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viernes, 3 de mayo de 2013

FERNANDO MIRES - DEL NO CHILENO AL NO VENEZOLANO

En la ciudad donde yo vivo, con excepción de la lluvia y el frío que nunca se van, todo llega, pero todo llega tarde. En la ciudad donde yo vivo hay solo dos salas de cine y las grandes películas no permanecen más de tres o cuatro días en cartelera. En la ciudad donde yo vivo hay pocos habitantes y si uno va al cine encuentra caras conocidas, ávidas de platicar. En la ciudad donde yo vivo, no sé por qué, hay muchos cafés, de modo que cada filme suele prolongarse en una larga conversación. Bajo esas condiciones inapelables vi, en la ciudad donde yo vivo, la película chilena NO (2012).
Uno de mis interlocutores esgrimió argumentos sólidos al calor del café. Dejando de lado la excelente ambientación, la brillante actuación de Gael García y la tensión narrativa que recuerda a las mejores escenas de las películas de Costa Gavras, la película NO de Pablo Larraín  -así dijo mi interlocutor- no deja de ser problemática desde el punto de vista político.
Según su opinión el filme entrega la impresión de que la opción del NO se impuso gracias a una propaganda que supo incluir atributos del marketing moderno propios al modelo "neoliberal", como si el NO hubiese sido un producto destinado al consumo, una especie de Coca Cola política. Un NO fílmico que dejó de lado una larga historia de resistencia, obviando el significado de tantos actores políticos que cayeron en el camino.
Yo contesté que esa no era mi opinión. Afirmé por el contrario que en una contienda política la propaganda debe reflejar no sólo el pasado, sino, además, un deseo de futuro, esto es, un SÍ
El mismo personaje central, el talentoso publicista René Saavedra, un chileno que como tantos regresaba del exilio, vivió un proceso de aprendizaje durante el periodo plebiscitario. En un comienzo, es cierto, su gestión en la franja publicitaria fue meramente técnica, pero ya al final, el mensaje del NO era político cien por ciento. Eso quiere decir que el NO a la dictadura supo presentar un SÍ que surgió del NO: una afirmación surgida de una rotunda negación.
En cierto modo René, invirtiendo los términos, transformó el NO a una dictadura que representaba el SÍ de la muerte, en un SÍ de la vida. En cambio, la propaganda  de la dictadura levantó la alternativa del SÍ como un simple NO al pasado pero sin dibujar ningún SÍ hacia el futuro. 
Agregué, a modo de ejemplo, que también la lucha democrática en la RDA de 1989 había comenzado con un SÍ surgido de un rotundo NO.
"Nosotros somos el pueblo", es decir la afirmación, el SÍ, significaba que los "otros", los post-estalinistas en el poder, NO eran el pueblo. El "nosotros democrático" surgió de un NO a esa siniestra pandilla guarecida detrás del oprobioso muro.
El NO del Chile de 1988 significaba también un SÍ a un mundo donde no serás perseguido por tener una opinión, donde podrás salir a la calle sin temor a ser agredido, donde verás crecer a tus hijos en paz y libertad. Porque en la política, un verdadero NO debe contener un SI, de otra manera no es político. Y ese fue, según mi opinión, el mérito de la propaganda del NO chileno.
Recuerdo que después de esa discusión de café, alguien me preguntó por ejemplos parecidos y yo respondí que en Uruguay también hubo, durante 1980, un plebiscito ganado en contra de una reforma constitucional promovida por la dictadura, hecho considerado como punto de partida para la democratización que tendría lugar en 1985. Ese ejemplo sirvió a los partidarios del NO chileno para demostrar que bajo determinadas condiciones una dictadura puede ser derrotada mediante elecciones. Como es sabido, el Partido Comunista chileno se opuso a esa tesis y no participó en la campaña por el NO.
No obstante, después de la discusión, y ya en mi casa, al observar algunos videos de los acontecimientos que dieron lugar al formidable NO que propinó la candidatura de Capriles al continuismo autocrático representado por Maduro, me di cuenta que el caso venezolano se parece más al ya legendario NO chileno que al uruguayo. Afirmación que me obligará a realizar tres aclaraciones.
La primera es que no estoy comparando aquí a la dictadura de Pinochet -en su alto grado de crueldad sólo comparable a la de Videla y a la de los Castro- con el gobierno de Maduro, el cual todavía conserva algunos jirones de democracia, a pesar de las mentiras sin límites que emite el ilegítimo presidente y de la incontenible violencia que destila su segundo de abordo, Diosdado Cabello.
No obstante, es necesario recordar que a la hora del plebiscito, muchos chilenos, entre ellos casi toda la clase política, ya habían, como el propio René, regresado al país. Chile vivía, hacia fines de los ochenta, un clima más de tensión que de terror. Y bien, este es el caso de la Venezuela de hoy, donde el Parlamento es violentado, donde hay presos políticos, amenazas, extorsiones, persecuciones; donde la legítima oposición es insultada día a día, y por cierto, donde el gobierno no goza de aprobación mayoritaria.
La segunda observación tiene que ver con el hecho que el de Pinochet fue un plebiscito y no una elección como la venezolana. Sin embargo, hay que tener en cuenta que en Venezuela, desde que llegó el chavismo al poder, al ser dividido el país en dos bloques irreconciliables, todas las elecciones han tenido un carácter plebiscitario.
La tercera observación deriva de que para sus partidarios, Maduro ganó las elecciones, aunque solo hubiera sido por un uno coma y tanto. Bien, supongamos por un momento que eso sea cierto (algo que el autor de estas líneas llegó a creer antes de que fuera desmentido por la señora Tibisay Lucena del CNE).
Más aún, supongamos que en Venezuela no hubo intimidación a los sectores públicos, ni votación asistida, ni adulteración de cédulas, ni monopolización de los medios, ni cadenas televisivas, ni amenazas, ni acarreos, ni votos de “ciudadanos muertos”, es decir, supongamos lo que evidentemente nunca sucedió. Pues bien, aún así, la magra ventaja obtenida por Maduro fue un decisivo NO, un NO no sólo a su persona, sino a su régimen, y sobre todo a su proyecto. Porque ese resultado, aún si fuera el correcto (y no lo es) fue un NO a la revolución chavista. 
Me explico: Para cualquier gobierno normal, ganar por un voto basta. Pero si ese gobierno no solo quiere gobernar sino, además, como dice Maduro, realizar una revolución, ganar por un puñado de votos es más que una derrota descomunal. En ese sentido hasta el más tonto de los chavistas debe darse cuenta que con más de la mitad de la población en contra ninguna revolución será posible. El proyecto chavista, aunque no el gobierno, ha llegado entonces a su fin.
Visto así, Maduro solo tiene dos alternativas.
La primera, transformar el suyo en un gobierno normal y lograr una salida a "la italiana", es decir, mediante concesiones a la oposición, conformar un gobierno tolerado. De más está imaginar que las fracciones duras del chavismo nunca aceptarán una salida de ese tipo. Esa sería para ellos una traición al legado del presidente muerto.
La segunda alternativa es la de transformar al gobierno en una dictadura militar con fachada civil. Ciertos personajes conspirativos, entre ellos Cabello, quien se encuentra en estos momentos destruyendo al Parlamento, apuestan evidentemente a esa posibilidad.
Lo más probable entonces es que Maduro intentará la segunda alternativa antes de rendirse a la primera. De este modo Maduro se expone a ser nuevamente "noneado". Ya lo está siendo. Hasta las encuestas gobierneras destacan que su popularidad va en caída franca, al mismo tiempo que el liderazgo de Capriles, junto a su NO, crece y crece.
No nos engañemos: En Venezuela se vive hoy una "situación de doble poder" de acuerdo a la cual, como decía Lenin en 1905, el poder descendente ya no puede gobernar y el ascendente todavía no puede. Esa era, para el sagaz revolucionario, la prueba de la crisis final del zarismo. Esa es también, en Venezuela, la prueba de la crisis final del chavismo. Bajo tales condiciones lo más probable es que Maduro no pasará a la historia como el sucesor de Chávez sino como su simple sepulturero.
Pero quizás la diferencia más ostensible entre el fin de la era de Pinochet y el comienzo de la de Maduro es que mientras el primero terminó "noneado", el segundo ha comenzado así. Creo que este es un caso inédito en la historia política mundial.
Todos los gobiernos, hasta los peores, han comenzado su mandato con una luna de miel, recogiendo esperanzas, desplegando optimismo, aclamados hasta por quienes votaron en contra, en fin, envueltos en la aureola radiante de un inmenso SÍ. El de Maduro en cambio, es un gobierno sin SÍ y sin NO. No tiene proyecto, destino ni programa.
Analizando las grandes concentraciones populares que acompañaron la épica candidatura de Capriles, se observa todo lo contrario. Demostraciones masivas, con mucha juventud, muchas mujeres, muchos colores, mucho pueblo, salsa, humor e incluso arte. Eso contrastando con las rituales evocaciones al pasado de las demostraciones a favor de Maduro, donde todo era uniforme rojo, música repetitiva, hosquedad e incluso odio. Capriles logró, efectivamente, aparecer como el representante de un NO y de un Sí al mismo tiempo.
El Sí a Capriles fue un sí a la división republicana de los tres poderes públicos, no al personalismo. SÍ al futuro viviente, no al pasado mortuorio. Sí a la civilidad, no al militarismo. Sí a la paz, no a la violencia. Sí a la verdad, no a la mentira. Sí al mantenimiento de relaciones diplomáticas con todas las naciones civilizadas del mundo, no a la  "alianza estratégica" con una malvada dictadura militar.
De acuerdo a la clásica dialéctica hegeliana, el SÍ (tesis) precede al NO (antítesis) lo que dará origen a la negación de la negación (síntesis). De acuerdo a la psicología freudiana, en cambio, el NO precede en cada ser humano al SÍ.
En política, al contrario de lo que afirman los dos grandes sabios, el NO y el SÍ han de conformar una indisoluble unidad.
Un NO sin SÍ en política es simple nihilismo. Un SÍ sin NO es servilismo. Eso quiere decir que entre el NO político del Chile de 1988 y el NO político que propinó el pueblo venezolano a Maduro en el 2013, hay más que una relación semántica. En ambas negaciones -esa es la idea- yace latente el deseo de un nuevo comienzo. O también, el deseo de leer un nuevo capítulo de esa novela cuyo final nadie conoce ni nadie debe conocer.
fernando.mires@uni-oldenburg.de

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sábado, 14 de febrero de 2009

*IZQUIERDA Y DERECHA EN POLÍTICA, ANGEL RODRÍGUEZ KAUTH, 14.02.2009

Izquierda y derecha en política
Angel Rodríguez Kauth

Los conceptos de izquierda y derecha -nacidos con la Revolución Francesa- como analizadores de la posición política, luego de dos siglos han caído en una franca confusión de sus referentes. Tanto la izquierda tradicional, que pretende moderar su discurso para ser aceptable por los sectores medios y altos del electorado, como la derecha histórica que ha lavado sus textos en una suerte de populismo para lograr adeptos entre el proletariado. La contemporaneidad puede observar de qué manera se están traslapando los discursos y se hace muy difícil poder discernir quien está a la diestra de quien, a la par que la clásica siniestra se ha mimetizado con los discursos de la derecha.

