BIENVENIDOS AMIGOS PUES OTRA VENEZUELA ES POSIBLE. LUCHEMOS POR LA DEMOCRACIA LIBERAL

LA LIBERTAD, SANCHO, ES UNO DE LOS MÁS PRECIOSOS DONES QUE A LOS HOMBRES DIERON LOS CIELOS; CON ELLA NO PUEDEN IGUALARSE LOS TESOROS QUE ENCIERRAN LA TIERRA Y EL MAR: POR LA LIBERTAD, ASÍ COMO POR LA HONRA, SE PUEDE Y DEBE AVENTURAR LA VIDA. (MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA) ¡VENEZUELA SOMOS TODOS! NO DEFENDEMOS POSICIONES PARTIDISTAS. ESTAMOS CON LA AUTENTICA UNIDAD DE LA ALTERNATIVA DEMOCRATICA
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lunes, 12 de diciembre de 2011

ZENAIR BRITO CABALLERO: ES PERENTORIO QUE RESCATEMOS LA ÉTICA Y LA MORAL PÚBLICA

Expresó hace algún tiempo el escritor mexicano Oscar Diego Bautista, que para gobernar y gobernar bien, es necesaria la máxima capacidad, lealtad y excelencia de quienes deliberan y ocupan los cargos en el Estado. Personas que, además, posean integridad acompañada de un conjunto de valores, hechos,  principios, una filosofía que contenga la idea de bien común, así como un espíritu de servicio. Personas que comprendan que el deber está por encima del poder.
Las anteriores palabras, cobran más vigencia que nunca hoy en Venezuela  y en nuestras ciudades, pues lastimosamente nos hemos convertido en la antítesis de lo que debería ser la administración pública. Solo basta observar los hechos a nuestro alrededor que lamentablemente ya se han vuelto cotidianos: Diputados, Gobernadores, Alcaldes, Ex alcaldes, Concejales, inhabilitados, suspendidos, con procesos judiciales, presos, funcionarios con órdenes de captura. Servidores públicos que alguna vez juraron ante Dios y las autoridades cumplir y hacer cumplir las leyes, pero que terminaron desviándose.
Al mirar estos casos, es inevitable lamentar a lo que puede llegar la condición humana con el fin de obtener poder y riqueza, las dos cosas que más anhelamos tener y que se han convertido en el estereotipo más atractivo para una sociedad venezolana carente de valores que ha consentido con prácticas y comportamientos amorales y delictivas, a las que con su silencio cómplice les ha hecho apología.
En los tiempos de antes, como dirían nuestros padres y abuelos, ser un servidor público, era un honor y cualquiera que cayera en desgracia, para utilizar el mismo lenguaje de los ancestros, se consideraba una afrenta no sólo para la familia, sino para la sociedad, hoy ni siquiera nos inmutamos cuando los funcionarios públicos son cuestionados y exhibidos ante la opinión pública, hoy ser servidor público  es solamente el  medio para obtener un fin, que no es precisamente el bien común sino personal.
El escenario actual, en el que diariamente un nuevo escándalo de corrupción aflora, no es más que la radiografía de una enfermedad que ha hecho metástasis en todo los estamentos públicos venezolanos, pero también privados, que han socavado los pilares de los principios, las buenas costumbres, el sentido del deber, la decencia, la honestidad y por supuesto los de la ética pública.
Sólo de esta manera puede entenderse como se fraccionan contratos, se piden sobornos, se ofrecen recompensas, se favorecen a amigos y familiares con contratos multimillonarios, se amañan licitaciones, se inflan precios, se paralizan las obras, disfrazan objetos contractuales, explotan a los trabajadores bajo las garras infames de las cooperativas, se arrastran para delinquir, se roban ó desvían los dineros de la salud, los de la educación, los impuestos, conductas todas ellas que además de delictivas que le causan un monumental detrimento al Estado, son signos de la decadencia total.
Por todo esto, es perentorio que volvamos a los cimientos, a esos que una vez nos hicieron una Venezuela honorable, donde se reprochaban públicamente a los delincuentes fueran del pelambre ó de la alcurnia, aquellos que enseñaban que los dineros públicos son sagrados.
Es perentorio que rescatemos la ética y la moral pública, y no es un discurso ó posición romanticona ó idealista, es que es la única manera en que no terminemos de perdernos y que dejemos las bases firmes para que las generaciones que se están levantando vean un buen ejemplo a seguir.
La administración pública para que sea una verdadera casa de cristal, debe ser transparente en su servicio con los ciudadanos, pues son ellos precisamente quienes justifican su existencia.
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miércoles, 2 de noviembre de 2011

