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miércoles, 23 de noviembre de 2011

MOISÉS NAÍM: DOS MOMENTOS MÁGICOS EN LA POLÍTICA

A pesar del desencanto universal con los políticos y la política, hay dos eventos que suelen motivar hasta a los más cínicos o desinteresados. Votar el día de las elecciones es uno de ellos. En todas partes, el porcentaje de la gente que se abstiene de votar es menor que el de quienes en las encuestas previas a las elecciones afirman que no participarán. Pero llegado el día, algo mágico pasa y muchos de los renuentes se ponen en fila y votan. El otro evento mágico que motiva hasta a los más desentendidos de la política es el debate entre los candidatos.
Los opositores venezolanos parecen más serios y capaces que los aspirantes del Partido Republicano
Los debates electorales son una mezcla de teatro político y reality show que, a veces, definen el destino de un país. Es verdad que, con frecuencia, no cambian nada y solo confirman las preferencias que cada quien tenía antes del debate. Pero, a veces, los debates voltean el resultado de una elección.
En estos días han tenido lugar dos debates electorales que no han generado gran repercusión internacional. Uno fue entre los aspirantes a la candidatura presidencial de uno de los partidos políticos más poderosos del mundo. El otro fue entre los candidatos a representar una de las agrupaciones políticas más frágiles y amenazadas del planeta. El primero fue entre los aspirantes del Partido Republicano de los EE UU y el otro entre los aspirantes a representar a la oposición venezolana en su intento de ganarle las próximas elecciones a Hugo Chávez. El primero me produjo una mezcla de vergüenza y miedo. El segundo me llenó de orgullo y esperanza (nota a mis lectores: soy venezolano y opositor a Chávez). Ambos tienen implicaciones que van mas allá de lo que pasa en EE UU o Venezuela.
El Partico Republicano es antiguo, adinerado, influyente, sabe cómo ganar elecciones y se ve con la clara posibilidad de sacar a Barack Obama de la Casa Blanca el año próximo. Su problema son las ocho personas que aspiran a la candidatura presidencial. Ya han tenido 10 debates televisados y planean tener 15 más. Los debates han servido para conocerles y lo que se ha descubierto es preocupante: un increíble despliegue de fanatismo religioso ("la homosexualidad es una enfermedad que se cura rezando"), desprecio por la ciencia ("las teorías de Darwin no están probadas"), propuestas económicas inverosímiles ("el déficit fiscal se puede reducir sin aumentar impuestos"), populismo ("voy a abolir dos -¡no, tres!- ministerios"), hipocresía ("el matrimonio y la fidelidad son valores sagrados"), ignorancia ("los talibanes están en Libia") o flagrantes mentiras ("Obama es musulmán"). Piénselo: uno de estos personajes podría ser el próximo presidente de Estados Unidos.
Mientras tanto en Venezuela... Una oposición con fama de inepta, corrupta, elitista y golpista se ha transformado en uno de los movimientos políticos más democráticos e inspiradores de América Latina. Planea elecciones primarias (en las cuales todos los venezolanos podrán votar) para elegir al candidato que enfrentará a Hugo Chávez en las presidenciales de 2012.
Hace poco, los cinco aspirantes escenificaron un evento que la gran mayoría del país, los menores de 30 años, jamás habían presenciado: un debate televisado entre contrincantes políticos (el último fue en 1983). Tampoco habían visto a políticos que no tratan a sus competidores como enemigos mortales y sin el derecho de aspirar al poder. No los vieron proferir los más procaces insultos contra sus rivales. Vieron, en cambio, y por primera vez, que la contienda política no requiere de las brutales tácticas a las que usualmente recurre el presidente Chávez. Comparados con los aspirantes del Partido Republicano los opositores venezolanos lucieron informados, serios, capaces y preparados. Y, en un duro contraste con los estadounidenses, el venezolano que gane las primarias no deberá enfrentar al presidente en ejercicio dentro de un marco institucional democrático sino a Hugo Chávez dentro del marco institucional que a él le convenga y que él unilateralmente definirá.
Para muchos resultará imposible de creer, pero los candidatos Republicanos, Bachman, Cain, Gingrich, Huntsman, Santorum, Paul, Perry o Romney podrían aprender mucho de líderes que probablemente usted nunca haya oído mencionar: Arria, Capriles, López, Machado y Pérez, los venezolanos que se atreven a enfrentar a Hugo Chávez.
Las crisis mundiales no dejan mucho espacio noticioso para la crisis venezolana. Pero lo que sucedió en Venezuela hace poco es una noticia que merece más atención. Y lo que no sucede entre los Republicanos también.
Estoy en Twitter @moisesnaim
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domingo, 20 de noviembre de 2011

