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jueves, 23 de diciembre de 2010

MIEDO. RAMÓN GUILLERMO AVELEDO. GLOBOVISIÓN. 17/12/2010

El gobierno tiene miedo. Finge fuerza, hace gestos fieros como los bailes maoríes de los jugadores neozelandeses, toma medidas desesperadas y destructivas. Pero tiene miedo.
Tiene miedo a Globovisión y a la libertad de expresión y el derecho a la información. Y a Internet, y al Twitter y las redes sociales. Tiene miedo a las ideas ajenas, al pensamiento libre, a la verdad.
Tiene miedo a los nuevos diputados a la Asamblea Nacional. Por eso se apura a sacar en diciembre, las leyes que no pudieron aprobar en todo el período. Y además a plantear una habilitante ilógica, inconstitucional y antidemocrática, porque prolonga por un año el período del parlamento saliente. Del artículo 202 en adelante está en la Constitución el proceso de formación de las leyes, el cual se han tragado entero con el apuro descarado, la prisa de asaltantes que irrumpen en la noche en casa ajena, para levantar su Muro de Berlín legislativo. Tendrán, desde el 5 de enero, la mayoría que lograron con menos votos y más trucos legales. Pero temen que los 65 diputados de la Unidad y los 2 de PPT, tengan más razones y mejores argumentos, más convicción y mejor ánimo, que los 98 de la coalición oficialista Psuv-PCV.
Tiene miedo a que sus propios diputados, los que acaban de elegir el 26 de septiembre y que en buena proporción fueron puestos a dedo por el Presidente o escogidos por los gobernadores rojos, y todos avalados por el comandante que hizo suya su campaña. Tan poca confianza les tienen, tanto miedo tienen a que una vez en el Capitolio actúen según su conciencia, que aprueban a la carrera la “ley anti talanquera”, cuyo nombre ya indica el pobre concepto en el que tienen a sus parlamentarios y que viola abiertamente el Art. 201 de la Constitución.
Tiene miedo a la Constitución. A su efectivo imperio. A su vigencia real. Por eso se asegura un TSJ servil, que lo será hasta que deje de serlo, como le pasó a Cipriano Castro a comienzos del siglo pasado. Por eso no acepta una Asamblea que cumpla con su deber constitucional, ni una Contraloría que controle, ni un Ministerio Público que busque la justicia, ni una Defensoría del Pueblo que promueva los derechos humanos, ni gobernadores y alcaldes que actúen con autonomía.
Tiene miedo a la realidad. Por eso plantea una habilitante con la excusa de las lluvias, pero cuyo ámbito de materias (y las 20 leyes que ya tiene “listas”) muestran por sí solas que lo de los aguaceros es un cuento, un embuste, una excusa. Porque no hay habilitación que le permita construir las casas que no ha construido en doce años, como no ha podido, no ha querido o no ha sabido, controlar la inflación, dominar la inseguridad, estimular el empleo de calidad, garantizar la producción y el abastecimiento de productos, asegurar buenos servicios de electricidad y agua para todos los venezolanos.
Tiene miedo a la Unidad. Nunca creyó que de verdad iba a lograrse. Un acuerdo amplio para postular candidatos, para presentar un programa y una agenda parlamentaria. Una alternativa que acaba de recibir, oficialmente y a pesar de las trampas y el ventajismo, 5.3 millones de votos.
Tiene miedo a su propia incompetencia. En la intimidad de sus pensamientos, sabe que las cosas no las hace o las hace mal. Envidia a los gobernadores democráticos, a Morel y a Capriles Radonski, a Henrique Fernando y a Ledezma, a Pérez Vivas y a Pablo, porque con menos recursos y por encima del acoso del poder central, tienen más logros y más obras y son más populares, y lo superan sin duda en el área de los programas sociales, que es lo que más le duele. Envidia al sector privado. No soporta a las universidades, al conocimiento, a la experiencia. No entiende cómo es que los trabajadores de las empresas estatizadas se rebelan y por qué los de las empresas amenazadas las defienden. No hace, compra hecho. Si el dueño es extranjero, lo paga. Si es venezolano, se lo quita. Para después proclamar que es “hecho en socialismo” lo que ya estaba en plena producción y se lo cogieron. 
Tiene miedo al pueblo que con su voto va enseñándole la puerta de salida. Que en las encuestas deja claro que no está de acuerdo. Lo hizo en 2007 con la reforma, en 2008 con los gobernadores y alcaldes y, sobre todo, en 2010 con los diputados.  
El gobierno tiene miedo. Eso no quiere decir que no sea peligroso. Al contrario. Los dos años que le quedan va a acelerar, como ya lo está haciendo, sus potencialidades destructivas a ver si logra sembrar en el país un temor mayor que aquel que embarga a quien ha llegado a considerar al poder como una propiedad suya, no en cuanto a pertenencia, sino a característica propia e inseparable de su ser. Pero Venezuela no se saldrá de su camino, no se traicionará a sí misma, no se rendirá.
¡Feliz Navidad a todos, y un 2011 mejor! 
ADIOSES
Casi lo mismo me dijeron Edgardo Mondolfi e Inés Quintero, a quienes vi esta semana en sendas despedidas de académicos de la Historia. Primero en la de mi admirado paisano Manuel Caballero, apasionado de la comprensión de Venezuela. Y el viernes en la de Rafael Fernández Heres, cuyas investigaciones sobre la historia de la educación venezolana son referencia indispensable, lo mismo que sus trabajos sobre Villavicencio y Toro. Venezolanos de buena factura. De alma, vida y corazón.
ESTA SEMANA, EN LOS MEDIOS…
“NO SE QUEDEN CALLADOS”
Oswaldo Guillén, al referirse a las proyectadas limitaciones al uso de Internet
En El Nacional, miércoles 15.12.10, pp. 1 (Nación) y 1 (Deportes)EL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, ACTUALIDAD, VENEZUELA, OPINIÓN, NOTICIA, REPUBLICANO LIBERAL, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, LIBERTARIO, POLÍTICA, INTERNACIONAL, ELECCIONES,UNIDAD, ALTERNATIVA DEMOCRÁTICA,MIEDO. RAMÓN GUILLERMO AVELEDO. GLOBOVISIÓN. 