ZENAIR BRITO CABALLERO: ¡COMO SE HA PERDIDO LA CULTURA DEMOCRÀTICA EN VENEZUELA!

Votemos a conciencia, premiando las iniciativas de progreso y la continuidad de aquellos programas de gobierno que han generado bienestar y desarrollo y castigando las propuestas desacertadas, oportunistas y demagógicas de los pseudo izquierdistas socialistas-comunistas. “ABRAMOS LOS OJOS AMIGOS LECTORES”.
En los países sensatos, sesudos y equilibrados, donde las sociedades son civilizadas y cultas, la política y la democracia son formas de manifestación de la voluntad popular, que se ejercen con total sobriedad y ponderación.
En ese tipo de países, que cuentan con el apalancamiento social y económico de la empresa privada y donde afortunadamente el Estado no es el primer empleador, la participación ciudadana se exterioriza, al ejercer el derecho al voto, de forma tranquila, concienzuda y sin apasionamientos enfermizos.
Los votantes concurren a las urnas sin apremios de ningún tipo, guiados por un deber superior y despojado de cualquier interés particular, entre otras cosas porque no requieren de la actividad política para devengar su sustento.
En Venezuela esto no existe, no hay una democracia real, simple y sencillamente porque la voluntad de nuestros electores no es impulsada por el bien común, sino por abominables intereses mezquinos, que van desde una lámina de zinc, unos bloques, una bolsa de comida, un artefacto electrodoméstico o un bulto de cemento, hasta un jugoso contrato público.
Pero amigos lectores, la democracia no consiste en votar y nada más -el Egipto de Mubarak y la Venezuela del teniente-coronel así lo confirman, por dar solo dos ejemplos-; dicha forma de gobierno se perfecciona en la medida en que el querer de las masas se encuentre descontaminado de cualquier condicionamiento o talanquera que le predetermine o direccione. Es así como nuestro facsímil de democracia -porque eso es lo que es- termina siendo, a la postre, tan imperfecta y tiránica como una dictadura.
Las campañas políticas venezolanas se han caracterizado por estar enmarcadas y contaminadas con la injuria, la calumnia, los epítetos y la mala fe. Desprovistos, al contrario de lo que debería ser, de ideas y planteamientos sobre lo fundamental que ayuden a construir un mejor futuro para los venezolanos.
Nuestros debates electorales se han convertido en los últimos años en vertederos de odio, en carnicerías humanas y rines de linchamientos, donde poco importan la amistad, la familiaridad y la honra del prójimo.
Gracias a la política, se fracturan los afectos y se evapora la amistad y el cariño. Infaustamente, en la política nacional lo que está en juego no son las soluciones para el adecuado manejo de la cosa pública o el bienestar de lo menos favorecidos que tanto proclaman, sino exorbitantes presupuestos que son como un botín de estratagema, con el que se queda quien más cruel, bajo y sucio se muestre.
La política en Venezuela es una actividad envilecedora y delincuencial, pero depende de cada uno de nosotros transformarla en un ejercicio de la inteligencia, en el foro de los debates y los principios, donde la ética y la moral sean un valor y no una desventaja,
En un escenario en el que no haya lugar para los mediocres y ladrones, y eso solo podemos lograrlo a través del voto inteligente, serio y libre, eligiendo candidatos honestos e idóneos -porque los hay-, votando por aquellos que les convengan a la Nación, a la sociedad y a la administraciones locales, por aquellos que observen un comportamiento público y privado intachable y que cuenten con la preparación política, gerencial, académica y la experiencia necesarias para dirigir los destinos de nuestra nación, estados, pueblos y ciudades.
Hoy hay que actuar con responsabilidad y a conciencia para rechazar de plano las mafias politiqueras y los carteles de contratistas que desangran el patrimonio público. No dejemos que aquellos que tienen cartas marcadas e intereses subalternos decidan por nosotros.
Votemos a conciencia, premiando las iniciativas de progreso y la continuidad de aquellos programas de gobierno que han generado bienestar y desarrollo y castigando las propuestas desacertadas, oportunistas y demagógicas de los pseudo izquierdistas socialistas-comunistas. “ABRAMOS LOS OJOS AMIGOS LECTORES”.
britozenair@gmail.com

