BIENVENIDOS AMIGOS PUES OTRA VENEZUELA ES POSIBLE. LUCHEMOS POR LA DEMOCRACIA LIBERAL

LA LIBERTAD, SANCHO, ES UNO DE LOS MÁS PRECIOSOS DONES QUE A LOS HOMBRES DIERON LOS CIELOS; CON ELLA NO PUEDEN IGUALARSE LOS TESOROS QUE ENCIERRAN LA TIERRA Y EL MAR: POR LA LIBERTAD, ASÍ COMO POR LA HONRA, SE PUEDE Y DEBE AVENTURAR LA VIDA. (MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA) ¡VENEZUELA SOMOS TODOS! NO DEFENDEMOS POSICIONES PARTIDISTAS. ESTAMOS CON LA AUTENTICA UNIDAD DE LA ALTERNATIVA DEMOCRATICA

domingo, 1 de noviembre de 2009

VENEZUELA NO ESPERABA ESTO DE CHILE, RICARDO HAUSMANN, TOMADO DE CADAL, CASO CHILE

Cabía esperar otra cosa. Venezuela, después de todo, fue de los más leales con la democracia y los derechos humanos en Chile, cuando este país vivió sus horas más oscuras. No solamente por su política exterior, siempre clara y firme opositora a la dictadura chilena, sino por los incontables gestos de solidaridad hacia los miles de refugiados políticos chilenos a quienes Venezuela les abrió sus puertas.

Allí llegó Carlos Matus tras salir de la cárcel; allí vivieron por muchos años Sergio Bitar y Claudio Huepe; por allí pasaron Orlando Letelier y también el político radical Eugenio Velasco, padre de uno de mis mejores amigos, rescatado por el gobierno venezolano de Buenos Aires después del crimen de Prats, cuando se temía por su vida. Muchos miles de chilenos terminaron pasando años en Venezuela, trabajando en universidades públicas, en organismos del Estado y en la empresa privada.

En 1980-81 conocí en París a mi amigo de entonces Carlos Ominami, su esposa Manuela y su pequeño hijo Marco, y a través de ellos a muchos exiliados en esa ciudad. Más tarde le conseguí una oportunidad a Ominami para dictar unas clases en la Universidad del Zulia y le organicé una reunión con los chilenos exiliados en Caracas, para discutir los eventos del cacerolazo contra Pinochet y sus implicaciones políticas. Recuerdo visitas a Cieplan, donde gracias a la generosidad de los canadienses y los nórdicos, un grupo de economistas chilenos liderados por mi amigo Alejandro Foxley pensaban en una política pública alternativa.

Sí, muchos en el mundo fueron solidarios con Chile y fue para mí increíblemente grato ver su retorno a la democracia , y haber sido ministro en Venezuela al mismo tiempo que Foxley y Ominami servían a su país en el gobierno de Aylwin.

Desde entonces, la suerte de los dos países ha sido muy distinta. Chile se volvió el modelo a seguir en América Latina -por su manejo económico, su estabilidad democrática y el imperio de la ley-, pero Venezuela ha caído en un autoritarismo arbitrario, con pretensiones totalitarias. Los venezolanos hemos perdido todo sentido de libertad.

Cabía esperar que esta reversión de la fortuna fuera acompañada de reciprocidad en la lealtad, que Chile hiciera algo sobre la violación de los derechos humanos en mi país, que hiciera valer la Carta Democrática de la OEA en defensa de los venezolanos. Cabía esperar que algunos de los 20.000 expertos petroleros expulsados de Petróleos de Venezuela por oponerse al gobierno encontraran asilo en Chile y trabajo en Enap, no que ésta se negara a contratarlos, por temor a supuestas represalias de Hugo Chávez.

Cabía esperar que los estudiantes venezolanos y el alcalde de Caracas no tuvieran que hacer largas huelgas de hambre para que el bien alimentado secretario general de la OEA, chileno y de afiliación política conocida, atendiera sus quejas o exigiera al gobierno venezolano que deje entrar al país a la misión que la Comisión Interamericana de DDHH lleva meses tratando de enviar a Venezuela, pero que Chávez no autoriza. Cabía esperar que alguien en el gobierno chileno, su canciller o su embajador ante la OEA, dijeran algo.

