BIENVENIDOS AMIGOS PUES OTRA VENEZUELA ES POSIBLE. LUCHEMOS POR LA DEMOCRACIA LIBERAL

LA LIBERTAD, SANCHO, ES UNO DE LOS MÁS PRECIOSOS DONES QUE A LOS HOMBRES DIERON LOS CIELOS; CON ELLA NO PUEDEN IGUALARSE LOS TESOROS QUE ENCIERRAN LA TIERRA Y EL MAR: POR LA LIBERTAD, ASÍ COMO POR LA HONRA, SE PUEDE Y DEBE AVENTURAR LA VIDA. (MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA) ¡VENEZUELA SOMOS TODOS! NO DEFENDEMOS POSICIONES PARTIDISTAS. ESTAMOS CON LA AUTENTICA UNIDAD DE LA ALTERNATIVA DEMOCRATICA
Mostrando entradas con la etiqueta PEDRO PAUL BELLO. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta PEDRO PAUL BELLO. Mostrar todas las entradas

lunes, 10 de noviembre de 2014

ASDRÚBAL AGUIAR, EL SER QUE (AÚN NO) SOMOS LOS VENEZOLANOS

ASDRÚBAL AGUIAR
Pedro Paúl Bello nos obsequia recién su libro sobre Venezuela, raíces de invertebración: el ser que somos los venezolanos donde explica el porqué de nuestro saldo histórico como pueblo invertebrado, en apariencia incapaz de sortear, como ahora, su hora de adversidad.

Escrito con serenidad, con responsabilidad y sin apremio, describe en sus páginas la negación que hace de sí cada venezolano antes y después de 1811; a un punto que nunca nos sentimos satisfechos o contentos ni con la obra ajena ni con la propia. Y por ello, en la búsqueda agónica de una razón de ser y existir, apelamos a los mitos que creamos o encontramos al azar para luego desecharlos y sucesivamente hacernos de otros, en un continuo caminar que a todos nos impide adquirir aún el perfil de una nación verdadera, ligada por los afectos y decantada sobre valores compartidos.

Paúl parte de una consideración de base que vuelve por sus fueros e impide otra vez dar por cerrado y como cosa pasada el debate acerca de nuestros orígenes republicanos: vivimos una farsa constitucional permanente que nos obliga, de tanto en tanto, a emprender de nuevo el camino de la experiencia social, nacional y republicana, como si nunca lo hubiésemos recorrido.

Según lo explica el autor, los venezolanos, antes de ingresar al purgatorio -que viene a ser nuestro Estado, ese que nos hace sociedad artificial o postiza, primero dentro de las mesnadas revolucionarias que dominan a nuestro siglo XIX, luego dentro de los cuarteles y sucesivamente dentro de los partidos a lo largo de todo el siglo XX- perdemos hasta el sentido de la libertad, incluso económica y de iniciativa, desde la más lejana época colonial.

La dominación hispana –cuestión que aborda- nos intenta dar identidad en la lengua, religión y costumbres, y también en nuestro encuentro alrededor de nuestras pequeñas patrias raciales o las políticas, que son nuestros primeros cabildos. Pero esa forma de identidad en fragua que nos viene desde España y da soporte y la oportunidad común para avanzar junto a ella o sin ella en la ampliación -sea de la idea de la nación española, sea de la búsqueda de alguna otra parecida-, se rompe una vez como se establecen privilegios sobre los criollos. Así nacen, de modo anticipado, previo a la emancipación formal de 1810, el estamento de los excluidos, de los resentidos, quienes desde entonces acopian frustraciones y mascullan sus deseos libertarios, que no de libertad con su contrapartida de responsabilidades, e igualitarios, que no de igualdad como desiderátum del esfuerzo personal en ascenso que se niega al rasero de los mediocres.

En mis palabras de mediados de año ante la Real Academia, reunida en Cádiz, expresé por lo mismo y sin ambages que lamentablemente, más tarde, desde Cartagena de Indias, Bolívar, por preferir la enseñanza antigua sobre la renuncia del pueblo a su poder soberano a manos del monarca quien lo ha de ejercer vitaliciamente, se ocupa de rezar y elaborar su credo dionisíaco prosternando a nuestros apolíneos padres fundadores de 1811, hombres de razón y de levita. Seguidamente, desde Angostura propone, en 1819, la creación de un senado hereditario – con los hombres de guerra; pues a ellos todo se los debería la patria lograda. Y después, con su Constitución de Chuquisaca, de 1826, concreta el modelo final de su ideario político, de su deriva autoritaria – forja el presidente vitalicio quien elige a su sucesor en la persona del vicepresidente – y contra la que reacciona airadamente el intelectual liberal Tomás Lander, amigo de Miranda y miembro a la sazón de la misma Secretaría del Libertador.

Pero “estamos ante nuevas realidades – afirma Paúl - que modifican radicalmente las expectativas de los habitantes de este país respecto a la política, los partidos políticos y sus dirigentes. Hay apatía, ciertamente; tenemos poca conciencia ciudadana, es verdad. También conocemos comportamientos que aíslan, por supuesto. Sin embargo, nada de esto resulta nuevo. El país es lo que es desde hace mucho: lo que somos y hacemos viene desde los primeros tiempos de nuestra existencia política formal; pero hace más de cuatro décadas, los venezolanos -que no éramos otros distintos a como hoy somos y teníamos los mismos rasgos culturales, defectos y hasta “taras” si así se quiere calificar algunos de ellos- mostrábamos gran participación política”, observa el autor.

En fin, según él, habría pasta suficiente para moldear a la nación que aún mora por serlo y darnos un orden diverso, que se mire en lo que somos y en las coordenadas del siglo en curso.

Asdrubal Aguiar S.
correoaustral@gmail.com
@asdrubalaguiar

EL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, DIARIO DE OPINIÓN, ACTUALIDAD, VENEZUELA, ACTUALIDAD INTERNACIONAL, OPINIÓN, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, REPUBLICANISMO, LIBERTARIO, POLÍTICA,ELECCIONES,UNIDAD, ALTERNATIVA DEMOCRÁTICA,CONTENIDO NOTICIOSO,

