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sábado, 14 de septiembre de 2013

EGILDO LUJAN NAVA, DE LA OSCURIDAD AL “APAGÓN”,FORMATO DE FUTURO

Realmente, todo parece indicar que esta semana no hubo -como dijeron los habitantes de dieciocho estados venezolanos y de algunas partes de la Gran Caracas- una falla en el Sistema Eléctrico Nacional que, en ciertos lugares, se llegó a extender hasta el día siguiente en siete de esos mismos dieciocho estados.

Lo que sucedió, fue que la oscuridad predominante en la concepción gubernamental de la digna heredera de la que le precedió por catorce años, se hizo patente, perceptible, innegablemente real y demostró cuál es el espíritu de su verdadera conformación operativa, con la que para insatisfacción de millones de venezolanos, se ha propuesto seguir avanzando, por lo menos, hasta finales de la actual década.

Porque, de no ser así, ¿qué otra causa pudiera haber provocado semejante acontecimiento capaz, inclusive, de exigir que se le hermanara con lo que sucedió hace ya doce meses en el Centro Refinador Paraguaná?. ¿Un sabotaje? ¿De quién?. ¿Cómo?. ¿Por qué?. ¿Para qué?.

Hablar de sabotaje ante lo que fue calificado en todo el país como “apagón”, definitivamente, no se corresponde con los postulados de ese espíritu gobernante, empeñado en demostrar que sólo en socialismo es posible disfrutar de las bondades de una vida de calidad.

Si hay -o hubiera habido- un sabotaje en el Sistema Eléctrico Nacional que alguna vez fue modelo excepcional en su tipo para Latinoamérica y el resto del mundo, por ser el único en disponer de una línea de transmisión de alta tensión de 800 KW que cruza a la nación entera, en lo que eso se traduciría es que los obligados a resguardarlo, a protegerlo, incurrieron en el peor de los descuidos: no ocuparse de que fuera el cerebro funcional, eficiente y domador de miedos humanos a la oscuridad que, según el enfoque de todo autocalificado revolucionario, provoca el feo capitalismo.

A diario, millones de venezolanos están obligados a dedicarle horas de su vida útil a hacer “colas” entre las sombras de la madrugada, bajo el sol y agitados por la silenciosa carga de humillación que significa no poder escapar de esa obligación, para poder comprar dos kilogramos de harina precocida de maíz, ocho rollos de papel sanitario, si acaso un litro de aceite comestible y dos envases de margarina.

Es el costo adicional, el plus que debe pagar una sociedad  a la que le dicen a diario que la suya, es la supuesta forma de vida de calidad, y a la que se puede optar con el uso de menguados y destruidos bolívares por la subyacente inflación que se oculta entre las sombras de las Estadísticas del Banco Central de Venezuela y las subjetivísimas interpretaciones que realizan los intérpretes de las encuestas del Instituto Nacional de Estadísticas y de connotadas empresas privadas dedicadas a detectar qué impresión positiva se tiene de quienes están convencidos de que su forma de gobernar, es, por lo menos, un accionar gerencial fuera de serie.

El “apagón”, lamentablemente, anuló las repercusiones positivas que generó en la opinión pública el anuncio de que volverá la misión permuta; sí, esa misma que fue sepultada hace menos de cincuenta meses, después del velorio de las Casas de Bolsa, como de emprendedores que terminaron siendo acusados de aprovechadores ilegales de un delito que nunca existió. Y quizás esa anulación fue lo mejor que sucedió.

Tanto porque a los que hacen colas para adquirir alimentos a precios subsidiados y comprados también entre las tinieblas de la opacidad administrativa, poco les interesa saber qué diferencias existen entre Cadivi, permuta, Sicad y el Sitme. Como para los mismos empresarios que ya  no saben cómo mantener sus negocios activos, ante la indisponibilidad de divisas y unas subastas enfríadas por las repercusiones del veredicto del Ciadi contra Pdvsa y a favor de Conoco Phillips, y de haberle escuchado decir al Ministro de Finanzas, Nelson Merentes, que cambiar leyes rectoras del control de cambio no implicaba sepultar el modelo rector responsable de que los venezolanos vivan en el ambiente económico y social del presente.

En otras palabras, si la oscuridad predominante en la concepción gubernamental sigue siendo esa especie de santuario de cuyo sahumerio se nutren los que determinan qué hacer ante la tragedia de Amuay, con la falla del Sistema Eléctrico Nacional y la administración de divisas restringidas para la ciudadanía -más no para la élite rectora del megaestado empresarial venezolano- no hay razones para dudar que los apagones en el sistema de vida de los venezolanos, seguirán siendo el pan de cada, sin necesidad de usar trigo importado para confeccionarlo, mucho menos de maíz blanco producido eternamente en condiciones deficitarias.

Lo cierto es que decir ser venezolano, ante el resto del mundo equivale a exhibir la etiqueta de hijos de una Nación que se ufana de disponer de las reservas petroleras más grandes del planeta, y de contar con una enorme capacidad de producción de energía hídrica. Pero también de que apenas hace quince años gozaba de  la mayor capacidad de producción de electricidad de Latinoamérica, con niveles excedentarios para atender cierta demanda de Colombia y Brasil, y que en 2013 esté obligada a importar gas, gasolina y electricidad, además de alimentos y medicinas.

Los discursos destemplados de cierta burocracia, los encadenamientos forzosos de medios de comunicación masivos privados y el avasallamiento de las redes sociales, puertas adentro de los ostentosos despachos de quienes dicen gobernar, pudieran, ciertamente, aplacar las angustias burocráticas. Pero ante los ojos y forma de vida de casi treinta millones de sus compatriotas, eso no resulta suficiente cuando el juicio colectivo es contra el descuido y la incapacidad de los llamados a evitar que eso suceda y siga sucediendo.

La escasez y el desabastecimiento de los bienes esenciales de consumo masivo, los apagones en gran parte del territorio nacional, los racionamientos de todo tipo y típicos de economía de guerra a que se somete a los habitantes de Táchira, Zulia, Apure y Amazonas, definitivamente, no es el producto de sabotajes. Pero sí de una severa crisis de irresponsabilidad en las diferentes instancias de los gobiernos nacional, estadal y municipal. Asimismo, por supuesto, tampoco son ejemplos de sabotaje la indiferencia con la que se consideran las consecuencias que la escasez y el desabastecimiento provocan en el seno de las familias venezolanas.

