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sábado, 10 de diciembre de 2011

ENRIQUE GHERSI: ORÍGENES DEL LIBERALISMO

El liberalismo es una corriente de pensamiento que se fundamenta en la teoría subjetiva del valor, en materia económica, y el concepto de libertad negativa, en materia política.

La teoría subjetiva es aquélla que define el valor económico no como algo inherente a la cosa misma, sino como la opinión que la gente tiene acerca de una cosa.

Un ejemplo muy sencillo permitirá evaluar el conjunto: el valor de un vaso no es la cantidad de trabajo incorporado en él, como creía equivocadamente David Ricardo o Marx, sino lo que la gente cree que este vaso vale; es decir, la escasez relativa de este vaso. Por eso este vaso puede valer mucho o puede valer poco, en función de su abundancia o escasez en una sociedad. La teoría subjetiva del valor en mi concepto es un elemento central para poder definir en qué momento nos encontramos frente a una doctrina liberal.

En segundo lugar, el concepto de libertad negativa fue desarrollado por Isaías Berlin. Lo que quiere decir es que, entre las muchas formas de definir a la libertad, son liberales las corrientes que la definen como la ausencia de coacción y, por eso, se llama libertad negativa. Es decir, aquellas doctrinas que definen a la libertad como la ausencia de coacción.

Aceptando esta definición inicial del liberalismo basado en la teoría subjetiva del valor y en el concepto de libertad negativa, quiero presentarles a ustedes una visión sintética de los orígenes de este liberalismo. En base a estas consideraciones, por consiguiente, es muy fácil encontrar cuál es el origen de la idea liberal.

Aparición de la idea liberal en la España Medieval

En nuestro concepto, el origen de la idea liberal lo vamos a encontrar en la España medieval, señaladamente durante la ocupación árabe de España y específicamente en Andalucía.

Así, encontraremos el origen de la teoría subjetiva del valor y del concepto de libertad como ausencia de coacción entre escritores árabes y judíos medievales. Señaladamente en Ibn Jaldún, un historiador magreví de la edad Media que es el primero que desarrolla el concepto de libertad como ausencia de coacción claramente en un famoso y monumental libro llamado “Introducción a la Historia Universal” un libro escrito en la baja edad media árabe. En él recomienda a los príncipes gobernar dejando a su pueblo actuar de acuerdo con sus puntos de vista, con sus potencialidades, con sus instintos, con sus placeres, con sus deseos. Es tal vez uno de los escritos más antiguos donde podemos encontrar claramente expuesto el concepto de libertad en sentido negativo.

En materia económica, el concepto de valor subjetivo fue esbozado también en esa época por Maimónides, un sabio judío de Córdova. Maimónides es juez de la comunidad judía y, como tal, comenzó a redactar opiniones jurídicas de interpretación de la ley mosaica, tratando de establecer la naturaleza del interés y de la usura. A partir de tales estudios sobre interés y usura Maimonides ensaya por primera vez lo que es el concepto del valor subjetivo.

Curiosamente, fue la enorme energía creativa de la España árabe, crisol de civilizaciones donde convivían pacíficamente árabes, judíos y cristianos, que permite el desarrollo de dos grandes conceptos liberales que son posteriormente recogidos, ya en el siglo XVI, por la llamada Escuela Jesuítica de Salamanca.

La Escuela Jesuítica de Salamanca

En la escuela toma las viejas teorías de Maimónides del concepto subjetivo del valor y lo desarrolla sistemáticamente. Se puede hablar de que los primeros escritos y estudios de economía moderna se hacen a la luz de los trabajos de los jesuitas de Salamanca en el siglo XVI. La teoría subjetiva del valor que había sido ensayada por Maimónides es convertida en teoría monetarista por los jesuitas, a través de la llamada teoría cuantitativa de la moneda.

¿Por qué los jesuitas del siglo XVI inventan la teoría cuantitativa de la moneda? o, ¿por qué aplican el concepto subjetivo del valor a la moneda? Por culpa, en parte del Perú. Esa es una anécdota interesante que conocer. En el siglo XVI comienza en España y en las posesiones de los Austrias españoles una inflación monstruosa creada como consecuencia de la explotación de las minas de oro y plata del Nuevo Mundo. En efecto, por parte en culpa de que el oro peruano es acuñado inmoderadamente, produce una inflación monstruosa en España y en las posesiones germánicas flamencas de su imperio.

Entonces, alguien tenía que explicar qué estaba pasando, y son los jesuitas de Salamanca los que desarrollan por primera vez el monetarismo para explicar la gran inflación del siglo XVI. Y dicen: “La moneda es igual que cualquier bien, un bien vale en función de su abundancia o de escasez”. Hay mucha papa, la papa baja de precio; hay poca papa, la papa sube de precio, esa es la teoría cuantitativa del valor. El valor de las cosas no es lo que la cosa es en sí misma sino lo que la gente considera que la cosa es en determinado contexto; la abundancia o la escasez, ese es el valor de algo.

Los jesuitas de Salamanca toman este concepto que había sido elaborado por Maimónides y lo aplican a la moneda naciendo la teoría cuantitativa del valor.

Los jesuitas de Salamanca desarrollaron también el concepto de libertad negativa en el terreno político. Fue curiosamente Fray Ginés de Sepúlveda, el gran rival de Bartolomé de las Casas, el héroe de los socialistas latinoamericanos, quien descubrió a partir de un tratado de derecho internacional público los conceptos y principios elaborados por Ibn Jaldún durante la edad media árabe. De manera que, tanto en el terreno de la teoría cuantitativa de la moneda como en el terreno del desarrollo filosófico de la libertad, entendida como ausencia de coacción, ambas son ideas largamente elaboradas de los jesuitas de Salamanca.

Jesuitas más recientes, inclusive el famoso jesuita Tomás de Mercado, cuyo nombre parece sugerente para los conceptos que desarrollamos, escribió un famoso libro llamado “Suma de tratos y contratos en Ciudad de México”; el cual fue durante tres siglos la doctrina básica que se enseñó en todas las universidades de América Latina, incluido el Perú. De manera que si leemos, por ejemplo, los escritos de Peralta y Barrionuevo, el famoso sabio criollo del siglo XVII, podemos encontrar una decidida influencia del pensamiento jesuítico de Salamanca del siglo XVI y, finalmente, del incipiente liberalismo.

