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miércoles, 7 de octubre de 2015

EDUARDO GUZMÁN PÉREZ, FIN DE LAS IDEOLOGIAS Y DE LOS GOBIERNOS INEPTOCRATICOS

En su reciente visita a los EE.EE el templario Papa Francisco, en su crudo y   ya esperado discurso ante la ONU alerto al mundo, que se está iniciando una conflagración bélica mundial, a la que  llamo, “Una tercera Guerra Mundial  por partes”.   

De igual manera,  en estos tres primeros  quinquenios del siglo XXI se está cumpliendo, inexorablemente, aquello que el polímata   doctor Arturo Uslar Pietri predijo en  1998, de  que esta nueva centuria, “ pondría final  al siglo ideologías”,  que fue una  metodología que utilizaron dictadores, déspotas  y demagogos populistas  para oprimir y manipular a los pueblos(Rusia, Alemania del Este, China, Korea, Cuba, etc.  Y en lo adelante,   se impondrán  formas de gobierno soportados en la tecnología, la probidad,  el desarrollo y  la planificación, dejando atrás gobiernos y regimenes  cleptocraticos- Ineptocratico, que son aquellas formas de administración  de los Estados  mediante sistemas de gobiernos  operados  por los más ineptos y los menos capaces  que son los que han asumido la conducción de las sociedades en este pasado siglo XX. 
Gobiernos que han sido  elegidos por los menos capaces  para producir bienestar a sus pueblos, y donde esos  menos capaces de mantenerse a sí mismos y lograr el éxito,  son  sostenidos  en el poder por aquellos  menos capaces  y no por los pocos que si producen bienestar.  Que cada vez son menos;  vale decir,   son  aquellos  gobernantes  ineptos, demagogos-populistas-clientelares,   que son  siempre  los más corruptos.  Quienes  mediante subterfugios y manipulaciones electorales  eligen a otro  inepto, que luego se proclama  nuevamente  el “fundador y benefactor  de la Patria Nueva, ” para que continúe  favoreciendo con bienes y  prebendas  producto de la corrupción y la delincuencia organizada  a él y a  sus acólitos,  con  servicios y recursos derivado de los dineros del estado  que son  del pueblo.
Arturo Uslar Pietri, quien fue un crítico y planificador visionario a lo largo de los dos últimos tercios del siglo XX, que van desde  J.V. Gómez, hasta su muerte ocurrida en el 2001, también se hizo eco de los cambios ocurridos en Venezuela en la época del boom petrolero en su obra “De una a otra Venezuela”
Claro, en donde alertaba a que  se seguía  manteniendo el nivel de dependencia económico mono productora petrolera, a los venezolanos seguimos dependiendo  antes en tiempos de la democracia Ineptocratico   y  más aun ahora en “tiempos de revolución”,  de la renta petrolera que al final, como dice el doctor Uslar  “…cambiamos petróleo por dinero, y ese dinero no lo cambamos por riqueza permanente…”, esta frase  ejemplar denotaba la preocupación de Uslar Pietri por el asunto de la economía petrolera.  Observándose, una genuina duda sobre el petróleo como bendición y maldición al país, bendición por la riqueza súbita y gratuita que siempre llena las arcas que hasta su aparición siempre estuvieron en baja,  y maldición,  porque esa misma posibilidad no hace que (al parecer) se invierta en otras actividades económicas de largo aliento y que harían del país una mejor nación. 
Para las décadas de los 80 y 90,  el país convulsionado ante una vuelta a los días de la inestabilidad política y fiscal que creíamos olvidados, estuvieron  signadas por un epilogo donde  el doctor Uslar,  hizo gala de su esclarecido y prodigo  intelecto, al establecer paralelismos entre aquello que dijo y predijo en la década de los 30-40, y lo que sucedía en aquellos días, terminando y  prediciendo la  llamada “La era del parasito feliz”. Una  frase lapidaria con la que  Uslar Pietri nos avisa que debemos ponernos en movimiento y  exaltar todas las otras posibilidades económicas,  “antes que el petróleo termine finalmente  por ahogarnos a la mayoría”, como sucedió  ahora “en revolución”, Alea jacta est ”
Jose Eduardo Guzman Perez
guarauno2000@gmail.com
@guzmanperez1

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lunes, 5 de octubre de 2015

THAYS PEÑALVER, ¿QUÉ HACER CON LOS MILITARES?

Venezuela debe proteger sus intereses fuera de las fronteras pero el liderazgo opositor ignora cuantas divisiones tiene la Fuerza Armada

Esta semana en el programa de radio “Y así nos va” por RCR, mis buenos amigos Daniel Lara y Nehomar Hernández me hicieron la pregunta sobre, si en una hipotética nueva República habría que iniciar la discusión de eliminar o no a los militares, siguiendo el modelo de Costa Rica y de otros 25 países que los suprimieron o nunca los tuvieron, ¿Qué hacer con los militares? Paso a responder con lo siguiente: ¡Nada! Absolutamente nada.

Esa es la respuesta más clara y precisa. Y antes de que ponga el grito en el cielo y corra a Twitter a declarar a los cuatro vientos su indignación y a decirme que está en total desacuerdo, permítame explicarlo hasta el punto final de éste artículo, porque es muy posible que se moleste aún más cuando diga lo segundo: ¡a quienes hay que arreglar, es a los civiles! Porque verán, el problema en Venezuela es y siempre ha sido, civil.

Eliminando el hecho de que Costa Rica es más bien un mito y el resto son pequeñas islas o que Suiza tiene más aviones de combate y tanques que Venezuela, el caso de este país centroamericano es que en realidad no eliminó a los militares, porque estos, se eliminaron solos a partir de 1914 sobre todo desde la vergonzosa derrota de 1921 (Guerra de Coto) hasta su Guerra Civil, en la que lo que quedaba del ejército se enfrentó en superioridad numérica y de armas a maestros y civiles, siendo derrotados por estos últimos con palos y piedras. Vergüenza tras vergüenza y sumadas las crisis económicas, llegado 1948 la verdad es que el ejército había muerto de mengua, en un país pobre en extremo que no tenía alguna manera de reorganizarlo.

Quienes sí fuimos pioneros en eso, resultamos ser nosotros los venezolanos y sus desconocidas historias, porque fue “el gran visir de la política de Medina” Arturo Uslar Pietri, quien convence al “general” de eliminar a las Fuerzas Armadas y convertirlos en una “Guardia Nacional extendida” “y no darles el rango de un ejército normal, al estilo europeo”, por eso aunque pasó a la historia como un (inentendible) complot adeco, la verdad desde el punto de vista de los alzados es que fue “Arturo Uslar el responsable de que nosotros, en las Fuerzas Armadas, insurgiéramos contra Medina” (Pérez Jiménez dixit).

Superado el tema del caso Costa Rica y apelando a los límites geográficos de Venezuela, Pérez Jiménez tenía razón en algo y me refiero a nuestra situación geopolítica. Venezuela al norte delimita con el Mar Caribe y sus peligros por estar sentados sobre las reservas de oro negro más grandes del planeta. Al Sur con un ejército de ocupación de garimpeiros cuyo grito es ¡Oro para el Brasil!, al oeste colindamos con un enorme problema limítrofe que grita ¡El golfo es de Colombia! con tres ejércitos hostiles y en armas con cientos de miles de hombres y al este limitamos con un grito que dice ¡El Esequibo es de Guyana! con un puñado de generales gritándonos como si fuéramos idiotas. Digo que tenía razón Pérez Jiménez, porque si no hubiéramos tenido los camberras para disuadir en su momento a unas fuerzas “que nos superaban en mar y tierra” con la famosa frase: “si sus fuerzas no salen de la zona venezolana (El barco colombiano Almirante Padilla había disparado sus cañones sobre Los Monjes) a primera hora, mis camberras volarán sobre Bogotá” (sic) y si Uslar Pietri se hubiera salido con la suya, hubiéramos sido colonia soviética desde los años sesenta y no un experimento mediocre, a destiempo y moribundo en el siglo XXI.

Pero a veces se nos olvida que los “militares” no solo están para defender nuestro territorio, sino en todo lugar donde ondee nuestra bandera o donde nuestra bandera tenga intereses. Pongo un ejemplo: hasta 1999 Venezuela poseía la tercera flota atunera más grande en el Pacífico y era responsable, junto con la mexicana, del sesenta por ciento de la capacidad instalada, si la flota civil de pesca vuelve a ser lo poderosa que fue, nuestra Armada deberá ser igual de poderosa y estar allí para protegerla en caso de “conflicto de intereses”, así como nuestros buques petroleros y nuestros activos en el exterior.

