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lunes, 25 de julio de 2011

CHILE LIBERAL: ¿ES LEGÍTIMO QUE EL ESTADO COBRE IMPUESTOS?


"El impuesto es el precio que debemos pagar por vivir en la civilización"
Oliver Wendell Holmes

Muy a mi pesar, he tenido que rellenar la Déclaration de chiffre d’affaires y hacer mi cotisation trimestral. "Ouch!" fue mi comentario al ver la cantidad que debo pegar este trimestre por mis actividades. Lo que ha conminado a Chile Liberal a reflexionar sobre el siempre espinudo y controversial tema del pago de impuestos. ¿Es legítimo que paguemos impuesto? De hecho, ¿qué es el impuesto? En este artìculo pretendo establecer que desde una perspectiva liberal es plenamente legítimo que —bajo ciertas circunstancias— los individuos paguemos tributos al Estado, y que dicho desembolso no constituye ni un latrocinio, ni un saqueo de nuestros bolsillos, ni menos aún implica que el Estado sea el "asaltante de caminos", como normalmente arguye el conservadurismo ramplón con sus coloridas exageraciones.

Primero, estamos de acuerdo con John Stuart Mill, filósofo y economista británico, quien afirma que el impuesto es "una forma moderada de robo" ("a mild form of robbery"). Pongo el énfasis en "moderada", porque no es un hurto ni un atraco. Nadie paga feliz de la vida los impuestos, eso está claro, pero deben pagarse y quien se niegue debe enfrentar las penas correspondientes. En apariencia, es injusto que parte del fruto de mis labores deban ser entregadas —bajo amenaza de castigo si no accedo— al Estado, a pesar de que en ningún momento ni he firmado un documento otorgando mi consentimiento ni tampoco he acordado cuánto pagar, más aún es dinero que me quitan producto de "mi" propio esfuerzo.

Pero, ¿es realmente "mi" propio esfuerzo? George W Bush hizo célebre su presidencia con la frase "It's your  money" para justificar las rebajas de impuesto, frase que buscaba graficar que el gobierno sólo devolvía lo que le pertenece a cada uno (si hubiese disminuido el gasto no habría dejado al país con un déficit de medio trillón de dólares, despilfarrando el histórico superávit que le dejó Bill Clinton). ¿Es realmente "mi" dinero? Chile Liberal sostiene que no. ¿Pero cómo? ¡Sacrilegio! ¡Hay que rechazar totalmente al Estado y el impuesto siempre es malo!, dirá el conservadurismo-anarquista en una de sus acostumbradas diatribas.

Pues se equivocan. Toda actividad productiva que yo realice no se debe exclusivamente a mi propio esfuerzo sino que parte del fruto de mi propio trabajo se debe a los beneficios que me entrega el Estado como por ejemplo infraestructura, capital social, seguridad, derechos de propiedad. Sin ellos, no podría producir nada. El economista Herbert Simon (premio nobel 1978) de hecho calculó que en los países más prósperos y avanzados hasta un 90% de la producción es gracias a los beneficios que entrega el vivir en un Estado, principalmente gracias al capital social. En ninguna parte la gente tributa un 90% de sus ingresos al Estado, por lo tanto, cada vez que pagamos impuesto de hecho estamos haciendo un gran negocio, ya que el capital social y el Estado de derecho nos permite producir una enorme cantidad de dinero y el Estado nos exige a cambio una cifra muy menor al 90%. Mirado bajo este prisma, difìcilmente se puede considerar "mi" dinero, sino que gran parte de él es plata que logré gracias al Estado.

Un estudio del 2005 efectuado por el Banco Mundial corrobora lo anterior al concluir que gran parte de la riqueza de un país se origina a partir de capital intangible, es decir, gracias al capital humano, el funcionamiento institucional de una nación, y el Estado de derecho, entre otros. El estudio concluye que el 82% de la producción de EEUU es posible gracias al capital intangible, y un 56% gracias al Estado de derecho. Podemos declarar con bastante seguridad que vivir en un Estado no es equiparable a vivir violentado por las leyes o poco menos que asaltado a cada momento por el maligno Estado. Gran parte de lo producido es gracias al Estado, siendo el propio Estado un factor más de producción, que en realidad facilita la producción y hace más expedito el funcionamiento del mercado.