Precisamente por su historia personal, cabía esperar algo más de la Presidenta chilena, que mostrara su incomodidad moral con lo que pasa en Venezuela, como tantos le han pedido que haga, incluso en su propia coalición y en su gabinete. Pero quizás el presupuesto de solidaridad y lealtad del gobierno chileno se encuentre agotado, debido al apoyo que sí supo ofrecerle a ese sufrido líder de la Alemania formalmente llamada Democrática: un tal Erich Honecker.

Fuente: La Tercera (Chile)
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LA DEMOCRACIA EN HONDURAS, ASDRÚBAL AGUIAR, CASO HONDURAS

El acuerdo alcanzado, por mediación del Gobierno de los Estados Unidos, para asegurar la normalidad del proceso electoral de Honduras y con ello procurar el reconocimiento de la legitimidad internacional de sus resultados, en buena hora y para bien de la democracia no llega de manos de Hugo Chávez Frías, padre de la crisis política que vive esa hermana nación centroamericana. De allí que el inquilino de Miraflores hable de “victoria moral”, en reacción que trae a la mente la imagen del jugador derrotado en una justa, quien arguye su calidad de subcampeón.

Veamos, pues, las particularidades de este acuerdo, para que hechos aislados y carentes de significación no nos impidan ver el bosque. Y para que no suceda otra vez una manipulación mediática, como la que se origina en Caracas y que presenta a la crisis hondureña como un golpe militar contra el señor Manuel Zelaya, a quien sacan de su cama y despachan a Costa Rica en pijamas.

A la altura de los acontecimientos – no olvidemos que las elecciones para un nuevo gobernante hondureño se realizarán en apenas 27 días – que Zelaya vuelva o no a ejercer la presidencia, de manos y pies atados, poca relevancia tiene. El acuerdo al que se aviene el presidente interino, Roberto Michelletti, devuelve la pelota a la fuente constitucional que determina la salida de Zelaya: el Congreso y la Corte Suprema de Justicia. En otras palabras, Michelleti no resigna el mando que ejerce, pues, en efecto, él no tumba ni le da un golpe a Zelaya, haciéndose del gobierno por la vía de facto. En pocas palabras, es la misma soberanía popular – depositada en la legislatura y en los jueces – quien quita a este ciudadano y la única que puede restituirlo.

La restitución, si acaso ha lugar, empero llega condicionada. A un punto tal que Zelaya no tendrá gobierno propio. El gobierno “transitorio” que ejercería es de unidad y reconciliación nacional y no de los suyos; de donde lo que importa es Honduras y no los actores de este capítulo trágico de su historia reciente, Zelaya o Michelletti. Este, en lo particular, al anunciar el acuerdo e invitar a Zelaya a que cumpla firmándolo, insiste en la idea a cuyo tenor “ningún individuo está por encima del bienestar y futuro de Honduras”. Algo distinto, por cierto, al culto personal y a la prédica confrontacional y divisora de voluntades – amigos/enemigos, patriotas/antipatriotas, revolucionarios/contrarrevolucionarios – que le vende Chávez a Zelaya como catecismo, y que por obra del acuerdo queda enterrado.

Por si fuese poco, la Fuerza Armada queda sujeta en lo adelante y hasta tanto cuente Honduras con su nuevo mandatario electo, bajo dependencia del Tribunal Supremo Electoral.

El pacto, por ende, apunta al hecho electoral. Su esencia no es la restitución, ahora insignificante, de un Zelaya disminuido y sujeto a procesos penales que ha de afrontar una vez cuente Honduras con su nuevo y legítimo Presidente, electo por todos los hondureños y bajo vigilancia internacional, en primer término, de la Unión Europea.

Se trata, por lo demás, de un acuerdo cuya realización queda sujeta, como lo apuntamos con anterioridad, a las disposiciones constitucionales del país centroamericano; esas mismas que no toman en cuenta ni se toman el trabajo de revisarlas con cuidado y a tiempo la OEA y su secretario, José Miguel Insulza. Antes bien, éstos, en comandita con Chávez Frías, simplifican la verdad histórica y ocultan lo central de los acontecimientos: Zelaya sale del poder por violentar el orden constitucional y lo que es más grave, por permitir que un mandatario extranjero, el señalado Chávez, haga y deshaga con el destino político y electoral de una nación ajena.

