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LA LIBERTAD, SANCHO, ES UNO DE LOS MÁS PRECIOSOS DONES QUE A LOS HOMBRES DIERON LOS CIELOS; CON ELLA NO PUEDEN IGUALARSE LOS TESOROS QUE ENCIERRAN LA TIERRA Y EL MAR: POR LA LIBERTAD, ASÍ COMO POR LA HONRA, SE PUEDE Y DEBE AVENTURAR LA VIDA. (MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA) ¡VENEZUELA SOMOS TODOS! NO DEFENDEMOS POSICIONES PARTIDISTAS. ESTAMOS CON LA AUTENTICA UNIDAD DE LA ALTERNATIVA DEMOCRATICA

viernes, 25 de febrero de 2011

EL COMBATE A LA INSEGURIDAD: 16 PROPUESTAS. TEÓDULO LÓPEZ MELÉNDEZ

1.Droga 2. Armas 3.Odio social e ingrediente político 4. Policías y jueces honestos 5. Sicariato 6.Recursos 7. Cárceles 8. Cuerpo especial para las cárceles 9. Salud, empleo, educación 10. Tribunales especiales 11. Retraso procesal 12. Prevención 13. Policía de punto 14. Tolerancia cero 15. Servicios básicos 16.

Formación de criminólogos

La inseguridad ataca en casi todo el mundo, aunque en Venezuela, por razones generales y específicas, seamos el escenario de una multiplicación delictiva que nos coloca entre los países más peligrosos del mundo. El hecho criminal ha cambiado en la medida que el escenario global lo ha hecho. La criminología ha mirado al delito como algo imposible de erradicar en su totalidad, desde las concepciones antropológicas y fisonomistas hasta las sociológicas o ecológicas.

El mundo contemporáneo presenta complejidades, por lo que las Naciones Unidas aprobó en 2000 el Protocolo de la Convención contra el Crimen Transnacional Organizado para enfrentar el delito de tráfico de personas. Lo que queremos hacer resaltar es que el asunto del delito no en simple y que está enmarañado en las relaciones sociales y políticas, hasta el punto que los más actualizados teóricos del delito atacan conceptualmente el problema de la criminalidad como empresa. El hampa tiene capacidad económica fuerte. Pero dejando atrás la teoría podemos concluir que existe el crimen organizado y el crimen ordinario. En Venezuela tenemos ambos.

El organizado generalmente ronda en torno al negocio de la droga, implica una organización y una jerarquía, usa la violencia y corrompe a los organismos encargados de combatirla. Quiero señalar entonces que el delincuente ordinario actúa en infinidad de ocasiones como consumidor, en estado de drogadicción, como víctima final del negocio empresarial de los estupefacientes. Combatir este cáncer ha requerido de una intervención transnacional, dado que las ramificaciones son tales que ningún país puede por sí solo enfrentarlo. Esta es una de las causas fundamentales del crimen desatado que vivimos en Venezuela. Somos un país de tráfico, como lo demuestran los continuos señalamientos de la prensa nacional e internacional que reseñan la captura de alijos en países incluso lejanos y transportados por medios venezolanos. Cabe preguntarse entonces hasta donde llega nuestra efectividad y nuestra colaboración internacional en el combate a este tráfico ilícito.

El segundo grave problema es el de la posesión ilegal de armas en una gruesa parte de la población, el que también se deriva de un tráfico ilegal muchas veces vinculado al de las drogas. Sin una operación de desarme efectiva, sin una restricción fuerte a la permisología para el porte de armas y sin labores de inteligencia que detecten las procedencias y las fuentes, será imposible erradicar el delito violento, el que infinidad de casos no tiene necesidad de ella, pero que la ejecuta en un ritual de drogadicción o de desprecio absoluto a la vida. Las mafias organizadas penetran toda estructura a su alcance.

En Venezuela tenemos un ingrediente político: desde el régimen se ha sembrado el odio social y se ha llegado, incluso, a intolerables justificaciones. El hampa entre nosotros bien podría ser considerada como instrumento de siembra de miedo.

Damos por sentado que el combate se debe dar con policías y jueces honestos, formados e incorruptibles, presunción que en este país no podemos adoptar, pero aún teniéndolos son de hecho sometidos a presiones intolerables. Aparece el sicariato, el encargo al delincuente menor de la ejecución de la violencia mortal. Incluso llega a hablarse de “empresas” de sicarios, una exigencia de organización y jerarquía adoptada del delito transnacional. La complejidad es tal que no basta con crear policías: hacen falta los premios continuos a los funcionarios del orden, una intensa labor de inteligencia que lleve a comprar infiltrados en las organizaciones criminales y una determinación absoluta de que los bienes de todo criminal apresado deben ser expropiados de inmediato, seguramente para la creación de un fondo en beneficio de los afectados y de los policías actuantes. Es obvio que no podrá darse efectividad al combate con tribunales que violan todos los lapsos procesales.

Dedicar todos los recursos necesarios al combate contra la inseguridad es una exigencia manifiesta u obvia, pero no basta. En buena parte, los anuncios en este sentido no son más que reacciones frente al clamor de la gente y muestra de una ausencia de política criminal con visión de Estado. En Venezuela tenemos otro problema, el de las cárceles, con hacinamiento y fuerte “educación especializada” en delinquir. Se arrastra este asunto desde hace muchos años sin que ningún gobierne encuentre la manera de resolverlo y de enfrentarlo. Por supuesto que la corrupción también llega a las cárceles, como vemos en los intercambios de disparos entre internos, en el consumo de droga o hasta en la dirección de delitos desde su interior. La desesperación ante el vencimiento de los lapsos procesales hace disparar la paciencia de los hacinados, lo que parece hacer necesario la constitución inicial de tribunales penales especiales para hacerle respetar sus derechos a los reclusos. Más aún, ya parece necesaria la formación de un cuerpo especial para dedicarse a la vigilancia de las cárceles y retirar a la Guardia Nacional de estos menesteres.

La delincuencia, ya casi parece una obviedad decirlo, se combate con educación, salud, empleo, con una determinación de acabar con la discriminación y la exclusión, por lo que toda lucha contra el delito y la inseguridad va inserta también en el programa de lucha contra la pobreza.

Hay que prevenir, como primera política, y en ella deben participar todas las instituciones y de manera especial la ciudadanía. Si en este país todas las denuncias se formulasen nuestros índices delictivos se dispararían, pero no se denuncia porque no se tiene ninguna confianza en las fuerzas del orden, porque los ciudadanos o no son atendidos o lo son mal y porque la respuesta ante la denuncia es una sin consecuencias.

Hay que prestar atención a todos los aspectos de la vida en la lucha contra el delito. Diversos organismos de la Organización de las Naciones Unidas han insistido sobre esto y puesto a la disposición todo el asesoramiento y asistencia que han recopilado desde la teoría criminalística y desde la experiencia. Hay que pedir esa asistencia.

Pero hay muchas cosas que se pueden adelantar. Debemos admitir que tenemos tribunales penales insuficientes, retraso procesal, cárceles como escuela del crimen, pero en la labor preventiva se pueden determinar factores como escasez de alumbrado público, puntos ciegos, drogas, armas, hábitos delincuenciales del secuestro y muchos más. La labor de inteligencia es vital: si se sabe donde están los delincuentes se sabe dónde irlos a buscar. Ya a esta hora debería estar trazado un mapa de los sitios donde el hampa se ceba.