Así que yo no soy de las que cursimente repite como loro, que nuestras fuerzas están aquí para proteger la integridad de nuestro territorio soberano, ni mucho menos la idiotez del espacio ultraterrestre supra yacente ¡No!, lo digo con propiedad, nuestras fuerzas deben estar allí para disuadir al más pintado y si no, prestas a patearle el trasero a quien sea que amenace nuestros intereses.

Por eso la responsabilidad de los civiles no consiste en hablar tonterías sobre lo militar, sino en garantizar las discusiones necesarias para ver si se cumplen los elementos óptimos de la defensa de estos intereses. Y allí está la gran falla del mundo político y civil venezolano que nunca ha puesto sobre el tapete  el tema militar (más allá de los clichés de siempre y socializar con ellos) y no únicamente por cobardía, sino por algo mucho peor, por una supina torpeza civil del mundo militar.

“En el liderazgo opositor” -me explicaba un amigo de la Armada ya retirado- “es imposible encontrar un referente sobre nuestro futuro” porque lo único que se localiza es “anclada la flota de la ignorancia” (sobre el tema), que se manifiesta casi diariamente en los ataques a la institución militar o en los peligrosísimos clichés de siempre sobre como con el costo de un avión militar se podrían construir tantas escuelas, entre otras barbaridades. Otro amigo general (R) y una de las personas más inteligentes que he conocido, me explica que si le hiciéramos un “quiz sorpresa” a los líderes opositores y les preguntáramos por ejemplo: “¿quién podría definir con precisión lo más básico, cuántas divisiones tiene el ejercito de Venezuela o como están estructuradas? “¿Cómo pueden hablar de que algo necesita arreglo, si ni siquiera nos conocen?”. Otro experto civil, luego de haber sido llamado para hacerle una presentación a un conocido partido político, observó que luego de su esfuerzo para hacerles comprender técnica y objetivamente la evolución del apresto operacional, al día siguiente escuchó “las declaraciones más disparatadas e insultantes”, ¿Para qué llamarlo si preferían estar en su ‘zona de confort’ aún a costa de insultar a los militares y en especial, a su trabajo?

Por eso, si no aderezamos primero a los civiles y el profundo desinterés de buena parte de los políticos civiles, jamás superaremos los problemas atávicos y en especial los que venimos arrastrando desde nuestra independencia y que aquejan a esa obra, que por más que tenga orígenes históricos, es de muy reciente construcción (mediados del siglo XX) llamada Fuerzas Armadas Nacionales o como las llamaron ahora, Fuerza Armada Nacional.

Thays Peñalver
thays.penalver@me.com
@thayspenalver

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domingo, 16 de junio de 2013

