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LA LIBERTAD, SANCHO, ES UNO DE LOS MÁS PRECIOSOS DONES QUE A LOS HOMBRES DIERON LOS CIELOS; CON ELLA NO PUEDEN IGUALARSE LOS TESOROS QUE ENCIERRAN LA TIERRA Y EL MAR: POR LA LIBERTAD, ASÍ COMO POR LA HONRA, SE PUEDE Y DEBE AVENTURAR LA VIDA. (MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA) ¡VENEZUELA SOMOS TODOS! NO DEFENDEMOS POSICIONES PARTIDISTAS. ESTAMOS CON LA AUTENTICA UNIDAD DE LA ALTERNATIVA DEMOCRATICA

lunes, 28 de mayo de 2012

MANUEL MALAVER, CHÁVEZ Y SANTOS, O COMO JUEGA EL GATO MAULA CON EL MÍSERO RATÓN

No hay dudas que en la relación o pacto Chávez-Santos el colombiano se alzó con una serie de ventajas, entre las cuales, la más notable fue restablecer el caudaloso comercio binacional que cifra los 8.500 millones de dólares anuales y es superavitario para Colombia en un 80 por ciento.

En otras palabras que, desde productos agrícolas y ganaderos, hasta manufactureros e industriales, pasando por medicinas y energéticos (gas), cruzan la frontera para paliar la catástrofe en que el populismo salvaje (que Chávez llama “socialismo del siglo XXI) dio el tiro de gracia a la siempre prometida y jamás lograda recuperación de la economía venezolana.
Golpe de mano bautismal y sorprendente del santismo primigenio (casi en estado larval), pero inexcusable e improrrogable para aliviar a un empresariado siempre ávido de mercados y oportunidades, a unos sindicatos que la chillaban por la pérdida de casi un millón de empleos y a un sector financiero que necesitaba del flujo de los petrodólares “revolucionarios” para mejorar el crédito, bajar la presión sobre el peso, abaratarlo y hacerlo más competitivo.
En lo político, puede decirse que las ventajas del acuerdo lucieron menos claras, pues si Santos logró replegar a Chávez de sus cuarteles “regionales” a los “nacionales”, Santos también entregó mucho (quizá demasiado) convirtiéndose en avalista de la “autocracia y el expansionismo” chavistas, mientras se distanciaba, cortaba toda relación y se convertía en enemigo de la oposición democrática venezolana.
Y más dudosas resultaron aun las ganancias sobre el tema que había enfrentado a los “nuevos mejores amigos” en su pasado más reciente, el de las FARC, ya que si Santos logró que Chávez se comprometiera “de palabra” a no aceptar más campamentos de la guerrilla en territorio venezolano, a quitarles todo tipo de ayuda, e incluso, a enviarle irregulares “si” eran detenidos en Venezuela y Colombia “los” solicitaba, no se firmó una carta de intención o tratado de estricto cumplimiento para las partes, vigilado y controlado por una comisión binacional, que, además, contara con la garantía de un tercero neutral.
O, lo que es lo mismo: que en una línea fronteriza de casi 3 mil kilómetros y que cruza por desiertos, cordilleras, selvas, llanos, ríos y montañas, el tigre llanero quedó con las garras sueltas, y el puma cachaco dependiendo de la “bona fide” del hombre menos credible del mundo: Hugo Chávez.
Pero el pacto o acuerdo en sus dos vertientes, la económica y política, le procuró a Santos un éxito que no esperaba entre la creciente clase media de Bogotá y las otras grandes ciudades colombianas (y sus vanguardias: la intelectualidad de la neoizquierda y el sistema de medios liberal), la misma que había apoyado la candidatura de Antanas Mockus, clamaba por el fin de la guerra (de todas las guerras) con las FARC y negociar un status quo tipo “aquí cabemos todos”, donde se terminaran los secuestros, se liberara a los rehenes, y se apagara el ruido y el humo de los atentados y los choques entre la guerrilla y el ejército, para comenzar a disfrutar, sin sobresaltos, del bienestar que habían significado los 8 años de pax uribeana.
Era, por tanto, refractaria a seguirse calando la tozudez bélica de Uribe, la retórica grancolombianista e invasionista de Hugo Chávez y la resistencia sesentosa de anacrónicos como Grannobles, Timochenko, el “Mono Jojoy” y Alonso Cano que se empeñaban en sostener una guerra perdida, por lo cual, era urgente, urgentísimo, sacar de juego a Uribe y llegar a un acuerdo de paz entre el nuevo gobierno, Chávez y la guerrilla.
Es el momento en que el otro gran político, el otro gran caudillo y el otro gran autoritario de la historia colombiana reciente, Juan Manuel Santos, huele, oye, toca su oportunidad, y se lanza con todo, y sin pensarlo mucho, a emerger como el líder fundamental de la Colombia del siglo XXI, a convertirse en uno de los dirigentes clave de la región, y da inicio a su reconversión en el híbrido que pudo autorizar las operaciones de contrainsurgencia en que perdieron la vida el “Mono Jojoy” y el Alfonso Cano, pero que también viaja a La Habana a reunirse con los hermanos Castro y Chávez, regresa a Bogotá a introducir en el congreso una Ley de Marco Jurídico para las Negociaciones de Paz que reforma la Constitución y prácticamente indulta a los guerrilleros de todos sus crímenes, y carga la pluma para firmar el tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos.
Pero lo más espectacular en el contexto, fue el distanciamiento, disputa o polémica que de inmediato atizó con el expresidente, Uribe, quien de mentor, preceptor y promotor de su carrera y candidatura a la presidencia, pasó a convertirse en un boicoteador de sus políticas y un enemigo a vencer.
Era, precisamente, la oportunidad que necesitaba las FARC para empezar a reponerse de los golpes casi mortales que había recibido en el segundo período del gobierno de Uribe, y en el primer año del de Santos, y enviar las señales de risorgimento y resurrección que el exministro del Interior y Justicia, Fernando Londoño, ha etiquetado como “unas FARC repotenciadas”.
Porque, fueron pasando, sucediéndose cosas, como fue el atentado de hace 3 semanas en la Avenida Caracas, de Bogotá, en el cual, casi pierde la vida el mismo Londoño y dejó un saldo de 5 transeúntes muertos y 30 heridos.
No fue, sin embargo, lo peor en el mes que un analista político de “El Tiempo” llamó “el peor mes en los casi 2 años del gobierno de Santos”, pues a comienzos de esta semana, una numerosa fuerza de las FARC atacó a un campamento del Ejército que operaba cerca de la frontera venezolana en el Departamento de la Goajira, con un saldo de 14 oficiales muertos y 4 heridos.
E informes de los sobrevivientes traían “la sorpresa” de que, las fuerzas atacantes, venían de territorio venezolano y se refugiaron en territorio venezolano.
En otras palabras que, para Santos, un problema a solucionar con Chávez, quien en una llamada telefónica de la mañana siguiente, condenó el ataque, le negó cualquier complicidad y participación en el mismo y se comprometió a enviar dos divisiones a patrullar la frontera, y con la orden de que, si se encontraban con guerrilleros, dispararan, para combatirlos.
Y Juan Manuel, casi feliz, al participar la novedad al Ejército y al pueblo colombianos…”Chávez, me dijo…”. Y este exministro de la Defensa del gobierno de Uribe que debe saber que el ejército, que la FAN venezolana, tiene su apresto operativo reducido casi a cero, que progresivamente es suplantada por milicias, no para proteger ninguna frontera, sino para reprimir a la población democrática y antichavista, que no puede cumplir los ejercicios más elementales porque se le caen los helicópteros y aviones, este exministro de la Defensa que sabe que Chávez no podría enviar, no una división, una brigada a la frontera, sale a tranquilizar a los colombianos con un…”Chávez, me dijo”.
O sea, que un presidente sorprendido en las horcas caudinas de forjar su propio liderazgo, agarrado al clavo hirviente de tener que creer una mentira y divulgarla, y todo porque su afán táctico en este momento no es desmentir a Chávez y reclamarle por su falta de vigilancia en el frontera, sino derrotar a Uribe.
Al hombre que no puede tener una visión más distinta a la de Santos con relación a las FARC, Chávez y la frontera, pues no concibe que pueda haber paz en Colombia sin una derrota militar de las FARC, y no cree que las FARC puedan ser derrotadas sino se obliga a Chávez, mediante un acuerdo o tratado vigilado por una instancia internacional, para que no se inmiscuya en el conflicto armado colombiano apoyando a las FARC.
Y cuánta razón tiene Uribe, puede percibirse en los sucesos del último año donde las FARC han reaparecido “repontenciadas” y se han atrevido a hacer atentados como el de la Avenida Caracas de Bogotá, y el de la línea fronteriza de la Goajira.
Señales cuya simbología no quiere leer Santos: Timochenko y adláteres no van a permitir que el hombre que estuvo al frente de las operaciones “Fénix” (1 de marzo del 2008), donde perdió la vida en territorio ecuatoriano, el comandante, Raúl Reyes; “Jaque” (2 de julio del mismo año) en la cual medio centenar de rehenes les fueron arrebatados de las manos a las FARC; “Sodoma” (23 de septiembre del 2010) en la cual pereció el “Mono Jojoy”; y del choque en que encontró la muerte, Alfonso Cano (11 de abril del 2011), sea el mismo que viene ahora a entregarles el ramo de olivo y la bienaventuranza de la paz.
No, si antes no cumple el proceso de derrotarlas militarmente, y por vía de excepción, las obliga a negociar para que puedan salvar, lo salvable.
Así ha sido siempre y continuará siendo mientras haya hombres, sociedades, estados, ejércitos y guerras y, pensar lo contrario, es exponerse a la derrota por omisión en que está incurriendo, ahora, el presidente de la hermana República.
Lo saben muy bien Fidel y Raúl Castro, Timochenco y Chávez, quien espera una pronta y segura muerte física, pero no sin antes prepararle el mausoleo político a “su nuevo mejor amigo”: Juan Manuel Santos.
manumalm912@cantv.net