La democracia, cabe observarlo, no es respeto a cuando deciden por razones políticas y de conveniencia los gobiernos que ocupan puestos en el Consejo Permanente o en la Asamblea General de la OEA. Menos es servicio a una idea abstracta y manipulada de la Carta Democrática Interamericana, que al paso no respetan en la actualidad la mayoría de los indicados gobiernos. La democracia es cuando dice, textualmente, la señalada Carta, es decir, respeto al Estado de Derecho, acatamiento a la Constitución y al principio de separación e independencia de los poderes públicos.

No habrá, pues, amnistía política.

Por respeto a la misma constitucionalidad puesta en marcha desde cuando sale del poder el señor Zelaya, le corresponde a la ley determinar la responsabilidades administrativas y penales individuales por la crisis institucional a que se ve sometida Honduras desde cuando el mandatario depuesto decide, a sus anchas y en acuerdo con Chávez, ponerle una bomba de profundidad a las elecciones presidenciales pendientes.

Aludimos a la célebre cuarta urna, que en réplica de la acción puesta por el propio Chávez en 1999 y que copia su par ecuatoriano, lleva por intención deslegitimar a priori a la representación popular – Presidente y demás miembros de los poderes públicos – a ser elegida y procurar así un cambio de orden que le otorgue todo el poder al primer mandatario.

Lo significativo del acuerdo, al respecto, es, justamente, la encomienda que se hace a una Comisión de la Verdad de investigar y poner en claro todos los hechos y actos realizados “antes, durante y después del 28 de junio”, cuando es despojado de sus poderes el señor Zelaya.

No se trata, pues, como lo hacen Chávez, la OEA, Insulza, y el resto de los miembros del eje marxista cubano-venezolano, a saber, la Kirchner, Ortega, Castro, Morales, Lula, Correa, y hasta Escoto, de mostrar el final del diabólico teatro construido por ellos para desprestigiar a los demócratas hondureños y a su democracia. El objetivo es, en lo adelante, despejar las primeras impresiones que llevan a las declaraciones intempestivas y apresuradas de distintos gobiernos y organismos internacionales al decidir, al rompe, aislar a Honduras y condenar como golpista al presidente interino Michelletti, quien ejerce su autoridad por autoridad de un Congreso soberano.

La Comisión de la Verdad, a buen seguro, constará lo que luego de los primeros sucesos es informado al gobierno de los Estados Unidos y a la propia ONU por sus oficinas de asesoría jurídica: Zelaya sale del poder por mandato de la Constitución y por violar a la Constitución. Así de simple.

Lo maravilloso del acuerdo es que al final vence la democracia y todo regresa a su fuente original, al pueblo, quien mediante el voto universal, directo y secreto, permitirá que Honduras y la comunidad internacional abandonen su foco de actualidad: Michelletti vs. Zelaya. En modo tal que hondureños y el resto del mundo podamos dirigir nuestras miradas al nuevo gobernante, cuyo nombre conoceremos luego del próximo 28 de noviembre, a la vuelta de la esquina.

Lo trágico para la OEA y Chávez, con sus políticas de camorra y prostitución del lenguaje – que acusa de gorila al demócrata Michelletti y saluda como demócrata a Raúl Castro, en su vuelta al Sistema Interamericano – es que no pudieron darle un giro a la realidad hondureña hasta tanto pone una pica en Flandes el denostado Departamento de Estado de los Estados Unidos de América.

Asdrubal Aguiar
correoaustral@gmail.com
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EL TRIUNFO AMARGO DEL FRENTE AMPLIO, CARLOS MALAMUD, TOMADO DE CADAL, CASO URUGUAY

(Infolatam) El Frente Amplio ganó pero no convenció. De lejos la candidatura más votada fue la de José Mujica, pero el resultado ha sido insuficiente para evitar la segunda vuelta. Si a esto le agregamos que el Frente perdió la mayoría parlamentaria que tenía en ambas cámaras y que los dos plebiscitos que se presentaban a votación popular, a los que apoyaba, fueron derrotados, la sensación agridulce que en la noche del domingo se respiraba entre la dirigencia y la militancia frentista era totalmente comprensible.