viernes, 7 de noviembre de 2014

MILOS ALCALAY, LA VENEZUELA INVERTEBRADA, PEDRO PAUL BELLO, BRÚJULA DIPLOMÁTICA

MILOS ALCALAY
Pedro Paul Bello presentó a comienzos de Noviembre en la Liberia Lugar Común su libro intitulado  “VENEZUELA: RAICES DE INVERTEBRACION. EL SER QUE SOMOS LOS VENEZOLANOS”. Se trata de un verdadero Tratado sobre Venezuela y sus raíces en la que el autor desenmaraña a través de las diversas etapas históricas la complejidad de la especificidad venezolana identificando nuestras fallas  y nuestras virtudes. Ello nos permite entender y reconocer las bases de cómo salir del laberinto actual y como construir la Venezuela que quisiéramos tener.
Ramón J Velásquez, en la introducción escrita en el año 2012, destaca la importancia del libro y  nos muestra una faceta del autor que desconocíamos refiriendo que  siendo muy  joven Pedro Paul Bello despertó el interés del gran historiador en resaltar los aportes de su ancestro el General Zoilo Bello Rodríguez. El ex Presidente Velásquez subraya el contenido del libro al resaltar que en sus páginas  retrata nuestros atormentados Siglos XIX y  XX  hasta adentrarse en la actualidad y caracterizar la INVERTEBRACION que hoy se ha agravado, ya que encontramos en los más altos cargos los alcances de una herencia militarizada  que ha caracterizado a la Venezuela primitiva y represiva. Pero a pesar de ello, no deja de resaltar que existió una Venezuela con grandes logros y esperanzas, gracias a las experiencias democráticas  que se consolidaron a partir del 23 de Enero de 1958. A su vez, ante las transformaciones que surgieron de la oferta electoral del Chávez de 1998 de lograr un “Cambio en Democracia” sustituyendola paulatinamente por una “Revolución en Totalitarismo” se consolidó un régimen populista militarizado que introdujo con mayor fuerza la corrupción, las reiteradas violaciones de derechos humanos y el irrespeto a la Constitución y a los Tratados Internacionales.
Con la modestia que lo caracteriza, Pedro Paul afirma que el suyo no es un “trabajo de historia porque él no es historiador”. Pero ese es su gran aporte ya que transmite en esta obra su larga experiencia cumplida en los más variados campos de acción y reflexión, y que las retrata en cada una de sus 643 páginas. Pedro Paul no se limita a enumerar las fechas ni las etapas fundamentales de nuestra historia sino que transmite las conclusiones del investigador acucioso de lo que fuimos y de lo que somos  incorporando su múltiple formación como pensador integral, dándole la estructura científica del Ingeniero; el pensamiento riguroso del filosofo; la ubicación que aporta el diplomático; el compromiso de transformación del politólogo de vanguardia; la visión didáctica del pedagogo, pero sobre todo, la visión del hombre comprometido con la trascendencia espiritual del mensaje de la Iglesia para construir en base al signo de los tiempos la Venezuela del futuro que estamos llamados a diseñar. Felizmente su obra no es un relato neutro de nuestra historia, sino una opción comprometida y valiente con una descripción documentada pero crítica colmada con sus vivencias y estudios de una vida consagrada a la Venezolanidad.
Lamentablemente el libro se agotó pronto. Pero  la Editorial COGNITIO  nos ofrece su texto impreso en redes de distribuidores online tales como AMAZON o BARNES & NOBLE, mientras que la modernidad virtual  nos ofrece la posibilidad de su lectura a través del E-Book que ofrecen Apple, Kindle, Nook, Google, permitiendo con ello  que sus reflexiones se introduzcan en la dimensión de la globalidad que es la característica del mundo actual. Vale la pena leerlo, ya que es un aporte fundamental para entender “lo que somos los venezolanos”

Milos Alcalay
milosalcalay@yahoo.com
@milosalcalay 

EL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, DIARIO DE OPINIÓN, ACTUALIDAD, VENEZUELA, ACTUALIDAD INTERNACIONAL, OPINIÓN, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, REPUBLICANISMO, LIBERTARIO, POLÍTICA,ELECCIONES,UNIDAD, ALTERNATIVA DEMOCRÁTICA,CONTENIDO NOTICIOSO,

domingo, 10 de agosto de 2014

PEDRO PAUL BELLO, POLÍTICA: VISIÓN CRISTIANA.

Ser cristiano supone comprometerse en relación para quienes, políticos, el cristianismo propone un modelo personal y social de comportamiento que debe ser ejemplificado, realizado y mantenida la conducta que impone el hecho de ser cristiano, lo que no es distinto del compromiso de todos los cristianos quienes, como  los demás humanos, vivimos tratando de mantener, ejemplarmente, la conducta que el cristianismo impone a nuestras propias voluntades. 
Pero, además, ejercer la política es, en cierta forma, el asumir la condición de ser guía y ductor de personas que comparten las apreciaciones y orientaciones del político que, obviamente, se presume son sinceras y también verdaderas, lo que no es exagerado pues el político se convierte en una suerte de maestro.
Posiblemente, algunos de los amigos lectores, que hasta acá hayan leído lo anterior, con razón se podrán haber preguntado: “pero es que ¿existe una ‘política cristiana’? y, si existe, ¿qué es eso?” 
Antes de responder a esa natural inquietud, es necesario aclarar que toda Sociedad organizada tiene como razón de ser una finalidad muy específica que, de manera general, se le llama Bien Común General, pues incluye el compromiso de la Sociedad, cierto y asumido, de facilitar a todos y cada uno de sus miembros integrantes la realización de su propio destino personal según su libre albedrío. Esto, como es obvio, opera sólo en Sociedades con fundamento y acciones de naturaleza democrática. El Bien  Común no es, pues, una noción intangible y abstracta inseparable del hecho social como objeto de ese acto específico, sino un hecho histórico en tanto situado en un plano espacio-temporal específico y preciso que, además, es dinámico y no estático pues se orienta a la totalidad de la realidad social que es dinámica y lo fundamenta y realiza.
Pero, además, la Sociedad posibilita la cultura, entendida ésta, en general, como mundo que el ser humano establece y realiza para abandonar y superar al medio natural que fue su primer apoyo de vida. Por otra parte, la Sociedad requiere la Autoridad para bien organizar la totalidad del Cuerpo Social, orientar a sus miembros en la edificación de su propio mundo particular, todo lo cual es un compromiso con el todo social que son sus miembros. Entonces, la Autoridad debe entenderse como facultad para dirigir y orientar, lo que implica que la Sociedad tenga una potencia o capacidad que le posibilite obligar a la obediencia. Tal potencia o capacidad es lo que llamamos el Poder. Todos eso elementos: la capacidad de los miembros de la Sociedad de actuar en su seno y de reforzar o modificar los comportamientos sociales; la condición dinámica del Cuerpo Social; su objetivo Bien Común General y la necesidad de la Autoridad para edificar la cultura, son fundamentos de la Política.
Podemos ahora responder a la imaginada  --pero muy posible--  pregunta que antes adelantamos sobre si existe una política cristiana y, en caso de existir, qué y para qué es dicha política. La lógica enseña que para definir o conocer algo sobre lo que se habla, es menester responder a cuatro preguntas fundamentales: ¿Existe eso? ¿Qué es eso? ¿Cómo es eso? y ¿Para qué es eso?
Si existe una política cristiana: esta, no está necesariamente obligada a aceptar la fe cristiana pero sí debe adecuarse a su concepción, en cuanto a lo propiamente político, así como en lo económico y lo social.
En primer lugar, una política cristiana es un modo de hacer política. Siendo irremediablemente social, el ser humano se sumerge en un particular modo de ser él mismo y de hacer algo en el seno de la sociedad a la que pertenece, sea por haber en ella nacido o por haber llegado e instalarse en ella definitivamente. Esta realidad le condiciona personalmente y le exige, en cierta manera, el actuar para algo en bien de la Sociedad toda y de, quienes como él mismo, son sus miembros. Ese aporte que  --en general--  los miembros de la Sociedad sienten que cada cual debe realizar, es útil para reforzar los medios y mecanismos existentes en la misma; para introducir modificaciones de cualquier tipo que sean necesarias y pertinentes e, incluso, de ser necesario, para alterar radicalmente los mecanismos y comportamientos para en algún momento existentes.
En segundo lugar, la razón de ser de toda Sociedad es alcanzar lo que se llama Bien Común General, que es su finalidad específica que, necesariamente incluye  --o debe incluir--  una garantía de posibilidad, porque lo que trata es el permitir y posibilitar que cada uno de los integrantes o miembros de ese cuerpo social pueda realizar el alcance y logro de su propio destino personal. Por tanto, el Bien Común no es una noción intangible y abstracta, porque es inseparable del hecho social considerado como un todo y de cuyos actos es objeto principalísimo que significa una realidad eminentemente histórica, esto es, situada en un plano espacio-temporal preciso y específico. El Bien Común Social, que es General, es fundamental y de manera esencial, dinámica y no estática, como lo es la totalidad de la realidad social a la cual corresponda y la cual le fundamenta.
Por otra parte, la Sociedad es, también y en tanto medio instrumental que hace posible la Cultura  --entendida en general ésta como mundo que realiza el ser humano para deshacerse de su originario medio natural--  que, por tanto, requiere de a Autoridad en tanto disposición u organismo interno que hace posible la organización de todo el Cuerpo Social, al cual ha de orientar en la construcción de ese nuevo mundo propio y, a la vez, común, cual condición de posibilidad para hacer posible el progresivo desarrollo del Todo social y de sus miembros. Entonces, entendida la Autoridad como facultad de orientar y dirigir, necesariamente ello invoca una capacidad o potencia que pueda obligar a la obediencia. Tal capacidad o potencia es el Poder.
Entonces, los anteriores elementos ya señalados: La capacidad de las personas miembros de la Sociedad y la exigencia de actuar para favorecer al  todo social que son sus miembros; la condición inmanentemente dinámica del Organismo Social y de su objeto principal que es el Bien Común General; y la necesidad de la Autoridad que hace posible la edificación de la Cultura, la orientación facultativa y la obediencia al orden, son los fundamentos constituyentes de la relación política o, sencillamente, de la Política.
El primer elemento constitutivo de la Política bien entendida es, pues, acción racional libre y responsable del todo social que son los miembros todos de la Sociedad, y los que estos señalan para ejercer las funciones de gobierno. El Bien Común General es el segundo elemento, que determina la finalidad de la Política y, al mismo tiempo, define el criterio de su legitimidad; el tercer elemento de la Política viene constituido por la Autoridad y su inherente Poder, lo que constituye el medio instrumental más importante para la plena realización social de la Política. En efecto, mediante la Autoridad es como la acción humana empeñada políticamente, puede obrar eficazmente para alcanzar el logro de su finalidad última.
Resumamos: Política, en sentido lato, es toda relación que el ser humano establece con los entes que constituyen su mundo, que es su horizonte de sentido, cuyo objeto general es el contribuir al alcance del bien común.
Por otra parte, la política está orientada a la determinación del gobierno de la Sociedad, para que ésta pueda alcanzar su objetivo específico, lo que se puede realizar de maneras directas o indirectas: sea ejercer directamente el gobierno de la Sociedad, o sea influir en éste.
Política, entonces, es todo acto humano que se oriente a dirigir una determinada Sociedad, a través del ejercicio directo o indirecto de los supremos poderes de decisión del Estado, en sus diversos sectores, niveles e instancias.
Aquel inolvidable ciudadano venezolano, Arístides Calvani, solía decir que la Política “es el arte de hacer posible lo que es menester”. 
Pedro Paúl Bello
ppaulbello@gmail.com
@PedroPaulBello

