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LA LIBERTAD, SANCHO, ES UNO DE LOS MÁS PRECIOSOS DONES QUE A LOS HOMBRES DIERON LOS CIELOS; CON ELLA NO PUEDEN IGUALARSE LOS TESOROS QUE ENCIERRAN LA TIERRA Y EL MAR: POR LA LIBERTAD, ASÍ COMO POR LA HONRA, SE PUEDE Y DEBE AVENTURAR LA VIDA. (MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA) ¡VENEZUELA SOMOS TODOS! NO DEFENDEMOS POSICIONES PARTIDISTAS. ESTAMOS CON LA AUTENTICA UNIDAD DE LA ALTERNATIVA DEMOCRATICA
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viernes, 1 de mayo de 2015

ASDRÚBAL AGUIAR, MARÍA CORINA SIGUE PRESA

Nicolás Maduro, qué duda cabe, sale de la VII Cumbre de las Américas con los trastos en la cabeza. Su impúdico fraude con las firmas planas, ayudado por el Poder Electoral, y las obtenidas bajo coacción e imponiendo un clima de miedo persiguiendo con saña a los líderes opositores y restos –en desaparición– de la prensa independiente, no tiene destino final. Su pedido a Estados Unidos de suspender las sanciones contra sus esbirros es arena entre las manos.

¡Bajo ruego, previamente amonestado por La Habana, obtiene un saludo de pasillo de Barack Obama! Es el premio por su dócil comportamiento.

Lo grave es que el complejo de su ilegitimidad de origen como gobernante, por hijo de dos golpes constitucionales irrogados por el TSJ y unas elecciones cuestionadas, sigue allí y late fuerte. Le hace desplegar, cada vez más, sus inseguridades emocionales, y el autoritarismo que lo anega es la consecuencia. Carece de la mano izquierda y la visión estratégica y táctica –dos pasos adelante y uno atrás– de la que hace gala su causante, Hugo Chávez, hasta cuando la parca se lo lleva hasta el otro mundo.


Dicho en términos coloquiales, estamos en presencia del marido quien atormentado y sin trabajo, al regresar a la casa se la cobra a su mujer y le cae a golpes a los hijos; pero que se muestra cobarde y tembloroso, eso sí, ante el policía vecinal que le reclama y amonesta.

Envanecido con el poder que apenas hereda, lo dispone con gula y desborda. Compra lo que se le antoja, sobre todo medios de comunicación para que hablen bien de él o le niega el papel a los insolentes. No le dispensa dólares a la economía privada, para que el pueblo sufriente se agache con sus estrecheces. Y a todo aquel que le causa ojeriza lo despacha a rastras, sin más, hacia las “tumbas” del Sebin.

En su entorno media el servilismo pero también el pánico, pues su onda represora ya no discrimina entre aliados y adversarios políticos. Si no, que lo digan el general ex ministro de Alimentación o los gerentes de Abastos Bicentenario. De sus dislates otros son los culpables, piensa Maduro.

De regreso de Panamá alicaído y olvidando su pose de utilería como Júpiter tonante, prefiere recibir al emisario del Imperio, Tom Shannon. Le promete que se portará bien. Pero otra vez y al partir este vuelve con sus cipotazos, arrecian los gritos y golpes contra la mujer e hijos.

Allí siguen los presos políticos. Los “tarazonas” patean la mesa electoral, rebanándola. Saben que en condiciones de competitividad el gobierno las pierde de calle: 80 a 20. Los quintacolumnas anuncian encuestas que mejoran la imagen del Maduro maltratador, quien encarcela a los suyos para que sepan quién manda y asimismo va por los contumaces, los que con dignidad y coraje, con audacia casi irresponsable, a diario le cuestionan su primitivismo.

El país como un todo es preso del ocupante de Miraflores.

No solo sufren cárcel Leopoldo López o Daniel Ceballos, o Antonio Ledezma. También María Corina Machado, a quien se le prohíbe viajar al extranjero o la bajan de los aviones nacionales, o la persiguen los sapos y patriotas cooperantes asfixiándole la vida cotidiana y su peregrinaje. Y entre tanto, como acontece en el cuento Los Batracios, de Mariano Picón Salas, los camaradas y peones del alzado Coronel Cantalicio Mapanare, al verlo preso por las autoridades, miran de lado y mascullan: ¡Yo no jui, jué él!