Muchos funcionarios hacen hincapié en patrullas, motos y bicicletas para los agentes y eso está muy bien, pero debe regresarse al policía de punto, al que conoce su pedazo de ciudad, está familiarizado con los vecinos, se ha ganado su confianza, anda caminando su zona. Aquí hay que aplicar el principio de impunidad cero que comenzó a implementarse en el Metro de Nueva York y redujo considerablemente los índices delictivos de esa metrópolis. Hay que hacer redadas de localización de delincuentes como forma represiva. Hay que instrumentalizar un plan de choque.

Hay que formar criminólogos, dado que en este país cualquiera es el director de una cárcel e incorporarlos en todos los niveles, incluso el local. Un criminólogo es aquel que se dedica al estudio de la delincuencia desde su propia disciplina, pero una que contempla la sociología, la psicología, el derecho y la antropología. Con ellos, y bajo una exhaustiva investigación, otros organismos del estado pueden coadyuvar porque me permito recordar cómo se ha establecido que muchos barrios peligrosos de América Latina la falta de alcantarillado, de energía eléctrica y de gas, por citar sólo estos servicios, eran causas fundamentales del crecimiento delictivo. Por supuesto que entre esas causas el desempleo juvenil tenía prioridad.

Son apenas ideas, no puedo saberlo todo, pero a la hora de convocar a los expertos el político debe saber de que se le está hablando. Van estas ideas para una lucha contra la inseguridad, una que debe ser de todos. Lo propongo.

teodulolopezm@yahoo.com

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TÚNEZ, EGIPTO, LIBIA...CUBA: ES HORA DE QUE EL CASTRISMO PASE A LA HISTORIA. FERNANDO JAVIER RUIZ. TOMADO DE CADAL

Las revueltas populares contra las dictaduras en el norte de Africa son una ola que genera una esperanza mundial. Por supuesto que el futuro en esos países está lleno de incertidumbres, pero hay algo seguro: las dictaduras en Túnez y Egipto terminaron, y otras están hoy heridas de muerte. Quizás en pocas horas enterremos alguna más.

En Cuba el descontento de la ciudadanía es pavoroso, donde resulta evidente que entre la propia clase gobernante no hay ninguna fe en que el régimen pueda democratizarse, y ya no tienen un Bush para enfrentarse sino un Obama. Solo falta que se cruce el umbral de la protesta masiva. Como ocurrió en 1989 en Europa del Este y ahora en Africa del Norte, las dictaduras caen cuando se rompe el miedo a la protesta en la calle, cuando el descontento individual se organiza colectivamente pues se pierde el miedo a identificarse como un opositor.

Es en ese momento donde se ponen a prueba las dos instituciones de control principales de la dictadura: las fuerzas armadas y los medios de comunicación oficiales. Si comienzan las protestas en Cuba, la primera línea represiva del régimen serán los cuadros partidarios y la policía política, tratando de evitar la presencia directa de los militares en la calle frente al pueblo. Si las protestas adquieren entidad, es decir, si la gente va rompiendo ese miedo a revelar en público su disidencia vital con el régimen, en algún momento los militares van a tener que decidir utilizar o no la fuerza. Pueden elegir la opción de China, de Burma o de Libia, y disparar, o pueden elegir la opción de los militares egipcios y no hacerlo. En apariencia, los militares serían el sector del régimen más respetado por la población, pero frente a las protestas masivas deberán elegir defender o no a la dictadura, de la que son obviamente los principales beneficiarios.

El otro sector clave del estado son los medios de comunicación, en especial la televisión pública. Cualquier fisura en el monopolio discursivo del régimen alentará la revuelta, y la nacionalizara. La caída de Honecker en Alemania Oriental, de Ceaucescu en Rumania, y la resistencia frente al golpe contra Gorbachov, tuvieron en la televisión un actor central. También el intento de golpe en España, hace treinta años, fue detenido entre otras cosas por la valentía de los empleados de la televisión pública española. Las revoluciones democráticas triunfantes son capaces de penetrar el espacio mediático audiovisual, que es actualmente el principal lugar de encuentro del pueblo en un país. Los corresponsales internacionales basados en Cuba están relativamente controlados por el castrismo pero frente a un torbellino de acontecimientos seguramente no dejarán de cubrirlo. De hecho, llevan décadas esperando poder hacerlo.

En abril próximo el Partido Comunista realizará su VI Congreso. Dado que es muy improbable una revuelta de dirigentes partidarios, nada cambiará demasiado nos dice la historia, pero está sirviendo para contener las protestas, argumentando que ya el Partido va a instrumentar un cambio desde arriba. El problema adicional que tiene la democracia cubana es que gran parte del establishment mundial prefiere un lento cambio desde arriba a una incierta insurrección desde abajo que pueda generar una situación de gran inestabilidad, incluso violencia, y un fuerte golpe migratorio sobre los Estados Unidos.

Ben Ali gobernó Túnez desde 1975 y Hosni Mubarak también desde ese año. Eran dictaduras personalistas de casi treinta años. Los Castro en Cuba reinan desde hace más de cincuenta años. La transición a la democracia será mucho mejor y más genuina si la iniciativa del cambio viene desde el pueblo, desde la calle, y no desde negociaciones en el interior del régimen o con factores de poder internacionales.

La trampa del régimen es que las protestas sean violentas. Pero en el pueblo cubano hay una historia de disidencia heroica y no violenta contra el régimen desde hace cuarenta años, desde que comenzaron a hacer seminarios de derechos humanos a fines de los sesenta. Este es el momento de que esa tradición disidente se encuentre con el pueblo masivamente en las calles. Así todos los gobernantes de América Latina serían electos por sus pueblos, por primera vez en su historia.

Fernando Ruiz es autor del libro "Otra grieta en la pared: informe y testimonios de la nueva prensa cubana" (CADAL / Konrad Adenauer Stiftung).


CADAL
info@cadal.org

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"EL MIEDO ES UNA CÁRCEL HUMILLANTE Y ABURRIDA" EDUARDO GALEANO

'Cada vez hay más jóvenes que sienten que el miedo es una cárcel humillante y aburrida y, libremente, se atreven a pensar con sus propias cabezas, sentir con sus propios corazones y caminar con sus propias piernas', dijo en México el afamado autor de 'Las venas abiertas de América Latina', Eduardo Galeano.

Ciudad de México, 24 Fewb (Télam).- El escritor uruguayo Eduardo Galeano repudió "la exitosa dictadura del miedo que somete al mundo", al ser distinguido en México con la Medalla 1808 por "su vida de congruencia y de compromiso".

 "Maldita sea la exitosa dictadura del miedo que nos obliga a creer que la realidad es intocable y la solidaridad una enfermedad mortal", dijo Galeano en el Antiguo Palacio del Ayuntamiento de Ciudad de México, al recibir la distinción de manos del alcalde local, Marcelo Ebrard.

A su entender, "lo mejor del asunto de vivir está en la capacidad de sorpresa (...) quién podría presentir que los países árabes iban a vivir el huracán de libertad que están viviendo; quién iba a creer que la plaza (egipcia) de Tahrir iba a dar al mundo esta lección de democracia", inquirió.