1. LA CONFUSION DE LAS IDEAS EN LA MISERIA DE LAS IDEAS
En una rápida y breve historia de la participación política, es posible señalar qué, en el Antiguo Régimen, el número de personas que procuraban ocupar el poder político o, al menos orientarlo, estaba limitado a los círculos palaciegos. Desde de la Revolución Francesa no cesa de aumentar el número de personas que pretenden designar a los gobernantes y determinar lo que sea el bien común. El proceso de crecimiento culmina en el primer cuarto del siglo XX con el permanente acceso de las masas a la política. Se trató de una participación alterada por las manipulaciones de la opinión y por las técnicas representativas, muchas veces engañadoras; pero, estafadas o no, las sociedades se politizaron, es decir, se fragmentaron en posiciones colectivas ante la cosa pública. Incluso, los más alejados del ágora, en su intimidad, toman partido. En la actualidad se observa una paradoja, mientras la inmensa masa de la población considera a la participación política como una perversión, ocurre un hecho paradojalmente curioso. Ante posibles elecciones abiertas o, con el "sistema de lemas", presentan su candidatura hasta uno de cada 30 ciudadanos en condiciones de inscribirse (1).

Recordando una cita de C. Marx (1847), que dice: "... que mientras en la vida vulgar y corriente todo tendero sabe perfectamente distinguir entre lo que alguien dice ser y lo que realmente es, nuestra historiografía no ha logrado todavía penetrar en un conocimiento tan trivial como éste. Cree a cada época por su palabra, por lo que ella dice acerca de sí misma y lo que se figura ser". En la actualidad, no sólo la historiografía cae en ese dislate de ingenuidad intelectual, sino que también lo hacen los pueblos y los politólogos (2).

Para estimular adhesiones, los partidos afirman valores propios, a la vez que se los niegan a sus adversarios. Los respectivos portavoces y clientelas multiplican las consignas de los líderes, tanto estas sean críticas o apologéticas. En el último tercio del siglo XX fue difícil encontrar un ciudadano occidental que no contemple su política nacional como un enfrentamiento de valores y contravalores, o sea, en términos morales de buenos y malos, una relación de antagonismo y agonismo. Ese talante tan generalizado, y no carente de fundamento, afecta también a los politólogos, que tienden a explicar la dicotomía derecha e izquierda con tácitos o expresos juicios de valor, por ejemplo, el comunismo es terror, el capitalismo es explotación. Asimismo, tanto para los definidos como de "derechas", como para los del anodino "centro", las izquierdas son materialistas y ellos son idealistas. Lo mismo ocurre a la inversa. Y ambos tienen razón, la izquierda es materialista por definición, aunque no por ello sus planteos no estén rebalsados de utopías. De la misma manera, la derecha puede ser definida como idealista a partir de su asociación con poderes sobrenaturales, aunque a nadie en su sano juicio le costaría reconocer que el pragmatismo con que se rodea no es una forma de expresión materialista en el orden de la generación de bienes financieros y económicos. Es decir, derechas e izquierdas no tienen la exclusión de los atributos "idealista" y "materialista", en tanto y cuanto cualquiera de las dos expresiones políticas hacen uso -y abuso- de tales características y, además, todo depende de cómo sean definidas previamente, ya que cada uno de esos atributos pueden ser leídos de diferente manera por distintos filósofos políticos.
A fin de poder enfocar el tema desde una perspectiva no ya neutral (3), sino solo con pretensión empírica, hay que proceder a una "metanoia" intelectual, a una renuncia a los sentimientos habituales y a los prejuicios arraigados a fin de interpretar los datos y elaborar una tipología política estrictamente racional. Hay, en suma, que situarse en un nivel cero de emotividad y partidismo. Si no se logra el giro mental de considerarse metódicamente sin compromiso, será imposible abordar la delimitación de la derecha y de la izquierda políticas sin caer en alguna forma de loa o de diatriba.

¿Cómo caracterizaría hoy a la derecha y a la izquierda un puro logos desencarnado, científico?. Esa es la ardua meta intelectual.

El siglo XXI encuentra al mundo en un vacío de ideas, y no como consecuencia de las predicciones de Fukuyama (1990). Es que pareciera que las ideas se han convertido en miserables. Hechos y no palabras, pareciera ser la consigna del momento. No se sabe muy bien si lo que impera es la ideología de la miseria (Proudhon, 1846), o la miseria de las ideologías (Marx, 1847).

2. ORIGEN OCASIONAL

La derecha y la izquierda, generalmente referidas a la orientación de la mano, son términos anatómicos de gran precisión, puesto que el punto de referencia, que es el cuerpo, permanece en una posición determinada. Cuando afirmamos de alguien que es diestro o zurdo no hay duda alguna acerca del significado. Cuando la acepción es trasladada a otros ámbitos significativos, la derecha y la izquierda pierden su valor absoluto, se convierten en nociones relativas al observador. Así se produce la clásica tergiversación del viandante que pregunta por una dirección, y su interlocutor frontal califica como derecha lo que para el demandante es todo lo contrario, porque es un lugar situado a su izquierda. La geografía desecha una terminología tan confusa y la sustituye por la más precisa de los puntos cardinales.

La distinción entre izquierdas y derechas se aplicó, por primera vez a la política, en la Francia revolucionaria. La Asamblea Constituyente, inició sus trabajos en 1792. Los diputados se hallaban divididos en dos grupos enfrentados: el de la Gironda, que se situó a la derecha del Presidente, y el de la Montaña, que se situó a la izquierda. En el centro tomó asiento una masa indiferenciada a la que se designó como el Llano -o la Marisma-. Los girondinos deseaban restaurar la legalidad y el orden monárquico, mientras que La Montaña propugnaba un estado revolucionario, el cual, después de anular a los girondinos, desembocaría en lo que se conoció -lamentablemente, aunque con justicia- como el Terror. Así se produjo una identificación de la izquierda con la radicalización revolucionaria que, al grito de "Libertad, Igualdad y Fraternidad", desencadenaría una etapa de utopías y ferocidad que sólo lograría detener el golpe de Estado de Bonaparte. Los implacables Robespierre, Danton y Marat fueron los caudillos y los definidores del primer partido político francés que se situó a la izquierda.

3. SIGNIFICACION EQUIVOCA

Dos siglos transcurrieron desde la Convención hasta hoy y, sin embargo, ni la derecha ni la izquierda política logran dotarse de contenidos pragmáticos continuos y relativamente estables. Por ejemplo, los liberales eran la izquierda en tiempos de Organización Nacional, y son la derecha en tiempos del menemismo. En Europa, la derecha era nacionalista hasta la II Guerra Mundial; pero poco después creó la Unión Europea, máximo exponente contemporáneo de la superación del Estado nacional. Objetivo éste último auspiciado desde el siglo XIX por el internacionalismo socialista, aunque llegado el momento no participó de los fastos de creación de tal organización transnacional.

La historia política muestra que los programas de la derecha y de la izquierda evolucionan de manera rotunda y, a veces, errática. Quizás el caso más elocuente sea la actual adhesión a la economía de mercado por parte de los contemporáneos comunismos reciclados, antes prototipos del intervencionismo estatal absoluto hasta llegar a convertirse en un capitalismo de Estado en la ex Unión Soviética.

Una evolución más lenta, pero paralela, fue la de las socialdemocracias desde la escisión de la Internacional Socialista. Sin salir de los límites de un país como Gran Bretaña, la izquierda laborista del estatista Premier Attlee, apenas sería reconocible en el actual gobierno del privatista Blair: el socialismo de éste hubiera sido considerado derechista hace sólo medio siglo.

El peronismo, en Argentina, fue estatista -aunque derechista- de la mano de Perón, aunque en la actualidad alcanzó la cumbre -con la conducción del menemismo- de las privatizaciones.

Es evidente, entonces, si abundáramos en más ejemplos obvios, que los cambios copernicanos de programas políticos no conocen fronteras. La derecha y la izquierda políticas carecen de contenido estable a escala universal y también nacional; son tan relativas como en geometría.

Otro ejemplo. Durante la Cumbre de la Internacional Socialista (¿ ?) realizada en Buenos Aires -junio de 1999- se tuvo oportunidad de asistir, atónitamente, a la definición, por parte de variados líderes socialdemócratas, de la "tercera vía" propuesta tanto por el laborismo británico y los socialismos francés y alemán, como que "... apoyamos una economía de mercado, no una sociedad de mercado", es decir, una disociación -economía y sociedad, a la cual M. Weber (1944) no las veía como separadas- difícil de comprender más allá de la retórica fácil de los discursos huecos. Y más difícil aún, proviniendo de dirigentes de la socialdemocracia internacional, que si bien nunca se han mostrado como revolucionarios plenos, al menos han sido tibiamente progresistas.

