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viernes, 20 de febrero de 2015

MALÚ KIKUCHI, YO, VOY, CASO ARGENTINA

Después de escuchar al secretario general de la presidencia, Aníbal Fernández, decir que  la marcha del 18/2, era convocada por “apropiadores de bebés, narcos y antisemitas”, me siento en la obligación de aclarar por qué, yo voy.
Antes que nada, la marcha del 18/2 se hace en honor al fiscal federal Alberto Nisman,  asesinado 4 días después de denunciar a la presidente, al canciller y otros alfiles, y un día antes de declarar ante la comisión de Legislación Penal del congreso. Por eso, yo voy.
Aníbal, nunca me apropié de ningún bebé, ni legal, ni ilegalmente, mis hijos son míos, nunca tuve nada que ver con drogas o narcos, no soy antisemita, los “anti” raciales o religiosos me son intolerables, y deduzco que tanto la DAIA como la AMIA no deben ser antisemitas. Por eso, yo voy.
Me pregunto por qué la presidente argentina que se sumó como una persona más entre la multitud que en París el 6/4/08, reclamaba por la liberación de Ingrid Betancourt  (colombiana, secuestrada 7 años por las FARC), acto que honró a Cristina, descalifica a Nisman al que ni siquiera nombra. Por eso, yo voy.
Y cuando lo nombró, por Facebook, cual adolescente de 15 años, primero se preguntó qué habría llevado al fiscal a tomar esa decisión terrible (la de suicidarse). Ante el disparate que no creyó nadie con sentido común, 72 horas después, en Facebook, dijo no tener dudas sobre el asesinato de Nisman. Como la presidente, tampoco tengo dudas. Por eso, yo voy.
Por caridad cristiana no comento la primera cadena nacional donde nombró al fiscal en el minuto 32, toda vestida de blanco, sin pecado original, en silla de ruedas y con la bota que le sostenía el tobillo roto a la vista. También por eso, yo voy.
Cristina nunca presentó sus condolencias a las hijas o a la madre del fiscal. Puede ser una feroz mala educación, o un desconocimiento absoluto  de la diplomacia, o una falta total de cintura política, o un ataque de pánico, lo que fuere, se agradece que no mienta. No lo siente. Por eso, yo voy.
Cuando murió Hugo Chávez, presidente de Venezuela, declaró 3 días de duelo nacional. Con la muerte de Juan Gelman (en México, poeta, padre de  desaparecidos), también 3 días de duelo. Cuando murió Gustavo Ceratti (músico roquero), 2 días de duelo. Con la terrible muerte de Nisman, fiscal federal de la nación, que trabajaba para la Patria, NADA. Por eso, yo voy.
Para la familia militar, que sostiene que no hay que ir a la marcha, salvo raras excepciones, considerando que es apoyar a un poder judicial vaciado de justicia, que ha encarcelado a muchos de sus familiares sin razón, sólo por llevar uniforme en tiempos del proceso, pregunto ¿y si cambiaron?
Recuerdo que la estrategia más básica, establece prioridades. Primero busquemos justicia apoyando a los que empiezan a ver la luz, que gracias a Dios empiezan a dejar el miedo de lado, y luego se pedirá rever causas disparatadas, con sentencias mucho más disparatadas aún. Por eso, yo voy.
Hasta ahora la comodidad y el miedo, nos tenían bastante inmovilizados. Los cómodos veíamos las manifestaciones, chicas o medianas, hasta las grandes, en la casa, desde un sillón frente a la TV. Veíamos pasar la historia, la de la Patria. Éramos televidentes de nuestra historia. Cómodos.
Y luego, el miedo. Que dicen que no es zonzo, y no lo es. Hay que cuidar el puesto, el jefe está con el gobierno, y el subsidio, y el electrodoméstico prometido, y a ver si desaparecen las cuotas, y ¡ojo! Que cuando Cristina se enoja te “escracha” por TV públicamente y te manda la AFIP. Miedo.
Ahora el miedo está del otro lado de la cancha. Nosotros todavía tenemos miedo, y con razones (la muerte de Nisman es una de ellas), pero “ellos”, los que no somos nosotros, tienen miedo. El silencio de la marcha los paraliza. Es hora de dejar la comodidad para tiempos mejores y sacar los restos de nuestro miedo a tomar aire el 18/2, para que hasta nuestro resto de miedo se convierta en ciudadano. Por eso, yo voy.
Y en cuanto a la segunda cadena nacional, con la presidente riendo y cantando, festejando ¿qué?, con los militantes pagos o no, gritando, “somos los pibes para la liberación”, y tratándonos de “ellos”, es quizás la razón más poderosa para ir a la marcha del 18/2.
 “Ellos”, esa descalificativa definición de Cristina que se hace anunciar  como presidente de los 40 millones de argentinos, se ve que no lo es. Ya que “ellos”, somos nosotros, los que la mantenemos, los que le hicieron perder las elecciones de medio término del 2013, los que cada día somos más. Los que no dividíamos el país entre “ellos” y “nosotros”. “A ellos les dejamos el silencio”. ¿Es una amenaza, no nos va a dejar expresarnos?
 “Ellos no tienen nada que decir, o no pueden expresarlo”. Cristina, tenemos mucho, demasiado para decir, el homenaje a un muerto no es el lugar. ¿No lo sabía? Y no, ahí tiene razón, no podemos expresarlo. Somos educados y no le decimos a los gritos a la presidente del país, lo que pensamos de ella, sobre todo delante de los chicos. Por eso, yo voy.
Y propongo algo que me propusieron, embanderar balcones, ventanas, autos, hasta cochecitos de bebé, para honrar a la Patria, y sumarle un crespón negro para honrar a Nisman. Una nación embanderada y con crespones, más multitudes abarrotando las calles de todas las ciudades, en silencio. Con un silencio atronador, ensordecedor, estremecedor.
Que lo sientan, que los envuelva, que los aterrorice. Que el fantasma de Nisman los persiga en silencio hasta el fin de sus días. Por eso, yo voy. Y lo invito. Vamos, *“que en la calle codo a codo, somos mucho más que dos”.
Malu Kikuchi
maluki@fibertel.com.ar
@malukikuchi