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viernes, 28 de octubre de 2011

JUAN ANTONIO HORRACH MIRALLES: SOBRE EL CONCEPTO DE CIUDADANÍA, HISTORIA Y MODELOS. UNIVERSIDAD DE LAS ISLAS BALEARES (ESPAÑA) SEXTA PARTE

2.5.1. La Revolución Americana La revolución americana se diferencia dela francesa, entre otros motivos, en que se creaba un nuevo Estado, los Estados Unidos de América, donde se pasó de ser súbdito británico a ciudadano estadounidense. Las trece colonias americanas que habían pertenecido al Imperio Británico se independizaron, primero con la Declaración de Independencia de 1776, y después con la ratificación de la Constitución (1789). A este último documento fueron añadidos, dos años más tarde, diez enmiendas (Bill of Rights), que tenían como objeto definir los derechos creados en la constitución federal. Hay que recordar que a esta unión las citadas colonias, o estados, llegaban con sus propias leyes e instituciones, lo que acarreaba entre ellas no pocos problemas de coordinación.
Sin embargo, todos los estados se unieron  bajo un mismo acto: la puesta en cuestión de la soberanía británica, de cuyo Parlamento en Westminster no formaba parte ningún americano. De esta manera, los nuevos ciudadanos estadounidenses, conscientes de este déficit de representatividad, nacían con una importante conciencia política y eso fue aumentando en el futuro inmediato.
Los trece estados aprobaron, al margen de la Constitución, sus propios tratados, en los que se daba una decisiva importancia al tema de los derechos. En este sentido, la cuestión se trataba a mayor profundidad que en la Declaración de Derechos nacional, que
se aprobó en el año 1791. El sujeto del que emanaban los derechos no era el Estado, sino el Creador, aunque sí correspondía al primero que estos derechos pudieran ser disfrutados. En esta lista de derechos se hacía hincapié en la libertad de expresión (de palabra e imprenta), indispensable para el funcionamiento de una sociedad emancipada en la que las antiguas jerarquías pretendían ser superadas.4 Sin embargo, hay uno que no aparece: el derecho al voto.
Como señala Heater (2007: 141), “el 4Este punto de superación de antiguas jerarquías, que claramente establecía una ruptura con el modelo político del Imperio Británico, es remarcado repetidamente por Alexis de Tocqueville en su obra La democracia en América (1835, 1840). sufragio, singular en cada colonia hasta los más mínimos detalles, estaba, sin embargo, unido a la propiedad privada en todos los casos”. Otro aspecto típico de la ciudadanía política tiene que ver con el derecho a ocupar cargos públicos, y eso implica por necesidad unos criterios más excluyentes que en lo que hace referencia al voto. Sin embargo, en este caso apenas se exigía algún tipo de preparación específica. De esta manera, mientras que la ciudadanía civil estaba al alcance de prácticamente todos (se excluía, eso sí, a los esclavos), la ciudadanía política se encontraba más restringida. En la Quinta Enmienda se incluyeron dos tipos de derecho: el de no incriminarse a uno mismo y el de poder contar con adecuadas garantías procesales.
Se ha hablado mucho sobre cuál de las dos principales corrientes de la política moderna ha influido en mayor medida en la Revolución americana, cuyos líderes políticos más importantes (Jefferson, Franklin, Adams, Madison, Hamilton) eran a la vez pensadores.
Heater señala que en cualquier  caso no puede dudarse de la enorme influencia de las ideas republicanas cívicas de Maquiavelo y de las tesis de Locke en materia de derechos. Del autor italiano se adoptó su posicionamiento ético sobre la naturaleza humana, muy realista, lo que implicó que la Revolución americana fuera menos idealista que la Francesa, y, por ello, de aplicabilidad más efectiva.5 Por ejemplo, se consideraban de forma más positiva los intereses particulares de cada individuo, en perjuicio de un interés general maximalista; el gobierno, en consecuencia, no ostentaría tanto la función de expresar la voluntad común (coartando en consecuencia la que no se ajustara a ese fin general) como de mediar en el conjunto diverso de los intereses.
2.5.2. La Revolución Francesa
La Revolución Americana suscitó un gran impacto en tierras europeas, sobre todo en Francia. En cierta forma pudo funcionar como desencadenante de dinámicas que ya se habían impuesto en el “viejo continente”.
El modelo americano partía de premisas antropológicas más a la baja y, por tanto, imprimía expectativas más moderadas que el caso francés.