Y agregó que "cada vez hay más jóvenes que sienten que el miedo es una cárcel humillante y aburrida y, libremente, se atreven a pensar con sus propias cabezas, sentir con sus propios corazones y caminar con sus propias piernas".

El autor de "Las venas abiertas de América Latina" realizó estas declaraciones durante una alocución en la que se refirió a la independencia, la dignidad y la transformación de la historia, informó la agencia de noticias DPA.

El periodista y escritor -exiliado durante la dictadura militar uruguaya (1973-1985)- advirtió que México "está siendo víctima de la hipocresía del narco-sistema universal, donde unos ponen la nariz y otros ponen los muertos y unos declaran la guerra y otros reciben los tiros".

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¿LOS DEJAREMOS SOLOS OTRA VEZ? PEDRO PAUL BELLO

Como siempre lo han hecho en nuestra turbulenta historia, los jóvenes han dado su respuesta valiente, oportuna, espontánea y definitivamente comprometida con el destino de este país. Lo han hecho siempre: en La Victoria y otras batallas cuando se trataba de la Independencia; contra las tiranías de Guzmán, Gómez o Castro; contra el gobierno dictatorial de Pérez Jiménez y, repetidamente, en esta nueva resurrección del gendarme innecesario.

Este casi centenar de jóvenes, que se involucró en riesgosa huelga de hambre, nos gritan a todos los venezolanos que no es de Venezuela el miedo, la vacilación pusilánime, la "prudencia" pacata; que somos una Nación fuerte, valiente, arriesgada, desprendida. Que no podemos ser egoístas, sino generosos; miedosos sino valientes; cuidadosos sino arriesgados. Que cuando de la libertad se trata, nos jugamos el todo por el todo para reconquistarla, si la hemos perdido, o para defenderla si   --como ahora--   está amenazada.

La protesta juvenil que los condujo a esta huelga, fue para defender nuestro  modo democrático de vida, nuestros derechos humanos y, en este caso, sobre todo la justicia conculcada en sus diferentes expresiones: prisiones injustas al margen de las leyes y procedimientos judiciales; eliminación del debido proceso judicial; imputaciones insostenibles por carecer de pruebas.  Todo ello realizado con el protervo propósito de aterrorizar;  de imponer silencio a las conciencias; de desatar el terror que permite oprimir.

La valiente y generosa entrega de nuestros jóvenes es un reto para sus mayores que hemos estado prefiriendo cerrar nuestros ojos a lo que, en verdad, ha venido aconteciendo desde febrero de 1999. Nos hemos contentado con observar desde cómodos palcos lo que ha estado ocurriendo; criticar en reuniones y salones los hechos cumplidos ó,  ir a marchas cómodas que más que de reales  protestas parecen  ser por celebraciones festivas.

Bien sabemos y sostenemos que la violencia jamás puede ser fin legítimo en el orden de la civilidad democrática, como tampoco lo es del comportamiento cristiano. Pero recordemos que la precaución y el cuidado de que no se desate la violencia no puede ser freno o paralizante de acciones justas orientadas a restablecer principios o valores conculcados.

Nunca iremos a las calles, ciudadanos y jóvenes de la patria, con el corazón enceguecido de ira ni con  el alma cargada de factores generadores de violencia como el odio o la retaliación; sin embargo, no podremos dudar en ejercer legítima defensa de la propia integridad personal y de los principios por los cuales siempre lucharemos democráticamente.

Ciertamente, el valiente y sacrificado esfuerzo de los jóvenes huelguistas ha dado frutos.  Nadie podría dejar de reconocerlos. El futuro inmediato nos revelará el alcance de lo logrado que es función del cumplimiento, por parte del gobierno, de los compromisos que acaba de asumir. No obstante, permítaseme expresar mi pensamiento al respecto:

1° Este es un gobierno comunista, no porque lo afirmemos desde nuestra posición opositora, sino a confesión de su líder y demás integrantes, así como por sus desastrosos hechos cumplidos.

 2° El sistema comunista de gobierno es, por definición y realización histórica, un sistema totalitario.

3° El totalitarismo se caracteriza porque los fines del Estado totalitario prevalecen sobre los de la Nación en la cual se haya establecido como poder.

4° El alcance de los fines del Estado totalitario debe realizarse con arreglo a la Verdad o sin arreglo a ella y, con mayor frecuencia se obtiene de esta segunda manera (“La Verdad es un peligro. Lo más peligroso que pueda existir”, Capo dixit). Así ocurrió en la Alemania nazi, en la Unión Soviética y países dentro de la Cortina de Hierro, en la Italia fascista; y ocurre en la China, Corea del Norte, Cuba, y demás naciones sometidas actualmente al comunismo.

5° La respuesta del gobierno comunista ante la huelga de hambre de los jóvenes no es sino resultado de una reacción provocada por los acontecimientos del Medio Oriente, en los que muchas barbas de sus amigos están ardiendo.   

Por tanto, sagaces como son los hijos de las tinieblas, simulan un “arreglo” mientras pasa esta tormenta y cumplirán, “por ahora”, algunos de sus compromisos, para ir ganando un tiempo que les es indispensable a fin de retornar con más violencia cuando las circunstancias lo permitan.

Es, pues, absolutamente indispensable, que la Sociedad Civil, en todas sus expresiones (Sindicatos, Universidades, Colegios profesionales, Gremios, Academias, ONG’s, Federaciones y Confederaciones del comercio, la producción, Industrias, Educadores, Transporte, etc.) continúen organizándose y preparándose para impedir que el comunismo se imponga en nuestra Patria, la destruya totalmente como lo ha venido haciendo en estos doce largos años, y haga de ella un mar de dolor e infelicidad como lo es la noble y  sufrida hermana Nación cubana.

¡No dejemos solos a nuestros jóvenes!

¡Que el Todopoderoso y nuestra Santísima Madre nos protejan y nos llenen de valor y esperanza!

Pedro Paúl Bello 
ppaulbello@gmail.comEL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, ACTUALIDAD, VENEZUELA, OPINIÓN, NOTICIA, REPUBLICANO LIBERAL, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, LIBERTARIO, POLÍTICA, INTERNACIONAL, ELECCIONES,UNIDAD, ALTERNATIVA DEMOCRÁTICA

PARRILLADA DEL RESENTIMIENTO. EDITORIAL DE ANALITICA. ANALITICA PREMIUM

¿Qué los mueve a hacer semejante barbaridad? ¿Un resentimiento inducido por el discurso? ¿Una perversidad innata? ¿Un sentido del humor muy maligno y de mal gusto?
¿Una antagonismo político muy mal entendido y peor actuado?

A mediodía de ayer los 82 estudiantes que se mantenían en huelga de hambre en reclamo a la visita de una misión de la Organización de Estados Americanos al país para constatar la situación de los derechos humanos, levantaron su acción de protesta al considerar que el compromiso adquirido por el ministro del Interior, Tareck El Aissami, de revisar los casos de siete presos (políticos) fue un paso importante y suficiente para cesar la queja colectiva.