33 ex presidentes iberoamericanos han hecho un diagnóstico cabal del mal que nos mata. Los pares de Nicolás evitan avenirse, buscando que la cuestión de Venezuela se estabilice y no les cause, a ellos, más dolores de cabeza. Poco importa que los habitantes de esta gran prisión, situada al norte de Suramérica, agonicen de mengua y hasta pierdan la esperanza de mudarse hacia otros horizontes. Al cabo, como parece, quienes lo hagan habrán de irse ahora con una mano adelante y otra atrás.

El tren del horror avanza hacia las mazmorras. El capataz del Legislativo, Diosdado Cabello, liquida los restos del periodismo independiente. La justicia sirviente y atemorizada procede. Esta, a su vez, acelera el paso para transformar en historia pasada a Leopoldo López, “re-inhabilitándolo”. La Contraloría hace otro tanto con los líderes irredentos o los aspirantes, como María Corina, Henrique Capriles y Julio Borges.

Luis Vicente León, salvavidas del régimen cada vez que declina y para mineralizar opiniones en contrario, dice que cuando la mujer y los hijos maltratados se quejan con estridencia, la tribuna de los vecinos se molesta con el ruido y saluda con vítores al agresor, para que vuelva a golpearlos hasta que el silencio se los trague. Según aquel, en fin, solo salen victoriosos los astutos y zorrunos. Él, probablemente, es un ejemplo.

Asdrubal Aguiar S.
correoaustral@gmail.com
@asdrubalaguiar

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lunes, 16 de marzo de 2015

ASDRÚBAL AGUIAR, EL HILO DE SAMPER

“Aquellos que busquen ruptura del hilo constitucional obtendrán un firme rechazo”, afirma Ernesto Samper, secretario de la UNASUR y ex presidente de Colombia. A la sazón indica que viene a promover “un gran acuerdo social” para sacar a Venezuela adelante, bajo la batuta de Nicolás Maduro.

Samper, por lo visto, desfigura la crisis venezolana y la calificarla de social, compartiendo, de entrada la tesis del responsable actual del derrumbe del país, en su antesala a una tragedia humanitaria. “La guerra económica no me deja gobernar”, tampoco el Imperio, dice Maduro.

Se explica que Samper, aislado como ejerce su gobierno y en abierta confrontación con los Estados Unidos, tenga comunidad afectiva con el régimen hoy instalado en Venezuela. Al primero lo enloda el narcotráfico y a éste, según declaraciones de altos personeros que forman filas dentro del chavismo, le ocurre otro tanto con su Cártel de los Soles

Lo que si resulta insólito, es que el Secretario de la UNASUR, graduado de jurista en la Universidad Javeriana y luchador partidario en su país, afirme en un tris, comprando la tesis revolucionaria, que “aquellos que busquen ruptura del hilo constitucional” serán llevados al paredón por la organización de gobernantes que lo tiene como cagatintas.

¿Acaso no sabe que Venezuela tiene un régimen que desde 1999 ha fracturado el orden constitucional y hace mutar a la Constitución más de 178 veces hasta la muerte de Hugo Chávez, con escribanos a su servicio y para afincarse en sus despropósitos autoritarios?  

¿Es o no una ruptura del hilo constitucional que Maduro secuestre, sin mediación judicial ni investigación previa, con funcionarios sin rostro y armados con instrumentos de guerra, al Alcalde Mayor de Caracas, Antonio Ledezma, electo por 715.000 votos, y luego lo deposite en la policía política mientras la Fiscal General y jueces a su disposición le remiendan su disparate?

¿Es o no una grave alteración del orden democrático ejercer el poder, como lo hace Maduro, al margen del Estado de Derecho y atentando contra la libertad de expresión y opinión – columna de la democracia - al imponer un black out informativo – cadena de radio y televisión – mientras esbirros ejecutan el señalado crimen de Estado; para luego acusar éste al burgomaestre metropolitano por suscribir una opinión publicada en el diario El Nacional, junto a María Corina Machado y el preso político Leopoldo López?