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LUIS DANIEL ÁLVAREZ V., EFECTO LONDOÑO

A los terroristas, con tal de sembrar miedo, no les importa atropellar a cualquier ciudadano
Aberrante puede ser el calificativo que se endilgue al vil atentado sufrido por el exministro colombiano Fernando Londoño.
El hecho, en el cual perdieron la vida dos personas y que dejó graves heridos, genera preocupación por lo que puede representar.
Por un lado, parece ser el retorno a la dantesca época de la criminalidad campante que atentaba contra los que alertaban sobre el auge de la violencia. Ver a Londoño salir de los humeantes hierros retorcidos de su vehículo rememoraba las terribles imágenes de los asesinatos de Rodrigo Lara Bonilla y Guillermo Cano. El primero fue un ministro que pagó con su vida el intento por llevar a la justicia a los narcotraficantes. El otro, un connotado periodista al que hubo que asesinar para que fuese silenciada la voz de denuncia que alertaba sobre el peligroso crecimiento del negocio de la droga.
Por otra parte, el atentado, aún sin ser reivindicado por ningún grupo, muestra la carencia de argumentos ideológicos para luchar. A los terroristas, con tal de sembrar miedo, no les importa atropellar a cualquier ciudadano, como ocurrió con el humilde conductor de la buseta que pasaba al lado del vehículo del exministro al ocurrir el atentado.
Pero las reacciones no demoraron. Londoño, pese a su convalecencia, siguió denunciando a los grupos del terror. Por otra parte, el aborrecimiento unánime de una sociedad que entiende que secuestrar, poner collares bomba y estallar bombonas de gas no es lucha política: es barbarie.
El presidente Santos debe entender que su disputa con el expresidente Uribe no puede significar una flexibilización en materia de seguridad que permita siquiera avizorar el retorno a épocas superadas. Ojalá Santos anteponga los intereses de su país a su propio provecho político.
luisdalvarezva@hotmail.com

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ANTONIO JOSÉ MONAGAS, ENCUESTAS “A CUESTA”, PIDO LA PALABRA, VENTANA DE PAPEL

ENCUESTAS “A CUESTA”

Algo “a cuesta”, es expresión de arrastrar. Según el contexto en el que se use, puede equivaler a cargar, soportar, aguantar, tolerar, sufrir, sobrellevar. Aunque en el ámbito político, cualquier situación que pueda gravitar alrededor de dificultades, obliga al implicado a revestirse de paciencia por cuanto es consecuencia del encuentro efectivo que ocurre en el fragor de una controversia sustentada en razones y opiniones.

El problema se suscita cuando las posturas se vician como resultado de ambiciones desaforadas. Es ahí cuando el hecho político tiende a enrarecerse obligando a los actores políticos a valerse de cuanto argumento sea posible a objeto de justificar sus propios proyectos. Justamente es lo que muchas veces lleva a apelar a mecanismos de consulta. Sólo que cuando éstos son aplicados con la rigurosidad a que remite la ciencia estadística, se elabora con la intención de indagar o afianzar una causa para lo cual es necesario exhortar una participación basada en la confianza de un propósito particular. Pero al mismo tiempo, ello requiere de ecuanimidad pues en su esencia habrán de estructurarse criterios que catapulten la imagen de un proyecto político en perspectiva o de quien está exaltándose por dichos medios.

Cuando alrededor de tan avezada empresa se enquistan las marrullerías propias de cualquier pretensión politiquera realizada con alevosía y ventaja, la consulta en cuestión se desvirtúa de los principios que la suscriben. Lamentablemente es la situación que está viviéndose en el país en medio en el ínterin de la adelantada campaña electoral presidencial. Números que dicen una cosa, cifras porcentuales que hablan diferenciadamente ante otras.

En fin, todo pareciera ser el resultado de un despropósito característico de un pandemónium o situación de desesperada condición desde la cual busca sembrarse la mayor confusión. Así podría parodiarse aquello de “divide y vencerás”. O mejor dicho, “divide, confunde, destroza y tremendo conflicto armarás”. Precisamente, lo que ha devenido en el país a consecuencia de la “danza de encuestas” a la que ha convocado el gobierno central con el auxilio de sus tantas encuestadoras compradas. O de otras manipuladas a conveniencia del régimen.

En total, son encuestas que tergiversan sentidas realidades, o verdades clamadas por una población que reclama justicia y verdadera democracia. Encuestas que falsean resultados con el ánimo de dar por aceptada una opinión que sólo es representativa de un reducido sector de la población. Encuestas elaboradas a partir de muestras insuficientes, muestreos inadecuados, entrevistas forjadas e improcedentes y tendenciosos análisis cuyas conclusiones evidencian despropósitos de cara al ejercicio riguroso de lo que bien constituye un diagnóstico de opinión basado en la estadística descriptiva, inferencial y aplicada.

Lejos de instar realidades adosadas a la integridad que exalta una praxis política comprometida con el desarrollo económico y social, estas encuestas que han curtido al país de difíciles y contrariadas posiciones, estimulan un mercadeo político engañoso dado el carácter insidioso de las mismas. No han comprendido que los resultados de los cambios políticos no son aquellos que sus amigos esperan o que sus enemigos temen. Son los que determina la voluntad de una sociedad agobiada por las incontinencias de un gobernante socarrón. Aunque estén llevándose encuestas “a cuesta”.

VENTANA DE PAPEL

MÉRIDA A LA DERIVA

Los efectos de una Ley del Trabajo hecha a la medida de un proyecto gubernamental en decadencia, ha sido la razón para que un sector importante de la comunidad universitaria merideña haya querido hacer de la ciudad un campo de batalla abonado por la anarquía de quienes se dieron a la tarea de impedir su movilidad con violencia. Este jueves, Mérida se convirtió en un desastre urbano donde los neumáticos encendidos, sumados a las barreras realizadas con desechos sólidos, fueron arsenal para que obreros de la Universidad de Los Andes dejaran ver su legítima apetencia de convertirse en empleados ordinarios de esta institución y parte de su nómina regular.
Sin embargo, esta situación de desorden desmereció del reclamo que hacían por cuanto es harto conocido que la aplicación de la nueva LOT determina la cesación de prácticas laborales que hasta ahora regían la contratación de personal eventual. Pero aunque la medida plantea el enganche de este personal a la nómina como miembros regulares de la organización universitaria, su factibilidad no se corresponde con el estado financiero de la ULA. Más, porque el gobierno ha venido restringiendo el debido presupuesto al extremo que la institución ha declarado la asfixia de importantes programas de desarrollo tanto académicos como administrativos. Pero esta condición no primó para evitar que la ciudad se transformara en la capital del infierno lo que dejó a Mérida a la deriva.