Establecido que el impuesto no es necesariamente un robo violento, pasemos al segundo tema: el consentimiento. ¿Hemos asentido a que nos cobren impuestos? Siguiendo el punto anterior, podemos dar respuesta a esta pregunta si pudiésemos desmantelar el Estado, o si nos mudamos —libremente—a un país sin Estado. Pues para que vean ustedes, amigos lectores de Chile Liberal, en estos momentos se está llevando a cabo uno de los experimentos más curiosos que el mundo contemporáneo ha visto, y es el de eliminar por completo un Estado y dejar que las gentes vivan sus vidas sin coacción estatal, lo que en teoría —siguiendo a Fredereich Von Hayek, un pensador conservador austríaco— permitiría que surja el famoso "orden espontáneo", sistema maravilloso en que todos cooperamos libremente y de forma pacífica. Pues en Somalía se ha eliminado al Estado y el país ha vivido en lo que llamaremos, para claridad de este artículo, una "situación sin Estado". El Instituto Von Mises (inspirado en Ludwig Von Mises, otro pensador austríaco) publicó el 2006 el artículo Sin Estado en Somalía, y nos encanta, donde describen las maravillas que ocurren en Somalía, donde sus habitantes están mucho mejor que bajo las corruptocracias que los gobernaban, y en general auguran un futuro promisorio, donde la familia es la base de la sociedad y las tribus y clanes viven en el paraíso de la situación sin Estado.

Para mala pata de los seguidores de Von Mises, Von Hayek, y todos los Von en general, Somalía duró menos que un candy como  paraíso sin Estado —si es que alguna vez fue tan paradisíaco— y en estos momentos ha estallado una impactante hambruna, y —deliciosa ironía del destino— los "progres" de la ONU se han instalado en el país para alimentar a la población. Pues el resultado es que sin la malicia estatal lejos de surgir el orden espontáneo hayekiano, se desata el caos y la violencia, lo que impide cualquier forma de organización y menos aún de producción. Lo dicho anteriormente reafirma por qué es aceptable que el Estado cobre impuesto asumiendo que los individuos han entregado su consentimiento: si no quieren pagar impuesto, vayan a Somalía, ahí vivirán "libres". De paso, allá se pondrán a régimen y cada día será excitante, lleno de aventuras, pero lo más probable es que de producción naca la pirinaca. Ni siquiera los del instituto Von Mises cambiarían la exquisita sofisticación y al aire cosmopolita de .... um.... Auburn, Alabama, por la "libertad" del paraíso de Somalía. Chile Liberal en todo caso los invita a irse a Somalía y ojalá que se queden allá y que no vuelvan.

Hay un tercer punto que además conviene aclarar. El Estado en sí, a secas, no es garantía de nada. Corea del Norte es un Estado, y su población también ha sufrido las más atroces hambrunas. De hecho, es más fácil alimentar a los somalíes ya que sin Estado las fuerzas de la ONU pueden entrar y por último agarrarse a balazo limpio con las guerrillas hasta neutralizarlos y así posibilitar la distribución de alimentos, que entrar a Corea del Norte donde Kim Il Jong puede desatar un conflicto nuclear. Cuando hablamos de Estado al que nos referimos es a un Estado democrático, donde la autoridad es elegida por los ciudadanos mediante elecciones, donde el gobierno preserva las libertades, y donde los mismos gobernados participan en la promulgación de las leyes que los rigen. Nada de esto se observa en Corea del Norte, pero sí en la mayoría de los países donde, incluso por pobres que sean, no llegan a la humillación del hambre y la violencia como en Somalía. Dicho de otro modo, ni bajo los peores tiroteos en Ciudad Juárez se está peor que en Somalía. El asunto es como perfeccionar al Estado para que la imposición de la ley no afecte la libertad individual. Me parece que este es el desafío liberal, y no el discurso ramplón sobre la inmoralidad del impuesto.

Cuando los individuos pueden ejercer ciudadanía, y participar de las leyes, y mediante esas leyes se fija la tasa de impuesto, entonces nuevamente constatamos que no hay nada perverso en exigir que se paguen, ni se vulnera la individualidad, sino que al contrario, todos participamos en la fijación de los tributos, por lo tanto, como se ha explicado aquí, es posible asumir que todos hemos consentido a meternos la mano al bolsillo y pagarle al Estado lo que corresponde.