Si tuviéramos que hacer el árbol genealógico del liberalismo, sus raíces serían Ibn Jaldún y Maimónides; el tronco inicial, los jesuitas de Salamanca. ¿Cuál es la siguiente sección de este árbol? El pensamiento jesuítico de Salamanca curiosamente se estanca en España y no tiene continuadores. Hay quien ha querido encontrar en Jovellanos, ya en el siglo XVIII, una conexión; pero aparentemente fue un sacerdote con gran influencia liberal tomada de la ilustración francesa y no del pensamiento español del siglo XVI.

Los continuadores del pensamiento de los jesuitas de Salamanca estuvieron en Flandes, representados por Hugo Grotio y Heinnecius, conocidos como los pioneros del derecho internacional público. Ellos toman la imprenta del pensamiento de los jesuitas de Salamanca y profundizan el concepto económico y el concepto político de la idea liberal.

Difusión de la idea liberal: El liberalismo continental europeo y el liberalismo anglosajón.

A través del “pensamiento flamenco” viene la gran difusión de la idea liberal política y, en mi concepto, la gran separación del liberalismo. Es decir, tenemos dos raíces: Ibn Jaldún y Maimónides; un tronco común, la escuela de Salamanca; un tronco subsiguiente, el pensamiento flamenco; y luego la gran división del liberalismo en dos copas: el liberalismo continental europeo y el liberalismo anglosajón. De Flandes el liberalismo salta a Inglaterra, señaladamente a Escocia. Grotio y Heinnecius fueron profesores de un famoso pensador escocés, de apellido Huntintong, que revoluciona la educación en su país. Huntintong fue maestro de Adam Smith, que aprendió de él la doctrina económica y moral que posteriormente se convertiría en el liberalismo contemporáneo de origen anglosajón.

Encontramos ahí claramente una línea de desarrollo intelectual: de los flamencos a Huntintong, el renacimiento escocés y Adam Smith. Este paso hace eclosión durante el siglo XVIII con el gran movimiento intelectual que Adam Smith encabeza en su época. Recordemos una cosa: Adam Smith en su época era un hombre muy famoso; es decir, no era solamente un oscuro profesor o un erudito de biblioteca, fue un hombre que realmente se convierte en un hombre muy famoso, muy célebre, muy influyente en la política, al extremo que llega a ser representante o miembro del Parlamento. Es célebre su participación durante el proceso de independencia de Estados Unidos de Europa, a favor de la independencia de las colonias norteamericanas cuando esto se somete a voto en la Cámara de los Comunes de Inglaterra; es considerado un traidor por muchos de los ingleses por ese voto en su momento.

Adam Smith desarrolla los conceptos clásicos de la teoría subjetiva del valor y de la libertad negativa con diferente énfasis y diferente fortuna. Mucha gente, los historiadores que ustedes van a leer, creen y opinan, probablemente de manera correcta, que Adam Smith confunde el problema del valor y van a encontrar algunas páginas de Smith donde claramente recoge una idea de valor subjetivo y otras donde Smith habla del valor trabajo o valor objetivo. Por eso muchos consideran que Marx en realidad fue una tergiversación o una profundización de los errores de Smith y, en buena parte, los errores de Smith permitieron el desarrollo conceptual del marxismo en el siglo siguiente.

El desarrollo ulterior del liberalismo inglés, tanto en su vertiente manchesteriana con Cobbett, que condujo la polémica por el libre comercio en el final del siglo XVIII y principios del siglo XIX, como lo que se ha llamado liberalismo clásico que viene con Adam Smith, David Ricardo, John Stuart Mill, Jeremías Bertram y Herbert Spencer, tiene claramente un entroncamiento con una de las grandes copas de este árbol liberal que se divide en el momento de la influencia del pensamiento flamenco.

La otra gran rama del pensamiento liberal, es el liberalismo continental. Esta se distribuye por los diferentes países de Europa, fundamentalmente en Alemania y en Francia, con distintas escuelas, énfasis y características.

Primero pasa a Francia donde tiene claramente un desarrollo en la ilustración francesa. Voltaire, Diderot, D´alambert, algunos dicen que Rousseau, otros niegan la pertenencia de Rousseau a la doctrina, toman estas grandes y viejas ideas de Grotio, Heinnecius y los jesuitas de Salamanca, cada vez más perdida en el tiempo. Cada vez se reconoce menos a los jesuitas como los autores de estas ideas, porque lo curioso de este proceso de elaboración es que nadie se acuerda de quién las dice; ellos la toman del profesor inmediato, quien la tomó a su vez del profesor inmediato. Pero mucho menos los ilustrados franceses, que eran anticlericales por naturaleza, recuerdan que esto tuvo como origen a un pensamiento neoclásico.

Paradójicamente pues, en el liberalismo continental francés se desarrolla una línea anticlerical, fundamentalmente centrada en temas filosóficos, aunque Jean Batista Say salva el honor colaborando en algo con los conceptos clásicos de la teoría subjetiva del valor.

Por su parte, el liberalismo continental alemán tiene su propio desarrollo, que alcanza un punto culminante en el siglo pasado y es, probablemente, el responsable del renacimiento de las teorías liberales durante esta centuria.

En Austria, el pensamiento liberal anida en algunas universidades de habla germana y tiene una eclosión importantísima durante el largo reinado del emperador Francisco José, en que se desempeñó como ministro de economía Eugene Von Böhm-Bawerk. Este hombre ha sido tal vez el liberal más importante de los últimos siglos porque él recoge el viejo tema de los jesuitas de Salamanca, de la teoría subjetiva del valor, que había sido enredada y confundida por Smith, y ciertamente por David Ricardo, y olvidada por los franceses, y lo pone por primera vez en una ecuación matemática. Para el efecto, desarrolla claramente y científicamente el concepto central: que el valor de una cosa está en función de su escasez o de su abundancia, que el valor de una cosa es una opinión y que la economía es en realidad una rama de la psicología y no de la matemática.

Según Von Böhm-Bawerk, el valor no está en la cosa, está en la gente. Es consecuencia de la escala valorativa de millones de individuos, que simultánea y espontáneamente, y sin conexión alguna opinan en un contexto llamado “mercado”, y le atribuyen a algo, por error, una determinada condición. Como consecuencia de tales trabajos algunos hablan de la escuela neoclásica neoliberal a partir de ese momento. Después de Böhm-Bawerk, Weiser, Weickel, Menger y sus discípulos Ludwig Von Mises y Friedrich Von Hayek, la escuela austriaca del pensamiento liberal ha fecundado esta doctrina profundamente.

