite de aguacate, proteína de leche y vitaminas A y E. Del otro lado de la frontera, en una estrecha habitación de Cabimas, un escalofrío sexual recorre a Yesenia sin motivo aparente. No se imagina ser parte de un ménage a trois en este momento. El hombre hunde su rostro en la madeja oscura y elogia el color, el brillo sedoso, de un objeto robado. Meses después, Yesenia y Gladys se tropiezan en las calles terrosas de Maicao. Yesenia la ve de espaldas y piensa: “Se parece igualito a mi pelo”, mientras el hombre que acompaña a Gladys le hace un gesto ladino. Le gusta su cabello. Le recuerda a la mujer que tiene al lado. Solo imagino. La vida puede ser así de rara.

Más allá leo cómo unos ladrones de poca monta matan a una septuagenaria para robarle sus dientes de oro. Cuando en un país hay crisis, todo es un botín.

Somos una patria que prohíbe los dólares, la verdad, los teteros y el cabello largo. Somos un cadáver exquisito.
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La calle tiene su propia sintaxis. Allí el castellano burla los atascos y reglas que impone la academia. Estoy en una boda. La señora que limpia los baños ve a alguien famoso y dice “Se parece igualito”. Pienso en aquella anécdota que una vez me refirió Frank Quintero a propósito de los relojes que usa la fama. Frank perteneció a la ingente camada de cantantes venezolanos que en los años 80 lideraba la cartelera de éxitos. Un día de este siglo XXI, se detuvo a echar gasolina y el bombero al verlo le pregunta: “¿Y tú no eras Frank Quintero?”. Hay poco que agregar. Hace un domingo exacto, un joven me pide tomarse una foto conmigo. Ya en pose, me pregunta: “¿Cómo es que se llama tu nombre?”.

Veo a Nicolás Maduro intentando un chiste en cadena nacional, diciendo que también juega beisbol, extendiéndose por horas interminables, agrediendo al idioma, ofuscado, transpirando odio mientras habla de amor. Obviamente busca que la gente diga “Se parece igualito”. Pero todos saben que no es Chávez.  Quizás solo logrará, cuando pase en la carroza de la próxima campaña electoral, que muchos le digan: “¿Cómo es que se llama tu nombre?”.
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Cada territorio tiene sus truhanes. En las librerías hay un profuso anecdotario de robos. Las víctimas predilectas suelen ser los best-sellers: Coelho, Dan Brown, J.J.Benítez. Se habla, incluso, de mafias organizadas que luego revenden esos libros. Son hombres solitarios que merodean durante horas en los estantes y aprovechan algún descuido del vendedor. Algunos, incluso, se toman la molestia de forrar sus sacos por dentro en aluminio para evitar que la banda magnética adosada al libro sea detectada por el sensor respectivo. Suelen hacerse amigos de los libreros, sacarles conversación, endulzarles la tarde. En Caracas me hablan del caso de un hombre que se robó 25 libros de Isabel Allende. O el del cuarentón aquel que invariablemente ofrecía un caramelito a la vendedora, compraba siempre el mismo libro de Rómulo Gallegos, en edición de muy bajo costo, mientras se robaba ejemplares de Paul Auster y Fabio Morábito. En la Librería Alejandría, una mañana, un hombre entró para devolver un paquete de libros robados en sucesivas jornadas. Quizás fue un genuino acto de contrición.

Sin duda, es muy distinto el ladrón de libros que lo hace por negocio y el que lo hace por pulsión literaria. Algunos estudiantes de letras, febriles lectores sin dinero, suelen buscar en los estantes a Baudelaire, Rimbaud, Bolaños. El propio Bolaños confesó en más de una ocasión su temprana adicción al robo de libros. Neruda también lo hacía. Y Roberto Arlt. Pero uno de los más entusiastas es Rodrigo Fresán quien, en un texto titulado Apuntes para las memorias de un ladrón de libros, apunta: “Hubo un tiempo en que no pasaba día en que yo no robara un libro”. Fresán relata, orgulloso, cómo se fue robando progresivamente los 7 tomos de En Busca del Tiempo Perdido de Marcel Proust. El descaro se hace risueño cuando  describe sus varias metodologías: “La que mejor resultado me dio era la de escoger el libro a robar, irme a un rincón poco frecuentado de la librería, dedicármelo a mí mismo y luego acercarme a cualquiera de los empleados, mostrarle el libro que alguien me había “regalado”, preguntarles si tenían otro ejemplar, averiguar el precio, suspirar un “Es muy caro, mejor le presto el mío” y salir de allí con mi copia de las Collected Stories de Scott Fitzgerald.” Quizás el vendedor dijo: “ese libro se parece igualito al mío”.

