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LA LIBERTAD, SANCHO, ES UNO DE LOS MÁS PRECIOSOS DONES QUE A LOS HOMBRES DIERON LOS CIELOS; CON ELLA NO PUEDEN IGUALARSE LOS TESOROS QUE ENCIERRAN LA TIERRA Y EL MAR: POR LA LIBERTAD, ASÍ COMO POR LA HONRA, SE PUEDE Y DEBE AVENTURAR LA VIDA. (MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA) ¡VENEZUELA SOMOS TODOS! NO DEFENDEMOS POSICIONES PARTIDISTAS. ESTAMOS CON LA AUTENTICA UNIDAD DE LA ALTERNATIVA DEMOCRATICA
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jueves, 6 de noviembre de 2014

JUAN JOSÉ MONSANT ARISTIMUÑO, CUATRO AUTORES DE VALÍA, PALESTRA

JUAN JOSÉ MONSANT ARISTIMUÑO
Caminábamos en los exteriores de la Feria internacional hacia una de las salas habilitada para algún acto oficial, cuando el presentador emblemático, de aquél entonces, del Canal 33 de la Universidad Tecnológica de El Salvador, Nacho Castillo, se me acercó para decirme que el escritor Sergio Ramírez presentaría en fecha próxima su laureada novela “Margarita, está linda la mar” (Alfaguara, 1998),  y los organizadores deseaban saber si podría hacerle la introducción al autor. 

Extrañado, le pregunté cómo sabía que nos conocíamos, me dio una explicación, y me encontré con la responsabilidad de presentar a uno de los escritores latinoamericano de mayor cercanía con nuestra realidad existencial. Fíjense que no digo realidad latinoamericana, porque no existe, eso es una ensoñación escapista. Sergio involucra al hombre en su realidad geográfica y humana con su entorno vivencial, esa herencia española e india que marca nuestro trópico exuberante y sensual donde todo es exagerado, desde las pasiones amorosas hasta los ríos que se desbordan y las selvas que  nos engullen con sus engaños de mil colores.

Luego de la presentación en la Casa España nos fuimos a un brindis en alguna parte que no memorizo; allí, fuera de la formalidad de la ceremonia, se me acercó el escritor para preguntarme qué pensaba sobre una petición que había recibido de Caracas para firmar un comunicado en respaldo a la candidatura presidencial de Chávez, para sin darme tiempo a responder, contestarse: “no lo voy a firmar, así se molesten, Carlos Andrés siempre fue muy solidario con nosotros, cuando combatíamos a Somoza, en los inicios del gobierno e incluso cuando Daniel lo apartó; además, eso de un militar en el gobierno, me da mucha desconfianza, no han sido felices las experiencias en América latina”. Eso fue a mediados del 98, y no se equivocó el autor de “Castigo divino” (Edit. Mondadori, 1988).

Unos seis meses más tarde ya chávez presidente electo, pero sin asumir el cargo, Gabriel García Márquez coincidió en La Habana en lo que sería la segunda visita de una casi mudanza de chavez a Cuba. Fidel los presentó pero casi no pudieron hablar, por lo que lo invitó a regresar con él a Venezuela. Fue una conversación no muy larga, porque el viaje es de aproximadamente dos horas entre Maiquetía y isla. De lo que hablaron y sus impresiones, el Nobel publicó en febrero de 1999 una crónica en la revista Cambio de Colombia: “El enigma de los dos Chávez”, donde concluía que “había hablado con gusto con dos hombres opuestos, uno a quien la suerte le ofrecía la oportunidad de salvar su país. El otro, un ilusionista que podía pasar a la historia como un déspota más”.

García Márquez no asistió a la toma de posesión del militar, y nunca más volvió a pisar tierra venezolana hasta su muerte en México, en abril de 2014.

No tenía Chávez 5 meses en el ejercicio de la presidencia, cuando el Nobel Mario Vargas Llosa escribió el 8 de agosto de 1999 en el diario El País de España, una larga reflexión titulada “El suicidio de una nación”, donde luego de analizar el significado de la elección de chavez, para Venezuela y la comunidad internacional concluyó: “ Una siniestra nube negra ha caído de la tierra de donde salieron los ejércitos bolivarianos a luchar por la libertad de América, y mucho me temo que tarde en disiparse”.