NARCISO GUARAMATO PARRA, ARTURO USLAR PIETRI

El escritor norteamericano Charles Van Doren define a un hombre o mujer renacentista como una persona de muchos logros y talentos. Este hombre no es ni un experto ni especialista, sabe algo más que un poco de “todo” en lugar de saberlo “todo” sobre una pequeña parte del espectro total del conocimiento moderno[1]
Aunque la velocidad de generación de nuevos conocimientos que presenta actualmente la humanidad hace imposible encontrar a un “hombre renacentista”, existen algunos individuos muy cercanos a este concepto. Venezuela tuvo el privilegio, durante casi todo el siglo XX, de tener entre sus hijos a uno de ellos.. Para la gran mayoría de venezolanos este hombre es indudablemente Arturo Uslar Pietri, de quien su amigo de toda la vida y valor de las letras venezolanas, Miguel Otero Silva, manifestó: Arturo Uslar Pietri es la inteligencia mejor organizada y mejor amueblada del siglo XX.[2]
Al momento de su muerte, Arturo Uslar Pietri pertenecía a la Academia de Ciencias Políticas y Sociales, a la Academia Nacional de la Historia, a la Academia Venezolana de la Lengua y la Academia Nacional de Ciencias Económicas. Como podemos ver sabía un poco más que algo.
Reseñar casi 95 años de prolífica vida en tan corto espacio es una tarea casi imposible, nació en caracas un 16 de mayo de 1906 y murió en la misma ciudad el 25 de febrero del 2001. Sus padres fueron: Arturo Uslar Santa María y Helena Pietri. En tan longeva existencia, entre otras cosas, podemos destacar:
En 1929 se Gradùa de Doctor en Ciencias Polìticas en la Universidad Central de Venezuela. Es uno de los principales escritores del país, con 7 novelas en su haber, 5 libros de cuentos, 31 libros de ensayo, 6 de crónicas de viaje, 2 libros de poesía y 2 obras de teatro. Obra en conjunto que le permitió ser reconocido en dos ocasiones con el premio nacional de literatura y recibir el premio Príncipe de Asturias de las Letras, uno de los más importantes reconocimientos de habla hispana.
Al inicio de su trayectoria laboral, se desempeño como funcionario público, ejerciendo como: Presidente de la Corte Suprema de Justicia del Estado Aragua (1934); Jefe de la Sección de Economía del Ministerio de Hacienda (1936); Director de Información de la Cancillería (1936); Director del instituto de Inmigración y de Colonización (1939); Ministro de Educación (1939); Secretario General de la Presidencia.(1941), Ministro de Relaciones Interiores (1945); Fue Candidato presidencial. (1964); Senador (jubilado) de la República de Venezuela; Profesor de Literatura venezolana en la Universidad de Columbia. (1946); Profesor de las cátedras de Literatura venezolana en la facultad de Filosofía y Letras y de Economía en la facultad de Derecho de la UCV.
Realiza estudios de Publicidad durante su exilio en Estados Unidos. Cuando regresa al país se incorpora a ARS Publicidad, donde llega a pertenecer a la Junta Directiva.
Fue articulista por muchos años en distintos medios de información impresa, su columna “Pizarrón” se mantuvo con algunos lapsos de interrupción, por 50 años, en el periódico “EL NACIONAL”, del cual fue su director (1969-1974)
Revolucionó el concepto de Televisión Cultural con su programa “Valores Humanos”, el cual se transmitió por más de tres décadas. Fué embajador de Venezuela ante la UNESCO (1975-1979).
Isbelia Sequera Tamayo
Isbelia Sequera Tamayo, Individuo de Número de la Academia Nacional de Ciencias Económicas y su amiga personal nos comenta: Arturo Uslar Pietri también es pionero en otros campos. En la literatura abre el espacio para la novela histórica con sus Lanzas Coloradas y junto a sus seis novelas más como Oficio de difuntos, la isla de Robinson y la Visita en el tiempo, entre otras, obtiene los más preciados galardones de la narrativa mundial. Con Barrabas y otros cuentos quiebra los moldes tradicionales. Y, también percibe el sentido del realismo mágico en la literatura latinoamericana. Como ensayista abarca con gran profundidad y sabiduría los principales aspectos del acontecer humano. Como divulgador del conocimiento no hay otro igual. Sus Valores humanos en la televisión, y su Pizarrón en la prensa así lo atestiguan. Como Político presenta al país una opción de gobernabilidad sustentada en el Humanismo democrático.
Es, asimismo el hombre de carne y huso que vivió su entrono familiar, con su noble esposa Isabel y sus dos hijos, en un ambiente de amor, comprensión, felicidad y paz.[3]
Es digno de admirar como una persona puede hacer tantas cosas en la vida y hacerlas todas bien. Refiriéndose a lo realizado a lo largo de su vida Arturo Uslar Pietri especifica: “Yo no soy un producto de ningún plan, de ningún proyecto que concibiera hasta ahora. Fui un producto de mi manera de ser, e mi manera de entender y sentir, de mi noción de lo que era el país. Toda mi vida me he valido de todos los medios, por ejemplo, la labor que yo hice con la televisión no la ha hecho nadie en Hispanoamérica, divulgando conocimientos de una forma sencilla y directa.”[4]
El primer contacto de Arturo Uslar Pietri con la economía se ubica en el año 1936 cuando el Dr. Alberto Adriani lo invita a ser el jefe de la sección de economía del Ministerio de Hacienda, pero su contribución a la ciencia económica se ubica fundamentalmente en dos áreas: sus artículos periodísticos y la educación universitaria.
El 14 de julio de 1936, en el diario “Ahora”, aparece una editorial escrito por Arturo Uslar Pietri y titulado “Sembrar el petróleo”, en el cual el autor señala su inquietud por el carácter rentista de la industria petrolera venezolana.
Urge crear solidamente en Venezuela una economía reproductiva y progresiva. Urge aprovechar la riqueza transitoria de la actual economía destructiva para crear las bases sanas, amplias y coordinadas de esa futura economía progresiva que será nuestra verdadera acta de independencia. Es menester sacar la mayor renta de las minas para invertirla totalmente en ayuda, facilidades y estímulo a la agricultura, la cría y las industrias nacionales. Que en lugar de ser el petróleo una maldición que haya de convertirnos en un pueblo parásito e inútil, sea la afortunada coyuntura que permita con su súbita riqueza acelerar y fortificar la evolución productora el pueblo venezolano en condiciones excepcionales.[5]
Han pasado más de 70 años y todavía la frase marca el ritmo de discusión sobre el futuro de la industria petrolera Venezolana. El Dr. Silva Michelena comenta al respecto: “En Venezuela la famosa frase de Uslar Pietri sembrar el petróleo, lanzada como lema en 1936, ha visto transcurrir setenta años sin que se haya tenido claridad sobre el verdadero carácter de esa siembra. No se trata de repartir a todo el mundo el petróleo, no se trata de hacer demagogia, no se trata de proclamar que el petróleo va directamente al pueblo. Se trata de comprender que Venezuela, como país petrolero, debe asumir plenamente esta circunstancia natural, y buscar activamente la integración productiva y no rentística de la industria a la economía mundial.”[6]
Los Profesores Baptista y Mommer nos explican el significado inicial que tuvo esta frase para el Dr. Uslar Pietri: “Con una visión reminicente de la concepción fisiocrática del mundo económico, caracterizaba allí a la agricultura como economía reproductiva y progresiva, en tanto que designaban a la minería como economía destructiva y por consiguiente, efímera.”[7].
Pero dejemos al propio Uslar Pietri que sea quien nos explique cuál es el significado de la frase: 
“El tema central de la política económica venezolana puede sintetizar en esta consigna perentoria: Sembrar el petróleo. Es decir, no abandonarnos a la poderosa corriente unilateral que constituye la industria petrolera, sino por el contrario, canalizarla, dirigirla, aprovecharla, para que con su fuerza y riqueza anime y movilice todas las actividades económicas del país.”[8]
Roberto Briceño León[9] nos muestra una visión más completa de la evolución a de esta frase, que ha originado concepciones muy particulares de lo que debería ser la economía venezolana: “Para Uslar Pietri el sentido original de la frase era bastante literal, se trataba de usar el provento del petróleo como semilla para sembrar en el campo, en la agricultura, es decir, para apoyar la construcción de un modelo de país rural y en cierta medida agro-exportador […] Sembrar en el campo era una manera de poder generar una modernización del campo, quizá para poder hacer de los campesinos obreros agrícolas o hasta una clase media compuesta por propietarios medianos tipo “farmers”, pero, en cualquier caso, lo que se proponía era dejar a la población en el campo y evitar su venida a la ciudad.” […]
Esta frase ha tenido sin embargo dos diferentes acepciones: una es sembrar el petróleo en la industria; y, la otra, sembrarlo en la gente. La siembra en industrialización se la concibe como un medio para crear empleos y “desarrollar” al país. Esto se ha manifestado de maneras distintas: una es la construcción de obras públicas, y la otra el proceso de substitución de importaciones. En la práctica ello ha significado la ceración de un mercado de empleo más diverso y, en consecuencia, la aparición o refuerzo de ciertos grupos sociales.”[10].
En los últimos años se ha iniciado un proceso de revisión de la frase Uslariana, de cómo debe interpretarse o redefinirse, para así justificar un nuevo enfoque del papel del petróleo en la economía venezolana. Al respecto el Dr. Asdrúbal Baptista nos comenta: ” En lo relativo a las nuevas prácticas, por su parte, lo sobresaliente es el intento de redefinición del viejo y sobado lema “sembrar el petróleo”. El ámbito de significación de la frase, sólo local y económico como lo ha sido, se le quiere ahora desbordar para cubrir también lo internacional y lo político.[11]
Arturo Uslar Pietri fue profesor jubilado, en el año 1937 se desempeñaba como profesor de la Cátedra de Economía Política en la Facultad de Derecho de la Universidad Central de Venezuela y publica lo que puede considerarse el primer texto de economía adaptado a la realidad Venezolana. “Sumario de Economía Venezolana, para alivio de los estudiantes”, el cual no era en realidad un libro de texto tal cual se concibe en la actualidad. Era una mezcla de Informe económico, libro de geografía e Historia económica. La Dra. Isbelia Sequera Tamayo quien utilizó el libro en su época de estudiante, lo describe de la siguiente forma: “No es un libro fácil, va mucho más allá de su condición de alivio a los estudiantes, o para cumplir una exigencia académica. No, es mucho más que eso. Es un libro que aporta al país un haz de informaciones, de análisis, de reflexiones y de alternativas que tiene planteado en su destino […] Es, en síntesis un libro lúcido, un libro en el cual se cuantifica con muy poca emosión, con gran frialdad y objetividad científica las diferentes situaciones de carácter económico-político que vive Venezuela a lo largo del tiempo, enmarcadas en el medio físico y Social.” [12]
Arturo Uslar Pietri alega que la razón que le motivo a escribir el libro era la inexistencia de un texto adecuado a la idiosincrasia del venezolano, en el prólogo de la primera edición de libro. AUP, nos comenta al respecto: “Estos apuntes, en su primera versión, fueron hijos de la necesidad […] Los textos usuales eran extranjeros y cuando hablaban de experiencias monetarias se referían siempre al dólar o al franco sin que por ninguna parte asomara un atisbo siquiera de los complejos fenómenos que determinan el valor del Bolívar en el mercado de cambio como tampoco se encontraba noticia alguna sobre nuestra situación demográfica, sobre los problemas de nuestra producción, ningún análisis de una política económica nacional, ni una brizna siquiera de nuestros campos, ni una vaharada del sudor de nuestros hombres.” [13]
Visionario de una realidad actual, hoy todavía nuestros estudiantes de economía siguen estudiando básicamente con libros extranjeros, alejados totalmente de nuestra realidad como país monoproductor, como país petrolero.
A pesar de la significativo de que uno de los mejores escritores de habla hispana haya contribuido con la literatura económica, el principal aporte de Uslar Pietri a los estudios de economía en Venezuela, se ubica cuando, en el, año 1936, junto a los Doctores: José Joaquín González Gorrondona, Tito Gutiérrez Alfaro y José Manuel Hernández Ron, funda la Escuela Libre de Ciencias Económicas y sociales de la UCV, adscrito a la Facultad de Derecho y precursora de la actual Facultad de Ciencias Económicas y Sociales.
En el futuro las nuevas generaciones de venezolanos recordarán a Arturo Uslar Pietri como un gran novelista y cuentista, como un gran intelectual pero serán pocos los que lo recuerden como un hombre que fue fundamental para el inicio de los estudios de la economía en Venezuela, ganándose con mérito propio el ser reconocido como un protagonista en la economía venezolana.