Los libreros del patio hablan de ciertos intelectuales que estilan robar uno que otro ejemplar, amparados por su reputación. Las presentaciones de libros son circunstancias ideales. Ni se hable de las ferias. Hay mucha gente, mucha palabrería en curso, una confusión perfecta para birlar el último libro de Philip Roth o algún costoso ejemplar de Anagrama. Hay quien comenta que robar libros no es pecado, sino un acto romántico en tiempos de inflación salvaje. Libreros y editores no opinan lo mismo. Dicen que la piratería de los libros ha disminuido el robo en las librerías. Eso insiste en decirlo el hombre aquel, de saco gris, que va con las medias llenas de libros de poesía.
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“Nos están robando el país”, dice el librero mientras coloca en el estante de libros viejos Memorias de un venezolano en la decadencia de José Rafael Pocaterra. Robar. Un verbo que nunca pasa de moda. Un término que se dimensiona cuando la impunidad es la reina. Una palabra que no combina con ninguna revolución.

Hay corruptos que se parecen igualito a los de la cuarta república. No, disculpen, el hombre nuevo siempre es superior. Incluso a la hora de robar.

@Leonardo_Padron

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LUIS VICENTE LEÓN, LA PRIMERA SÍLABA DE LA PALABRA VERGÜENZA

No piensen que me volví completamente loco y me destapé a insultar a la clase política de por estos lados. ¡Habrase visto semejante barbaridad! Sólo comparto con ustedes la opinión del deslenguado Arturo Pérez-Reverte, en su artículo “Padres de la Patria”, donde se refiere a los políticos españoles.

 “En un libro recientemente aparecido […] alguien ha tenido la escalofriante idea de reunir las frases notorias de esa chusma infame que responde al nombre colectivo de clase política. El libro, construido a base de anécdotas y personajes, empieza a leerse con un gesto divertido y una sonrisa en los labios, pero luego la sonrisa se transforma en mueca de angustia. Cielo santo, se dice uno. En manos de quiénes estamos. […] Lo que salta a la cara es una desabrida colección de ordinarieces y de ignorancia extrema. Una radiografía estremecedora de los incultos demagogos que mangonean este desgraciado lugar […] que no sólo no se avergüenzan de su pobreza intelectual y su manifiesta incapacidad de articular sujeto, verbo y predicado, sino que encima nos regalan finezas ideológicas como […] «Me encantan los animales, y si son hembras y con dos patas, mejor» o […] «A los socialistas les vamos a cortar las orejas y el rabo para que dejen de joder».

Dirán mi madre, y el obispo de mi Diócesis, y mi primo el notario, que a buena hora me pongo [así] en esta página. Así que antes de que mi progenitora me tire de las orejas, y el obispo diga vade retro, y el notario escriba indignadas cartas para que me boten […] y me echen a la puta calle, me adelantaré apuntando que yo no pido que me vote nadie, ni vivo de [la labia] ni de un partido; y voy por la vida de francotirador, no de padre de la patria. Así que me reservo el derecho a escribir como me salga de los […]. Derecho del que, sin embargo, carece toda esa tropa que bebe Vega Sicilia a costa del contribuyente. Toda esa pandilla, a menudo analfabeta, que hasta cuando paga la cuenta del restaurante con la Visa Dorada firma con faltas de ortografía. Impresentables que sólo podrían hacer carrera política en un país como éste; […] capaces de hacer que cualquier ciudadano normal se ruborice cuando se ponen de pie ante su escaño asegurando representar a alguien, prueban el micrófono diciendo: «¿me se oye, me se escucha?», y a continuación balbucean torpes discursos sin el menor conocimiento de la sintaxis, sin la menor preparación cultural, con una ignorancia flagrante de la Historia, y la memoria, y la realidad del país en el que trampean y medran.