Durante los días que mantuvieron la huelga, algunos de ellos requirieron auxilios médicos debido a las descompensaciones que provoca en el organismo el ayuno prolongado. Escuchamos a ministros y afectos al régimen no sólo dudar de la acción de estos jóvenes sino burlarse abiertamente.

Pero el colmo de todo fue la parrillada que estudiantes pregobierno (suena a anatema, pero en esta revolución todo es posible) organizaron frente a la sede de la OEA, en Las Mercedes, donde se instaló el grupo inicial de los manifestantes.

¿Qué los mueve a hacer semejante barbaridad? ¿Un resentimiento inducido por el discurso? ¿Una perversidad innata? ¿Un sentido del humor muy maligno y de mal gusto? ¿Una antagonismo político muy mal entendido y peor actuado?

La jugada les debió salir muy mal, no a los ojos de quienes aplauden la violencia y sus variantes, sino ante los ojos de cualquier ser humano consciente de su condición que, mínimo, no puede sino descalificar esta provocación fascistoide.

¿Dónde está el otrora defensor de los derechos humanos Tarek William Saab? ¿O quienes viven -y sacan réditos políticos- del recuerdo de las torturas y los desplantes que vivieron en tiempos pasados? ¿Dónde está el valor del humanismo que dicen practicar los "revolucionarios"? ¿Aplaudirá esta caricatura burda el excelentísimo embajador ante la ONU, Roy Chaderton Matos, quien fue generoso en descalificaciones hacia los estudiantes huelguistas?

La parrilla del resentimiento, no cabe la menor duda, es una muestra palmaria de las bajezas con que pueden llegar a operar los ciegos fanáticos de un sistema sectario, de su perversidad y revanchismo, y su enfoque degradante de la política.


Analítica Premium
informespremium@analitica.com

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WALTER, TELESUR Y LOYO. ENRIQUE PEREIRA

Por supuesto  que tienen algo en común. Los tres mienten menos que Rafael Ramírez.
Al gobiernillo no le ha quedado otra salida. Inventa los números, los acontecimientos, las cifras y todo lo necesario para tratar de seguir engañando al pueblo. Así lo manda el librito revolucionario, sin importar de qué color es. Así lo hacen en Libia, Cuba, Bolivia, Nicaragua, China y en cualquier lugar en que una revolución es la justificación para cualquier clase de barbaridades.

Tratar de convencer a los venezolanos de que las importaciones de alimentos se hacen para conservar una reserva estratégica alimentaria, al tiempo que se asegura que la producción nacional ha subido más de cuarenta por ciento, es cómo tratar de explicarle a alguien que el plato vacío que tiene frente a sus ojos, está repleto de comida, o que el Metro de Caracas ahora trabaja mejor que en la cuarta. Ni que le pinten dibujitos.

Nada tan inverosímil como los cuentos de Rafael Ramírez acerca del estado saludable de nuestra industria petrolera, que emite bonos de deuda, pagando intereses imposibles, para estabilizar el mercado del innombrable. La explicación es digna de un Nobel. Coño (si consiguen una palabra mejor lograda para expresar la admiración que me produce, me la hacen saber) Ramírez, casi tan increíble como la explicación del chino Khan acerca de las razones de la escases de cabillas; La vendieron a futuro los antiguos dueños de Sidor y la especulación las tiene escondidas.

Walter Martinez, el conocido internacionalista que maneja la información internacional en Venezolana de Televisión,  intentó convencernos anoche de que en Libia, hay un fuerte apoyo a la revolución que encabeza el líder Gaddafi, al tiempo que nos mostraba un video dónde personas con banderitas hacían vítores en una plaza de Trípoli. No tengo duda de que el video es cierto y de que ese puñito de unas cien personas apoya al tambaleante régimen. De ahí, a sugerir que Libia está en calma y que grandes masas de personas han salido a defender a la revolución, hay una gran distancia. 

Militares, ministros y embajadores en desbandada mientras una guerra civil mata a centenares o miles de personas, pero Telesur reporta un país “normal”, en calma. Se convierte en un payaso mediático quién nos cuenta ese cuento de caminos. Es lo más parecido a la costumbre cubana de ocultar la realidad en base a repeticiones de una mentira.

El mercadeo no se equivoca. Cuando una marca dice mentiras para vender, lo logra de momento, pero le hace un profundo daño a la marca que termina llenándose de polvo en los estantes en medio del rechazo de los consumidores. Este gobierno nos toma por pendejos, desadaptados, infantiles y tontos cuándo nos miente con un pasmoso descaro que no aguanta una sola revisadita. Lo hace para engañar a unos, sin importar lo que piensan los que están en medio de la mentira. Cuánto más miente, más credibilidad pierde.

Chávez no entiende el daño que sus halagados ministros le están haciendo. Mejor que siga con gripe y les permita que nos llenen de cuentos para que la revolución siga perdiendo espacio.

vienegrande@yahoo.es                                                               
@pereiralibre

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¿QUÈ NOS HA PASADO A LOS VENEZOLANOS?. ZENAIR BRITO CABALLERO

A los venezolanos se nos describe apáticos. Nada nos conmueve mucho ni durante mucho tiempo. Mezquinos con el aplauso al artista, olvidadizos, despistados, charlatanes para lo banal y parcos para lo sustancial. Lo que tal vez seamos, en realidad, es abúlicos. Abulia y apatía comparten la partícula privativa a, detalle que nos dice que son parientes. En su origen griego, ábulos significa falta de voluntad y apatheia, falta de interés. El parentesco consiste, por tanto, en que ambas comparten la falta de algo.

En la antigüedad clásica la apatheia fue elevada a la cúspide ética por ciertas doctrinas filosóficas. A la abulia, en cambio, nunca nadie la tuvo por virtud; más bien lo contrario. Bajo el cristianismo se la asoció a la pereza, un pecado capital delatado como portero complaciente de los otros seis. Por ejemplo, y más comúnmente, de la lujuria. Los monjes y ermitaños medievales se sobrecogían ante el daemon meridianus, un demonio que acometía en esas siestas azotadas por el bochorno inclemente, exacerbando lo que entonces se decía “el llamado de la carne”, que nada tenía que ver, como puede uno imaginarse, con teléfonos, chuletas y rabadillas. Contra tales llamados, solo quienes alcanzaron el estado de apatía lograban prevalecer. Los que todavía no se habían remontado hasta aquel punto cenital del espíritu quedaban expuestos al riesgo de los demonios de la fornicatio, y luego la cenodoxia o gastrimargia (gula), convirtiéndonos en heliogábalos. 

De ordinario, la gula venía acompañada de la oinomanía, dipsomanía o crápula, demonios propios de estas fiestas findeañeras. Y la anfodiplopia, o sea ver las cosas duplicadas, el menor de los efectos de la borrachera, aunque no pocas veces esta propició prodigios como la revelación de seres sobrenaturales. En estos tiempos actuales de materialismo y sensualidad, a los únicos que la anfodiplopia suele hacer aparecer es a dos, cuatro o seis agentes del alcotest.   