Y finalmente un cuarto punto, uno altamente controversial, porque con lo anterior nos hemos enfrentado a los conservadores, pero ahora corresponde enfrentarnos contra los socialistas. ¿Cuánto es lo justo que debemos pagar? Porque ya establecimos que es aceptable que nos cobren, la cuestión ahora es determinar cuánto. Pues esto ya lo abordó hace muchos siglos el economista tunisio Ibn Jaldún. Claro, en el siglo 14 ya empezó a notar que el gobernante debía tener cuidado con cuánto cobrar porque si la tasa es demasiado alta, se desalienta la producción. (A todo esto, no vaya a creer aquí algún pajarito que la economía nació en la Escuela de Salamanca, no pues, si ya en Túnez existían profundos conocimientos sobre la materia, y fue desde aquí que mediante la Escuela de Toledo los "moros" —¡puaj!— le entregaron a los europeos todo el conocimiento que la iglesia Católica destruyó al arrasar con todas las bibliotecas del Continente, incluso la Biblioteca de Alejandría en África). A lo que apuntamos es que los impuestos siempre deben ser bajos. Esto es plenamente en línea con la postura ideológica de Chile Liberal de Estado mínimo y bajos impuestos. En sus estudios, Ibn Jaldún notó que llega un momento en que el gobernante hace más mal que bien en subir impuestos, y por contradictorio que parezca, al bajar impuestos el Estado logra recaudar más, ya que al reducir las contribuciones estimula la producción y cobrando menos impuestos termina recaudando más. Esto, como ya sabrán varios de mis amables y perspicaces lectores, fue el antecedente de la célebre Curva de Laffer, llamada así en honor al economista epónimo quien se inspiró en Ibn Jaldún para establecer justamente lo que proponemos: bajar impuestos hasta determinar el punto óptimo en que el Estado logra recaudar más interfiriendo menos. Algo simple pero imposible de entender para un socialista.

Como saben, les contaba antes que Chanchi sufrió de un inusual caso de sarampión. Bueno, al ir al médico tuvimos la desgracia de constatar que después del maligno robo que perpetra el Estado asaltante de caminos nos vimos obligados a sufrir las malicias del servicio de salud francés, elegido por la OMS como el mejor del mundo. Ahí, claro, no dije "ouch" sino que dije "wow". Los socialistas no se suban por el chorro, porque de todos modos se debe realizar un copago, no vayan a creer los pajaritos que el sistema es "gratis y de calidad para todos", nada es gratis, hay que pagar. El sistema funciona mediante un sistema de mutuales en que uno también puede contratar un seguro privado para no verse enfrentado a varias de las falencias del NHS británico (que sí es "gratis") donde hay que esperar más de una semana para conseguir hora con el médico y no es posible elegir el especialista, lo que obliga a muchos británicos a preferir atenderse en Francia. Pues es ahí donde es tarea de todos exigir calidad y que nuestro dinero se use como corresponde, con eficiencia. Pero despotricar hasta por los codos contra el Estado me parece más chifladura propia del Tea Party que algo sensato. Y ojo, que shut it down shut it down chilla el Tea Party para clausuar el gobierno y así ser libres. Pero hey, cuando llega la hora de los quiubo, hasta el Tea Party se opone a privatizar la salud. Contradicciones del anarquismo conservador.

Lo de oponerse à la Tea Party a los impuestos y al Estado, aparte de intrínsecamente contradictorio y abiertamente estúpido, es una forma de conservadurismo deontológico de corte fundamentalmente moralista, que todo considera "agresión" y "coacción" y se opone a ello porque es malo. En este sitio desde siempre cultivamos un libertarianismo consecuencialista, que evalúa las acciones por el mérito de sus resultados, y seguiremos defendiendo una interferencia mínima del Estado y unas tasas tributarias bajas. En nuestro esquema, por lo anteriormente expuesto, es legítimo que el Estado nos cobre impuestos, y es obligación pagarlos.

Chile Liberal 
chileliberal@gmail.com

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MARY ANASTASIA O'GRADY: LA VERDAD SALE A LA LUZ EN HONDURAS (CATO INSTITUTE)

l fallo de la Corte Suprema de Justicia de Honduras que ordenó el arresto del entonces presidente de ese país, Manuel Zelaya, y la decisión del ejército de deportarlo a Costa Rica en junio de 2009 fue un golpe para el socialismo internacional.