Como apuntaba en mi anterior artículo sobre Uruguay (¿Será José "Pepe" Mujica el próximo presidente uruguayo?), el voto colorado fue la variable de ajuste que condicionó el resultado electoral, al ser los directamente beneficiados tanto del voto que renegó del Frente Amplio, como del que no estaba convencido de votar por Luis Alberto Lacalle. Dada la edad de los dos principales candidatos, algo normal en un país tan envejecido como Uruguay, la renovación generacional venía de la mano de Pedro Bordaberry.

Si comparamos los resultados finales (Mujica, 47,49%; Lacalle, 28,53% y Bordaberry, 16,66%) con las encuestas previas, podamos sacar algunas conclusiones. El Frente, o Mujica, fue incapaz de ganar el voto de los indecisos, y prácticamente mantuvo el caudal que le atribuían los sondeos, al tiempo que Lacalle perdía entre uno o dos puntos, mientras Bordaberry casi duplica el número de votos pronosticados. Algo similar ocurrió respecto de los resultados de 2004, cuando el Frente Amplio ganó con el 50,4% de los votos, y el Partido Nacional obtuvo el 36,93%.

De este modo, el Partido Colorado fue el responsable directo de que el Frente no alcanzara la meta de ganar en la primera vuelta y tuviera que repetir, como en otras ocasiones pasadas, el riesgo de enfrentarse a la tenaza ejercida por blancos y colorados. Hasta ahora, la única ocasión en que el Frente pudo alzarse con el triunfo fue cuando Tabaré Vázquez arrasó en la primera vuelta, en gran medida, por su capacidad de atraer el voto del centro, especialmente a un caudal importante de votantes colorados de extracción urbana.

Ahí residía precisamente la diferencia entre Mujica y Danilo Astori, el ex ministro de Economía de Vázquez que acudía ahora como candidato a vice y en la capacidad de uno y de otro de conquistar a los sectores más templados del electorado. Fueron las bases del Frente las que le cerraron a Astori el camino a la presidencia en las primarias, y veremos en noviembre si en ese mismo momento no terminaron haciendo lo mismo con Mujica. Al respecto es muy ilustrativo el resultado del segundo de los dos referéndums. El primero pretendía autorizar el voto por correo, y apenas cosechó un 36,93% de votos positivos, mientras el segundo, de mayor contenido político, que pretendía anular la Ley de Caducidad, que impide el procesamiento de militares implicados en casos de violación de derechos humanos durante la dictadura militar, se quedó a puertas de prosperar con un 47,36% de SÍ. De todos modos, dado lo estrecho del resultado, el destino de la Ley de Caducidad y también de la mayoría parlamentaria va a depender del escrutinio definitivo y del destino que adquieran los votos observados, en torno al 1,5% del total.

Dado el peso del electorado mayor de 60 años no es de extrañar la amplia derrota del primer plebiscito. Lo que más llama la atención es el segundo, sobre todo si se lo compara con la mayoría progresista que vota por el Frente Amplio. Para Mujica se trató de una “decisión misteriosa del electorado” Por eso, de cara a la segunda vuelta el mensaje que transmite este resultado es de incertidumbre y de cuidado.

No le será tan fácil al Frente, pero tampoco imposible, alcanzar la mítica cifra del 50% de los votos válidos. La distancia a cubrir es escasa, pero es en ella dónde se encontrará la mayor resistencia para lograr dos mandatos sucesivos de presidentes del Frente. Esta, posiblemente sea la lectura hecha por Mujica, que de cara a la segunda ha llamado a la lucha. También, después de haberse negado sistemáticamente a un debate público con Lacalle dijo estar dispuesto a un “debate de fórmulas”, es decir, secundado por Astori, su anterior rival interno.

