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viernes, 18 de septiembre de 2015

PEDRO PAÚL BELLO, QUE ES LA POLÍTICA.

Decía el eminente venezolano, profesor y amigo  Arístides Calvani, que la política “es el arte de hacer  posible lo que es menester”.  Ello es cierto: la política no es ni puede ser un disfrute, un negocio, una manera de sobresalir en una sociedad determinada,  un modo de tener prestigio o de acumular riquezas.

Es un arte, sí, pero un arte cuya finalidad consiste, en una Sociedad determinada cual se quiera sea ella, un conjunto de condiciones y de acciones que conduzcan, para el alcance de todos sus miembros, de aquello que se llama el bien común general, esto es, la buena y digna vida humana de todos sus integrantes. El Papa Pio XII calificó a la política como la acción humana de más valor, después de la Caridad.

Sin embargo, el trabajo que la política exige para su desarrollo y ejercicio, no es fácil ni aplicable en todas las naciones de la tierra que el Creador ha regalado para la felicidad y el desarrollo de todos los seres humanos que han existido, existen y existirán en este mundo terrenal, porque para ponerla en práctica efectiva en cada nación y pueblo de este planeta, es indispensable que quienes, como ciudadanos deseen aplicarla, tengan un nivel muy alto de compromiso honesto y de entrega personal, además del indispensable conocimiento y manejo limpio de la política en sus diferentes aspectos.  Estas últimas condiciones, además de las anteriores, no son susceptibles de improvisar ni tampoco de conocer “a medias”, como puede ocurrir con otras actividades que sean más sencillas o menos exigentes. En efecto, la ciencia de la política no se puede improvisar ni “aprender a medias” como puede ocurrir con algunas otras disciplinas. Por ello, como decía Calvani, en efecto es un arte, como lo son las verdaderas música, pintura, filosofía, química, etc.  

Por otra parte, como lo es así en otras ciencias, artes o disciplinas, la política no se reduce a un solo o único conocimiento, sino a muchos de ellos entre los cuales pueden aparecer nuevas y diversas formas de actuar que, a veces, o aún no se conocían o no se les había dado suficiente importancia. En efecto, como dicho antes, la política es una ciencia, pero su existencia como tal no está muy lejana del inicio de su conocimiento humano. Pueblos antiguos, cuya existencia se remonta a muchos siglos antes de la existencia de Jesucristo,  hicieron y actuaron abundantemente en política, sea ella interna en sus territorios o externa, como cuando se trataba de imponer su dominio ante otros pueblos; en los tiempos posteriores se fueron decantando y "purificando" el significado y efectos de la Ciencia Política.

Entonces se pasó de una política ejercida por la fuerza y en favor de todas las exigencias y ocurrencias de los soberanos que eran únicos detentadores del poder, hasta alcanzar el desplazamiento de estos y su gradual sustitución por miembros de las Sociedades designados por los habitantes, llamados desde un entonces "ciudadanos". 

El desarrollo de la política se presentó, en la historia de la humanidad, no como un hecho común a todos los pueblos, sino diferenciados según el grado de desarrollo político que fueron adquiriendo los diversos tipos de ciudadanías. La nación políticamente más adelantada en ese desarrollo ha sido, sin dudas, Inglaterra.

Arnold J. Toynbee, en su famoso "Estudio de la Historia" expresó, con razón, que no es posible comprender la historia de todos los pueblos sin referirse a Inglaterra, pero es posible  --más o menos--
comprender, sin referirse a todos los pueblos la historia de Inglaterra. Recuérdese que el primer parlamento inglés fue propiciado por Simón de Montfort en 1264, obligando al entonces Rey Enrique III para que se sometiera a los dictados del poder parlamentario. Estamos hablando de casi 752 años antes del presente que vivimos.
Los Estados Unidos son una criatura de origen inglés, creada por ingleses que allí fueron desde Inglaterra y desarrollada posteriormente, y hasta el presente, por una conducta política similar a la su madre patria.

Cuando en las Universidades dictaba clases de la materia Ciencias Políticas, dejaba que mis alumnos expresaran, en el inicio de éstas, a expresar sus opiniones en comparación del desarrollo político de nuestra América Latina comparado con el resto del mundo. Las respuestas eran siempre muy variadas y curiosas; resaltaba en ellas señalamientos que achacaban nuestros problemas a los políticos del tiempo, a los pueblos tildados de flojos, temerosos o incompetentes y muchas causas más. Cuando terminaban las exposiciones les preguntaba ¿Cuanto tiempo tiene nuestro país y los restantes del sub-continente como naciones autónomas y libres? Las respuestas eran de pocas o ninguna validez.
Les decía entonces, somos Nación constituida sólo a partir del año 1830, cuando se consolidó la separación de Venezuela de la Gran Colombia, y se inició el primer gobierno de la República bajo la presidencia de José Antonio Páez, y no, como muchos decían, con la Declaración de Independencia de 1811. Tenemos menos de tres siglos de independencia. Y lo mismo, pero más, respecto a otros países del sub-continente, y entonces, les recordaba o explicaba los tiempos de otros pueblos de lapsos mucho más largos.

Dos siglos y un poco más, nada son en la historia de los pueblos. Tenemos la ventaja de una singular oportunidad;  la de poder adelantar los tiempos con nuestros esfuerzos de ciudadanos que aman de verdad su Patria, y no la consideran la gallina de los huevos de oro adecuada para llenar sus bolsillos y satisfacer sus ambiciones.