En el caso de la Revolución francesa se toma como eje estructural del modelo político la soberanía popular, es decir, que se hace más hincapié que en el caso americano ( mas encaminado a la representatividad) en lo que respecta al ejercicio directo de la democracia. El origen de esta circunstancia puede detectarse en la influencia que de cara al modelo francés jugó un pensador como Jean-Jacques Rousseau, que tanto subrayó la importancia de la voluntad general y de la movilización popular.
Una serie de derechos que se promulgaron a través de la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano (1789) son: derechos civiles como la igualdad ante la ley, el fin del sistema de detenciones discrecionales o la libertad de expresión. Se trataban también las defensas que tenía el ciudadano ante el sistema judicial, además de la forma en que podía perderse la condición de ciudadanía. La formulación de los derechos políticos, sin embargo, fue mucho más controvertida. Una medida importante la encontramos en la decisión tomada por la Asamblea Nacional, en el año 1790, según la cual se eliminaban totalmente los diferentes títulos de rango social. De esta manera, todo el mundo pasaba a ser un ciudadano (citoyen), al menos en la teoría. También, las minorías religiosas más destacadas, como es el caso de los hugonotes, obtuvieron algunos derechos civiles. Aunque no poseían derechos de tipo político, se discutió sobre la conveniencia de concedérselos a tres colectivos más: judíos, esclavos y mujeres.
Con la intención de fomentar entre la población un sentimiento de unidad, se celebraron en todo el país ceremonias cívicas, entre las cuales podemos señalar la plantación de los “árboles de la libertad”  o diversos espectáculos teatrales, aunque su efectividad resultara discutible. El cambio de Constitución se expresó claramente en la cuestión de la ciudadanía; mientras que en la época del depuesto Luis XVI tenía escaso contenido, en la nueva era republicana se le daba un desarrollo explícito. Sin embargo, esta Constitución nunca pudo llevarse a la práctica.
Emmanuel Joseph Sieyès es otro pensador que influyó decisivamente en el desencadenamiento y desarrollo de la Revolución francesa, sobre todo por su punto de vista sobre los derechos del hombre y del ciudadano. Dicho autor distingue entre los derechos civiles o naturales (“ciudadanía pasiva”) y los políticos (“ciudadanía activa”), dejando a los segundos sólo para un reducido número de personas, mientras que los primeros deberían encontrarse al alcance de todos. De esta manera, las mujeres quedaban fuera de los derechos políticos. Este punto de vista alcanzó una gran aceptación en la Asamblea Nacional a la hora de decidir quién tenía derecho al voto (más adelante se dio la circunstancia altamente significativa de que, tras el golpe de Termidor, la Constitución del año 1795 llevó a cabo una drástica restricción del derecho al voto, pasando el número de electores de cuatro millones a únicamente cian mil). También se añadió otro criterio excluyente, en este caso de tipo económico (es decir, del que podía pagar determinada cantidad de impuestos). El sistema de voto era indirecto, y en él los ciudadanos activos elegían a los electores, que eran capaces de pagar una mayor suma de impuestos.
Maximilien Robespierre, líder del Club Jacobino y durante un tiempo director del Comité de Seguridad (en ocasiones llamado de Salud o de Salvación) Pública, estaba comprometido con el ideal “rousseauniano” de la voluntad general, además de con el ideal de virtud pública. Su famoso lema “Libertad, igualdad y fraternidad” acabó personificando el espíritu de la Revolución, pero, comprometido con la política del terror, que segó miles de vidas, acabó sufriendo también la misma suerte. Se manifestó contra las restricciones del voto, pues consideraba improcedente la separación entre ciudadanos activos y pasivos formulada por Sieyès; la igualdad proclamada por la Declaración de Derechos no permitía legitimar este tipo de decisiones. Su empeño en este sentido se vio abocado al fracaso, aunque también cayó en una dinámica de exclusiones en cuanto a la cuestión ciudadana, con una concepción rigorista de la virtud ciudadana que la llevó a diferenciar entre los “políticamente justos”, es decir, los verdaderos ciudadanos, y aquellos que representaban lo contrario, los “políticamente injustos”. La consecuencia de ello era que los que carecían de virtud cívica debían ser conducidos a ella por la fuerza; una expresión letal de este modo de proceder fue la tristemente célebre guillotina. Robespierre vinculaba el terror a la virtud: “la virtud, sin la cual el terror es funesto; el terror, sin el cual la virtud es impotente” (Heater 2007).
2.6. Ciudadanía en la contemporaneidad

