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jueves, 12 de junio de 2014

TRINO MÁRQUEZ, ¿EL MUNDIAL DE DILMA?

Cuando Brasil obtuvo en Zurich en 2007 la sede para el Mundial de Fútbol 2014, aquello constituyó un motivo de emoción tan grande en el coloso del Sur, que terminó convirtiéndose  en una lloradera colectiva. Desde Lula, quien encabezó la delegación a Suiza, hasta el seleccionador Dunga y el irreverente Romario,  hasta modestos trabajadores públicos, todos dejaban deslizar las lágrimas por sus rostros.  En todo el país se festejó la decisión con júbilo. 

Entregarles la sede a los brasileños era un reconocimiento a su poderío económico y a su liderazgo político planetario. El entonces presidente Luiz Inacio Lula simbolizaba esa nación que durante varios lustros había realizado esfuerzos sostenidos para crecer y repartir los frutos de esa riqueza de forma equitativa. Decenas de millones de familias habían traspasado el umbral de la pobreza y se encaminaban a formar una clase media amplia y sólida.

         Esto ocurrió hace siete años. Con el paso del tiempo las cosas han cambiado. Las inversiones milmillonarias, el despilfarro y la corrupción alrededor de la construcción o remodelación de los estadios de balompié y de las obras para las Olimpíadas de 2016, que se celebrarán en Río de Janeiro, han mostrado el rostro más envejecido y deteriorado de la élite gobernante.  Gente vinculada a Dilma Rousseff y a Lula da Silva son señalados como responsables de malgastar y apropiarse de los dineros del pueblo, que ya no siente el bienestar ni la prosperidad de antaño. El descontento se expresa por todos lados. En los meses pasados hubo revueltas que sacudieron a Sao Paulo, a Río de Janeiro y a otras grandes ciudades. Dilma tuvo que ceder a las presiones populares para evitar que el movimiento de protesta se extendiera y el país se incendiara. El último conflicto  importante fue el de los trabajadores del Metro de Sao Paulo, que puso en jaque la instalación del evento y el juego inaugural. 
Los síntomas del malestar aparecen por todos lados. La popularidad de Dilma para las elecciones del próximo octubre ha retrocedido y su reelección se encuentra amenazada ante el avance de la oposición, especialmente del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB). La cita mundialista podría darle un nuevo aire a la Presidenta, en el caso de que a selección nacional quede campeona o subcampeona. Pero, si queda eliminada en las fases tempranas del torneo, ese podría ser el puntillazo a sus aspiraciones para volver a estar al frente del Gobierno. En las apuestas, Brasil es considerado favorito por ser la sede, pero todo el mundo sabe que no le resultará fácil vencer a sus poderosos enemigos europeos, latinoamericanos e, incluso, africanos. Tampoco su selección es evaluada entre las mejores que haya presentado la nación sureña.
         Dilma pende en una medida importante del comportamiento de la selección en el Mundial. El triunfo justificaría, en parte, el derroche. Esta dependencia se debe a que no ha construido un sólido liderazgo ni en Brasil, ni en el resto del continente. En el frente internacional, especialmente en lo que concierne a Venezuela, prefirió convertirse en dirigente de la ultraizquierda troglodita y, aunque parezca paradójico, en jefa de Relaciones Públicas del grupo Odebrecht, que en la líder la visionaria que reclaman los demócratas de toda la región frente a los avances del autoritarismo izquierdista en Argentina, Bolivia, Ecuador y, donde más, Venezuela. El silencio cómplice de la señora Rousseff frente a la violación de los derechos humanos, el acoso a los medios de comunicación independientes y las elecciones fraudulentas, ha sido decepcionante.
         Una potencia de las dimensiones de Brasil –entre las diez economías más desarrolladas y poderosas del mundo- no puede limitarse a ver hacia adentro y desentenderse de lo que ocurre en el resto de Suramérica e, incluso, de Latinoamérica. Los jefes políticos de grandes naciones en el mundo globalizado son también líderes internacionales. La señora Ángela Merkel representa un notable ejemplo. En América Latina, tal responsabilidad no corresponde solo a los Estados Unidos, cuyos presidentes siempre son acusados de “imperialistas” precisamente por quienes, situados a la izquierda del espectro político, no honran los compromisos internacionales que tienen.
         El liderazgo de Dilma Rousseff va en declive. El Mundial podría salvarla de la hecatombe. Si el milagro ocurriese, sería gracias a la habilidad de los jugadores y del entrenador, no a la maestría de una Presidenta que ha ha decepcionado por sus numerosas inconsistencias.
Trino Marquez Cegarra
trino.marquez@gmail.com
@trinomarquezc