domingo, 12 de septiembre de 2010

CONFERENCIA EPISCOPAL VENEZOLANA: CARTA PASTORAL POR ELECCIONES PARLAMENTARIAS, MONSEÑOR ROBERTO LÜCKER

DESPIERTA Y REACCIONA… EL TIEMPO APREMIA!!!

A los Sacerdotes, Religiosos y Religiosas, a los Grupos de Apostolado Seglar, a los católicos de esta Arquidiócesis, y a los falconianos en general

Próximos como estamos a la conmemoración del bicentenario de nuestra independencia y de los cuatrocientos ochenta años de la creación del Obispado de Coro, erigido por Bula del Papa Clemente VII en 1531, y
ante el proceso electoral del próximo 26 de septiembre, en mi condición de Arzobispo de esta ciudad, raíz de Venezuela, Patrimonio Cultural de la Humanidad, me dirijo al pueblo de Dios que peregrina en esta Arquidiócesis para presentarles algunas reflexiones en momentos en que la amada patria debe decidir su destino ante la encrucijada en que se encuentra.

La Iglesia, como la llamara el Papa Juan XXIII, “Mater et Magistra”, Madre y Maestra de los pueblos (15 de mayo de 1961), no puede permanecer indiferente ante los dilemas históricos de las naciones, cuando algunos valores y principios del ser humano y de la sociedad, se encuentran seriamente amenazados. “La Iglesia, que por razón de su misión y su competencia no se confunde en modo alguno con la comunidad política ni está atada a sistema político alguno, es a la vez signo y salvaguarda del carácter trascendente de la persona humana” (GS 76), por lo que “no impulsa a la Iglesia ambición terrena alguna. Sólo desea una cosa: continuar, bajo la guía del Espíritu, la misma obra de Cristo…” (GS 3).

En mi condición de Pastor de esta porción del pueblo de Dios, no podría perdonarme si rehúyo la obligación de expresarme claramente sobre algunos aspectos de la situación político-social del país y de nuestra región. Esta decisión está alentada por el mandato de la Iglesia a los Obispos donde se nos pide que ante situaciones de injusticia, “y muchas veces sumidos en ellas, que abren inevitablemente la puerta a conflictos y a la muerte, el Obispo es defensor de los derechos del hombre, creado a imagen y semejanza de Dios. Predica la doctrina moral de la Iglesia, defiende el derecho a la vida desde la concepción hasta su muerte natural...asume la defensa de los débiles, haciéndose la voz de los que no tienen voz para hacer valer sus derechos...”. (Pastores Gregis, n.67).

Una realidad inquietante

Cuando hace menos de doce años, Prelados venezolanos, denunciaron el robo de los dineros públicos, el endeudamiento del país por la vía de un déficit acumulado, los procesos burocráticos que padecía la provincia que impedían su desarrollo a la par de Caracas, el acaparamiento de la democracia por los partidos políticos, los obstáculos puestos por los altos dirigentes de esas organizaciones al relevo de la dirigencia de nuestra sociedad, el crecimiento de la pobreza y de la injusticia social, la pérdida de fe ante tantas promesas incumplidas, especialmente hechas en tiempo de elecciones y tantas otras calamidades, incomprensibles en un país inmensamente rico, jamás imaginamos que el remedio al que aspirábamos no estaría a la altura de las exigencias de cambio hacia una mejor calidad de vida y la consolidación de una democracia vivida en libertades.