Pero Samper reduce la circunstancia a la búsqueda de un gran “acuerdo social” en diálogo con la oposición democrática, que ni arte ni parte tiene en los hechos que llevan al país al despeñadero y que carece del poder necesario – salvo su voz – para enmendar los rumbos.

Lo que debería reparar Samper – si no mediasen las hipotecas que lo llevan a ser vocero de la Unión de Naciones Suramericanas – es en lo elemental, en el quiebre moral que afecta a nuestra República y viene desde la hora en que el hoy fallecido Chávez pacta con las FARC un “modus vivendi”, en agosto de 1999. He allí la fuente real de la miseria que vivimos los venezolanos. El narcotráfico inunda las estructuras de poder, concentradas todas en manos del celebrado Comandante Eterno, y las corrompe, y corrompe a una parte importante de sus conmilitones quienes bajo el efecto del delirio dilapidan 1,295 millardos de dólares, sin dejar obra cierta que no sea el engorde de sus bolsillos.

Las estadísticas económicas no mienten.

La inflación se aproxima a tres dígitos, la más alta del mundo. Se ha devaluado la moneda en 3.823 por ciento. No hay divisas para comprar y el parque industrial y comercial es un cementerio, confiscado y clausurado por la revolución. Tenemos un déficit de 35.000 millones de dólares en 2015 y las reservas líquidas quizás lleguen a 5.000 millones de dólares, evidenciando el quiebre de nuestro Estado capitalista, corrupto y revolucionario; que al paso nos deja endeudados por 147.000 millones de dólares y sin petróleo que vender. El poco que ahora se produce es para pagarle a los chinos y seguir alimentando al sultanato que nos ha colonizado, la Cuba de los ancianos Castro.

La violencia que nos anega, señor Samper, por si no lo sabe, la importa el régimen desde su suelo y en pacto con la misma gente que a Usted lo empaña como gobernante, haciéndolo impresentable. Cerramos 2014 con 24.890 homicidios, en una tasa que es la segunda más alta del mundo.

Los culpables a todas éstas, según Maduro, a quien Usted viene a auxiliar, son 64 presos políticos, quienes por opinar y advertir sobre dicha tragedia que nos humilla residen hoy en cárceles militares o viven depositados en las “Tumbas” para torturados.

¡No hable de hilo, señor Samper, mejor úselo para coserse la boca!

Asdrubal Aguiar S.
correoaustral@gmail.com
@asdrubalaguiar

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jueves, 15 de enero de 2015

ASDRÚBAL AGUIAR, EL PACTO DE 2011

ASDRÚBAL AGUIAR
Leo a Romand Rolland y rescato de él lo que escribe sobre Jean Jaurés, político socialista francés, fundador de L’Humanité en 1904, luego asesinado en 1914, tres días antes de iniciarse la Primera Guerra Mundial.