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sábado, 14 de septiembre de 2013

GERMAN CABRERA, CHARLANDO CON DILMA

Charlando de todo un poco como los locos, Dilma, yo le digo: ¡¿qué complicada es la vida, verdad?! Tomémosla a Ud. misma como ejemplo.

En los 60 y 70, siendo una buena muchacha marxista- leninista, se la jugó en el grupo Colina, después en Var-Palmares e igual que la Bachelet experimentó el maltrato de la dictadura y las amarguras de la prisión. 

Después hizo una larga y brillante carrera en el PT y por fin logró la máxima presea de la democracia, nada menos que la Presidencia de un país tan poderoso que hasta inventaron la palabra BRIC para equipararlo a otras grandes potencias del futuro. 

Un país que a partir de las políticas acertadas de Cardozo, de Lula y de Ud. misma ha sacado de la pobreza a no sé cuántos millones de brasileros y que hasta históricas veleidades imperiales tiene. Ahora resulta que cuando mejor están los indicadores económicos y la inclusión social, cuando han limpiado de malandros las favelas de Río y se disponen a invertir un realero para el Mundial de Fútbol del 2014 y los Juegos Olímpicos del 2016, aparece un montón de indignados para aguarle la fiesta que pondría a Brasil en el top de los medios internacionales y le vuelven la calle un bochinche pidiendo cambios políticos, de salud, transporte y educación.

¡Lo que son las cosas! ¿No?

Pero Ud. ha aprendido mucho de la vida y actúa como lo que es, una verdadera demócrata afirmando que “el Gobierno debe tener humildad y autocrítica para admitir que existe un Brasil con problemas urgentes para vencer, y la población tiene todo el derecho de indignarse con lo que está errado y exigir cambios”. Así se habla.

Pero como a lo mejor Ud. es atea como la Bachelet y como yo y por lo tanto no puede contar con el favor de Dios, voy a darle unos breves consejitos por si la situación se vuelve a poner complicada. Mire, Ud. tiene una opción que tal vez no ha considerado.

Primero se declara Revolucionaria, Antiimperialista y admiradora del Socialismo del Siglo XXI. El asunto es declararse, no tiene que hacer ni respetar nada porque la mera declaración le dará dividendos políticos y patente de corso.

Ud. ya tiene la experiencia de cómo Lula y Celso Amorím congeniaron automáticamente con el gobierno de Hugo Chávez. Después despache a los indignados diciendo que son traidores y apátridas, cáigales a plomo y meta unos cuantos presos de por vida. 

Luego presione, intervenga, cierre o anule a todo medio de comunicación que informe sobre las protestas. También transforme los medios oficiales en agentes de propaganda exclusiva del gobierno. No se olvide de quitar toda independencia a los poderes del Estado para que cumplan como lacayos las órdenes del Ejecutivo. Es muy importante que se apropie de las Empresas Básicas y las ponga a producir para su Partido y que, en definitiva, no haga distingo entre Partido y Estado porque deben ser la misma cosa. 

Vocifere sobre justicia social, apueste al resentimiento, prometa mucho y dé poco para que la gente esté siempre a la espera de sus dádivas, pero permita a sus adláteres cualquier tipo de corrupción para mantenerlos contentos y aferrados al poder. Como las Revoluciones necesitan mucho, mucho tiempo para construir el Mundo Ideal, si hace las cosas bien, podrá perpetuarse Per Secula Seculorum.