¿Qué decirle a los venezolanos que, por el “apagón”, pudieran haber perdido a un familiar en alguna instalación médica pública o privada?. ¿Qué explicación se le ofrece a las industrias, comercios y demás empresas que se vieron afectadas por la carencia de servicio eléctrico, y cuyos costos adicionales son luego imputables al sostenimiento de dichas unidades productivas y al precios de los bienes y servicios que ofrecen a los consumidores?.

Ante los venezolanos, lo obvio es que la responsabilidad de lo sucedido no corre por cuenta de las iguanas, de las mallas que caen sobre tendidos eléctricos y demás justificaciones. Hay responsables, responsabilidades y, desde luego, la obligación de evitar que la falla en el Sistema Eléctrico Nacional, al igual que la escasez y el desabastecimiento de otros bienes y servicios, no termine por convertirse también en componente invariable del sistema de vida de todos los habitantes de Venezuela.

Salvo, por supuesto, que, como insisten en creer algunos pensadores ajenos a los vericuetos propios de quienes viven entre el poder, de su ejercicio y determinación inquebrantable de no dejar de controlarlo por las vías que sean, la peligrosa realidad económica, social, política y moral  que hoy agita la paciencia colectiva, les induzca a dar el paso que les corresponde para que ese cuadro desaparezca progresivamente. Es decir, gobernar para todos, gobernar con todos y procurar resultados satisfactorios para el reencuentro entre todos. Apoyándose, definitivamente, en un cambio profundo en el sistema de amarras que hoy funciona para que a esos que gobiernan, día a día, se le agote de manera acelerada su posibilidad de apelar a maniobras  que serenen, inclusive, a quienes perciben como sus súbditos por identidad ideológica.

Si no se produjera esa decisión que conecte a los amantes de la oscuridad con la potencialidad productiva y de progreso de un país que ya está agitado en sus entrañas por su negación silenciosa a aceptar seguir viviendo en un ambiente de peor calidad cada día,  definitivamente, serán pocas y de larga subsistencia las condiciones que garanticen un ambiente de no conflictividad en constante expansión.

egildolujan@gmail.com

Enviado a nuestros correos por
Edecio Brito Escobar
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ALBERTO MEDINA MENDEZ, CORAJE PARA HACER LO NECESARIO

A buena parte de la ciudadanía le angustia pensar en el futuro. La incertidumbre sobre el porvenir se fortalece por la percepción de que hace falta corregir demasiado para encontrar el rumbo.

La lista de problemas a enfrentar es larga y compleja. Casi todas esas cuestiones tienen múltiples causas y para abordarlas con seriedad se deberán encarar diversas acciones.

Hoy la sociedad tiene más sensaciones que conocimientos. Es posible que no se posea pleno dominio de los detalles, aspectos técnicos y estudios profundos sobre cada asunto, pero se tiene plena conciencia de su existencia y además se sufren sus consecuencias sin contemplaciones.

Con la misma simpleza que la gente entiende lo que pasa, aun sin conocer sus insondables mecanismos, sabe también que para resolver problemas se necesitan decisiones fuertes e intuye que su implementación puede no ser muy grata y que se pueden sufrir efectos indeseados. Es el sentido común el que dice que los inconvenientes no se arreglan por sí mismos y que hacerlo siempre tiene secuelas e implica atravesar etapas.

Primero se debe entender el problema, disponer de un diagnostico, comprender lo que sucede con claridad. Luego vendrá la construcción de estrategias específicas que permitan afrontar esos asuntos. Unos se inclinarán por las decisiones duras que recurran a la cirugía mayor para extirpar de raíz las causas reales y encauzarse hacia una mejora definitiva, aunque el costo en la inmediatez sea muy elevado. Otros dirán que para minimizar el impacto se puede intentar algo más gradual, más lento aunque con las mismas inevitables derivaciones pero amortizadas en etapas.

Por eso, cuando en la política contemporánea se discuten candidaturas, partidos, frentes y hasta se evalúa el humor social, probablemente se equivoca el camino. La sociedad enfrenta problemas importantes que requieren soluciones concretas. Se podrá discutir si los temas deben ser atacados al mismo tiempo o el nivel de contundencia a aplicar, pero lo que resulta innegable, es que más que candidatos hacen falta ideas de cómo superar un presente que pretende prolongarse en forma indefinida.

Esta situación es el corolario de las pésimas políticas del pasado y las patéticas actitudes de la actualidad, a lo que se agrega la inocultable mezquindad de los dirigentes de este tiempo, siempre más preocupados en sumar votos que en resolver las evidentes adversidades.

Para salir de este círculo vicioso hace falta seleccionar a los mejores, no solo a los que puedan construir un triunfo electoral sino a los que sean capaces de diseñar proyectos serios para un cambio real. Los postulantes de la política que prometan un futuro brillante omitiendo plantear las dificultades que habrá que sortear para conseguirlo, mienten descaradamente, le faltan el respeto a la gente, a su inteligencia, para convertirse en simples embusteros seriales y ser solo más de lo mismo.

Salir de este enjambre, de esta maraña de insensatez política, requiere de mucho talento, pero resulta imprescindible para poder transitar esa etapa, una gran determinación y una perseverancia a prueba de todo.

Para dar vuelta la página triste de la política actual, se precisan estadistas, gente dispuesta al desafío de pasar a la historia grande y no dirigentes que dependan de las urgencias electorales. No se pueden hacer cosas importantes mirando el corto plazo.

Es tiempo de buscar políticos que puedan mostrar integridad y solvencia, aptitud y decencia, que miren a los ojos a la gente para decirles que lo que viene será difícil, que habrá que superar tiempos de inmensas dificultades, que una generación de ciudadanos deberá hacerse cargo, como corresponde, de los errores del pasado, para que la siguiente pueda asumir solo lo que le toca sin tener que pagar la fiesta ajena.

Se necesita mucha valentía para decirlo pero más valor para hacerlo. Será el momento de mirar con lupa, de buscar lo  vital. Si se repiten las promesas de siempre y los sueños de un futuro sin esfuerzo, será esa la nueva ruta hacia una fantasía que jamás llegará.