ROSALÍA MOROS DE BORREGALES: ACEPCIÓN DE PERSONAS

Cuando era niña la Venezuela que me rodeaba era un país de gente amable, cariñosa y bien hablada. No importaba el color de la piel, ni la fe que se profesara, ni mucho menos el color político. A la hora de la reunión y el compartir todos éramos venezolanos. Recuerdo que a los más blancos o catires les decían "musiú"; podíamos llamar "negrito(a)" a aquellos de pieles más tostadas, e incluso en una familia de blancos, al menos catire lo llamaban el negrito de la casa. En la calle existía una atmósfera de respeto en donde todos éramos simplemente "venezolanos". En la Venezuela actual nos encontramos con un escenario completamente opuesto, en el cual el color político ha determinado una actitud de favoritismo hacia unos y de irrespeto e intolerancia hacia otros.
El lenguaje escatológico se ha convertido en parte intrínseca del lenguaje de aquellos que practican la acepción de personas; de aquellos que excluyen a unos y sin atender al mérito o a la razón favorecen a otros. El insultar y desmerecer a sus coterráneos se ha convertido en una tarea que se exalta y aúpa desde las más altas esferas del Gobierno; al parecer el injuriar a otros profiriendo toda clase de improperios es una manera de halagar a los egos insaciables de los que se creen dueños de Venezuela; y al mismo tiempo pareciera haberse convertido en toda una manera de hacer lucro.
Este fenómeno está mucho más radicalizado del lado rojo; sin embargo, también he escuchado las más bajas expresiones del lado opuesto. Muy lamentablemente nos hemos convertido en una nación de enfermos de odio, legándole a las nuevas generaciones una herencia de amargura, de intolerancia y de dolor; porque eso es lo que genera el odio, primero amargura y después dolor. Con la soberbia con la que se han envanecido muchos en nuestra nación, han quedado totalmente ciegos para ver al país desde otra perspectiva y considerar como iguales a aquellos que se oponen a su pensamiento. La única fuerza que los mueve es el odio arraigado en sus entrañas que les carcome tanto sus cuerpos como sus almas.
Es imposible aspirar a "establecer una sociedad democrática, participativa y protagónica, multiétnica y pluricultural" si en primer lugar, la ideología política nos hace ser excluidos de un régimen que solo vela por aquellos que le hacen la venia. Aún más, es imposible aspirar a la "consolidación de los valores de la libertad, la independencia, la paz, la solidaridad, la convivencia y el imperio de la ley", bajo la visión tubular de un único pensamiento político y social. ¿Cómo piensan qué podría ser posible asegurar "el derecho a la vida, al trabajo, a la cultura, a la educación, a la justicia social y a la igualdad sin discriminación ni subordinación alguna"? ¿Cómo podría todo este sueño hacerse realidad bajo la voluntad de quien es luz para la calle y oscuridad para su casa? Bajo la mano rectora cuya ideología tiene como fundamento el odio y su único fin es llevar a cabo su mezquina voluntad y solo su voluntad.
El artículo 57 de nuestra Constitución establece que: "Toda persona tiene derecho a expresar libremente sus pensamientos, sus ideas u opiniones de viva voz, por escrito o mediante cualquier otra forma de expresión, y de hacer uso para ello de cualquier medio de comunicación y difusión, sin que pueda establecerse censura. Quien haga uso de este derecho asume plena responsabilidad por todo lo expresado. No se permite el anonimato, ni la propaganda de guerra, ni los mensajes discriminatorios, ni los que promuevan la intolerancia religiosa".
Hoy hago valer este derecho como mi derecho, soy una persona responsable, no me escondo bajo el anonimato. Estoy en contra de los mensajes discriminatorios y de los intolerantes hacia quienes profesamos una fe y hacemos uso de nuestra libertad para expresarla. Declaro que mi única motivación al escribir es el bien de mi patria. Soy tan venezolana como cualquiera de ustedes; en este país nací, crecí, he estudiado, y trabajado. Aquí quiero seguir viviendo y ver a mis hijos y los hijos de mis hijos florecer en la misma tierra a la cual amo profundamente.
¡Es mi Venezuela! ¡Es tu Venezuela! ¡Es la Venezuela de todos los que ha parido esta patria!