Los dinamismos, a veces pendulares, de los programas partidistas impiden una caracterización general de la derecha y la izquierda; su descripción ha de ser coyuntural para un lugar y un tiempo. Tal historicismo inutiliza a los términos como permanentes categorías politológicas.

En suma, la distinción entre derechas e izquierdas políticas es más histórica que lógica y, consecuentemente, tiene un valor nominal, un contenido cambiante, una significación ocasional, y no es una terminología hermenéutica invariable para exponer la historia de la teoría y de la praxis políticas, ni siquiera en la edad contemporánea.

4. EL COMPLEJO DE INFERIORIDAD

En numerosas lenguas el vocablo que designa a la izquierda anatómica ha padecido connotaciones negativas. Hay culturas donde la mano izquierda está reservada para menesteres indignos. La condición de zurdo ha sido considerada como una anomalía y una presunción axiológicamente desfavorable. El término latino siniestro adquiere en la prosa contemporánea una significación moralmente negativa, que es la preferentemente heredada por algunas lenguas romances y entre ellas, por el español, donde prevalece la acepción de perverso, oculto, para lo siniestro (Falcón, 1997); quizás sea esa la razón de que se fuera imponiendo el eufemismo "izquierda".

A pesar de tan adversa tradición semántica, los posthegelianos reivindicaron su condición de izquierdistas. Y en Francia, los herederos de la Revolución procedieron a una progresiva dignificación del izquierdismo: "la gauche divine", tarea a la que se incorporaron diferentes socialismos, incluido el marxista. En la guerra de las palabras y de las ideologías, los autodenominados "progresistas" descalifican a los tachados de derechistas como reaccionarios, defensores de privilegios inicuos, y adversarios de la justicia social. Llegados a este extremo, cercano a lo satánico, algunos acusados empezaron a rechazar la condición de derechistas para adoptar otras denominaciones -aún no totalmente desprestigiadas- por la ofensiva retórica de sus adversarios: conservadores, populistas, democristianos, centristas, etc.

Así se ha llegado a la situación actual, que es la desaparición de la denominación "derecha" en la nomenclatura de los partidos políticos. Pero la cuestión no es sólo nominal: el complejo de inferioridad moral que los socialismos consiguieron inocular a sus oponentes llevó a estos a posiciones izquierdistas en lo que consideraron marginal al modelo de libre mercado, como en el plano de la cultura exquisita.

De tal forma se ha arribado a la paradójica situación actual: hay centro, izquierda y extrema izquierda; pero nadie se dice de derecha. Esto es una especie de hemiplejía política. Y, además, aparece la paranoica huida de los liberales hacia un supuesto centro para escapar de la proscripción verbal dictada desde la izquierda. Una primera aproximación a la definición de la derecha sería la posición política en la que nadie quiere ser situado. Claro que si esta fase dialéctica concluyera con la total desaparición de la derecha nominal, empezaría otra similar contra el centrismo como derecha vergonzante o encubierta. Es la humillación de cambios de nombre, hipocresías, enmascaramientos, concesiones y entregas a que se condenan quienes padecen esto que se puede definir como complejo de inferioridad política de identificación.

Es posible ilustrar esto en la Argentina actual -1999- dónde con un gobierno -menemismo- extremadamente liberal en lo económico y con un absoluto corrimiento del Estado de su obligaciones legales (Rodriguez Kauth, Del Estado...), no exista organización política alguna que se defina como de derecha. Ni aun la del propio ex Ministro D. Cavallo, quien fue el numen de las privatizaciones durante su gestión como funcionario del menemismo.

5. UNA LECTURA COMPARATIVA

A pesar del escepticismo de muchos politólogos tanto los periodistas como los políticos siguen utilizando la vieja distinción de izquierdas y derechas. Resulta difícil pensar que todos manejen un comodín equívoco, en todo caso, lo que utilizan es una reducción simplista; ya que se trata de términos relativos, y por lo tanto, históricos. Tanto las derechas como las izquierdas no han mantenido un contenido unívoco y estable. Ha sido superada la distinción entre las derechas e izquierdas de 1850, de 1900 o de 1950; pero, con significado distinto, subsisten en el año 2000.

Periódicamente aparecen ensayos para delimitar los campos e -incluso- para salvar los contenidos de algún tiempo pasado. Asimismo, Del Río (1999) considera que en las dos últimas décadas la distinción entre derechas e izquierdas políticas se ha visto complicada en lo que se refiere a políticas gubernamentales. La izquierda como campo político, social e ideológico está más viva en Francia que en España o Alemania.

A continuación, intentaré desarrollar una suerte de diferenciación de ambos espectros y cómo los mismos terminan por confundirse.

a) Desde una caracterización racional, la izquierda sería un paradigma racionalista; mientras que la derecha se ubicaría del margen pragmático. Esto se apoya en que, desde Marx, la producción teórica de la izquierda ha sido mucho más voluminosa y compartida por mayor número de intelectuales que la de la derecha, a la cual se la puede considerar pobre de contenidos ideacionales. Pero, una mayor masa de bibliografía y de académicos no implica necesariamente mayor densidad racional.
Las derechas, en sus diversas versiones, siempre han contado con doctrinarios básicamente racionalizadores. Un ejemplo de esto último ha sido A. Smith (1784).

Se suele argumentar en contra de la superioridad racional de la izquierda que, durante la época de dominación comunista en Moscú, la producción intelectual surgida de los espacios geográficos dominados por aquellos, fue simplemente una retahíla de obsecuencias. Sin embargo, esto carece de valor cuando se piensa en autores marxistas críticos que llevaron adelante una prolífica obra de esclarecimiento político y social no dogmático. Caso semejante ocurre con los panegiristas de la derecha durante sus "reinados" (p. ej.: K. Schmitt en Alemania y B. Croce en Italia).
b) También se ha sostenido lo contrario, o sea, que la izquierda se ha desarrollado sobre la emotividad, y la derecha sobre la racionalidad. Esta interpretación se apoya en el hecho de que las políticas igualitarias del socialismo arraigan en la envidia y hasta en el resentimiento, mientras que -sostiene la derecha- la meritocracia se fundamenta en algo tan razonable como la jerarquización de valores. Pero esta exégesis explica únicamente una etapa, no todas. El liberalismo, que fue la izquierda a mediados del siglo XIX, era una construcción teórica, que no se fundaba en demagogias emotivas; en cambio, aquélla derecha confesional de la época se sostenía en sentimientos religiosos.

c) Una variante de esta distinción formal, que ya deja de ser tal pues se presenta cargada de contenidos, es la que identifica a la derecha con fideísmo y confesionalismo, y a la izquierda con secularismo y laicismo. Según esta clave, Aristóteles, que no creía en ninguna religión, sería un doctrinario izquierdista. Pero es que, además, siempre ha existido una derecha agnóstica: en Francia la que arranca del positivismo comtiano y pasa por Maurras; en España la de tantos moderados como Mon, Giner, Costa u Ortega; en Argentina L. Lugones sería el paradigma de tal fenómeno. En cambio, existe una izquierda mitológica como la jacobina que implanta el culto a la diosa razón, entronizada solemnemente en la catedral de París, o como el marxismo que se convierte en nueva fe con su libro revelado, su profeta, sus fanáticos, sus autores prohibidos, sus iconos, sus misioneros, sus anatemas, sus autos de fe e incluso su cuerpo incorrupto. Las guerras de religión, que subsisten ya no en la India o Líbano, sino en los inmediatos Balcanes ¿serían sólo entre derechistas?. Es absurdo afirmarlo. La apelación política a lo divino se remonta a los orígenes de la Humanidad y, la experiencia, demuestra que hay derechistas e izquierdistas incrédulos y creyentes. Que una parte de la izquierda política contemporánea fuera laica no permite la generalización, ya que, por ejemplo, Latinoamérica observa absorta los coqueteos de la izquierda con la llamada teología de la liberación, como una estrategia oportunista de recuperar espacios perdidos entre las masas (Ferrater Mora, 1971, Rodriguez Kauth, 1993).

d) Otra variante de la distinción formal es identificar a la izquierda con la utopía y a la derecha con el realismo. Si por utopía se entiende lo absolutamente imposible, la connotación será negativa y descalificadora, puesto que la política es el arte de lo realizable. Pero si por utópico se entiende una orientación ideal al que efectivamente cabe aproximarse, los hechos no confirman que las derechas políticas hayan carecido de ideales, más bien al contrario, aunque los mismos no sean -para mí- valiosos. Por ejemplo, las derechas confesionales, se han propuesto metas morales cuyo término, por definición, es un bien sumo al que cabe acercarse sin rebasarlo jamás.

En todo objetivo ético hay un extremo que funciona como un límite, es decir, como un punto que está siempre más allá de todos los de la serie infinita a la que pertenece. Si bien es cierto, los idealismos no son monopolio de la izquierda ni de la derecha política, sin embargo, se puede afirmar que la izquierda levanta ideales altruistas y de solidaridad que no se encuentran en los idearios de la derecha, por la sencilla razón de que ésta es egoísta y eminentemente pragmática.

