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domingo, 1 de junio de 2014

MARIO VARGAS LLOSA, DECADENCIA DE OCCIDENTE

Tras las elecciones europeas, irrumpen torrencialmente los enemigos populistas del euro y de la UE; mientras tanto, Estados Unidos se está retirando discretamente del liderazgo democrático y liberal

Aunque en apariencia los partidos tradicionales —populares y socialistas— han ganado las elecciones al Parlamento Europeo, la verdad es que ambos han perdido muchos millones de votos y que el hecho central de esta elección es la irrupción torrencial en casi toda Europa de partidos ultraderechistas o ultraizquierdistas, enemigos del euro y de la Unión Europea, a los que quieren destruir, para resucitar las viejas naciones, cerrar las fronteras a la inmigración y proclamar sin rubor su xenofobia, su nacionalismo, su filiación antidemocrática y su racismo. Que haya matices y diferencias entre ellos no disimula la tendencia general de una corriente política que hasta ahora parecía minoritaria y marginal y que, en esta justa electoral, ha demostrado un crecimiento espectacular.

Los casos más emblemáticos son los de Francia y Gran Bretaña. El Front National de Marine Le Pen, que, hasta hace pocos años era un grupúsculo excéntrico, es ahora el primer partido político francés —de no tener un solo diputado europeo tiene ahora 24— y el UKIP, Partido de la Independencia de Reino Unido, luego de derrotar a conservadores y laboristas, se convierte en la formación política más votada y popular de la cuna de la democracia. 

Ambas organizaciones son enemigas declaradas de la construcción europea y quieren enterrarla a la vez que acabar con la moneda común y levantar barreras inexpugnables contra una inmigración a la que hacen responsable del empobrecimiento, el paro y la subida de la delincuencia en toda Europa occidental. La extrema derecha triunfa también en Dinamarca, en Austria los eurófobos del FPÖ alcanzan el 20%, y en Grecia el ultraizquierdista antieuropeo Syriza gana las elecciones y el partido neonazi Amanecer Dorado (10% de los votos) envía tres diputados al Parlamento Europeo. Catástrofes parecidas, aunque en porcentajes algo menores, ocurren en Hungría, Finlandia, Polonia y demás países europeos donde el populismo y el nacionalismo aumentan también su fuerza electoral.

LOS MOVIMIENTOS ANTISISTEMA PUEDEN ENTERRAR, A LA CORTA O A LA LARGA, LA UNIÓN EUROPEA

Algunos comentaristas se consuelan afirmando que estos resultados denotan un voto de rabia, una protesta momentánea, más que una transformación ideológica del viejo continente. Pero como es seguro que la crisis de la que han resultado los altos niveles de desempleo y la caída del nivel de vida tardará todavía algunos años en quedar atrás, todo indica que el vuelco político que muestran estas elecciones en vez de ser pasajero, probablemente durará y acaso se agravará. ¿Con qué consecuencias? La más obvia es que la integración europea, si no se frena del todo, será mucho más lenta de lo previsto, con la casi seguridad de que habrá desenganches entre los países miembros, empezando por el británico, que parece ya casi irreversible. Y, acosada por unos movimientos antisistema cada vez más robustos y operando en su seno como una quinta columna, la Unión Europea estará cada vez más desunida y conmovida por crisis, políticas fallidas y una contestación permanente que, a la corta o a la larga, podrían enterrarla. De este modo, el más ambicioso proyecto democrático internacional se iría a pique y la Europa de las naciones encrespadas regresaría curiosamente a los extremismos y paroxismos de los que resultaron las matanzas vertiginosas de la II Guerra Mundial. Pero, incluso si no se llega al cataclismo de una guerra, su decadencia económica y política seguiría siendo inevitable, a la sombra vigilante del nuevo (y viejo) imperio ruso.