Si damos un vistazo a algunos elementos del panorama nacional constatamos que nuestro país se encuentra hoy ensangrentado de extremo a extremo. Los Obispos hicimos esta constatación en Enero pasado:

“Con gran dolor vemos cómo Venezuela se convierte a pasos agigantados en una sociedad violenta. Cada día se incrementa dramáticamente el índice de homicidios, que coloca a Venezuela entre los países del mundo con mayor número de muertes por asesinato. Esta violencia criminal se nos está haciendo cada vez más cercana. Hoy se asesina hasta por cuestiones banales: para robar cualquier objeto; se asesina por venganza o por encargo, a través del oscuro mundo del sicariato; se asesina bajo los efectos del alcohol o las drogas; igualmente ha habido asesinatos por cuestiones políticas. Estos asesinatos son realizados casi siempre con armas de fuego que circulan sin control alguno” (CEV. Carta pastoral sobre la violencia y la inseguridad. 12-1-2010).

Lamentablemente, esta realidad que describíamos los Obispos hace nueve meses se ha incrementado sin ver soluciones estructurales por parte de los responsables de las políticas públicas de seguridad a nivel nacional y regional.

Así como el espectro de la violencia genera muerte, la precariedad de los servicios públicos a nivel nacional y en nuestra región, son causas de desesperanza y hasta muerte. Las carencias de infraestructura y de personal bien remunerado en el sector educativo, y principalmente en el sector de la salud, provocan reiteradas violencias a los derechos humanos de los venezolanos. Algunos de ellos lamentablemente fallecen y van a los depósitos de las morgues. Las numerosas protestas del personal que labora en los centros asistenciales, dan testimonio de una situación que clama al cielo, al verse ellos mismos afectados en su práctica profesional por las carencias de infraestructura, de personal y de insumos; más lamentable es que el gobierno nacional le de un tratamiento político a estos centros, antes que un tratamiento humanitario y constitucional.

En los últimos dos lustros, el país ha recibido inmensos recursos económicos que lamentablemente no han servido del todo para mejorar permanentemente la calidad de vida del venezolano, así como para obtener una mejor educación, salud y vivienda digna; sólo han servido como paliativos momentáneos en tiempos de bonanza por los altos precios del petróleo. Pero también, y algo muy grave, sin llamarnos a consulta a todos los venezolanos, que somos los verdaderos propietarios del erario público, de manera unilateral y sin presentar cuentas, gran parte de estos recursos económicos se han repartido en dádivas de todo género a otras naciones, con un espíritu de nuevos ricos, que van desde ayudas para pagar la deuda externa de algún país, hasta ayudas en algunos casos en forma de préstamo, para comprar armas, centrales eléctricas, construcción de puentes y carreteras, refinerías de petróleo y lo que es más inquietante aún, el principal recurso de ingreso del país que es el comercio de los hidrocarburos, ha sido vendido a futuro por décadas a determinadas potencias, hipotecando en cierto sentido el futuro de las generaciones jóvenes de venezolanos. No es que el pueblo venezolano se oponga a la solidaridad con otros países hermanos, sino que pide se le atienda primero en sus necesidades básicas.

En el ámbito internacional, el país cada día tiene más inconvenientes. Quienes ostentan el poder nacional han ofendido en diversas ocasiones a los gobiernos e instituciones de los Estados Unidos, Holanda, Colombia, Chile, Perú, El Vaticano, Alemania, España, el Reino Unido de la Gran Bretaña, Canadá, México, Honduras, Israel, Costa Rica, República Dominicana, Francia, a los Congresos del Brasil y Paraguay, a la Organización de Estados Americanos, a otros credos religiosos y mantenemos una unión desventajosa con Cuba, Nicaragua e Irán.

Con inmenso dolor constatamos también como un número considerable de jóvenes venezolanos que durante años se han esforzado en preparase intelectual y técnicamente, tienen que abandonar el país en busca de oportunidades laborales en otros naciones, producto del sectarismo y la intolerancia ante las diversas posturas y convicciones de los que no piensan ni aceptan las propuestas políticas del gobierno nacional. Hay que recordar que Venezuela es diversa en sus paisajes, en el color de su gente, en sus culturas, porque hemos sido una mezcla de razas. No podemos aceptar, por tanto, que se nos pretenda uniformar con un solo color y un pensamiento único. En la esencia del ser venezolano encontramos la diversidad y la pluralidad, y doscientos años después deberíamos tener claro que fue el respeto a esa diversidad por la que derramaron su sangre nuestros libertadores.