EL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, ACTUALIDAD, VENEZUELA, ACTUALIDAD INTERNACIONAL, OPINIÓN, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, REPUBLICANISMO, LIBERTARIO, POLÍTICA,ELECCIONES,UNIDAD, ALTERNATIVA DEMOCRÁTICA,CONTENIDO NOTICIOSO,

viernes, 11 de julio de 2014

PEDRO PAUL BELLO, DEMOCRACIA, PARTE 1.


La palabra democracia ha evolucionado mucho, desde tiempos primigenios de su uso en Grecia hasta el día de hoy, con la particularidad de que, en este presente, el vocablo adquiere diferentes significados e interpretaciones según sea el nivel de desarrollo humano y político de los diferentes pueblos.

Si bien entendemos por pueblo al conjunto de personas que forman parte o viven en una Sociedad determinada, es menester diferenciar entre pueblo y masa. Los demagogos, que encarnan la corrupción de la democracia, siempre mencionan al “pueblo” pero, en realidad, actúan sobre masas inconscientes que han desbordado la racionalidad al actuar y moverse por pasiones o entusiasmos irracionales, por lo que siempre son aprovechadas por aquellos que quieren ejercer la dominación de toda una Sociedad.

En su alocución de Año Nuevo de 1942, el Papa Pio XII dijo: “El pueblo vive y se mueve por su vida propia; la masa o multitud es, de por sí, inerte y solo puede ser movida desde afuera.  El  pueblo vive de la plenitud de la vida de los hombres que lo componen, cada uno de los cuales es consciente de sus propias responsabilidades y convicciones.  La masa, por el contrario, espera el impulso del exterior presta a seguir una u otra bandera según la explotación habilidosa que se haga de sus instintos.”… “Solo puede calificarse como democrático aquel gobierno que es capaz de elevar a la multitud de una condición de masa a una condición de pueblo.”

Es así que para alcanzar el transformar la masa en pueblo a fin de que
la democracia sea una práctica común en toda la Sociedad, es menester que los ciudadanos demócratas  --y no sólo los gobiernos y las instituciones como las Iglesias, etc.—asuman esa tarea transformadora, de manera que aquellos que conforman la masa  sean personas capaces de cumplir sus deberes y velar por sus derechos, sin estar sometidos a los intereses y dictados de algún caudillo o tirano.

La democracia, como fenómeno histórico, está inmersa en el tiempo y no puede escapar de la ley del devenir. Sus primeras formas, que encarnaron el ideal liberal,  han sido rebasadas por nuevas realidades
fecundas de futuro. Por ello es indispensable responder adecuadamente a las exigencias del presente y, al mismo tiempo, diseñar formas de anclajes para el mañana que se anuncia.

La vieja democracia liberal descansaba sobre la ficción del “ciudadano”, concebido como ser abstracto e intemporal, iluminado por
la razón y sin egoísmos ni prejuicios capaces de opacar su conocimiento ni de desviar su voluntad de “miembro del poder soberano.” Era la idea sobre ese ciudadano, la de un ser humanamente puro, pero vacío y desencarnado; titular de derechos inalienables que, como la libertad individual, eran fines en si mismos, sin relación con el hombre verdadero. El pueblo soberano de esa vieja democracia, era un pueblo ficticio de ciudadanos iguales en el vacío, cuya fuerza residía en el número no organizado, mientras el verdadero pueblo recibía, ingenuamente, el mito de la infalibilidad popular.