Años después, corriendo el mes de septiembre de 2007  en una fría mañana de Ciudad de México, el público lector al pagar unos pocos pesos por el diario Reforma, leyó en su primera página una carta pública  firmada por uno de sus más queridos héroes civiles: Carlos Fuentes. En efecto, en pocas columnas, quizá un par, aparecía una misiva titulada  “El bufón del bufón” con la firma del escritor. Se refería Fuentes a la desastrosa gestión presidencial de George Bush hijo, a quien tildaba de fanfarrón ignorante, al igual que al presidente hugo chavez, vivo en aquél entonces, con quien lo comparaba; al tiempo que culminaba su breve reflexión de la siguiente manera: “en el continente americano hay dos bufones, uno el de Washington, es el más peligroso. Otro el de Caracas, es el más risible…el continente americano merece algo mejor”.

No necesitan mayor análisis las concienzudas reflexiones y premoniciones de los autores citados, sobre lo que ha sido la suerte de la nación venezolana. Pero también la suerte que podrían correr otros países de nuestra región, al dejarse llevar por la ilusión de una revolución que no fue, y que jamás podría sustituir el ideal y la praxis de lo que es y deber ser la democracia.

Juan Jose Monsant Aristimuño
jjmonsant@gmail.com
@jjmonsant

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jueves, 24 de abril de 2014

PAULINA GAMUS, EL BOTÓN ÚNICO

Las redes sociales ha logrado abrir un agujero al bloqueo informativo que ha impuesto el régimen de Nicolás Maduro

No he de callar por más que con el dedo, ya tocando la boca o ya la frente, silencio avises o amenaces miedo…. Pues sepa quien lo niega y quien lo duda, que es lengua la verdad de Dios severo y la lengua de Dios nunca fue muda.” Don Francisco de Quevedo y Villegas.

La muerte de Gabriel García Márquez ha provocado no solo un aumento en las ventas de sus libros sino también el interés por rescatar y volver a poner en circulación muchas de sus crónicas periodísticas, siempre deliciosas y llenas de ese humor que hizo de él un escritor capaz de encantar a todo público. Una de esas crónicas fue sobre el viaje que hizo en 1957 a varios países de la Europa comunista, con una visa que lo acreditaba como delegado al Congreso Mundial de la Juventud a celebrarse en Moscú. La tituló “90 días en la Cortina de Hierro” y fue publicada por la revista Cromos, de Bogotá.

De ese relato voy a citar algunos pasajes: la característica primaria y esencial de todo gobierno totalitario o con tendencia a serlo que es coartar y, de ser posible, suprimir la libertad de expresión. En su visita a la ciudad de Leipzig, García Márquez que aún no era el célebre Gabo, y sus acompañantes, se reúnen en un bar con un “expropiado”, Herr Wolf, a quien el gobierno de Alemania oriental había indemnizado miserablemente por arrebatarle su empresa. Entonces Herr Wolf se gastaba el dinero en copas en un bar que por supuesto era del gobierno, ya que el sistema había suprimido la figura jurídica de la herencia. Las otras presentes en el encuentro eran dos jóvenes estudiantes universitarias.

Escribe GGM: “No era incomprensible que Herr Wolf detestara el régimen. Lo alarmante era que las dos muchachas que no conocían otra cosa, que eran educadas por el estado con un sueldo y la promesa de un porvenir seguro, fueran tan intransigentes como Herr Wolf. Se sentían avergonzadas por la calidad de sus trajes, deseaban saber algo de París, donde se leen novelas de todo el mundo y el nylon es un producto popular. Franco (un italiano acompañante de García Márquez) les dijo que era cierto, pero les recordó que los estudiantes no tienen sueldo en los países capitalistas. Eso no les importaba. La respuesta de ellas, de la mayoría de los estudiantes que conocimos e inclusive de los estudiantes de marxismo de la Universidad Marx-Lenin, fue aproximadamente la misma: que no nos paguen nada pero que nos dejen decir lo que nos da la gana”.