Escuelas actuales

Hoy en día se habla de que en el mundo liberal existen las siguientes escuelas: en primer lugar, la llamada “escuela del capital humano”, se llama así porque se dedica más a los conceptos elaborados por la escuela austriaca, a estudiar lo que es el valor de la gente. Esta escuela sostiene que la gente vale en sí misma, en conocimiento, en habilidades, en tiempo y en técnica. En base a tales hipótesis hacen una serie de estudios sobre la conducta humana, sobre el matrimonio, sobre la capacidad de trabajo, sobre la educación. La escuela del capital humano ha tenido dos premios Nobel muy recientes. El primero fue Theodore Schultz en la década del setenta y muy recientemente Gary Becker.

La tesis sobre la que se fundamenta es que no solamente existe un mercado monetario sino también un mercado no monetario en toda la sociedad. La política es un mercado; las relaciones humanas son un mercado; la cultura también. En todas estas manifestaciones de la conducta humana hay un funcionamiento racional que se puede estudiar científica y análogamente a la economía.

La segunda escuela del liberalismo contemporáneo es la del “Public Choice” que estudia el mercado político. James Buchanan, Premio Nobel de Economía, es el exponente máximo de esta escuela.

En tercer lugar, está la llamada “Escuela de los derechos de propiedad”. Es tal vez la que ha tenido el desarrollo más explosivo en los últimos años y los aportes más importantes. Cuenta en este momento con tres premios Nobel: Ronald Coase, Ronald Douglas North y Robert Vogel. Coase es el más original; planteó que el derecho también tiene una lógica económica consistente en facilitar las transacciones de la gente.

El derecho de propiedad, por ejemplo, es una forma de reducir el costo de vivir en un mercado, porque al saber qué es de cada cual, todos tenemos información muy importante para reducir la cantidad de tiempo y la cantidad de datos necesarios para vivir en un mercado. Otra contribución original de Coase fue su afirmación de la empresa como un paquete de contratos preestablecidos que permite a la gente organizarse económicamente consolidando información.

Una cuarta escuela liberal es la monetarista. Milton Friedman es su premio Nobel representativo.

Finalmente, la última escuela contemporánea del liberalismo es la llamada “anarcocapitalista”. El anarcocapitalismo se origina en el siglo pasado con Herbert Spencer. Quedó en estado larvado, hasta que en tiempos muy recientes ha tenido un gran desarrollo y fundamentalmente a partir del concepto de privatización.

En efecto, desde el momento en el cual el concepto de privatización es aceptado como viable en una sociedad, comienza un desarrollo intelectual muy riguroso dispuesto a mostrar que es posible privatizarlo todo. No hay ninguna razón por la cual todas las funciones del Estado no puedan ser privatizadas en su integridad.

Esta escuela todavía no tiene un premio Nobel, pero no me extrañaría que en los próximos años lo tuviera por las importantes contribuciones matemáticas hechas por ellos, sobre todo en lo que se llama la “teoría del caos”. Vera Smith y David Friedman, hijo de Milton, son sus representantes más caracterizados.

Hemos hecho un brevísimo cuadro sinóptico del origen y de la evolución del liberalismo. Dos grandes raíces: Ibn Jaldún y Maimónides. Tronco común: el liberalismo flamenco. Las ramificaciones: el liberalismo anglosajón y el continental europeo.

Diríamos que la gran influencia actual de las ideas liberales provienen esencialmente de una variación del liberalismo continental, el llamado liberalismo austriaco, que logró una vanguardia intelectual a principios de este siglo, gracias a ganar el debate ideológico en las grandes universidades contemporáneas a los socialistas y los marxistas durante los 40 o 50 años primeros de este siglo.

Es absolutamente evidente que el desarrollo intelectual y la gran potencia y la energía, la vanguardia, como se llama en el pensamiento académico, se encuentra en esa rama, en esa escuela desprendida de ese gran tronco común que nos hermana a todos en las creencias fundamentales de la libertad del ser humano, de su derecho a decidir y del valor como reconocimiento a la capacidad autónoma de cada individuo para decidir qué le conviene, qué cosa es buena y cuándo puede conseguirla. Diríamos que éste es, apretada y groseramente, un cuadro aproximado a esa fascinante e inexplicable historia de esta gran doctrina.

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lunes, 7 de noviembre de 2011

CARLOS R. PADILLA CARPA: EL ORIGEN DE LA CRISIS EN LOS PAÍSES DEL ESTADO DE BIENESTAR


"Regala un pescado a un hombre y le darás alimento para un día, enseñale a pescar y lo alimentarás para el resto de su vida." ...Proverbio Chino

Cuando el estado del bienestar se introdujo por primera vez en Inglaterra, fue presentado como un paso más en el desarrollo de la historia de la humanidad.
La historia sin embargo parece sugerir que la edad del declive de una nación es con frecuencia un periodo que muestra una tendencia a dar peces y no en enseñar a pescar y a la simpatía por regímenes similares. Tanto como se retiene el status de líder, estos son demagogos y populistas, pero si esa posición se ve en peligro se inicias procesos de represión.
Las posibilidades reales del estado de bienestar estarán dadas por la existencia de recursos que le permitan mantener sin fuentes de producción estables tal situación de dispendio. En una primera etapa intenta servir a las mayorías, luego solo a quienes los apoyan y finalmente a nadie.
Pero esta situación de bienestar material, en la que todo parece estar disponible sin esfuerzo aparente, por un lado relaja valores tales como la disciplina, el trabajo, la dedicación, la atención, y por otra parte muchas personas llegan a pensar que la abundancia es su derecho natural y que se deben satisfacer sus deseos sin contribución alguna por su parte. Si ello no se materializa sobreviene la crisis.
Mientras tanto, quienes manejaban los presupuestos nacionales cuya fuente no era otra que el rentismo y los irracionales impuestos al capital privado, se enriquecían escondiendo corrupción tras la ineptitud. A su sombra acrecentaban sus chequeras los mercantilistas que comercializaban con el oligopolio estatal.
Se propone entonces la sustitución del estado de bienestar centralizado por un estado federal descentralizado para la sociedad del bienestar que procure un desarrollo armónico   y un incremento de la calidad de vida de todos los ciudadanos, mediante el equilibrado ejercicio de la libertad, la igualdad de oportunidades para educación, salud y servicios públicos enmarcados en un efectivo estado de derecho que limite las potencialidades del gobierno a las funciones que le son propias de seguridad, justicia y obras públicas de infraestructura.
Un sistema contrario al mercantilismo negociador a la sombra del estado y a todo intento de monopolios y menos de oligopolios.
Un ejercicio de la libertad entendida como la actividad individual de hacer lo que el libre albedrio de cada uno decide en respeto a la libertad de los demás, aceptando la igualdad de seres humanos dentro de un estado de derecho en sana práctica de la fraternidad sin plantear favoritismo hacia ninguna clase social sin importar la desigualdad porque no es egoísta y procurando solventar la pobreza mediante la antigua expresión de no darle a nadie un pez sino ensenarle a pescar
Un sistema que respete a los emprendedores y los promocione para la sana competencia y al contrario del socialismo marxista no tenga   interés en quitarles lo que han ganado en la seguridad que el capital crea empleo y riqueza e intentar reducir las fortunas mediante impuestos no sólo reduce el bienestar de quien las posee, sino el de todos, en general.
carlos.padilla.carpa@gmail.com