Al mismo tiempo que me enteraba de los resultados de las elecciones europeas yo leía, en el último número de The American Interest, la revista que dirige Francis Fukuyama (May/June 2014), una fascinante encuesta titulada America self-contained? (que podría traducirse como ¿América ensimismada?), en la que una quincena de destacados analistas estadounidenses de distintas tendencias examinan la política exterior del Gobierno del presidente Obama. Las coincidencias saltaban a la vista. No porque en Estados Unidos haya hecho irrupción el populismo nacionalista y fascistón que podría acabar con Europa, sino porque, con métodos muy distintos, el país que hasta ahora había asumido el liderazgo del Occidente democrático y liberal, discretamente iba eximiéndose de semejante responsabilidad para confinarse, sin traumas ni nostalgia, en políticas internas cada vez más desconectadas del mundo exterior y aceptando, en este globalizado planeta de nuestros días, su condición de país destronado y menor.

Sobre las razones de esta “decadencia” los críticos discrepan, pero todos están de acuerdo que esta última se refleja en una política exterior en la que Obama, con el apoyo inequívoco de una mayoría de la opinión pública, se desembaraza de manera sistemática de asumir responsabilidades internacionales: su retiro de Irak, primero, y, ahora, de Afganistán, tras dos fracasos evidentes, pues en ambos países el islamismo más destructor y fanático sigue haciendo de las suyas y llenando las calles de cadáveres. De otro lado, el Gobierno de Estados Unidos se dejó derrotar pacíficamente por Rusia y China cuando amenazó con intervenir en Siria para poner fin al bombardeo con gases venenosos a la población civil por parte del Gobierno de El Asad y no sólo no lo hizo sino toleró sin protestar que aquellas dos potencias siguieran suministrando armamento letal a la corrupta dictadura. Incluso Israel se dio el lujo de humillar al Gobierno norteamericano cuando éste, a través de los empeños del secretario de Estado Kerry, intentó una vez más resucitar las negociaciones con los palestinos, saboteándolas abiertamente.

NUEVAS FORMAS DE AUTORITARISMO, COMO LAS DE RUSIA Y CHINA, HAN SUSTITUIDO A LAS ANTIGUAS

Según la encuesta de The American Interest nada de esto es casual, ni se puede atribuir exclusivamente al Gobierno de Obama. Se trata, más bien, de una tendencia que viene de muy atrás y que, aunque soterrada y discreta por buen tiempo, encontró a raíz de la crisis financiera que golpeó con tanta fuerza al pueblo estadounidense ocasión de crecer y manifestarse a través de un Gobierno que se ha atrevido a materializarla. Aunque la idea de que Estados Unidos se enrosque en solucionar sus propios problemas y, a fin de acelerar su desarrollo económico y devolver a su sociedad los altos niveles de vida que alcanzó en el pasado, renuncie al liderazgo de Occidente y a intervenir en asuntos que no le conciernan directamente ni representen una amenaza inmediata a su seguridad, sea objeto de críticas entre la élite y la oposición republicana, ella tiene un apoyo popular muy grande, la de los hombres y mujeres comunes y corrientes, convencidos de que Estados Unidos debe dejar de sacrificarse por los “otros”, enfrascándose en costosísimas guerras donde dilapida sus recursos y sacrifica a sus jóvenes, en tanto que escasea el trabajo y la vida se vuelve cada vez más dura para el ciudadano común. Uno de los ensayos de la encuesta muestra cómo cada uno de los importantes recortes en gastos militares que ha hecho Obama han merecido el respaldo aplastante de la ciudadanía.