Pedro Paúl Bello
ppaulbello@gmail.com
@PedroPaulBello


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jueves, 11 de diciembre de 2014

EDDY BARRIOS, TECNOLOGÍA

EDDY BARRIOS
“Es la aplicación de un conjunto de conocimientos y habilidades con un claro objetivo: conseguir una solución que permita al ser humano desde resolver un problema determinado, hasta el lograr satisfacer una necesidad en un ámbito concreto”.
El científico descubrió, en ciencia pura, que el metal mercurio (Hg), como todos los metales, aumenta de tamaño o se elonga cuando le aplicamos calor; pues, bien, el tecnólogo por su parte, metió un poquito de mercurio en un tubito y lo regló, o le puso rayitas para indicar la temperatura corporal e inventó el termómetro. Es decir, usó los principios y teorías de la ciencia pura o conocimientos esenciales descubiertos por otros, y los aplicó a resolver el problema concreto de medir la fiebre de los enfermos.
La tecnología es muy buena; pero, a mi juicio, presenta, al menos, dos problemas esenciales, interrumpe el proceso de búsqueda de soluciones de parte del común, quien se conforma de por vida con lo inventado y ,en segundo lugar, en algunas personas les congela el cerebro, pues existiendo la tecnología no la aplica, bien sea por resistencia al cambio o fijación con paradigmas, o simplemente no aprende a usarla al 100 %, para su beneficio, tal es  el caso de los celulares inteligentes, quienes llegan a serlo más que la persona que los posee y porta, la cual no llega a emplear todo lo bueno que pueden hacer. La película CELULAR es un buen ejemplo.
Recuerdo que en el antiguo Banco UNION de Puerto Cabello había un cargo para un office boy, quien se encargaba de llevar los cheques desde el puesto del cajero al del conformador. El recibidor del cheque lo tomaba del cliente y después de hacerle unas marquitas lo colocaba en la cajita y atendía a otro. Este office boy interno tomaba el cheque y lo llevaba al conformador quien buscaba en un libro y conformaba los detalles de la cuenta, firma autorizada, saldo, etc., para conformarlo y también lo colocaba en su cajita. El office boy no llevaba cheque por cheque sino que se ponía a hablar pajita con las empeladas mientras se llenaban las dos cajitas referidas c/u en su etapa. Sólo cuando tenía una paquita que sobrepasaba el borde y él se percataba porque  el último de arriba se salía, era que procedía a trasladar los mismos, introduciendo una demora adicional, como innecesaria  e injustificada, a la teoría de cola.
Con el tiempo, quien nos recibe de primero tiene las posibilidades tecnológicas para conformar ese cheque sin esperar que se lo lleven a un inexistente conformador; pero, en el cerebro de todos en el banco persiste el paradigma de hacernos esperar. En mi banco en USA yo llegaba y el mismo que me atendía me resolvía todo lo que venía a hacer, desde cobrar cheques, depositar, hacer transferencias y cuantas operaciones necesitaba, incluso desde Venezuela podía hacer transferencias oralmente y la confirmaba con un fax.
Hoy día, existiendo la tecnología, sufrimos y esperamos más, y las célebres colas siguen aumentando. Alegan que es porque somos tan tramposos que ahora hay que ver los cheques hasta “de canto”, para detectar tramposerías.
Con la alimentación pasa un tanto igual, en mi tiempo no había harina de maíz pre cocida, invento venezolano, de pre cocer el maíz, con lo cual sólo hay que agregar agua, amasar y listo…al budare. Ni siquiera necesitamos budare y horno porque algún tecnólogo inventó el "Tostiarepa", la cual sirve para ambas cosas.
En mi niñez en la Guaira vieja, había que levantarse temprano y llevar le maíz que mamá había salcochado y ablandado, al molino comunitario, donde se hacía una colita y el molinero sabía a quién entregarle y en cantidad  correcta la cantidad de masa que salía de la olla que uno le llevaba, ¡Ay! de que faltara masa, porque mamá regresaba y armaba un seis por ocho. Con el tiempo, las mamás compraban el maíz pilado y lo molían en un molino casero de palanca, muy famoso, y el problema era definir a quién de los hermanos le tocaba darle vuelta cada día. Había que turnarse, so pena de que mamá nos armara el seis por ocho a nosotros, con la paleta o la sandalia, de puntería de misil. Era un exocet o un side wander, no te podías esconder de su sniffer o sensor térmico seguidor, ni de su tracking.
Así mismo pasó con las gallinas y pollos, no había empresa beneficiadora y había que comprarlas vivas o “en pie”, y llevarlas amarradas en el brazo mientras se cargaba una bolsa de yute llena y la bendita gallina nos daba picotazos y mamá decía, “no llore que Ud. es un hombre”.
No pretendo volver al pasado ni decir que Polar deba ser confiscada como apuntaba el gobierno, hasta que acaba de reconfirmar - por enésima vez -  que está produciendo a full su 49 % como se lo decían los empleados de Lorenzo Presidente. Como tampoco, digo que debamos volver a moler el maíz pilado o beneficiar en casa la gallina o el pollo (que, de paso, las(os) picatierra son más sabrosas(os).
Me refiero a que uno ya no puede conseguir gallinas y pollos de granja, ni maíz pilado en mercados municipales, como antes, para procesar en casa. La tecnología no metió en la era moderna y estamos atrapados entre la pelea del gobierno con los Lorenzos o los Arrias, y no tenemos alternativa. Mientras tanto, guardo mi molinillo casero, junto a las alpargatas, porsia.
Eddy Barrios
eddybarrios@gmail.com
@eddybarrios2

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viernes, 6 de junio de 2014

PEDRO CORZO, CAVILACIONES SOBRE LOS DICTADORES

Es posible que muchos se pregunten,  ¿qué es un dictador, que factores definen a un gobernante con un calificativo que deshonra y por qué hay pueblos que soportan dictaduras cuando otros nunca las han padecidos?