Lamentablemente no me queda espacio para terminar esta charla pero un día de estos la seguimos.

germancabrera_t@yahoo.es                         

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miércoles, 26 de junio de 2013

CARLOS ALBERTO MONTANER, BRASIL, EL DILUVIO QUE VIENE, FUENTE EL NUEVO HERALD,

Es un espectáculo raro. Usualmente, los brasileros sólo se lanzaban a las calles durante los carnavales. Ahora lo hacen para protestar. ¿Qué ha pasado? Todo comenzó por un aumento de las tarifas del transporte público, pero ésa sólo fue la coartada. Había mar de fondo. La verdad profunda es que una buena parte de la sociedad está fatigada de la corrupción, la impunidad, la intrincada burocracia y la mala gestión que realiza el gobierno.

En Brasil se pagan impuestos de primer mundo, pero se reciben servicios de tercero. Eso irrita mucho. El 38% de la riqueza que crean los brasileros, el famoso PIB, va a parar a manos del gobierno. En Canadá, donde el Estado educa, cura y administra satisfactoriamente, es el 37.3. En España el 35.9. Los suizos, han construido uno de los Estados más prósperos con sólo el 33.6. Pero desde la perspectiva brasilera tal vez lo más hiriente es el vecino Uruguay: el sector público uruguayo apenas consume el 28.9 del PIB y el país está bastante más organizado y es notoriamente más habitable que su enorme vecino.

Claro que el PIB brasilero es pequeño o grande, según como se mire. Brasil tiene la sexta fuerza laboral del planeta con 107 millones de trabajadores. Por su tamaño, es la octava economía del mundo, pero cuando se divide la producción (US$2374 billones, o trillones si lo decimos en inglés) entre el conjunto de la población (201 millones de angustiados sobrevivientes), el país pasa a ocupar el mediocre puesto 106 del mundo. Incluso, seis países hispanoamericanos tienen mejor per cápita que Brasil, sin contar otra media docena de islas caribeñas que también lo superan.

En Brasil la burocracia es torpe hasta la crueldad y, con frecuencia, es corrupta. El transporte público es malo. La justicia resulta desesperantemente lenta. Las cárceles son un horror. En general, la educación y la salud pública son mediocres. La seguridad es una vaga ilusión desmentida por el acoso constante de los maleantes y el sonido de los disparos en las favelas. No hay una sola universidad brasilera entre las primeras 100 del planeta y sólo hallamos dos en la lista cuando analizamos 500. Apenas se publican investigaciones científicas originales. El país marcha a remolque de los centros creativos del mundo.

Naturalmente, hay algunas zonas de excelencia. Por sólo citar algunos casos: Petrobrás, donde el gobierno controla el 64% de las acciones, es la mayor compañía de América Latina y una de las más eficientes petroleras del mundo. Embraer es una buena fábrica de aviones de mediano tamaño fundada por el gobierno y luego privatizada. Oderbrecht es una excelente empresa de ingeniería civil que funciona a escala mundial. Lo malo y lo grave es que el tejido empresarial, en general, se aísla de la competencia exterior con aranceles y otras medidas proteccionistas que van en detrimento de los consumidores locales.

Simultáneamente, en la última década han salido de la pobreza decenas de millones de brasileros y el gobierno ha hecho un notable esfuerzo por solucionar el problema de la desnutrición en las zonas más desvalidas de la sociedad, pero esos logros, que nadie discute, no compensan el horrendo capítulo de la mala administración.

La presidente Dilma Rousseff, demagógicamente, ha respaldado a los manifestantes, como si las protestas no fueran contra su gobierno, pero Brasil, desde hace más de una década, ha sido administrado por la izquierda y la sociedad comienza a decir que el Partido de los Trabajadores –el de Lula, el de Dilma— está compuesto por ladrones y sinvergüenzas que se las arreglan para gozar de impunidad. 

Unos perfectos hipócritas que, sin abandonar el discurso de la reivindicación de los humildes, han resultado tan corruptos como la derecha y el centro, pero mucho menos eficientes.