Muchos viajeros y cronistas que recorrieron y describieron a los pobladores de  la Venezuela colonial, en aquellas épocas lejanas en que estaban más poblados de indios que de antropólogos, son unánimes en su impresión de la notable abulia dominante. Iniciando el S. XVII, Ruy Díaz de Guzmán relataba: “Son naturalmente todos estos Indios que de aquí adelante llamaremos nativos, siervos a natura, antropophagos y carniceros, ingratisimos y bestiales, viciosos y abominables, impíos, crueles y sediciosos, falsos y mentirosos, de poca constancia y lealtad, ociosos y pocos trabajadores”. Leí un artículo en Internet, que aseguraba que muchos indígenas tenían “obtusa el alma, y falta de nobles especies, no discurre, ni penetra, ni adelanta, ni se ocupa sino en lo visible que ceba los sentidos y sirve de pasto al apetito”. Acabando el siglo XVIII, todavía el padre Dobrizhoffer se quejaba así: 

“Casi todos son de natural estúpido, feroz, inconstante, pérfido; antropófagos, extrañamente voraces, entregados a la borrachera, incapaces de previsión ni cautela aun para las necesidades de la vida; perezosos e indolentes en grado tan notable que excede toda ponderación”. Y cien años más tarde, Alcide D’Orbigny describía de este modo a los venezolanos que conoció: “Haciendo largas siestas, no dan a su empleo más tiempo que el consagrado a tomar su café o fumar su cigarro, conversando a veces de política, aunque por lo general de caballos, de ganado o, mucho más a menudo, de aventuras galantes y de mujeres. Su ocupación durante el día se reduce a nada. No poseen diarios que los ocupen; así se reducen a dormir, comer, fumar, tomar café, pasear a caballo, porque jamás andan a pie; he ahí su vida cotidiana”. En estos piropos dedicados a nuestros ancestros, hallamos algunas pistas acerca del tema. Si aún prevalece con tanta fuerza entre nosotros el temperamento abúlico, lo sabremos mejor este año, midiendo cuánto logran conmovernos las celebraciones de la irrepetible ocasión del bicentenario de la independencia nacional. Si aun esto nos mantiene impertérritos, quizás habrá que dar la razón a los monjes medievales: posiblemente fuimos poseídos por la tríada demoníaca de la cenodoxia, la oinomanía y la fornicatio.

britozenair@gmail.comEL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, ACTUALIDAD, VENEZUELA, OPINIÓN, NOTICIA, REPUBLICANO LIBERAL, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, LIBERTARIO, POLÍTICA, INTERNACIONAL, ELECCIONES,UNIDAD, ALTERNATIVA DEMOCRÁTICA

¿QUÉ ES SER DE IZQUIERDA? ISA DOBLES

¿Qué es ser de izquierda hoy entonces: aplaudir por un pago miserable?

 “Con ataques infundados a un alto y respetado oficial general del ejército de Bolívar pretenden manchar la imagen de nuestra Fuerza Armada Nacional Bolivariana ante el pueblo venezolano, con la única intención de minar una de las fortalezas fundamentales de la Revolución Bolivariana: La unión del pueblo con su fuerza armada”.

Esta es la declaración y conclusión del gobierno venezolano ante la reacción de las fuerzas democráticas con la designación del General Henry Rangel Silva como orador de orden en la sesión realizada en Ciudad Bolívar el día del Congreso de Angostura, en lo que Teodoro Petkoff llamó “un ultraje” al Libertador. Como fue la profanación a sus restos y como es su “personificación” cursi y analfabeta guiada por cuadros vistosos, botones dorados, espadas, y no ideas y principios morales y de justicia.

Pero esta declaración viene, además, con una acusación tan manoseada que provoca risa: “Fuerza Armada Nacional advierte “intenciones de la derecha”.

Vamos a ver … Yo fui por un tiempo bastante largo calificada de “izquierda” porque me solidarizaba con principios concretos de rebeldía ante el poder, me interesaba el hecho que ocurría sin distingo político, trataba de desmenuzarlo sin ventaja, peleaba por los más débiles, defendía causas que consideraba justas, estaba informada, y había sido levantada en un hogar venezolano de valores familiares y rodeada de hombres de moderación y apasionado respeto por su país como para no ofender sus tradiciones y raíces, y consideraba al otro venezolano que compartía mi pasión por esta tierra.

Así crecí y trabajé para un pueblo que me respetó igualmente y mis amigos son y fueron sin distingo de ideologías, raza, religión, color o clase social, mis amigos.

Recurrir ahora y además de todos los descalificativos que ya pesan sobre nosotros, los opositores, que somos apátridas, lacayos, asesinos, ladrones, vendidos, escuálidos, traidores a la patria, conspiradores y mafiosos con esto de “derechistas”, es un chiste malo.

Ahora resulta que tenemos “intenciones de derecha”. ¿Qué significa entonces ser de izquierda hoy?

¿Estar de acuerdo con la prisión de los presos políticos?

¿Aceptar todos los días con las muertes horrendas, los secuestros de niños, ancianos, mujeres, en manos de policías, militares, seleccionados por un gobierno de impunidad y violencia?

¿Quedarse como si nada ante la corrupción?

¿No sentirse humillada ante los insultos del verbo poderoso que agravia, divide e incita al odio?

¿Sentir la injusticia en jueces vendidos y serviles que condenan sin evidencias y absuelven con cinismo?

¿Reir estupidamente chistes malos burlándose de otros venezolanos decentes y aplaudir por un pago miserable que les quiebra los valores y las conciencias?
¿No criticar esta polarización de rencores y amarguras instigadas por una mente llena de desórdenes que no sabe vivir sino en conflicto?

¿Eso es ser de izquierda?

¿Regalar bienes públicos, aislar a Venezuela en relaciones peligrosas, contaminar mentes infantiles contra la libertad con adoctrinamientos de violencia?

¿Castigar también a Bolívar convirtiéndolo en un títere de intenciones fascistoides?

¡’chas gracias!

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BALANCE DEL AVANCE DEMOCRÁTICO. VENECONOMIA OPINA

El 22 de febrero se levantó la huelga de hambre en la cual participaron unos noventa estudiantes universitarios. Esta tuvo su origen el 31 de enero, cuando nueve estudiantes universitarios iniciaron una huelga de hambre a las puertas de la Organización de Estados Americanos (OEA) con el propósito de obligar al gobierno a hacer concesiones en materia de derechos humanos.

Ya para el 22 de febrero, más de ochenta jóvenes se habían sumado al movimiento, repartidos en ocho estados del país y frente a la sede de siete embajadas en Caracas.
Se trata de una demostración de la fuerza de la lucha pacífica que no se veía desde hace mucho tiempo en Venezuela, y que tuvo repercusión a nivel internacional.

Quizá para algunos ciudadanos el que se haya levantado la huelga representa un nuevo retroceso para los que creen en la democracia y los derechos humanos.
¡No se equivoquen!

Los estudiantes, con su huelga de hambre que se expandía exponencialmente por el territorio nacional, demostraron el ansia de libertad y democracia de la juventud venezolana. Ellos, con el apoyo de varios individuos y organizaciones de la sociedad civil, obligaron al gobierno a ceder ante sus peticiones.