6. UNA LECTURA DESDE LA MORAL

La práctica usual de caracterización de la derecha y la izquierda consiste en adscribirles -como es obvio- valores diferentes. Resulta casi imposible alejarse de esta recurrencia judicativa a ser considerado mejor que el otro, ya que es consubstancial al quehacer político. Pero tal metodología axiológica no es neutral, debido a que los valores se ordenan jerárquicamente, e inclinarse a favor de unos suele implicar la afirmación de una superioridad o inferioridad con respecto a los de la orientación contraria. Además, cada valor enfrenta a su opuesto y, adjudicar uno positivo sugiere carencias en quien no lo posee. En fin, los valores afectados en este caso son fundamentalmente morales y les es consubstancial la gradación que va desde lo óptimo hasta lo pésimo pasando por lo mejor, lo bueno, lo mediocre, lo malo y lo peor. Suele ocurrir que caracterizar a las corrientes políticas según sus contenidos axiológicos es abandonar la neutralidad para incidir en la diatriba o la loa, ya tácitas, ya expresas.

a) Es un lugar común que el valor predominante de la izquierda sería la igualdad, mientras que en la derecha primaría la jerarquía. Esto es una traslapación de posturas que contraponen otro par de valores, el de la libertad y el del orden.

La igualdad de los individuos humanos no es un ideal, ni siquiera una utopía, es una falsedad puesto que no hay dos hombres idénticos ni biológica, ni intelectual, ni moral, ni técnicamente.

Sólo es factible la igualdad de oportunidades; pero este objetivo, que tiende a superar discriminaciones injustificadas y ocasionales, es un lugar común de los programas partidarios. La pretensión izquierdista de encarnar la demanda de igualdad de oportunidades es tan carente de fundamento objetivo como la de monopolizar el calificativo de "progresista", según la antigua retórica soviética. En una arenga o en un artículo partidista tales manipulaciones del lenguaje suelen ser consideradas como corruptelas tolerables; pero a nivel teórico no. La igualdad de oportunidades no la niega nadie. Otra cosa es la dificultad de imponerla a causa de la intrínseca historicidad del individuo humano y la imposibilidad de anular la temporalidad y espacialidad en que se encuentra todo lo materialmente concreto.

Por otro lado, la igualdad de oportunidades no se produce espontáneamente, ha de ser impuesta, y tal decisión requiere un poder, o sea, jerarquía. No sólo no hay contraposición efectiva entre libertad y jerarquía, sino que ésta es condición de aquélla. Y en el fondo aparece la inevitable autoapología. Unos valores son estimados como superiores a otros, y situarse en tal campo suele equivaler a elogio y crítica. El sometimiento a una jerarquía no es inicialmente grato, mientras que la afirmación de la igualdad entraña cierto narcisismo.

Y los datos históricos no corroboran esta interpretación. La primera izquierda propiamente dicha, la de la revolución francesa, no cesó de atribuirse la búsqueda de la igualdad; pero dio lugar a la dictadura de un grupo de los privilegiados jacobinos. Y el presunto salvador de la revolución que se devoraba a si misma, Napoleón, creó la suntuosa aristocracia familiar y militar del Imperio en la Francia metropolitana y en las naciones vencidas: reyes, príncipes, grandes duques, y títulos innumerables. Un abismo de desigualdad separaba al pueblo de las nuevas aristocracias revolucionarias. Similar fue el curso de la revolución soviética: al grito de igualdad se constituyeron, en Rusia y en los países satélites, la "nueva clase" y la "nomenklatura", tan alejadas de las bases como la nobleza zarista. Y al liquidarse la Unión Soviética, esa clase privilegiada ha sobrevivido, aún más enriquecida, gracias al corrupto proceso de privatización de empresas públicas. La potencia que Lenin condenó por explotadora de los trabajadores, los Estados Unidos, ¿no ha engendrado más desigualdad real que la que existía?. Una cosa es lo que se predica y otra lo que efectivamente se hace. Clasificar a los movimientos políticos por sus declaraciones programáticas o sus consignas propagandísticas es un ingenuo criterio nominal, no sociológico ni político.

b) Transportar la oposición derecha-izquierda a los valores de libertad-igualdad tampoco resulta esclarecedor porque ni los datos históricos, ni el análisis teórico confirman tal contraste. La derecha contrarrevolucionaria del siglo XIX era más bien absolutista, mientras que la izquierda era libertaria y enarbolaba, sobre todo, el primer término de la famosa trilogía de 1789.

Tampoco el análisis conceptual confirma el supuesto contraste, porque libertad e igualdad no se oponen: existen liberales igualitarios y no igualitarios, del mismo modo que hay demócratas igualitarios y autoritarios (ejemplo de estos últimos fue el socialismo real). La igualdad es un valor relativo que supone una previa estratificación, mientras que la libertad es un valor absoluto referible a cualquier nivel social; no se oponen, ni excluyen, sino que son compatibles y complementarios.

c) Cruzando el plano ético con el histórico, se ha dicho que la derecha y la izquierda representarían dos actitudes ante la justicia. Aquélla pretendería conservar lo justo ya obtenido, mientras que ésta siempre trataría de avanzar hacia cotas más altas de justicia. Esta interpretación no está respaldada por la experiencia. La izquierda de la revolución francesa empezó aniquilando el orden establecido, lo que desembocó no solamente en anarquía sino -lo que es peor- en injusticias. No fue diferente la revolución soviética. Posiblemente, la meta era más justicia; pero la realidad fue la contraria.

d) Exagerando el panegírico, se ha afirmado que la derecha es el egoísmo interesado y la izquierda el altruismo filantrópico. Pero tal interpretación no es una caracterización, sino una dogmática descalificación de la derecha, ya que el altruismo es socialmente el bien, mientras que el egoísmo es el mal. Un examen sereno de la historia contemporánea de Europa y Latinoamérica no justifica tal demonización partidista. El más elemental balance de nuestro pasado ¿dónde situaría a un supuesto o real Imperio del mal?. ¿En el más o menos derechista Occidente o en el Este, suprema encarnación del izquierdismo?. Creo que sin apasionamientos se lo puede ubicar en ambos lados geográficos, es decir, el mal no es patrimonio de unos, como tampoco lo es el bien.

e) Son falsos los dilemas entre orden y justicia, entre jerarquía y libertad, entre libertad e igualdad, entre conformismo e inconformismo, entre egoísmo y altruismo, como lo son todos los análogos entre tradición y ciencia, entre conservación y progreso, entre individualismo y solidarismo, entre nacionalismo y cosmopolitismo. Esas dicotomías de grandes polisemias no son mutuamente excluyentes, ni coinciden con las derechas y las izquierdas históricas. Más, se apoyan en peticiones de principios morales donde un término es el bueno y el otro el malo. Dos siglos de tal dialéctica han creado conflictos sociales; pero escasa luz lógica. Quizás los demagogos y sus escribas continúen con tales manipulaciones; pero el estudioso debe repudiarías por ideológicas en el peor sentido del vocablo, es decir, por no científicas. Es preciso abandonar la pretensión moralista, atrayente para el activista de barricada y buscar una conceptualización, una distinción objetiva y empírica a la vez, compatible con el dinamismo de una época ya que no histórico universal.

7. IZQUIERDAS Y DERECHAS ANTE EL ESTADO
La definición actual y concreta del Estado viene dada por un ordenamiento jurídico. Sus actores son tanto los funcionarios como la inmensa masa de ciudadanos.

Desde sus inciertos antecedentes, el Estado no ha cesado de complicarse y crecer. En el siglo XX, algunos Estados europeos han llegado a administrar más de la mitad del producto bruto interno. El Estado, identificado por Hobbes (1651) como Leviatán y luego divinizado por Hegel, es una realidad colosal.

El Estado es una figura inseparable del Derecho, y éste requiere coacción. El imperativo y la consiguiente constricción de las libertades individuales es el aspecto negativo del aparato estatal: el orden que impone va acompañado de violencia. Legítima o ilegítima, el Estado entraña necesariamente fuerza. Pero tal coerción resulta -para la mayoría- menos rechazable que el caos y la anarquía, que es la que impone físicamente el más fuerte. La convivencia sin Estado es un ideal lejano, a la par que un imposible para la actual forma social de vida que se han dado los humanos. Es irracional pretender la supresión de las formas políticas de coacción, especialmente de la más evolucionada, que es el Estado. La presencia del Estado es un mal menor que su ausencia, y la razón aconseja aceptarlo con sus reglamentaciones, sus cárceles y sus impuestos, aunque esto no signifique que se intensifique la lucha por reducir su presencia de abusos autoritarios. Los estatistas tienden a presentar como anarquistas a quienes no apoyan la constante hipertrofia del Estado y el progresivo estrechamiento de las áreas de autodeterminación individual. Es un recurso reduccionista y tan rancio como la invención del maniqueísmo.

No es sólo la acuciante alternativa entre vivir en relativa paz o la constante amenaza de rapiña y aún de muerte; es que la prótesis cultural que nos capacita y perfecciona es, en gran parte, fomentada y conservada por el Estado. Ser más o menos humano depende en gran medida del Estado. Hay una correlación entre la calidad estatal y la ciudadanía. La cuestión estriba en el tamaño del Estado.

En la actualidad, las tensiones de las sociedades avanzadas no se producen entre monárquicos y republicanos, confesionales y laicos, presidencialistas y parlamentaristas, sufragistas calificados o universales. Sea cual fuere la real sustancia imperativa de los derechos humanos, nadie discute su formal proclamación y la necesidad de su protección. Tampoco se niega la igualdad de oportunidades o la protección al desvalido. Lo que ahora divide y caracteriza a las izquierdas y a las derechas no son dos valores aparentemente contrapuestos como la libertad y la autoridad, ni siquiera intereses de clase enfrentados como los de la burguesía y el proletariado. La confrontación se produce a lo largo de una dimensión única: la estatalidad y es, por tanto, cuantitativa y, en sí, axiológicamente neutra: más o menos Estado. ¿Qué funciones y en qué medida se pueden privatizar?. Es el debate político por excelencia en las sociedades desarrolladas.