“TODO LO CONTROLO YO”

El Estado omnímodo, omnipotente, es la condición que se arroga todo gobierno cuando comete el pecado de caer en la tentación de creerse la única instancia con capacidad para ordenar la sociedad y sus instituciones en su conjunto. Es fascismo encubierto o disimulado. El gobierno central se ha empeñado en convulsionar todo el ámbito nacional. Tanto en la esfera política como en la social mediante espurias decisiones. Al mismo tiempo, ha buscado someter al sector productivo según el dictado del esquema socialista que intenta imponer mediante una violencia política fríamente calculada.
Primero fueron las amenazas. Luego pasó a expropiar propiedades personales al margen de la Constitución de la República. Más adelante, a confiscar sin previo aviso. Estableció las Agropatria que resultaron un completo fiasco. Ahora le dio por crear las Farmapatria en perjuicio de una industria cuya autonomía resulta de suma significación a los fines de permitirle al sector farmacéutico el manejo especializado que sabe realizar con base en la experiencia acumulada. Asimismo, en el conocimiento que tiene de los distintos procesos tanto de naturaleza bioquímica clínica como de microbiología y desarrollo galénico, particularmente. Ese equivocado sentido de propiedad que deja ver el régimen con decisiones que concentran todo en manos presidenciales, refleja obstinación y voracidad que sólo conduce el país hacia una profunda decadencia y que está a escasos pasos de donde ahora está parado. Ahí podría estancarse de insistirse en el criterio de gobierno según el cual“todo lo controlo yo”.

PEDALEAR POR LA SALUD

Pedalear por la salud, debería convertirse en el lema de quienes siguen sin atreverse a dejar el sedentarismo subiéndose a una bicicleta para de esa forma combinar el ejercicio cardiovascular que obliga el cuerpo, con el hecho positivo de disfrutar mientras se rueda. Esa fue la consigna que interiormente primó la excursión cicloturística organizada por Neudy Monsalve, Director Ejecutivo de Funda Eventos a la cual asistieron ciclistas de Barquisimeto, Trujillo, Valera y Mérida. Más de cincuenta deportistas compartieron los verdores de un paisaje único que acompasaron el recorrido de casi doscientos kilómetros en un exigente pero apacible circuito comprendido entre la ciudad de Mérida, la población de La Azulita y nuevamente la ciudad de las cinco águilas blancas. Dicha aventura contó con una logística que superó las expectativas por cuanto no sólo brindó el apoyo necesario, sino además el entusiasmo, afecto y la solidaridad que tan inusitado paseo requirió en toda su extensión.
Ojala que desde otras instituciones, pudieran organizarse actividades de este tenor de manera frecuente a fin de concienciar en todos el significado de practicar algún deporte que beneficie el cuerpo y el espíritu. Pues aquel viejo adagio “cuerpo sano, vida sana”, es estrictamente una gran verdad. Aplausos por lo que constituyó tan grata excursión ciclística. Así que vale animarse para así pedalear por la salud.

amonagas@cantv.net
@ajmonagas

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CARLOS RAÚL HERNÁNDEZ, ENCUESTAS, RESENTIDOS, MERCACHIFLES, PIRATAS...

Ocultar quien financió el trabajo es una amoralidad, sobre todo cuando lo hace un Estado bellaco

El sistematizador en el siglo XX de los estudios estadísticos es nada menos que Albert Einstein en colaboración con Satyendra Bose. Lo hicieron para el estudio de las partículas subatómicas, que no se pueden ver, pesar, medir, -negación de cualquier objeto de la ciencia fáctica-, sólo intuir a partir de repeticiones de fenómenos generales en los experimentos. De allí su frase: "la estadística es lo que sabemos cuando no sabemos nada".

Sabemos que ignoramos el universo de la sociedad. Las supuestas verdades son demasiado ambiguas para la certidumbre. Es conocido el ejemplo del "pavo de Russell". Para ralentizar la fe en la verdad de los números, escribió que "observando la realidad por cientos de días, un pavo concluye que los humanos están para alimentarlo y protegerlo.

(... ) Pero un día llega la Navidad". A veces una encuesta la desmienten posteriores resultados electorales, lo que no es necesariamente que se haya equivocado, sino un cambio en la opinión o la simulación de preferencias de los electores, como ocurre en los autoritarismos, donde encuestados temen y mienten. Ortega derrotaba a Chamorro por 20 puntos una semana antes de las elecciones que ella ganó. Noriega arrasaba en el referéndum que perdió de calle.

Es necio pedir a alguna acción humana un certificado de infalibilidad, y si "se equivocan" o "aciertan" no es el tema central. Lo que si hay exigir es capacidad y honradez. Las encuestas honradas trabajan conforme a normas técnicas y éticas, mientras otras son "operaciones" de maletín de aventureros y arribistas, mercachifles de resultados, que a veces medios de comunicación toman de buena fe.

Un grave problema es la tentación profetista de ciertos encuestadores, más bien líderes vocacionales, sujetos de una curiosa metamorfosis en expertos políticos, de allí en creadores de opinión, para culminar, el peor de los mundos, caricaturas de dirigentes. Quieren orientar la marcha de las cosas, desde la garita de un "saber profundo", como los pitagóricos, venerados porque decían conocer los arcanos matemáticos del universo, inaccesibles para los demás mortales. Pero las encuestas las paga alguien.

En Venezuela tenemos el padecimiento. Y es que por la desaprensión colectiva, ciertos especímenes evolucionaron en la secuencia: encuestadores, analistas, asesores, conductores de la opinión, políticos y finalmente, algunos, magnates. Una profusión de encuestadores en los medios dictamina sobre estrategias políticas, para lo que no están calificados.

Igual "analistas políticos" empíricos, sin formación teórica ni rigor académico, repetidores de chismes y obviedades, y diversos líderes aficionados que desconocen desde la A del oficio, emocionales, radicales e infantiles. La influencia de tales personajes explica muchas de las desgracias actuales. El estado natural de los políticos de oficio es resolver situaciones sin conflicto, mientras el amateurismo no puede dominar su estridencia radical.

Lo que indican los datos no son fatalidades para obedecer. El hombre "se sale con la suya", derrota las circunstancias. Schopenhauer plantea que sobre todo está la voluntad. No hay obstáculos insalvables a la voluntad unida a la pasión y la razón. La vida humana es la lucha para derrotarlos y Prometeo, el libertador del alma humana del poder de los dioses, no claudicó.

La máxima expresión de la voluntad es la política. En circunstancias duras es acción, decisión dramática, apremiante, condicionada por otros actores que juegan en el mismo terreno. Lo peor es la traición, pasarse al enemigo por resentimientos o 30 monedas.

Si el trabajo está integralmente bien concebido: cuestionario, muestra, supervisión del trabajo de campo, procesamiento de los datos, y se culmina honradamente, aporta información útil para examinar la realidad, señalar tendencias y comportamientos mayoritarios y minoritarios.

En la ficha técnica una encuesta debe decir quién la pagó. Insólito que el presidente de una encuestadora reconozca que "recibe donaciones" del gobierno y que otro, profesional de clase media hace quince años, hoy pueda comprar una casa de tres millones de dólares.

Las encuestadoras serias en todas partes son empresas impersonales. Trabajan para individuos o empresas que necesitan estudios de entorno en la toma de decisiones. Si el cliente da a conocerlos, allá él. Es suya. Ocultar quien financió el trabajo es una grave amoralidad, sobre todo cuando descubrimos que en la oscuridad lo hace un Estado bellaco que corrompe instituciones y grupos sociales.

@carlosraulher
carlosraulhernandez@hotmail.com

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FERNANDO MIRES, ¿POR QUÉ NO CREO EN LAS ENCUESTAS?