La democracia liberal de aquellos tiempos fue, en su abstracción calculada, la primera formulación moderna de una sociedad sin clases.

Su teoría  --como después el marxismo--  planteó una sociedad igualitaria en la que el ciudadano era abstracción que pretendía legitimar Estados que se reclamaban justos  --así como el marxismo con los proletarios--  a partir de un principio que se refería no a la igualdad esencial de todos los seres humanos, sino a una identidad entre inexistentes personas neutras e intercambiables. Por otra parte, los principios políticos de esta primera democracia (soberanía popular, igualdad, libertad individual y derechos) no correspondían a la realidad de cada persona y de su comunidad de pertenencia. Pero con el paso del tiempo, el hombre concreto, situado en su realidad, también concreta y vivida, se preguntaba para qué le sirven tales derechos y atribuciones si, en definitiva, no alcanzaba a satisfacer sus necesidades.

El error de ese liberalismo fue el hacer de los derechos del individuo y de la libertad en particular, un sistema “filosófico”, en vez de reivindicaciones de hecho correspondientes a las exigencias y condicionamientos propios de cada determinada situación histórico-social.

En tiempos recientes de gobernabilidad democrática, destacaba el hecho de que los derechos humanos  --anteriormente concebidos como facultades inherentes al individuo o ciudadano--  se hicieron exigencias para satisfacer necesidades de la persona concreta y no abstracta. De los derechos como afirmación de la esencia de la persona humana, se había pasado a los derechos como garantías de la existencia: de la democracia sólo política, se había pasado a la democracia político-social.

Pero, pese a que la democracia social haya sido una realidad constitucional en casi toda la tierra y que pretendía liberar a las personas de toda forma de tiranía u opresión, y que trataba de establecer una igualdad de oportunidades anteriormente no garantizada, sin embargo, la complejidad moderna de las sociedades; sus limitaciones, algunas aún provenientes de sobrevivencias de instituciones del pasado cuyos ideales operantes se han modificado en
el tiempo; los conflictos dentro del Estado; la búsqueda de equilibrios por parte de los gobiernos entre diversos sectores de grupos con intereses antagónico, etc., contribuía para hacer más difícil la gobernabilidad y para que la frustración y el escepticismo se extiendieran entre los ciudadanos.

En la perspectiva de una cosmovisión personalista --porque se funda en y para la persona humana--  la democracia es exigencia de desarrollo personal (personalización) continuo e ilimitado para cada miembro de la sociedad. La personalización descansa sobre la libertad de elección, entendida como instrumento propio de la persona para elegir su propio destino y ejercer, cabalmente, su responsabilidad social.

La igualdad es la equivalencia de personas inconmensurables en su
destino singular, de manera que a desiguales características y posibilidades de realización deben corresponder medios e instrumentos proporcionados para cada condición. Esto implica que toda sociedad deba implantar un espectro muy amplio de medios e instrumentos para que cada persona tenga la posibilidad de realizarse.

Así que la igualdad de oportunidades es paralela a la libertad de independencia.

Como ésta, debe ser conquistada en el seno de la sociedad y resulta de la voluntad y el libre albedrío de cada cual, pero está ordenada a la
mayor elevación moral, económica, social y política de todo el cuerpo social y de sus sociedades intermedias.

Esta forma de democracia personalista se establece, en su más alto nivel, sobre el equilibrio de los diferentes centros de poder social: político, legislador, judicial, económico, educativo, comunicativo.

Todos organizados verticalmente, al tiempo que coordinados y articulados de manera horizontal.

También implica esta democracia la adecuada desconcentración del poder central, para que las entidades regionales y locales puedan asumir, directamente, la responsabilidad de los asuntos que les afectan particularmente. En este sentido, el Estado debe descargar sobre las diversas regiones, localidades y comunidades de la sociedad todas las tareas organizativas y distributivas que no le correspondan legalmente, pero se mantiene como rector de instancias como planificación, coordinación, control y arbitraje supremos, pues es el garante del orden social.

Pedro Paúl Bello
ppaulbello@gmail.com
@PedroPaulBello

EL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, ACTUALIDAD, VENEZUELA, ACTUALIDAD INTERNACIONAL, OPINIÓN, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, REPUBLICANISMO, LIBERTARIO, POLÍTICA,ELECCIONES,UNIDAD, ALTERNATIVA DEMOCRÁTICA,CONTENIDO NOTICIOSO,

sábado, 14 de diciembre de 2013

PEDRO PAUL BELLO, ¿QUE ES EL TOTALITARISMO?

                INTRODUCCIÓN.

                Ciertamente, una de las figuras mundiales de mayor prestigio y autoridad en relación al estudio y conocimiento del fenómeno del totalitarismo, es Hannah Arendt.  Una de sus obras más conocida al respecto es “El origen del totalitarismo.” 

El ejercicio y dominio total del poder, sin embargo, es muy remoto y está presente en la humanidad casi desde sus inicios existenciales. No obstante, después la Edad Media y del desarrollo de las ciencias y el posterior de las técnicas; de las revoluciones que, como la inglesa en el siglo XVII y la francesa del siglo XVIII, que cambiaron radicalmente la anterior concepción de la política y así, con el desarrollo  de la tecnología en sus diversos aspectos, se pasó a una consideración del ser humano muy distinta y se fueron desarrollando, progresivamente, diversas y diferentes maneras de entender a las personas como individuos y a los grupos como tales. 

Dice a este respecto Gino Germani, en su prólogo del libro en castellano de Erich Fromm, “El miedo a la libertad”, que “la democracia puede subsistir solamente si se logra un fortalecimiento y una expansión de la voluntad de los individuos, que los haga dueños de una voluntad y un pensamiento auténticamente propios.

                Obviamente, la realidad de nuestra sub-región latinoamericana hubo de ser muy distinta a la evolución que tuvo por asiento a Europa, particularmente en Inglaterra, Francia y Alemania integradas de manera distinta a ese presente y, por supuesto, los Estados Unidos que, en esta consideración del tiempo pasado, habría de recibir toda la influencia inglesa. Expresa el profesor ítalo-venezolano Alberto Filippi[1]  que “la comprensión de la ‘vexata questio’ de las relaciones entre feudalismo y capitalismo en la historia de España, es esencial para poder sucesivamente enfrentar el tema de sus dimensiones hispanoamericanas.” Continua  Filippi:  “ha habido múltiples tipologías de feudalismos y de procesos de feudalización … sólo el formidable desconocimiento empírico sobre las historias extra-europeas ha impedido, de manera casi sistemática, que se plantearan y se trazaran comparaciones, paralelos y analogías capaces … de iluminar las distintas, determinadas o específicas historias de los mundos no europeos.” Contrariamente, como lo expresara Kula: [2] “es justamente la repetición de las irregularidades, de lo atípico, de lo excéntrico, la base que permite acceder a las construcción teórica de los modelos.