El riesgo que implica esta actitud, si se generaliza, es que en el país se oiga un fatídico grito que destruye los partidos políticos y les abre la puerta a la aventura y el disparate: “que se vayan todos”. A ver si lo entienden: la democracia liberal es un sistema que sólo funciona y prevalece si se gobierna bien y con apego a la ley. De lo contrario, un día viene el diluvio.

carlosa.montaner@gmail.com


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martes, 14 de agosto de 2012

ISA DOBLES, NO LO VAMOS A CREER

Los venezolanos sabemos quiénes son y como son y que persiguen y que son. ¿Cómo serán sus rostros ante una Venezuela retándolos, ubicándolos en la historia que se empezará a escribir que les desnudará en su hipocresía
Nos llegará después de  cumplir con ese inmenso compromiso  con nosotros, con Venezuela, con nuestras generaciones y con este mundo que  tan urgido está de encontrar algún día  el que le garantice la paz y la comprensión humana para asumir sus exigencias y sus pesares. Cuando no aparezca ese rostro  hinchado, diabólico, cuando no escuchemos  el discurso barato, soez y provocador, cuando el puño en alto, el insulto, las amenazas, el servilismo humillante no llenen la pantalla, no lo vamos a creer.
Lo que si sentiremos es un profundo alivio. Porque  por más difícil que resulte, no será imposible, pero  irá desapareciendo esta angustia,  este temor, este distanciamiento del otro venezolano, porque  no lo avivarán el odio ni la mentira cada día.
Porque Venezuela no será expuesta a la vergüenza ni la lástima, descalificada desde un poder viciado y demencial  en un ataque sin tregua. Y cuando eso llegue, volveremos a ver a los cómplices que han dado alfombra roja al  militarismo y el atropello.
Los venezolanos sabemos quiénes son y como son y que persiguen y que son. ¿Cómo serán sus rostros ante una Venezuela retándolos, ubicándolos en la historia que se empezará a escribir que les desnudará en su hipocresía y esa inmoralidad que  engaña  en su  mendicidad pagada a  altos costos por los venezolanos, este rostro obscuro de una cacareada democracia que se vende a sus pueblos mientras  aplauden a quien la viola   llevándose con $$$$ sus conciencias?  Cómo van a  encarar sonriendo, inclinándose a lo que se acusa de “derecha traidora, apátrida, ese rostro diabólico que ahora pretende lavarse la cara para  lanzar el zarpazo a la Patria, nefasta, podrida, degenerada…”? Con qué cara van a ver lo que va a pasar aquí y lo que es más importante…cómo los vamos a ver nosotros? Porqué aplaudir y halagar a quien expropia, divide,  encarcela, y un larguísimo etc… a quien ha causado tanto dolor y tanta destrucción a los venezolanos, no puede pasar así, como un cuento más de aquellos que se han contado tantas veces…
Se trata de  darle a Venezuela seguridad, prosperidad,  progreso…si. Pero se trata de llegar al alma del país, al fondo mismo de su espíritu, porque si no se cura el mal no se cura el país. Y este hombre que   volvió a hacer de un periodista en la  rueda de prensa  después del show de MERCOSUR, el “Ramón” que ha sido otras veces una mujer, una víctima de su cinismo,  de su arrogancia, que  fue humillado en su condición de europeo y periodista, al que con sarcasmo y tono hiriente atropelló sin control, no puede seguir descalificando a los venezolanos. Porque mientras él  humillaba, Venezuela ganaba limpiamente una medalla de oro  y llenaba de orgullo y honor este país.  Allá, sobre  suelo olímpico, brilló una Venezuela linda, que se emocionó hasta las lágrimas arropándose con una bandera tricolor, que no le negó a Globovisión su emoción y su respeto. Cuando respondió a su entrevista. Ni majunche ni escuálido, ni derecha ni burguesía. ni apátrida ni lacayo. ¿Podrán vernos a la cara  sin que les de vergüenza Dilma, Cristina, Mujiquita,,Lula, Lugo, Correa….? Y nosotros….cómo los veremos?
dobisa@cantv.net

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