Zelaya intentó prolongar su mandato, en una violación flagrante de la Constitución. Pero sus amigos —los hermanos Castro, Hugo Chávez y sus acólitos— calificaron su arresto como un golpe militar de la derecha. Como suele hacer la izquierda cuando pierde el poder a través de la violencia, pidieron una "comisión de la verdad", para quedar como "testigos" de las injusticias que dicen ocurrieron en Honduras.

La Comisión de la Verdad y la Reconciliación de Honduras establecida bajo el auspicio de la Organización de Estados Americanos (OEA) difundió su informe este mes. Pero los zelayistas no consiguieron la condena que buscaban. Por el contrario, el informe es una sólida acusación al ex presidente, al que identifica como el incitador de la crisis y un jefe de estado corrupto. Dada la intensa presión para producir algo que pueda salvar las apariencias a los partidarios de Zelaya, esto solamente puede significar una cosa: la evidencia contra él era aplastante.

Esto no quiere decir que la comisión no haya tratado de asignar alguna culpa a las instituciones hondureñas que defendieron la democracia al resistir el intento de Zelaya de mantenerse en su cargo indefinidamente. El informe fue, después de todo, "equilibrado", lo que significa que tenía que ofrecer algo para todos. Pero el esfuerzo por forzar al presidente interino Roberto Micheletti, a la Corte Suprema de Justicia y al ejército a asumir culpas de la misma manera es débil y legalmente insostenible.

Los integrantes de la comisión dicen con orgullo que produjeron aproximadamente 50.000 páginas de documentos. Cabe decir que no las leí todas, pero sí el resumen de 52 páginas.

El documento concluye que la crisis política se desató en enero de 2009. Ese fue el momento en que funcionarios del despacho presidencial se reunieron con congresistas de su propio Partido Liberal y "los amenazaron con la ruptura del orden constitucional si no designaban como integrantes de la Corte Suprema de Justicia, a abogados que no estaban en la lista de 45 candidatos" oficialmente nombrados a través de un proceso legal de selección. De acuerdo con el informe completo, Micheletti testificó que el embajador estadounidense Hugo Llorens participó de la presión para que el Congreso violara la ley.

En el año y medio previo a la crisis, dice el informe, Zelaya ya había demostrado una propensión al abuso de poder. Dice que sus acciones infringieron los poderes de las otras ramas del gobierno. Hacia junio de 2009, Zelaya había dejado claro que planeaba realizar un referéndum para revertir los límites legales a su mandato, aún cuando una votación de ese tipo está expresamente prohibida en la Constitución.

Las instituciones hondureñas, dice el informe "no fueron efectivas para resolver la crisis... no por falta de acciones y resoluciones sino debido a que las decisiones de las autoridades fueron pasadas por alto y no fueron implementadas por el presidente que personalmente llevó a cabo las acciones requeridas para ejecutar el referéndum". La comisión de derechos humanos, el fiscal general, el tribunal electoral y la Corte Suprema de Justicia, todos tomaron medidas para intentar detener a Zelaya.

La crisis explotó cuando Zelaya despidió al comandante del Ejército por respaldar la decisión de la Corte Suprema de Justicia, y luego encabezó una turba que irrumpió en una base de la Fuerza Aérea donde estaban almacenadas las boletas de votación para el referéndum. El informe subraya que una democracia vibrante requiere que "ningún ciudadano, sin importar su cargo, esté por encima de la ley. La igualdad frente a la ley es una condición indispensable de la democracia y el estado de derecho".

El informe también dice que ante la crisis, la comunidad internacional no hizo nada para defender la democracia. Al contrario, la OEA decidió enviar una misión para el referéndum, "a pesar del hecho de que todas las instituciones del Estado con competencia en el asunto habían emitido resoluciones en el sentido de que era ilegal y que no tenía que realizarse".

La comisión señala que recibió "amplia información" del fiscal federal respecto a acusaciones de corrupción contra el gobierno de Zelaya. Pero cuando la comisión pidió información que respaldase las acusaciones de corrupción durante el gobierno de Micheletti, ésta no fue aportada, a pesar del hecho de que los críticos de Micheletti se apresuraron a acusarlo de delitos.