También es razonable averiguar por qué un dictador disfruta de apoyo popular y lo que es más alarmante todavía, qué motiva que un mandatario que accedió al poder violentando la institucionalidad, pueda acceder de nuevo al mando con el apoyo electoral de una mayoría ciudadana.

Son preguntas complejas que probablemente no tengan respuestas precisas, pero si es evidente que hay culturas que tienen una fuerte propensión al gobierno fuerte, el liderazgo indiscutido, a la aceptación de una autoridad que asuma responsabilidades qué aparentemente la mayoría ciudadana prefiere evadir.

No todos los dictadores son iguales en proyectos y métodos pero si hay factores comunes que les identifican sin que importe  época, cultura, geografía, educación, ciudadanía o ideología, si es que el dictador en cuestión se considera abanderado de alguna.

El poder que el Dictador detenta no está en discusión ni es sujeto de debate. El dictador es figura y genio de su propósito de gobierno cualquiera que este sea.

No admiten retos a su autoridad, pero no todos responden a los desafíos con igual brutalidad ni soportan con igual entereza las presiones de que son objetos por parte de la oposición.

El dictador se identifica más por sus acciones que por detentar un poder político, religioso o económico. Siempre muestra un profundo desprecio por la opinión ajena. Ignora el derecho a disentir. Es intolerante, sectario, y hasta puede llegar a ser paternalista en sus abusos.

El dictador gusta del elogio, la adulación y la sumisión a su voluntad. Disfruta de la historia y por lo regular está convencido que sus veredictos serán trascendentales.

Estos déspotas consideran que envilecer a sus partidarios, a la oposición, y a los indiferentes,  es un mandato que garantiza su perpetuidad en el poder. Corromper a la ciudadanía es su carta de triunfo y lo logra con los premios y castigos que dispensa a caprichos de su voluntad.

Los dictadores son taimados, inescrupulosos, vendedores de promesas y hacedores de castillos en el aire pero muy en particular, desconfiados, porque para ellos la lealtad es proporcional a los privilegios que otorga.

Son mentirosos con talento. Conocen a la gente que gobierna, saben de sus debilidades y grandezas. Les distingue un aguzado sentido del que hacer en los momentos de crisis.

El dictador no es cobarde por naturaleza como algunos gustan calificar. Puede ser un miserable, pero su valor personal está por encima del promedio del de sus conciudadanos. No es prudente confundir en un dictador la cobardía con su sentido de la prudencia o la perdida de la motivación para gobernar. Son victimarios por naturaleza, pero eso no prueba que sean pusilánimes ni cobardes.

Las motivaciones que sostienen e impulsan a los dictadores pueden ser múltiples, complejas y responden a varios patrones, por lo que a pesar de posibles semejanzas con otros de su calaña en la manera que dispensan su poder y ejercen el liderazgo, las diferencias entre ellos son fácilmente apreciables por un observador aplicado.

Hay dictadores carismáticos. Verdaderos seductores de masas e individuos. Personajes que poseen una capacidad excepcional para atribuirse éxitos y distribuir las culpas.

Este tipo de dictador es extremadamente peligroso porque su mesianismo es contagioso, y su afán de redención afecta la roca más insignificante de su reino. Dividen las sociedades y las conducen a puntos de confrontación tan agudos que la comunidad puede llegar a resentir sus valores más trascendentes y abarcadores.

Bajo estos líderes los pueblos sufren metamorfosis alienantes. El rebaño es objeto de la voluntad de su conductor pero se cree sujeto en la personalidad de este. El individuo se hace infinitesimal en la voluntad de quien maneja sus miedos, frustraciones, aberraciones y quimeras.

También los hay que a través de instituciones del estado ejercen un férreo control sobre las actividades públicas. Ellos controlan las asambleas legislativas y los poderes judiciales por medio de sinecuras y violencias de terceros si las condiciones lo demandan.

Este tipo de dictador gusta de elecciones y hasta concede  ciertas libertades de expresión, pero su afán por el poder a pesar de que lo renueva con el voto popular, permite ver su cola de cercenador de libertades.

También, y es posible que olvidemos alguna especie de estos vertebrados que causan tanto daño a la humanidad, existe el dictador capaz de sintetizar todos los atributos antes mencionados, y son los que no solo hacen historia para sus pueblos si no que como supernovas aberradas esparcen la oscuridad en la historia universal..