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martes, 27 de septiembre de 2011

ROGELIO ALANIZ: PLURALISMO Y HEGEMONÍA (DESDE ARGENTINA)

A pesar de lo que se diga y de lo que se manifieste como deseo ideológico o político, la Argentina es pluralista y a los teóricos de las unanimidades autoritarias se les hace muy difícil justificar sus fantasías. Puede que la señora en las elecciones de octubre obtenga el 55 o el 60 por ciento de los votos. Y que el dirigente más votado de la oposición esté por debajo del veinte por ciento. Incluso en ese caso la utopía de la unanimidad o de la “inmensa mayoría” estaría muy lejos de cumplirse.

Hagamos memoria. En septiembre de 1973 la fórmula Perón-Perón superó el sesenta por ciento de los votos, pero no sólo no amordazó a la oposición sino que tampoco garantizó la gobernabilidad, el argumento sagrado de los amigos de las mayorías absolutas. Con una mayoría del sesenta y pico por ciento de los votos el peronismo condujo a la Nación a la catástrofe.

En 1928 Hipólito Yrigoyen fue “plebiscitado” y dos años después cayó sin pena ni gloria. Dos años alcanzaron y sobraron para que el plebiscito se disolviera en el aire. En 1928 todos parecían ser radicales y en 1930 no se encontraba en la calle un tipo que dijera que había votado por la UCR. Esos cambios de humor de la multitud no son historia pasada: nada más inconstante y frágil que una mayoría política.

Ocurre que la asonada militar se produjo el 6 de septiembre de 1930, pero el radicalismo estaba derrotado mucho tiempo antes de que los cadetes del Colegio Militar y los aviones de El Palomar decidieran realizar su paseo victorioso, mientras las vecinas de avenida Callao salían a los balcones a saludar a las tropas y la sirena del diario Crítica anunciaba la buena nueva.

La Argentina es muy probable que en el futuro sea gobernada por una mayoría peronista, pero es muy difícil que deje de ser pluralista. La ilusión de transformar al peronismo en una suerte de PRI, de partido hegemónico al estilo mexicano, es improbable que logre concretarse, entre otras cosas porque el peronismo de los mejores tiempos jamás logró tener la eficacia electoral y política del PRI, eficacia que entre otras causas estaba garantizada por el pacto interno de renovar a los presidentes cada seis años.

Como se sabe, en México el presidente era el hombre más poderoso del país durante seis años, pero no bien dejaba el poder se transformaba en el hombre más anónimo del país. A este pacto de gobernabilidad, aprendido gracias a los rigores de la guerra civil, jamas logró forjarlo el peronismo, no tanto porque no pudo sino porque no quiso, ya que para los peronistas el líder -y si es posible el líder eterno- es el paradigma de la buena gobernabilidad. Antes de ayer fue Perón, ayer Menem y hoy la señora. Una tradición política, una cultura, una manera de entender el poder determina la creación de esta idolatría.

El otro prejuicio presente en nuestras recientes tradiciones, es que las grandes contradicciones de la política nacional se deben expresar en el interior del peronismo. Perón en su momento formalizó este punto de vista a través del humor: en la Argentina todos somos peronistas, los de derecha y los izquierda, los creyentes y los agnósticos, los conservadores y los radicales, decía guiñando un ojo y sonriendo como sólo él sabía hacerlo.

Desde cierto rigor conceptual, los editores de la revista “Pasado y Presente” no tuvieron ningún empacho en augurar que a partir de 1973 la lucha de clases en la nación se expresaría en el interior del peronismo. Hoy -con otra matriz teórica- en ciertas usinas del poder se afirma una hipótesis parecida: lo más importante, lo más decisivo de la política se despliega en el interior del peronismo. Lo demás es marginal cuando no antinacional.

El peronismo siempre se pensó como mayoría y siempre estuvo tentado en identificar esa mayoría con la Nación. Algunos de sus intelectuales se esforzaron por relativizar esa mirada movimientista de la política, pero la tentación siempre fue fuerte porque está latente en los orígenes mismos de su identidad. Los avatares de la política, la persistencia de una Argentina que siempre fue pluralista fue más eficaz que todas las consideraciones teóricas.

A partir de 1983 se demostró que el peronismo no era una mayoría automática. Que ganaba elecciones, pero también las perdía. Que más que una mayoría era una primera minoría. Sin embargo, los resultado electorales de agosto y los previsibles resultados de octubre han renovado el síndrome de mayoría hegemónica. El peronismo vuelve a creerse el partido dominante de la Argentina y sus propagandistas hablan de profundizar el modelo, deseo que apunta no a la patria socialista sino a profundizar el control sobre el conjunto de la sociedad.

Los problemas que presentan esta visiones son varios. Dejemos de lado, por el momento, ciertas cuestiones teóricas acerca de cómo se constituye una sociedad democrática y observemos si este afán de unanimidad del peronismo es una realidad o un deseo. Por lo pronto, y tal como se han presentado los hechos en la historia, esta unanimidad ha sido un deseo, porque ni en sus mejores tiempos el peronismo pudo impedir que la mitad del país se subordinara a su voluntad.

La ilusión populista, que es también la ilusión nac&pop, es la de una inmensa mayoría nacional enfrentada a una insignificante minoría de oligarcas, vendepatrias, explotadores, agentes del imperialismo o burgueses destituyentes. En contradicción con este deseo, en la vida real ni las mayorías han sido tan amplias ni las minorías tan insignificantes.