Mientras tanto Lacalle, que ya ha logrado el apoyo del Partido Colorado para la segunda vuelta, comenzó por cubrirse con la bandera uruguaya en lugar de la enseña partidaria. Él sabe bien que la segunda vuelta es una nueva elección y que cualquier error puede ser decisivo. Queda casi un mes para el 29 de noviembre y hasta entonces habrá que trabajar mucho. La presidencia y el color de la mayoría parlamentaria dependerán de ese momento.

Fuente: Infolatam
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BALOTAJE URUGUAYO, AMERICO MARTIN, EN EL NEW HERALD, CASO URUGUAY


Un país pequeño, el de menor superficie en América del Sur después del minúsculo Surinam, se las ha ingeniado --y no por cierto, por primera vez en su historia-- para crear hechos trascendentes y lograr la atención mundial sobre sus eventos electorales. Hice un rápido paneo por la prensa de América y Europa y en toda ella la primera vuelta de las elecciones presidenciales, ganada por el Frente Amplio, fue seguida por algunos como si se tratara de un deporte de alta competencia.

Uruguay tiene apenas 3 millones y medio de habitantes, pero en contraste, goza de una envidiable estabilidad democrática, es el más alfabetizado de la subregión y en tándem con Chile es el de más reducida percepción de corrupción. Por si faltara algo, el PNUD lo sitúa en el tercer lugar de Latinoamérica en Indice de Desarrollo Humano, y Reporteros sin Fronteras lo coloca en el primer lugar en el respeto a la libertad de expresión.

El reputado oncólogo Tabaré Vázquez termina su mandato con el 60% de respaldo popular. Apartándose de la manía reeleccionista que corre como azogue encendido por Latinoamérica, renunció a un segundo mandato porque no se puede manipular la Constitución para satisfacer la ambición de perpetuidad de ningún mortal, y ese hecho tan enaltecido es el que paradójicamente removió las aguas de un país acostumbrado a la moderación y la democracia. Aunque algunos desinformados ubican a Uruguay en campos cercanos al fundamentalismo de la ALBA, el presidente Tabaré, por el contrario, se mantuvo en un discreto centro. Un hombre tan educado como él se gastó críticas a Chávez en declaración conjunta --para mayor humillación-- con Hillary Rodham Clinton.

El problema es el sucesor. Tabaré postuló en las internas a Danilo Astori, un liberal aperturista que pese a ese formidable respaldo perdió la nominación con José Mujica, a quien por exigencias de campaña convirtieron en compinche de Chávez, aprovechando sus antecedentes tupamaros. Pero de hecho, si ganara la presidencia difícilmente se apartará del exitoso camino de su antecesor, en fe de lo cual su candidato vicepresidencial es Astori y su modelo no es el de Chávez, sino el de Brasil. Y si perdiera, Lacalle consolidaría una sana democracia de centro. La incógnita era si Tabaré podía endosar a Mujica para lo cual los estrategas del Frente se volcaron a ``desmujicarlo y tabarizarlo'', mientras que la alternativa opositora de Lacalle y Bordaberry se consagró a subrayar las diferencias, incluso personales, entre el Presidente y el candidato. Aludiendo a Mujica, aquel se permitió comentar al desgaire: ``dice algunas idioteces el candidato''. Tabaré ganó en 2006 en primera vuelta y su popularidad subió como levadura, en cambio Mujica alcanzó el 47% frente a 29 y 18 de Lacalle y Bordaberry, con un avance impresionante del partido Colorado.

En la segunda vuelta, dada la extrema polarización, podría haber poco trasiego de una a la otra acera, de modo que el desenlace debe ser reñido, a menos que la victoria en la primera tenga efecto-derrame. Pero el retroceso de la izquierda, incluso de una tan tolerante y moderada, se aprecia en la equilibrada correlación parlamentaria y en la inesperada derrota sufrida por el Frente Amplio en sus dos plebiscitos: el de la anulación de la absurda Ley de Caducidad, que en aras de la reconciliación perdonó los crímenes de lesa humanidad cometidos por la dictadura militar, y el del voto epistolar. Perdió ambos, perdió fuerza parlamentaria y tendrá que ir a un peligroso balotaje. Es demasiado escarnio en el lugar más inesperado.


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