¿Ahorro público o privado?, ¿qué tipo y proporción de empresas estatales?, ¿qué áreas de orden público pueden ser asumidas por entidades particulares?, ¿qué pleitos se substanciarán en tribunales o en despachos de arbitraje?, ¿seguridad social de capitalización personal o de reparto colectivo?, ¿enseñanza estatal o privada?. En suma ¿qué proporción de la renta nacional será administrada por funcionarios públicos?. La izquierda, hasta inicios de la última década del siglo, ha propugnado más Estado, la derecha -en cambio- menos Estado. Esta es la actual polémica objetiva, mensurable y comparable del dualismo terminológico en la política contemporánea.

La preferencia por el tamaño del Estado responde a una teoría que, en primer lugar, puede tener fundamentación empírica. ¿Quién controla más eficazmente al gestor?, ¿el empleado, el propietario, o el burócrata de la administración pública?. Al respecto, la experiencia es ambigua y otorga razones a unos y otros demandantes.

Pero la preferencia por más o menos Estado tiene también una fundamentación pragmática con cierta connotación moral, recibida del socialismo en sus diferentes versiones, sobre todo, del marxismo. Se trata, inicialmente, de la cuestión de la plusvalía, ya que la propiedad pública haría que se revirtiese sobre toda la sociedad y no sólo sobre el propietario de los bienes de producción.

Es también la cuestión de la libertad: cuanto mayor la dimensión del Estado existen menos márgenes individuales de autodeterminación. La creciente fiscalidad es una forma muy severa de opresión porque priva al ciudadano de fracciones de su tiempo, a veces, de más de la mitad; es una variante del trabajo forzado, una esclavitud parcial que suele aplicarse progresivamente, en proporción a la capacidad y laboriosidad de las personas. Cuanto más fracasado e improductivo sea el ciudadano, menos le será confiscado por el Estado que -incluso- le obsequiará con fracciones de lo decomisado a los otros. De ahí que los ciudadanos sean más estatistas cuanto más minusválidos. Es cierto que en la coyuntura actual la derecha postula más libertad concreta; pero ¿acaso sólo para ciertas personas privilegiadas por el previo reparto de la propiedad?. Es el debate sobre las libertades formales y las reales suscitado por el socialismo de cátedra. Para equiparar las dosis individuales de libertad hace falta la violencia redistributiva del Estado, afirman los intervencionistas. Tal acción estatal, sostienen los liberales económicos, reduce el monto total de libertad en la sociedad. La experiencia contemporánea ha dado la razón a estos; pero subsiste la radical correlación: no hay libertad sin algunos recortes a la misma. Se trata de una gradación prudente.

En este debate, durante la primera mitad del siglo XX, la corriente hegemónica fue la izquierdista, ya que no cesó de aumentar el peso económico del Estado y su participación en la administración de la renta nacional, y esto no sólo en los países integrados a su órbita. Pero en la segunda mitad de la centuria se invirtió la tendencia, sobre todo a partir de 1989, año de la "volteada" (Rodriguez Kauth, 1994) del Muro de Berlín y del desastre del socialismo real. Si la derecha actual se caracteriza por postular menos Estado, es obvio que está triunfando a escala universal y que el punto medio de la tensión política se desplaza hacia las privatizaciones, o sea, hacia la derecha.

No debe olvidarse durante el debate acerca del Estado -que a veces llega a la pretensión de su desaparición- la clásica definición que sobre el mismo ofreció M. Weber (1944) cuando dijo que es aquella comunidad humana que dentro de un territorio aspira con éxito al monopolio legítimo de la violencia. Lo cual supone el condicionamiento de las acciones de quienes habitan su espacio con reglas fijadas por él. En definitiva, el Estado es la articulación de un conjunto de normas y la posibilidad de usar la fuerza para obligar a su cumplimiento.
Esta derechización, empíricamente verificable, no significa ni la anárquica negación del Estado que estamos sufriendo en Argentina, ni el rechazo de toda intervención soberana en la vida económica; sólo revela una tendencia con infinidad de posiciones intermedias, y sin duda, reversible. Una distinción tan dinámica, inestable y versátil como ha sido la de la derecha y la de la izquierda políticas hace pretencioso suponer que se ha llegado a un planteamiento definitivo.
La tensión entre mercantilismo y librecambismo es antigua; pero, en los finales de la segunda mitad del siglo XX, el fracaso del socialismo real decidió la alternativa a favor de la iniciativa privada y del libre mercado por parte de grandes masas de electores que han volcado su decisión en esa dirección. Esta es la razón de que los izquierdismos supervivientes, como la llamada socialdemocracia, no cesen de aproximarse a los programas derechistas que se concretan en liberalismo ("neo" o "paleo"), desrregulación y privatización, o sea, amortización de los efectos del moderno izquierdismo intervencionista, inspirado principalmente en Marx y en Keynes.

El izquierdismo estatista se ha quedado sin pensadores y va a remolque de los liberales económicos que han contado con figuras como las de Hayek o Friedman. Los teóricos del izquierdismo han pasado a la erudición o al olvido y, los que se reciclan de neoliberales ocasionales, han dejado de ser intelectual y moralmente respetables en la medida en que pretendan aleccionar desde el oportunismo coyuntural.

La regla de más o menos Estado es independiente de las razones teóricas o prácticas que conduzcan a fijar posiciones concretas. Dado que toda actitud política es moral y entraña una jerarquización de valores, la regla propuesta, en sí misma, es éticamente neutra, puesto que permite situar sin exaltar ni condenar. Existe un segmento, uno de cuyos extremos está ocupado por el totalitarismo (todo en el Estado, nada fuera de él). El otro extremo sería el de supresión del Estado. El carácter continuo de esta línea permite infinitas posibilidades, recíprocamente relativas. Es un criterio geométrico, amplísimo y sin implicaciones axiológicas intrínsecas. La localización clarificadora no supone juicio alguno de valor, salvo el universal e insoslayable de todo conocimiento científico que es la veracidad. El que propugna menos Estado se coloca a la derecha del otro.

¿Qué paralelismo existe entre más o menos Estado y más o menos mercado?. No es la misma contraposición con nombres distintos porque el libre mercado ha de ser garantizado por el Estado frente a los monopolios y otras corruptelas. El mercado libérrimo no coincide con la supresión del Estado, sino con su minimización. Es cierto que más Estado implica más intervención en la sociedad y en la economía, mientras que menos Estado supone menos intervención. En general, a medida que se avanza hacia la izquierda del segmento, se incrementan el volumen y la intensidad de la intervención.

En el presente panorama politológico no se divisa una regla más aséptica, general y circunstancialmente útil para clasificar a las corrientes políticas que la de más o menos Estado.

8. CONCLUSIONES

Las nociones de izquierda y derecha son relativas y -aplicadas en política- sus contenidos han cambiado, incluso polarmente. Los centros son aún más inciertos y movedizos. Los tres sólo pueden ser caracterizados en un tiempo y un espacio.

A las actuales corrientes políticas, sean cuales fueren sus nombres oficiales, sus seudónimos, o denominaciones subliminales, se las sitúa en la línea sustantiva averiguando si propugnan más o menos Estado que sus rivales en lucha por orientar o conquistar el poder. La que aspire a "menos" (privatizaciones y desrregulaciones) se localiza a la derecha de las otras. Esa es la clave del acertijo que hoy se enmascara bajo las retóricas publicitarias.

Lo demás resulta políticamente secundario y, de allí, la general anemia intelectual y ética de la clase gobernante.
BIBLIOGRAFIA

Del RIO, E.: (1999) La Izquierda. Trayectoria en la Europa Occidental. Ed. Talasa, Madrid.
FALCON, M. I.: "El Psicoanálisis y lo siniestro". Revista Intercontinental de Psicoanálisis Contemporáneo, (México), Vol. 2, N° 1, 1997.
FERRATER MORA, J.: Diccionario de Filosofía. Editorial Sudamericana, Bs. Aires, 1971.
FUKUYAMA, F.: "¿El fin de la historia?". Revista Babel, Buenos Aires, N° 14, 1990.
HOBBES, Th.: (1651) Leviatán. Ed. Nacional, Madrid, 1979.
MARX, C.: (1847) Miseria de la Filosofía. Ed. El Quijote, Bs. Aires, 1946.
MARX, C.: (1847) La Ideología alemana. Editorial Pueblos Unidos, Montevideo, 1958.
RODRIGUEZ KAUTH, A.: Psicología de la Hipocresía. Ed. Almagesto, Bs. Aires, 1993.
SMITH, A.: (1784) La Riqueza de las Naciones. Alianza Editorial, Madrid, 1994.
SCHMITT, C.: (1932) El Concepto de lo Político. Ed. Folios, Bs. Aires, 1985.

viernes, 13 de febrero de 2009

*EL ATAQUE A LA UPEL DE MARACAY (CONTADO DESDE ADENTRO), ROLANDO NÚÑEZ, VIERNES, 06 DE FEBRERO DE 2009

Saben que en lo que escribo trato de utilizar un estilo moderado. Pero en esta ocasión espero que sientan la crispación de mi relato, porque viene de adentro, del ultraje vivido, y eso no se puede contar con cabeza fría.

Alrededor de las 4 de la tarde del día de hoy (05-02-09), los profesores que trabajábamos en las jornadas de transformación curricular vimos correr a todos los que se encontraban frente a las ventanas, en carreras desordenadas como de aquel que no sabe si buscar refugio o escapatoria.

De inmediato abandonamos nuestra tarea, y al salir del salón donde nos encontrábamos, entre los gritos de alarma, pudimos escuchar las explosiones sordas de los niples y las más secas de las bombas trifásicas de “gas del bueno”. Algunos decidieron escapar de inmediato por la puerta trasera del instituto, otros corrimos hacia la entrada, y allí pudimos sentir de cerca el caos.