En el caso de España, que compete a latino-américa, es evidente que tales irregularidades determinaron la peculiaridad de nuestro feudalismo, en particular el venezolano, aunque hubo diversas y distintas expresiones en toda la sub-región.  El feudalismo español fue el más breve de Europa: se cumplió en el plazo histórico de algo más de los dos siglos que transcurrieron entre la ocupación visigoda del territorio peninsular y la conquista musulmana.[3]La específica lucha  histórica de la reconquista fue el determinante fundamental de las formas del feudalismo español, más que la originaria colisión y fusión de las sociedades bárbara e imperial.[4]  

 España, sin haber podido asentar sus estructuras económicas y sociales sobre la producción Agro-pecuaria y la propiedad inmobiliaria, tuvo que entrar en el juego político europeo, formando un imperio cuyas guerras financiaba con las riquezas provenientes de sus colonias en América.  No tuvo una etapa pre-industrial, y la inflación (entonces desconocida por ellos) provocada por esas riquezas, pasaron a Inglaterra y a otras regiones. El poder fundado en la tierra firme por la nobleza, desapareció. En la América española, cuando se produjo la coyuntura de Bayona y la caída o derrumbe del imperio español, las instituciones de naturaleza social fundadas por España no fueron eliminadas sino transformadas, lo que generó para estos países una “relativa autonomía” respecto al capitalismo industrial europeo, lo que se fundó en complejos sistemas neo-feudales. Esto desarrolló un dinamismo político en cada una de las nuevas naciones independientes, lo que reforzaría dichos sistemas y, luego, generaría la forma política-feudal del caciquismo-coronelismo-caudillismo.

Después, en un tiempo históricamente breve, el modelo de Estado establecido en casi todos los países de la sub-región se agotó, porque la dirigencia surgida a fines del siglo XIX no era capaz, en casi todos ellos, de entender los cambios que venían produciéndose en el mundo más desarrollado. Tales gobiernos fueron paulatinamente separados del poder, y las alianzas de clases sociales trabajadoras e intereses económicos de sectores de mayor poder económico, realizaron alianzas para conducir los países, lo que constituyó la base de apoyo del modelo populista de Estado.

TOTALITARISMO.

En el prólogo  de la primera edición norteamericana de su libro, Hannah Arendt escribió que:
si es verdad que en las fases finales de totalitarismo aparece éste como un mal absoluto (absoluto porque ya no puede ser deducido de motivos humanamente comprensibles), también es cierto que sin el totalitarismo podíamos no haber conocido nunca la naturaleza verdaderamente radical del mal.” Como se señaló anteriormente, las primeras manifestaciones del dominio total sobre los pueblos tuvieron lugar en los países que comenzaron a organizarse, en tiempos que no fueron primeros de la humanidad, pero si lo fueron así considerados desde la historia. Sin duda que en pueblos de entonces, aún atrasados, el dominio nudo de las personas era ejercido por caciques o formas similares de dominación. En cambio, otro fue el caso de la etapa imperialista derivada del fracaso del sistema Nación-Estado incompatible con los comienzos de un período histórico y con el desarrollo económico e industrial iniciado a finales último tercio del siglo XIX, cuando comenzó la política de expansión cuyo fin se hizo patente con la liquidación del Imperio, que Churchill rechazó presidir, y la aceptación de la independencia de India.

RAZGOS CARACTERÍSTICOS DEL SISTEMA TOTALITARIO.

El totalitarismo es un sistema de dominación muy drástico, condición que le hace ser muy diferente en comparación con otros sistemas de dominación, diríamos “clásicos”, como el despotismo, la dictadura y la tiranía. Cuando un régimen totalitario logra tomar el poder de una Nación, lo primero que hace es establecer nuevas instituciones políticas y destruir o modificar  las anteriores instituciones políticas, legales y sociales del país que ha alcanzado dominar. Cuando hacer esto le resulta imposible porque sus fuerzas o apoyos iniciales no sean lo suficientemente fuertes para gobernar según sus intenciones, comienza por cambiar símbolos visibles y tradicionales del país, tales como banderas, himnos y, en la medida en que le es posible, leyes. Paulatinamente, se va apoderando de todas las instituciones políticas del Estado que ha dominado, de manera de sustituir o violar mediante movimientos engañosos, la separación de los Poderes Públicos, con el propósito de concentrar todos los poderes en manos del líder que haya asumido el poder. Tal fue el caso de Hitler en Alemania y de Stalin en la Unión Soviética, nombre que sustituyó, en su Nación, el antiguo nombre de Rusia, hecho que realizó, en su tiempo, Lenin. Lentamente, como ocurrió en la Alemania de los tiempos iniciales de Hitler en el poder, o inmediatamente como fue en la China de Mao,  transforma a las clases populares existentes en masas, es decir, en la expresión de Ortega y Gasset referida a España y a Europa en general: “donde quiera que ha surgido el hombre-masa…un tipo de hombre hecho de prisa, montado nada más que sobre unas pobres abstracciones.”   También interviene las Policías y los Ejércitos y, si al principio no puede sustituirles crea cuerpos semejantes propios y al servicio de sus finalidades. Además, tratan de sustituir las organizaciones y partidos políticos por un partido único sometido a sus planes y designios.

Por otra parte, la política exterior de un régimen totalitario se encamina, siempre, por la aspiración de generar un gran conflicto internacional, al mismo tiempo que crea alianzas con tendencias de gobiernos extranjeros que, de una manera o de otra, compartan esas aspiraciones en el contexto global del Hemisferio. En el caso del actual gobierno que ejerce las prácticas totalitarias en Venezuela, esa realidad es evidente, no solamente en el ámbito latinoamericano en el que ha construido relaciones “amistosas” con tendencias de signos parecidos a los suyos, sino que se ha abierto al Mundo, estableciendo relaciones solidarias con regímenes de cercanas semejanzas al suyo.

Es evidente que el líder del proceso totalitario venezolano, Hugo Chávez, captó rápidamente la amistad y el apoyo del régimen totalitario que sojuzga a Cuba desde 1959, especialmente a la persona de Fidel Castro. Hasta que Chávez asumió el poder en Venezuela, en febrero de 1999, el de Cuba era el único país del Continente sometido a un régimen totalitario, el cual alcanzaba ya una muy larga dominación sobre el pueblo de la Isla. Para Castro, esa visita de Chávez significó una gran adquisición política, pues luego de la caída de la Unión Soviética, del Muro de Berlín, y la liberación de todos los países sometidos al gobierno de Moscú, el Jefe del gobierno cubano se encontraba aislado del Mundo. Inmediatamente, Castro indicó a Chávez las ventajas que ambos adquirirían de llegar el venezolano al poder, como ocurrió, si Chávez lograba entablar relaciones amistosas con las tiranías semejantes del Mundo. De allí que el venezolano visitara y entablara amistad personal con personas como Hussein, Geddafi y varios otros. La idea de Castro era volver a lo que pretendía con el llamado proyecto de “La Media Luna”, para el cual envió a Bolivia al Ché Guevara, quien fue muerto en ese país, sobre lo cual han circulado interpretaciones diversas.