Discursos de los que brilla por su ausencia el más elemental vislumbre de talla política, y que suelen consistir en la sistemática descalificación del contrario, bajo el principio del tú eres aún más […] que yo. Ni siquiera esos tontos del […]  saben insultar como Dios manda, o al menos como insultaban los parlamentarios decimonónicos y del primer tercio de este siglo; que siendo muchos igual de […], procuraban aparentar argumentos y estilo para no hacer el ridículo.

Pero ahora el personal se lo traga todo, y da igual, y los diarios no titulan con ideas, ni las exigen, pues nadie las tiene, sino con la última estupidez o la última calumnia. En vez de programas y soluciones, la clase política se pasa las noches rumiando el insulto o la supuesta agudeza que va a soltar al día siguiente. Y así, de ser un simple argumento o refuerzo táctico, el insulto ha pasado a convertirse en argumento central; y único, de todo discurso político. 

Porque en este país —o como queramos llamar a esta piltrafa de sitio—, los programas de gobierno y los argumentos políticos hace tiempo que fueron sustituidos por […] donde se hace difícil sentir simpatía por uno o por otro, pues casi todos se mueven en idéntico nivel de bajeza y de bazofia.

Y no se trata ya de que aprendan Historia, o Retórica, o modales. A buena parte de ellos habría que empezar por enseñarles a leer y a escribir. Y a deletrear. Por ejemplo, la v con la e y con la r: Ver. Que es la primera sílaba, damas y caballeros, de la palabra ver-güen-za.”

No piensen que me volví completamente loco y me destapé a insultar a la clase política de por estos lados. ¡Habrase visto semejante barbaridad! Sólo comparto con ustedes la opinión del deslenguado Arturo Pérez-Reverte, en su artículo “Padres de la Patria”, donde se refiere a los políticos españoles.

¿Se imaginan lo que sería de nuestra honorable Asamblea Nacional si en ella se hablara con acento Español? Por eso me he permitido suprimir las frases que seguramente cualquier lector de este portal sabría completar, suprimiendo alguna que otra españolada para no sobrecontextualizar las ideas y dejar que cada quien las lea con los referentes políticos que tenga más a mano. Más de uno, después de leerlo, le dará gracias a Dios [o a Bolívar] por habernos liberado de España hace dos siglos, convirtiéndonos en repúblicas libres e independientes, que no padecen de esos males que denuncia Pérez-Reverte. ¿O me equivoco?

luisvicenteleon@gmail.com

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FERNANDO OCHOA ANTICH, CORRUPCIÓN EN EL PODER

       La solicitud hecha por Nicolás Maduro de una ley habilitante para combatir la corrupción administrativa es de tal cinismo que produce en los  venezolanos un sentimiento de frustración y de angustia. Hay que protestar. No es posible aceptar  que uno de los responsables del saqueo del erario público se rasgue las vestiduras como si él no tuviera nada que ver con lo que ha ocurrido en nuestro país en estos quince años. También debemos rechazar  que se hable “del comandante eterno de la revolución” y se cubra con grandes afiches de su figura  los edificios públicos cuando Hugo Chávez permitió el desbarajuste económico que enfrenta actualmente nuestro país. El pueblo humilde y la clase media, que se ven obligados  todos los días a enfrentar el hambre que produce la  inflación, deben exigir sanciones para los culpables de la actual debacle nacional.