Al llegar al destino final de su viaje, Moscú, Gabo escribe: “Había cosas más esenciales que impresionaron a los visitantes occidentales y que sin embargo no fueron disimuladas. Entre ellas los receptores de radio con un solo botón: Radio Moscú. Los receptores son muy baratos en la Unión Soviética, pero la libertad del auditor está limitada a escuchar radio Moscú o a no utilizar el receptor”. La radio con un solo botón en Moscú, la existencia de un solo periódico Pravda (La Verdad) órgano oficial del gobierno y del partido comunista fundidos en un mismo cuerpo para decir una sola verdad, la oficialista, fue la marca de fábrica de todos los gobiernos de Europa sometidos al régimen soviético y se extendió a la Cuba de Fidel Castro.

Pero no se crea que solo los gobiernos francamente autoritarios son los que suprimen la libertad de las personas para decir lo que piensan, la tentación es general. Muchos que se precian de ser democráticos procuran ponerle freno a los medios de comunicación para que no desnuden sus errores y vicios. 

En América del Sur los gobiernos de Evo Morales, en Bolivia, de Rafael Correa en Ecuador y de Cristina Kirchner, en Argentina, han emprendido acciones abiertamente represoras de la libertad de prensa. Pero ninguno ha llegado a los extremos del régimen bolivariano o socialista del siglo XXI, primero con Hugo Chávez y luego con su heredero Nicolás Maduro. Venezuela es hoy el país de un solo botón para la televisión y la radio. El empeño en acallar cualquier opinión crítica o disidente, se extiende a la prensa escrita a la que se niegan las divisas para adquirir el papel y los insumos que se necesitan para imprimir un periódico.

Los métodos para alcanzar la meta del botón único han variado desde el cierre abusivo de un canal de televisión -Radio Caracas TV- y la confiscación de sus equipos, hasta la compra de otros canales y la presión sobre los dos que aún permanecen en manos privadas, para que practiquen la autocensura. Distinto fue el caso de Globovisión, que hasta hace un año era el único medio televisivo que abría sus puertas a la oposición, cubría sus actividades, informaba sobre el curso real de los procesos electorales y mostraba la catadura del régimen, sus corruptelas y abusos. El método en este caso fue presionar a sus propietarios, mediante juicios amañados y multas impagables, para que vendieran el canal a un grupo vinculado al gobierno. Globovisión simula hoy mantener alguna independencia con dos o tres programas en los que según el refrán criollo, dan un tirito al gobierno y otro a la oposición. Pero se niega a informar hasta las agresiones físicas de los paramilitares del oficialismo a sus propios periodistas y el robo o destrucción de sus equipos. Y, mientras hay protestas multitudinarias reprimidas brutalmente por la Guardia Nacional, la Policía y los delincuentes organizados en los llamados Colectivos, el canal transmite las incidencias de la desaparición del vuelo MH370 de Malaysia Airlines o los resultados del fútbol europeo.

La familia Capriles, propietaria por décadas del periódico con mayor circulación nacional y el preferido de los sectores populares -Últimas Noticias- fue extorsionada al comienzo del gobierno de Chávez para colocar en la dirección del diario a un ex combativo gremialista del periodismo contestatario en la Cuarta república, transmutado en instrumento dócil del régimen chavista. El método en este caso fue reabrir un juicio por la herencia del fundador del periódico, que ya tenia sentencia firme de la extinta Corte Suprema de Justicia. Aún con ese neochavista en la dirección, de vez en cuando se colaba una que otra información crítica del oficialismo. Era más de lo que el gobierno de Nicolás Maduro podía soportar. Apareció entonces un grupo de testaferros que compró el periódico por un precio astronómico y el director que esporádicamente dejaba colar alguna opinión o información no plegada al gobierno, ha permitido ahora la presencia de censores designados por el oficialismo y se ha erigido el mismo en censor.

El botón único ha ido avanzando también en la programación radial. Son muy pocas las emisoras que conservan uno que otro programa que da cabida a opositores y a opiniones adversas al gobierno. Pero las radios llamadas comunitarias, las adquiridas por el régimen y aquellas que aún están en manos privadas pero se autocensuran para sobrevivir, copan el espectro radial del país. 