En la mente de Fidel Castro continuaba revoloteando la idea, traída a raíz del fracaso norteamericano en la guerra de Viet-Nam. La aspiración de Castro cuando envió a Guevara a Bolivia era, precisamente, la de hacer de Latinoamérica un bloque para oponerlo al “imperio” norteamericano. Apoyado en el Foro de Sao Paolo, creado en 1990 en Brasil y formado por las izquierdas marxistas latinoamericanas y otros grupos políticos más moderados, más la posibilidad de obtener el apoyo de la Venezuela petrolera, abría de nuevos puertas a las posibilidades de su plan. En el fondo, el plan iba mucho más lejos, esto es, la acariciada idea de generar un conflicto mundial bi-hemisférico, entre un Sur del mundo pobre y un Norte muy rico, y entre el Oriente, que se sentía maltratado y no reconocido por un Occidente orgulloso y poderoso.

Hasta hace más de un año, el proyecto podía ponerse en práctica, pero ello se derrumbó a raíz de la muerte del Presidente venezolano. Hoy en día, la grave crisis económica, social y política que padece Venezuela toda, cuyas raíces están en el plan inicial de Fidel Castro, Raúl Castro, hombre más práctico que su hermano Fidel, está tratando de abrir puertas al mal llamado “imperio” Norteamericano, para que, de manera gradual en el tiempo, se levante la tiranía totalitaria que reina en Cuba y se abran salidas “honrosas” para quienes han gobernado a su antojo y conveniencias a la Patria de Martí.     

Como colofón de este escrito, me permito citar la parte final de la referida obra de Hahhah Arendt:

Es en la línea de tales reflexiones[5] donde cabe suscitar la cuestión de si el Gobierno totalitario, nacido de esta crisis y al mismo tiempo más claro y único síntoma inequívoco, es simplemente un arreglo temporal que toma sus métodos de intimidación, sus medios de organización y sus instrumentos de violencia del bien conocido arsenal político de la tiranía, el despotismo y las dictaduras, y debe su existencia sólo al fallo deplorable, pero quizás accidental, de las fuerzas políticas tradicionales —liberal o conservadora, nacional o socialista, republicana o monárquica, autoritaria o democrática. O si, por el contrario, existe algo tal como la naturaleza del Gobierno totalitario, si posee su propia esencia y puede ser comparado con otras formas de Gobierno y definido como ellas, que el pensamiento occidental ha conocido y reconocido desde los tiempos de la filosofía antigua. Si esto es cierto, entonces las formas enteramente nuevas y sin precedentes de la organización totalitaria y su curso de acción deben descansar en una de las pocas experiencias básicas que los hombres pueden tener allí donde viven juntos y se hallan ocupados por los asuntos públicos.
Si existe una experiencia básica que halla su expresión política en la dominación totalitaria, entonces, a la vista de la novedad de la forma totalitaria de Gobierno, debe ser ésta una experiencia que, por la razón que fuere, nunca ha servido anteriormente para la fundación de un cuerpo político y cuyo talante general —aunque pueda resultar familiar en cualquier otro aspecto— nunca ha penetrado y dirigido el tratamiento de los asuntos públicos.




[1] Filippi, Alberto. “Instituciones económicas y políticas en la formación de los Estados hispanoamericanos  en el siglo X: especificidad del caso venezolano”. Boletín de la Academia Nacional de la Historia, pg 53 y susc.
[2] W. Kula. Teoría económica del sistema feudal,
[3] Comienzos del Siglo IV a finales del Siglo VI.
[4] Filippi A. Op. Cit.
[5] Se refiere al fracaso del totalitarismo Nazi en Alemania; y a lo que ocurrió en la ex Unión Soviética desde la muerte de Stalin.

Pedro Paúl Bello 
ppaulbello@gmail.com

EL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, ACTUALIDAD, VENEZUELA, OPINIÓN, NOTICIA, REPUBLICANO LIBERAL, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, LIBERTARIO, POLÍTICA, INTERNACIONAL, ELECCIONES,UNIDAD, ALTERNATIVA DEMOCRÁTICA,CONTENIDO NOTICIOSO,

viernes, 22 de noviembre de 2013

PEDRO PAUL BELLO, CARECEMOS DEL SENTIDO DE CIUDADANIA.

Ese importante venezolano que fue Don Rómulo Gallegos, escribió en la Revista Alborada, la misma que con otros distinguidos compatriotas fundara en 1909, dejando estampada esta reflexión para el futuro:  

"Nada importa el valor teórico de un principio o de una ley, si no ha penetrado en la conciencia de un pueblo;  el nuestro viola las suyas porque las ignora casi siempre, y no porque estén en pugna con su naturaleza, sino porque en su naturaleza no está respetarlas."

Advertencia tan contundente, hecha a más de un siglo y procedente de quien la escribió, algo ha debido sembrar en la conciencia del venezolano. Sin embargo, como a diario se constata, especialmente en estos trágicos tiempos que vivimos en todas las ciudades y poblados de nuestro país, ello no ha sido así.  

¿Por qué será? podemos preguntarnos. 

Responder a ello no cabe en estas cortas cuartillas: habría necesidad, quizá, de escribir un grueso tomo de  libro con algunos cientos de páginas, para dar cuenta de la compleja realidad que colecciona causas y efectos de variados "porque", a fin de tratar de dar precaria explicación  de aquello.

En un trabajo que, al fin, está por ser publicado, cometí la osadía de expresar algunos hechos, circunstancias y razones que, a mi manera de ver, concurren en el proceso de desarrollo y malformación de nuestra manera histórica de ser ciudadanos en esta amada Patria venezolana que, como de la suya dijera Ortega y Gasset, tiene profundos rasgos de invertebración.

Pero, cuidado: se habla de la tierra propia como patria, cual si se tratara de algo ajeno a nosotros, sus ciudadanos.  Pero no nos percatamos de que no es ella, la patria o la nación, la que es invertebrada. Lo hacemos como si se tratara de algo separado o ajeno de nosotros, sus ciudadanos...Pero no pensamos que si la patria es invertebrada es porque lo somos nosotros, sus ciudadanos. 

La Patria, la propia tierra, es una entidad que es una realidad histórico-convencional. ¡Sí! No existe entre la tierra en la que se nace  --o donde uno se asienta procedente de otra tierra--  una suerte de relación de filiación tal como la que hay entre los hijos y sus genitores que, en los genes, transmiten tendencias, inclinaciones y maneras de ser que, si bien no son determinaciones absolutas, pueden llegar a serlo en función del uso personal de la libertad interior de padres e hijos, así como de la conciencia de cada cual.

El concepto de ciudadanía significa la conciencia y la aceptación de plena pertenencia a una Comunidad que tiene mayor dimensión física y diferentes compromisos y relaciones personales, con respecto a los que existen en los hogares familiares.

Se trata, entonces, de una pertenencia que está al margen de todas las desigualdades que existen en ella, pues el concepto de ciudadanía define una igualdad que es de base para todos los miembros de la sociedad y cuyo alcance es distinto a los que existen, con sus diferentes particularidades, en los hogares domésticos.

En lo más hondo, la igualdad en la Sociedad General se funda en la realidad de la existencia de una naturaleza humana que es común a todas las personas por el solo hecho de ser tales. De ello dimana un conjunto de derechos que son correlativos de deberes que tienen las personas en tanto miembros de una sociedad y, por tanto ciudadanas.