Después de todo esto es difícil atribuir culpas a Micheletti que, como presidente del Congreso, era constitucionalmente el siguiente en la línea de sucesión a la presidencia cuando Zelaya fue arrestado. Pero la "equilibrada" comisión lo intenta, llamando "ilegal" a su gobierno. El informe también ignora el derecho del ejército a utilizar el "estado de necesidad", al desterrarlo. La ley internacional permite tal acción en caso de una grave situación en la que hay vidas en riesgo. Si Zelaya hubiese sido detenido en Honduras, donde sus partidarios ya habían mostrado su disposición para utilizar la violencia, las consecuencias podrían haber sido mortales.

Al final, el informe no es capaz de llamar al evento del 28 de junio, un "coup d'état" pero lo llama "un golpe de estado contra el Ejecutivo", lo que presumiblemente significa una toma de la presidencia, no del Estado en sí. En otras palabras, la democracia fue preservada cuando el presidente ilegal fue removido. Para la mayoría de los hondureños, eso debería hacer de Micheletti, la Corte Suprema y el Ejército, héroes.

Este artículo fue publicado originalmente en The Wall Street Journal (EE.UU.) el 25 de julio de 2011.
http://www.elcato.org/la-verdad-sale-la-luz-en-honduras

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ALEXANDER MORENO: DE TÁCTICAS Y TACTICISMOS

  En teoría política las categorías “táctica” y “estrategia” son como para la física, los conceptos de espacio, tiempo y velocidad.  Así, un ente político que con verosimilitud lleve a cabo una actividad proactiva de cara a ejercer el poder, tiene que colocar en su preocupación fundamental, el precitado problema de la táctica y la estrategia (y las complejas relaciones que éstas perennemente plantean).

   Como sabemos, la estrategia es una concepción ideológica sobre los fines globales compenetrados con el hacer político.  Vinculadísimo a ello están los macro-movimientos económicos y sociales, los contenidos morales a estabilizar, en fin.  La estrategia es pues paradigma y nociones generales acerca de la formación social que se pretende gobernar.  Bien.  Táctica es una idea que pende de la estrategia, pero encarna vivamente el fragor específico de los pasos que tienen que darse para hacer que esta última se concrete.  La mejor táctica ha de ser la que se imbrique más adecuadamente en la estrategia; en tanto que la mejor estrategia es aquella que en efecto abre puertas para que la aguda táctica se lleve a cabo día a día.

   Cuando esta teoría  se lleva a la práctica, no siempre su contenido eidético sale nítido, impecable.  Usualmente la letra se ve trastocada por lo implacable de los hechos.  No son pocas las ocasiones en las cuales las estrategias y las tácticas se enferman.  Los teóricos de la política suelen denominar la primera patología, “estrategismo” y la segunda, “tacticismo”.  Tacticismo es la hipérbole ciega y fanática de todo aquello que la táctica tiene, de inmediatismo, de miopía.  Es, además, algo así como teclear acaloradamente la máquina de escribir, en los tiempos de los ordenadores.  Estrategismo, empero, es el vicio de concebir la meta en términos claroscuros, generalistas, dogmáticos.  Siempre está asociada a instrumentaciones locas, desatinadas, llenas más de pasión que de razón.

   Cuando el gobierno de Hugo Chávez  decide compactar la fuerza vanguardista que primero se llamó MVR y luego PSUV, y radicalizar, así, una acción ultra-sectaria de lucha, no hay duda que trazó una táctica exitosa.  ¡Cómo no admitirlo si ganó consecutivamente elecciones!  La táctica de conformar y poner a rodar una fuerza que jamás mostró interés en calibrar el carácter diverso y democrático de Venezuela,  funcionó.  Funcionó esta extrema exclusión porque era tal el hastío popular por la pésima gestión de los entonces sepultados AD y Copei, que ello no solo era masivamente admitido, sino solicitado a gritos.  Pero el tiempo ha pasado y esta táctica (otrora eficiente) se ha venido convirtiendo en tacticismo.  El deficitario rendimiento que a estas alturas muestra inequívocamente el gobierno de Chávez, el inevitable desgaste, viene imponiendo segundo a segundo que su atípica modalidad de “desconocimiento del otro”  (la cual hasta hace poco le garantizó arraigo popular)  esté deviniendo ineluctablemente en un decadente tacticismo el cual lo único que le garantiza es el fracaso electoral y todo lo que esto encarna.  El zopenco chavismo sigue hoy por hoy  haciendo política enarbolando la bandera de la  exclusión ideológica y relacional, trazando una suerte de nado de salmón; es decir, contra la corriente.  Es una política en contra-vía toda vez que la sociedad venezolana tiene enclavado  todo su polifacético acervo  de talentos, justamente dentro y fuera de las nerviosas filas   de lo que hoy se llama PSUV.  Gobernar a punta de tan decadente tacticismo, es como tocar piano con una mano artrítica.   Es que ni el mismísimo líder da señales de entender el asunto.