rosymoros@gmail.com 
http://familiaconformealcorazondedios.blogspot.com/ 
@RosalíaMorosB

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sábado, 22 de enero de 2011

LA BRÚJULA DE LA DECENCIA. ALBERTO MEDINA MENDEZ. DESDE ARGENTINA

Este articulo pretende ir al fondo de la cuestión. Es un llamado a la reflexión y porque no al debate y al contrapunto. Espero que sirva para reflexionar luego de leerlo y que genere posiciones al respecto. Confío en que pueda ser difundido como siempre
Muchos individuos con valores morales afirmados en algún momento de sus vidas sienten el llamamiento de esa vocación por servir, a veces por protagonizar, lo que tantos reclamamos y tan pocos logramos, el anhelado cambio en positivo de nuestras sociedades.

Y es que todos aspiramos a una vida mejor, en armonía, con respeto, paz y progreso. Sin embargo la descripción del presente siempre nos remite a la crítica hacia quienes tienen la responsabilidad de conducir los destinos de la sociedad, o inclusive la reiterada búsqueda de culpables que siempre forman parte de la premeditada conspiración de poderosos que vemos a nuestro alrededor.

A poco de andar, esos sujetos que conocemos, a los que hemos escuchado despotricar contra las mañas del poder, contra las malas prácticas de los políticos, de los dirigentes, por su mediocridad, porque claudican, porque se alejan de la gente, empiezan inercialmente a recorrer idénticos caminos. Antes de lanzarse al ruedo, se llenan la boca con todo lo que debe hacerse y lo que debe ser dejado de lado, sin embargo esa brújula orientadora que tantos adeptos convoca es arrojada al vacío sin mas.

Y no se trata de inmorales crónicos, ni delincuentes comunes, muy por el contrario, hablamos de gente honesta, que ha hecho de sus vidas cosas importantes, significativas, logrando triunfos personales y profesionales nada despreciables.

Es como si entraran por una manga que los transforma. Los mas capaces pronto se convierten en parte del sistema, los mas audaces se transfiguran en timoratos sostenedores del status quo, los mas inteligentes pronto se ahogan en un vaso de agua y los mas creativos se quedan rápidamente sin ideas. Termina funcionando como una trituradora que despoja de los valores más profundos, los modifica y hace claudicar a tantos que soñaron las cosas de un modo diferente.

El orgullo personal, la incapacidad para asumir que se han equivocado, les evita salirse, pedir disculpas, hacer lo correcto. Una supuesta perseverancia mas parecida a la necedad, los obliga a seguir ese sendero con la ilusión de modificar la curva en el próximo codo, pero todos sabemos que eso tampoco sucederá.

Al tiempo, nuestro heroico ciudadano, se parecerá mucho a los que criticaba, formará parte indivisible de la misma corporación a la que dijo querer combatir, y se sumará mansamente a los privilegios que propone la casta con los recursos de otros. La burocracia los absorbe, el sistema tiene anticuerpos para evitar sus intentos y se ocupará de hacerle aprender los códigos para sobrevivir y no ser expulsado de modo inmediato.

Tal vez la cosa no era tan fácil como parecía desde afuera. Probablemente no se midieron bien las consecuencias, ni los precios a pagar para intentar cambiar las cosas, quizás no se tenían todos los elementos para procurar el cambio. Lo cierto, es que tampoco quedó el coraje para salirse, la descuartizadora no solo modificó la esencia de esos ciudadanos sino que se ocupo de reclutarlos como un soldado mas para su causa.