[1] Van Dorien, Charles. “Breve Historia del saber la cultura al alcance de todos”.Editorial Planeta. España. 2006. p.210.
[2] Eskenazi, Margarita. “Uslar Pietri Muchos hombres en un solo nombre”. Editorial Caralex. Caracss . 1998. p.13
[3] Presentación del libro: “Sumario de economía venezolana para alivio de estudiantes”.de Arturo Uslar Pietri, BCV, Colección Memoria de la Economía Venezolana. Caracas. 2006. p.14
[4] Arráiz Lucca, Rafael. “Arturo Uslar Pietri. Ajuste de Cuentas”. Los libros del Nacional. Caracas. 2001. p.45
[5] Uslar Pietri, Arturo. “Pizarrón”. Biblioteca Arturo Uslar Pietri. Los libros del Nacional. Caracas 2006. p.91
[6] Silva Michelena, Héctor. “El pensamiento económico venezolano en el siglo XX, Un postigo con nubes”. Fundación para la Cultura Urbana. Caracas,.2006. p.51.
[7] Baptista, Asdrúbal y Bernard Mommer. “El petróleo en el pensamiento económico venezolano” . Tercera reimpresión. Ediciones IESA., Venezuela 2006. p 15
[8] Uslar Pietri, Arturo, “Sumario de Economía venezolana Para alivio de estudiantes”. P.161
[9] Doctor en Ciencias Sociales, Director de Laboratorio de Ciencias Sociales, LACSO. Profesor titular de la UCV.
[10] Batista, Asdrúbal. (coordinación ). “Venezuela siglo XX, Visiones y Testimonios”. Fundación Polar. Caracas. 2000. p.138
[11] Baptista, Asdrúbal, en el prólogo de “El relevo del Capitalismo Rentístico Hacia un Nuevo Balance de Poder”. Fundación Empresas polar. 2006.
[12] En la presentación de “Sumario de economía venezolana” Pags. 13 y 14
[13] Ibid. p.53e
guaramatoparra@gmail.com
@guaramatoparra

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miércoles, 29 de mayo de 2013

NARCISO GUARAMATO PARRA, VENEZUELA Y SU PETRÓLEO, OPINIÓN DE MAXIN ROSS, ECONOMIA AL ALCANCE DE TODOS

Rompo la secuencia de artículos sobre los retos de política económica que tiene el gobierno para presentar un punto de vista sobre lo que hemos hechos los venezolanos con el petróleo. Una breve historia ilustra una propuesta para el futuro.
VENEZUELA ES SU PETRÓLEO.
Esta frase sintetiza una era de explotación del crudo que tiene, como todo, aciertos y errores y sería muy difícil evaluar en su totalidad, aunque destacan algunos hitos que marcan nuestra historia petrolera. Por ejemplo, saber pasar inteligentemente de las grandes concesiones a las reivindicaciones fiscales que caracterizaron  los comienzos de siglo y donde estuvieron los pioneros del nacionalismo petrolero venezolano. Luego el otro gran hito, al nacionalizar las empresas extranjeras, estatizarlas realmente[1], reconocerle a quienes manejaron esa transición hacerlo con gran criterio y colocar a PDVSA en los primeros lugares del ranking mundial petrolero.
Después de esos dos grandes momentos vino retroceso, tras retroceso, principalmente caracterizado por la pérdida continua de capacidad productiva, de mercados, de poder de transformación industrial y de cada vez menos presencia e influencia internacional. Un límite lo marca la apertura iniciada a mediados de los noventa y revertida dramáticamente desde los años 2000 a la fecha, repitiéndose el mismo ciclo  de pérdidas en todos los frentes, hasta materializarse en la precaria situación de PDVSA. Venezuela es hoy lo que hicimos con el recurso y así seguirá si no alteramos la ruta que nos condujo a ella.                                               
¿SEMBRAR EL PETRÓLEO?
Con esa frase se inaugura el estado de conciencia del impacto del petróleo en la vida social venezolana y la intención de romper la inercia que ahoga a Venezuela. Puesta en la opinión pública tempranamente por Uslar Pietri y seguida por Betancourt, fue el llamado de atención para no despilfarrar el valioso recurso, convertirlo en ganancia al impulsar la industria y la agricultura y cerrarle el paso al “festín de los millones”. Pero no lo hicimos. Hoy nos encontramos casi, para no decir totalmente, en el mismo lugar que en 1936 porque los resultados económicos y sociales de la era petrolera ¡son decepcionantes!
Que todavía nuestras ciudades estén rodeadas de miseria, de millones de ranchos y que el tema de la pobreza no se haya superado lo demuestran.
¿REPARTIR O INVERTIR LA RENTA?
Evaluando esa trayectoria de uso del recurso, en especial del excedente económico  que genera y que llamamos renta, esto es el impacto económico y social que ha tenido en nuestro país, encontramos con que, prácticamente, lo que hemos hecho es repartir la renta. Hallamos plena justificación para convertirla en la dádiva paternal y protectora, fuese a través de programas sociales o misiones, pero descuidamos lamentablemente un principio económico básico: ese excedente es el ahorro nacional por excelencia y, por tanto, tendría que ser totalmente invertido[2]. Debimos  comprender que es el medio idóneo para restaurar ese capital, sustituirlo por otras capacidades  productivas que permitan atenuar todo lo posible la dependencia del petróleo. Por ello propongo como consiga para los años por venir:
 ¡INDEPENDIZARNOS DEL PETRÓLEO!
Ahora que los tiempos del petróleo pueden estarse acabando para Venezuela, no como creyeron  nuestros predecesores, que había que “sembrarlo” antes de que se agotara, sino porque el mercado energético mundial y continental muestran cambios fundamentales ahora, con carácter de urgencia debemos Independizarnos del  Petróleo y colocar todo el excedente en un Fondo de Ahorro[3], tal como lo han hecho muchos países[4] e invertirlo estrictamente en la creación de capacidades productivas distintas al petróleo y bajo la estricta condición de que generen divisas alternativas.
Ese Fondo de Ahorro tendría que ser manejado por una representación significativa de la sociedad venezolana y separarlo de la administración estatal, además de que el artículo primero de sus estatutos prohibiría taxativamente cualquier intento de reparto. Solo así Venezuela podría superar la era de la hegemonía económica y política del petróleo.
maximross@cantv.net
[1] Cuando se llevaron por delante las pocas iniciativas venezolanas para entrar en su explotación.
2 Reconozco que intentos hubo por romper esa inercia con la creación de Fondos de Inversión en distintas épocas, pero terminaron destruidos o convertidos en meros repartos de renta.
3 Propuesta adelantada por otros en Venezuela, con ciertas diferencias. (Ver Monaldi y Rodriguez. IESA).
4 Noruega, Méjico, Chile, Arabia Saudita, Emiratos Arabes  (Dubai, Abu Dhabi) y otros lo han logrado
nguaramato@gmail.com

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miércoles, 5 de diciembre de 2012

NELSON ACOSTA ESPINOZA, FEDERALIZAR EL DISCURSO, OBSERVATORIO VENEZOLANO DE LAS AUTONOMÍAS

Nos parece que la oposición democrática confronta un dilema político. Dos son sus vertientes: conceptual y práctica. Vamos a intentar desarrollar algunas ideas en torno a esta disyuntiva.
En relación al primer aspecto, pudiéramos destacar que fracciones de la oposición hacen suya una concepción monolítica del país que no se presta para la valoración positiva de las diferencias que proporcionan identidad al colectivo nacional. En el plano práctico y, articulado a esta visión, sus organizaciones ejercen un “centralismo” que resta eficacia práctica e ideológica a la lucha política; operan, por así decirlo, con herramientas conceptuales que no facilitan la creación de un proyecto político alternativo.
Esta concepción se encuentra anclada en una tradición intelectual que ha tenido un cierto protagonismo en el campo de las ideas en el país; consiste en una visión de raigambre positivista que nos conceptualizaba de forma unitaria y apostaba a la acción efectiva del hombre providencial. Modernizar, por ejemplo, fue pensado como un acto “civilizacional” que desplegaba su racionalidad desde el centro hacia la periferia.
En el plano político, a lo largo del siglo XX hasta el día de hoy, este proyecto fue conceptualizado con la famosa frase, (Uslar Pietri dixit) de “sembrar el petróleo”. Más allá de su obvio significado, esta expresión equivalía a la idea, de acuerdo a la cual, que modernizar consistiría en domar los atavismos culturales regionales que obstaculizaban el acceso a una supuesta condición moderna, unitaria y homogénea para todo el país. Un “Santo Luzardo” gubernamental llevaría la civilización a los espacios emblemáticos donde reinaba, una “Doña Bárbara”, símbolo de la barbarie. Desde Pérez Jiménez a Hugo Chávez, con distintos apellidos, ha prevalecido este afán voluntarista de proporcionar homogeneidad a la diversidad que nos caracteriza como pueblo y nación. Desde luego, siempre cabalgando sobre el potro de la renta petrolera.
Un proyecto político alternativo debería asumir discursivamente esta relación entre lo “uno” y lo “diverso”. En otras palabras, pensar al país en términos del juego infinito de sus diferencias. Una oferta federal, en consecuencia, debería traspasar los límites de las propuestas jurídico-constitucionales y hundir sus raíces en los particularismos e identidades que alimentan conflictos y antagonismos que enriquecen nuestra complejidad cultural y política.
Desde luego, la defensa del Estado Federal y Descentralizado forma parte de la agenda de la oposición que se encuentra amenazada por las propuestas que encierra el llamado Estado Comunal. Esta es una tarea que hay que llevar a cabo. Pero, insisto, no es suficiente. Es indispensable desmoronar el contenido centralista que existe en el discurso que intenta enfrentar este proyecto del Estado Comunal. Desde una visión monolítica del país no sería posible tener éxito. Es por ello que proponemos la “federalización” del discurso político. En otras palabras, enfatizar las pequeñas narrativas y construir una visión de país que dé cuenta de sus diferencias y la diversidad cultural que nos define como nación.
Como sabemos, la uniformidad no es democrática.
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miércoles, 12 de octubre de 2011