¿Por qué no creo en las encuestas electorales, vengan de donde vengan?
Por la misma razón por la cual no creo en horóscopos. Pero quizás miento. La verdad es que creo más en horóscopos que en encuestas. Al menos no están sometidos a presiones e intereses que inevitablemente influyen a las empresas encuestadoras.
Las empresas encuestadoras no se diferencian de otras empresas. Y como ocurre con toda empresa, siguen la orientación de sus empresarios. Ahora, todo empresario persigue un objetivo: el éxito. ¿O ha conocido usted algún empresario que persiga el fracaso? Y bien, en una economía de mercado el éxito es medido de acuerdo a ganancias.
Si hablamos de empresas privadas los medios utilizados para la obtención de ganancias se encuentran sometidos a un sistema de control y vigilancia pública. Así ocurre con productoras de alimentos o bienes; supuestamente con los bancos y, sobre todo, con la salud (clínicas, sanatorios y hospitales privados) No sucede lo mismo, empero, con las encuestadoras, exentas de todo control ciudadano
Ningún consumidor político, supongamos un partido o un candidato que ha orientado su línea siguiendo informes de una encuestadora puede, después de haber fracasado en las elecciones, demandar a la empresa por haber proporcionado datos falsos. Las encuestadoras son, por lo tanto, empresas que actúan no al margen de la ley –como las mafias, por ejemplo- sino, lo que puede ser peor: sin ley.
Ahora bien, si una empresa encuestadora no es confiable en democracia, mucho menos puede serlo en una nación regida por una autocracia o dictadura. ¿O cree usted que si un gobierno no vacila en corromper y someter al poder judicial va a tener escrúpulos en comprar, o por lo menos presionar a encuestadoras privadas? Vamos a suponer, sin embargo, que eso no es así.
Vamos a suponer que las encuestadoras están formadas por personas idóneas, guiadas solo por la ética de una profesión. ¿Confiará usted entonces en opiniones de encuestados sometidos a presión, dependientes de la ayuda social, inscritos en planes de vivienda? Eso quiere decir simplemente que si en un orden político democrático las encuestas no son confiables, bajo una autocracia son absolutamente desconfiables.
Incluso, allí donde actúan empresas encuestadoras formadas por calificados expertos -sociólogos, psicólogos, politólogos, estadísticos, economistas, consultores, opinólogos y otras especies de la inagotable fauna- no hay ninguna razón para depositar demasiada confianza en las encuestas políticas. En este caso, las suspicacias no son morales sino, por decirlo así, intelectuales.
Efectivamente, las empresas encuestadoras, todas sin excepción, laboran sobre dos supuestos constitutivos a un paradigma ya obsoleto en las ciencias sociales, aunque vigente en muchos institutos de investigación.
El primero de esos supuestos se basa en la creencia relativa a que la sociedad es un “objeto” mensurable y cuantificable.
El segundo, en la creencia relativa a la objetividad absoluta del conocimiento científico.
De acuerdo al primer supuesto, la “sociedad” esta constituida por seres racionales quienes al ser consultados responden de modo racional. Así son medidas y cuantificadas las opiniones. Pero las opiniones no son mónadas, sino eslabones de cadenas interminables. O formulado así: las opiniones son unidades compartidas de modo que una opinión individual nunca es la misma que la opinión compartida. Todo encuestado es, en ese sentido, un ser aislado, quien no argumenta (no opina) y responde, muchas veces, para “salir del paso”.
De acuerdo al segundo supuesto, se parte de la base de que las encuestas y los encuestadores transportan verdades objetivas. Pero en ese punto, y ya hace tiempo, las ciencias naturales, aún antes que las sociales, dieron al traste con la pretensión de objetividad científica.
Fue la física cuántica la que demostró que la observación de ondas y luces en las partículas elementales depende de la subjetividad del observador y de sus instrumentos de observación. La formulación del físico Dieter Zehl es en ese sentido célebre: “la conciencia del observador forma parte del proceso cuántico”.
En el caso de una encuesta, y con mucha más razón, la respuesta del encuestado tampoco es independiente de la conciencia del encuestador. Puede suceder incluso que la respuesta ya esté incluida en la pregunta, si no en su letra, por lo menos en el tono de su formulación.
No son, por lo demás, escasas las situaciones en que la dirección de un instituto de investigación sustenta una determinada teoría. En ese caso el personal del instituto estará interesado en probar la veracidad de esa teoría eliminando, de modo incluso inconciente, todos los puntos que la contradigan. Así, si una encuestadora sustenta la tesis de que los electores votan por razones emocionales, y otra cree que lo hacen por razones económicas, los resultados obtenidos no sólo son distintos; en muchas ocasiones son opuestos.
Las opiniones –ese es el detalle- no son unidades mensurables ni cuantificables. Ellas están cambiando en minutos, y no dependen tanto de razones o argumentos, sino de acontecimientos que, para que lo sean, deben ser fortuitos. Inundaciones, atentados, enfermedades, guerras, epidemias, terremotos, pueden definir resultados electorales de modo más decisivo que cualquiera respuesta ocasional. Hay cientos de ejemplos.
Y no por último, hay, además, un momento al que ningún encuestador puede alcanzar. Ese es el momento del elector quien, sin tener que dar cuenta a nadie ni responder a ninguna pregunta, hace la cruz o pulsa el botón, asumiendo, solo frente a su conciencia, esa responsabilidad política que ninguna encuesta está en condiciones de usurpar.


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ALONSO MOLEIRO, LA ALTERNABILIDAD RESTAURADA, UN OBJETIVO

La crónica crisis política que está planteada en la Venezuela de este tiempo tiene, a mi manera de ver, una falla de origen que presenta tres variantes fundamentales.

Todas son subsidiarias de la misma matriz: la ruptura entre el texto legal que rige la vida de los venezolanos y los verdaderos objetivos de este gobierno. El desmontaje progresivo de ciertos objetivos democráticos por todos compartidos en beneficio de un inconfesado marxismo tardío. La disonancia vigente entre las disposiciones constitucionales y los objetivos revolucionarios. Tenemos un gobierno autodenominado revolucionario que administra un estado que no lo es.

La génesis del problema data de los momentos fundacionales: en los parpadeos iniciales el gobierno presentaba al mundo únicamente una “revolución en democracia”. Un nuevo pacto de coexistencia, la refundación de la república, el programa legal para regir los parámetros de la vida ciudadana. En los estratos más duros de la oposición política existían fundadas dudas de que aquella fuera una iniciativa sincera. Acosado por sus adversarios, el chavismo sobrevivió a todas las crisis planteadas porque, apoyado en la promesa básica de la Constitución, aseguraba tener un pacto democrático con los sectores populares que las élites venezolana no le estaban permitiendo cumplir. Todavía en 2004 el presidente Chávez intentaba tenderle puentes a la administración Bush; no hablaba de socialismo y se autoafirmaba, si bien “revolucionario”, tan sólo “nacionalista y democrático”.

Todas las imposturas oficialistas del gobierno quedaron por completo desenmascaradas en 2007, la segunda parada de la crisis, el año en el cual queda clausurada Radio Caracas Televisión y se le tiende a la opinión pública la celada de la propuesta de Reforma Constitucional.

Una iniciativa que traía consigo el fortalecimiento de la burocracia en detrimento de la autonomía ciudadana y que, sin el menor rubor, estipulaba mandatos de siete años con reelecciones eternas. Fue entonces que comenzó a hablarse de lucha de clases; de plusvalía; a hacerle caratoñas, de forma en general precaria, a la memoria de Carlos Marx. A proponerse como un enemigo de Occidente y muchos de sus valores. El año en el cual expropiar se convirtió en un deporte y la propiedad privada una especie de favor que el gobierno le estaba haciendo a los demás.

La mutación discursiva de este gobierno ha conocido muchos amagos, engañifas y evasivas. Es obvio que el aquel lejano Chávez patriota y democrático, “amigo del empresariado”, que se enorgullecía de una –muy burguesa, por cierto- Carta Magna, “con cinco poderes autónomos” como lo imaginó el libertario Simón Bolívar, dista mucho de este otro, el que observamos ahora, inmortalizando el estribillo “exprópiese” e instando a los miembros de la Fuerza Armada Nacional a autodenominarse “socialistas, bolivarianas y chavistas”, como si aquella fuera su cuadra de caballos.

1999,-2006; 2007-2012. La metamorfosis a la que me estoy refiriendo, la norma corriente de este tiempo histórico, ha sido apreciada, en general, bien por exceso, bien por defecto, de forma muy errática por todo el país. Venezuela se ha ido habituando a hacer suyos valores impuestos, normas no consultadas, fraudes a la legalidad y la comprensión colectiva, falacias conceptuales y toda suerte de discursos superpuestos. Engaños en toda la línea, severas contravenciones con la legalidad y los valores democráticos de la población.