El Twitter ha logrado abrir un agujero al bloqueo informativo que ha impuesto el régimen ya francamente totalitario de Nicolás Maduro. Lamentablemente es un medio que no llega a los sectores populares sin acceso a las redes sociales. Los twitteros practicamos el libre ejercicio del periodismo, por consiguiente logramos lo que aspiraban las chicas universitarias del Leipzig comunista visitado por García Márquez: decir lo que nos da la gana. 

Y en ese decir lo que a uno se le antoja, aparece la oposición de la oposición: la que descuartiza a Henrique Capriles y a la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) por no ser suficientemente combativos ni estar en la palestra pública como debieran. 

Claro, como debieran si pudieran, porque el acceso de la MUD a la televisión está severamente restringido y Capriles está vetado del todo y no se permite su presencia física ni referencial en ningún canal. Sin embargo, todos los esfuerzos del espurio Nicolás Maduro por mantener la fachada democrática de su gobierno, han fracasado estrepitosamente. 

No hay un rincón del mundo donde se ignoren las maneras salvajes que éste ha utilizado para reprimir las protestas ciudadanas y a la par, no hay lugar en el que la gente no sepa como fue que el manirrotismo, la corrupción y la ineptitud de la revolución chavista, arruinaron al país más rico de la América del Sur.

Paulina Gamus
gamus.paulina@gmail.com
@Paugamus

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lunes, 21 de abril de 2014

GERMÁN CARRERA DAMAS, GABRIEL GARCIA MARQUEZ

Para mi un intelectual no es la persona que escribe y que exhibe cierta creatividad para manejar ideas y palabras, sino la que tiene un profundo y absoluto respeto por las ideas, que ha llegado a comprender la potencialidad de las ideas para el bien y para el mal, y no juega con ellas; que sabe que su función no es adscribirse a una corriente de pensamiento o a una tendencia política, sino ser capaz de determinar, en un momento dado, que valores fundamentales de la sociedad o de la humanidad están en juego, y servir esos valores.

Ese es el intelectual, el otro puede ser un estudioso, un sabihondo, un escritor, lo que se quiera, pero no un intelectual. Por ejemplo, yo no considero intelectual a Gabriel Garcia Marquez, porque un intelectual de nuestro tiempo no puede regocijarse ni ufanarse de una intima amistad con Fidel Castro. No.

Es un gran escritor, un gran narrador al que leo con verdadero gusto, pero no un intelectual. No tiene responsabilidad con las ideas. El intelectual es un hombre capaz de asumir el riesgo de ser el juez de si mismo, sin que tenga la garantía de que será absuelto.

El intelectual no confunde notoriedad con prestigio. Muchas veces cultiva el silencio prolongado, justamente, para madurar las ideas. Su afán no es estar presente.

Son personas para quienes pensar significa com-pro-me-ter-se, no en función del efecto que puedan causar, sino en función de lo que ponen en juego.

German Carrera Damas
german.carrera.damas@gmail.com

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miércoles, 16 de abril de 2014

PLINIO APULEYO MENDOZA, MI VENEZUELA DE AYER Y DE HOY, DESDE COLOMBIA

(El escritor plasma recuerdos y vivencias imborrables en un país que hoy se juega su destino.)