   Lo cierto es que toda táctica establece reciprocidad con su correspondiente estrategia, así como todo tacticismo hace lo propio con su correspondiente  estrategismo.

   A estas alturas del devenir político venezolano, queda claro que este tacticismo adelantado por Chávez y su hoy menguada fuerza política, solo es entendible a tenor del estrategismo que se inaugura exactamente en 2009.  Es cierto.  Cuando en ese año este sector político deja a un lado el sentido estratégico propio de la Constitución vigente y atolondradamente abraza, así, el legado dejado por el modelo estado-céntrico de socialismo, no le queda entonces alternativa distinta que incurrir en el precitado tacticismo.  Un tacticismo de suyo innatural, enfermo, esquizoide.  El germen que explica esta situación se halla claramente en dos contextos.  Uno, el agotamiento histórico del propio líder.  Otro, la torpeza de no entender que toda transformación de la sociedad venezolana implica la comprensión de su factura plural, democrática.  Ah, también de la demanda de una gestión de gobierno que parta por garantizar de seguridad real al ciudadano.  No que voltee y silbe ante el cotidiano crimen. 

zocalu@hotmail.com

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EDITORIAL DE ANALITICA PREMIUM: ¿INDEPENDENCIA DEL PODER JUDICIAL? (LUNES, 25 DE JULIO DE 2011)

¿Queremos que nuestro país se parezca a la URSS de Stalin, a la China de Mao o la Cuba de Fidel? ¿O deseamos un país en el que las leyes se cumplan y nadie esté por encima de ellas?

Si algo ha quedado en evidencia en estos aciagos días de aparente ausencia de poder, es la obsecuencia total del poder judicial a la voluntad telefónica del presidente Chávez.

Si no fuera trágico, darían risas las marchas y contramarchas de la Dra. Luisa Estela Morales; esta decide darle curso a una demanda- sin fundamento- de un ex miembro del PSUV- Aristóbulo dixit – pero cuando la regañan se apresura a desdecirse y dejar sin lugar el intento de sacar del juego a Capriles.

El presidente da la orden de excarcelar a los que tienen padecimientos parecidos a los que él sufre y las dos Luisas de inmediato se ponen de acuerdo para liberar a Peña Esclusa y Lázaro Forero, eso si, a más ninguno, hasta que reciban instrucciones más precisas del Primer Magistrado o de uno de sus mandatarios.

En la Alemania nazi existía algo que se denominaba el Führer prinzip, o lo que es lo mismo, los tribunales tenían que acatar sin rechistar cualquier decisión que proviniera de Hitler, sin tomar en cuenta la legalidad de la misma. En la Venezuela actual está sucediendo lo mismo, Chávez decide quién debe estar preso, sin consideraciones particulares; quien recluido en su casa sin poder salir al balcón como la juez Afiuni o quienes deben seguir en el exilio por delitos inexistentes.

Sin separación de poderes no puede subsistir la democracia. Cuando todo depende de la voluntad de un solo hombre lo que hay es dictatura o autocracia. ¿Queremos que nuestro país se parezca a la URSS de Stalin, a la China de Mao o la Cuba de Fidel? ¿O deseamos un país en el que las leyes se cumplan y nadie esté por encima de ellas?

No se trata de demonizar el pasado o justificar el presente; se trata de construir un estado respetuoso de los derechos y deberes de los ciudadanos y no un país de súbditos del autócrata de turno.

analiticapremium@gmail.com 
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