Hay que estar dispuestos a hacer un gran sacrificio en la coyuntura, para que llegue el indispensable sinceramiento que precisa la realidad. Eso implica trabajo y renunciamientos. Los que propongan un mundo de maravillas sin esfuerzos estarán faltando a la verdad descaradamente.

El futuro genera cierto temor. La transición no será fácil. Hay que prepararse para tiempos de turbulencia, que serán tolerables solo en la medida que se tenga la capacidad de seleccionar a los mejores, a los más honestos e idóneos. De lo contrario solo se prolongará la agonía y, más tarde o más temprano, se tendrá que aterrizar a la realidad que se intenta esquivar desde hace mucho, solo porque esa fotografía no resulta agradable y demuestra lo mal que se han hecho las cosas hasta aquí. Habrá que entender que es tiempo de tener el "coraje para hacer lo necesario".

amedinamendez@gmail.com 

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CARMELO CASALE, CAMARADA PRESIDENTE, CARTA PUBLICA A NICOLAS MADURO

IN MEMORIAN
Hugo Chávez, su antecesor, no fue un personaje fácil y sigue siendo, tras su tortuosa y prematura muerte, igual de complejo.

Quiso Dios que “El Comandante”, por su expresa voluntad, se convirtiera en paradigma viviente de las contradicciones y de los nuevos tiempos que campean por los fueros de la República, hoy constitucionalmente Bolivariana, de Venezuela.

Desde mi sencillo punto de vista, nunca entendí claramente cómo alguien tan apegado a los procesos conductuales más emblemáticos del capitalismo y el liberalismo, pudo vendernos su muy particular visión cosmogónica del “Socialismo del Siglo XXI”, que además nunca logró imponer con la contundencia con que se expresaba en otras facetas de su agitada vida y que –como corolario de rimbombo- no practicó en lo personal, ni en sus relaciones más trascendentes como Jefe de Estado.

Pero el presidente Chávez murió y con él partió esa visión tremendamente personal (por ello difícilmente trasladable) que tenía de Venezuela, la gente, la política y el mundo.
Por simples razones de solidaridad humana (y desconocimiento de lo que ocurrió en el Cimeq cubano) quiero pensar que murió como un ser humano normal de los que existimos cerca de siete mil millones en el mundo: rodeado de atenciones y el cariño de su familia y amigos.

Pero antes de eso, en cadena de radio y televisión le pidió a sus seguidores –los de él- que votaran por usted para hacerlo Presidente.

EL SIGLO XXI

No es mi función de hoy, tampoco mi intención, opinar sobre los pormenores de su elección, las particularidades de su origen, su procedencia familiar, educación o lo que hizo antes de llegar a la Primera Magistratura de la República.

Simplemente creo que un Estado moderno y serio, como de seguro es y debe ser la Venezuela Bolivariana, le ha exigido y usted satisfecho todos los requisitos de ley que obliga e impone la nación para ser el Presidente de todos los venezolanos. Así lo asumo y paso, para ganar.

En mi época de estudiante en el Liceo Andrés Bello, había una de tantas frases lapidarias que rezaba que Venezuela entró tarde al siglo veinte debido, entre otras razones, al dominio hegemónico y tiránico de Juan Vicente Gómez sobre el país, sus instituciones, sus factores de poder y su gente.

Una vez fallecido, a Gómez le sucedió el General Eleazar López Contreras, su Ministro de Guerra y Marina, también recomendado por el Benemérito como digno (y único posible) delfín de sí mismo.

Nada, por supuesto, hacía pensar a la embarrancada y estática clase política, militar, económica y civil de entonces –y al supuestamente adormilado país- que las cosas pudieran discurrir por fuera del camino que había previsto el gendarme con bigotes antes de morir.

Pero ocurrió: las cosas cambiaron. Y mucho. Pausadamente (con calma) y contenidamente (con cordura).

CALMA Y CORDURA

López Contreras se dio cuenta casi de inmediato que el camino impuesto por su General Gómez no ajustaba bien en aquella Venezuela que quería –y merecía, según el criterio que expuso- destinos mejores, más brillantes que los vislumbrados por el antes todopoderoso hombre de Capacho.

Eleazar, presidente Maduro, vislumbró que tenía sólo dos posibilidades: o continuaba forzando una obra que pudo haber  sido loable alguna vez y ya no lo era, o rectificaba el rumbo marcado por la obsolescencia real y evidente, en una audaz jugada política que le permitiera, a él mismo y a Venezuela, ingresar al nuevo siglo de pleno, quizás con paso tímido en un principio pero vigorosamente después.

Por esto último optó con meridiana claridad, ponderación, grandeza y –supongo- no pocas dudas.

Tal decisión le permitió no sólo ingresar con nombre propio a la historia de Venezuela sino que dio a esta tierra un impulso civilizador, un nuevo y vital aliento que nos ha permitido llegar hasta aquí.

Estamos ahora, de nuevo, en un momento donde es necesaria –para la paz y estabilidad de la nación- la participación de un hombre providencial que mire más allá de sí mismo y entienda el futuro.

ES SU TURNO, PRESIDENTE.

No creo casual que esté usted allí, en la Presidencia de la República, ahora.
Por eso no perderé el tiempo, como dije antes, en preguntarme sobre su competencia para ejercer el más alto cargo institucional del País.

Demos por sentado que tiene los méritos y los votos. Punto y aparte.

Ocurre entonces que Dios y la historia lo han colocado a usted, en pleno siglo veintiuno, en el mismo lugar, con similares diatribas y dificultades –tal vez peores, ahora, por el grado de desarrollo de los tiempos-  y casi noventa años más tarde, con las que recibió a López Contreras en los albores del siglo veinte: continuar con una obra que tal vez (las ejecutorias y resultados no son halagadores) tuvo su justificación en un momento histórico o, en contrario,  divisar un nuevo horizonte de libertad plena, de paz, progreso y estabilidad para la patria que aún se nos debe a todos, como incluso desde el seno de su propio partido se dice cada vez más fuerte, cada vez más seguido.

Interprete la Historia, Presidente. Sacuda los yugos a los que está sometido por su alto cargo –usted sabe cómo- y mire a su alrededor. Llénese de realidad. Mire al pueblo, a todo el pueblo.
Y al País.

Observe cual es el destino que tienen y han tenido todos, sin excepciones, los países que adoptaron el modelo socialista radical de gobierno, del estilo y forma como se trató de imponer en Venezuela y que cada vez más personas abandonan a la luz de los pobres resultados obtenidos y del déficit de felicidad que ha logrado.