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jueves, 20 de octubre de 2011

JUAN ANTONIO HORRACH MIRALLES: SOBRE EL CONCEPTO DE CIUDADANÍA, HISTORIA Y MODELOS. UNIVERSIDAD DE LAS ISLAS BALEARES (ESPAÑA) QUINTA PARTE

2.4.1. Cristianismo y ciudadanía

La estructura jerárquica adoptada por la Iglesia católica no predisponía a que la ciudadanía pudiera arraigar con cierta fuerza.

La caída del Imperio provocó que los obispos asumieran no sólo el poder espiritual sino también el político en cada diócesis. El cristianismo adoptó una posición poco mundana, en el sentido de que se despreciaba e infravaloraba la vida en el mundo material (como dice una famosa cita evangélica, “mi reino no es de este mundo”, Juan 18, 36); la vida no es una finalidad en sí misma y, aunque tampoco se rechace el vivir en comunidad, no se valoran fuertemente algunos de sus aspectos más inmanentes. El cristianismo advierte de la inevitable corrupción que caracteriza al mundo temporal; el mundo verdadero, en este sentido, no puede ser el real, donde los hombres viven unos al lado de otros. Por tanto, éste, en cualquier caso, es un tránsito hacia el mundo espiritual, el único verdadero, el “reino de los cielos” (Mateo 11, 11). Mientras que, como ya hemos dicho, en el mundo griego la virtud se daba en el ámbito de la polis, de la vida en común, en el cristianismo, aunque hay una fuerte vida comunitaria, no se trata en este caso de una comunidad política, sino religiosa, con todo lo que ello conlleva. La idea de justicia, por ejemplo, conecta en este caso con la dimensión divina, lo que no permite que prospere un sentido de lo justo que pretenda anclarse en una dimensión puramente humana, como es la que tiene que ver con la  política.