Obtuvieron varias concesiones del gobierno:

a) Que el régimen aceptara procesar las medidas de beneficio, que tenía represadas, a siete presos políticos. También habrían influido, conjuntamente con la presión internacional, a que se le diese casa por cárcel a la ex Juez Afiuni durante el tiempo que dure el juicio.
b) El posible traslado de presos políticos a un centro de detención más apropiado. Y Atención médica de otros presos políticos con problemas de salud.
c) El compromiso del ministro El Aissami de discutir el caso de los tres diputados electos que están en prisión. Al escribir esta nota, se informaba que el diputado Biaggio Pillieri fue dejado en libertad con medida cautelar de presentación y con el derecho de incorporarse a su escaño en la Asamblea Nacional; se esperaban medidas similares a favor de otros dos diputados electos.
d) Que el Secretario General de la OEA, José Miguel Insulza haya declarado varias veces en público que no podía cumplir con la exigencia de los estudiantes porque el Gobierno de Chávez, nuevamente, le había negado la autorización para visitar Caracas. Con estas declaraciones, Insulza le dejaba claro a la opinión internacional que en Venezuela hay presos políticos y que se violan los derechos humanos.

Lo más importante, los estudiantes y la sociedad democrática siguen en pie de lucha.


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SOBRE LA DEMOCRACIA VERSUS LA LIBERTAD. STEVE H. HANKE.ELCATO.ORG. CATO INSTITUTE (LOS PADRES FUNDADORES DE LOS ESTADOS UNIDOS)

“El Profesor Hanke brinda uno de los análisis más profundos que he leído sobre los Padres Fundadores y sus documentos. En lugar de analizar los documentos de los Padres Fundadores con nuestros puntos de vista, sesgos y prejuicios del presente, él se enfoca en su significado esencial y original.

Muchos se sorprenderán al enterarse de que la palabra “democracia” no fue usada ni en la Declaración de Independencia ni en la Constitución. De hecho, los Padres Fundadores temían permitir cualquier tipo de tiranía, incluso la tiranía de la mayoría.

Este ensayo debería ser leído y meditado por todos aquellos que piensan que tienen el derecho a influir la sociedad. ¡Una verdadera joya!”

—Jacques de Larosière, consultor para BNP Paribas en París, ex presidente del Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo, ex director administrativo del Fondo Monetario Internacional y ex gobernador del Banco de Francia.

Luego de la Primera Guerra Mundial, el presidente Woodrow Wilson se propuso hacer del mundo un lugar seguro para la democracia. Desde entonces, los presidentes estadounidenses han marchado al ritmo del idealismo wilsoniano. De hecho, gran parte de la política exterior de EE.UU. se lleva a cabo bajo el pretexto —y en algunos casos la genuina creencia— de que EE.UU. está llevando la democracia al resto del mundo. De manera que la justificación del presidente Barack Obama para intervenir en el extranjero no es ni nueva ni extraña.


La mayoría de las personas, incluyendo gran parte de los estadounidenses, se sorprenderían al darse cuenta que la palabra “democracia” no aparece en la Declaración de Independencia (1776) o en la Constitución de EE.UU. (1789). También les sorprendería la razón por la cual la palabra democracia no está en los documentos fundadores de EE.UU. Contrario a lo que la propaganda ha hecho creer a la gente, los Padres Fundadores de EE.UU. eran escépticos y le temían a la democracia. Estaban al tanto de los peligros que acompañan a la tiranía de la mayoría. Los autores de la Constitución se esforzaron considerablemente en asegurarse que el gobierno federal no estuviese basado en la voluntad de la mayoría y no fuese, por lo tanto, democrático.

La Constitución dividía al gobierno federal en las ramas legislativa, ejecutiva y judicial. Cada rama estaba diseñada para limitar el poder de las otras ramas. Los Padres Fundadores no querían depender solamente de los electores para limitar el poder del Estado. Por lo tanto, los ciudadanos recibieron muy poco poder para elegir las autoridades federales. Ni el presidente, ni los miembros del poder judicial, ni el Senado eran elegidos mediante el voto popular directo. Sólo los miembros de la Cámara de Representantes eran directamente elegidos mediante el voto popular. Incluso en ese caso, el derecho era considerablemente restringido.

Si los autores de la Constitución no adoptaron la democracia, ¿a qué se adherían? Para un hombre, ellos acordaron que el propósito del Estado era aquel de asegurarle a los ciudadanos la trilogía de derechos de John Locke: el derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad. Los autores de la Constitución escribieron de manera extensa y elocuente. Sobre la propiedad, por ejemplo, John Adams escribió que “el momento en que la idea es admitida en la sociedad, de que la propiedad no es tan sagrada como las leyes de Dios, y de que no hay una fuerza de Derecho y de la justicia pública que la proteja, comienzan la anarquía y la tiranía”.

Las acciones de los Padres Fundadores muchas veces comunicaron más eficazmente que sus palabras. Alexander Hamilton, un abogado distinguido, aceptó varios casos famosos solamente por defender principios. Luego de la Guerra Revolucionaria, el estado de Nueva York estableció medidas severas en contra de aquellas personas que permanecieron leales a la corona británica y de los súbditos británicos. Estas incluían la Ley de Confiscación (1779), la Ley de Citación (1782) y la Ley de Ingreso sin Autorización (1783). Todas estas medidas involucraban la confiscación de propiedades. Desde el punto de vista de Hamilton, estas leyes ilustraban la diferencia inherente entre la democracia y la ley. Aunque las leyes eran ampliamente populares, estas desobedecían principios fundamentales del derecho de propiedad. Hamilton llevó sus ideas a la acción y defendió exitosamente —frente a una hostilidad pública enorme— a aquellos cuyas propiedades habían sido confiscadas en virtud de estas tres leyes del estado de Nueva York.

La Constitución fue diseñada para promover la causa de la libertad, no de la democracia. Para lograr eso, la Constitución protegía los derechos de los individuos de transgresiones del Estado, así como también de sus conciudadanos. Con ese propósito, la Constitución estableció reglas claras, inequívocas y ejecutables que protegiesen los derechos de los individuos. Como resultado, la envergadura y tamaño del Estado fueron estrictamente limitados. La libertad económica, la cual es un requisito para el crecimiento y la prosperidad, fue consagrada en la Constitución.

Después de la colonización europea, EE.UU. consistía en trece colonias inglesas. Estas se beneficiaban de una administración algo superficial desde Londres y de un abandono saludable. Esto contrastaba con las colonias francesas, las cuales eran controladas desde París, y con las colonias españolas, las cuales tenían superestructuras institucionales impuestas desde España.

Sin embargo, no todo andaba bien en las colonias inglesas en Norteamérica. Un importante problema colonial tenía que ver con el dinero. Oficialmente, las monedas de plata inglesas eran la moneda del reino en América. Pero hubo problemas. Las Leyes de Navegación prohibieron la exportación de monedas de plata desde Inglaterra. También hubo una prohibición en contra de que cualquiera de las colonias estableciera casas de moneda. Como resultado, hubo una escasez endémica de monedas de plata en las colonias. Para cubrir esta gran brecha, se emitieron notas de crédito, las cuales circularon libremente durante la primera mitad del siglo XVIII.