Todos sabemos, es un clamor nacional, que se ha llegado a un punto de no retorno.
Usted como nadie debe estar preocupado por el difícil  y dramático devenir que toma la economía; los índices de pobreza y criminalidad.
La sustentabilidad operativa de la República y los muy menguados resultados en salud, alimentación, infraestructura, vivienda y educación son cada vez más precarios.

En algún momento entre hoy y un futuro cercano, tal vez cuando le corresponda entregar su cargo, el sistema implosionará. Pareciera una verdad incuestionable. Habrá fuerzas populares, aún de su propio partido como ya ocurre, que en algún momento emergerán y le indicarán, ojalá que por las buenas, que ya no hay más allá.

¿Por qué empeñarse en llegar a eso, si ya todos saben que el sistema que le ha tocado defender en nombre de otros, simplemente no funciona?

Pase a la historia, Presidente Maduro, brillando con luz propia.

Si en éste momento la mitad de la población –supuestamente- lo quiere, pero resiente las dificultades inocultables y la otra mitad lo adversa de forma militante, haga como el General López Contreras y una a la República Bolivariana de Venezuela en torno a usted. 
Permita que de su mano lleguen la Libertad, la Democracia y la convivencia sana y de progreso para todos los venezolanos.

Para todos los venezolanos, eso sí.

¡Cambie el rumbo, Presidente. Es su oportunidad histórica!


@CarmeloCasale

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FERNANDO FACCHIN B., LOS ESTADOS FORAJIDOS

Los “Estados Forajidos”,  son definidos  como aquellos que tienen gobiernos   fracasados,  que permiten la violación de los DDHH al igual que la violación del imperio de la ley y son incapaces  de sostener el orden legal interno, de suministrar eficientes servicios públicos, manipulan la administración de justicia,   impiden la cohesión social,  carecen de legitimidad democrática   y   rendición   de   cuentas   y  tienen debilidad económica,   política   y   social   para   mantener   la gobernabilidad, actúan bajo la égida del “derecho de policía” y aplicación del terrorismo de estado, quedando inmersos en la corrupción y el crimen organizado.

Cuando un gobierno  apela al uso indiscriminado de la violencia para imponer su hegemonía está dando claras muestras de su decadencia. No es un hecho desconocido que detrás de todo gobierno forajido, hay un gobierno de facto que convierte la capacidad de maniobra política en un simple remedo de presidencial; en una especie de tutela presidencial, donde la majestad de la presidencia de la república pierde su razón de ser por causa de la pérdida de liderazgo.  

Los gobiernos forajidos temen a las libertades ciudadanas y a los DDHH. Temen a las ideas, a la prosperidad del país, pero sobre todo tiemblan ante la inteligencia de los ciudadanos; quieren crear sociedades que piensen y actúen como ellos, leales a ellos, por eso reprimen y exterminan a los que piensan diferente. Ante esos temores, los gobiernos forajidos pierden la perspectiva de la conducción del estado, se llenan de enfermizas mitomanías y no pasan de hacer el ridículo.  En el fondo, el sentido de poder eterno crea una cobardía manifiesta y lo peor que hacen es agravar la crispación social y la inestabilidad política.

Generalmente los ciudadanos en un estado forajido no percibe la magnitud y profundidad del proceso de corrupción gubernamental,  ni el grado de deterioro moral de la cúpula gobernante y la responsabilidad presidencial en esta peligrosa y alarmante situación, donde al igual que en las organizaciones gansteriles, los cogollos corrompidos se dividen entre sí el país y las actividades ilícitas llamadas a reportarles a ellos y a sus socios grandes sumas de dinero.

En este contexto, con gobiernos forajidos, no hay presente ni futuro para el país y las crisis tienden a tornarse insoportables y explosivas.  El desarrollo sustentable no se alcanza pensando en llegar a acuerdos con los responsables de tantas atrocidades contra los derechos del pueblo y contra el patrimonio de la nación. Se requieren instituciones, realmente democráticas, honestas, guiadas por el bien común.  

En definitiva, el régimen nacido de la infortunada sucesión está muerto y todavía no se ha enterado, por ello siempre se refiere a un país que ya no existe en la realidad. La calidad de las instituciones es lo que realmente hace que las naciones tengan éxito o fracasen. Lo más lamentable es que la capacidad de aguante lo de los venezolanos es infinita y quienes nos gobiernan lo saben. El prócer cubano José Martí, amante hasta la muerte de las libertades públicas y los DDHH, dijo: “No hay espectáculo, en verdad más odioso, que el de los talentos serviles.”

ffacchinb@gmail.com

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GERMAN CABRERA, CHARLANDO CON DILMA

Charlando de todo un poco como los locos, Dilma, yo le digo: ¡¿qué complicada es la vida, verdad?! Tomémosla a Ud. misma como ejemplo.

En los 60 y 70, siendo una buena muchacha marxista- leninista, se la jugó en el grupo Colina, después en Var-Palmares e igual que la Bachelet experimentó el maltrato de la dictadura y las amarguras de la prisión. 

Después hizo una larga y brillante carrera en el PT y por fin logró la máxima presea de la democracia, nada menos que la Presidencia de un país tan poderoso que hasta inventaron la palabra BRIC para equipararlo a otras grandes potencias del futuro. 

Un país que a partir de las políticas acertadas de Cardozo, de Lula y de Ud. misma ha sacado de la pobreza a no sé cuántos millones de brasileros y que hasta históricas veleidades imperiales tiene. Ahora resulta que cuando mejor están los indicadores económicos y la inclusión social, cuando han limpiado de malandros las favelas de Río y se disponen a invertir un realero para el Mundial de Fútbol del 2014 y los Juegos Olímpicos del 2016, aparece un montón de indignados para aguarle la fiesta que pondría a Brasil en el top de los medios internacionales y le vuelven la calle un bochinche pidiendo cambios políticos, de salud, transporte y educación.

¡Lo que son las cosas! ¿No?

Pero Ud. ha aprendido mucho de la vida y actúa como lo que es, una verdadera demócrata afirmando que “el Gobierno debe tener humildad y autocrítica para admitir que existe un Brasil con problemas urgentes para vencer, y la población tiene todo el derecho de indignarse con lo que está errado y exigir cambios”. Así se habla.