San Agustín (s. IV-V) fue el autor que, dentro del cristianismo, dio un mayor peso a esta concepción, que ya partía de los orígenes de esta religión. La finalidad del hombre no consiste, según Agustín, en atenerse a los deberes ciudadanos, sino en rezar; el hombre debe relativizar el vínculo que lo une a los demás hombres (pues de ello sólo sacaría maldad) y tratar, por el contrario, de vincularse más con Dios. Sin embargo, Santo Tomás (ya en el siglo XIII) no es tan duro como Agustín al referirse a la realidad terrena, pues cree que ésta es, en cierta manera, la expresión de la voluntad divina; por tanto, no puede ser tan nociva y, en consecuencia, debería ser atendida de forma seria. En este cambio de actitud dentro del cristianismo fue decisiva la recuperación, por vía árabe y judía, de la figura de Aristóteles, olvidada durante muchos siglos en Europa.

2.4.2. Las ciudades-estado italianas A finales de la Edad Media, en el norte de Italia se organizaron una serie de ciudades-estado independientes, desvinculadas de los Estados pontificios y de los modelos caciquiles reinantes, que llegaron a adoptar regímenes republicanos.

Nacieron de esta manera las repúblicas de Florencia, Venecia, Pisa, Génova, Milán, Bolonia, Siena, etc., que contaban con autoridad propia tanto política como judicial, y que también prosperaron a varios niveles durante siglos; florecieron las artes, las letras, el comercio, etc. Prueba de su importancia es que, poco después, surgió en sus dominios nada menos que el Renacimiento. En cada caso se seguían criterios diferentes para conceder el estatus de ciudadanía, pero una condición se repetía en la mayoría: la de poseer alguna propiedad en la ciudad correspondiente. Esto permitía que cualquier persona no nacida en la ciudad podía convertirse en ciudadano adquiriendo alguna propiedad. El modelo político era, más o menos, de democracia directa, pues los ciudadanos tenían la posibilidad de elegir a los miembros de las asambleas y de los consejos que estructuraban el Estado. Otro caso de zonas organizadas como ciudades-estado lo encontramos en Suiza, en los llamados cantones helvéticos, confederados desde el
año 1291, destacando las repúblicas de Ginebra y de Berna, aunque su importancia fue inferior a las ciudades del caso italiano.

2.5. La era de las revoluciones

En el siglo XVIII cambia drásticamente el panorama relativo al principio de ciudadanía y, por extensión, a la política en general. La herencia de la Ilustración fue clave en este renacimiento de la democracia y de las luchas sociales, en esta vigorización que se imprimió a la esfera de lo político. Los principios que definían el funcionamiento de la política comienzan a cambiar, a la vez que se abre el ejercicio efectivo del poder. Por ejemplo, mientras que en épocas anteriores se remarcaba la importancia de las obligaciones, en esta nueva etapa histórica el lenguaje de los derechos cobra una relevancia que no volverá a perder, almargen de la efectividad o no de sus planteamientos. En este escenario se demarcan dos perspectivas de pensamiento que se convierten en las dos principales tradiciones políticas de Occidente, en pugna durante siglos: el republicanismo y el liberalismo (sobre los que se hablará más adelante). Este nuevo lenguaje de los derechos se acabaría plasmando, históricamente, en dos revoluciones decisivas: la americana y la francesa, proclamadas como Declaración de Independencia de los Estados Unidos (1776) en el primer caso, y como Declaración Francesa de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (1789) en el segundo. No puede decirse que estas revoluciones representen respectivamente a cada una de las dos tradiciones anteriormente citadas, la republicana y la liberal, pero sí que ambas son combinaciones de cada una de estas.

2.5.1. La Revolución Americana

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jueves, 6 de octubre de 2011