Pedro Corzo
pedroc1943@msn.com
@PedroCorzo43

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jueves, 10 de abril de 2014

PEDRO RAFAEL GARCÍA, ¿EN QUE CONSISTE LA REVOLUCIÓN DEMOCRÁTICA?, PUNTO DE QUIEBRE

Como sentencia: Dominique Moise, “A fuerza de conformismo y de optimismo obligatorio, la cultura de Disney World puede a la larga convertirse en una adaptación moderna del séptimo circulo del infierno de Dante”

Ubicando algunas pistas…
En convertir a los seres humanos, en cuanto que humanos, en portadores del sentido político de la sociedad, que sirve de apoyo y aliento de la interpelación, que intenta convertir a los individuos en portadores del sentido racional de la realidad y confluyen ambos intentos de transformaciones radicales, que permitan a los sujetos, es decir vanguardias de acciones significativas, no repartidores de fundamento, meta humano, ni encarnaciones míticas, episódicas de un orden que no pueda ser cuestionado. Tanto la democracia como la filosofía se basan en sujetos que no se dedican a profetizar, dar órdenes o guardar silencio sino que discuten y lo más importante, discuten de igual a igual.  Democracia y filosofía son actividades parlantes, que a sus enemigos les parece tedioso y retórico, pero que consiste en ofrecer razones y atender mediante la colaboración dialéctica, la siempre revocable verdad política y la también cuestionable (nunca absoluta e inapelablemente cierta) verdad teórica.
La democracia descarta al ancíen régimen que interpretan e imponen las leyes eternas de la divinidad, caudillos carismáticos, familias privilegiadas, colectivismos unanimistas y uniformizadores, basados en la nación, la etnia, raza, en resumen cualquier intento de naturalización o teocratización del principio político.  
Pero también confronta de antemano la moderna primacía efectivamente excluyente de los técnicos, de los expertos en decidir por los ciudadanos que ellos creen predestinados a obedecer decisiones ajenas de los entramados económicos de todo pelaje.  Por su parte la filosofía desautoriza a los portadores del oráculo, los fabuladores, los adivinos, los predicadores de dogmas de fe y obediencia, los que no conocen mayor argumentación que la autoridad académicamente refrendada, los poseedores de habilidades instrumentales que aconsejan renunciar a la teoría, los gestores de una eficacia entendida como verdad.
Razón de más para recordar contra viento y marea la vigencia ideal de esos principios. (Parafraseando lo que dijo el derribado Don Quijote, que no era demócrata ni filosofo, cuando le pidieron con la lanza al cuello que desmintiera el ideal de belleza de Dulcinea por la que vivía y luchaba: manifestó “No es bien que nuestra flaqueza defraude esta verdad”).
El tiempo mítico y los ciclos infrangibles
Paseémonos por la invención política de individuo, pues es la fundamental aportación de la democracia incluso el apellido de “Política” es innecesario, por que antes del protagonismo del individuo hay hordas, tribus, comunas, monarquías faraónicas, imperios, caudillos, historia, incluso; pero política no.  La política aparece con la democracia, es decir con la autonomía social de los individuos, y lo que retrospectivamente llamamos política en los momentos pre- democráticos se debe, precisamente, a la exaltación, a la individualidad, en Reyes, Faraones, Monarcas y demás, a costa de la des-individualizada sociedad que los sostenía: de modo que la protopolítica la hicieron unos cuantos Mesías exaltados. Solo esos Príncipes tenían a nombre propio derecho a una tumba con su debido (mausoleo, al parentesco con  los Dioses). Los primeros individuos son divinos y las ciudades que fundaron reciben el nombre de su celeste individualidad.
Una de las mejores investigadoras hispanas de este fenómeno, María Zambrano, lo consigna así en persona y democracia: “El individuo, en tanto que único, aparece pues bajo una mascara no humana: es sobrehumano en virtud de una divinidad que le sitúa aparte y sobre los demás hombres”. Como sentencio Oscar Wilde, “La evolución es ley de vida y no existe evolución que no sea hacia el individualismo”. De esa evolución en un lugar espiritualmente privilegiado que fue La Grecia antigua (su privilegio espiritual se debió sobre todo, a la intersección de culturas y al mestizaje, múltiple  confrontación de diferencias, fecunda por el consiguiente escepticismo que comporta sobre lo que uno es y luego sobre lo que es todo lo demás).  No hace falta recordar que  la democracia griega era aún muy restringida, pues dejaba fuera a las mujeres, a los metemos y a los esclavos.
Sin duda el individuo como tal, en su realidad de hecho aunque sin autonomía de derecho, en tanto “Sustancia individual de naturaleza racional” como diría algún filosofo escolástico, preexiste al acuñamiento de la formula democrática.  Pero en este encuentra una posibilidad nunca antes estrenada.