Pero como a lo mejor Ud. es atea como la Bachelet y como yo y por lo tanto no puede contar con el favor de Dios, voy a darle unos breves consejitos por si la situación se vuelve a poner complicada. Mire, Ud. tiene una opción que tal vez no ha considerado.

Primero se declara Revolucionaria, Antiimperialista y admiradora del Socialismo del Siglo XXI. El asunto es declararse, no tiene que hacer ni respetar nada porque la mera declaración le dará dividendos políticos y patente de corso.

Ud. ya tiene la experiencia de cómo Lula y Celso Amorím congeniaron automáticamente con el gobierno de Hugo Chávez. Después despache a los indignados diciendo que son traidores y apátridas, cáigales a plomo y meta unos cuantos presos de por vida. 

Luego presione, intervenga, cierre o anule a todo medio de comunicación que informe sobre las protestas. También transforme los medios oficiales en agentes de propaganda exclusiva del gobierno. No se olvide de quitar toda independencia a los poderes del Estado para que cumplan como lacayos las órdenes del Ejecutivo. Es muy importante que se apropie de las Empresas Básicas y las ponga a producir para su Partido y que, en definitiva, no haga distingo entre Partido y Estado porque deben ser la misma cosa. 

Vocifere sobre justicia social, apueste al resentimiento, prometa mucho y dé poco para que la gente esté siempre a la espera de sus dádivas, pero permita a sus adláteres cualquier tipo de corrupción para mantenerlos contentos y aferrados al poder. Como las Revoluciones necesitan mucho, mucho tiempo para construir el Mundo Ideal, si hace las cosas bien, podrá perpetuarse Per Secula Seculorum.

Lamentablemente no me queda espacio para terminar esta charla pero un día de estos la seguimos.

germancabrera_t@yahoo.es                         

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viernes, 13 de septiembre de 2013

FERNANDO MIRES, EL PERDON COMO COARTADA, MODA POLITICA EN CHILE

Si el tema no tuviera un trasfondo trágico podría decirse que se trata esa, la de pedir perdón, de una nueva moda de la política chilena. Estoy hablando, para que me entiendan, del perdón por la responsabilidad que cada uno siente por los luctuosos acontecimientos que posibilitaron y rodearon al golpe de 1973.
Hay en efecto peticiones de perdón de los de izquierda, de los de derecha y hasta de quienes ya no son ni lo uno ni lo otro, pero de algún modo, todavía después de cuarenta años, se sienten culpables. Lo nuevo del hecho es que esta vez se trata de la petición de un perdón político, es decir, de un perdón no igual al perdón religioso o al perdón civil o al perdón personal, niveles en los cuales practicamos el arte de la “perdonación” (palabra deliberadamente inventada).
Quiero decir: No se trata del perdón de Dios. Ni del perdón civil ante la trasgresión a una ley. Ni del solicitado de persona a persona, pues la política no es práctica personal sino colectiva. ¿De cuál perdón estamos hablando?
O lo que es lo mismo: ¿Es la política el lugar más adecuado para solicitar perdón? ¿O será que cuando pedimos perdón en la política estamos pidiendo perdón por algo que no tiene nada que ver ni con la idea del perdón ni con la idea de la política?
La idea del perdón es religiosa y por lo mismo moral. Tiene su origen en el sentimiento de culpa pues no puede haber perdón sin culpa. La culpa viene del hecho de haber transgredido una ley, religiosa o moral. Pero a la vez, ya lo dijo Paulo de Tarso, la ley crea a la culpa. Antes de la ley—obvio— no podemos ser culpables de nada. Luego, la culpa viene de un no acatamiento a la ley, o de sus sucedáneos: la regla o norma, sea oral o escrita.
La contravención a la ley religiosa recibe el nombre de pecado. En el espacio civil se conoce como delito. En el espacio personal se conoce como “falta” (infidelidad, traición). Por lo mismo, no todo delito es pecado ni todo pecado es delito, ni todo pecado o delito es una falta personal y viceversa. De ahí que es muy importante aclarar si es que los que se sienten culpables en la política lo sienten con respecto a un pecado, con respecto a un delito, o con respecto a faltas cometidas a determinadas personas. (por ejemplo, si alguien denuncia a un amigo personal por haber cometido un crimen, cumple ante la Ley, quizás ante Dios, pero falta a la amistad)
Si los políticos se sienten culpables con respecto a un pecado, es decir, frente a Dios o frente a la ley religiosa, el lugar adecuado para pedir perdón debería ser una iglesia. Si lo sienten con respecto a un delito, el lugar adecuado debería ser un tribunal de justicia. Y si lo sienten a título personal, el lugar adecuado debería ser un espacio de conversación —una habitación, una cafetería— con las personas afectadas. ¿Y en la política? Ahí está el problema. ¿Cuál es el lugar para pedir perdón en la política?
O mejor: ¿A quién pedimos perdón cuando pedimos perdón en la política? ¿A la historia, a la nación, a la sociedad, a la moral pública? En todos esos casos se trata de entidades muy abstractas las que al ser tan abstractas no están en condiciones de otorgar perdón a nadie. De modo que cuando un político pide perdón en la política lo pide a quien no puede perdonar. Es decir, se trata de una petición de perdón a nadie. Y en ese caso la petición de perdón, al no haber posibilidad de perdón, se transforma en una coartada, a saber: pedir perdón para no pedir perdón.
La política, dicho en breve, no es el lugar del perdón. Quién pide perdón político o perdón en la política actúa fuera de lugar. ¿Y si un político se siente culpable y quiere pedir de todas maneras perdón? Pues, que vaya a los lugares del perdón y pida ahí perdón por sus pecados, delitos o faltas.
El perdón solo se puede pedir a quien está en condiciones de otorgarlo o de negarlo. Eso significa, el destinatario no puede ser jamás un objeto. Ha de ser siempre un sujeto, esto es, alguien quien al perdonar o no perdonar se convierte en un sujeto del perdón. En síntesis, el perdón solo puede ser solicitado de modo real, nunca de modo simbólico.
¿O es que nadie en la política —o en la historia, como dicen los dementes— te absolverá? Por supuesto, la absolución también existe en la política cuando existe de verdad arrepentimiento. Pero hay que dejar claro que ese arrepentimiento solo puede ser mostrado en la política no con peticiones públicas de perdón. La razón: la política es antes que nada un lugar de acción.
Dicho así: La naturaleza de la política es la acción política. La meditación y el pensamiento solo adquieren sentido en la política cuando se traducen en acciones políticas. Por lo tanto, pedir perdón en la política sin acciones que precedan o que continúen a esa petición es un acto banal o inútil. Reitero: una coartada.
¿De que nos sirve la petición de perdón de un político chileno si continúa afiliado a un partido cuya mayoría considera que el golpe de Estado de 1973 fue una acción legítima? ¿Quién puede creer en el perdón solicitado por un político de izquierda si continúa siendo miembro de un partido que calla frente a las crímenes que cometen dictadores de “izquierda”?
El perdón en la política tiene otro nombre: se llama rectificación. Rectificar es, además, una propiedad del pensar. Un político que actúe sin pensar es una desgracia en la política, tanto como uno que piensa sin actuar.
Solicitar perdón en la política sin haber rectificado políticamente es un acto imperdonable, tan imperdonable como el creyente que pide perdón a Dios sin haberse arrepentido de los actos que lo llevan a pedir perdón. A la inversa, si ha habido rectificación en la política, no será necesario pedir perdón a nadie.
No sé quienes son peores: los que incapaces de rectificar no necesitan pedir perdón pues la culpa siempre será de los “otros” y jamás de los “nos-otros”, o quienes piden perdón como un mero sustituto de una rectificación que nunca han realizado.