En 1951 el peronismo parece ser una abrumadora mayoría que desbordaba la Plaza de Mayo. Pero en 1955 la misma Plaza de Mayo está desbordada por un público que festeja alborozado la caída del dictador. Se dirá que una mayoría estaba legitimada por el voto y la otra, la de 1955, por las botas. Es verdad, pero la deslegitamación golpista de 1955 no invalida la existencia real de una poderosa Argentina antiperonista.

Pensarse como mayoría absoluta genera también errores de percepción política. Como dice Tulio Halperín Donghi, obtener el sesenta por ciento de los votos en una cultura republicana es un éxito político, pero ese mismo sesenta por ciento de los votos en una cultura que reivindica la unanimidad, es un fracaso, porque en cualquier circunstancia el cuarenta por ciento de la sociedad está muy lejos de ser una insignificante minoría.

Habría que señalar, por último, que esta ilusión hegemónica no garantiza desgraciadamente la gobernabilidad. El afianzamiento de una mayoría no elimina las tensiones sociales y, por el contrario traslada esas tensiones al interior de la fuerza política hegemónica. Es, más o menos, lo que ocurrió en 1976. El peronismo liberado a su propia energía se despedazó internamente, en el camino despedazó a las instituciones y le abrió el camino a los militares.

Si los dirigentes peronistas tuvieran una moderada cultura republicana, deberían estar afligidos por la debilidad de la oposición. Sin oposición y con instituciones republicanas bloqueadas o paralizadas, el peronismo supone que podrá hacer lo que se le dé la gana y no percibe que en ese escenario corre el gravísimo riesgo de quedar a la intemperie, expuesto a los humores de la sociedad sin que haya mediaciones que pongan límites o canalicen estos impulsos.

En nombre de la Nación, en nombre de sus instituciones y en nombre de la democracia, sería muy deseable que el peronismo haga su aporte para reconstruir el sistema político. Lamentablemente, no hay motivos por el momento para sospechar que estas tribulaciones republicanas le hagan perder el sueño al peronismo. Por lo pronto, sus principales jefes suponen que en el futuro obtendrán más votos que en el presente y que para el 2020, por ejemplo, todo la Argentina será peronista y, por qué no, cristinista.

Fantasías al margen, la oposición seguira existiendo, incluso a pesar de los reitetados errores que cometen sus dirigentes. Lo deseable es que lo haga a través de partidos políticos fuertes y liderazgos creíbles. Pero incluso, si ello no ocurriera la oposición sobreviviría en las gestiones provinciales y municipales y en la propia sociedad civil. En todos los casos, me atrevería a augurar que la utopía de la mayoría peronista no podrá realizarse. Mitre en su momento le dijo a Julio Roca que estaba muy lejos de ser ingenuo o candoroso: “Hay que resignarse a aceptar que esta Argentina no va a cambiar porque Dios y los argentinos así no lo quieren”.

Esa Argentina que no cambiará, será la Argentina pluralista, con sus centros de poder diversificado, sus regiones y economías, sus gremios obreros y patronales, sus ricas tradiciones políticas y, también, con su persistente utopía hegemónica forjada en esa otra larga tradición nacional que se llama populismo.

El afianzamiento de una mayoría no elimina las tensiones sociales y, por el contrario, traslada esas tensiones al interior de la fuerza política hegemónica.

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viernes, 16 de septiembre de 2011

JUAN ANTONIO HORRACH MIRALLES: SOBRE EL CONCEPTO DE CIUDADANÍA, HISTORIA Y MODELOS. UNIVERSIDAD DE LAS ISLAS BALEARES (ESPAÑA) PRIMERA PARTE

Resumen: La historia del concepto de ciudadanía ha sido larga, aunque sólo recientemente se ha concretado en una serie de modelos cuyo sentido y efectividad dependen del diálogo que se establezca con el itinerario experimentado por este concepto. Pasado, presente y futuro de la ciudadanía están relacionados a través de un principio que explica la virtud democrática y el fin último de la política y la moralidad.
1. INTRODUCCIÓN
Aunque el concepto de ciudadanía se relaciona habitualmente con el ámbito de la modernidad, su nacimiento se produjo realmente mucho antes, concretamente hace unos 2.500 años, en la época de la Grecia clásica. Poco a poco, tras muchos sfuerzos y vaivenes, la idea de ciudadanía ha ido ampliando su vigencia y afectando cada vez amás esferas de la realidad. También ha ido ampliando los derechos vinculados al concepto en sí, de manera que, si en un principio sólo se beneficiaba de ellos una pequeña élite, más recientemente el marco se ha ampliado de manera notable, hasta alcanzar una igualación considerable. En este sentido podemos hablar, incluso, de un progreso que se ha ido encaminando, en etapas ya muy cercanas, hacia una “ciudadanía universal” que trasciende diferencias nacionales, religiosas o culturales. De sociedades identitarias y excluyentes, hemos pasado, principalmente en el ámbito de las democracias occidentales (sólo una tercera parte de los países son sistemas democráticos), a sociedades plurales y multiculturales en las que priman identidades sociales múltiples. También, de un tipo de ciudadanía vertical hemos pasado a uno horizontal, en el que las identidades no se heredan automáticamente, sino que se articulan individualmente de un modo reflexivo.
¿POR QUÉ ES TAN IMPORTANTE PARA NUESTRO MUNDO LA IDEA DE CIUDADANÍA?