Esta descripción no intenta amedrentar a los que deseen iniciar ese camino, sino solo advertir lo que muchos ejemplos muestran a diario. Gente honesta, con principios, con valores y criterio pasan por este proceso sin contemplaciones, repitiendo experiencias del pasado una y otra vez.

Es probable que mucho de esto tenga que ver con un pésimo dimensionamiento del asunto a enfrentar. Pero también queda claro que hay que tener la humildad de salirse si no es lo soñado, o simplemente asumir la impotencia frente al coloso, o mas sensatamente, entender que no es ese el camino y animarse a hurgar por otros recorridos posibles, que no impliquen dejar la esencia en el camino, renunciar a los valores y entregar lo poco que nos queda de dignidad para la lucha.

La política es necesaria, es la herramienta de cambio por excelencia. Se puede hacer bien o como ahora. Cada uno de nosotros elige a que barco se sube y como enfrenta los desafíos de la sociedad. No existe obligación alguna de jugar del mismo modo que los demás. Ese es el mito que han creado los que están adentro para derribar a los que intentan quitarle privilegios y sacarles poder. Ellos construyeron esa teoría, que sin demostración empírica alguna, sostiene que hay que hacerlo a su manera o no hacerlo.

Los hombres que cambiaron el mundo en serio, los que lograron las grandes transformaciones no son los que hicieron lo mismo que los demás, sino los que se animaron a indagar por otras variantes. Los innovadores, los pioneros, los audaces, los provocadores, los trasgresores, esos que en su tiempo fueron catalogados de locos, y décadas después reconocidos sus méritos.

Resulta difícil entender como gente inteligente, idónea, decente, sigue insistiendo en suscribir la teoría de los poderosos, de los que ya fracasaron y gestionan desde siempre el timón, y aceptar sin más sus procaces invitaciones a ser parte del sistema.

Saltar el cerco puede valer la pena. Requiere de coraje, determinación y perseverancia. Nada que se sostenga sobre indebidas formas puede llevar por buen camino, y menos aun, a un resultado del que podamos enorgullecernos. Solo los inmorales pueden defender semejante despropósito. Tal vez la cosa sea mucho más simple, aunque no menos esforzada y compleja. Es probable que haya que dejarse orientar por la brújula de la decencia.
 
Alberto Medina Méndez
amedinamendez@gmail.com

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martes, 30 de noviembre de 2010

INTERVENCIONISMO: ¿IDEOLOGÍA O NEGOCIO? ROBERTO CACHANOSKY, CASO ARGENTINA.

Comprendo que la gente no relacione calidad institucional con crecimiento. Lo que no entiendo es que se haya perdido el concepto de decencia, algo que nuestras abuelas conocían sin haber hecho un posgrado.

Considerando que el mundo está lleno de seres mortales con sus virtudes y defectos, y que los funcionarios públicos surgen de ese mundo de seres mortales, resulta difícil imaginar corrupción cero en cualquier país del mundo. Habrá naciones con más corrupción y otras con menos, pero difícilmente haya una corrupción cero por el simple hecho de que la misma existencia del Estado da lugar a un poder que detentan los gobernantes y funcionarios públicos que les permite disponer de los dineros ajenos.

Si aceptamos que es casi imposible llevar la corrupción a cero, al menos puede limitársela. Es decir, buscar esquemas de políticas públicas que disminuyan las posibilidades de corrupción. ¿Cómo puede lograrse ese objetivo?

Cuando uno observa, los casos de corrupción se deben fundamentalmente a dos razones: a) las regulaciones de todo tipo del Estado y b) el estatismo.

Cuando hablo de regulaciones no solo me refiero a los controles de precios o restricciones al ingreso de nuevos competidores al mercado, entre otras medidas, sino también a los subsidios de toda clase. Por ejemplo, es común escuchar denuncias sobre el uso político de los planes sociales que manejan algunos sectores del gobierno u organizaciones que se autodenominan “sociales”.