ARTURO USLAR PIETRI SÁBADO: LOS VENEZOLANOS Y EL TRABAJO. 1 DE MARZO DE-1997

Culturalmente, el venezolano no ha asociado nunca la idea de riqueza con la idea de trabajo. Este es un aspecto muy importante, digno de ver. Somos los hijos de una herencia cultural y, en el fondo de nosotros, a veces subconsciente o inconscientemente, aparecen esas concepciones casi instintivas que hemos recibido, que hemos mamado, que hemos heredado de un pasado muy remoto.

Habría que empezar por evaluar esa herencia cultural. Empecemos por el español del siglo XVI; no valoraba el trabajo, lo despreciaba, el trabajo era servil, el trabajo descalificaba socialmente, no se podía ser hidalgo, condición a la que aspiraban millares de españoles o que la ostentaban, si se podía probar de alguna manera que se había trabajado alguna vez o que se trabajaba. Para el hombre de condición, para el hombre de respetabilidad social, el trabajo no entraba en las posibilidades, las cuales eran muy sencillas: o la corte, la función pública; o la guerra, la acción armada que permitía a una persona subir socialmente; o la iglesia. Esos eran los caminos que estaban abiertos. El camino del trabajo no existía porque descalificaba socialmente.

Hay dos personajes que la literatura Española del siglo XVI ha retratado admirablemente y que reflejan este conflicto fundamental. Uno es el hidalgo Don Quijote era la personificación del hidalgo por excelencia, pero como Don Quijote había millares de hombres que vivían en la pobreza, en la mayor estrechez, para mantener sus pretensiones de nobleza, para no descalificarse socialmente, llegando a los mayores sacrificios. En uno de los grandes libros de la literatura española del siglo XVI, El lazarillo de Tormes, que es una obra fundamental para entender nuestro pasado cultural, se pinta el caso del hidalgo que se moría literalmente de hambre, que mandaba a su criado a pedir limosna en las calles porque el no podía trabajar, porque si trabajaba se descalificaba socialmente. Había un menosprecio inmenso del trabajo, el trabajo descalificaba, el trabajo era servil, era para los villanos, para los servidores pagados, pero la gente que aspiraba a alguna consideración social no podía trabajar. Eso duró mucho tiempo y eso lo trajeron a América los conquistadores españoles. Los hombres que venían a la conquista de América venían porque no querían trabajar, venían de hacer actos heroicos, a jugarse la vida para no trabajar, para ser señores, venían a América a ser señores y eso estaba en el fondo de la mentalidad de ellos, de modo que el trabajo no entraba en su panorama moral y social.

Eso llegó hasta el final de la colonia. Ya muy adelantado el siglo XVIII, el padre de Don Francisco de Miranda se vio negado y objetado en su aspiración a que se le considerara miembro de la nobleza criolla porque tenía una tienda, trabajaba, y eso lo descalificaba socialmente. Esta es una herencia muy importante que está en el fondo de nuestros genes, el menosprecio al trabajo, y que lo refleja mucho el refranero criollo, el trabajo es para los burros, el hombre inteligente y vivo no necesita trabajar, tiene otras vías y otros caminos.

El otro personaje, junto con el hidalgo, que aparece en la España del siglo XVI es el pícaro. El pícaro también explica nuestra herencia cultural. Así como el hidalgo se dejaba morir de hambre para no trabajar, el pícaro hacía las cosas más audaces, atrevidas e ingeniosas para no trabajar, para vivir al margen de la sociedad haciendo engaños, maniobras y vivezas.

Junto a ellos tenemos a otro actor cultural, el indio. El indígena, en general, estaba en una etapa muy primitiva de evolución y la mayor parte de ellos era cazadora y recolectora, de modo que la idea de trabajo, el concepto europeo de trabajo, no entraba en su mente.

El primer gran fracaso que tuvo la colonización española en América, allá en la época de Santo Domingo, fue la imposibilidad de hacer que el indio trabajara. No podía trabajar, no entendía el trabajo. El no trabajaba, él cazaba, pescaba, recolectaba frutas, pero no entendía que existía un horario y que se le pagara por ello. Eso no entraba en su tradición cultural, ni se alimentaba para hacer un trabajo sostenido, ni entendía que eso fuera otra cosa que una arbitrariedad y, por lo tanto, trabajaba mal, se fugaba, se sublevaba, y eso explicó porque tuvo que venir el africano.

El otro gran personaje fue el africano. El africano era el esclavo y el trabajo era la obligación de los esclavos, y fueron los esclavos los que hicieron con su trabajo lo que había en este país a fines del siglo XVIII como riqueza. ¿Cómo podía el esclavo asociar la idea de trabajo con la idea de riqueza, si el trabajo era una maldición, era una condición servil de la que había que huir? El trabajo no podía asociarse en él con ninguna idea de riqueza porque él no podía enriquecerse. Lograban tener a veces un pequeño peculio, por favores del amo, pero como actividad lucrativa la esclavitud no lo fue nunca.

Esas tres fuentes culturales están, en el fondo de nuestra subconsciencia y explican en gran parte por qué tenemos tan poco aprecio por el trabajo como fuente de riqueza, por qué ni el español, ni el indígena, ni el africano pudieron formarse nunca esa asociación de ideas.

Históricamente, tampoco. La primera gran diferencia que hay entre la colonización de la América del Norte y la colonización española de la América Latina es la razón por la que se hizo la colonización y cómo se hizo. La colonización de la América del Norte la hicieron colonos, grupos de familia, de trabajadores rurales, el hombre, la mujer y el hijo que habían sido granjeros en Inglaterra y que se trasladaban a América a hacer lo mismo, a ser granjeros, a establecer una familia, a iniciar una explotación agrícola en medio de los indígenas. Los españoles no vinieron a ser granjeros, ni lo fueron nunca. Venían a ser conquistadores, venían a lograr un destino señorial en el cual no entraba nunca la idea de que ellos podían venir con su familia a establecerse, a trabajar un pedazo de tierra a labrarlo.

Los Welser y los conquistadores españoles son coetáneos y vinieron a América no a establecer sociedades productivas, no a colonizar, no a establecer familias ni núcleos familiares; vinieron a buscar El Dorado. Se le buscó intensamente en toda Venezuela, por los llanos y por la selva amazónica. Se le buscó por el Amazonas mismo y terminó en la última y trágica etapa de la aventura de Walter Raleigh, ya entrado el siglo XVII, que vino a buscar El Dorado, que anunciaba que era el más rico imperio del mundo, que haría de la reina de Inglaterra un monarca más rico que el Gran Turco.

De modo que empieza el país con esa visión de El Dorado y, cuando no se le encuentra, lo que surge es una resignación: han fracasado, van a tener que trabajar.

A este propósito quiero recordarles un dato curioso. En el siglo XVI unos conquistadores españoles de la actual Argentina le escribieron una patética carta a Felipe II pintándole las miserias horribles en que estaban y la escasez espantosa en aquella tierra, que es una de las más fértiles y ricas del mundo, y para mostrar el extremo grado de pobreza y de desamparo en que estaban le decían; ¡Hemos tenido que llegar a trabajar con nuestras manos!