fernando.mires@uni-oldenburg.de
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ALBERTO JORDAN HERNANDEZ, ¿PARA QUE DERECHOS HUMANOS?, CON VOZ PROPIA

El autoritario militarista y corrupto régimen que orientado por la dictadura Castro-Comunismo de Cuba nos desgobierna, desde el martes 10, pregona  que ya no tiene “obligación de responder por violaciones que cometa contra sus ciudadanos”, ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CorteIDH).  Ese día formalizó retiro de este Tribunal.

Tal decisión infractora  de la Carta Magna, fue en rechazo a sentencia que declaró al Estado culpable de violación del derecho a integridad física, y por tratos inhumanos durante la detención en 2004 de Raúl Díaz Peña, acusado de terrorista por el régimen. Previamente la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), había determinado esas agresiones.

Cuando anunció su auto exclusión, la CorteIDH había dictado 17 sentencias (9 entre 2006 y 2011). Entre ellas figura la de sucesivos asesinatos de diez miembros de la familia Barrios, por la Policía en la población de Guanayán, del Sur de Aragua. La impunidad protege a los criminales que andan libres y quienes quedan de la humilde familia siguen corriendo riesgo.

Según El Nacional, se establecieron indemnizaciones por $ 9.771.998,95 en beneficio de 268 víctimas.

También el máximo Tribunal ha dictado medidas cautelares que el régimen ha desacatado. Reseña del periodista Edgar López  en el citado diario, informa que por incumplimiento de últimas medidas a favor de  reclusos de centros penitenciarios, hasta  junio 2013, un total de 911 presos han muerto y 1.872 heridos.

Pendientes están la audiencia oral y pública del caso Marcel Granier, de la clausurada Radio Caracas Tv; y fallo del constitucionalista Allan Brewer Carías, acusado de conspirador.

En el “proceso revolucionario”  unas cien denuncias son atendidas por CIDH, que tiene a Venezuela en lista negra y ha dictado 30 medidas cautelares, algunas parcialmente acatadas.

A inicios de este mes recibió respectivas demandas interpuestas por abogado Adolfo Márquez López, contra sumisosTribunal Supremo de Justicia y Consejo Electoral, a los cuales se imputa violación del debido proceso, el primero; y proclamación del deslegitimado Nicolás Maduro, sin exigirle partida que pruebe que es venezolano por nacimiento y sin otra nacionalidad, el otro.

Examen Periódico Universal de la ONU hizo 148 recomendaciones, entre las aceptadas destacan la disposición a ratificar pactos internacionales.

Al mes del aviso de  abandono de Corte IDH, el régimen aceptó integrar  y dice que presidirá el Consejo de Derechos Humanos de ONU, institución para la cual el retiro puede tener impacto muy negativo en situación de derechos fundamentales.

Pero invocando al difunto comandante rechaza reconsiderar aislamiento de la que junto con CIDH califica  de "brazo del imperio para agredir".

         "¿Pa' qué? No vale la pena, es una mafia lo que hay ahí".

No obstante la deplorable posición adoptada,  cierto es que legalmente la Corte-IDH, sigue procesando casos interpuestos contra el Estado, sin que este pueda evadir responsabilidad.
NOTA AL MARGEN: hacer mutis sobre la nacionalidad de Nicolás Maduro, es consolidar el mando del Castrismo Cubano en nuestro país.


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LENIN VALERO, SEAMOS SERIOS

Al no serlo, nos exponemos a que nos irrespeten y hasta que se burlen de nosotros. Y si uno carga sobre sus hombros una investidura de poder, la responsabilidad por nuestra conducta, es mucho mayor, porque no sólo actuamos en nombre nuestro, sino también en nombre de quienes representamos. El gobernante tiene que ser serio en su conducta, responsable en sus actos, hombre de palabra, creíble y, no montar farsas para aparentar o engañar, porque nos convertimos en una pieza cómica, en unos babiecos o en el hazmerreír de todo el mundo. ¡Ya basta de tanta estupidez!


Nosotros debemos entender que lo que dice o expresa el jefe del estado, es lo que dice el país. Los compromisos y las proclamas que él asume, los asumimos todos, porque él nos representa a todos. Esa es la verdad. Si él le dice al mundo que lo están intentando asesinar y lo dice reiteradamente, nosotros tenemos que explicarle al mundo lo que al Presidente le está sucediendo. Nosotros vemos que la prensa internacional no se ocupa de eso y que sus homólogos, los presidentes más cercanos a él, tampoco expresan nada y por nuestra parte, nosotros murmuramos, guardamos silencio o no creemos nada. Lo último es lo peor que puede pasarle al Presidente. Cuando a uno nadie le cree es la peor muerte, es la muerte por vergüenza o por pena.