Mi punto es que a mayor intervención del Estado en la economía, más posibilidades de corrupción. Tomemos el caso de regulaciones que impiden el ingreso de nuevos competidores al mercado. El objetivo de ese tipo de regulaciones consiste en generar una renta extraordinaria en los sectores beneficiados que no obtendrían en condiciones de libre competencia. El funcionario que otorga ese beneficio puede cobrar una coima por otorgarlo y quien lo recibe puede pagarlo porque la renta extraordinaria se lo financia. Se produce así un mercado de tráfico de influencias en que el objetivo no es invertir para ser más competitivo y ganarse el favor del consumidor, sino que todo se centra en hacer el lobby necesario para obtener esa renta extraordinaria. El funcionario sabe que esa renta es un bien escaso y que su firma puede tener un precio, por lo tanto, “vende” ese beneficio gracias a que la sociedad toma como normal que el Estado intervenga en la economía para neutralizar los “efectos negativos” del “mercado salvaje”.

Otro ejemplo podrían ser los controles de precios. Cuando una empresa depende de que un funcionario público firme una autorización para incrementar los precios, su capacidad de subsistencia puede depender de la buena voluntad del funcionario, por lo tanto puede estar dispuesta a pagar para que el burócrata firme a cambio de un precio. En ese caso hay una extorsión del funcionario de turno.

Los escándalos de corrupción que han surgido en los últimos tiempos en las obras sociales sindicales no son otra cosa que el resultado de una fuerte intervención del Estado que, en nombre de la justicia social, le quita compulsivamente a los trabajadores parte de su ingreso para transferírselo a los dirigentes sindicales. No es que los trabajadores libremente eligen aportar a las obras sociales, sino que el Estado les quita por la fuerza parte de su ingreso para transferírselo a los sindicatos. Si no existiera ese “robo legalizado”, como lo denomina Bastiat, el trabajador podría elegir quién le presta el servicio médico, y si quien se lo presta no lo satisface podría cambiar de prestador. Es tal el monto que se mueve mediante este robo legalizado que la corrupción es inevitable bajo este sistema porque los sindicatos no tienen que ganarse la voluntad de los trabajadores sino que obtienen los recursos gracias al aparato de compulsión del Estado.

¿Quién no recuerda, si tiene edad suficiente, el suplicio que era conseguir un teléfono en la época de ENTEL? Tener un amigo que tuviera un amigo en ENTEL que consiguiera un teléfono era la forma de obtenerlo. ¿Quién no recuerda los techos de los edificios del microcentro repletos de cables de teléfonos que usaban las mesas de dinero? Esas líneas se conseguían comprándolas. Y el que las vendían se las quitaba a otros. Y los ejemplos podrían continuar, con las empresas estatales que compraban mucho más caro los insumos que el precio de mercado porque había un negocio cautivo.

En definitiva, a mayor intervención del Estado, más poder del funcionario público para decidir ganadores y perdedores dentro de la economía. Ese poder omnímodo de los burócratas y políticos, que va contra los principios de la democracia republicana, termina generando el tráfico de influencias al que hacía mención antes, porque, insisto, el costo de las coimas lo termina pagando el consumidor. El funcionario que coimea se beneficia y el que paga lo asume como parte del costo de producción gracias a los beneficios extraordinarios que le otorga el Estado le permite trasladar ese costo a precio.

Podemos catalogar a los dirigentes políticos, sindicales, economistas etc. que adscriben al intervencionismo y al estatismo bajo dos grandes categorías: a) los que están convencidos por ideología y b) los que ven un negocio personal en la intervención del Estado y lo promueven no por ideología sino por interés personal. En este caso, la intervención estatal se presenta como una ideología a favor de los pobres o de la soberanía nacional, pero en rigor esos argumentos son solo una pantalla para esconder el enriquecimiento personal que persiguen baja la máscara de defensores de los pobres y de la Nación.