¿Qué conclusiones sacar de todo esto? La primera es que el mundo ha cambiado ya mucho más de lo que creíamos y que la decadencia de Occidente, tantas veces pronosticada en la historia por intelectuales sibilinos y amantes de las catástrofes, ha pasado por fin a ser una realidad de nuestros días. ¿Decadencia en qué sentido? Ante todo, en el papel director, de avanzada, que tuvieron Europa y Estados Unidos en el pasado mediato e inmediato, para muchas cosas buenas y algunas malas. La dinámica de la historia ya no sólo nace allí sino, también, en otras regiones y países que, poco a poco, van imponiendo sus modelos, usos, métodos, al resto del mundo. Esta descentralización de la hegemonía política no estaría mal si, como creía Francis Fukuyama luego de la caída del muro de Berlín, la democracia liberal se expandiera por todo el planeta erradicando la tradición autoritaria para siempre. Por desgracia no ha sido así sino, más bién, al revés. Nuevas formas de autoritarismo, como los representados por la Rusia y China de nuestros días, han sustituido a las antiguas, y es más bien la democracia la que empieza a retroceder y a encogerse por doquier, debilitada por los caballos de Troya que han comenzado a infiltrarse en las que creíamos ciudadelas de la libertad.

http://elpais.com/elpais/2014/05/28/opinion/1401289239_864652.html
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martes, 20 de mayo de 2014

MILOS ALCALAY, ELECCIONES EUROPEAS, BRÚJULA DIPLOMÁTICA

Euro-pesimismo o  Euro-realismo pero  poco Euro-optimismo

El 25 de Mayo se realizará la octava elección en la que se definirán  los nuevos integrantes parlamentarios de la Euro Cámara, en una campaña muy diferente a la que proyectaron en la década de los 70 líderes como  Helmuth Kohl, Willy Brandt, Simon Weill, Leo Tindemans  y tantos otros dirigentes vanguardistas que promovían  una  Europa  de esperanzas y sueños, basados en la unidad supranacional, el desarrollo económico compartido y la solidaridad con los países del mundo.

No hay duda de que la Europa del 2014 es muy diferente a la que existía en 1979 cuando por primera vez se convocaron  elecciones para elegir al Parlamento Europeo. Los jóvenes de ese entonces ya son hoy sexagenarios y han sido testigos de una evolución determinante: Hoy hacen sus compras con un Euro como la moneda común;  constatan la existencia de una política exterior definida en Bruselas;  son sometidos a los mismos impuestos europeos; tienen la posibilidad de desplazarse fuera de sus fronteras para realizar sus actividades profesionales y han visto la aparición de una Europa diferente con aliados provenientes del Este de Berlín; de Bucarest, de Budapest, de Sofía, de Varsovia, integrada por 28 países, que sigue expandiéndose al igual que lo ha hecho su institución hermana, el Consejo de Europa que hoy suma 47 países miembros.

Pero lo cierto es que no existe el mismo ambiente electoral esperanzador de hace cuatro décadas. Hay mucha pasividad e indiferencia en las calles. Tan solo se nota alguna mención en la prensa o en los paneles frente a los colegios electorales lleno de afiches y un mayor número de partidos. Las encuestas indican que los jóvenes  no se sienten motivados para concurrir a las urnas. Existe  un euro-pesimismo que se transforma en un creciente abstencionismo; o a lo sumo,  un euro-realismo, que procura aspectos concretos con formulas  para combatir el desempleo; en rechazo a  la austeridad o propuestas para retornar a una mayor participación de sus respectivas naciones frente a la Europa Supra Nacional o a la Europa de las Regiones. 

Para motivar a los electores,  se ha querido darle mayor  fuerza al Parlamento Europeo, ya que en esta oportunidad tendrán la posibilidad de designar por mayoría a la persona que será el próximo Presidente de la Comisión. Pero tampoco ello constituye una gran motivación, porque no hay sorpresas: es muy  probable que esta importante función recaiga en el ex Premier demócrata cristiano de Luxemburgo Jean Claude Juncker, o en el ex Presidente del Parlamento Europeo el Socialista alemán Martin Schultz, ya que los dos representan las dos fuerzas políticas principales.