También es conveniente explicarle al mundo cómo es el sabotaje en nuestras empresas eléctrica, petrolera y hasta en la empresa agrícola, según lo manifiestan los ministros y el propio Presidente. El actual gobierno lleva meses esgrimiendo sus argumentos, pero del otro lado le manifiestan que esa es una forma de eludir su incompetencia y su incapacidad para manejar las industrias básicas del país. Uno en realidad lo que siente es que el sabotaje lleva detrás una conspiración, una insurrección y en general una inestabilidad política. Si nuestra conducta es seria, debemos, tanto gobierno como gobernados, rechazar de plano el hecho de que las fallas continuas de electricidad son producto de un sabotaje, de un sabotaje continuo, porque entonces le estamos diciendo al mundo que  entre nosotros no hay quien mande ni quien se sienta mandado, no hay gobierno ni gobernados. Estamos develando que aquí hay una anarquía, que todo el mundo hace lo que le da la gana. Y eso no lo puede permitir un país serio como siempre lo hemos sido nosotros.

Al igual que serios, seamos sinceros. Tenemos graves problemas. Estamos atrapados por la inflación, la escasez y la inseguridad, y hay algo dentro del gobierno que no vemos, pero lo sentimos: no hay una sola cadena de mando. Para lo primero debemos sincerarnos, no hay producción nacional, es necesario tomar medidas urgentes en materia petrolera, monetaria y financiera. Ojalá y el Presidente pueda hacerlo. En materia de inseguridad se ha dicho lo que hay que hacer, pero no se ha hecho, no se quiere hacer o no aceptan la orden de hacerlo. Y en la cadena de mando, es conveniente más que mandar, gobernar. Hay que enseriar la política de gobierno, no al estilo de la bota militar, sino al compás del diálogo, la armonía y el entendimiento con los factores más importantes de la vida política del país. Debemos entender que gobierno y gobernados tenemos una responsabilidad compartida. Si exigimos seriedad, debemos también ser serios. Ahora, quien no tome la función de gobierno con seriedad, se le hace muy difícil gobernar.

                                                     Lenin Valero
                                                     leninvalero2@gmail.com

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TAMARA SUJU, IRRESPONSABLES

Hace casi 12  años, aquel 11 de septiembre del 2001, el mundo entero se conmocionaba por los terribles atentados perpetrados en contra del pueblo norteamericano por el grupo yihadista Al Qaeda .  Las dos torres del Word Trade Center en Nueva York y el Pentágono en el estado de Virginia fueron sus objetivos, muriendo cerca de 3 mil personas, y mas de 6 mil resultaron heridas.  Por semanas los países conscientes de lo que sucedía y de sus implicaciones, contuvieron la respiración; el mundo había cambiado. 

El gobierno de Estados Unidos, cuyo Presidente para aquel entonces era George Bush hijo, no hacia más que llamar a la calma a la población. Los mensajes eran de prudencia y solidaridad, lo importante era atender el caos, con orden y entereza.  Así procede un Presidente democrático, y sus organismos de socorro y seguridad. El enemigo no era el pueblo norteamericano, ni los opositores demócratas a quien el Presidente Bush jamás se le hubiera ocurrido acusar de tales hechos, porque en los países con democracias sólidas, donde conviven todos los pensamientos y corrientes políticas sin ser llamados apátridas y golpistas, el enemigo es otro y en esos momentos era la excepcional emergencia que enfrentaba la nación entera , la angustia, el miedo y la zozobra creada por tan abominables hechos. 

El pasado martes 4 se apagó el país por unas horas.  Circulan distintas versiones, y la oficial es  que la falla se generó en la torre número 6, línea 765, específicamente en la malla de agarre, la cual se soltó del “sistema de enganche”. Nadie se sorprende, porque los expertos se han dedicado a recordar la ausencia de mantenimiento e inversión que ha traído como consecuencia el terrible deterioro del sistema eléctrico nacional, incluyendo las represas. 

 Pero esto lo determinarán las investigaciones ordenadas por el gobierno.   Lo grave de este día, lo absolutamente grave, fue la reacción de Nicolás y de algunos de los personajes del gobierno.  Ni siquiera se había restituido el servicio, cuando ya estaban culpando a la "derecha apátrida" de un supuesto "golpe eléctrico" que pasa a formar filas junto a los planes de desestabilización y magnicidio denunciados por ellos. 

La gente salía de sus oficinas y de las bocas del Metro y caminaba en las calles entre rumores, angustia y susto, causados por la inseguridad imperante y por ese discurso incendiario, irresponsable y lleno de odio que dirigía al país quien hoy ostenta el poder.  La "sensación" según escuché después a una señora de Petare que contaba la hazaña de como llegó a su casa en la radio, fue la misma que se vivió el día que Nicolás anunciaba la muerte de Chávez, donde luego de las tensiones creadas en torno al tema y lo que pasaría tras su fallecimiento, la gente tuvo mucho miedo de que se desataran los odios en las calles.  

El gobierno nacional, en las cabezas de sus representantes - funcionarios públicos que le deben respeto a todos los venezolanos - no pierden la ocasión para lanzar llamas por la boca, pretendiendo distraer y atizar aún más la polarizacion de una población que está harta de no tener ni un instante de paz en su vida cotidiana.  Es en momentos de emergencia nacional como la del día martes, que se conoce a los verdaderos estadistas, aquellos preparados para eventualidades graves y desconocidas,y que  asumen su rol y piensan primero en el bienestar de la población, de toda la población; en como organizar la adecuada asistencia, y que llaman a la calma y a la solidaridad. La gente no es corta de mente, se da cuenta de quien es quien.

La irresponsabilidad con la que actuó Nicolás y algunos de sus ministros y otros miembros del ejecutivo - aunque no todos, hay que decirlo - es muy preocupante.  Hasta ahora han corrido con la suerte de poder contar con el sentido de supervivencia y el olfato del venezolano; el humor con el que nos tomamos las cosas ha ayudado a que no se desaten reacciones que pudieran ser incontrolables para cualquier gobierno. Pero si a usted lo pellizcan todos los días, y le dicen una y otra vez que el vecino es el culpable de que a usted no le alcancen los reales para comer, que la inseguridad lo tenga en vilo y además, que es el culpable del apagón que le echó a perder su neverita, es posible que en algún momento terminará  tumbándole la puerta y enfrentándose, por decir lo menos.