A los que están convencidos por ideología y no los mueve la búsqueda de enriquecimiento personal les diría que no es un problema de personas sino de sistema, además de debatir técnicamente sobre la inconveniencia del intervencionismo y el estatismo. Pero para los que buscan un negocio personal no hay argumentos científicos que valgan, porque sería como tratar de convencer a Al Capone que no es bueno para la sociedad las actividades mafiosas. Su interés personal no pasa por el interés de la sociedad sino por maximizar sus ganancias personales utilizando cualquier mecanismo para obtenerlas. De manera que tratar de convencer a este grupo de personas no tiene ningún sentido.

Pero el problema de fondo es que una amplia mayoría de la población cree que el intervencionismo estatal la beneficiará y que el mercado libre la perjudicará, al tiempo se escandaliza con la corrupción y cree que el problema se resuelve reemplazando a un intervencionista corrupto por un intervencionista honesto. Para la inmensa mayoría de la sociedad la corrupción no es fruto de los poderes omnímodos que manejan los burócratas y políticos, sino que es un tema de personas. Y la realidad es que si en el medio de un océano de corrupción cae un intervencionista honesto, la mafia de la corrupción se lo come vivo. Y en el caso que se consiguiera un ejército de intervencionistas honestos que pusieran en retirada a los intervencionistas corruptos, igual tendríamos un serio problema de eficiencia económica. Tema que dejaré para otra nota.

Si uno mira la oferta electoral de hoy día en Argentina, salvo excepciones, se va a encontrar con que la oposición denuncia al gobierno de corrupto y sin respeto por la democracia republicana, pero no propone un cambio de sistema. El argumento se limita a decir: ellos son corruptos y autócratas, yo soy honesto y democrático. Una especie de kirchnerismo al revés. De ambos bandos parecen tirarse con el argumento de la honestidad y el respeto a las instituciones, pero, sinceramente, del lado de la oposición no veo, a grandes rasgos, propuestas de políticas públicas tan diferentes a lo que actualmente se hace. Solo se argumenta sacando la chapa de honesto.

La democracia republicana se construye limitando el poder del Estado. Sin un límite claro al monopolio de la fuerza que le delegamos al gobierno, no hay democracia republicana posible y sí muchas posibilidades de corrupción. Y como la corrupción necesita de la impunidad para subsistir, el paso siguiente es la destrucción de la república.

Pero tal vez sea el mismo mercado electoral, es decir las preferencias políticas de la gente, lo que hace que impere este tipo de sistema. Comprendo que no todo el mundo tiene que conocer la relación entre calidad institucional y progreso económico y personal. También comprendo que no todo el mundo tiene que entender porque son perjudiciales los controles de precios, las restricciones a la competencia, el despilfarro en subsidios, el estatismo, etc. Lo que me resulta más difícil de comprender es que hayamos llegado a un punto en que la gente no pueda comprender un concepto básico que es el de decencia o prefiera dejar de lado la decencia a cambio de un artificial y transitorio nivel de consumo. Digo, no pido que la gente entienda la relación entre instituciones y crecimiento, sino que valore la decencia, que es algo que nuestras abuelas lo comprendían sin haber hecho un MBA o un PHD. Ser decente es vivir del trabajo propio y no del ajeno. Ser decente no es pretender vivir de las dádivas del Estado. Ser decente es esforzarse para progresar sin pedirle al Estado que le robe a otro para que me lo de a mí. Ser decente es respetar al otro, es la buena educación en el trato. El saber que uno no debe robar, en forma directa o mediante el Estado gracias al lobby. Ser decente es no avasallarlo los derechos de los demás en nombre de la justicia social o de la soberanía nacional.

Esta orgía de creciente corrupción que vive el país, podría ser el resultado de haber perdido el concepto de decencia. Posiblemente, quienes ven el intervencionismo como un negocio personal y lo disfrazan de ideología a favor de los más desposeídos, aprovechan esa pérdida del concepto de decencia porque amplios sectores de la sociedad está dispuesto a cambiarlo por una fiesta de consumo transitorio o de vivir de la ilusión que una autócrata bueno nos evitará el trabajoso camino de construir el país con trabajo, inversiones y respeto por las instituciones, y cuando digo instituciones pongo el acento en el Estado limitado.