Regresemos de nuevo a María Zambrano: “Individuo humano los ha habido siempre, más no ha existido, no ha vivido ni actuado como tal hasta que ha gozado de un tiempo suyo, de un tiempo propio”.  No el tiempo mítico de los ciclos infrangibles, el tiempo irreversible, el que no vuelve.  Ese tiempo a escala humana no se refleja en los mitos, sino en las tragedias: y por supuesto, en la obra de los historiadores. Es el tiempo político por excelencia, es decir, el tiempo de la polis, pero íntimamente ligado a nuestra naturaleza de seres dotados de lenguaje.
Pueblo como facción de la sociedad
Alguien dirá que insistimos demasiado en el individuo y aún no hacemos mención al pueblo. También ese concepto de “Pueblo” requiere un escrutinio más riguroso. En la mayoría de las ocasiones se presenta al pueblo como entidad colectiva con dos prejuiciadas características: por un lado, el pueblo representa una parte de la sociedad, la más sana, la “Buena” y por lo tanto la única legítimamente autorizada para decidir políticamente, contrapuesta a otras secciones “Malas” o enfermas del conjunto, sean aristócratas, capitalistas, enemigos de la patria, incrédulos, inmorales; por otro lado para saberse parte del pueblo elegido (todos los pueblos se creen elegidos), el pueblo tiene plena autonomía porque sus integrantes renuncian a tenerla fuera de él (de este requisito suelen sentir ser la excepción los escogidos del pueblo) es decir, los que hablan en su nombre y de ese modo conservan el suyo propio, como encarnaciones privilegiadas y “Guías naturales”.  Esta concepción del pueblo como facción de la sociedad con autoridad sobre el todo, apunta ya en planteamientos que nos vienen de la Grecia clásica: Aristóteles ve en ella la degeneración demagógica de la democracia (para él casi inevitable) y el fragmento anónimo-aunque atribuido a Jenofonte que lleva por titulo Azenaion Politeia, un panfleto antidemocrático de claro sesgo oligárquico, las denuncias contra el sistema ateniense arremeten en la misma dirección.
El sistema democrático se ha distinguido en todas sus épocas por la abundancia de sus descontentos, frente a la docilidad resignada o la fervorosa adhesión que han despertado siempre las autocracias. Vivir en democracia consiste en saber que uno puede estar ruidosamente descontento del régimen político en que vive.  Como la democracia no resulta de cumplimiento de un paradigma ideal preestablecido e indiscutible, sino de la búsqueda polémica de lo colectivamente más conveniente, la insatisfacción vital por la tardanza en el logro de lo mejor. Según aumenta el número de ciudadanos, se exaspera la frustración de cada uno de ellos.  El “Cada cual” nunca se reconcilia con el “Todos”. De ahí el rasgo señalado por el historiador Francois Furet, como propio de la democracia y único en la historia universal: “La capacidad infinita de producir niños y hombres que detestan el régimen político y social en el cual nacieron, que odian el aire que respiran, aunque vivan de él y no hayan conocido otro”.
Si bien se considera que lo más llamativo de la revolución democrática, haya sido en sus comienzos la igualación de derechos políticos entre los pobres y los ricos. Para un griego, el que personas obligadas a trabajar para vivir (no muy lejanas por tanto de la condición de metecos y de esclavos) intervinieran en la cosa pública al mismo titulo que los terratenientes y otros ociosos de alto linaje, resultaba un escándalo que a juicio de los más conservadores no podía presagiar nada bueno. En siglos sucesivos, un fenómeno  parecido suscito la pretensión de que tuvieran derecho al voto, los que se encargaban de tareas serviles, los que no poseían un determinado nivel de renta, los faltos de educación y conocimientos, las mujeres y los llegados de tierras forasteras.  Frente a esta alarma de signo oligárquico conservador y excluyente, emergió la rabiosa apuesta por los desheredados de el marxismo: ¡La democracia consiste en que manden los de abajo, los de manos encallecidas, los pobres, los carentes de instrucción! Que manden ellos y que se tomen su histórica revancha. Ambas actitudes son reaccionarias, tienen una visión parcial y limitada del pueblo, y esa visión es cegata y radicalmente antidemocrática. No puede haber pueblo contra nadie sino pueblo con todos. Desde luego, choca con la evidencia de la desigualdad efectiva de patrimonios, condiciones, dotación intelectual, sexo y demás. Por eso su apuesta esencial es la de igualar según un principio superior los derechos políticos de quienes son de hecho diferentes, según múltiples y relevantes criterios. Ese principio unificado no puede ser sino la afirmación de una opinión sobre los seres humanos en cuanto a tales: seres dotados por igual de razón, capaces de lenguaje y por lo tanto de comprender lo común de los intereses aún sin minimizar su importante diversidad.
Sin embargo la autonomía política de los individuos reconocida por la isonomía democrática (igualdad ante las leyes e igualdad para participar en su promulgación y en la revocatoria de las mismas). Queda ya indicado que lo verdaderamente revolucionario de la democracia es subsumir todas las desigualdades efectivas (de rango, aptitudes, raza, familia, sexo, credo, educación), bajo una superior igualdad legal y política.
Pedro Rafael Garcia Molina
pgpgarcia@5gmail.com
@pgpgarcia5