Así, no es que el Estado, porque garantice los derechos humanos  --obviamente Estados democráticos--  sea la fuente del derecho.  La obligación del Estado es garantizarlos, igual que como al policía  --agente del Estado--  corresponde garantizar la vida de las personas pero no es la fuente de esas vidas, tampoco el Estado es la fuente de los derechos ciudadanos. Solo las tiranías y totalitarismos pretenden convertirse en tal aberración. 

De esta misma concepción no solo se postula la igualdad de las personas en tanto tienen semejante dignidad, sino que, además, se reconoce que se trata del tener una igualdad esencial que, en el plano de la esencialidad es común a todas las personas de todas las patrias.  En este punto, aclaremos, es obvio que no es posible  pensar y respetar una inexistente igualdad existencial, pues todos los seres humanos somos existencialmente diferentes y distintos, de tal manera que no existe ni existirá otro semejante a alguno cualquiera, porque cada criatura humana es única e irrepetible en el tiempo y en el espacio, y en toda la extensión del cosmos y por los siglos de los siglos. 

Entonces, cual conclusión de lo anteriormente expresado, si la Nación es invertebrada es porque muchos ciudadanos lo somos. En efecto, la Nación venezolana no es la tierra que pisamos y en la que nos asentamos sedentariamente, ni las montañas sean colinas o cumbres inmensas; ni los ríos, sean arroyuelos o Corrientes tormentosas;  ni los valles extendidos hasta perderse en lontananza. No. Venezuela somos nosotros los venezolanos; seres humanos aquí nacidos o llegados para arraigarse; seres con nuestros errar y aprender; con nuestro decir y enseñar; con nuestro querer u odiar.

El tema, entonces, conduce necesariamente a revisar a fondo el concepto de ciudadanía, no para ilustrarnos, sino para actuar en consecuencia.

El moderno concepto de ciudadanía comprende las tres dimensiones de la Sociedad: civil, política y propiamente social. La dimensión civil trata sobre las relaciones que los miembros de la Sociedad tejen entre ellos. Estas se agrupan en dos sub-categorías: relaciones interpersonales y relaciones personales.  Acá tiene su asiento el derecho, en cuanto que garantiza la justicia en esas relaciones, significando garantías para las diversas expresiones de la libertad individual  y asegurando el general derecho a la justicia.

La sub-categoría de las relaciones interpersonales se refiere a los tipos de intercambios que derivan de proximidad o vecindad del Otro: familiares, amistosos, laborales, comerciales. culturales, deportivos, etc. La categoría civil también abarca intercambios con semejantes que no corresponden a una sistemática orgánica, como los anteriores, sino a la casualidad de encuentros frecuentes o diversificados, que las personas tienen con semejantes no conocidos de manera personal sino accidental: policías de tránsito o no; espectadores de un deporte o espectáculo; dependientes de tiendas, etc.  En la sub-categoría de las relaciones impersonales, cuyos encuentros son de gran importancia social, estos se realizan mayormente en los denominados espacios públicos, que no son simples ámbitos espaciales.

Por su parte, la dimensión política comprende la participación en actos de orientación del cuerpo social hacia el alcance de su finalidad que, como antes referimos, es el Bien Común General, función que es propia del Estado, pero en cuyas actuaciones al ciudadano le corresponde influir, de manera directa o indirecta, la primera  cuando ejerce funciones  y la segunda cuando, de alguna manera, puede influir en las decisiones.

La dimensión social, por último, trata de los actos en los cuales los ciudadanos pueden participar en los beneficios del Bien Común General, que proporcionan beneficios para que la Sociedad haga el desarrollo que cada persona puede potencialmente alcanzar, a fin de que, de esa manera, exista igualdad de oportunidades en adquirir conocimientos y participar en servicios importantes como, por ejemplo, es la educación.

Finalmente, sobre el tema de ciudadanía, recomiendo mucho el leer la brillante Conferencia que el Dr. Moisés Naim pronuncio, en 1990, en el Iesa para graduados en esa institución, bajo el título de "Es hora de comenzar a ser ciudadanos".

Pedro Paúl Bello

EL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, ACTUALIDAD, VENEZUELA, OPINIÓN, NOTICIA, REPUBLICANO LIBERAL, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, LIBERTARIO, POLÍTICA, INTERNACIONAL, ELECCIONES,UNIDAD, ALTERNATIVA DEMOCRÁTICA,CONTENIDO NOTICIOSO,

viernes, 11 de octubre de 2013

PEDRO PAUL BELLO, EL CAMINO HACIA LA DEMOCRACIA.

El tema de la crisis que desde tiempo vive   Venezuela,   pero que  cada día más profunda   y   peligrosa   se  hace,   es tema   obligado en   toda conversación de venezolanos   hoy en día.   La crisis,   cada día,   se   hace  más  honda,  grave  y peligrosa.  Es cierto que en toda crisis  --peor, igual, o menos grave que ésta que vivimos--   a  los  aspectos  negativos  que  todas  contienen habría que añadir los positivos  que   siempre   los   hay,   pese   a  que muy evidente sea su gravedad. También es cierto que, muchas veces, a quienes hablan de una crisis y pregonan su realidad  y  peligrosidad  se  les  tacha   como   pájaros de mal agüero: si los ardorosos defensores de Troya hubiesen prestado oídos a la joven sacerdotisa hija de Príamo, hubiesen economizado,   para su ciudad, la enorme derrota y la ruina que le provocara el famoso Caballo.

Desde hace treinta años, la crisis que se vislumbraba iba a provocar el modelo populista adoptado desde 1945 y después de los gobiernos de Rómulo Betancourt, Raúl Leoni y Rafael Caldera reactivado.  En estos tres gobiernos, como lo expresara  Miriam Kornblith[1] : “A partir de 1958 se solidificó un acuerdo entre diversos sectores en torno a algunas reglas fundamentales. Se le atribuyó al Estado un papel central en la estructuración de las principales coordenadas de la nación; al sector privado se le asignó un papel secundario en la activación de la vida económica; mediante el Pacto de Punto Fijo (sic) se garantizó la plena vigencia del juego político-electoral, y las reglas del juego político le atribuyeron un papel crucial a los partidos políticos como principales canales de agregación y articulación de intereses societales y como agentes privilegiados de mediación entre el Estado y la sociedad. La economía tuvo como factor dinamizador a la renta petrolera; se impuso progresivamente el intervencionismo estatal, a través de mecanismos como la regulación, protección y los subsidios generalizados. En la Constitución de 1961 se consagraron muchos de estos principios y reglas, y sobre esas bases quedó plasmado un proyecto sociopolítico de largo alcance.”

Pero ese sistema, como bien lo hizo notar Juan Carlos Rey[2], “dependió de la presencia y adecuada interacción de tres factores fundamentales: la abundancia relativa de recursos económicos provenientes de la renta petrolera, con los que el Estado pudo satisfacer demandas de grupos y sectores heterogéneos; un nivel relativamente bajo y relativa simplicidad de tales demandas, que permitió su satisfacción con los recursos disponibles; y la capacidad de las organizaciones políticas (partidos y grupos de presión) y de su liderazgo para agregar, canalizar y representar esas demandas, asegurando la confianza de los representados.”