En definitiva, me parece que es imposible que tanta corrupción pueda sostenerse sin una sociedad que ya no se escandaliza por ella. Y si no se escandaliza, es porque se perdió el concepto de decencia. Y si se perdió el concepto de decencia, queda el campo listo para el negociado corrupto del intervencionismo.

Tal vez, si comprendemos que la existencia de un Estado limitado no es solo más eficiente para poder crecer, sino un imperativo moral, es que logremos el sueño de una Argentina diferente.

Este es un reenvío de un mensaje de "Tábano Informa"
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miércoles, 27 de mayo de 2009

*SOMOS TAN DECENTES, TEÓDULO LÓPEZ MELÉNDEZ, ENVIADO A NUESTROS CORREOS RECOMENDANDO SU PUBLICACIÓN, 26/05/2009


Nos reciben ogros, pero somos tan decentes. Expropian aquí y allá, pero somos tan decentes. Allanan, persiguen y abren toda clase de juicios, pero somos tan decentes. Se insulta y se dicen groserías a más no poder en cadena nacional, para que los columnistas que son tan decentes exclamen que nosotros somos decentes. Avanza el terrorismo de Estado, pero nosotros somos muy decentes. Nuestras “marchas” son tan decentes que contrastan con la rudeza de nuestros adversarios, dicen los plumíferos que son tan decentes.

Somos tan decentes que todo lo hacemos conforme a las reglas de la urbanidad, dicen las señoras tan decentes que ejercen la decencia. Corremos hacia el matadero, pero lo haremos con mucha decencia.

Mienten, hasta el infinito mienten, engañan, falsifican, pero las escritoras tan decentes dicen que no podemos perder la compostura, tenemos que comportarnos como gente decente.

Si llegase el momento de un paredón, lo principal será marchar hacia él con mucha decencia. La decencia es la condición esencial para que brote un liderazgo. Como esta gente se ha portado con tanta decencia al “marchar”, pues ellos deben ser los líderes, ya que lo hicieron con gran decencia. Al fin este país tosco nos ha dado un ejemplo de decencia. Quienes nos han dado un ejemplo de decencia nos han mostrado que para enfrentar la dictadura hay que ser muy decente y dialogar con ella guardando el buen comportamiento y la decencia.

La marcha tan decente ha podido tener más éxito del que tuvo, pero es que la otra parte era tan indecente. El contraste está dado, los parámetros definidos, la polarización delineada: nosotros somos tan decentes y ellos son unos indecentes.

Hemos llegado a la máxima expresión de la historia: somos tan decentes. La sociología ha sido definida: ellos son indecentes y para ser líder de este país frente a los indecentes hay que ser muy decente. Una cosa que en otro tiempo se llamaba habilidad política se reduce hoy a ser decente. Lo que en otro tiempo se llamaba capacidad de liderazgo se limita hoy a ser decente. Lo que antes se llamaba transformación para evitar que nos transformen por la fuerza y nos reduzcan a nada, ahora se llama guardar la compostura, actuar como damas y caballeros en un tinglado regido por el Manual de Carreño.

Nosotros somos tan decentes que cumplimos con todo lo que nos piden. Si quieren nuestros documentos en determinado tipo de papel, pues cumplimos porque somos muy decentes. Si nos dicen que nos desviemos por allí, pues nos desviamos porque somos muy decentes. Al cumplir con todo demostramos que somos muy decentes.

Ahora a los errores políticos se les llama decencia. Ahora a las metidas de pata se les llama decencia. Ahora a la falta de visión estratégica se le llama decencia. Ahora cuando uno ve tanta decencia se lanza a exclamar “apareció el liderazgo que es tan decente”.

“Avergüenza que todavía haya en Venezuela quienes se consideren intelectuales y aborrezcan del por ellos llamado `neoliberalismo”, estúpida fórmula con que –quienes dicen esto- encubren la desidia, la irresponsabilidad y la estulticia

Quienes son tan cortos de mira son unos indecentes. Ya no sirven ni para aliados de ocasión.

teodulolopezm@yahoo.com


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