No sin asombro, los venezolanos hemos observado en días pasados, el doloroso espectáculo que se ha ofrecido al mundo, al haberse puesto al descubierto una gigantesca adquisición de alimentos con fecha de consumo vencida o muy cerca de su vencimiento, por los cuales se pagaron inmensas cantidades de dinero, y que ha puesto en peligro la salud de la población más pobre, sin que los poderes públicos encargados de investigar y enjuiciar a los responsables hayan ofrecido una explicación satisfactoria a los venezolanos. En esto, como en diversos actos irregulares que involucran a miembros del gobierno, la impunidad está presente.

Con todo este calvario a cuestas, la Iglesia, que debo recordar con todo derecho, es elemento constitutivo de la nacionalidad venezolana, ha sido atacada, descalificando e irrespetando a su Episcopado y muy especialmente a la persona del Cardenal Jorge Urosa , Arzobispo de Caracas, a quien se le convocó casi coercitivamente a la Asamblea Nacional, por haber calificado el socialismo marxista del cual se ufana el gobierno, como verdadero comunismo, que la Iglesia condena, porque fue el responsable del atraso y del ateísmo de algunos países que fueron sometidos durante décadas a regímenes autoritarios, en los que se negaron todas las libertades y que felizmente con las consecuencias de la caída del Muro de Berlín esos Estados de Europa, pudieron abrirse a la esperanza de la libertad y la pluralidad democrática.

No es llamando a demoler a los adversarios como se construye una nación sino con oportunidades para todos. Si no prevalece el diálogo y la armonía, el respeto a la Constitución Nacional, si se coloca en entredicho la propiedad privada y prevalece la arrogancia, nos estamos encaminando a una confrontación mayor, que pondrá de frente venezolanos contra venezolanos. Es mi deber entonces hacer un llamado para corregir el rumbo del país y luchar contra las permanentes enfermedades de la democracia venezolana: “la corrupción, los privilegios, la falta de continuidad administrativa, el clientelismo político, el exagerado gasto fiscal, el deterioro moral de estructuras e instituciones públicas” (CEV. Declaración con motivo de los cuarenta años de la democracia venezolana. 20.1.1998). Como venezolano me duele el país.
Un país construido por todos.

La construcción de un país es una labor tesonera de todos los ciudadanos. El sistema democrático permite la alternancia de responsabilidades en el poder político de una nación, en vista de hacer que el bien común se haga presente en toda la colectividad, y no en un sector solamente. También permite que sean muchas las personas que en distintas comunidades ejerzan liderazgos para lograr el bien común y una mejor calidad de vida. Estos liderazgos no pueden surgir de una designación o de una mano en el hombro, mucho menos de pasearse unos días en una carroza; surgen de actitudes y carismas fehacientes, testimoniales, de servicio y entrega a la comunidad desde una ética personal, el respeto a la diversidad, la honradez en su actuación, una vida consagrada a la verdad y una prédica edificante y conciliadora. Nuestras comunidades están cansadas de personas improvisadas que no conocen la realidad social comunitaria y carecen de cualidades para gobernar con decencia ética.

Humana y cristianamente sabemos que la dignidad de toda persona humana y el desarrollo integral de la familia, la sociedad, el trabajo, las relaciones humanas, la convivencia, la educación, la salud, la participación ciudadana y otros, son y deben ser la base de preocupación y de interés de todo servidor público. Los regímenes políticos, que de diversas maneras son cambiantes en la historia, son simples medios que deben estar al servicio de la persona y la comunidad humana. No entiendo, entonces, por qué en nuestro país se invierten los términos, pidiendo que las personas y la sociedad entera se pongan al servicio de un proyecto político que en el trascurso de estos últimos once años se le ha denominado: bolivariano, revolucionario, socialista del siglo XXI, marxista y comunista. Considero que este enfoque está desfasado y es esclavizante.

Debemos ser conscientes que todo sistema político debe ser un medio para servir a los más altos y nobles intereses de la persona y la sociedad; pero, a la vez, cabe decir que los sistemas políticos no son iguales. En nuestro país hemos optado por la democracia y queremos mantenernos en ella, por ser “una opción fundamentalmente ética a favor de la dignidad de la persona, con sus derechos y libertades, sus deberes y responsabilidades, en el cual encuentra sustento y legitimidad toda forma de convivencia humana y de estructuración social” (JUAN PABLO II, Mensaje a la VII Cumbre Iberoamericana, 28.10.1997).

Todos los venezolanos y particularmente los falconianos, tendremos la oportunidad de evaluar las propuestas y las actitudes personales de quienes aspiran a un cargo parlamentario el 26 de septiembre próximo. No se trata de un juego de poderes para ver quien mete más diputados en la Asamblea Nacional, sino lo que está en juego es el futuro del pueblo y de su convivencia ciudadana, puesto que el primer servicio de la Asamblea Nacional es el diseño, elaboración y aprobación de leyes que serán aplicadas a cada uno de los venezolanos como persona y como sociedad. Por eso, la función directa de este cargo está en relación con la vida de los ciudadanos, allí se coartan o se promueven libertades. Pero también ejerce un “control” de las acciones de los gobernantes; esto permite buscar los intereses del pueblo y no de una persona o de un partido determinado. Un Poder Legislativo unicolor, silencioso, sumiso y temeroso no tiene cabida en un sistema democrático.