Para entenderlo, primero sería necesario hacer un poco de antropología. Como Decía Aristóteles, el hombre es un ser social, un individuo que necesariamente debe vivir, de una o de otra manera, en un ámbito comunitario. Por tanto, el eje de la comunidad (democrática) no puede quedar definido por un determinado individuo o grupo, sino por el conjunto de relaciones y vínculos interindividuales que se conforman a un nivel lo más libre e igualitario posible.
Dejando de lado, por el momento, si priorizamos en esta cuestión el individuo o la comunidad, lo que es innegable es que lo decisivo de toda esta dinámica es la interdependencia que se produce entre todos los seres que forman parte del medio social; la red de interrelaciones es lo que está en la base de la necesidad de la ciudadanía, pues el potencial de conflictividad que esas relaciones suponen hace necesario que se establezcan medios para que las tensiones no lleguen demasiado lejos. Y, en este sentido, la democracia es el modelo que de manera más adecuada plasma estas relaciones, dado que otros modelos más autoritarios reducen el efecto de estos vínculos interindividuales a una cadena jerárquica que prioriza a determinados individuos, separándolos del círculo de las relaciones sociales.
El ámbito de la ciudadanía progresa inevitablemente en dirección a una mayor igualación de los individuos, ya sea en cuestiones que afectan a los derechos como también a los deberes.
El ciudadano democrático ha dejado de depender de algunos individuos determinados para vincularse a todos los demás en condiciones de igualdad; la ley nos emancipa de poderes particulares para pasar a participar de una universalidad en el sentido de que se igualan la relación derechos/deberes. Siguen existiendo, qué duda cabe, las jerarquías, pero no son de esencia tiránica y también existe una mayor posibilidad para moverse por sus ámbitos, pasando de unas a otras con más facilidad.
Antes de entrar en un recorrido histórico del concepto de ciudadanía, y si pretendemos entender la raíz de su sentido, deberíamos tener en cuenta cosas muy básicas referentes a ella y a la democracia. Y es que cuando hablamos de ciudadanía también lo estamos haciendo, necesariamente, de democracia; una cosa y la otra, aunque no sean exactamente lo mismo, resultan inseparables. Ambos términos tienen unas características activas, dinámicas, potenciales, en el sentido de que deben ponerse en juego constantemente; mientras que la ciudadanía es algo que a cada momento se está jugando, la democracia tampoco es un estado inmóvil y consumado, sino algo en continua transformación. A este respecto, en muchas ocasiones parecemos olvidar que vivir en una democracia no es algo irreversible, es decir, que el hecho de que exista un régimen de libertades no implica necesariamente que esa situación vaya a mantenerse de forma automática y sin posibilidad de cambio. La democracia, que precisamente se caracteriza por una cierta inestabilidad interna, fruto del pluralismo que la caracteriza, por unos conflictos que, por ejemplo, en una dictadura no se dan (dado que no hay pluralidad alguna.
Esta paradoja demasiadas veces se deja fuera de análisis crítico),puede desaparecer si la ciudadanía no mantiene una posición fuerte y activa, consciente de lo que se juega en cada caso.
Es el ciudadano, en el uso de las libertades y obligaciones inherentes a su condición, el que permite que la democracia se mantenga y sea, en consecuencia, lo que la teoría dice que es. Todo esto se entiende si recordamos algo muy básico, como es que la democracia es una construcción cultural, no algo arraigado en nuestra base genética, y eso comporta que la educación juega un papel decisivo en todo ello. Una educación ética del ciudadano, el ‘saber de la ciudadanía’, como se titula un interesantísimo libro editado recientemente por Aurelio Arteta (Arteta 2008), sería, por tanto, un elemento a tener en cuenta para el buen desarrollo de un sistema democrático.
La democracia básicamente arraiga en dos ámbitos: una estructura jurídico-constitucional, es decir, el determinado régimen político, que acondiciona el medio para el despliegue de derechos y deberes cívicos; y, tan importante o más (dependiendo del modelo ciudadano que se adopte), un ámbito más individualizado, el de la sociedad civil, en el que la ciudadanía se abre al ejercicio directo de sus principios, o sea, un ideal de acción política. El entramado del primer caso es básico para que pueda existir una democracia, pero el segundo caso es la plasmación de eso, la puesta en práctica de lo que se presenta de modo potencial, la realización de un proyecto emancipatorio. Y es que en una democracia, que es una sociedad eminentemente reflexiva, los ciudadanos están obligados a decidir constantemente y en cualquier situación; cada individuo debe ir construyendo su posición y su identidad de una manera ersonalizada. En efecto, la democracia no es un estado permanente e irreversible, sino un objetivo, una finalidad que siempre está pendiente de realización plena, una Ítaca que, a diferencia del relato homérico, siempre está en pos de ser alcanzada, nunca aparece completamente.
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viernes, 15 de julio de 2011

ZENAIR BRITO CABALLERO: LA VORÁGINE CON QUE SE QUIERE LLEVAR POR DELANTE LA DIGNIDAD DE VENEZUELAZE

La soberbia es el comportamiento altivo y arrogante, producto del desprecio, que lleva a alguien a pretender humillar al contrario. Pero la soberbia, además, es la inmodestia, es la altanería, es la arrogancia que, a través de la insolencia, conduce al fatuo o presumido a intentar cambiar la verdad para, así, abatir a su contradictor.

Esa soberbia acompañada de la insolencia, hace que ese individuo arrogante termine por imputar a sus enemigos, los crímenes, los delitos o los errores cometidos por él o por sus parciales y, entonces, pretende arropar a sus contradictores con el mismo manto de culpabilidad que lo cubre a él y a su corte. Pero lo hace también porque teme de alguna manera que, en algún momento, esos crímenes se descubran.

Entonces, el fatuo y soberbio individuo, con tal de dar visos de credibilidad a sus afirmaciones, adopta el ropaje de la humildad y se declara cristiano, aunque en materia insustancial; para, así, invitar al oyente ingenuo o a la audiencia que todavía piensa con el deseo, a creer que su ídolo aún tiene pies de oro y no de barro. Sin embargo, cuando se analizan fríamente sus palabras, se encuentra que esa pose de aparente humildad, no es otra cosa que la piel de oveja con la cual el lobo quiere confundir a sus ingenuos seguidores.

Toda esta perífrasis, es para desvirtuar la actitud hipócrita de muchos miembros del gobierno socialista del siglo XXI, cuando pretenden señalar a la oposición como culpable del descubrimiento de todos los desafueros que se han venido cometiendo durante los doce largos y ominosos años de su mandato.

Ahora bien, ¿por qué ominosos? Porque, aparte de toda la depredación que ha ocurrido gracias a la corrupción -prohijada y alentada (aunque después negada)  desde Miraflores-, la cantidad de tropelías que el país conoce y sobre las cuales ya nadie puede llamarse a engaño, como lo han sido, entre otras cosas, el comprar la conciencia de congresistas para conseguir aprobación de Leyes como la Habilitante; el declarar como propiedad pública edificios del Casco Central de la Gran Caracas, el mandar a espiar a periodistas y a miembros de la oposición; el permitir los falsos positivos; el favorecer a sus amigos; el disfrazar el desastre de los servicios de salud y las desapariciones forzosas; el promover las trampas a los trabajadores y las persecuciones a los sindicalistas, etc.; todos estos atropellos, repito, son la vorágine con que se quiere llevar por delante la dignidad de Venezuela, al pretender conducirla por caminos del no retorno, por lo que se hace necesario detenerlo a tiempo.