Recuerda Rolland que su inteligencia tenía necesidad de la unidad. Apuntaba hacia el conjunto, observaba la realidad política más allá de las ideas, de los partidos, de las clases e inspirado, al efecto, por el principio de la unidad existencial del hombre: sin mengua de que es uno y único como experiencia humana, pero necesitado de la alteridad, del encuentro con los otros. ¡Y es que para Jaurés todos hacemos parte del género humano!
Creyó en dicha unidad como obra de la inteligencia, léase de la razón, para curarse en salud contra el olor de la sangre y la violencia cuando se aproximan para disociar y fomentar los extremos en los que la violencia y la sangre se cuecen.
Rolland, en su crónica sobre dicho intelectual de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, además, cuenta que no obvia o pone de lado los impulsos del corazón, que se resumen en la “pasión por la libertad”.  En suma, su lema es inteligencia en la unidad y pasión por la libertad.
Concluida mi lectura aprecio, de seguidas, la fragmentación y pérdida de lazos de identidad que nos hace presa a los venezolanos – no me refiero a los integrantes del Estado ni a los de la oposición formal variopinta, sino al país en su conjunto – militemos en una u otra bandería. Y me pregunto si ello es obra de un amago de nuestra inteligencia como colectivo o acaso se ha apaga entre nosotros la llama de la libertad, urgidos por la sobrevivencia.
Y esa pasión por la libertad cabe destacarla, pues en defecto de una memoria popular – que rechaza nuestra cultura de presente – extirpada desde la hora de nuestra Emancipación, obviando 300 años de aprendizaje dentro del molde greco-romano-latino e hispano heredado, luego nos hicimos a puñetazos, es verdad, pero galvanizados por una sed febril de libertad.
No se entiende, así, que algunas cabezas, siquiera por pasión, mal se percaten de la profundidad dilemática que hoy compromete a Venezuela, guiada por un gobierno demente que la empuja hacia su desaparición como república y a formar parte de los amasijos que medran en emergencia humanitaria permanente, dando lástima al resto del planeta. “A menos que – lo decía José Rafael Pocaterra - consideremos al pueblo de Venezuela como al personaje de la comedia de Molière, quien después de viejo vino a caer en la cuenta de que hablaba en prosa”.
En lo aciago de la circunstancia, apreciando que alguna vez fue posible lo que en apariencia resultaba imposible, releo lo escrito y firmado, sin reservas y de conjunto, por todos los integrantes de la Mesa de la Unidad Democrática en concordancia admirable con Maria Corina Machado, Leopoldo López, y también Antonio Ledezma; avalado ello por Diego Arria, Eduardo Fernández, Oswaldo Álvarez Paz, Pablo Medina, entre otros, hace apenas tres años. 
Todos a uno dibujan y afirman compartir una cosmovisión digna de Rolland y Jaurés, pero que hacen polvo después, quizás por la ausencia de victorias clientelares o, a lo mejor, por la pérdida en algunos, cabe decirlo, de la pasión por la libertad.   
Unidad en la historia era el compromiso, pues todos a uno dicen entender la historia nacional como un largo esfuerzo hacia la libertad, la democracia y la justicia social. Unidad en la inclusión prometen y firman, por convencidos de que la política debe servir para construir una sociedad que incluya a todos. Unidad en el respeto declaran en esa oportunidad, ya que, según las palabras de todos y no unos o de otros, el pueblo venezolano es uno solo.
En el mejor espíritu humanista de Jaurés, nos dicen los firmantes del Compromiso por un Gobierno de Unidad Nacional que los venezolanos quedaríamos unidos – así lo prometen - en el respeto del otro, en el respeto a sus derechos de toda índole a tener un sitio digno en esta sociedad que todos constituimos. Respeto a todos los sectores de todas las regiones. Respeto y reconocimiento democrático a la discrepancia y a la oposición. Respeto al pueblo, en fin, como exigencia universal.
Dicho documento histórico, que autentica Ramón Guillermo Aveledo un 26 de septiembre, nos interpela en la actualidad.
Resulta paradójico que con tantas luces y a la luz de lo declarado y jurado por nuestros “mayores” – creyendo encontrarse a las puertas de asumir el gobierno por la vía electoral – la Conferencia Episcopal Venezolana, esta vez, se haya visto obligada a darles un jalón de orejas. Les recuerda que este régimen de Maduro-Cabello es la fuente de todos nuestros males – la corrupción y el militarismo coludidos – pero también, quienes nos hemos opuesto al mismo, hemos sido incapaces de construir una alternativa democrática creíble. Y el tiempo se agota.

Asdrubal Aguiar S.
correoaustral@gmail.com
@asdrubalaguiar

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domingo, 7 de diciembre de 2014

ASDRÚBAL AGUIAR, LA DEMOCRACIA ES MEMORIA, VERDAD Y JUSTICIA

ASDRÚBAL AGUIAR
La denostada Comisión Interamericana de Derechos Humanos acaba de hacer público un informe esclarecedor sobre el derecho a la verdad en América, relativo al conjunto de medidas políticas y jurídicas –que se obligan a adoptar los Estados– para el esclarecimiento de las violaciones de derechos humanos, la reparación de las víctimas y el fortalecimiento de las instituciones democráticas.