Para los ciudadanos y más aún para los cristianos el voto es un derecho y un deber, es un derecho irrecusable y un deber ineludible. Tiene que ver con la dignidad humana puesto que a través de él hacemos uso de nuestra libertad, nuestra solidaridad y nos comprometemos a trabajar por el bien común. Hace algunos años los Obispos declarábamos que “el voto que demos los venezolanos será el que enrumbe los destinos de la nación. Por eso debemos estar guiados no por una emotividad irracional, sino por la conciencia y la responsabilidad personal que nos lleva a elegir a quienes sean capaces de ejercer una auténtica representación, de prestar un servicio para el bien común y de buscar armonía y colaboración en el respeto al pluralismo” (CEV-Declaración ante las elecciones. 23-10-1998)

Como venezolanos y amantes de la Democracia, el voto es nuestra única arma valedera para transformar el país.

Venezuela nos exige cumplir con el sagrado deber de votar. No olvidar que por los pecados de omisión también seremos juzgados.

Elevamos una plegaria a Dios y a la Virgen de Coromoto, Patrona de Venezuela, para que encontremos el camino más expedito que permita el desarrollo armónico de todos los venezolanos. Ya que anhelamos ser un pueblo identificado con el respeto a la dignidad humana la verdad, la libertad, la justicia y el compromiso por el bien común. Ayúdanos Señor a construir la convivencia fraterna, amando a todos sin excluir a nadie, solidarizándonos con los pobres y trabajando por la reconciliación y la paz.

Agradezco a los Sacerdotes la lectura a los fieles de este documento en las Misas del domingo venidero.

Coro, 11 de septiembre del 2010,
Solemnidad de Nuestra Señora de Coromoto
PATRONA DE VENEZUELA.

Enviado a nuestros correos por Ciro José Sánchez Pacheco <marineroarv@yahoo.com>
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viernes, 27 de agosto de 2010

VOTAR EN VENEZUELA, DANIEL SANTOLO

Uno de los objetivos básicos de todo sistema electoral, es de que el acto electoral en sí, el ejercicio del voto, sea lo más amigable posible para el elector. Que el ciudadano se sienta llamado a participar, y a su vez agradado al hacerlo.

Es por ello que en muchos países se ha venido trabajando para que así sea. Desde mejorar los espacios donde se vota, hasta el cambio de los instrumentos de votación para que al elector se le haga lo más sencillo posible el ejercer su derecho.

Vemos como se han modernizados los instrumentos de votación: máquinas electrónicas, tarjetones táctiles, simplicidad en el propio instrumento electoral, para que le sea más fácil al elector conseguir su opción, entre otros mecanismos.

A pesar de todos los avances que se han hecho en nuestro país para automatizar y modernizar los mecanismos para que el elector ejerza su voto de la mejor manera posible, vemos con tristeza que ello no se corresponde con el hecho cierto de convertir el acto electoral en un acto atractivo para el elector. Muy por el contrario, el acto en sí de votar comienza generando angustia y temor.

Cada elección se plantea como una guerra, una batalla entre facciones. Como ejemplo de esta angustia están los empleados públicos, los cuales son amenazados si no votan por una opción en específico, alegándoles que sabrán por quién votaran, lo que he llamado el terrorismo electoral.

Todo esto nos sitúa en medio de una batalla, y si es así, no podemos esperar otra cosa que temor.

Y si esto fuera todo, bien a luchar, pero no, al llegar al centro de votación lo primero con que nos encontramos son a grupos violentos amedrentando a los electores que se acercan, lo mismo que ocurrió en el último simulacro electoral.

Lo grave es que esto ocurre también el día de las elecciones en un gran número de centros. Lo que genera mayor temor.

Luego de vencer estos escollos nos encontramos con un problema mayor, sectores militares que se han apoderado del acto electoral, el mal llamado Plan República.

Desde semanas antes se hacen del control de todo lo concerniente a lo electoral, agravándose ello el día de las elecciones, cuando pretenden imponer hasta el modo de caminar de los miembros y los testigos de mesa, y pretenden decidir quién vota y quién no, usurpando un acto totalmente cívico.

Cosas como estas le corresponden corregir a los próximos parlamentarios, es por ello que la participación de los sectores democráticos es la prioridad.