Los portones de la entrada delantera de la Upel estaban cerrados. Del lado de adentro un grupo de estudiantes lanzaba piedras hacia fuera, donde se encontraban, lado a lado, juntos en una sola formación, unos 30 policías motorizados y unos 50 individuos ataviados con franelas rojas con el lema “Dile Sí a la enmienda”. Este batallón (tal como le gusta llamarlos nuestro presidente) lanzaba tanto piedras como bombas lacrimógenas hacia dentro del recinto universitario. Aclaro: los policías, al lado de los Franelas Rojas y junto con ellos, tomaban piedras del suelo y las arrojaban hacia adentro, y después salpicaban la acción con gas del bueno, para crear ambiente.

Súbitamente, al batallón atacante se cansó el jueguito inocente de toma y dame, y decidieron dar un paso al frente. Los policías embistieron los portones con sus motos, y una vez que los goznes cedieron, los Franelas Rojas se encargaron de terminar de derribarlos, encaramándose sobre ellos entrando con piedras en las manos, furia desencajada en el rostro y apoyo policial en la retaguardia. La escena me recordó, no sé por que, al Planeta de Los Simios. Quizá por la agresividad animal, y que me perdonen los gorilas, que suficientes ceniceros han puesto a la causa de los derechos de los animales.

Todos los que estábamos enfrente de la escena tuvimos de nuevo la confusa disyuntiva: ¿Buscar una salida o refugiarnos? Desafortunadamente, unas 50 personas decidieron entrar al edificio de la Dirección del instituto. Fui de los últimos en entrar, y detrás de mí, a tan sólo 10 metros, pude ver el unísono salvaje de la horda.

Cuando cerramos las rejas de metal del recinto comenzaron a llover las piedras y las bombas lacrimógenas. El estado de sitio comenzaba.
Durante por lo menos 1 hora estuvimos atrapados dentro del edificio. Los Franelas Rojas lo rodearon por todos los flancos, y la lluvia de peñones y bombas lacrimógenas contaba la historia de un ataque muy bien planificado, con relevo estratégico de municiones y organización terrorista perfecta. El ataque intenso no dejó ventana ilesa. Los computadores de las oficinas, fueron, afortunadamente, los únicos que dejaron su alma de unos y ceros como víctimas fatales. Pero la intensa nube de gas mostaza y la rabia psicopática de los atacantes nos hizo temer por nuestras vidas. Asfixia o contusión podrían haber sido las conclusiones forenses. Sin embargo, en los espíritus, no era el pánico el que cundía. Indignación, asombro e impotencia eran las emociones más fuertes.

El celular, instrumento tecnológico maravilloso para los desesperados, nos sirvió para ponernos en contacto con los seres queridos, para que compartieran nuestra zozobra, sobre todo cuando nos preguntaban qué podían hacer por nosotros… Ese era el quid del asunto: si la policía estaba ahí mismo, a 10 metros de la agresión infame ¿Quién podía ayudarnos? Desesperados, como quién espera un mal resultado que no tarda en llegar, nos desplazábamos por los pasillos, entrábamos en las oficinas despanzurradas, subíamos y bajábamos escaleras, como ratones de un triste experimento.

Cuando sentimos disminuir el tronar de las rocas nos acercamos a las ventanas, y vimos a los Franelas Rojas retroceder lentamente, la expresión de furia salvaje trocada en sonrisa satisfecha. Salimos rápidamente del edificio y los vimos alejarse tranquilamente de la universidad, mientras lanzaban las piedras que le quedaban sobre los autos que estaban a su paso (unos 15 carros quedaron seriamente dañados), abandonar la universidad por la puerta grande, bajo la mirada orgullosa de los policías apostados delante de ellos.

El resto ocurrió con milimetrada precisión. Apareció un autobús en el que se subió la horda y partió con cánticos de júbilo. Los policías arrancaron justo detrás de ellos, y dos minutos después, la Avenida

Las Delicias, que había estado cerrada hasta ese momento, se llenó de automóviles que pasaban delante como si nada hubiera ocurrido.

Miembros de mi familia, chavistas ultra, me explicaron lo ocurrido con los siguientes argumentos, (que quiero tratar de desmontar, porque supongo que serán los mismos que utilizará el gobierno):

Los Rojos son miembros de la ultraderecha-radical-pitiyanqui-imperialista golpista-oligarca-burguesa-puntofijista-puertoriqueña-fascista, que quieren sembrar el caos en el país para evitar la victoria aplastante del Sí. Bueno, digamos que esto pueda ser cierto (con mucha imaginación sesgada por el fanatismo ideológico). Pero hay algo que no cuadra aquí… ¿Cómo pueden haber hecho lo que hicieron (su plan para sembrar el caos en el país) bajo la mirada complaciente de 30 policías fuertemente armados, a las órdenes del Teniente Isea?
La policía no pudo hacer nada porque no pueden violar la autonomía universitaria. Aquí también hay un problema. ¿No es violar la autonomía universitaria tumbar el portón de la entrada? ¿No es violar la autonomía universitaria lanzar piedras y bombas lacrimógenas codo a codo con las hordas de Franelas Rojas?

La policía no intervino porque era un asunto entre estudiantes. No, tampoco me cuadra. ¿Puede un policía observar un crimen, donde sea que esto ocurra, y no detener a los que lo cometieron, por lo menos para preguntarles por qué son tan malitos? ¿Puede un policía abandonar un lugar donde se cometió un salvaje atropello sin siquiera preguntar si alguien necesita ayuda, sin solicitar un permiso de entrada para recoger evidencia de lo ocurrido?

En última instancia, al Gobierno Bolivariano no le conviene la violencia en un período electoral, por tanto, no tienen nada que ver con el ataque. No me hagan reír que tengo el labio partido. El lenguaje de nuestro presidente es lenguaje de guerra (la palabra “guerra” dicen los analistas del discurso que hacen la inimaginablemente insufrible labor de estudiar la verborragia del presidente, se repite un poco más que la palabra “yo”, cosa que, en un ego tan hipertrofiado, es asombrosa). Yo no creo que sea un problema de conveniencia, sino un problema de estilo. Al presidente le interesa bien poco los resultados electorales, las “victorias de mierda” que pueda alcanzar la oposición. Lo suyo es la hegemonía del poder a través del abuso, la agresión, la violación y el terrorismo de Estado.
Como les dije, la cosa no iba suave. Perdón por el asco.

lunes, 9 de febrero de 2009

*MENSAJE DEL DR. JOSÉ GREGORIO HERNÁNDEZ, PROTECCION DE LA VIRGEN DE LAS MERCEDES, TOMADO DE http://resistenciacatiacaracas.blogspot.com/, 08.02.2009

Una persona que estaba orando hoy en la tumba del Dr. José Gregorio Hernández, me cuenta que recibió un mensaje urgente, más o menos en los siguientes términos que les sintetizo para que cada cual haga sus análisis y saque sus propias conclusiones:

"La semana que viene, va a ser dura, difícil para la patria.

Estamos, junto con los fundadores y libertadores, de rodillas ante el trono de Dios, para que libre a Venezuela de la peligrosa coyuntura que se avecina.

No quiero alarmarlos, ni que se sientan aminorados y disminuídos, porque esa no es la solución.

Sólo que quiero contribuír a que sepan la realidad, oren y estén alertas y dispuestos a dar su contribución cristiana y cívica para afrontar y asumir sus obligaciones ciudadanas en estos momentos difíciles que, casi seguro, vendrán en las próximas horas.

Con oración, velando y estando alertas y atntos a sus deberes como ciudadanos, la prueba será abreviada y aliviada por Dios. Repito: Recen, oren con frecuencia al Dios Uno y Trino y a su Santisima Madre, en la advocación de Las Mercedes ... Es lo que, personalmente les aconsejo ..".

viernes, 6 de febrero de 2009

*DOS VERSIONES DE UN MISMO CUENTO. LA HORMIGA Y LA CIGARRA, TOMADO DE LA RED, 04.02.2009

*Versión clásica*:

La hormiga trabaja a brazo partido todo el verano bajo un calor aplastante. Construye su casa y se aprovisiona de víveres para el invierno. La cigarra piensa que la hormiga es tonta por lo que hace mientras ella se pasa todo el verano riendo, cantando, bailando y jugando. Cuando llega el invierno, la hormiga se refugia en su casita donde tiene todo lo que le hace falta hasta la proxima primavera. La cigarra, sin comida y sin cobijo, muere tiritando de frío.

Fin

*Versión bolivariana*:

La hormiga trabaja a brazo partido todo el verano bajo un calor aplastante. Construye su casa y se aprovisiona de víveres para el invierno. La cigarra piensa que la hormiga es tonta por lo que hace, mientras ella se pasa todo el verano riendo, cantando, bailando y jugando. Cuando llega el invierno, la hormiga se refugia en su casita donde tiene todo lo que le hace falta hasta la próxima primavera.

La cigarra, tiritando de frío, acude a la defensoría del pueblo exigiendo saber por qué la hormiga tiene derecho a vivienda y comida, mientras otros, con menos suerte que ella, pasan frío y hambre. El Defensor del Pueblo denuncia una conspiración imperialista tildando a la hormiga de agente de la C.I.A. Mario Silva muestra un video en el que la cigarra sale pasando frío y calamidades y a la vez muestra extractos del video, retransmitido por Desirée Santos Amaral desde la AN, en el que se ha espiado a la hormiga en su casa, bien calentita y con la mesa llena de comida.

El LÍDER SUPREMO, sale en Aló Presidente sorprendiéndose de que en un país tan moderno como el suyo, dejen sufrir a la pobre cigarra mientras que otros viven en la abundancia. Acusa a los medios de instigar al enriquecimiento ilícito, amenaza con revocar todas las concesiones privadas y pide a PDVSA que financie de inmediato la MISIÓN CHICHARRA DEL BARRIO, con Jorge Rodríguez a la cabeza de la Comisión. Hordas chicharristas se instalan delante de la casa de la hormiga y rayan las paredes con cuanta consigna se les ocurre. VEA organiza una serie de artículos en los que cuestiona cómo la hormiga se ha enriquecido a espaldas de la cigarra e insta al gobierno a que aumente los impuestos de la hormiga de forma que las cigarras puedan vivir mejor.