 Un gobernante serio no juega con fuego.  Nuestros gobiernos, sin embargo, tienen la mala costumbre de endiosarse en el poder y de subestimar la inteligencia de la gente. El gobierno parece que no tiene olfato para oler el tufo que está levantando, ni tiene el talento comunicacional del difunto Presidente.  El domingo pasado escribí sobre la importancia de atajar la violencia social, y quien debe dar el ejemplo y empezar a controlar su verbo son Nicolás y su combo de incondicionales.  Debo también decir que en la calle ya no les creen. Ni que se vistan de obispos y repitan mil veces que todo lo malo que sucede es saboteo. 

 La burla y la rabia esta en la boca, en las conversaciones del pueblo, y a Nicolás le mienten cuando le hablan los ya conocidos "encuestadores" de que su popularidad esta creciendo y que a la gente le gusta como se está  desempeñando.  ¡Mentira! La gente lo que está es harta de tanta idiotez y de que quienes ostentan el poder no se ocupen de hacer su trabajo y se la pasen inventando como distraen a la gente. Un verdulero me dijo el jueves pasado: "se la pasan de show en show y el país que se j...". Escucha al pueblo, Nicolás.

Tamara Suju 
tamarasuju96@gmail.com

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jueves, 12 de septiembre de 2013

ANIBAL ROMERO, SIRIA Y LA GEOPOLITICA

La crisis siria se enmarca en un complejo contexto geopolítico. Existen en el Medio Oriente dos ejes fundamentales de confrontación. Durante décadas el eje principal enfrentó a Israel contra buena parte del mundo árabe e Irán. 


Actualmente este eje ha pasado a un relativo segundo plano y el conflicto clave se centra dentro del propio ámbito islámico, dinamizado por la pugna ancestral entre grupos religiosos y tribales. A la cabeza de los bandos se encuentra, de un lado, Arabia Saudita y el vasto universo sunita; de otro lado está Irán, liderando el sector chiíta. Teherán apoya a Assad (chiíta) en Siria, y también lo hace Moscú. Washington rechaza la expansión iraní, el empeño nuclear de los Ayatolas y la influencia rusa.


Israel, entretanto, percibe el programa nuclear de Irán como una grave amenaza a su seguridad; ello, sin embargo, no necesariamente le lleva a desear con alborozo el fin de Assad y su régimen, pues sabe que los rebeldes sirios no son esos personajes idealistas, simpáticos y democráticos que inventaron CNN, la BBC, y el resto de la idiotizada prensa occidental en general. Israel sabe que Al Qaeda se ha infiltrado ampliamente en Siria, y que una victoria sunita en ese país podría traer peores consecuencias que la permanencia del actual carnicero en Damasco. Basta con informarse de lo ocurrido en Egipto con la Hermandad Musulmana, así como en Libia luego de la intervención “humanitaria” y la muerte de Gadafi. Egipto tuvo que retornar a la dictadura militar, y Libia es hoy un foso de anarquía, caos y fragmentación tribal.

Si lo anterior suena confuso, pues me temo que en efecto lo es. La única forma de hallar una brújula que nos guíe para entender el tema es poner los pies sobre la tierra, y asimilar de una vez por todas que las grandes naciones no actúan por motivos “humanitarios” sino por intereses estratégicos concretos.

El problema para Washington en Siria tiene dos aspectos: Por una parte que Irán se anote un triunfo, si es que Assad, el aliado de Teherán, gana la guerra civil. Por otra parte que las armas químicas de Assad acaben en manos de Al Qaeda, Hezbolá, Hamás, y quién sabe qué otras organizaciones terroristas por el estilo. En realidad, y aunque luzca cínico sugerirlo (y así son con frecuencia las cosas en política internacional), a Washington lo que le convendría es que nadie ganase la guerra civil siria, y el único objetivo geopolítico sensato que podría lograr Barack Obama con un ataque más o menos en serio contra el régimen sirio, sería degradar la capacidad ofensiva de Assad, la de sus tropas, su fuerza aérea y sus armas químicas, e impedir que el tirano en Damasco logre una victoria decisiva.

Washington ha afirmado que el objetivo de un ataque no será derribar el régimen. Todo indica que se han percatado de que los famosos rebeldes no son los chicos buenos de las películas de Hollywood. Arabia Saudita, de su lado, está aterrorizada ante el avance nuclear iraní; parece decidida a presionar sin pausa por la caída del régimen en Damasco y de ese modo asegurar el triunfo sunita. ¿Y Al Qaeda? Ni la mencionan, pero allí está.

La enorme decepción de la llamada primavera árabe, los tremendos fracasos en Irak, Afganistán, Egipto y Libia, la carnicería siria y el progresivo desmembramiento de países enteros según divisiones religiosas y tribales, incluidos seguramente el Líbano y Jordania, inducen a pensar que el panorama geopolítico del Medio Oriente no hará sino complicarse. Hay problemas sin solución y “soluciones” mal concebidas que más bien agravan los problemas.

SUNITAS, CHIITAS Y JARIYITAS.
 

En el año 657, en la batalla de Siffin, se dividió la comunidad musulmana en tres grupos que perduran hasta la actualidad. Los partidarios de Alí creían que solo aquellos que tuviesen directamente la sangre de Mahoma podían ser califas. A estos se les denominó chiitas.
Por otra parte estaban los sunitas, que pensaban que el califato debía recaer en la persona que tuviese el mayor poder o influencia y que eran partidarios de Muawiya.
Por último estaban los jariyitas, que sostenían que cualquier persona podía ser califa siempre que fuese el mejor de los musulmanes, sin importar ni siquiera si era un esclavo. Defendían que era la comunidad la que tenía que elegir al califa y no los poderosos y los notables, y que estaba justificado matar a un mal califa.
En el año 661 un jariyita mató a Alí, y Muawiya quedó como califa inaugurando la dinastía omeya. Sus seguidores, los sunitas, se convirtieron en la opción mayoritaria y en la actualidad son más del ochenta y cinco por ciento de los musulmanes del mundo.
Por su parte, los chiitas siempre han sido minoritarios, y hoy en día son cerca del doce por ciento de los musulmanes. Tienen un peso muy importante en Irán, Irak y Asia Central. El chiismo ha sido en muchos momentos una opción para marcar la identidad cultural de ciertos territorios por medio de la diferencia religiosa.

Por último, los jariyitas siempre fueron aún más minoritarios y actualmente rondan el millón de seguidores.


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