Se trata de una asignatura que a diario reprueba una mayoría de los gobernantes que se dicen demócratas en la región, entre quienes no cuento, obviamente, a los autócratas, como Nicolás Maduro o Rafael Correa, pues nada cabe esperar de ellos al respecto.

Acerca de la memoria, la verdad y la justicia, como suerte de variables encadenadas que le dan sustancia al quehacer democrático –ese que desprecia el régimen de Maduro hace pocas horas, luego de permitir que casi un medio centenar de compatriotas mueran envenenados en la cárcel de Uribana bajo su custodia– he escrito en 2012 un libro, con igual título, Memoria, verdad y justicia. Allí abundo, justamente, sobre la relación existencial que se da entre la democracia y la verdad, por negarse aquella a la mentira y al encubrimiento como políticas de Estado.

Sin decirlo, la CIDH dirige su informe como admonición al gobierno del presidente colombiano Juan Manuel Santos, quien hoy negocia la paz con la narcoguerrilla –socia del gobierno protochavista de Venezuela desde 1999– y cuyos atentados generalizados y sistemáticos de derechos humanos mal pueden quedar impunes, como se pretende y según parece.

El derecho a la verdad es sustantivo de la democracia y jamás cede, ni siquiera ante las mayorías electorales. Él es acceso libre a la información en manos del Estado. Es derecho de la sociedad a saber el cómo, por qué y quiénes son los responsables de los atentados que sufren los derechos de las personas y los ciudadanos. Es, asimismo, tutela de la justicia, es decir, derecho a que la autoridad judicial diga la verdad sobre tales atentados y exija las responsabilidades comprometidas. De igual manera, como suerte de continuo, el derecho a la verdad es la primera reparación que cabe otorgar a las víctimas y a los familiares de las víctimas que a su paso dejan gobiernos y gobernantes que, por acción u omisión, son irrespetuosos de los derechos humanos.

La democracia es, en suma, práctica de la verdad. Es deliberación, debate e información libre, a la luz del día y con transparencia, a fin de que el pueblo pueda decidir informado, no con una venda en los ojos o enajenado de toda razón –por necesitado de saciar su estómago o necesidades primarias– y al no sentirse siquiera dueño de su hambre. La democracia es, en pocas palabras, desprecio por el engaño y la manipulación oficiales.

No obstante, recién se habla de posdemocracia para describir esas novísimas experiencias que nos aporta el siglo XXI, donde el populismo gubernamental es exacerbado mediante una combinación diabólica de control y censura de los medios de comunicación social y de recursos financieros ingentes para el manejo de la propaganda de Estado. La política muda así en teatro de utilería, en objeto costoso de consumo que se usa y se desecha, impidiendo toda equidad en la competencia política.

La capacidad para la manipulación de conciencias y la generación de realidades virtuales es, en efecto, el signo de los tiempos que corren. No tiene signo ideológico. No es de izquierdas ni de derechas. Solo la anima el control del poder sobre la gente y su posesión, sin alternabilidad democrática.

“Mentira fresca” es el nombre que le acuña la oposición democrática y se gana en buena lid el presidente venezolano y quienes le sirven desde los demás poderes estatales. Su gobierno es miembro del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, pero a la vez tiene sobre las espaldas miles de perseguidos judiciales por disentir, decenas de miles de asesinatos no esclarecidos que llama ajustes de cuentas, centenares de torturados, decenas de prisioneros políticos y casi una decena de homicidios de Estado. Y a través de su gobernación mediante tweets y redes informativas a diario nos dibuja una realidad sin carencias, hecha de individuos apenas pendientes de otro Dakazo, es decir, de la oferta gratuita por el gobierno, previa confiscación a los comerciantes, de televisores de plasma y equipos digitales a granel, para que siga la virtualidad y el escapismo.