Chávez le pide a Jose David Cabello, presidente del Seniat que presente de inmediato una propuesta de Impuesto al Lujo para las hormigas oligarcas, basándose en leyes sobre la igualdad económica, y antidiscriminación, todas de carácter retroactivo, aprobadas en tiempo récord. El Seniat pecha a la hormiga con nuevos impuestos; además le impone una multa porque no contrató a la cigarra como ayudante en verano.

Las autoridades embargan la casa de la hormiga, pues ésta no tiene suficiente dinero para pagar la multa y los impuestos. La hormiga maltratada, perseguida, pero no derrotada, se va de Venezuela y se instala con éxito en Canadá. Hace un reportaje donde sale la cigarra con sobrepeso, ya que se ha comido casi todo lo que había mucho antes de que llegue la primavera.

La antigua casa de la hormiga se convierte en albergue social para cigarras y se deteriora al no hacer sus inquilinos nada para mantenerla en buen estado. Se dice que es una estrategia golpista de la oposición al impedir, con sus malos pensamientos, que el gobierno ponga los medios necesarios.

Una comisión de investigación que costará 10 Millardos Fuertes se pone en marcha.

Entretanto, la cigarra muere de una sobredosis. Nicolás Maduro, Cilia Flores, Jorge Rodríguez e Isaías Rodríguez denuncian intento de magnicidio y critican el intervencionismo imperialista que ha impedido intentar corregir el problema de las desigualdades sociales.

La casa es ocupada por una banda de arañas bolivianas y cubanas . El gobierno se felicita por la integración latinoamericana en Venezuela y organiza, para ello, un acto de tres días en el Teresa Carreño .

miércoles, 4 de febrero de 2009

*GENERALES, CORONELES Y BRIBONES... NO ES NO., EDUARDO CASANOVA, 04.02.09

El continuismo, el querer quedarse a la macha en el poder en Venezuela, no es ninguna novedad. Lo hicieron Páez, los Monagas, Andueza Palacio, Crespo, Gómez y Pérez Jiménez, y con la excepción de Gómez, todos no solamente fracasaron, sino que generaron contiendas civiles que le hicieron un gran daño a Venezuela.
De modo que no hay que alarmarse: el teniente coronel Chávez Frías no le llega ni a los tobillos al general Juan Vicente Gómez, y es inferior a casi todos los demás, excepto Andueza Palacio, que fue casi tan mal gobernante como Chávez Frías. Su caso (el de Andueza Palacio) nos puede resultar hasta familiar. Fue elegido Presidente de la República para suceder a Juan Pablo Rojas Paúl, y tomó posesión en marzo de 1890. A pesar de que le tocó un período de bonanza, su obra de gobierno fue nula. Usó la bonanza para sus planes políticos. Desde el comienzo de su bienio empezó a repartir dádivas y subvenciones para buscar su reelección, que no era permitida por la Constitución. Necesitaba, por lo menos, dos tercios del congreso para modificar la Constitución luego de llamar a una Asamblea Constituyente. Y a pesar de los regalos y las maniobras, no logró la mayoría. Se dejó ver las intenciones y el país, tal como el congreso, se dividió en “continuistas", que apoyaban a Andueza, y “legalistas", que lo adversaban. El 14 de marzo de 1992, al ver que no podía lograr que se modificara la Constitución, lanzó un manifiesto en el que afirmaba que se quedaría en la silla para enfrentar una conspiración de oligarcas (¡uf!) que querían hacer daño a los verdaderos liberales. Y sin mayor disimulo, como tiempo antes que él lo hiciera Páez, Andueza dio un golpe de estado. Joaquín Crespo, que estaba a la espera en su hato de El Totumo, en Guárico, al saber que Andueza no entregó el poder el 20 de febrero de 1892, le declaró la guerra. Y como dice R. A. Rondón Márquez en su libro Crespo y la revolución legalista: “henos aquí ante una de las más divertidas paradojas de nuestra paradojal historia: una revolución ‘legalista’ ante un gobierno ‘revolucionario’.” Así empezó la Revolución Legalista, el come back de Joaquín Crespo. Quizá lo más importante que de ello salió fue la música de los legalistas, que produjeron estupendas canciones. Entre ellas se destaca la que debe haber sido su himno, cuyo texto tiene rima interior y un juego de formas bastante interesante, y que hoy vuelve a tener vigencia. Se trata de la que dice:

Ya Venezuela no quiere guerra / porque esta tierra se va a arruinar / generales / coroneles / y bribones / que no quieren trabajar. // Bandera tricolor que en Venezuela está, / abajo el continuismo, viva la legalidad…

Es un texto que refleja el rechazo social a la violencia, al abuso militar, a los robos en nombre de la “revolución”, al militarismo y a la guerra en general. Poco después, Andueza debió dejar el país a toda carrera, rumbo a Martinica, convertido en un paria político.

Por fortuna, parecería que hoy no va a ser necesaria una guerra civil como la que apartó a Andueza del poder, sino que será suficiente con que el 15 de febrero de 2009 la gran mayoría de los venezolanos le digamos al aspirante a Andueza que NO es NO

*COMUNISMO A LA VISTA 3, POLITICA, NELSON MAICA C., 04.02.2009

Europa Central. Hungría luego del comunismo. Panorama: pujas: Afectos al viejo orden vs oponentes al viejo orden. Poca violencia. Discusiones severas entre los partidos anti comunistas, entre los cristianos, los nacionalistas, los liberales, los seculares, etc. División territorial entre la capital y las provincias. Elecciones 1994.

Gano el Partido Socialista. Inclino la balanza hacia un entendimiento del espectro político, entre la izquierda y la derecha. Léase bien: un entendimiento entre la izquierda y la derecha.

¿Y, en su entorno, en sus limites inmediatos, que estaba pasando? La Urss en proceso hacia la nueva Rusia y en conflicto con Chechenia. Yugoslavia desmoronándose. Bosnia en guerra. Rumania y Bulgaria convulsionadas.

Asia Central. Nos parecen muy lejanos los procesos políticos y de transición que tienen lugar en el Asia Central, pero que fueron parte de la Urss, y que fueron catalogados en algún momento por observadores occidentales como "regímenes comunistas no auténticos". Poca información recibimos de esa parte del mundo. Estamos a la expectativa sobre cuanto allí acontece. Las notas leídas sobre el tema nos hacen pensar que el Asia Central pudiera ser anexada a otra nación árabe. Carecemos de elementos de juicio como para especular que se enrumba hacia la democracia plural; pero si hay algunas notas que pueden indicar que busca cierto grado de descentralización y pluralismo nada parecido al concepto occidental conocido.

Europa Central. Las nuevas elites ascendentes, especialmente profesionales y técnicos deseaban y apoyaron la caída del comunismo. Los partidos comunistas y sus aliados y/o camuflajes fueron derrotados. En Bosnia, caso particular, se dio el caso horrible de las purgas étnicas y de los comunistas ortodoxos. En Serbia, la oposición se alzo en 1997 exigiendo encajar a Serbia con Occidente. Rumania con su Frente de Salvación Nacional apuro las privatizaciones y, mas tarde, la conducción paso a manos de la Convención Democrática de Rumania en 1996. Polonia entra en recuperación. En Ucrania, los comunistas son acusados públicamente de ser responsables de la miseria económica y de la crisis política.

Rusia. Cuanto pase en Rusia y el camino que tome Rusia, tendrá, sin duda, como en otros tiempos, un impacto en la democratización de toda la región, o en la vuelta hacia la autocracia legendaria del antiguo imperio zarista. ¿Por qué? Por el descontento de los votantes que en muchos países del Este eligieron comunistas que no comparten las medidas económicas de la transición hacia la democracia plural. Se sienten frustrados ante la no llegada a sus manos de los efectos de las reformas y porque están tomando más tiempo de lo que inicialmente se estimaba. Porque para el ciudadano común, de a pie, como se dice ahora, no existe una tercera vía entre el comunismo y la democracia. Ya es suficientemente conocido, de que un Estado totalmente benefactor, del cual dependan todos los ciudadanos en todo, a la sueca, necesita de un desarrollo e infraestructura económica aún no alcanzado por la gran mayoría de los Estados existentes, por no decir ninguno.

Ya es una regla, mejor expresado, un disco rayado, el hecho de que la creación de riquezas es el resultado de una economía de mercado, la cual incentiva y desata las energías y el talento del individuo, de la persona. Por eso, es inconcebible un retroceso de la economía de libre mercado a la economía totalmente planificada. Incluso, los comunistas más ortodoxos, hoy, ya no creen en la economía centralizada del plan único.

¿Qué paso a este nuevo aspirante a gobernante indefinido y sus rojos? ¿Se les olvido la lectura? ¿Los compraron con que? ¿Fuera de época y enfoque? El éxito de la economía para el progreso esta en el ejercicio de la democracia plural. Los venezolanos no queremos el socialismo, comunismo y menos un dictador disfrazado de lo que sea. ¿Comunismo a la vista? Ni rey ni capataz ni carcelero…Busque puesto y aliados rápido, para defender su vida, su familia, sus bienes y su país, amigo(a).

Nota: “El bandido de la montaña”…yo, yo, yo…ahora la tomo con las iglesias, con los credos? ¿Se inicio contra la iglesia católica ahora va contra los judíos? ¿Se coloco ahora el disfraz de Hitler? Espero que las religiones le hagamos saber muy pronto cuanto significan en el género humano.

“No ande por ahí diciendo que el mundo le debe su sustento. El mundo no le debe nada. Estaba aquí antes”. Mark Twain.