Esto resultó en una alta inflación, la cual obligó a que gran parte de las colonias abandonaran los tipos de cambio fijos y las monedas metálicas. Las cosas finalmente empeoraron a tal punto que la Junta Inglesa de Comercio impuso las Leyes de Moneda de 1751 y 1764. Estas prohibían la emisión y uso de notas de crédito no respaldadas enteramente por un metal. Las prohibiciones en contra del papel moneda fueron una enorme fuente de resentimiento en las colonias. Junto con la más famosa Ley de Estampas de 1765, las prohibiciones sobre las notas de crédito crearon el marco para la Declaración de Independencia y la subsiguiente Guerra Revolucionaria.

La Guerra Revolucionaria agravó los problemas monetarios de las colonias. Los mejores cálculos ubican el costo de la guerra entre el 15 y el 20 por ciento del Producto Nacional Bruto de las colonias. Aproximadamente el 85 por ciento de esta guerra fue financiada con dinero fiduciario. Durante el periodo 1775-80, la inflación anual era de alrededor del 65 por ciento. Como consecuencia —y antes de la Convención Constitucional de 1787— la situación económica era tal que los estados individuales aumentaban dramáticamente los impuestos y las regulaciones y el dinero seguía siendo inestable. Además, había mucha corrupción y escándalo en la política. Y por si fuera poco, la economía se encontraba en una depresión general que fue agravada por la crisis de 1787.

Como una reacción a la situación político-económica, se convocó la Convención Constitucional de 1787 en Filadelfia. En el debido tiempo, la Constitución fue redactada y ratificada en 1789. Es un documento corto, claro y comprensible. El preámbulo de la Constitución contiene sólo 52 palabras que están seguidas de siete artículos cortos y diez enmiendas conocidas como la Carta de Derechos, ratificada en 1791. La Constitución original establecía el Estado de Derecho y el gobierno limitado. Cabe destacar que alrededor del 20 por ciento de la Constitución enumera cosas que el gobierno federal y los gobiernos de los estados no pueden hacer, mientras que solamente un 10 por ciento de la Constitución concierne la entrega positiva de poder. En total, los poderes legítimos concedidos por la Constitución eran menos que aquellos que habían existido. Gran parte de la Constitución —alrededor del 70 por ciento de ella— se refiere a la concepción de los autores de su principal objetivo: colocar a EE.UU. y a su gobierno dentro del marco del Estado de Derecho.

La Constitución es un documento principalmente estructural y de procedimientos que indica quién o quiénes deberá (n) ejercer el poder y cómo lo deberá (n) ejercer. Se resalta mucho la separación de poderes y los pesos y contrapesos del sistema. No se trata de una construcción cartesiana o de una fórmula para practicar ingeniería social, sino un escudo para proteger a la gente del Estado. En pocas palabras, la Constitución fue diseñada para gobernar al Estado, no a la gente.

La Carta de Derechos establece los derechos de la gente frente a violaciones por parte del Estado. La única cosa que los ciudadanos pueden demandar del Estado, en virtud de la Carta de Derechos, es un juicio con un jurado. El resto de los derechos de los ciudadanos son protecciones frente al Estado. Durante alrededor de un siglo después de que la Constitución fuera ratificada, la propiedad privada, los contratos y el libre comercio doméstico en EE.UU. fueron sagrados. La envergadura y el tamaño del Estado permanecieron muy restringidos. Todo esto era consistente con lo que se entendía por libertad.

Es necesaria una observación acerca de los Padres Fundadores y el público. Hubo 55 Fundadores y 35 de ellos tenían educación universitaria. Los estándares para ingresar a las universidades en ese entonces eran extremadamente exigentes y estrictos. A los 14 y 15 años, la edad normal para ingresar a la universidad, a los estudiantes se les requería tener fluidez tanto en latín como en griego y ser competentes en los Clásicos. Eran expertos en el arte de la retórica y estaban profundamente conscientes de la necesidad de conseguir respaldo popular para su proyecto constitucional. Para los Fundadores, las políticas tenían que ser desarrolladas desde abajo hacia arriba.

En ese entonces, los estadounidenses estaban alfabetizados y bien informados, a través de panfletos y manuscritos, acerca de los debates políticos del momento. La cantidad de periódicos en EE.UU. en esa época cuadruplicaba la de Francia, país que era el centro del pensamiento continental y del debate acerca de muchas cuestiones constitucionales y filosóficas. Los Federalist Papers (Documentos Federalistas) fueron publicados en 1787 y 1788 en el Independent Journal de Nueva York, un periódico común y corriente. Estos importantes ensayos —escritos por Alexander Hamilton, James Madison y John Jay, bajo seudónimos— eran de alta calidad y crearon el marco para la Convención Constitucional y el producto resultante. Vale la pena mencionar que Hamilton organizó este proyecto, escribió gran parte de los ensayos y, de entre todos los Padres Fundadores, fue él quien desempeñó gran parte del trabajo intelectual por el menor crédito histórico. Dicho esto, dos economistas notables le han dado a Hamilton lo que le corresponde. Lionel Robbins pensó que los Federalist Papers eran “el mejor libro sobre ciencias políticas y sus aspectos prácticos escrito en los últimos mil años”. Y si eso no fuera suficiente, Milton Friedman escribió en 1973 que el Federalista No. 15, escrito por Hamilton, “contiene un análisis más convincente del Mercado Común Europeo que cualquier otro que he visto salir de la pluma de un escritor moderno”.

Luego de que la Constitución fuera ratificada y George Washington fuera electo presidente, el nuevo gobierno federal carecía de credibilidad. Las finanzas públicas oscurecían los prospectos del gobierno. Recordemos que el dinero de papel y la deuda fueron innovaciones de la era colonial y que una vez que empezó la Guerra Revolucionaria, los estadounidenses abusaron de estas innovaciones. Como resultado, EE.UU. nació en un mar de deuda. La mayoría de la gente favorecía una mora en el pago de la deuda. Alexander Hamilton, en su cargo como Secretario del Tesoro de Washington, se opuso firmemente a una mora. Como cuestión de principios, argumentó que la inviolabilidad de los contratos era el fundamento de toda moralidad. Para efectos prácticos, Hamilton argumentó que el buen gobierno dependía de su habilidad de cumplir con sus promesas.

Hamilton ganó la discusión y se dedicó a sacar al país de su debacle financiera. Entre otras cosas, Hamilton era —lo que hoy se llamaría— un ingeniero financiero de primera clase. Estableció un fondo federal de amortización para financiar la deuda de la Guerra Revolucionaria. También diseñó un importante intercambio de deuda en el cual las deudas de los estados individuales fueron asumidas por el nuevo gobierno federal. Para agosto de 1791, los bonos federales se vendían sobre par en Europa y, para 1795, todas las deudas extranjeras habían sido canceladas. La solución de Hamilton para el problema de la deuda de EE.UU. le dio al país una descarga de credibilidad y de confianza.

Hasta aproximadamente la Primera Guerra Mundial, la situación de la política económica de EE.UU. estaba en línea con el espíritu de la Constitución. La economía floreció, con importantes aumentos en los insumos de trabajo y capital, así como también un sólido crecimiento de la productividad. Hubo, por supuesto, una interrupción casi fatal durante este periodo: la Guerra Civil. La guerra consumió entre el 15 y el 20 por ciento del PNB, casi la misma proporción que la Guerra Revolucionaria. Las finanzas de guerra eran algo parecidas en la Confederación (el Sur) a lo que habían sido durante la Guerra Revolucionaria. Alrededor del 60 por ciento del financiamiento sureño venía de la impresión de papel moneda. El Norte también recurrió al financiamiento con dinero fiduciario, pero sólo a una tasa del 13 por ciento. Como resultado, hubo una oleada de inflación. Además del importante trastorno causado por la Guerra Civil, vale la pena mencionar una importante anomalía en la economía estadounidense: las tierras que le pertenecían al gobierno federal, así como a los gobiernos estatales y locales.