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sábado, 20 de febrero de 2010

LAS CANDIDATURAS Y LA UNIDAD. MIKEL LAS HERAS. PUBLICADO EL 18 FEBRERO 2010 POR CONFLICTOVE

Vemos como, en ciertos sectores de la llamada oposición venezolana, se están repitiendo viejas historias que ya en el pasado condujeron a pésimas decisiones y a rotundos fracasos. El germen de la anti-política, cual virus, vuelve a atacar. Uno se asombra al ver y leer en las propuestas para candidatos los nombres de estudiantes, periodistas, presos políticos, militares retirados, activistas de ONGs y dueños de medios de comunicación. Y no digo yo que entre toda esa gente no hayan personas preparadas, inteligentes y que probablemente hagan un buen papel en la Asamblea Nacional que debe iniciar funciones tras las elecciones de septiembre. Lo que más me llama la atención -y he de confesar que me indigna- son los argumentos que usan los proponentes y defensores de esos nombres. “Fulano ha demostrado valentía, arrojo”. “Mengano está injustamente preso”. “Fulana, que lo ha arriesgado todo y no pertenece a partido político alguno”. “Los partidos políticos están, como siempre, en busca de camburcitos”. Y así, en esa tónica, con ese tipo de argumentos lanzan nombres a diestra y siniestra, como si las elecciones del 26S fueran un premio a la constancia, o de consolación, o un concurso de belleza.

Por otro lado, vemos cómo algunos personajes que en el pasado no les tembló el pulso para llamar a la abstención, unos, o para apoyar vías nada democráticas para dirimir diferencias, otros, se erigen hoy como los papás de los métodos “más democráticos del mundo” y centran todos sus esfuerzos y energías en imponer sus propuestas en base a la descalificación de quienes los confrontan.

Mientras tanto, en paralelo, vemos al país hundirse en la oscuridad, en la sequía de agua, pero sobre todo en la sequía de ideas y de políticas para el rescate y el desarrollo. Un gobierno personalista, militar y militarista que parece comenzar a derrumbarse tras una larga sumatoria de fracasos, corruptelas e ineficiencia.


Y dentro de la oposición, sectores que no ven más allá de sus narices y que todavía no se han dado cuenta que hay un país mas allá de su entorno, haciendo la guerra a quienes han logrado dar forma, a pesar de sus muchas diferencias, a una posibilidad de ir avanzando dentro del actual estado de las cosas, hacia una toma del poder -en todos sus niveles-, de una manera electoral, pacífica y democrática: Los Partidos Políticos, todos.

Cuando pienso en candidatos a la Asamblea, cierro los ojos y me imagino el Palacio Legislativo, en el ahora expropiado centro de Caracas, rodeado de numerosos militantes del oficialismo, vestidos de rojo rojito. Mis candidatos son los que sé que se abrirán paso, sea como sea, entre esa marabunta, tanto para entrar como para salir de las sesiones. Ni de vaina quiero futuros parlamentarios que se instalen en un toldito en alguna plaza “porque no los dejan entrar en el Capitolio”.

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lunes, 15 de febrero de 2010

Luis Vicente León // ¿Quién ganará la Asamblea?

Chávez ha perdido espacios y los problemas del país se le vienen encima a la gente común.

Cuando me soltaron esa pregunta en el foro del IESA, me sentí como mis morochos cuando les pregunté cuánto era 3x3 y me respondieron: "Papi, tenemos 5 años y a multiplicar enseñan a los seis". Dado que cumplen en marzo, imagino que, tanto ellos como yo, tendremos respuestas en breve, pero será necesario esperar la evolución de acontecimientos que aclaren el panorama.

Los términos de la campaña electoral de estas elecciones parlamentarias no serán muy distintos a las otras, aunque los resultados aún son una incógnita. Chávez nuevamente convertirá la elección en un plebiscito sobre su persona. Históricamente, elegir diputados a la Asamblea Nacional es un evento aburrido para las masas. La mayoría ni conoce al diputado de su circuito y desconoce su gestión a favor de lo que realmente le interesa: su vida cotidiana. En condiciones normales, eso conduce a un evento pasivo con alta abstención. Pero este contexto no le conviene al Presidente, como tampoco le convino en el referéndum constitucional. Las motivaciones para votar siempre son más fuertes en el opositor que en el oficialista, por lo que es impensable que Chávez deje eso al libre albedrío. Él se moverá para estimular el voto de su gente y, de ser posible, desestimular al adversario.

Volcará a su favor, como siempre, el poder del Estado, los recursos públicos, el control comunicacional y la amenaza como estímulo deliberado. Pero esto no es suficiente. Necesita polarizar y enviar mensajes de peligro personal para despertar en la población no movible por su maquinaria la necesidad de protegerlo. La Campaña Admirable será en torno a él.