El derecho a la verdad implica, así las cosas, inmunidad social frente a la falsedad, denuncia sin tregua de las violaciones de derechos humanos por agentes del Estado, y lucha sin cuartel contra la impunidad. Y para que la verdad no se oculte o tergiverse, el derecho a la misma es, en lo particular, memoria histórica, nunca olvidar.

Asdrubal Aguiar S.
correoaustral@gmail.com
@asdrubalaguiar

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viernes, 28 de noviembre de 2014

ASDRÚBAL AGUIAR, LA DEMOCRACIA ESTÁ EN LA CÁRCEL

ASDRÚBAL AGUIAR
La idea de la justicia, en mayúsculas o minúsculas, alude, por ser un valor y no mera forma legal, a todo aquello que promueve la idea de la dignidad de la persona humana, en pocas palabras, la que le permite a todo hombre, varón o mujer, definir un proyecto legítimo de vida y de desarrollo personal.

Si la ley del mundo fuese sólo lo que ocurre cotidianamente, obra del voluntarismo humano, en medio de una realidad en la que cada quién y cada cual se mira su ombligo sin trascender, sin esperanza, la vida carecería de sentido y sería, no cabe duda, objetivamente, la casa de la maldad. Algo así como la Venezuela de la circunstancia.

Pero si la ley del mundo fuese un mero catecismo escrito, técnico, frío, que se redujese a lo que dicen las Constituciones, sin más alma que las palabras hechas por los entendidos en leyes, la justicia mudaría en un acto de violencia institucional, que impone lo legalmente escrito – probableme
nte injusto - sobre las realidades huidizas y arbitrarias que dominen.

En el primer caso, regiría la ley de la selva, la del manotazo. En el segundo caso, las Constituciones “servirían para todo” por inefectivas y extrañas al comportamiento general de la gente.

La ley del mundo tampoco puede reducirse a lo sobrenatural, al deber ser, a lo que pueda dictar una apuesta por la perfección humana divorciada de las certezas, es decir, de la imperfección inequívoca de lo humano; y si ello se tradujese o fuese trasplantado como aspiración a un texto constitucional, este marcharía por un lado mientras la cotidianidad lo haría por el otro. Tendríamos muchas normas justas y buenas, pero inefectivas e ineficaces.

De modo que, mirándonos en la realidad y describiéndola en leyes para la vida diaria, cabe que éstas, sin despegar hacia el espacio sideral, corrijan sobre lo humano todo aquello que humanamente puede pedirse del ser humano como ser racional y perfectible, que no perfecto. Y esa aspiración, susceptible de ser efectiva y eficaz, es, justamente, la medida humana de la justicia humana.

La cuestión anterior puede resultar rebuscada o acaso abstracta, pero vale como un esfuerzo conceptual necesario para entender que la hora agonal que vivimos los venezolanos tiene su origen no en un defecto – que sí lo tiene – de quien tiene entre sus manos la fuerza bruta del poder, Nicolás Maduro, y tampoco en las falencias de una asamblea cuartelera que no legisla o mal legisla o prefiere que Maduro legisle, cargándose ella y éste a la misma Constitución. Padecemos los venezolanos, antes bien, por ausencia total de una idea cabal de la justicia. Rige entre nosotros la ley de la arbitrariedad y la arbitrariedad se hace ley – el propio Maduro fabrica leyes como salchichas – por falta de jueces, incapaces de tener una narrativa cultural acerca del valor justicia, que haga posible la Justicia en mayúsculas y les permita, además, reivindicar sus propias dignidades como seres humanos.

Si el gobierno se comporta criminalmente, reina la impunidad y la justicia oculta su rostro. Y si los legisladores no legislan o lo hacen mal e injustamente – sin mirarse en los derechos de las personas y ejecutando los dictados del gendarme a quien mal controlan, ello pasa por carencia de juzgadores. Los que se dicen tales ni sancionan la corrupción ni anulan las leyes que contrarían la Constitución y el principio ordenador de todo régimen constitucional y democrático: el respeto de la dignidad humana.