Hay poco espacio para el euro-optimismo, ya que aquellos europeístas que asumen un papel aguerrido en pro de la construcción de una Europa diferente y de empuje con ideas originales que propician un “aggiornamento” que transforme  la estructura actual interna y externa, tendrán dificultad para resultar electos  o son  descartados de antemano por los cogollos de sus partidos de origen (sean de izquierda, de centro o de derecha), ya que existe una tendencia común de rechazar turbulencias internas, prefiriendo asumir cada uno su aporte tradicional en un dialogo horizontal de una Europa que marcha a su propio ritmo.

Lo cierto es que la Europa de hoy es indetenible al igual que lo es su papel  en pro de los derechos humanos y de la libertad, y esa es la garantía latente por  la transformación hacia un mundo mejor.

Milos Alcalay M
milosalcalay@yahoo.com
@MilosAlcalaym

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martes, 24 de mayo de 2011

QUÉ PASA CON LOS LIBERALES EN EUROPA


Si eres de los que creen que ya es hora de que nuestros jerifaltes le devuelvan el poder y/o la iniciativa al pueblo. Si crees que tú estás más preparado para cambiar el mundo que muchos de los que nos dirigen. Si estás en contra de la manipulación -venga de donde venga-. Si te mosquea que el dinero pueda circular a sus anchas por todo el planeta, pero no lo puedan hacer las personas, los bienes y las ideas. Si estás por las listas abiertas. Si no estás por la subida de impuestos. Si se te enciende la cara al escuchar la palabra libertad. Si te ocurre algo de lo anterior, es muy posible que lleves algo de liberalismo en tu ADN.


Tranquilos, que no estoy pidiendo el voto para nadie, simplemente estoy reflexionando en voz alta.

Además, no hay ningún partido en toda España que defienda los postulados anteriores con la coherencia debida y menos cuando tocan gobierno. Para ser liberal no basta con decirlo. Y es que, cuando toca defender lo de la libre circulación de bienes, personas e ideas toda la clase política se pone a mirar para otro lado. Intuyo que algo de todo esto hay en la rabieta que empezó el 15M, aunque por ahora yo no firmaría nada de su manifiesto, quizá porque no lo veo muy práctico y, además, defiendo el libre mercado -venga, llamadlo neoliberalismo, si os parece- pero bien entendido que el libre mercado no es otra cosa que nosotros mismos decidiendo qué comprar, qué consumir, qué ofrecer, cuánto pagar y a quién. Y nosotros mismos, aquí viene la parte más difícil, asumiendo nuestras propias responsabilidades y no echando balones fuera. Igual me notáis un pelín en modo Rajoy. Repito, no hay nadie en el Parlamento que responda de las ideas que os estoy planteando. Todavía, claro.


Muchos ya están pensando en el futuro de la Rabieta -llamadla como queráis- y no oculto mi esperanza en que salga algo de ahí. Por lo menos, me gustaría que las urnas transmitan un mensaje muy claro y nada moldeable a los dos grandes partidos: queremos un cambio radical de caras, de actitudes y de políticas. Pero también me gustaría decir algo a los chicos de Sol y demás plazas: no tengáis demasiada prisa por canalizar vuestra indignación en un nuevo partido político. Existen ámbitos de acción fuera de las Cámaras y de las organizaciones sociales aledañas. Fuera del Sistema existe el asociacionismo, el cooperativismo, algunas ONGs, los bancos de tiempo, el crowdfunding... La estructura es lo de menos, ya habéis demostrado que os podéis hacer oír.


En un post de Economía Freak comentaba hace poco que en España nos hace falta algún partido que defienda el programa liberal con cierto nivel de coherencia. Hay algunos conatos muy interesantes de liberalismo en partidos como el P-Lib. Tal vez estas nuevas formaciones necesiten mejorar un pelín su estética de clubes de ricos o de logia masónica. Con todos los respetos a los ricos y a los masones. Y, sobre todo, deberían aprender de otros partidos liberales de Europa para no caer en los mismos errores.