Nuevamente arribamos a un escenario electoral que, al menos en el aspecto teórico, amenaza en ocasiones con llegar con las cartas marcadas. Aqui desembocan las consecuencias de los aspectos que intento describir. Haga lo que haga, la oposición política tiene que ser tratada en todo momento en forma agresiva e irrespetuosa. La condición para organizar elecciones es tener garantías objetivas de ganarla; la “defensa de la revolución” es un horizonte que tiene excesiva validez y peso conceptual entre las autoridades.

Lo que describo no forma parte de una fatalidad: estamos en presencia de un cuadro de múltiples opciones y escenarios. Tenemos un estado colonizado por una parcialidad política pero es obvio que tendría el oficialismo empujar muy duro para imponerle a la nación una imposición extraconstuticional en la arteria aorta de la legalidad.

El país democrático tiene que terminar por imponerse. La alternabilidad política es una conquista de la civilización, no una disposición burguesa de carácter antidialéctico. Restaurar la alternabilidad política como preámbulo de un proceso de reconciliación social y político debe ser, en este momento, el objetivo último de todo este esfuerzo.


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VICTOR MACHADO, DESVÍO DE RECURSOS

Cuando no existen controles internos ni externos, los recursos del Estado se desvían para uso personal de quienes originalmente fueron electos o designados para invertirlos en servicios públicos de calidad.

Eventualmente las consecuencias son desastrosas para el país. Es lo que estamos sufriendo.

Peor aún, los recursos se desvían para apoyar actividades ilegales que generan más recursos para beneficio de quienes tienen el poder otorgado constitucionalmente.

En 1999 todo era "color de rosa". Los recursos estaban allí, en manos de quienes prometieron utilizarlos para el beneficio de la población. Pero progresivamente se destruyeron los pocos controles internos y externos que existían, desbocando la administración de los recursos del Estado.

Todos los funcionarios cayeron en la cuenta de que podían desviar los recursos bajo su responsabilidad y utilizarlos para beneficio propio. Eran conscientes de que nadie los controlaba, y que podían cometer delitos de toda clase sin ser castigados judicialmente.

Así comenzaron las mafias que hoy en día controlan a nuestro país. Siguen conscientes de que son intocables. Son bandas, llámense de policías, guardias nacionales, fiscales de tránsito, detectives, pranes, o de agentes del SENIAT, IVSS, CADIVI, o "camaradas comunistas"; que se transportan en motos, autos, lanchas o aviones, de último modelo; que sus jefes son "empresarios" de exportación de cabillas, gasolina o de tráfico de narcóticos y armas; tienen magistrados o jueces que "los sacan de apuros" o los hacen aparentar gente honorable y cumplidora de la ley; que también importan bienes sin pagar aranceles, como armas y medios de transporte para distribuirlos entre sus bandas, para ejecutar misiones de robo, secuestro, extorsión y asesinato.

Son bandas organizadas con muchos recursos para cometer fechorías, y la mayoría de sus jefes hoy en día se hacen pasar por gente honorable. Ellos son los que esperan este año comenzar a administrar los recursos que corresponden a los estados y municipios.

Hay un ejemplo claro: las consecuencias de haberse desviado muchos recursos a un ente administrador del Distrito Capital, por encima de los municipalidades y alcaldías, el cual creó la policía nacional bolivariana. Ya sabemos que los índices de delitos de este distrito se dispararon hacia arriba con este desvío de recursos.

Estas mafias no van a ceder su poder. Porque sus líderes y muchos de sus miembros ya perdieron el equilibrio mental. El "poder" los enfermó.

machquality2@yahoo.com

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IBSEN MARTÍNEZ, LOS ENEMIGOS DE CAPRILES

La próxima vez que alguien le diga que la candidatura Capriles “no levanta”, pregúntele cómo lo sabe.  Puede ser una buena idea.
Igual conviene preguntar (se) por qué quienes, desde el propio terreno de la oposición “unitaria”,  le tienen ojeriza, invariablemente se refieren a Capriles como “ese muchacho”, dicho esto último con un benévolo y displicente cabeceo que quiere pasar por sabiduría política. Me refiero al tipo de sabiduría que en la literatura clásica se atribuye a los consejos de ancianos. Es sugestivo que estos demócratas  vilipendien la juventud  de Capriles con el mismo ánimo descalificatorio con que lo hacen los voceros  del chavismo. Y esto, quizá no paradójicamente, en un país puer aeternus que desde siempre ha practicado un culto demagógico a la Juventud.
Tengo para mí que es a los nostálgicos del país que nos dio al longevo, empecinado  y errático Rafael Caldera y a un fósil llamado Alfaro Ucero, a quienes más impacienta el calmo y sistemático desempeño del “muchacho”.
Una variante semántica de “la candidatura Capriles no levanta” es afirmar que  Capriles “no es suficientemente duro con Chávez”. De nuevo, preguntar “¿qué te lo hace pensar?” es lo mejor que puede uno hacer para identificar, no sólo un adversario de Capriles, sino muy probablemente a eso que una insuperable expresión yanqui define como un “perdedor”.
“Perder es cuestión de método”, ha dicho Santiago Gamboa, el  extraordinario escritor colombiano, y   estos inopinados detractores de Capriles son, en mi modesto parecer, maestros del método.  Para irnos entendiendo, imparto de una vez un retrato hablado de una, dos, quizá tres secciones del Coro de Perdedores  Perpetuos que la tienen tomada con Capriles. Son muchas más, pero  con unas pocas bastará para que el lector mire en la dirección que mi dedo  de mugrientas uñas indica.
2.-
Me bastó escuchar los nombres de algunos de los más cejijuntos analistas de la presuntamente pésima campaña de Capriles para echarme a reír. Son, para decirlo de alguna manera, jubilados supernumerarios de decenas de campañas perdidas durante la llamada IV República, adscritos a lo que con un gran esfuerzo de imaginación podría llamarse el bloque socialdemócrata de la coalición opositora. Hay entre ellos más de un Willy Brandt de patio de bolas. O bien caballeros que  alguna vez formaron parte de las comisiones de propaganda del MAS y que nunca ganaron una campaña electoral, ni siquiera al interior de aquel  legendario pequeño partido. O factores del firmamento adeco – la Gran Maquinaria que arrasaría en las primarias de febrero, ¿recuerdan? -, algunos de ellos reciclados en Un Nuevo Tiempo. O asteroides del Big Bang copeyano.  O insidiosos editores de prosa punzo penetrante, proverbialmente tenidos por zahoríes,  que en el aciago 1998 llegaron a proponernos ¡ a Alfaro Ucero! como diques de contención del tsunami Chávez.
¿Cuál es su  argumento estelar? ¡Las encuestas! Una paráfrasis de la  recordada, estupenda telenovela de Leonardo Padrón nos daría a Venezuela como el País de las Encuestas.  Permítanme incurrir en mi atropello favorito: hacer irrisión de ese sujeto infaltable en la Pinacoteca de los Genios venezolanos del siglo XXI: el encuestador, o por mejor decir, el “demoscopa”, caballero de fortuna que ausculta los pareceres del público y suele infligirnos agudezas  tales como: “Chávez podría ganar, pero también podría perder”; o bien “ esta medición es sólo una fotografía: lo que importa en la tendencia”, et cétera.
Hay de todo en el gremio, desde luego. Gente de mucha probidad cuyas observaciones infunden respeto. Pero, ¡ay!, es minoría: lo que abunda es el encuestador, que “científicamente”, con alarde de varianzas, desviaciones estándar, campanas de Gauss y modelos estocásticos, llega a la conclusión chamánica de que lo que pasa es que Chávez tiene una “conexión emocional” con el electorado y Capriles, ¡qué vaina con el muchacho!, no la tiene.  Se habla de un encuestador que cambió sus resultados en 180º justo después que el gobierno le engavetase un crédito del Banco Industrial.
Tales encuestadores salen del ámbito de la Ciencia, del método inductivo experimental y los modelos matemáticos para penetrar en la bruma de lo mágico-religioso  con la facilidad de quien atraviesa la puerta giratoria de un hotel.  Decir “es que Chávez tiene un vínculo emocional con los desdentados”, sin caracterizar ni describir el funcionamiento ese tal vínculo, equivale para mí a correr al burladero de la palabrería hueca y declararse miembro de la Asociación Mundial de Charlatanes.
3.-
¿Qué procura este “revival” del ya rancio tema  de la conexión memtempsicótica de Bolívar y su pueblo a través de Chávez?  La nuez de la artera campaña es infundir en el electorado opositor la idea de que Capriles no tiene “carisma”, que no le pega duro a Chávez, que no  va p’al baile. Y hacer así más fácil la demencial sugerencia de cambiar de caballo en mitad del río. 
Tres millones de electores se manifestaron hace apenas 90 días a favor del candidato más moderado. Yo, que, dicho sea de paso,  voté por María Corina Machado, me niego a creer que esa disposición a votar por Capriles en octubre se haya desvanecido a favor del candidato que ofrecía a llevar Chávez esposado a la Corte Internacional de La Haya. Al contrario, si atendemos a que la mejor encuesta es una elección, la oposición, y con ellas Capriles, las viene ganando todas, consistentemente, desde hace cuatro años.
Tan buen arranque como el de las primarias precedió los actuales días, quizá los  más negros del Chávez candidato en toda su carrera pública: gravemente enfermo y disminuido, rodeado de “incondicionales” que ya no lo son tanto, absortos como están en vertiginosas sumas y restas mentales acerca del futuro personal de cada quien. Y con el tiempo conspirando en contra.  ¿Es este el momento de dudar del abanderado?
La mejor prueba de que Capriles lo está haciendo razonablemente bien con su estrategia de “fuerza tranquila”, para usar el famoso lema electoral de François Mitterrand, es que tiene protervos enemigos en su propio bando. Yo no le tendría el menor respeto como político de no ser así.
Para finalizar, menciono una de sus armas secretas, tan inasible y mágica pero tan potente como el fulano carisma de Chávez: la buena suerte. El muchacho es suertudo y eso vale tanto o más que el carisma del paciente habanero.
Dejémonos de vainas, ¿sí? Aquí el único que está en problemas – verdaderos problemas, algo más que electorales- es Chávez.
@IbsenM
 imartine@reacciun.ve. 