Caracas, Venezuela 5/02/07 – 19/01/09 -

sábado, 31 de enero de 2009

*LOS SOLDADOS DE BARRO, TEÓDULO LÓPEZ MELÉNDEZ, PUBLICADO EL ENERO 31, 2009

Allí están seis mil soldados en formación de lucha presididos por los arqueros y once columnas de soldados de infantería. Son los batallones, los escuadrones, la formación que soñó el Emperador. Cada uno de esos soldados tiene una cara distinta, como si la imaginación desbordada hubiese sido capaz de imitar a la naturaleza y adelantarse a verificar las ramas de los códigos genéticos o como si se hubiesen puesto de la realidad los soldados de carne y hueso para copiarlos en barro.

Con ballestas se protegía el sueño eterno. Quienes pusieron sus manos sobre los soldados de barro fueron enterrados junto al Emperador. Los acompañantes del Emperador suelen ser enterrados junto al Emperador y quienes cumplen sus órdenes de moldear en barro son enterrados junto a su Emperador. Espadas, lanzas, arcos y flechas de bronce para proteger al Emperador que muerto estaba y enterrado andaba. Los soldados de barro estaban colocados sobre pedestales y los carros blindados hechos de madera cuidaban los límites de la autonomía del Emperador.

El Emperador construyó su palacio –hoy lo llamaríamos refugio- debajo del Monte Li en la provincia de Shansi. Cada soldado de barro que cuidaba al Emperador tenía las piernas macizas, el torso hueco y las manos y los pies, cocidas por separado, fueron unidos a los cuerpos con finas tiras de barro, que es como decir que las manos y los pies fueron unidos al cuerpo del Emperador. Al parecer las cabezas estaban blindadas contra cualquier ingerencia extraña que los hiciese mover de su misión de cuidar al enterrado Emperador. Sólo se sabe que tenían agujetas rojas para sostener sus botas de soldados de barro que protegían al Emperador.

Los soldados de barro custodiaban el camino al infierno. Eran más de siete mil los soldados de barro que cuidaban al Emperador. El Emperador iba para los catorce años cuando se hizo líder de la dinastía. El Emperador se hizo famoso por su habilidad para sobornar y destruir a la oposición. En Atizan hizo inscribir: “He reunido todo el mundo por vez primera”.

El Emperador le cambió el nombre a todo, a los caminos, a los vestidos coloreados, a las opiniones, a los parques y hasta a los idiomas.
El Emperador necesitaba constantemente dar prueba de su poder y para ello ordenó quemar los libros e hizo diseñar una biblioteca donde sólo se contara de la historia lo que a él fuese conveniente. No satisfecho, ordenó la construcción de una Gran Muralla, pero el Emperador quería la inmortalidad y decidió la construcción de un ejército de soldados de barro.

El Emperador miró hacia atrás y adelante, y como su poder era indefinido, calculó que en 36 años estaría listo su ejército de soldados de barro y para ello empleó 700 mil artesanos –hoy los llamaríamos militantes- y así pudo proteger su mausoleo. El historiador Sima Qian dijo que allí había ríos de mercurio y que las ballestas se disparaban automáticamente desde las ruedas para matar a cualquier comentarista entrometido que se atreviese a utilizar mecanismos que no fuesen de barro.

El Emperador se llamaba Qin Shi Huang y sus Soldados de Terracota peregrinan hoy los museos, de ellos se hacen falsas copias y dentro de su perfección marcial siguen siendo de barro y sólo haber estado enterrados les ha permitido ser desenterrados.

Los soldados de barro son anónimos. Dentro de la perfección de sus rasgos, dentro de su papel definido de cuidar en el después, los soldados de barro no recibieron un nombre. Recibieron rasgos, pero nadie puede saber hoy como se llamaba cada uno, ni siquiera el rango que tenían, ni siquiera si habían sido ascendidos por las agujetas rojas colocadas en sus pies.

Qin Shi Huang cumplió su deseo de tener un ejército de soldados de barro. Si un campesino chino no los hubiese descubierto por casualidad los soldados de barro estarían aún en la ignominia del desconocimiento de los hombres que hoy asisten a verlos, a mirarlos, a escudriñar aquel ejército de fantasmas de barro. Quizás el campesino chino araba con un instrumento rudimentario tirado por bueyes, quizás hurgaba con las manos de carne y hueso en la dura tierra con un sueño impelido por el sol de conseguir una salida, una solución, de hacerse protagonista de un momento estelar. El campesino chino que descubrió los soldados de barro no sabía, porque este vino después, de un general romano llamado Cincinatto que araba en los largos predios del Lazio y tomaba el poder para salvar a Roma y lo devolvía con tanta prontitud que los padres de la nación norteamericana lo tomaron como modelo y en su honor bautizaron la ciudad llama Cincinnati, con la derivación “i” con que se hace el plural italiano, para decir que aquel general no comandaba soldados de barro, sino que era el desprendimiento del poder, el sentido del deber cumplido y el abandono de las opulencias del mando y que, por lo tanto, merecía que hubiesen muchos Cincinattos (Cincinatti), que no se dedicaran a hacerse de un ejército de soldados de barro.

Los de Cincinatto eran de carne y hueso, los oficiales medios, los curtidos combatientes de las Legiones, los que se reían del odio que los generales tenían a Cincinatto por su desprendimiento. Los Soldados de Terracota de Qin Shi Huang jamás combatieron, a no ser ahora con los copistas que hacen reproducciones para llenar sus museos de imitaciones y falsedades. No mezclo el pasado imperial chino con las hazañas de un comandante romano. Son historias separadas, pero hoy el barro y la dignidad salen a mi memoria por caprichos de escritor empecinado.

teodulolopezm@yahoo.com

miércoles, 28 de enero de 2009

*CLUB CHAVISTA DEL TRUEQUE, FEDERICO RIVAS MOLINA, 28.01.2009

El intercambio sin dinero oficial obtuvo el respaldo del presidente Hugo Chávez, que lo celebró “como una alternativa al capitalismo”. Federico Rivas Molina.

“Cimarrón”, “relámpago”, “floripondio”, “paria” o “zambo” son algunas de las monedas comunales que participan del “trueque boliviariano”, un sistema que tiene la aprobación del presidente Hugo Chávez como alternativa para “desalojar al capitalismo y combatir la pobreza”, siempre desde la lógica de su “socialismo del siglo XXI”. La responsabilidad de aplicar el sistema recae sobre un argentino, Pablo Mayayo, que vivió la experiencia de los clubes del trueque locales como inmigrante en Colombia. A la distancia, trasladó el sistema del conurbano bonaerense “a la realidad de los campesinos colombianos”, hasta que llamó la atención de Caracas. Hoy asesora el trabajo de 10 sistemas nacionales que aspiran a ser “complementarios” del comercio tradicional.

Para el gobierno de Chávez, el trueque es la base de una “economía socialista popular y de fraternidad”, como ha quedado estipulado en la ley. “En Venezuela los pequeños productores tienen mucho apoyo estatal, pero al mismo tiempo no encuentran dónde comercializar sus productos. Nosotros cubrimos ese déficit “, explica Mayayo a Crítica de la Argentina. Ha sido determinante para el crecimiento del sistema, iniciado en julio de 2007, el apoyo presidencial. “No es lo mismo llegar a una comunidad y decir ‘armemos un grupo de trueque’ que hablar en nombre del gobierno. Trabajamos con los marginados, que son los más chavistas”, explica Juan Esteban López, un colombiano que al igual que Mayayo fue contratado por Caracas para “importar” la experiencia de Medellín.

El “trueque bolivariano” cuenta con 10 sistemas en 11 estados de Venezuela, integrados en una red nacional. “Hay sitios donde funciona en una localidad, otros en varios municipios o en todo un estado,” dice Libio Antonio Rangel, integrante de equipo de “facilitadores “ de la red. ¿Qué se intercambia en los mercados?. “Comenzamos con los productores agrícolas, buscando comida. Lo más fácil es sumar a los campesinos, porque el canje existió siempre entre ellos y se había perdido”, explica Rangel.

Según la ley aprobada el año pasado, hay dos tipos de intercambio alternativo solidario: el “comunitario directo”, entre bienes y servicios mutuamente equivalentes; y “el comunitario indirecto, que requiere de un sistema de compensación de “monedas solidarias”. Ahí es cuando entran el “cimarrón”, el “relámpago” y el “floripondio”, de invención comunitaria y sin valor en otros puntos de la red. Estos papeles tampoco pueden cambiarse por bolívares fuertes, la moneda oficial.

Como es de esperar, el trueque bolivariano generó fuertes críticas entre los economistas liberales. Para José Guerra, ex director de investigación del Banco Central de Venezuela, las monedas comunales “traen el recuerdo de la época semifeudal cuando los dueños de las tierras les pagaban a los siervos en monedas que solamente podían intercambiar por comida producida o comprada por el señor feudal”.

“No se trata de volver al pasado –contesta Mayayo–, sino de que el sistema funcione como complementario del capitalismo”. La intención de Mayayo es que el “cimarrón”, hecho de cartón e ilustrado con un esclavo que huye, no termine por convertirse un objeto sólo digno de curiosidad.

NO LLORES POR MÍ ARGENTINA. El “trueque bolivariano” no es hijo de una crisis económica, como ocurrió en Argentina luego del 2001. Sin embargo, “esa experiencia nos permitió evitar algunos errores”, explica el argentino Pablo Mayayo, contratado por el presidente Hugo Chávez para promover el sistema de intercambio con cuasimonedas en Venezuela. “El corralito terminó por desquiciar las buenas experiencias en Argentina, que no soportaron el ingreso de miles de participantes, de los créditos administrados mediante franquicias y, sobre todo, de la falsificación”, precisa. En el modelo venezolano, los centros “nunca tienen más de 400 personas porque la clave es que todos se conozcan entre sí”. “Además, Chávez ordenó todo mediante una ley”, agrega el especialista argentino. En Venezuela hay tantas monedas como sistemas, lo que facilita el control de la emisión y disminuye el riesgo de la falsificación de billetes.

Criticadigital