Pero la oposición no se quedará atrás. Si bien en el proceso anterior valía la pena regionalizar el debate y ponerles rostro a los candidatos a gobernador y alcalde, en este momento la situación es dramáticamente distinta. Chávez ha perdido espacios y los problemas del país se le vienen encima a la gente común. No se trata del debate abstracto y políticamente ineficiente sobre los "valores democráticos" y la "libertad de expresión". Se trata del bolsillo y de la familia. Los problemas se metieron en la casa de los electores y eso es infinitamente más potente que cualquier otro argumentario usado en el pasado por la oposición. Ahora si debe polarizar y lo más interesante es que para eso no necesita un líder fuerte o un partido único. Se necesita la alianza perfecta de la oposición en dos sentidos: la lista de candidatos y la estrategia para dirigirse a Chávez (¿Dónde estabas tú durante 11 años mientras se venía abajo el sistema de generación eléctrica del país? ¿Por qué dejaste que tu Gobierno depreciara el bolívar supuestamente fuerte? ¿Qué hiciste para evitar que los precios se dispararan y evaporaran mi capacidad de compra? ¿Qué hacías tú mientras un policía secuestraba y mataba a mi gente?).

Ahora sí le conviene a la oposición que Chávez entre al ruedo y no su lista de candidatos desconocidos, amenazados de inhabilitación futura si se les ocurre saltar la talanquera.

Esta batalla se pondrá interesante. Por una parte, la plata tirada a la calle a borbotones, el control abusivo de la comunicación, el carisma innegable del líder y su capacidad para recalentar amores tibios y, por otro lado, la incapacidad gubernamental para atender los problemas fundamentales, el desgaste de tiempo que mata la sorpresa y la emoción, la escasez de agua y luz que trastoca la vida de todo el mundo, la falta de abastecimiento de rubros resultado de las expropiaciones, las protestas de los estudiantes (30 puntos más populares que Chávez) y la peor de todas las variables negativas para él, la percepción de que Venezuela está mal y fuera de control, que alcanza en este momento al 66,6% de la población.

¿Quién ganará? ¡Que voy a saber yo! ¿Acaso eso lo enseñan a mi edad?

lvleon@cantv.net

@luisvicenteleon

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jueves, 14 de enero de 2010

PARLAMENTARISMO DE LESA HUMANIDAD, JUAN CARLOS APITZ B.

La propulsión del Socialismo de Siglo XXI por la Asamblea Nacional venezolana para lo único que ha servido es para acabar con los auténticos derechos humanos, al destruir el concepto mismo de los derechos individuales, e, imposibilitar en la práctica los derechos colectivos que supuestamente inspiran su proceder.

Los humanos tenemos ciertos derechos inalienables, consustanciales con nuestra naturaleza de seres humanos, y, están por encima del poder de cualquier autoridad. Naturaleza humana es lo que es común a toda la especie, lo que el hombre ha llegado a ser por un proceso evolutivo biológico y social.

Es esa naturaleza humana en la que al hombre se le reconoce su derecho fundamental a ser dueño de sí mismo, de su voluntad y sus decisiones, conforme a medios y fines propios. También de exigirse libre de coacción arbitraria sobre su consciencia y voluntad.

Los derechos humanos devienen de un esfuerzo intelectual, al consagrar en la ley el derecho fundamental del hombre libre de ser completamente dueño de sí mismo, y, un agente social civilizado y responsable. Siendo necesario que todos los hombres estén sometidos al imperio de la Ley y ninguno, a la voluntad de otro u otros hombres. Con lo que, la libertad del hombre en sociedad depende de que las leyes no sean producto arbitrario de la voluntad de los legisladores.

Cuando los derechos humanos aún se enunciaban como barreras a la monarquía absolutista (Declaraciones Universales), podíamos resumir los derechos humanos en tres: la vida, la libertad y la propiedad. Así, ninguna autoridad podía matar, encarcelar o confiscar, excepto para evitar un crimen contra otro ser humano, ni contra algún supuesto interés colectivo o difuso falsamente superior, sino contra uno o varios seres humanos concretos.
Sólo el Estado puede violar auténticamente los derechos humanos, ya que su única razón legítima para existir es protegerlos.

El engañoso Socialismo de Siglo XXI fundamentado en la doctrina de la voluntad de la mayoría, que no niega explícitamente los derechos fundamentales del hombre y del ciudadano, sino que se justifica en que la Ley deriva de la voluntad de la mayoría, cualquiera que esta sea; ha dado prioridad a unos imaginarios derechos humanos que en la práctica se contraponen, oponen y destruyen los auténticos derechos que se derivan de la naturaleza humana.
La destrucción del propósito y razón de los derechos humanos, está en la superposición de leyes y derechos colectivistas sobre los derechos naturales del individuo. El incumplimiento de esos derechos colectivos por parte del Estado no puede ser reclamado jurisdiccionalmente, como lo ha reconocido este revolucionario TSJ en el caso del derecho social a la salud.
En conclusión, la Asamblea Nacional ha limitado y sojuzgado los derechos humanos individuales, en favor de unos derechos colectivos que han resultado, a la postre, en fantasmagóricas ensoñaciones inalcanzables.