Entonces, si ya es verdad axiomática que el gobierno socialista comunista ha sido el más corrupto que ha tenido el país en su historia “independiente”, con qué cara -si no es la de la hipocresía, el cinismo y la soberbia- ¿puede este gobierno reclamar algo que no tiene la más mínima presentación? ¿Cómo va a tener la desfachatez de culpar después de 12 años de mandato a la IV República del aliento de corrupción en que tienen sumida a la patria?

Si no se tratara de algo tan serio y respetable como lo es la dignidad del país, sería para mover a risa el hecho de que el gobierno socialista-comunista sindique a la oposición de llamarlos “corruptos”; si, en verdad, son los máster en esas lides. Es decir, no necesitan ayuda alguna para ser los primeros. La última embestida del gobierno ya conocida por todos no es casual. Está fríamente calculada para recuperar ante la opinión pública el capital político que tiene perdido en gran parte de la población venezolana.

Hace unos años -cuando el país ardía por cuenta de los desafueros ya comentados- mencioné un concepto propuesto por los estudiosos de la ciencia política, la HERESTETICA: “forma con la cual un gobierno manipula las estructuras sociopolíticas de un Estado, para ganar y alzarse con todas las ramas del poder público”.

Esta palabra está que ni mandada a hacer, para retratar lo que han sido estos doce siniestros años del llamado socialismo del siglo XXI. Ojalá el electorado venezolano no se deje engañar en el 2012 por los cantos de sirena de estos mañosos individuos y después tenga que llorar sobre la leche derramada. Porque, entonces, el llamado “carrusel de la contratación” sería un juego de salón, al lado de la corrupción que este avieso gobierno socialista-comunista consolidaría en todo el país.

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lunes, 22 de noviembre de 2010

LIBERTAD EN PELIGRO. CHILE LIBERAL

Si el precio de la libertad es la eterna vigilancia, hoy debemos seguir más atentos que nunca

El liberalismo es la filosofía política que defiende la libertad individual. La definición de libertad, en palabras de John Stuart Mill, consiste en "hacer lo que uno quiere".

El antecedente más remoto del liberalismo —al menos, en el sentido clásico de Chile Liberal— lo encontramos en el año 1215, en Gran Bretaña, cuando una disputa entre el rey Juan Sin Tierra y los nobles ingleses se zanjó con la firma de la mítica magna carta, una cédula real que limitaba la autoridad del monarca. La cláusula más trascendente de aquel documento es la número 39, que dice:

"Ningún hombre libre será detenido o encarcelado o privado de sus derechos o de sus bienes, ni puesto fuera de la ley ni desterrado o privado de su rango de cualquier otra forma, ni usaremos la fuerza contra él ni enviaremos a otros que lo hagan, sino en virtud de una sentencia judicial de sus pares y con arreglo a la ley del reino."


(No free man shall be taken or imprisoned, or be disseised of his Freehold, or Liberties, or free Customs, or be outlawed, or exiled, or any other wise destroyed; nor will We not pass upon him, nor condemn him, but by lawful judgment of his Peers, or by the Law of the land. We will sell to no man, we will not deny or defer to any man either Justice or Right)

Éste ha sido uno de los mayores logros del pensamiento occidental, y ha garantizado la libertad individual —y, con ello, el progreso ético y material— a todos los pueblos que han rechazado la tiranía y se han decidido a ponerle coto al poder del mandatario. Nadie puede ser detenido ni exiliado sin que el gobierno presente evidencias, y sin que haya un juicio y un debido proceso. Esta libertad ha estado con nosotros por casi mil años.

En Chile, como sabemos, el Tata se pasó a Juan Sin Tierra, la magna carta y los nobles por el traste: encarceló, mató, torturó, descuartizó, expropió, exilió y relegó, a quién se le dio le regalada gana. Y se jactó de ello. Y amenazó con que, si se le paraba la raja, lo haría de nuevo.

Otros han seguido el ejemplo del Tatita Colores. Jorgito Arbusto, más conocido como George Bush, abrió la cárcel de Guantánamo donde decenas de sujetos son detenidos sin asomo de debido proceso, donde al habeas corpus literalmente no existe. La tortura se practicó como si estuviesen en Villa Grimaldi, y también Jorgito se jacta de ello.

El verdadero triunfo del terrorismo ha sido éste: que occidente se destruya a sí mismo. Los terroristas no quisieron de por sí matar miles en las Torres Gemelas, ni decenas en Atocha o King's Cross. Sino que su objetivo final fue derruir los fundamentos de nuestras libertades, y volcar nuestro propio sistema de libertades en nuestra contra, y persuadir a las masas para que exijan la eliminación del debido proceso, hasta que clamemos nosotros mismos por más cámaras de vigilancia, más controles de identidad, más documentos de identificación, más aparataje policial, más PATRIOT Act, más leyes represivas. Como dice Mario Vargas Llosa hoy en El País:

"La consecuencia más grave de la amenaza del terrorismo suicida que planea hoy sobre el Occidente democrático y liberal, es que éste, en sus esfuerzos por defenderse contra la repetición de matanzas como las de las Torres Gemelas de Manhattan o la Estación de Atocha de Madrid, va renunciando a las grandes conquistas de la cultura de la libertad, reduciendo o aboliendo los derechos que garantizan la privacidad, el principio de que nadie es culpable mientras no se demuestre judicialmente que lo es, la prohibición de la tortura, el habeas corpus, el secreto bancario, el derecho de crítica, la libertad de expresión, y confiriendo a los cuerpos militares y policiales de inteligencia, especializados en la lucha antiterrorista, un poder que escapa parcial o totalmente al control de los órganos representativos del Estado de derecho como el Parlamento y el Poder Judicial. Mediante amenazas y chantajes, el terrorismo pretende, y por desgracia a menudo consigue, intimidar a autoridades y órganos de prensa para que renuncien a su libertad de información y de crítica y a veces a la simple verdad a fin de no ser víctimas de represalias, como se vio con el episodio de las caricaturas de Mahoma publicadas en un periódico de Dinamarca."

En Chile no estamos tan lejos. La nueva ley anti-terrorista pretende suprimir la presunción de inocencia y en la práctica facilita que cualquiera atestigüe en contra del acusado. Cuando comenzó la violencia mapuche, durante el gobierno de Bachelet, el entonces candidato Piñera exigió "mano dura". Hoy, como presidente, Piñera debiese darse cuenta que el extremismo mapuche no es terrorismo. La propia definición de terrorismo no es ese galimatías de "violencia empleada con fines políticos", sino que el terrorismo no tiene otro fin sino la destrucción por el puro gusto de destruir, y con un gran impacto mediático.

