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miércoles, 27 de julio de 2011

FREDDY NÚÑEZ: LA RIDICULEZ COMO PASION

En el proceso de destrucción nacional que el régimen ha adelantado exitosamente durante casi 13 años, no podía salvarse el lenguaje. Casi podría decirse que el idioma, las palabras, han sido víctimas predilectas de la vocación por la degradación, tan acendrada en esta revolución cavernaria. Las palabras no significan nada. 

Son signos vacíos, huecos. Simple material para la ficción, el cinismo o la mentira. Frente a lo que el ciudadano ve y padece, aparecen torrentes de palabrería barata y maloliente, que son utilizadas como sepultureros de la realidad. 

El 21 de julio apareció en la Gaceta Oficial Nº 39.718, el decreto presidencial Nº 8.307, en el cual se designa como Ministro Encargado del Poder Popular para la Energía Eléctrica y Presidente de Corpoelec, al ciudadano Argenis Chávez, hermanito del Presidente. La encargaduría sería desde el 23 de julio hasta el 30 de julio de 2011. Menos que aquel famoso jefe por 9 días. Pues bien, para esta tontería, el citado decreto, lleva una especie de introito que dice: Hugo Chávez Frías, Presidente de la República (¡ahora caigo en cuenta que no dice comandante presidente como le dicen sus jalabolas!)

“Con el supremo compromiso y voluntad de lograr la mayor eficacia pública y calidad revolucionaria en la construcción del socialismo, la refundación de la nación venezolana, basado en principios humanistas, sustentado en condiciones morales y éticas que persiguen el progreso de la patria y del colectivo, por mandato del pueblo, y en ejercicio de la atribución que me confiere” blablablabla. ¡Toda una perla no solo por lo ridículo del texto, también por el cinismo que exuda, luego de casi 3 gobiernos anteriores, y una obra de destrucción sin parangón! Todo comenzó con el cambio de nombre de cuanta vaina había en Venezuela, como si ello, taumaturgicamente implicara la solución de los problemas.

A los ministerios le agregaron la ridiculez de poder popular, apareciendo los minpopo, que dicho sea de paso pasaron de ser un máximo de 14 en el último gobierno de Caldera, a ¡30 hoy día! 

Después ya no hubo límites para burlarse del pueblo. Los niños de la calle, dejaron de existir, pues pasaron a ser “niños artistas en situación de calle”. Los presos, son ahora “privados de libertad”. Al ciudadano que le clavan una multa por la incapacidad del régimen de solucionar el problema eléctrico nacional, simplemente ha hecho una “contribución”. Un azote de la sociedad, un malandro que en contubernio con las autoridades hace de las cárceles venezolanas una vergüenza mundial, es un “líder negativo”. Los damnificados del deslave de Vargas que todavía deambulan de refugio en refugio, son “dignificados”. Los pistoleros de Llaguno, pasaron a ser “héroes de la patria”. Los narco-terroristas de las farc y el eln, son según Chávez  “verdaderos ejércitos del pueblo”. Hasta es delito ahora pronunciar el cariñoso negra o negro, pues los expertos fabricantes de odios artificiales exigen que se diga “afro descendientes”.

Amparado por la semántica, lo que si puedo asegurar es que esto que mientan gobierno revolucionario es una inmensa DESGRACIA con fecha de vencimiento, diciembre del 2012.

Enviado a nuestros correos por albertopachecorojas@hotmail.com

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JOSÉ TORO HARDY: ...AL TERCER DÍA RESUCITÓ ENTRE LOS MUERTOS

¿Quién sustituiría al comandante presidente?

¿Cómo podría mantenerse la revolución?...

Existen algunos líderes que despertaron en la población un fervor que rayaba en el fanatismo religioso. Eso sin duda lo lograron Hitler, Mussolini o Mao. Todos pudieron hipnotizar al pueblo con encendidos discursos en los cuales tensaban las fibras más íntimas, exacerban los temores más recónditos y despertaban los odios más profundos. Un torbellino de sensaciones se apoderaba de las masas que caían como idiotizadas frente a la palabra del líder, quien pasaba a ser percibido como una suerte de semidiós.