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lunes, 20 de enero de 2014

CARLOS PADILLA, QUE ES EL NAZI-FASCISMO

La concepción fascista del estado es totalmente incluyente; fuera del mismo no puede existir ningún valor humano o espiritual. El fascismo es totalitario y el estado fascista es síntesis y unidad que incluye todos los valores - interpreta, desarrolla y potencia toda la vida de un pueblo.

El fascismo es una concepción religiosa en la cual el ser humano  es visto bajo la perspectiva de su relación inmanente con una ley superior y con una voluntad objetiva que trasciende al individuo particular y le eleva a la pertenencia consciente a una sociedad espiritual.


Cualquiera que no haya visto en las políticas religiosas del régimen fascista nada más que mero oportunismo, no ha entendido que el fascismo, aparte de ser un sistema de gobierno, es también, y sobre todo, un sistema de pensamiento totalitario.

La primera verdad es que la libertad de una democracia no está a salvo si la gente tolera el crecimiento del poder en únicas manos hasta el punto de que se convierte en algo más fuerte que el propio estado democrático. Eso, en esencia, es el fascismo - la propiedad del estado por parte de un individuo, de un grupo, o de cualquier otro que controle el poder total.

Algunas características para identificar al fascismo, entre otras son:

1.      Creación de un estado autoritario

2.      Creación y control de un sector económico integrado en el estado

3.      Uso de simbología fascista

4.      Falso nacionalismo

5.      Populismo

6.      La Patria es la categoría histórica y social más firme. Y el culto a la Patria, el impulso creador más vigoroso.

7.      Las instituciones demoburguesas viven al margen del interés de la Patria y del interés del pueblo. No representan ni interpretan ese interés.

8.      La Oposición a la democracia burguesa y parlamentaria es la oposición a los poderes feudalistas de la sociedad actual.

9.      Sacralización de la política a través de métodos totalitario

10.    El fascismo busca un nuevo sentido de la autoridad, de la disciplina y de la violencia. Respecto a la autoridad, vinculándola a jefes verdaderos. Respecto a la disciplina, convirtiéndola en liberación, en eficacia y en grandeza del hombre.

11.    Nazismo es la contracción de la palabra alemana Nationalsozialismus, que significa nacionalsocialismo, y hace referencia a todo lo relacionado con la ideología y el régimen que gobernó Alemania de 1933 a 1945

12.    Militarismo El militarismo es la ideología según la cual la fuerza militar es la fuente de toda la seguridad. En su forma más leve se postula a menudo con argumentos muy variados, para justificar la preparación militar de una sociedad, todos los cuales tienden a asumir que la «paz a través de la fuerza» es la mejor o única forma de conseguir la paz. Su política se resume en el aforismo latino «Si vis pacem, para bellum» («Si quieres la paz, prepárate para la guerra»).

13.    Otro aspecto del militarismo es el ascenso de un pequeño grupo de oficiales militares a un poder imbatible, como sucedió en Irak, en la Alemania Nazi, es la Italia de Mussolini y en la España de Franco.  

Sin embargo, aunque muchos estados militaristas son dictaduras militares, el militarismo no es sinónimo de régimen dictatorial o autoritarismo. La democracia liberal y el militarismo no son términos mutuamente excluyentes.

14.    El antisemitismo, en sentido amplio del término, hace referencia a la hostilidad hacia los judíos basada en una combinación de prejuicios de tipo religioso, racial, cultural y étnico.1 En sentido restringido, el antisemitismo se refiere a la hostilidad hacia los judíos, definidos como una raza no como un grupo religioso, concepción moderna que habría surgido a mediados del siglo XIX como una derivación del racismo y del nacionalismo.

Dados esto parámetros el lector podrá enmarcar al actual régimen que desgobierna a nuestro país.

carlos.padilla.carpa@gmail.com

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sábado, 14 de diciembre de 2013

PEDRO PAUL BELLO, ¿QUE ES EL TOTALITARISMO?

                INTRODUCCIÓN.

                Ciertamente, una de las figuras mundiales de mayor prestigio y autoridad en relación al estudio y conocimiento del fenómeno del totalitarismo, es Hannah Arendt.  Una de sus obras más conocida al respecto es “El origen del totalitarismo.” 

El ejercicio y dominio total del poder, sin embargo, es muy remoto y está presente en la humanidad casi desde sus inicios existenciales. No obstante, después la Edad Media y del desarrollo de las ciencias y el posterior de las técnicas; de las revoluciones que, como la inglesa en el siglo XVII y la francesa del siglo XVIII, que cambiaron radicalmente la anterior concepción de la política y así, con el desarrollo  de la tecnología en sus diversos aspectos, se pasó a una consideración del ser humano muy distinta y se fueron desarrollando, progresivamente, diversas y diferentes maneras de entender a las personas como individuos y a los grupos como tales. 

Dice a este respecto Gino Germani, en su prólogo del libro en castellano de Erich Fromm, “El miedo a la libertad”, que “la democracia puede subsistir solamente si se logra un fortalecimiento y una expansión de la voluntad de los individuos, que los haga dueños de una voluntad y un pensamiento auténticamente propios.

                Obviamente, la realidad de nuestra sub-región latinoamericana hubo de ser muy distinta a la evolución que tuvo por asiento a Europa, particularmente en Inglaterra, Francia y Alemania integradas de manera distinta a ese presente y, por supuesto, los Estados Unidos que, en esta consideración del tiempo pasado, habría de recibir toda la influencia inglesa. Expresa el profesor ítalo-venezolano Alberto Filippi[1]  que “la comprensión de la ‘vexata questio’ de las relaciones entre feudalismo y capitalismo en la historia de España, es esencial para poder sucesivamente enfrentar el tema de sus dimensiones hispanoamericanas.” Continua  Filippi:  “ha habido múltiples tipologías de feudalismos y de procesos de feudalización … sólo el formidable desconocimiento empírico sobre las historias extra-europeas ha impedido, de manera casi sistemática, que se plantearan y se trazaran comparaciones, paralelos y analogías capaces … de iluminar las distintas, determinadas o específicas historias de los mundos no europeos.” Contrariamente, como lo expresara Kula: [2] “es justamente la repetición de las irregularidades, de lo atípico, de lo excéntrico, la base que permite acceder a las construcción teórica de los modelos.