El violentista a favor de alguna causa mapuche que sea sorprendido en actos violentistas no debe ser confundido con un integrista de Al Qaeda. Banalizamos el propio concepto de terrorismo cuando trazamos un paralelismo así de estúpido.

Si queremos construir una democracia liberal, debemos empezar por reforzar los fundamentos de nuestras libertades, y no socavarlos con cámaras de seguridad, documentos de identidad, ni abstrusas justificaciones de la tortura o el arresto arbitrario. En Chile, la ley antiterrorista debe ser repensada por la "nueva derecha". En EEUU, la PATRIOT Act debe ser abolida urgentemente, y en el Reino Unido, ese bodrio legal llamado Acta de Prevención de Terrorismo del año 2005 debe ser de inmediato suprimido.

Luego de la irrefrenable oleada de leyes tiránicas que asolaron las libertades individuales en EEUU y el Reino Unido, un documental independiente llamado Taking Liberties fue la respuesta de la comunidad para expresar su rechazo al Estado Orwelliano comenzaba a erosionar todo lo construido desde 1215. A continuación, los invito a ver un exracto sobre el habeas corpus, instructivo y muy interesante:

Chile Liberal
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jueves, 14 de octubre de 2010

ANOMIA. RÓMULO LANDER HOFFMANN; 14 OCTUBRE, 2010

La sociología define la Anomia como una situación social envuelta en un conflicto de normas tal que los individuos y la sociedad en su conjunto no tienen parámetros claros que sirvan como orientadores de la conducta social.

En sentido literal, según el RAE 1. f. Ausencia de ley. 2. f. Psicol. y Sociol. Conjunto de situaciones que derivan de la carencia de normas sociales o de su degradación.

Y existe una tercera acepción:

3. f. Med. Trastorno del lenguaje que impide llamar a las cosas por su nombre.

Si hay algo que caracteriza a quien hoy nos desgobierna, es su constancia y éxito en la demolición de la estructura ética, moral y cultural de la nación. Lo ha logrado al incrementar constantemente el grado de entropía del sistema, agudizando la discrepancia entre las normas, las metas culturales y las capacidades sociales estructurales de los miembros de la sociedad en su conjunto, que giraban, y a pesar de sus esfuerzos continúan girando alrededor de una economía de mercado y cultura occidental con sus pautas ideológicas incluidas.

Poco a poco, sin pausa, el sátrapa ha ido logrando el recrear una economía primaria, casi totalmente dependiente de estado, atécnica y con el respectivo reflejo cultural propio de esta etapa de las economías. Creando al mismo tiempo, un nuevo sistema de valores cuya principal característica y verdadero fin es el rechazo visceral a la sociedad “moderna” disfrazándolo con un supuesto rechazo al capitalismo salvaje. El que por cierto los boli burgueses practican más, que los más salvajes de los capitalistas.

Resulta más que obvia esta perversa estrategia anomica, cuando constantemente, día a día, exacerban en la sociedad civil el sentimiento anti partidista respecto a las instituciones que en el pasado fueron los principales operadores políticos, y es a ellos contra quienes va dirigida la estrategia, porque conoce la capacidad de organización y de influencia que las organizaciones políticas del stablishment tienen, o podrían tener sobre las estructuras sociales en su conjunto y sobre las normas que rigen sus conglomerados.

Constantemente muchísimos integrantes de nuestra sociedad civil caen en esta trampa y terminan por radicalizarse aun más que los rojos y esto solo conviene a quien nos desgobierna. Caemos en su perverso juego, al establecer nosotros mismos dogmas y premisas insalvables: Blanco o negro, el bien o el mal, Chávez o anti Chávez, esto equivale a lo que Chávez y los chavistas diariamente nos imponen; Quien no está conmigo, está contra mí.

Lo notamos, cuando leemos a no pocos escribidores (sic) de oficio afirmar que el voto de la última elección SOLO es consecuencia de una posición anti chavista.

Nada más lejos de la verdad que esto. Por supuesto que el sentimiento anti Chávez jugó un papel preponderante en la economía del voto, pero a la luz de los resultados, también resulta clarísimo que los partidos políticos jugaron un papel irremplazable en los mismos y que sin ellos, no hubieran sido posible estos resultados. La MUD, por si sola, sin la estructura organizativa de las organizaciones políticas, nunca hubiera logrado lo que logró y esto por el contrario no la desmejora, sino que le otorga el innegable triunfo de haber coordinado a quienes lucían incordinables si nos guiamos por los apetitos personales de algunos de sus integrantes.

Hay mucha gente y ello es preocupante, que firmemente cree que la única alternativa es acabar con los partidos políticos, e inclusive creen que especialmente se debe acabar con partidos como COPEY, o AD, están equivocados. Con los que hay que acabar es con los politiqueros que hicieron y aun hacen de las instituciones, de las organizaciones políticas y privadas, sus vehículos de enriquecimiento y negociado personal, de adquisición de poder político y de vehículo de ascenso social. Algo a lo que, aunque nos cueste aceptarlo, somos muy dados como sociedad.

A los que hay que execrar son a ciertos operadores políticos y no a las instituciones.

Lo que tenemos que cambiar es la forma como ejercemos el control sobre quienes elegimos.

Lo que tenemos que rescatar es el cumplimiento de las normas, de las leyes y de los principios e incorporar la ética y la moral tanto en la actividad política como en nuestro comportamiento social.

La anomia fue y es la estrategia fundamental de quienes hoy nos desgobiernan además de ser su principal fuente de sostenimiento.

Platón, en una de sus más importantes obras; la “República”, establece una relación de causa y efecto entre el tipo de hombre que habita una ciudad y el tipo de gobierno que esta ciudad tiene y afirma que las mismas virtudes o defectos que encontramos en un ciudadano, serán las que encontraremos en el gobierno que rige esta ciudad. (A menos que los gobernantes sean seres sacados de otro país o planeta). Así que es tiempo de no permitir que nos sean impuestas más degradaciones en nuestros sistemas de creencias. Es tiempo de rescatar nuestra patria y ello implica a sus instituciones.

Es tiempo de dejar a nuestros hijos una patria Digna, sin vivos bobos, sin demagogos y oportunistas de esos que tanto abundan por ahí, siempre pletóricos de imposibles pero nunca ahítos de poder. Aun a costa de la miseria de sus congéneres.

Amanecerá y veremos

http://www.romulolander.com

rlander48@yahoo.com

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