ZENAIR BRITO CABALLERO: EL CIUDADANO COMÙN FRENTE A UN PROCESO ELECTORAL

El nuevo ciudadano(a), a juicio de los entendidos en la materia, tiene una connotación grande, sustancial y valorativa si tomamos como elementos básicos el Estado Social de Derecho, sus dimensiones sociales, económicas y políticas y la democracia en el contexto del proceso electoral.
El ciudadano(a) como tal, sobre lo base de lo anteriormente enunciado, es un constructor de sociedad, de pueblos, de conglomerado social, de cambios, de progresos y de transformaciones, que conduzcan a mejorar su calidad de vida, lograr su bienestar y vivir dignamente y revestido en aspectos fundamentales como son: el ciudadano cívico, con respecto a su libre expresión y de pensamiento; el ciudadano político, que incursiona en el ejercicio del poder y la vida política, y el ciudadano social, que cubre socialmente el bienestar integral de ese colectivo social llamado comunidad.
El ciudadano(a), hoy por hoy, en el contexto del debate electoral y bajo el juramento ético, debe sufragar bajo condiciones de libertad, dignidad y conciencia, con el fin de responder al interés y derechos de un colectivo social, velar por la defensa de las políticas pública, aforadas de calidad y eficiencia, fracturando de paso, actos de corrupción e ilícitos, que pongan en peligro la democracia y la verdadera participación ciudadana.
Al asumir, lo contrario, el ciudadano(a) cae en la arena de la sumisión, el vasallaje, la alienación y la mendicidad mercantilista, que son actos propios del clientelismo y la politiquería. Como dice un refrán: "Quien tiene tu pan, tiene tu dignidad, tu libertad y tu conciencia" y será pobre toda la vida, porque la conciencia está atada.
Finalmente, estimados lectores, hay que votar por candidatos que reúnan las siguientes características: que sean ecuánimes, transparentes, con verdadero liderazgo social untado de barro, sociables, no corruptos, sin antecedentes jurídicos, que no estén infectados de actos antiéticos, inmorales, que presenten propuestas relevantes de gran impacto social, que tengan un consenso nacional verdadero, que no utilicen el cargamento del capital para comprar el sagrado voto, que generen controversia de opinión e inviten al debate constructivo y civilizado ante el constituyente primario, que construyan ciudadanía y no robot electoral.
britozenair@gmail.com

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domingo, 25 de septiembre de 2011

ELIDES ROJAS: EL PERFIL DEL CANDIDATO

Mucho se habla por estos días del perfil de los candidatos que se presentan para las elecciones del 2012, incluidas las primaras. La gente se pregunta ¿cuál es el perfil individual del presidente, más allá del candidato? Eso, sin hablar del programa de gobierno, aunque eso es tema para otro espacio.
Quienes no ven en el castrochavismo la opción que favorezca al futuro del país, tienen una visión opuesta, totalmente opuesta. Y saben qué Hugo Chávez y su combo no es lo que más conviene al país de cara a los próximos años. Del otro lado se habla de una figura joven, bien formada, seguramente bilingüe, con buena experiencia en materia de gerencia pública, sin prejuicios, integradora, sin compromisos que pongan en peligro la soberanía del país sea con Estados Unidos, sea con Cuba, sean con cualquier otra nación. Con un horizonte de avanzada, de muy buen criterio en materia de solidaridad social y equidad. Honesto, con la verdad como arma fundamental, que no sepa de todo, que gerencie correctamente, descentralizador, que se ubique en el lado de la globalización moderna y justa. Pero, especialmente, que sea realmente venezolanista, un luchador verdadero por los intereses de su país, de sus ciudadanos y del bienestar de todos. Un demócrata, pluralista y que gestione con participación de verdad verdad.
Por ahí va la cosa.
Del lado del chavismo, como no hay más nadie, sino Chávez, Chávez y más Chávez, necesariamente hay que concluir que el perfil deseado es el que ya estamos viendo. Es decir, que una parte de la población, que ya no es mayoría, independientemente del cáncer y del lamentable estado físico del presidente, se plantea mantener un perfil personal y de gobierno que apunta al militarismo directo y sin disimulo. Que se queda con un militar, además cupular, que procedió por la vía de la violencia y el golpismo a tomar el poder. Se pronuncia por el castrismo, no por el socialismo moderno. Se queda con el modelo Cubano y el esquema de vida y sociedad de Fidel Castro. Mentiras, manipulación y propaganda, mucha propaganda como principal arma argumental. La amenaza y la violencia, el uso de las armas, la exhibición del uniforme cubano y la entrega del país a cubanos y a cualquiera que le siga la corriente, no en lo ideológico sino en lo personal. Eso basta, Como se ve nada nuevo. Es lo mismo que se ha visto hasta ahora. Y la promesa básica es la misma.
Un perfil, además, muy manoseado por la historia. Populismo, promesas, engaños. Regalos, chantajes, divisionismos, exclusión. Separación por partidos y colores. División según posición política. Eliminación paulatina, por simple estrategia, del sector privado. Si pudiera lo hiciera como su padre putativo Castro, de un solo golpe. Miedo al adversario, pánico al adversario, como lo demuestran las inhabilitaciones de vergüenza que dejó para la historia el difunto atendiendo órdenes del jefe, como se desprende la inhabilitación de Leopoldo López. Eso es miedo parejo.
Ese perfil de gerente castrista ya pasó sus mejores momentos. Además, ya el país se otorgó su cuota de autodestrucción por tiempo suficiente. Y ya no aguanta más. Aguantarán los cubanos, esclavizados y pacientes. Ni siquiera el petróleo aguanta la múcura de este perfil de cachucha.
Twitter: @ejrl