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IVÁN OLAIZOLA D’ALESSANDRO, ERA SANTO DE MI DEVOCIÓN, PARANINFO

Vino, reposó, reapareció, se encadenó, insultó, amenazó, cantó y se fue.

Entre las prioridades de los gobiernos está el defender sus propios intereses que se supone son los de la nación, es decir de su pueblo. 

Eso debe ser así, al menos en los gobiernos democráticos. Hay otros gobiernos que anteponen otros tipos de intereses a defender. Claro todos, sin excepción, dicen, proclaman, que todo lo que hacen es para defender los intereses de sus pueblos y además por mandato expreso de estos. 

Cerca tenemos dos casos a comentar. El primero es el del gobierno nuestro, bueno eso de nuestro es un decir, que habla, y cómo habla, y actúa, rara vez, en nombre del pueblo, pero como no aclara a qué pueblo se refiere y viendo sus realizaciones, bueno enterándonos de ellas por vías clandestinas, entendemos que se refiere a otros pueblos: al cubano muy especialmente, pero además al nicaragüense, al boliviano, al ecuatoriano, al argentino y a los nuevos hermanos bielorrusos, rusos, chinos, iraníes y hasta los afro descendientes del Bronx. Los viejitos de antes dirían candil de la calle y oscuridad de la casa.

El otro caso es el del gobierno colombiano. Cuando lo presidía Uribe, su gobierno defendía a sus compatriotas de los narco guerrilleros, y vaya que los defendía, casi que los derrota totalmente. Por defenderlos se peleó con sus vecinos. A Correa le invadió su territorio para acabar con una guarida de las FARC y rescató unas laptops que han hablado y parece que todavía siguen hablando, más que Aponte Aponte. Y estuvo a punto de liarse con su vecino oriental, valga decir nosotros, por salir “nuestro comandante en jefe” a defender a Correíta. Pepa asomada diría alguno. Menos mal que no hubo necesidad de disparar un tiro porque los tanques nuestros llegaron solo hasta Tocuyito. Ahora ese gobierno lo preside Santos, su antiguo ministro de la Defensa, y genio de la estrategia militar colombiana contra los narco guerrilleros: Y éste también defiende a sus conciudadanos. Lo primero que hizo fue declarar que había conseguido un nuevo mejor amigo y logró que le pagáramos todas las deudas del intercambio comercial, bueno del intercambio comercial “one way”. También logró que el comandante de aquí hablara con los comandantes de allá para que dejaran de jorobar. Hasta allí todo bien. Pero a veces lo que pasa es que algunos gobiernos por defender sus propios intereses lesionan los de otros pueblos. Por eso alguien dijo que los gobiernos tienen intereses no amigos. Excepción hecha, claro está, del gobierno revolucionario castro comunista del siglo XXI, que tiene amigos como sorgo. Pero lo del presidente Santos, últimamente, como que se le ha pasado la mano. Creerle a pinocho no es muy de santos más bien de ingenuos. O será que hay algo por debajo que no sabemos. El tiempo lo dirá. Está bien que defienda los intereses de su pueblo, que de suyo es muy genuino, pero no puede ser que para lograr eso nos crea a nosotros más problemas de los que ya tenemos. Que use la defensa de su nuevo mejor amigo para atacar a su antiguo jefe. Con todo respeto presidente Santos usted dejó de ser santo de mi devoción.

Iolaizola@hotmail.com

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THAELMAN URGELLES, LA REVOLUCIÓN DENOMINALISTA

Si alguna excepción ha tenido el cementerio de escasez que hemos transitado en estos 13 años es en las denominaciones. Huérfanos de ideas y realizaciones de cualquier tipo, quienes gobiernan muestran sin embargo un exquisito talento para el eufemismo, la simulación, ocultación de los hechos y para la transformación de patentes realidades en sus exactos opuestos. Habilidades que tienen como instrumento principal el denominalismo, práctica mediante la cual toda realidad queda transformada con un simple cambio en el sustantivo que antes la nombraba.

Tampoco en esto es original nuestra revolución vernácula. Desde que la madre de las revoluciones publicitarias se instaló en Francia en 1789, todas estas conmociones sociopolíticas, unas más auténticas y otras francamente de pacotilla, mostraron su gusto por renombrarlo todo. El calendario de la Revolución Francesa cambió el número y los nombres de los meses y los días, entre otras “profundas” transformaciones que no duraron ni 15 años; los bolcheviques le cambiaron el nombre a todo, comenzando por el país soviético, y aunque todo eso tuvo una duración mayor, al cabo de 90 años hasta el zar está reivindicado y adorado por el pueblo ruso.

La revolución que nos azota desde 1999 ejerce profusa e intensamente su denominalismo, desde el pomposo cognomento bolivariano adjudicado a la revolución, a la República, a gobernaciones, municipios, fuerza armada, policías y a cuanto aparato estatal inventado o por inventarse. Añádase el cacofónico Poder Popular adjudicado a ministerios e institutos oficiales. Son ardides que intentan disfrazar de cambio profundo lo que es apenas una muda de piel y sobre todo ocultar la inopia de contenido que banaliza todo su discurso.

Tanta ridiculez está presidida por el cursi uso del doble género para calificar a los cargos públicos, el cual alarga y afea hasta el ridículo a la Constitución: diputados y diputadas, ministros y ministras, electoras y electores, jueces y juezas, más un interminable etcétera.Algunos “funcionarios o funcionarias”, con la presidenta del CNE como lideresa absoluta, han convertido al doble género en un magistral ejercicio del arte kitsch.

En lo que son unos maestros dignos de asombro en la re-denominación de las innumerables calamidades por ellos producidas o acentuadas. Así, los niños de calle pasaron a ser “niños de la patria”, aunque siguieran campantes en las calles, los damnificados producidos por su incompetencia son ahora “dignificados”, aunque permanezcan arrumados en la incuria de vejatorios “refugios”. Los televidentes se llaman ahora “usuarios” y los tradicionales mil bolos son ahora un solo “bolívar fuerte”, aunque permita comprar menos que aquellos.