El chavismo tiene quince años en el poder. No son dos días. Es imposible aceptar que, después de tantos años en el gobierno, se venga a enarbolar la bandera contra la corrupción y mucho menos que se trate de satanizar a unos contados funcionarios de la oposición.  El 90 % de la administración pública es controlada por el PSUV. Si hay corrupción, como claramente la hay, son miembros de ese partido, que ejercen cargos públicos, los que roban descaradamente los dineros de la nación. No es una exageración cuando hablo de saqueo del erario público. No son casos aislados de corrupción. No sólo se ha desperdiciado una de las más auspiciosas oportunidades de nuestra historia para consolidar el desarrollo y la modernidad en Venezuela, sino que se ha destruido todo lo alcanzado por varias generaciones en el siglo XX.
         Voy a tratar, sin ser un especialista, de resaltar la tragedia que estamos viviendo. Empecemos por la deuda pública. Sin exageraciones, Venezuela, con el precio del petróleo a 120 dólares por barril. tiene una deuda externa e interna de más de 230.000 millones de dólares, es decir que el gobierno de Chávez y de Maduro, han endeudado al país siete veces la deuda que tenía el gobierno de Rafael Caldera. Para que se asusten, el servicio de la deuda en los años  2013 y  2014 superará los 28 mil 600 millones de dólares, es decir el monto de la deuda que tenía el gobierno de Rafael Caldera con el barril de petróleo a 8 dólares. Lo sorprendente, es que no existe una sola obra de infraestructura que pueda justificar, de alguna manera, ese endeudamiento. Además, todos los servicios públicos están en crisis     
Analicemos el proceso de destrucción de PDVSA ocurrido en estos últimos años. Veamos: el balance financiero al cierre de 2012 presentaba un pasivo de 142 mil quinientos noventa y seis millones de dólares y cuentas por cobrar a los países que forman Petrocaribe por 41 mil 706 millones de dólares, entre financiamiento a largo plazo y algunos casos de morosidad. Lo sorprendente es comparar ese pasivo con el balance financiero de 2010. Allí se establece  que el pasivo de la empresa petrolera para ese año era de 76 mil 451 millones de dólares, es decir que en dos años se ha duplicado su pasivo. También adeuda 11 mil millones de dólares a proveedores y accionistas minoritarios. Eso hace que el pasivo de PSVSA sea de 153 mil 596 millones de dólares. La conclusión es sencilla: está quebrada.
         Es imposible guardar silencio. La contratación irresponsable de esa inmensa deuda pública y la inmanejable situación financiera de PDVSA debilita  nuestra soberanía nacional y compromete el destino de Venezuela y de las generaciones futuras. Los grandes responsables de esta tragedia, sin lugar a dudas, son: Nicolás Maduro, ministro de Relaciones Exteriores y miembro del consejo de ministro que aprobó dichos endeudamientos; Nelson Merentes, actual ministro de Finanzas y anterior presidente del Banco Central; Jorge Giordani, anterior ministro de Finanzas y actual ministro de Planificación y Rafael Ramírez, ministro de Minas e Hidrocarburos y presidente de PDVSA. El gran culpable, Hugo Chávez. El juicio de la historia sobre su figura  será implacable. Dirán sobre él lo que realmente hizo: destruir a Venezuela.
@ FOchoaAntich                                                 