Cuando viene la Independencia surge una nueva actividad en Venezuela que es muy importante de estudiar, que es la guerra. El venezolano no llegó a asociar en la colonia la idea de riqueza y la de trabajo por la sencilla razón de que quienes trabajaban eran los esclavos, quienes no se podían hacer ricos de ninguna manera. En cambio, los señores que sí eran ricos, o que se podían hacer ricos, esos no trabajaban y tenían mucho cuidado de no trabajar porque eso los descalificaba socialmente. Cuando viene la independencia con el siglo XIX y empieza la época de las guerras civiles, la gran aventura ya no fue El Dorado, la gran aventura es la guerra. Entonces se asocia la idea de riqueza con la guerra. El porvenir, la posibilidad de mejorar, consistía en meterse en una montonera, asaltar el pueblo vecino, saquearlo, robarse el ganado, sumarse con otra montonera más adelante, llegar a constituir una fuerza suficiente para aspirar a coger el gran botín, que era el gobierno, apoderarse del Estado y, con esa llave, de la riqueza nacional. Así se asocia el poder político con la riqueza. Los Presidentes de Venezuela en el siglo XIX, con muy contadas excepciones, llegaron a ser los hombres más ricos del país.

La guerra y la política sustituyeron la idea de trabajo. Guerra, política y riqueza eran las misma cosa. Esa situación va a perdurar hasta principios de este siglo, cuando se acaba la guerra civil gracias a Juan Vicente Gómez, pero entonces aparece el petróleo. En ese país, que tiene esa mentalidad mágica y azarienta con respecto a la riqueza, el Estado venezolano se hace inmensamente rico, inmensamente dispendioso, inmensamente codicioso de dinero y abre todas las puertas posibles para el enriquecimiento individual. Así se formó un triángulo muy peligroso, una combinación ilícita del poder político al poder económico y la fuerza del Estado. Esa situación trajo como consecuencia inevitable una invitación a la corrupción, que venía del siglo XIX, porque la política venezolana fue inmensamente corrupta, la política de los caudillos fue muy corrupta, pero era modesta porque el país era pobre, pero cuando se destapó esa inmensa riqueza sobre este pequeño país, particularmente a partir de 1973 -no lo escojo por coincidencia con algún Presidente de la República sino porque es el año en que se disparan los precios del petróleo, en diez años escasos ingresaron 250 mil millones de dólares al Estado venezolano. Nos volvimos locos, se volvió loco el Estado, se volvieron locos los políticos, se creó un inmenso aparato estatal, monstruoso, inconexo, caótico, que encontró la manera de tragarse todo ese dinero, dispersarlo y endeudarnos encima, y desembocar, finalmente, en esta inmensa crisis en que el país está actualmente.

Todo eso forma lo que pudiéramos llamar el telón de fondo para plantear el problema del venezolano y la asociación que el venezolano puede hacer de la riqueza con el trabajo.

No hay que olvidar la avasalladora presencia del juego. Junto con la guerra en el siglo XIX y el petróleo en el actual, hay que añadir el inmenso papel del juego. Habría que hacer un estudio muy serio del juego en Venezuela. Después de la economía petrolera, la actividad económica más importante en Venezuela la constituye el juego. En este momento, entre juegos legales e ilegales, con el patrocinio, con el aplauso, con la ayuda, con la protección del Estado, se deben estar jugando más de tres mil millones de dólares anuales. Todo eso configura el cuadro que establece la relación que tiene el venezolano entre el trabajo y la riqueza. Cambiar esta mentalidad no es fácil, requiere un esfuerzo gigantesco, una acción política, una acción policial, una rectificación a fondo de prácticas y tolerancias que hemos tenido hasta ahora, una lucha frontal contra el juego, un estímulo real al trabajo, ponerle un tope de alguna forma a la corrupción creciente que han traído el petróleo y el juego en Venezuela. Pero lo importante es lo que aquí se va a presentar, llegará todo el pueblo, provocará una reacción, sacudirá la conciencia venezolana y provocará una rectificación a fondo de todas esas prácticas que nos han llevado, por muchos caminos, a esta situación en que estamos.

Aplaudo muy sinceramente y sumo todo mi esfuerzo a ese gran proyecto, cuyo alcance es inmenso porque significa, simple y llanamente, cambiar la mentalidad del venezolano... Nada más y nada menos.

Arturo Uslar Pietri Sábado, 1 de marzo de-1997
Enviado a nuestros correos por Elio Enrique Almarza II.
elioalmarza@gmail.com

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martes, 29 de junio de 2010

EXTRACTO DE LA OBRA “HACIA EL HUMANISMO DEMOCRÁTICO”, (PREFACIO), ARTURO USLAR PIETRI

ARTURO USLAR PIETRI, UN FARO DE LUZ EN TIEMPOS DE TINIEBLAS

Tanto como del aire, como del agua o como de la tierra, el hombre necesita de una ideología, de una razón de ser, de una explicación de su papel en el mundo. Esta es su dignidad y es al mismo tiempo su grandeza y su debilidad. La necesidad de crecer, de participar, de realizar un designio está detrás de todas las acciones humanas, y no es otra cosa que la necesidad de saber, de comprender y de justificarse.

La tarea de entender el mundo y el destino y de integrarse a él muchos la sustituyen por un simple acto de adhesión a una doctrina militante. Han confiado su tarea de pensar y de dirigir su acción a otras manos y han caído en la actitud pasiva de la que surgen los secuaces, los fanáticos y los esclavos. Han renunciado a la suprema responsabilidad de ser hombres.

Hoy el mundo corre el peligro de verse polarizado entre simplificaciones doctrinarias extremas, entre la cuales no parece quedar campo para la libertad y la responsabilidad del individuo.

Si el hombre va a ser salvado de la catástrofe física de la destrucción nuclear y de la catástrofe mental de la renuncia al pensamiento y a la libertad de objetar, no hay sino un camino abierto y es el de la búsqueda de una afirmación del hombre como dueño y siervo de su conciencia. Tiene que partirse de la evidencia de que es el hombre el que hace la Historia y no la Historia la que hace al hombre, que es el hombre el que hace la ciencia y no la ciencia y la técnica las que hacen al hombre, que es el hombre el que concibe y le da sentido al mundo y no el mundo el que crea y le da sentido al pensamiento humano.

El camino de salvación del hombre parte de una actitud fundamental e integralmente humanista. De una declaración individual de independencia que diga: “Soy hombre y no estoy dispuesto a renunciar a serlo, y soy hombre en la medida en que acepto y rechazo según los dictados de mi conciencia”.

El primer paso para esta liberación consiste en rescatar al hombre de los dogmatismos, en restituirlo a su plena responsabilidad y en hacerle comprender que en sus manos individuales está el presente, el provenir, la historia y el destino del mundo, y que esa responsabilidad no es renunciable, ni delegable.

Frente al hombre de hoy pasan las ideologías cerradas para invitarlo a la adhesión sin reservas. Parecen decir: ¿Para qué te vas a preocupar de pensar si otros más capaces que tu se encargan ya de hacerlo por ti? ¿Por qué te vas a cargar con la responsabilidad de decidir, ante las cambiantes circunstancias, si alguien más ilustrado y poderoso que tú ha trazado ya los designios y tú no tienes más que seguirlo? Todo lo que necesitas para alcanzar la seguridad, la paz de espíritu y la integración dentro de lo colectivo es renunciar a tus dudas, a tus caprichos de querer decidir y adherirte ciega y decididamente a lo que te proponemos.

No hay doctrina cerrada en la que quepa el hombre entero. Todas, en grado variable, son lechos de Procusto, que militan y deforman al hombre para ajustarlo a sus propósitos y dogmas.

El gran camino de la liberación es el que invita al hombre a ser hombre, a serlo plenamente, a serlo con angustia creadora, a serlo con valor de aventura, a serlo con buscadora audacia.

Para ello tiene que partir de una convicción no dogmática y no cerrada, que no rechace nada a priori y que lo convierta en juez del mundo y decididor de su propio destino. Esa convicción es simple y únicamente, ésta: “Soy hombre en la medida que me hago al mundo y hago al mundo a mi semejanza, soy hombre en tanto que respondo de mi libertad como instrumento de bien o de mal; soy hombre para recibir y rechazar en cada hora y en cada circunstancia lo que me ha sido posible conocer como bueno y como malo; soy hombre en la proporción en que uso mi libertad, mi conciencia y mi saber, mis manos y mi mente, para hacerme mejor yo y mejores a mis hermanos, para mejorar la suerte de los otros y para que sea respetada la dignidad de cada quien; soy hombre, mientras me abstengo de odiar y me esfuerzo por comprender y amar; mientras no persigo ninguna libertad que no sea criminal, mientras respete el derecho de cada quien a pensar y a creer libremente en cosas distintas y hasta contrarias a las que yo creo; soy hombre en la medida en que acepto e invito a cada hombre a luchar por su libertad y su responsabilidad y a oponerse a toda imposición ideológica y a toda persecución ideológica. Soy hombre mientras pueda afirmar; nada significa para mí que una ideología sea compartida por muchos si no es válida para mi conciencia y para mi libertad”.
Esta es la posición de realizar al hombre frente al mundo por medio de su conciencia, de su acción y de su libertad, en libertad, en libres asociaciones de colaboración, en organizaciones estables nacionales, en sistemas internacionales de paz y cooperación.