La primera vez me pareció que Caracas tenía un aire rural y en todo caso provinciano. Bajo los tamarindos de la plaza de Bolívar había gente tomando el fresco. Grillos que latían en el crepúsculo, faroles antiguos y un capitolio con su cúpula blanca y elevada como una torta de bodas parecían pertenecer a otros tiempos; quizás a los de Juan Vicente Gómez.
Yo era todavía un adolescente y aquel fue mi primer viaje solo fuera de Colombia. Caminaba por El Silencio, cuando un amigo de mi padre, Vicente Gerbasi, me reconoció por casualidad y me llevó a una fuente de soda, El Lido. Situado en un confín de la ciudad, era un islote de luz en medio de prados donde titilaban de noche las luciérnagas y los grillos hilvanaban una letárgica sinfonía rural.
No podía sospechar yo en aquel momento que Caracas iba a ser sacudida por tres décadas de vértigo; que la paz de sus patios y crepúsculos iba a saltar en añicos y que enjambres de inmigrantes españoles, italianos y portugueses llegarían a una ciudad de recientes autopistas, que se abrían o se enroscaban como pulpos y arañas, con derroches de neón, artificios de vidrio y acero. Todo aquello iba a darle a Caracas otro perfil, sin dejar casi nada de lo antiguo, salvo el Ávila y un vago perfume de flores que todavía sigue sintiéndose cuando anochece.
Tampoco podía yo imaginar entonces hasta qué punto Venezuela sería una carta constante en mi destino personal. Allí viviría por toda una década, dejando amigos, nexos, recuerdos que cualquier efímero regreso hacen revivir con intensidad. A los 22 años, cuando dejé a París, donde adelantaba estudios de Ciencias Políticas, para radicarme en Caracas y acompañar a mi padre en su exilio, mi protector y guía fue Ramón J. Velásquez. Historiador, periodista, senador y muchos años más tarde Presidente de la República, es el venezolano nacido en el Táchira que mejor conoce a Colombia.
Hoy tiene más de 90 años y yo lo conocí cuando no había cumplido 30. Entonces era un abogado pobre y flaco, que conspiraba contra la dictadura de Pérez Jiménez.
Recuerdo su casa en el barrio El Conde, muy modesta, y los artículos suyos firmados con un seudónimo que yo iba a recoger para publicarlos en un suplemento del diario La Esfera, casi clandestinamente, pues su firma era rehuida entonces por muchos directores de diarios para no tener problemas con la dictadura.
El día que agentes de la Seguridad Nacional irrumpieron en su casa a las cinco de la mañana y se lo llevaron preso, yo lo reemplacé en la dirección de la revista Élite, entonces la más importante del país, dirección que él ejercía de hecho, pero no nominalmente. Me sentí muy extraño ocupando el escritorio de aquel amigo y protector que en ese momento, quizás con esposas en las muñecas, era llevado a una cárcel de Ciudad Bolívar, de donde saldría años más tarde, en la mañana del 23 de enero de 1958.
EL REGRESO DE LA DEMOCRACIA
¡Qué día inolvidable! Tras años de vivir en un país hermético, donde nadie se atrevía a dar opiniones sobre el régimen, vi aparecer otra Venezuela. Luego de un frustrado levantamiento de una base militar de Maracay, durante tres semanas estallaron en las calles gritos y protestas –como los que hoy vemos– hasta que en aquella madrugada histórica del 23 de enero cayó Pérez Jiménez.
Gabo y yo vimos desde el balcón de mi apartamento, a las tres de la madrugada, el avión que lo llevaba a la República Dominicana. Yo no estaba en Élite, sino en la revista Momento. Había conseguido que Gabo dejara de pasar hambres en París para trabajar conmigo. Nos veo en una sala de redacción desierta escribiendo un editorial –el primero de la democracia–, mientras la ciudad vivía, en la primera luz de la madrugada y en medio de pitos y sirenas, el delirio por la caída del dictador.
“En esta primera hora de la democracia, los venezolanos celebramos...” Tan cercanos estábamos a Venezuela que podíamos escribirlo así, impunemente.
Vivimos muy de cerca la reaparición de los partidos, el regreso de su exilio de grandes dirigentes como Rómulo Betancourt, Jóvito Villalba y Rafael Caldera, los entrevistamos y escribimos muchos informes políticos, hasta que el propietario de la publicación decidió confiar aquella sección de la revista a un joven diputado de Copei, esbelto y de rotundo bigote negro: Luis Herrera Campins. ¿Podíamos imaginar que años después sería Presidente de la República? “¿Te acuerdas cómo lo regañabas por sus retrasos?”, me decía Gabo con risa.