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SAÚL GODOY GÓMEZ, REVOLUCIÓN CON SABOR CAPITALISTA

Venezuela es un país en mora y no en quiebra, que son cosas diferentes.  El gobierno chavista ha sido tan ineficiente en su gestión de administrar el Estado que, prácticamente, acabó con todos nuestros recursos capitales, es decir todo nuestro dinero, no sólo el que ingresaba por la actividad petrolera, sino el que producíamos los venezolanos en nuestra labor productiva.
Como si se tratara de la banda de Alí Babá y sus 40 ladrones, se robaron todo lo que había en la cueva, no dejaron nada.  Excepto el petróleo que tenemos bajo tierra, una gran riqueza sí, pero sin valor alguno hasta que sea extraído, procesado y colocado en el mercado mundial.
Chávez y Maduro se dieron a la tarea de gobernar en medio del caos que ellos mismos creaban, permitiendo que la corrupción afectara hasta sus propios intereses; pensaban que la riqueza del país era eterna y que ellos también eran eternos. Muy pronto Venezuela se convirtió en el país más corrupto del mundo, su economía se hizo inviable y su sociedad fue acorralada por un gobierno militarista y abusivo.
La situación prácticamente obligó a nuestros comunistas endógenos a sentarse en una mesa de negociación con sus acreedores, para renegociar la deuda en medio de la más espantosa inflación y con el aparato productivo en el piso.
Los chinos, los rusos, los brasileños y los gringos, todos tienen el interés de que Venezuela salga adelante y pague sus obligaciones, que rondan ya por los 120.000 millones de dólares.
Pero el país necesita mucho más dinero si quiere reactivar su negocio petrolero, que es su única fuente de ingresos; gracias a la equivocada política socialista aplicada, el gobierno arruinó al sector privado, no se le permitió a la industria y al comercio crecer y prosperar, en la errada visión de que un sector privado fuerte era inconveniente para el populismo y el control absoluto que los chavistas se proponían.
Nuestros acreedores, en medio de esta situación desesperada, y teniendo ahora al gobierno revolucionario pidiendo “cacao” y en una actitud sumisa y complaciente, decidieron prestarnos el dinero con la condición que ellos controlan la chequera; en otras palabras, van a financiar el trabajo necesario para que nuestros pozos produzcan petróleo.
Y eso tiene dos tramos, uno es a largo plazo y son los desarrollos y la inversión que se está dando en la Faja Petrolífera del Orinoco, se trata de petróleo pesado y la ingeniería hay que hacerla desde cero, y el gobierno no verá un centavo sino luego de cinco años.
El otro tramo es a corto y mediano plazo, con la reactivación de los pozos agotados, varios miles de ellos que los gringos piensan poner a producir con la nueva tecnología de fractura geológica, para recuperar las cantidades de petróleo que todavía se encuentran atrapadas en el subsuelo, y que en poco tiempo podrían poner al país de nuevo en su cuota de 3 millones de barriles diarios.
Para que se diera la luz verde, el gobierno aceptó que de cada 10 barriles extraídos, seis se los llevarían las empresas involucradas, a un precio acordado, para que ellos pudieran negociarlos por su cuenta.  Al gobierno no le quedó otra sino aceptar esa negociación.
¿Qué significa todo esto? Que nuestro país, a partir de este momento, es coadministrado por empresas y países extranjeros, con el fin no sólo de ordenar las cuentas nacionales, sino de que se pague el riesgo de tal negociación para los prestamistas.
El gobierno será obligado a prescindir de gastos superfluos, de hacer regalos, y detener la corrupción, que es la razón por la cual Maduro necesita la ley habilitante, tiene que hacer un cambio de política económica tan profundo y en dirección contraria a la que han llevado hasta el momento.  La razón que explica el aumento de controles sobre la población, la represión, la censura de los medios de comunicación (incluso para los chavistas), los militares en la calle, es justamente porque tienen que darle marcha atrás al proceso; la revolución ha fracasado aparatosamente, y el problema es que no pueden decirlo, tienen que utilizar el aparato de propaganda del Estado para dar otras razones políticas y justificar las nuevas aperturas económicas, nuevas reglas para los negocios, reducción del aparato del Estado y de la inversión social.
Vienen tiempos de estrecheces, de mucho trabajo y producción. Van a estimular al sector privado, se va a cambiar el ambiente para hacer posible el regreso de las inversiones, la seguridad jurídica será desempolvada y algunas libertades económicas restituidas.
En realidad, es la aplicación de un paquetazo neoliberal, esta vez no con el FMI sino con las corporaciones multinacionales y los gobiernos imperialistas de Asia y Occidente convertidos en socios.
Maduro y el PSUV vuelven sobre sus pasos para entrar en el juego capitalista mundial, pero con la careta de la revolución bolivariana y socialista, lo cual es bueno para el país, y de alguna manera favorecería a los chavistas para permanecer en el poder; si el plan tiene éxito y la economía se endereza (incluye la dolarización de la economía nacional para poder detener la inflación, conservando el bolívar en paridad con el dólar), Maduro podría hasta repetir dentro de seis años.  Es malo para las fuerzas políticas opositoras, pues los chavistas estarían compitiendo en sus predios, hablando en su lengua y robándoles el testigo liberal, el péndulo volvería a oscilar hacia la derecha pero disfrazado de chavistas (recuerden que el compromiso de los rojos rojitos es con el poder, no con la ideología).
Viene ahora la difícil tarea de explicar lo inexplicable: Maduro le está entregando el país en bandeja de plata a los que eran sus peores enemigos, tiene que convencer a los suyos de que estos catorce años no fueron en vano, que este fallido experimento social tuvo algo de positivo, que todavía hay patria, que somos soberanos, que existe el socialismo bolivariano, y de las cosas que tiene que evitar, es que se investigue la corrupción que provocó esta situación… por lo menos no les podrán quitar lo bailado. – 