Es una invitación a la plenitud de ser hombre. Al honor, a la dignidad y a la responsabilidad de ser hombre libre. No persigue ninguna ideología, no trata de sustituir un credo cerrado por otro credo cerrado, invita a todos los que crean en la libertad y en el poder creador del hombre a sumar libremente su capacidad y su decisión a la construcción de su destino humano, individual y colectivo, para la nación y para la humanidad.
Arturo Uslar Pietri
Caracas, febrero de 1965

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jueves, 24 de junio de 2010

TOMADO DE ARTURO ÚSLAR PIETRI, ORACIONES PARA DESPERTAR, CARACAS: MONTE ÁVILA EDITORES LATINOAMERICANA, 1998., A LOS MILITARES VENEZOLANOS

Transcripción de las palabras dichas en el Auditorio de la Academia Militar en la ocasión de recibir la Condecoración «Orden Militar de la Defensa Nacional», el 27 de agosto de 1991.

Con profundo agradecimiento y dándole todo su valor, recibo hoy esta condecoración que la generosidad de los Jefes del Ejército Venezolano ha decidido atribuirme, y que yo recibo con sincera gratitud como un sello más y una comprobación más de mi indeclinable voluntad de servicio a la gran causa de esta Patria de todos, que tanto merece y a la que tanto estamos en deuda por hacer por ella.
Debo decirles que yo no me siento extraño ni entrometido en esta Casa de los Soldados Venezolanos. Mi bisabuelo paterno, el entonces coronel Juan Úslar, vino a Venezuela en 1818, con doscientos voluntarios ingleses y alemanes, a poner sus espadas al servicio de la Independencia del país y a las órdenes de Bolívar. En esa condición concurrió como jefe de la retaguardia a la Batalla de Carabobo. De modo que tuvo el insigne honor de que su carta de naturaleza de ciudadano venezolano quedara sellada con el plomo de Carabobo. Abundaron en mi familia los militares. Mi abuelo paterno, Federico Úslar, tuvo una actuación destacada en las lamentables y negativas luchas de la Federación. Mi abuelo materno fue el doctor y general Juan Pietri, hombre de gran capacidad intelectual, de apasionada dedicación a su Patria, con una afición de grandeza que topaba y contrastaba con la pequeñez taimada de los hombres con que le tocó actuar, que se había formado en las mejores universidades de Francia y que fue el nervio, el espíritu y la dirección intelectual de lo que se llamó la «Revolución Legalista» de 1892. Mi padre, Arturo Úslar Santamaría, a los 18 años entró en la Escuela Militar de la época, que era la guerra, y dedicó su vida a este empeño. Tuvo siempre gran orgullo de su condición de soldado, guardó con mucho respeto y afecto su viejo sable de oficial y, en las conversaciones familiares, hablaba con admiración y con afecto de aquellos viejos soldados de las guerras civiles con los que le tocó servir o contra los que le tocó combatir. De modo que por eso no me siento extraño en esta casa. Vengo de una herencia de soldados en mi familia y esto hace que, más allá de la comprensión histórica, sienta cierta identificación de la sensibilidad y del sentimiento.

Quiero decirles que no solamente me siento complacido por todos estos motivos de esta ofrenda sino, además «porque es hora de decirlo», es mucho lo que la democracia venezolana le debe a las Fuerzas Armadas Nacionales. No quiero con esto hacer un elogio global. Ha habido fallas. Ha habido unos hombres mejores que otros, pero en su conjunto esta democracia que tenemos, con todas las insuficiencias, ha sido posible y es posible no por la actitud pasiva y sometida de las Fuerzas Armadas, sino por la actitud voluntaria de cooperación y de fe en la causa democrática de Venezuela. Eso ha permitido que en estos treinta y tantos años la democracia venezolana no haya corrido mayores riesgos de ese lado en que tantos riesgos ha corrido en toda la América Latina. Ese honor y ese reconocimiento lo merecen los soldados venezolanos, y yo me complazco en tributárselos aquí.

No podría yo venir solamente a decir un discurso de gratitud. La hora del país es importante, los problemas que nos asedian son grandes, las necesidades de soluciones inteligentes son múltiples y el mundo está cambiando ante nosotros de una manera espectacular y difícil de abarcar. Las cosas que están ocurriendo parecen pertenecer a la fantasía. Nos ha tocado presenciar en estos últimos cuatro o cinco años cosas inauditas: desintegrarse y caer el régimen soviético, derribarse el Muro de Berlín sin disparar un tiro, oír que el jefe supremo político de la Unión Soviética disuelva y declare ilegal el Partido Comunista, ver desaparecer, como por «arte de magia», aquella condición de bipolaridad que mantuvo por casi medio siglo al mundo en la angustia del holocausto nuclear.

Hemos entrado en un nuevo tiempo de inmensas posibilidades, que mal entendemos, que mal vemos, que nos cuesta trabajo realizar y medir en sus verdaderas dimensiones, y que a un país como Venezuela le impone nuevas reflexiones, y que a las Fuerzas Armadas Nacionales le impone igualmente la necesidad de lo que yo pudiera llamar una revaluación, un repensar de su misión y de su papel.

Es muy posible —está en la lógica misma de los hechos— que en los años venideros y por mucho tiempo la amenaza de una agresión militar externa hacia Venezuela disminuya hasta casi desaparecer. De modo que la misión puramente defensiva frente a la amenaza exterior va a perder importancia. No va a desaparecer, desde luego, pero no va a significar esto que la importancia de las Fuerzas Armadas en la vida nacional tenga que disminuir. Yo creo que puede aumentar y creo que puede enriquecerse con muchas otras responsabilidades y tareas que están llamadas a desempeñar.

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El país vive una época difícil económica, financiera, social y política. Son muchos los errores que hemos acumulado, son muchas las necesidades de rectificación y cambio profundo que tenemos por delante. Es mucha la necesidad de un voluntariado nacional para enfrentar los múltiples aspectos de la crisis que nos amenaza y nos rodea. En esa gran empresa las Fuerzas Armadas Nacionales tienen una misión importante. Esa misión consiste en volverse más hacia adentro que hacia afuera. Ya no es tanto el riesgo, afortunadamente nunca realizado, de una agresión militar venida de fuera contra nuestra soberanía pero, en cambio, en este momento hay grandes riesgos dentro del país con respecto a lo que pudiéramos llamar la soberanía interna, el reino de las leyes, la seguridad, la fiabilidad del destino, la esperanza razonable de que vamos hacia un futuro mejor, la necesidad de corregir a fondo muchas cosas, y en esa empresa difícil, que pide y exige una gran voluntad de servicio de todos los venezolanos, los hombres de las Fuerzas Armadas Nacionales tienen un papel irreemplazable.

Se han formado con un ideal de servicio. Tienen una vocación de servir a la Nación, viven sobre unos valores que, con todas las deficiencias y las fallas de individualidades inevitables, se han mantenido a lo largo del tiempo y los caracteriza en el fondo a todos. Puede que pequen pero saben que pecan, mientras que afuera hay quienes pecan y no saben que pecan.