En el caso de España, que compete a latino-américa, es evidente que tales irregularidades determinaron la peculiaridad de nuestro feudalismo, en particular el venezolano, aunque hubo diversas y distintas expresiones en toda la sub-región.  El feudalismo español fue el más breve de Europa: se cumplió en el plazo histórico de algo más de los dos siglos que transcurrieron entre la ocupación visigoda del territorio peninsular y la conquista musulmana.[3]La específica lucha  histórica de la reconquista fue el determinante fundamental de las formas del feudalismo español, más que la originaria colisión y fusión de las sociedades bárbara e imperial.[4]  

 España, sin haber podido asentar sus estructuras económicas y sociales sobre la producción Agro-pecuaria y la propiedad inmobiliaria, tuvo que entrar en el juego político europeo, formando un imperio cuyas guerras financiaba con las riquezas provenientes de sus colonias en América.  No tuvo una etapa pre-industrial, y la inflación (entonces desconocida por ellos) provocada por esas riquezas, pasaron a Inglaterra y a otras regiones. El poder fundado en la tierra firme por la nobleza, desapareció. En la América española, cuando se produjo la coyuntura de Bayona y la caída o derrumbe del imperio español, las instituciones de naturaleza social fundadas por España no fueron eliminadas sino transformadas, lo que generó para estos países una “relativa autonomía” respecto al capitalismo industrial europeo, lo que se fundó en complejos sistemas neo-feudales. Esto desarrolló un dinamismo político en cada una de las nuevas naciones independientes, lo que reforzaría dichos sistemas y, luego, generaría la forma política-feudal del caciquismo-coronelismo-caudillismo.

Después, en un tiempo históricamente breve, el modelo de Estado establecido en casi todos los países de la sub-región se agotó, porque la dirigencia surgida a fines del siglo XIX no era capaz, en casi todos ellos, de entender los cambios que venían produciéndose en el mundo más desarrollado. Tales gobiernos fueron paulatinamente separados del poder, y las alianzas de clases sociales trabajadoras e intereses económicos de sectores de mayor poder económico, realizaron alianzas para conducir los países, lo que constituyó la base de apoyo del modelo populista de Estado.

TOTALITARISMO.

En el prólogo  de la primera edición norteamericana de su libro, Hannah Arendt escribió que:
si es verdad que en las fases finales de totalitarismo aparece éste como un mal absoluto (absoluto porque ya no puede ser deducido de motivos humanamente comprensibles), también es cierto que sin el totalitarismo podíamos no haber conocido nunca la naturaleza verdaderamente radical del mal.” Como se señaló anteriormente, las primeras manifestaciones del dominio total sobre los pueblos tuvieron lugar en los países que comenzaron a organizarse, en tiempos que no fueron primeros de la humanidad, pero si lo fueron así considerados desde la historia. Sin duda que en pueblos de entonces, aún atrasados, el dominio nudo de las personas era ejercido por caciques o formas similares de dominación. En cambio, otro fue el caso de la etapa imperialista derivada del fracaso del sistema Nación-Estado incompatible con los comienzos de un período histórico y con el desarrollo económico e industrial iniciado a finales último tercio del siglo XIX, cuando comenzó la política de expansión cuyo fin se hizo patente con la liquidación del Imperio, que Churchill rechazó presidir, y la aceptación de la independencia de India.

RAZGOS CARACTERÍSTICOS DEL SISTEMA TOTALITARIO.

El totalitarismo es un sistema de dominación muy drástico, condición que le hace ser muy diferente en comparación con otros sistemas de dominación, diríamos “clásicos”, como el despotismo, la dictadura y la tiranía. Cuando un régimen totalitario logra tomar el poder de una Nación, lo primero que hace es establecer nuevas instituciones políticas y destruir o modificar  las anteriores instituciones políticas, legales y sociales del país que ha alcanzado dominar. Cuando hacer esto le resulta imposible porque sus fuerzas o apoyos iniciales no sean lo suficientemente fuertes para gobernar según sus intenciones, comienza por cambiar símbolos visibles y tradicionales del país, tales como banderas, himnos y, en la medida en que le es posible, leyes. Paulatinamente, se va apoderando de todas las instituciones políticas del Estado que ha dominado, de manera de sustituir o violar mediante movimientos engañosos, la separación de los Poderes Públicos, con el propósito de concentrar todos los poderes en manos del líder que haya asumido el poder. Tal fue el caso de Hitler en Alemania y de Stalin en la Unión Soviética, nombre que sustituyó, en su Nación, el antiguo nombre de Rusia, hecho que realizó, en su tiempo, Lenin. Lentamente, como ocurrió en la Alemania de los tiempos iniciales de Hitler en el poder, o inmediatamente como fue en la China de Mao,  transforma a las clases populares existentes en masas, es decir, en la expresión de Ortega y Gasset referida a España y a Europa en general: “donde quiera que ha surgido el hombre-masa…un tipo de hombre hecho de prisa, montado nada más que sobre unas pobres abstracciones.”   También interviene las Policías y los Ejércitos y, si al principio no puede sustituirles crea cuerpos semejantes propios y al servicio de sus finalidades. Además, tratan de sustituir las organizaciones y partidos políticos por un partido único sometido a sus planes y designios.