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viernes, 11 de marzo de 2011

DERECHOS ¿SIN DEBERES? ELINOR MONTES

Para que podamos hacer los cambios que se requieren para construir una cultura de paz, hay que cambiar la concepción sobre los derechos y los deberes implícitos en el ejercicio de todo derecho.

¿Para dónde vamos? ¿Cómo estamos contribuyendo y que responsabilidad tenemos en los cambios sociales que se están produciendo? ¿Estamos cumpliendo con nuestros deberes con Dios, con nuestra familia y con la sociedad?

Para quienes deseamos construir una cultura de paz, tenemos un gran reto. No sólo tenemos un arduo trabajo, formar a nuestros hijos conforme a los valores cristianos, sino que también tenemos que enfrentar el bombardeo de antivalores y de desinformación al que está expuesta la sociedad de hoy. Basta con encender el televisor o salir a la calle para ver la cultura del sálvese quien pueda, del atropello y del abuso. Las normas de cortesía, que garantizan una convivencia en paz, se han olvidado y ya poco se practican. 

Por otro lado, cuando se analizan los problemas que aquejan a la sociedad, como el consumo y tráfico de drogas ilícitas, generalmente en los programas de opinión se limitan en el análisis a responsabilizar a los gobiernos, como en el caso de México o de los Estados Unidos de América por el alto consumo en su territorio. 

Ciertamente las políticas públicas influyen considerablemente en los cambios de conducta y de valores de las naciones, pero el individuo como tal, también tiene su cuota de responsabilidad, mayor o menor, dependiendo del rol que desempeña en la sociedad. Hablemos, por ejemplo, de la industria del entretenimiento. Todos sabemos el daño terrible que producen las drogas ilícitas, -deterioran la psiquis de quien la consume, destruye a la familia, es la causa de crímenes horrendos, etc. -; y la lucha que hay en el mundo para erradicar este flagelo, sin embargo, cada día hay más películas en las que se promueve su consumo mediante personajes que se drogan para alejar el estrés y potenciar la diversión, o que en el rol de padres posicionan como algo normal el que sus hijos se droguen, con lo cual se desensibiliza a la gente sobre sus graves consecuencias, especialmente a los jóvenes, quienes no tienen un criterio sólido para resistirlo. Esto, amparado en la libertad de expresión; pero la promoción del consumo de drogas ilícitas ¿es libertad de expresión o complicidad con los narcotraficantes? Aplicando aquella máxima de que nuestros derechos terminan donde empiezan los derechos de los demás, el derecho de un cineasta de expresar sus ideas no pude violentar el derecho de la sociedad a vivir en mundo libre de drogas.

Cuando un derecho se ejerce al margen de los deberes que comporta tal ejercicio, el derecho se desvirtúa pues todo derecho conlleva moralidad y responsabilidad y así debería ser concebido por la sociedad. 

Elinor Montes
elmon35@gmail.com
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