Ese papel que pueden desempeñar las Fuerzas Armadas Nacionales es muy grande. Ese papel está enriquecido en este momento con estas nuevas posibilidades que este nuevo mundo que está emergiendo nos ofrece. Tenemos que asegurar la soberanía interna amenazada por el narcotráfico, amenazada por la impunidad de las invasiones pacíficas. Tenemos que salvar la heredad. Tenemos que preservar el legado histórico. Tenemos que dar casa segura, ambiente de paz, posibilidad de crecimiento a todos los venezolanos, a los de hoy y a los de mañana. Tenemos que crear un ambiente de trabajo en el país y un ambiente de seguridad que no tenemos. No podemos seguir estando abiertos a las invasiones pacíficas e innominadas, que hacen que los avances del equilibrio social se hagan cada día más difíciles y que la realidad de las fronteras desaparezca, que nos pone a la merced de todos los aventureros de todas las especies, desde el narcotraficante hasta el «garimpeiro», que quieran penetrar en el país y hacer a su guisa lo que deseen. Es una empresa de servir al país, de servir al país con el mismo sentido que hasta ahora han mantenido, de servir al país para una democracia efectiva y digna de ser vivida, para darle un destino digno de ser vivido a todos los venezolanos. Y en esa empresa las Fuerzas Armadas Nacionales tienen un papel muy importante que realizar. No pueden reducirse sencillamente a estar presentes para esa emergencia internacional que felizmente va a ser más remota e improbable cada día. La desaparición de la bipolaridad en el mundo plantea en nuevos términos las relaciones internacionales. Está surgiendo un mundo multipolar en el que la rivalidad armada va a descender, un mundo en que el papel de la guerra va a ser más escaso y más difícil, un mundo de competencias tecnológicas, económicas y científicas, un mundo en el que el juego del poder se va a realizar en otros tableros y con otro sentido.

Pero los problemas internos del país van a seguir creciendo en ese mundo. El reservorio de voluntades y el capital humano que Venezuela tiene en los hombres de sus Fuerzas Armadas debe ser utilizado y aprovechado para enfrentar esa lucha, para ayudar en ese combate, para llevar ese espíritu de servicio, esa formación disciplinada, esa fe en los grandes principios a apoyar y afirmar la empresa de Venezuela.

No creo que esto constituya ningún peligro para la democracia venezolana. Las Fuerzas Armadas Nacionales han demostrado hasta la saciedad su condición democrática y mantienen una actitud ejemplar de respeto al poder civil. Han tenido en múltiples ocasiones, algunas de ellas muy dramáticas, la oportunidad de demostrarlo y lo han demostrado. El país no tiene por qué desconfiar de los venezolanos que visten el uniforme y, lejos de desconfiar de ellos, tiene que contar con ellos. Hay allí una gran reserva de voluntades, de capacidades, de vocación de servicio que debe ser aprovechada en la gran empresa de hacer una Venezuela mejor.

Es esto lo que tendríamos que repensar todos los venezolanos. Nos cuesta mucho trabajo a los hombres evadirnos de los prejuicios, revisar las ideas recibidas, repensar con libertad las cuestiones, los problemas y las alternativas, pero las circunstancias del mundo nos piden a los venezolanos de hoy hacer ese esfuerzo, y en la medida en que lo sepamos hacer vamos a garantizarle un futuro mejor a nuestro país. En la medida en que los prejuicio, las torpezas, las pequeñeces que nos han dominado prosigan, condenaremos a Venezuela a seguir perdiendo oportunidades y ocasiones para realizar en su plenitud el gran destino que este país ha tenido prometido siempre y alcanzar el gran destino que merece por los hombres que ha producido y que sigue produciendo.
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viernes, 11 de junio de 2010

EXTRACTO DE LA OBRA “HACIA EL HUMANISMO DEMOCRÁTICO”, PREFACIO, ARTURO USLAR PIETRI

Tanto como del aire, como del agua o como de la tierra, el hombre necesita de una ideología, de una razón de ser, de una explicación de su papel en el mundo. Esta es su dignidad y es al mismo tiempo su grandeza y su debilidad. La necesidad de crecer, de participar, de realizar un designio está detrás de todas las acciones humanas, y no es otra cosa que la necesidad de saber, de comprender y de justificarse.

La tarea de entender el mundo y el destino y de integrarse a él muchos la sustituyen por un simple acto de adhesión a una doctrina militante. Han confiado su tarea de pensar y de dirigir su acción a otras manos y han caído en la actitud pasiva de la que surgen los secuaces, los fanáticos y los esclavos. Han renunciado a la suprema responsabilidad de ser hombres.

Hoy el mundo corre el peligro de verse polarizado entre simplificaciones doctrinarias extremas, entre la cuales no parece quedar campo para la libertad y la responsabilidad del individuo.

Si el hombre va a ser salvado de la catástrofe física de la destrucción nuclear y de la catástrofe mental de la renuncia al pensamiento y a la libertad de objetar, no hay sino un camino abierto y es el de la búsqueda de una afirmación del hombre como dueño y siervo de su conciencia. Tiene que partirse de la evidencia de que es el hombre el que hace la Historia y no la Historia la que hace al hombre, que es el hombre el que hace la ciencia y no la ciencia y la técnica las que hacen al hombre, que es el hombre el que concibe y le da sentido al mundo y no el mundo el que crea y le da sentido al pensamiento humano.

El camino de salvación del hombre parte de una actitud fundamental e integralmente humanista. De una declaración individual de independencia que diga: “Soy hombre y no estoy dispuesto a renunciar a serlo, y soy hombre en la medida en que acepto y rechazo según los dictados de mi conciencia”.

El primer paso para esta liberación consiste en rescatar al hombre de los dogmatismos, en restituirlo a su plena responsabilidad y en hacerle comprender que en sus manos individuales está el presente, el provenir, la historia y el destino del mundo, y que esa responsabilidad no es renunciable, ni delegable.

Frente al hombre de hoy pasan las ideologías cerradas para invitarlo a la adhesión sin reservas. Parecen decir: ¿Para qué te vas a preocupar de pensar si otros más capaces que tu se encargan ya de hacerlo por ti? ¿Por qué te vas a cargar con la responsabilidad de decidir, ante las cambiantes circunstancias, si alguien más ilustrado y poderoso que tú ha trazado ya los designios y tú no tienes más que seguirlo? Todo lo que necesitas para alcanzar la seguridad, la paz de espíritu y la integración dentro de lo colectivo es renunciar a tus dudas, a tus caprichos de querer decidir y adherirte ciega y decididamente a lo que te proponemos.

No hay doctrina cerrada en la que quepa el hombre entero. Todas, en grado variable, son lechos de Procusto, que militan y deforman al hombre para ajustarlo a sus propósitos y dogmas.

El gran camino de la liberación es el que invita al hombre a ser hombre, a serlo plenamente, a serlo con angustia creadora, a serlo con valor de aventura, a serlo con buscadora audacia.

Para ello tiene que partir de una convicción no dogmática y no cerrada, que no rechace nada a priori y que lo convierta en juez del mundo y decididor de su propio destino. Esa convicción es simple y únicamente, ésta: “Soy hombre en la medida que me hago al mundo y hago al mundo a mi semejanza, soy hombre en tanto que respondo de mi libertad como instrumento de bien o de mal; soy hombre para recibir y rechazar en cada hora y en cada circunstancia lo que me ha sido posible conocer como bueno y como malo; soy hombre en la proporción en que uso mi libertad, mi conciencia y mi saber, mis manos y mi mente, para hacerme mejor yo y mejores a mis hermanos, para mejorar la suerte de los otros y para que sea respetada la dignidad de cada quien; soy hombre, mientras me abstengo de odiar y me esfuerzo por comprender y amar; mientras no persigo ninguna libertad que no sea criminal, mientras respete el derecho de cada quien a pensar y a creer libremente en cosas distintas y hasta contrarias a las que yo creo; soy hombre en la medida en que acepto e invito a cada hombre a luchar por su libertad y su responsabilidad y a oponerse a toda imposición ideológica y a toda persecución ideológica. Soy hombre mientras pueda afirmar; nada significa para mí que una ideología sea compartida por muchos si no es válida para mi conciencia y para mi libertad”.
Esta es la posición de realizar al hombre frente al mundo por medio de su conciencia, de su acción y de su libertad, en libertad, en libres asociaciones de colaboración, en organizaciones estables nacionales, en sistemas internacionales de paz y cooperación.

Es una invitación a la plenitud de ser hombre. Al honor, a la dignidad y a la responsabilidad de ser hombre libre. No persigue ninguna ideología, no trata de sustituir un credo cerrado por otro credo cerrado, invita a todos los que crean en la libertad y en el poder creador del hombre a sumar libremente su capacidad y su decisión a la construcción de su destino humano, individual y colectivo, para la nación y para la humanidad.

Arturo Uslar Pietri
Caracas, febrero de 1965
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