En realidad, ninguno de los más emblemáticos personajes de esa nueva democracia nos fue ajeno. La primera entrevista con Rómulo Betancourt, cuando fue elegido Presidente, se la hice yo en su casa para este diario. A Carlos Andrés Pérez lo acompañé en un avión privado a sus parajes natales, en el Táchira. El día que fue elegido Presidente por primera vez desayuné en su casa.
De Gustavo Machado, fundador y dirigente del Partido Comunista venezolano, fui cercano amigo. Escribí, tras muchas horas de conversaciones con él, una completa biografía suya. Fue reeditada cuando cumplió 80 años y él me la envió con una nota, que todavía conservo, en la cual me llama “testigo y actor del periodismo venezolano”.
PERSONAJES INOLVIDABLES
Son muchos. Por petición de su madre, me convertí en protector paternal de una jovencita venezolana de cuya vocación de cineasta me hice cargo haciéndola viajar a París para estudiar en el Idhec. Hoy es famosa directora de cine: Fina Torres.
Nunca he podido olvidar a dos grandes figuras del periodismo venezolano, cercanos amigos: Miguel Ángel Capriles y Miguel Otero Silva, el famoso escritor y director de El Nacional. Miguel Henrique, su hijo, libra hoy una heroica batalla contra el régimen chavista.
Teodoro Petkoff, el fundador del MAS y también valeroso director del diario Tal Cual, tiene para mí una connotación familiar. Hace muchos años –no recuerdo cuántos– hicimos un largo viaje en su automóvil por las riberas del lago de Maracaibo y luego por los Andes y los llanos. Nunca olvidó él, años más tarde, que, gracias a una intervención mía, Gabo le dio a su partido, el MAS, los dineros del premio Rómulo Gallegos.
Luego de vivir en Venezuela en los años cincuenta, regresé a Colombia y luego a Francia, pero jamás perdí contacto con este, mi segundo país. Volví allí cada año. Dos hermanas permanecían en Caracas dirigiendo conocidas publicaciones. Sí, a medida que se aproximaba el fin del siglo XX no dejaba de inquietarme cierto deterioro de la democracia por culpa de una clase política, vinculada a los dos grandes partidos, que iba encerrándose, como la nuestra, en sus exclusivos intereses. El fervor popular de otros días había desaparecido.
LA VENEZUELA DE HOY¿Pude imaginar el desastre que iba a representar para Venezuela, incluso para el continente, la llegada de Chávez al poder? Francamente, no. Incluso, cercanos amigos, hoy perseguidos por Maduro, lo vieron en su momento como una nueva y promisoria alternativa. Quince años después, el desastre dejado por el régimen chavista es monumental. Puede expresarse en tres palabras: despilfarro, corrupción y autoritarismo. El chavismo tiene a la vez sesgos propios del fascismo y del castrismo.Con su desaforado populismo, logró por primera vez en Venezuela y en los países que han seguido el mismo rumbo, una peligrosa fractura social. De un lado, aparecen las maltrechas clases populares que se beneficiaron de manera efímera con las prebendas obtenidas por la renta petrolera.Del otro lado, las clases media y alta y sectores sindicales, que miran con toda lucidez las funestas políticas que han arrasado al país: la manera abusiva como el Estado ha puesto su mano en la actividad económica con su control de precios, de cambios, del comercio exterior, y el clima ingrato que ha creado para los inversionistas locales e internacionales. Baja producción, obligada importación de productos básicos, delirante escasez, la inflación más alta del continente (56 por ciento), creciente devaluación de la moneda, y las divisas agotándose cada día más.Un desastre, al cual se agrega la grave crisis hospitalaria con ausencia de medicamentos básicos, cortes eléctricos y una inseguridad que hace de Caracas la ciudad más peligrosa del planeta, con más de 25.000 homicidios por año, además de robos y secuestros.La Venezuela que ahora sale a las calles para impugnar el régimen de Maduro me recuerda a la Venezuela de ayer, la que apareció repentinamente en los primeros días de 1958, con mítines y protestas que acabaron produciendo la caída de Pérez Jiménez. Tal fenómeno, que hierve en las raíces históricas del país, ha vuelto a estallar en las calles con más fuerza que nunca. Sí, es el grito de un bravo pueblo que cuando aparece no se rinde.
Plinio Apuleyo Mendoza.
plinioapuleyom@gmail.com

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