Mas en toda la verborragia denominativa, ninguna supera en cinismo, hipocresía y perversidad a la odiosa muletilla “privados de libertad”. Toda la sinvergüenzura, maldad y picardía de quienes asaltaron nuestras instituciones para su provecho exclusivo y excluyente, se concentra con química pureza en ese bastardo eufemismo, con el cual pretenden edulcorar la condición sub-humana a la cual ellos mismos han arrojado a los 46 mil venezolanos más desvalidos. Al margen de su incorrección gramatical, que debe expresar una situación o “estar” y no una condición o “ser”.

La mostrenca disonancia adquiere ribetes arquetípicos cuando la muletilla sale de los carrillos sobre-inflamados de la ministra fosforito, toda ella un incunable de la iconografía bolivariana, reina de la bastedad, la desmesura y la intolerancia.

Con gobernantes como “estas y estos”, todos estamos “privados de libertad”.

@TUrgelles

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JOSE ERNESTO PONS BRIÑEZ / NO SOLO EL RECHAZO SINO PROFUNDA INDIGNACIÓN., FALLAS EN LOS SERVICIOS PUBLICOS

No solo rechazo, sino, profunda indignación produce la ausencia de servicios públicos en el seno familiar, desde los más rancios compatriotas de la revolución hasta el ciudadano más sencillo de la vida venezolana; también aborrecen tales prácticas de vida por falta de un real gobierno que se dedique hacer felices al ciudadano y mejorar con sentido de previsión los aspectos que ocupan el vivir a nuestras familias.
Los cortes y largas ausencias del servicio eléctrico desnudan una gran realidad: Inversiones ficticias y desmantelada empresa del sector nacional, cuyo símbolo en otros tiempos fue entre una de las más eficientes; compitiendo con la Pdvsa de otros tiempos y poseyendo un sitial de honor dentro del espectro de las empresas públicas y privadas de la Nación.
El servicio eléctrico y sus cortes aparentan para el régimen grandes esfuerzos, esto, otra gran mentira de la revolución gris y pestilente que ahonda en las calles del desempleo, del racionamiento, de la decadencia sistemática del estándar del pueblo de Bolívar, de Betancourt, Leoni, Gallegos, Andrés Eloy, entre miles más que lucharon para una Venezuela libre y sobretodo de los venezolanos.
La Cuba miserable de edificios viejos, de un parque automotor de los años cuarenta y cincuenta, de los barrios miserables y el hambre que hace crujir los huesos. La isla de  los ensueños convertida en el oasis de la revolución “made in Castro”. Donde los hoteles de lujo para los extraño se convierte en la codicia de los pobres, el sin sabor de placer se limita al racionamiento general de comida y servicios. ¿Esto es lo que Ud. y sus acólitos desean para Venezuela?
Igualarnos al estándar cubano, no solo es una falta de respeto a nuestra soberanía, sino, a todo un bagaje histórico de compañeros que lucharon realmente por una Venezuela digna y envidiable en Latinoamérica. Rechazamos una vez más, Presidente y Ministros esta situación, como también, rogamos a Dios que tengan un juicio, cuyo peso de la Ley permita su castigo.
Además de lo descrito, las diferencias entre el servicio eléctrico en unidades hospitalarias, nacionales y regionales, son otras formas de atentar contra los Derechos Humanos. Por Dios, hasta donde les puede llegar su raciocinio revolucionario. Otra carga más de peculados que llevaran sobre sus hombros, siendo lo más lamentable para ustedes, que sus descendientes les quedaran cegarse por el “cuento” de la revolución o pasaran años ocultos del rigor social. Pobres insensatos que pretenden obviar lo natural del vivir ciudadano.
En resumen, es así que serán juzgados, incompetentes, ladrones de cuello rojo, de imberbes, de psicóticos y enfermos de poder. Pues la historia en su dura y fría sentencia establecerá las verdades que se escriben con sangre en la soberanía de la Patria. El tiempo es el mejor filtro de la verdad, es ella que enaltece a los hombres injustamente condenados y valora los hechos en su justo valor. Temerle es de sabios, de ella nadie logra dispersarse y cuyos valores no son falseados por nadie.
joseponschene@hotmail.com

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NARCISO GUARAMATO PARRA, ¿SENSACION O REALIDAD?

Hace pocos días el Banco Central de Venezuela presentó las cifras preliminares para el primer trimestre de 2012. Las mismas reflejan básicamente un crecimiento económico y una deceleración en el aumento de los precios.

Varias personas han manifestado reiteradamente sobre la incredulidad a estos resultados, aduciendo  que la sensación que tienen es todo lo contario. ¿Quién tiene la razón? ¿la sensación o la realidad? La respuesta es muy simple: ambos. Las cifras reflejan una realidad enmarcada en los parámetros forjados por una metodología internacionalmente aceptada y adoptada  a cargo de unos técnicos calificados y entrenados para su cálculo.

La cuestión es que en materia económica la sensación o percepción que se tiene sobre un evento es en muchos casos más importante que la realidad. No pongan cara de extrañeza y tengan un poco de paciencia, lo vamos a tratar de explicar con unos ejemplos.

En primer lugar veamos el caso del proceso inflacionario. Si las personas sienten, perciben o creen que los precios de los bienes y servicios seguirán en ascenso, tratarán de anticiparse a esta situación pidiendo aumento de sueldos, por ejemplo o si es un trabador independiente, ajustando sus honorarios, Esta situación encarecerá los costos de producción, presionando el aumento de los precios finales. En la literatura económica esto se conoce como inflación inercial o por expectativas.

Oteo caso que podemos mencionar es el del tipo de cambio ¿Cuántas veces ante el aumento del precio de un bien o servicio determinado? Nos han respondido para nuestra incredulidad, que el aumento es motivado a la devaluación de la moneda y, ¡ese bien no contiene ningún insumo importado!.

El de la escasez es otro ejemplo bandera de lo que puede causar la sensación o percepción. ¿Cuántas veces no ha corrido usted o a hecho una larga cola para adquirir un producto por el solo hecho de que usted o su familia cree que va a escasear. Lo que tarde o temprano se genera producto de los mismos compradores.

Finalmente, señalaremos el más devastador de todos. La Sensación de inseguridad, ya sea jurídica o física. No importa si es real o no. Ya la existencia del temor no permite a las familias salir a divertirse en las noches, afectando a la industria del entretenimiento. El turismo, disminuye la inversión y el consumo privado, y pare usted de contar.

En todos los casos la solución es la misma, hay que cortar las expectativas, mostrando de manera CONVICENTE  la realidad. Hay que demostrar que no hay motivos para tener falsas sensaciones. ¡Cláro! esto no es tan sencillo, la credibilidad hay que ganársela. Si el río suena, demuestre que este no trae piedras y recuerde en economía la percepción es muchas veces más importante que la realidad.