saulgodoy@gmail.com


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JOSÉ LUÍS MÉNDEZ LA FUENTE, CORRUPCIÓN HABILITANTE

Dentro del proceso de imitación con que el señor Maduro trata  de parecerse a  Chávez, no podía faltar en su corta trayectoria como Presidente,  la  necesidad de pedir una ley  habilitante, aunque no haga falta, ni sea necesaria, para combatir  la corrupción.  
En efecto, Venezuela cuenta  desde hace tiempo  con una  Ley  contra la Corrupción, sucesora de la Ley Orgánica de Salvaguarda del Patrimonio Público, que recoge todos los tipos de delitos  posibles y más conocidos en esta materia (soborno, peculado, enriquecimiento ilícito, etc.) la que junto a una serie de otros instrumentos legales, como el Código Penal, la Ley contra la Delincuencia Organizada, Ley Orgánica  de la Contraloría General de la República y del Sistema Nacional de Control Fiscal, la ley de Contrataciones Públicas, la Ley contra los Ilícitos Cambiarios y el Decreto contra el Acaparamiento, Boicot y Especulación,  entre otras , conforman un formidable cuerpo legislativo que es más que suficientes  para aquel  propósito.
Por eso resulta sospechoso, que se haya levantado una campaña a favor de una ley habilitante por parte del gobierno, cuando se cuenta desde hace años con una legislación adecuada contra el flagelo de la corrupción y donde  lo único que hace falta es aplicarla.
De acuerdo con la doctrina especializada, las leyes habilitantes tienen carácter excepcional, pues en un Estado con separación de poderes, le corresponde hacer las leyes  al Poder Legislativo, mientras que al Ejecutivo le toca reglamentarlas, esto es, hacerlas aplicables para el cabal desenvolvimiento de la administración pública; se trata pues el del gobierno de un acto legislativo complementario. 
Por lo mismo, esa delegación de facultades de un Poder a otro, no puede ser absoluto en lo que a su duración en el tiempo se refiere, como tampoco ilimitado en las  materias sobre las que legislar. El tiempo de la habilitación no debe ser mayor al que se requiera para  superar la emergencia o el interés público que la motiva, y en cuanto a las materias, la doctrina es unánime en que la delegación no puede tocar la “reserva legal”, esto es, aquellas materias que como la penal o la tributaria, solo pueden por su naturaleza, producirse como resultado de un proceso de discusión, deliberación, debate y aprobación por un cuerpo plural de representantes del pueblo como lo son los diputados y los senadores reunidos en cámaras, asambleas o congresos. Tan solo imaginemos lo peligroso que pudiera resultar que una sola persona como el Presidente de un país, dijese lo que es o no delito o estableciese los impuestos y tributos a pagar por la población.
Y eso es precisamente lo que llama la atención y a la vez preocupa, en el caso de la ley habilitante solicitada por el presidente Maduro, que sería una delegación, la de la Asamblea Nacional, dándole facultades para legislar en materia penal, como lo es cualquier norma o regulación para  tipificar y castigar la corrupción.
La Constitución Bolivariana del año 1999, a diferencia de la del 61 que solo permitía al Presidente dictar medidas extraordinarias en materia económica o financiera por medio de una ley especial o habilitante, no establece ninguna restricción al respecto, en su artículo 203, lo que en principio legitíma una delegación de poderes tan irresponsable, peligrosa y por lo demás ilegal en otras legislaciones.  Los argumentos por lo tanto, para defender la legalidad dentro del marco constitucional actual, de una habilitante como la que pide Maduro para combatir la corrupción, existen, al menos formalmente, no obstante que una interpretación cabal de la norma constitucional debería llevarnos a  la misma conclusión de la doctrina y que por lo tanto, al no estar señaladas  expresamente en ella las materias objeto de habilitación o delegación, la materia penal en este caso relativa  a los delitos de corrupción, no puede ser objeto de una ley habilitante. Faltaría por ver, si el actual Tribunal Supremo de Justicia se atrevería a tanto
En el pasado, durante los cuatro años y medio que, en su conjunto, suman las cuatro habilitantes otorgadas a Chávez entre 1999 y el 2012, dos de ellas por 18 meses, no obstante que se dictaron decretos sobre diversas materias más allá del ámbito económico-social, nunca se legisló sobre materia penal alguna, al menos para establecer nuevas conductas delictuales o modificar las existentes.
Pareciera que Maduro, no se conforma con imitar a Chávez, sino que busca superarlo.
Xlmlf1@gmail.com

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