Alexander Hamilton, el primer Secretario del Tesoro, quería venderle a la gente la tierra tan pronto como fuera posible. Esto no ocurrió. Como consecuencia, el Estado todavía posee una gran cantidad de bienes raíces. Su área superficial es alrededor de seis veces más grande que el área total de Francia. Esta es una empresa estatal. Como podría imaginarse, también es poco productiva. Estudios detallados de las tierras que son propiedad del Estado indican que solamente alcanzan el 25-30 por ciento de la productividad de aquellas que son propiedad privada.

Las tierras públicas en EE.UU. han sido el centro de repetidos debates acerca del sistema de libre mercado en el país. De hecho, la Asociación Estadounidense de Economía se colocó en el centro de uno de estos debates. Un motivo, posiblemente el principal, para fundar la Asociación Estadounidense de Economía era protestar contra las actitudes laissez-faire en EE.UU. ¡No debería sorprender que la edición de mayo de 1885 del American Economic Review contenga tres estudios justificando la retención de los terrenos madereros del Estado!

En vísperas de la Primera Guerra Mundial, el gasto público era menos del 2 por ciento del PNB y el 99 por ciento de la población no pagaba impuesto sobre la renta. Recién se había creado el impuesto sobre la renta, pero la tasa más alta era de solo de 7 por ciento y se aplicaba a los ingresos que excedían los $500.000. El gobierno federal tenía alrededor de 400.000 empleados, menos del 1 por ciento de la fuerza laboral. Alrededor de 165.000 soldados estaban en servicio activo. No existía regulación alguna de los mercados de capitales o de trabajadores. La producción y distribución agrícola tampoco estaban reguladas. No había salario mínimo ni seguridad social. Un área en la que había una intervención relativamente agresiva en la economía era aquella de las tarifas que cobraban los ferrocarriles. La legislación antimonopolios también era fuerte.

La conflagración de la Primera Guerra Mundial marca una ruptura violenta con la letra y el espíritu de la Constitución. Los derechos de propiedad fueron suspendidos a gran escala. Hubo nacionalizaciones de gran envergadura de ferrocarriles, telefonía, telegrafía y, en un grado menor, de las embarcaciones navales. Más de 100 fábricas de manufacturas fueron nacionalizadas. El gobierno se involucró en la relación entre los trabajadores y los patronos con la Ley Adams de 1916. Se estableció el servicio militar obligatorio. La Ley de Espionaje fue aprobada en 1917. La Ley de Sedición de 1918 impuso penalidades sobre las expresiones anti-gobierno, socavando la Carta de Derechos. El novelista Upton Sinclair de hecho fue arrestado por leer la Carta de Derechos y Roger Baldwin, uno de los fundadores de la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles (ACLU), fue arrestado por leer la Constitución. El presidente Woodrow Wilson logró todo esto con los poderes de emergencia que el Congreso le concedió en 1916.

Gran parte de este aparato anti-constitucional fue desmontado después de la Primera Guerra Mundial. No obstante, permanecieron algunos residuos y estos resurgieron eventualmente. Todo lo que se necesitó para ello fueron otras emergencias nacionales —la Gran Depresión, la Segunda Guerra Mundial, la Guerra de Vietnam, y así sucesivamente. Con cada una, se aprobaron leyes, se crearon entes federales y crecieron los presupuestos. En muchos casos, estos cambios resultaron ser permanentes. El resultado es que las crisis sirvieron de catalizador, desviando la tendencia del tamaño y envergadura del Estado hacia un nivel mucho más alto.

No debería sorprendernos que los estados gastan más dinero y regulan más activamente durante las crisis —las guerras y los rescates económicos son costosos y complicados. Pero un Estado más activo también atrae oportunistas, quienes perciben que una emergencia nacional puede servir de pretexto útil para lograr sus propios objetivos.

EE.UU. y otros países parecen no estar más conscientes de esto hoy que lo que estuvieron en el pasado. Y aún así, la historia ha dado muchos ejemplos que ilustran lo dañino que es. Veamos la Gran Depresión. En ese momento, los grupos de presión agrícolas, habiendo intentado obtener subsidios durante décadas, se aprovecharon de la crisis para aprobar un amplio paquete de rescate, la Ley de Ajuste Agrícola, cuyo título la declaraba ser “una ley para aliviar la actual emergencia económica nacional”.

Casi 80 años después, los agricultores todavía están succionando dinero del resto de la sociedad y la política agrícola ha sido ampliada para satisfacer una variedad de grupos de presión, incluyendo conservacionistas, nutricionistas y amigos del Tercer Mundo. Luego, durante la Segunda Guerra Mundial, cuando el gobierno representaba alrededor de la mitad del PIB de EE.UU., prácticamente cada grupo de interés intentaba obtener algo del abultado presupuesto del gobierno. Aún departamentos federales aparentemente ajenos al esfuerzo de la guerra, tales como el Departamento del Interior (el cual está a cargo de las tierras estatales y de los recursos naturales), declararon estar desempeñando “trabajos esenciales para la guerra” y tener derecho a presupuestos y un personal todavía más grandes.

Dentro del gobierno estadounidense, la guerra contra el terrorismo le ha dado la excusa a una multitud de oportunistas provincianos, cuyas propuestas incluyen rescatar aerolíneas y nacionalizar la producción de vacunas. Como consecuencia, el ex presidente George W. Bush —supuestamente un conservador— lideró una expansión del Estado que marcó un hito. Esta tendencia continúa con el presidente Barack Obama, un intervencionista.

¿Qué podemos aprender de todo esto? Primero, “democracia” y “libertad” no son palabras intercambiables. Segundo, sólo el primer siglo de la experiencia estadounidense representa un parámetro de libertad. Expandir la democracia es un eslogan que requiere de mucha precaución. Puede convertirse fácilmente en una tiranía electa. La libertad es el concepto. Nuestro reto es convencer a cada ciudadano de los beneficios que fluyen de la puesta en práctica de la libertad. La libertad incluso podría florecer de formas muy diversas e inesperadas en diferentes partes del mundo.

Referencias:

Adams, John. The Works of Johns Adams, Second President of the United States, editado por Charles Francis Adams, Vol. VI. Boston, MA: Charles C. Little y James Brown, 1851.

Friedman, Milton. “Alexander Hamilton on the Common Market”, Newsweek, 4 de Junio de 1973.

Robbins, Lionel. A History of Economic Thought, the LSE Lectures, editado por Steve G. Medema y Warren J. Samuels. Princeton, NJ: Princeton University Press, 1998.

(*) Steve H. Hanke es profesor de economía aplicada en la Universidad Johns Hopkins y Académico Titular del Cato Institute.

http://www.elcato.org/sobre-la-democracia-versus-la-libertad

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