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lunes, 30 de enero de 2012

GUSTAVO YEPES: MIEDO AL MIEDO


Quien vive temeroso, nunca será libre. Horacio

El comandante tiene miedo. Se le nota. Él sabe que el cuerpo cobra, tarde o temprano, los excesos físicos, y que el destino también cobra, tarde o temprano, los otros excesos. Fresco tiene el recuerdo de sus amigotes que creyeron que el poder es eterno y el destino les cobró sus excesos de una manera muy cruel. Ni siquiera la espada de Bolívar los salvó y hay incluso quien piensa que esa espada ayudó al destino. Tanto miedo tiene, que cada vez se esconde más. Sólo se deja entrevistar por quien, sumiso y preso de sus propios miedos, le hace las preguntas que él le ordena. No deja que la gente, su “pueblo”, se le acerque, porque sabe lo que lo van a dejar en evidencia. Le tiene miedo a una dama que lo puso en su lugar, sin que pudiera reaccionar más allá de una balbuceante y gastada referencia a la poderosa águila y la insignificante mosca, sin imaginar el poder que puede tener una mosca. El problema no es su miedo, sino lo que hace con ese miedo.

Sus secuaces tienen miedo. Se les nota. Ellos saben que cuando él caiga, ellos también, irremediablemente, caerán. Tienen miedo cuando amenazan; esa es su defensa. Cada vez que se ríen de sus ocurrencias, no pueden evitar el rictus que los delata. Ellos saben que aquellos a quienes hoy humillan están en la bajadita, esperándolos, y eso los aterra. Tienen miedo de perder sus privilegios, ganados a punta de adulancia servil y de corrupción. El problema no es su miedo, sino lo que hacen con ese miedo.

Es evidente lo que hacen con ese miedo. Tratan de infundir miedo al enemigo; es decir, a los que no pensamos igual. Al final, especulan ellos, vencerá quien tenga menos miedo, y como no pueden controlar el suyo, hacen todo lo posible por aumentar el ajeno. Por eso es que algunos generales amenazan con sólo reconocer a quien los protege, por ahora. Por eso, ido Tascón, crean sus propias listas de personas humildes esperanzadas en obtener algo de la piñata, con la amenaza cierta de que no sólo basta con estar en la lista sino jurar lealtad para permanecer en ella. Lo que no saben muchos es que lo único importante para el régimen es la lista, para así convertir las esperanzas en grilletes.

Una de las tareas más importantes de quienes aspiran sacar por la vía democrática a alguien que no es demócrata, consiste en ayudar a que la persona común, los de a pie, venzan el miedo. Para ello, tienen que vencer sus propios miedos. No es posible que algunos no se atrevan a tocar, ni con el pétalo de una rosa, a quien los ha golpeado sin misericordia. El daño que se ha hecho no debe callarse. La mentira y la trampa no deben esconderse. No debemos permitir que la barbaridad de las elecciones parlamentarias se repita. En aquella oportunidad, cambiaron intencionalmente las circunscripciones electorales para sacar más diputados con menos votos, y lo lograron porque nadie se los impidió. Hoy nos están obligando a identificarnos con nuestra huella justo antes de votar, siendo esta la manera más eficaz de infundir miedo, y nadie se los está impidiendo.

Yo tengo miedo. Tengo miedo de que el miedo venza a muchos compatriotas que quieren un cambio y no se atreven porque pueden perder algo, sin darse cuenta de que van a perder el futuro. Tengo miedo de que seamos más y ellos logren  más votos, logrando así perpetuar a un hombre en el poder, en contra del deseo expreso del Padre de la Patria, el verdadero. Tengo miedo de que el proyecto castrista se imponga en nuestro país en contra de la voluntad de una mayoría paralizada por el miedo. Tengo miedo de que nadie lo impida porque tiene miedo.

Decía Herman Hesse: “Cuando se teme a alguien es porque a ese alguien le hemos concedido poder sobre nosotros.” La única forma de que sigan expropiando, robando, al país es que les concedamos ese poder.


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