También Latinoamérica ha contado con este tipo de dirigentes que fueron capaces de subyugar con su palabra a los habitantes de sus naciones. Ejemplos sobran y, por sólo mencionar unos pocos, podemos referirnos a Perón y a Evita Perón en la Argentina, a Velasco Alvarado en Perú y a Fidel Castro en Cuba. Con excepción de Evita, todos fueron militares, todos fueron dictadores y todos participaron en golpes de Estado o alcanzaron el poder por la vía de las armas. Todos tuvieron las mismas características comunes: el militarismo y el populismo.

Como antes se mencionó, fueron percibidos en el imaginario popular como una suerte de semidioses; sin embargo, ninguno alcanzó el estatus final de dios, por la sencilla razón de que ninguno logró regresar de la muerte. ¿Se imaginan los lectores a una Evita que -curada hipotéticamente en Cuba de su grave enfermedad- hubiese podido encabezar nuevamente alguna de aquellas gigantescas manifestaciones ante sus "queridos descamisados" desde el balcón de la Casa Rosada en Buenos Aires?

Quizás el líder que más ha profundizado en el potencial político de una resurrección ha sido Fidel Castro. De hecho en 1997 desapareció de la palestra pública y puso a correr el rumor de que había enfermado gravemente e incluso de que había fallecido. La tensión alcanzó niveles inusitados. En los círculos diplomáticos se cruzaban toda suerte de versiones, en tanto que la prensa internacional se hacía eco de informaciones que en muchos casos eran sembradas. Todos decían tener una fuente creíble que aseguraba que estaba grave o que había muerto o que estaba incapacitado. El malestar era tal que muchos pensaban que de un momento a otro se produciría algún evento que iba a cambiar el curso de la historia; sin embargo, nadie dentro del país se atrevía a asomar la cabeza por temor a que se la cortaran. Incluso dentro de la alta jerarquía del partido, no sabían lo que ocurría. Las especulaciones de todo tipo estaban a la orden del día. ¿Quién sustituiría al comandante presidente? ¿Cómo podría mantenerse la revolución? ¿Soltarían a los presos políticos? ¿Qué harían otros gobiernos? ¿Continuaría el socialismo?

Pero finalmente todo se trataba de una patraña cuidadosamente orquestada por el propio Fidel para profundizar tanto el desconcierto de los ciudadanos como su control sobre los cubanos, que venían atravesando por gravísimas dificultades y enormes carencias durante el llamado "período especial" -caracterizado por una larga crisis económica- que se había iniciado en 1991 a raíz del colapso de la URSS.

Así, no al tercer día, pero sí a la tercera semana -el 1 de setiembre de 1997- Fidel hizo su reaparición. En una rueda de prensa celebrada en La Habana, se rió ante los periodistas y les declaró: -

"Todos tenemos que morir. Algún día pasa". Después -en tono jocoso- agregó: -"Cuando realmente ocurra, a las autoridades cubanas les será difícil convencer al pueblo de que es cierto".

Fidel había simulado una resurrección. No hacía otra cosa que tratar de exaltar un sentimiento popular, una suerte de fe de cuasi religiosa, capaz de mantenerlo en el poder para siempre.

Parodiando a Pascal, quien refiriéndose al amor afirmó: "El corazón tiene sus razones que la razón no comprende", se podría alegar lo mismo con respecto a la fe.

La razón no puede comprender que un político que ha causado tanto daño a su país pueda conservar todavía un importante apoyo popular. Sólo ese sentimiento de fe cuasi religiosa lo explica. Ahora bien, ¿qué ocurriría con el imaginario popular si, tal como se narra en el Evangelio de San Pablo, ... "desciende a los infiernos y al tercer día resucita entre los muertos ... "?

Y de paso no olvidemos que, en todo caso, por ser Dios, Cristo tuvo la potestad de elegir a su sucesor en la tierra:
 "Eres, Pedro, y sobre esta piedra erigiré mi iglesia ... a ti te daré las llaves del reino de los cielos" (Mateo 16 13-20).

pepetoroh@gmail.com
@josetorohardy

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