En diciembre de 1973 se realizaron elecciones presidenciales para, terminado el gobierno del Presidente Caldera, los venezolanos eligieran nuevo Presidente, el cual fue Carlos Andrés Pérez.  ¿Quién podría haberse imaginado, entonces, que esa aparente cúspide entonces alcanzada era, apenas, el inicio de la muy inclinada pendiente por la que en menos de 20 años habrían de comenzar a deslizarse nuestra estabilidad económica y nuestra democracia social y política? En efecto, en febrero de 1983, un día viernes llamado popularmente “negro” por sus consecuencias económicas, por primera vez se hizo visible en el escenario político surgido a partir de esa fecha, una crisis que no se acercaba sino que estaba presente. Entonces los venezolanos ¡al fin! descubrimos: que no somos un país inmensamente rico; que el petróleo no durará por siempre y que la “torta” del reparto populista cada vez se iría haciendo más pequeña, hasta que llegaramos al llegadero que ya sabíamos muy cercano.
Quiero hacer constar que no responsabilizo a los Presidentes Herrera Campins y Pérez Rodriguez ni del viernes negro, de la caída del petróleo y la moneda y, mucho menos, de las falsas creencias o autoengaños de muchos venezolanos. Pero con el viernes negro se reveló la verdadera crisis que vivía entonces el país y cuya progresiva degeneración nos ha conducido a la situación en la cual ahora nos encontramos: era la crisis de nuestro modelo populista de Estado expresada en su totalidad.

Desde el principio, es decir desde 1945, y dejando de lado los modelos producidos y tantas veces fracasados en otras Naciones hermanas de nuestro subcontinente, era obvia –incluso por las experiencias de esos Estados--  la presencia de dos componentes principales que anunciaban, más tarde o más temprana, como los factores principales y naturales de su manifestación:  el primero, que de la naturaleza económica y socio-política de estos Estados derivaba la imposibilidad material, económica y funcional de asistir las exigencias y necesidades de la población, dentro de un modelo estatal fundado en una ficticia alianza de clases o grupos sociales disímiles, cuyos intereses eran contradictorios pero coincidentes en la expectativa común de las personas de satisfacer sus particulares y distintas aspiraciones.

Eran componentes propios e inseparables del populismo: 1º. La mal llamada “burguesía” industrial que aspiraba a mantener y reforzar toda política proteccionista y de subsidios, con el falso sistema impulsado por la Cepal llamado de “la sustitución de importaciones.” Mientras, el sector obrero sindicalizado no aspiraba a otra meta que no fuese la de unas reivindicaciones  inmediatas  respecto a las relaciones laborales, lo que, de paso, se convirtió en sostener un sindicalismo venal e incondicional de las camarillas partidistas.

2º. La otra componente principal del modelo populista, más compleja de analizar pero no por ello menos relevante, tenía que ver con la capacidad de los estratos dirigentes de la Sociedad para entender, interpretar, juzgar, pronosticar y dar adecuada respuesta a las urgentes solicitaciones de la vida nacional en general. Tal capacidad era, entonces, muy reducida y, en este presente, lo es aún mucho más. La actual dirigencia de entonces y peor la de ahora, prácticamente en todos los sectores y con las excepciones del caso, se caracterizaba y se caracteriza por poseer un universo cognoscitivo muy estrecho, con una mentalidad que sigue pareciéndose a las de comienzos del siglo XX por precaria y poco evolucionada que, además, se cierra sobre si misma haciéndose impenetrable para expresiones distintas de pensamiento más actualizadas.  Es un problema de amplitud de mundo, de visión de horizontes, de dimensiones de profundidad.

De modo que, con las pocas excepciones conocidas, tal nueva dirigencia no resultó capaz de interpretar un país que ya para los años 70 se había hecho mucho más complejo respecto a como lo era a principios y mediados del siglo pasado. En consecuencia, no pudo seguir el hilo del devenir ni presentar respuestas ciertas y no recetas y paliativos para una Venezuela ya muy cercana al año dos mil. Estallaron primero las crisis entre los partidos y, luego, al interior de ello mismos.

En tal sentido, los años 90 del siglo pasado fueron una palpable demostración de lo expresado. Por esas ironías de la vida, desde comienzos de la década de los años 70, un grupo de militares instigados por el conocido guerrillero venezolano Douglas Bravo, no se acogió a la política de pacificación de Venezuela comenzada por el Presidente Leoni y concluida por el Presidente Caldera, bajo cuyos gobiernos las Fuerzas Armadas Nacionales derrotaron definitivamente la intentona de la Cuba Castrista de controlar nuestro territorio nacional. Hacia finales de esa década de los 70, más de cien egresados de las escuelas militares habían penetrado la Institución en todos sus ramos. Entre ellos había un joven, Hugo Chávez Frías, a quien su hermano Adán había presentado a Bravo.  Cuando en 1992 se produjo el intento de derrocar, mediante golpe militar, al Presidente Pérez, Chávez no era el jefe del movimiento pero su habilidad y astucia indudables le hicieron pasar como tal.  La defenestración de Carlos Andrés Pérez, obrada por una mayoría de su partido Acción Democrática, significó para una inmensa porción de venezolanos el quiebre definitivo de sus aspiraciones de futuro; produjo una impensable conmoción en todos los partidos políticos y obró, el hecho insólito, de que muchos de los entonces militantes dejasen de apoyar a sus partidos de tradición para apoyar al joven militar candidato a la presidencia.

Lo que ocurrió después todos lo sabemos y, ahora, muchísimos venezolanos lo padecemos: la entrega de la Patria a mano extranjera; los múltiples regalos de dineros del pueblo venezolano a naciones vecinas;  el no defender nuestro territorio nacional, como es el caso de no impedir el ingreso de la guerrilla colombiana o el silencio ante las invasiones de Guyana en el territorio en reclamación; el despilfarro de más de dos billones de dólares percibidos del oro negro; la destrucción de la única “gallina de los huevos de oro” que era Pdvsa;  la inflación desbocada e incontenible cuyos límites no entrevemos todavía; la anarquía que reina en las calles de todas las ciudades grandes y pequeñas de Venezuela; el crimen desatado que año tras año va aumentando el número de víctimas, especialmente en familias de los sectores más populares y necesitados: ¿a dónde vamos? ¿Quo vadis Venezuela?  


[1] Kornblith, Miriam. “Las Crisis de la Democracia”. Ed.IESA-UCV-Caracas, 1998- Pg.  163-164.
[2] Rey, Juan C. “La democracia venezolana y la crisis del sistema populista de conciliación”.Revista de Estudios Políticos, N° 74, Madrid, pp 533-578. Cit. Kornblith M, Op. Cit. Pg. 164.

Pedro Paúl Bello.   (paulbello.blogspot.com)

EL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, ACTUALIDAD, VENEZUELA, OPINIÓN, NOTICIA, REPUBLICANO LIBERAL, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, LIBERTARIO, POLÍTICA, INTERNACIONAL, ELECCIONES,UNIDAD, ALTERNATIVA DEMOCRÁTICA,CONTENIDO NOTICIOSO,