Juan Carlos Apitz B.
justiciapitz@hotmail.com
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viernes, 21 de diciembre de 2007

*ANTONIO ECARRI BOLÍVAR ESCRIBE PARA EL CARABOBEÑO “¡NUEVA ASAMBLEA NACIONAL YA! “


“¡NUEVA ASAMBLEA NACIONAL YA! “

La gente que aún percibe este gobierno como democrático y respetuoso de las decisiones del soberano, se va a estrellar con la cruel y dura realidad de un régimen que, a lo Maquiavelo, está convencido que el fin justifica los medios. En efecto, la lógica “revolucionaria” indica que todo lo que se haga -incluyendo los abusos y atropellos a las leyes- en función de la sociedad socialista se justifica. Lo demás, es decir, el respeto a la mayoría democrática que se expresa en las urnas electorales y a las instituciones públicas, no son más que prejuicios y melindres pequeño burgueses que deben ser desechados por la “conciencia de clase”. De allí que estemos viendo, a los más conspicuos representantes del gobierno y de la Asamblea Nacional, amenazar con insistir en las reformas que les negó el soberano el 2 de diciembre.

Si esto es así, la pregunta de Perogrullo que salta a la vista es la siguiente: ¿va a continuar la oposición venezolana actuando por reacción a la ofensiva gubernamental? Si la respuesta es necesariamente negativa, entonces debemos plantear que la única manera que se puede lograr la reconciliación nacional, es con otra Asamblea Nacional, que represente la nueva correlación de fuerzas evidenciada en la negativa popular a la reforma constitucional propuesta por Chávez y, precisamente, por este ilegítimo parlamento.

Tres de cada cuatro venezolanos nos opusimos a esa reforma, de tal suerte, que una minoría gubernamental no puede ostentar un parlamento integrado únicamente por el sector oficial. Además, la indebida, por inconstitucional, intromisión de la Asamblea Nacional en la propuesta de reforma los colocó en el medio de la confrontación y al ocurrir ese tremendo rechazo popular se produjo una -sui géneris- revocatoria de su mandato. Además, todos recordamos que el actual parlamento fue votado por una minoría menor al quince por ciento de los electores debidamente inscritos en el Registro Electoral.

Acción Democrática está estudiando con sus asesores constitucionales, la propuesta de una enmienda constitucional que recorte el mandato del actual Parlamento, para que podamos renovar a finales de este mismo año, junto a las elecciones de gobernadores, alcaldes y consejos legislativos regionales, la Asamblea Nacional, para que sea realmente representativa del pensamiento plural de los venezolanos que se expresó contundentemente este 2 de diciembre próximo pasado.

Ciertamente, el artículo 340 constitucional establece que “la enmienda tiene por objeto la adición o modificación de uno o varios artículos de esta Constitución, sin alterar su estructura fundamental”. Y el artículo siguiente previene la forma en que debe ser tramitada: “La iniciativa podrá partir del quince por ciento de los ciudadanos inscritos en el Registro Civil y Electoral...”. Debemos, entonces, tramitar la enmienda a través de la iniciativa popular, para lo que se requiere la firma de un poco más de dos millones de compatriotas que compartan este criterio. Estamos seguros, que hasta una buena parte del “chavismo” estará encantado de salir de los actuales parlamentarios quienes sólo han coadyuvado, con su torpísimo desempeño, al desprestigio del gobierno de Hugo Chávez.

También es menester indicar, que el período de cinco años, previsto en el artículo 192 -el que debe ser modificado- es demasiado largo, habida cuanta que establece, adicionalmente, la posibilidad de la reelección por dos períodos consecutivos. Entonces, si se establece, a través de la enmienda, un período de tres años, los parlamentarios pueden estar desempeñando sus funciones en la Asamblea Nacional, de ser reelegidos, hasta por nueve años, lo que luce como un tiempo prudencial suficiente para el ejercicio de tan importante función pública.

Nos oponemos a una asamblea nacional constituyente, porque a pesar de su inobjetable viabilidad jurídica, desde el punto de vista político es inconveniente, pues además del reciente resultado electoral que mantuvo vigente la Constitución del ‘99, tenemos que pasearnos por las añagazas del régimen, con sus famosos “quinos” que permiten a quien obtenga el 40% de los votos alzarse con el 90% de esa Asamblea, tal como aconteció en 1999. Tampoco creemos viable la revocatoria del mandato de los diputados, porque al no existir reglamentación, simplemente se revoca al principal, pero se incorpora su suplente convirtiendo el esfuerzo en una fútil decisión.

La consigna debe ser: si el gobierno busca otra ocasión, pues revoquémosle su Asamblea Nacional monocolor, que no representa sino a lo más radical de un sector que, gracias a Dios y al soberano, ya es minoría en Venezuela.