guaramatoparra@gmail.com
@guaramatoparra

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ANTONIO SÁNCHEZ GARCÍA, NO HAY OTRO CAMINO QUE EL DE LA UNIDAD

 “Verso, o nos condenan juntos, ¡O nos salvamos los dos!” José Martí, Versos sencillos
Dejar en manos de empresarios de la demoscopia el destino de nuestras decisiones estratégicas manifiesta una grave pérdida del sentido político y un avasallamiento del sentido de moral pública. Hacerlo hoy a nuestro favor es tan criminal como permitir que lo sea mañana a favor de nuestros adversarios.
1
  Se lo ha reiterado hasta el cansancio, pero nunca es innecesario repetirlo: sólo la unidad de los demócratas puede hacerle frente exitosamente a una tiranía. Particularmente si se trata de una tiranía que ha echado raíces en la ignorancia del sentimiento popular y domina el arte del sometimiento, del fraude, del engaño. Y más aún si es inescrupulosa, como sólo una tiranía puede serlo, y está dispuesta a matar para afianzarse aún más y entronizarse para siempre. Luego de someter y apropiarse de todos los poderes públicos y no tener frente suyo a un solo contrapoder capaz de ponerle un fin definitivo. Que no sea – he allí la clave – el de un pueblo férreamente unido y dispuesto a jugarse la vida por la libertad y la justicia aherrojados.
            Es la naturaleza de la tiranía que hoy impera en Venezuela y a cuyo desplazamiento y superación se han comprometido todos las fuerzas de la decencia nacional. Una tiranía que posee el poder de las armas, a las que ha comprado con la corrupción del rentismo petrolero, primero, y entregándoles el control del narcotráfico, después; que cuenta con el respaldo del más aleve y siniestro de los poderes tiránicos que hayan existido en el Caribe y América Latina – la satrapía castrista; y que dispone de los más poderosos recursos económicos y financieros jamás existidos en nuestro país y en país alguno de la región: el petróleo manejado con espíritu de saqueo y expoliación y los fastuosos ingresos del narcotráfico.
            Pues quiera o no quiera hacerlo explícito por razones tácticas o estratégicas, la oposición venezolana enfrenta a un tirano y ha de vérselas con una tiranía que dispone de los mayores recursos imaginables. No sólo ni principalmente con un mal gobierno y un pésimo presidente de la república. Que no por contar con la complicidad o la aquiescencia de amplios sectores de la población más menesterosa de nuestro país, que aún no aprende a valorar en su justo significado los principios morales y espirituales que nos conforman como Nación, es menos canallesco y alevoso. Verificándose el insólito extravío de que son víctimas precisamente esos sectores que lo respaldan, carne de cañón de la compra de conciencia y la obra de auto mutilación en que están empeñados el tirano y su tiranía. Esos sectores depauperados son los chivos expiatorios del deterioro material y espiritual del país. ¡Y creen ser sus principales beneficiarios!
            Con lo cual se dificulta inmensamente el combate contra la maldad intrínseca del régimen: es una tiranía que puede pavonearse de contar con amplios respaldos populares, a los que ha terminado por envilecer, extraviar, pervertir y adormecer.  A los que seduce con la promesa eternamente incumplida, a los que pretende convertir en protagonistas de un proceso de liberación que busca precisamente lo contrario: instaurar una dictadura permanente. Para lo cual le es esencial depauperar, envilecer, empobrecer, pervertir y engañar.
            ¿Cómo provocar el despertar del engaño y la apatía en que el terror, el hambre, el desempleo y la permanente dependencia de las dádivas de la tiranía mantienen a amplias masas de los sectores menos favorecidos del país? ¿Cómo hacerles ver el extravío y el abismo a los que el régimen los conduce? ¿Cómo lograrlo si las fuerzas de la conciencia nacional no se unifican por encima de sus legítimas diferencias, postergan el logro de sus legítimas ambiciones y posponen la conquista de sus anhelos particulares en aras del bien común?
2
            Con la unidad sucede como con el maravilloso verso de Antonio Machado: “Caminante no hay camino. Se hace camino al andar”. La unidad no es un objeto listo y empacado para quienes la anhelan y necesitan como al agua el sediento: es un proceso en permanente construcción, una andadura interminable y sin fin que se va creando y fortaleciendo a medida que se materializa. La unidad no es ni un contrato ni un acuerdo de fácil materialización: es una acción cotidiana, un tejido de vida, un compromiso existencial que debe ser reafirmado día a día y paso a paso. Un ejercicio de comunión diaria, frente al que nunca damos lo suficiente y frente al cual siempre estamos en deuda. Pues en la medida de los gigantescos desafíos que enfrentamos siempre estamos menos unidos de lo que debiéramos, deuda que sólo podrá ser saldada el día en que el magno cometido que nos hemos propuesto – desplazar del poder a quienes envilecen nuestra nacionalidad y pervierten nuestras tradiciones y costumbres – sea plenamente logrado. Y nos hagamos al propósito único y verdadero: reconstruir la república sobre nuevas bases, obtener el progreso y la prosperidad que nos merecemos con laboriosidad y disciplina, y sentirnos orgullosos del papel que como nacionales de un país renovado desempeñaremos en el concierto de las naciones.
            Dada la naturaleza espiritual del cometido unitario y la necesaria voluntariedad de la adscripción, la unidad no puede ser impuesta por la fuerza, a palos. Pues la unidad es asunto de libre albedrío. Más, muchísimo más aportan a la unidad aquellos que están dispuestos a sacrificar sus propios intereses en bien del interés común. Pues son ellos los verdaderos protagonistas de la unidad que reclama el proceso histórico. Pero tampoco el sentirse y ser depositarios del auténtico mensaje unitario faculta a quienes desbrozaron el camino para apartar del sendero a quienes se suman a medias, lo hacen a desgano, por cálculos mezquinos, condicionan la unidad de acción al privilegio del fruto que pretenden les pertenece por derecho propio. Pues creen – y ese es el gravísimo error – que ellos solos pueden con la pesada carga.
            La unidad del cálculo, no es unitaria. La unidad auténtica se nutre del sacrificio y la generosidad. Sirve al engrandecimiento de la cruzada, fortalece la andadura y puede llegar a hacer invencible el esfuerzo pretendido. Pues la unidad – asunto que quienes desconfían de ella desconocen – se autoalimenta, se retroalimenta, combina todos los elementos unidos para convertirlos en un poder y en una energía inéditas que nada ni nadie puede detener.
            Esa es la fuerza de la unidad. Si ella se ha convertido en el motor interior de un esfuerzo colectivo y no es la máscara falaz que oculta pugnas intestinas, ambiciones descontroladas, pretensiones desmedidas. La historia está llena de éxitos obtenidos gracias a la unidad de quienes se mancomunaron tras un objetivo superior. Pero también está llena de fracasos de quienes no estuvieron a la altura de sus circunstancias y carecieron de la lucidez, la inteligencia, la generosidad que el momento histórico exigía. Pues no hay otro camino que la unidad.
            Todos los otros caminos conducen al fracaso. La desunión es la madre de todas las frustraciones, el sendero seguro al infierno de las derrotas. De allí la vieja sentencia de los tiranos: divide et impera. Divide y dominarás. La unidad, en cambio, hace la fuerza.
3
Así suene majadero volver a repetirlo: no hay otro camino que el de la unidad. Es el único camino cierto hacia la victoria. Así el enemigo invoque todas las malas artes de la manipulación política para sembrar el desconcierto, el miedo y la desunión. Última baza con la que cuenta el régimen para tratar de impedir la catástrofe que le acecha y la muerte que ya ronda por sus cuarteles. Tarea de desánimo y desconcierto que en gran medida encarga a quienes venden sus habilidades de manipular el mercado político al mejor postor. Pues yendo a la esencia del asunto: así las encuestas no se equivoquen: se equivocan los engañados. De someternos a la falaz tiranía de los numeritos y traicionar los verdaderos objetivos estratégicos de saneamiento nacional nos entregaríamos atados de pies y manos a la perversión moral de falsas mayorías.
Que la unidad es el único camino lo han demostrado todos los últimos procesos electorales. En todos ellos obtuvo la victoria la oposición democrática. Tras haber superado las diferencias y haberse unido. En todos ellos demostró la canallesca falacia de encuestadores y manipuladores de oficio. Sólo la inmoralidad que ha hecho carne de nuestra vida pública puede escamotear esa verdad del tamaño de una catedral: los falsos gurúes de la opinión aseguraron que perdíamos el Referéndum Constitucional: arrasamos. Reacción del tirano: “una victoria de mierda”. Las vacas sagradas del marketing político pusieron a Ledezma en la cola de los perdedores mientras declaraba vencedor antes de tiempo a Aristóbulo Istúriz, la mejor carta del régimen: Ledezma arrasó. Los mismos encuestadores que mostraron su carencia de seriedad y experticia – Schemmel y Luis Vicente León, Seijas y Jesse Chacón -  volvieron a jurar que no obtendríamos más de 35 diputados. Duplicamos esa cifra. A la vista de estos porfiados hechos, vale el viejo refrán que reza que el culpable no es el ciego, sino quienes le dan el garrote.
Pero vuelvo a insistir en lo verdaderamente esencial: dejar en manos de empresarios de la demoscopia el destino de nuestras decisiones estratégicas manifiesta una grave pérdida del sentido político y un avasallamiento del sentido de la moral pública. Hacerlo hoy a nuestro favor es tan criminal como permitir que lo sea mañana a favor de nuestros adversarios. Contra todo lo que la decadencia de nuestras élites permitan suponer, como bien decía Gramsci: sólo la verdad es revolucionaria. Es decir: verdadera.
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