Uno de los mitos que se me han caído hace pocas semanas ha sido Nick Clegg, el tercero en discordia en Reino Unido, primero arropado por los medios y después tocado y hundido por los mismos tras entrar en el Gobierno de Cameron y comerse él solito las protestas por los recortes. Nick Clegg es un referente de liberal de izquierda, con un programa muy interesante que defiende la iniciativa privada pero sin perder la sensibilidad por el medio ambiente y defendiendo el transporte público de calidad -qué manía tienen algunos liberales de vincular libertad y vehículo propio-. Lo que ha echado a perder al Partido Liberal Demócrata ha sido, a mi juicio, la prisa por entrar en el Gobierno y por pedir AHORA-YA MISMO la reforma de la ley electoral. Han empezado a construir por el tejado, y resulta que los ciudadanos necesitan formarse antes una idea de cuál es tu propuesta real, no vaya a ser que el bipartidismo se convierta en tripartidismo y, encima, sospechen que tu programa se reduce a aplicar la tijera.

Diferente es el caso del FDP, el partido liberal alemán de Guido Westerwelle -aunque en Merkelandia son liberales hasta Los Verdes-. Sin desatender el problema de la libertad económica, casi todos los partidos del Bundestag tienden a moverse hacia la izquierda para defender también las libertades civiles -por la cuenta que les trae, claro-. 



Pues el FDP, con todos sus huevos, se mantiene como ejemplo de neoliberalismo del malo, del que hace honor a su penosa fama. Osea, libertad para los que se la puedan permitir. Los que no se la puedan permitir juegan con otras reglas distintas -las del sálvese quien pueda-. En mi opinión, una gran incoherencia que surge de la necesidad de posicionarte como un partido diferente a los demás.


Otro caso interesante es el del Movimiento Democrático de François Bayrou, tercera fuerza de Francia en las últimas legislativas, fundado en 2007. Este partido se define como de centro-liberal, se ha instalado en la equidistancia y, claro, nuestro amigo Napoleón Sarkozy les echó los tejos y se ganó el apoyo de 22 de sus 29 parlamentarios. Es lo que tiene pretender estar al plato y a las tajadas. Con esto no quiero decir que un partido deba ser maximalista, pero mal vamos si por tocar poder se pierden las propuestas originales.


Por último, no quiero dejar pasar el caso del austriaco Foro Liberal, una referencia muy válida como defensor del libre mercado, no como fin o como dogma de fe, sino como medio eficaz para obtener el bienestar social. Les va el rollito cannabis, paz mundial, amor libre... pero también las privatizaciones y los horarios comerciales libres. Una mezcla atómica pero, por qué no, coherente. Lo interesante de este partido es que surgió al romper con la formación del famoso Jörg Haider, que recordaréis por su xenofobia. Actualmente el Foro Liberal no se come una rosca en política pero, al menos, no tiene ese agujero ideológico que le sale a algunos cuando se emocionan con el capitalismo dogmático. Sí a la libre circulación de personas pero sólo cuando traigan capital bajo el brazo. Y si no, pues Austria para los austriacos.


Con este artículo no pretendía hacer un informe completo sobre el liberalismo en Europa. Sí quería destacar que los partidos liberales campan de forma natural por todos nuestros países vecinos y tienen propuestas interesantes. Pero también es cierto que a casi todos les ha podido la prisa por cambiar el mundo dentro del Sistema. No estaría mal que surgiera un partido liberal a la europea en España. Pero tampoco pasa nada por defender una alternativa desde otros ámbitos e implantarla poco a poco por la vía de los hechos.


Por supuesto, todas mis consideraciones son opinables y no pretendo ensalzar ni arremeter contra ningún partido político. Estoy seguro de que dejaréis buenos comentarios sobre ello.


Feliz fiesta de la “democracia”.


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