Por otra parte, la política exterior de un régimen totalitario se encamina, siempre, por la aspiración de generar un gran conflicto internacional, al mismo tiempo que crea alianzas con tendencias de gobiernos extranjeros que, de una manera o de otra, compartan esas aspiraciones en el contexto global del Hemisferio. En el caso del actual gobierno que ejerce las prácticas totalitarias en Venezuela, esa realidad es evidente, no solamente en el ámbito latinoamericano en el que ha construido relaciones “amistosas” con tendencias de signos parecidos a los suyos, sino que se ha abierto al Mundo, estableciendo relaciones solidarias con regímenes de cercanas semejanzas al suyo.

Es evidente que el líder del proceso totalitario venezolano, Hugo Chávez, captó rápidamente la amistad y el apoyo del régimen totalitario que sojuzga a Cuba desde 1959, especialmente a la persona de Fidel Castro. Hasta que Chávez asumió el poder en Venezuela, en febrero de 1999, el de Cuba era el único país del Continente sometido a un régimen totalitario, el cual alcanzaba ya una muy larga dominación sobre el pueblo de la Isla. Para Castro, esa visita de Chávez significó una gran adquisición política, pues luego de la caída de la Unión Soviética, del Muro de Berlín, y la liberación de todos los países sometidos al gobierno de Moscú, el Jefe del gobierno cubano se encontraba aislado del Mundo. Inmediatamente, Castro indicó a Chávez las ventajas que ambos adquirirían de llegar el venezolano al poder, como ocurrió, si Chávez lograba entablar relaciones amistosas con las tiranías semejantes del Mundo. De allí que el venezolano visitara y entablara amistad personal con personas como Hussein, Geddafi y varios otros. La idea de Castro era volver a lo que pretendía con el llamado proyecto de “La Media Luna”, para el cual envió a Bolivia al Ché Guevara, quien fue muerto en ese país, sobre lo cual han circulado interpretaciones diversas.

En la mente de Fidel Castro continuaba revoloteando la idea, traída a raíz del fracaso norteamericano en la guerra de Viet-Nam. La aspiración de Castro cuando envió a Guevara a Bolivia era, precisamente, la de hacer de Latinoamérica un bloque para oponerlo al “imperio” norteamericano. Apoyado en el Foro de Sao Paolo, creado en 1990 en Brasil y formado por las izquierdas marxistas latinoamericanas y otros grupos políticos más moderados, más la posibilidad de obtener el apoyo de la Venezuela petrolera, abría de nuevos puertas a las posibilidades de su plan. En el fondo, el plan iba mucho más lejos, esto es, la acariciada idea de generar un conflicto mundial bi-hemisférico, entre un Sur del mundo pobre y un Norte muy rico, y entre el Oriente, que se sentía maltratado y no reconocido por un Occidente orgulloso y poderoso.

Hasta hace más de un año, el proyecto podía ponerse en práctica, pero ello se derrumbó a raíz de la muerte del Presidente venezolano. Hoy en día, la grave crisis económica, social y política que padece Venezuela toda, cuyas raíces están en el plan inicial de Fidel Castro, Raúl Castro, hombre más práctico que su hermano Fidel, está tratando de abrir puertas al mal llamado “imperio” Norteamericano, para que, de manera gradual en el tiempo, se levante la tiranía totalitaria que reina en Cuba y se abran salidas “honrosas” para quienes han gobernado a su antojo y conveniencias a la Patria de Martí.     

Como colofón de este escrito, me permito citar la parte final de la referida obra de Hahhah Arendt:

Es en la línea de tales reflexiones[5] donde cabe suscitar la cuestión de si el Gobierno totalitario, nacido de esta crisis y al mismo tiempo más claro y único síntoma inequívoco, es simplemente un arreglo temporal que toma sus métodos de intimidación, sus medios de organización y sus instrumentos de violencia del bien conocido arsenal político de la tiranía, el despotismo y las dictaduras, y debe su existencia sólo al fallo deplorable, pero quizás accidental, de las fuerzas políticas tradicionales —liberal o conservadora, nacional o socialista, republicana o monárquica, autoritaria o democrática. O si, por el contrario, existe algo tal como la naturaleza del Gobierno totalitario, si posee su propia esencia y puede ser comparado con otras formas de Gobierno y definido como ellas, que el pensamiento occidental ha conocido y reconocido desde los tiempos de la filosofía antigua. Si esto es cierto, entonces las formas enteramente nuevas y sin precedentes de la organización totalitaria y su curso de acción deben descansar en una de las pocas experiencias básicas que los hombres pueden tener allí donde viven juntos y se hallan ocupados por los asuntos públicos.
Si existe una experiencia básica que halla su expresión política en la dominación totalitaria, entonces, a la vista de la novedad de la forma totalitaria de Gobierno, debe ser ésta una experiencia que, por la razón que fuere, nunca ha servido anteriormente para la fundación de un cuerpo político y cuyo talante general —aunque pueda resultar familiar en cualquier otro aspecto— nunca ha penetrado y dirigido el tratamiento de los asuntos públicos.




[1] Filippi, Alberto. “Instituciones económicas y políticas en la formación de los Estados hispanoamericanos  en el siglo X: especificidad del caso venezolano”. Boletín de la Academia Nacional de la Historia, pg 53 y susc.
[2] W. Kula. Teoría económica del sistema feudal,
[3] Comienzos del Siglo IV a finales del Siglo VI.
[4] Filippi A. Op. Cit.
[5] Se refiere al fracaso del totalitarismo Nazi en Alemania; y a lo que ocurrió en la ex Unión Soviética desde la muerte de Stalin.

Pedro Paúl Bello 
ppaulbello@gmail.com

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