La reinvención de la democracia, en consecuencia, ha de cerrarle el paso a la idea actual de la “posdemocracia”, que es la síntesis cabal de la política deshumanizadora del espectáculo, que humilla a la razón y desprecia la libertad de pensamiento; por ser la mera suma de medios radioeléctricos y prensa controlados, finanzas sin control, y populismo a la orden y para la búsqueda del poder por el poder sin controles judiciales.

Reinventar la democracia demanda una clara idea de la justicia, de la dimensión de los valores, de la moral como frontera que separa y en la que resuelve el antagonismo entre nuestra animalidad como especie sin destino y nuestra trascendencia, como hijos de la razón y objetos de la esperanza.

No por azar, al mirar el conjunto de nuestra gente y preguntarme por la democracia, estimo que ella medra tras las rejas. Está allí en el testimonio de nuestros presos políticos, como Leopoldo López, Enzo Scarano, Daniel Ceballos o Salvatore Lucchesse, emblemas de quienes han sido encarcelados o maniatados con medidas cautelares, como los estudiantes de febrero, por “jueces del terror” y por disentir. Vale, pues, lo dicho por Leopoldo, quien ahora sabe de derechos por haberlos perdido: “Tenemos sicarios, sí, sicarios de la justicia”, enterradores de la democracia, nuestros jueces provisorios.

Asdrubal Aguiar S.
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lunes, 10 de noviembre de 2014

ASDRÚBAL AGUIAR, EL SER QUE (AÚN NO) SOMOS LOS VENEZOLANOS

ASDRÚBAL AGUIAR
Pedro Paúl Bello nos obsequia recién su libro sobre Venezuela, raíces de invertebración: el ser que somos los venezolanos donde explica el porqué de nuestro saldo histórico como pueblo invertebrado, en apariencia incapaz de sortear, como ahora, su hora de adversidad.

Escrito con serenidad, con responsabilidad y sin apremio, describe en sus páginas la negación que hace de sí cada venezolano antes y después de 1811; a un punto que nunca nos sentimos satisfechos o contentos ni con la obra ajena ni con la propia. Y por ello, en la búsqueda agónica de una razón de ser y existir, apelamos a los mitos que creamos o encontramos al azar para luego desecharlos y sucesivamente hacernos de otros, en un continuo caminar que a todos nos impide adquirir aún el perfil de una nación verdadera, ligada por los afectos y decantada sobre valores compartidos.

Paúl parte de una consideración de base que vuelve por sus fueros e impide otra vez dar por cerrado y como cosa pasada el debate acerca de nuestros orígenes republicanos: vivimos una farsa constitucional permanente que nos obliga, de tanto en tanto, a emprender de nuevo el camino de la experiencia social, nacional y republicana, como si nunca lo hubiésemos recorrido.

Según lo explica el autor, los venezolanos, antes de ingresar al purgatorio -que viene a ser nuestro Estado, ese que nos hace sociedad artificial o postiza, primero dentro de las mesnadas revolucionarias que dominan a nuestro siglo XIX, luego dentro de los cuarteles y sucesivamente dentro de los partidos a lo largo de todo el siglo XX- perdemos hasta el sentido de la libertad, incluso económica y de iniciativa, desde la más lejana época colonial.

La dominación hispana –cuestión que aborda- nos intenta dar identidad en la lengua, religión y costumbres, y también en nuestro encuentro alrededor de nuestras pequeñas patrias raciales o las políticas, que son nuestros primeros cabildos. Pero esa forma de identidad en fragua que nos viene desde España y da soporte y la oportunidad común para avanzar junto a ella o sin ella en la ampliación -sea de la idea de la nación española, sea de la búsqueda de alguna otra parecida-, se rompe una vez como se establecen privilegios sobre los criollos. Así nacen, de modo anticipado, previo a la emancipación formal de 1810, el estamento de los excluidos, de los resentidos, quienes desde entonces acopian frustraciones y mascullan sus deseos libertarios, que no de libertad con su contrapartida de responsabilidades, e igualitarios, que no de igualdad como desiderátum del esfuerzo personal en ascenso que se niega al rasero de los mediocres.

En mis palabras de mediados de año ante la Real Academia, reunida en Cádiz, expresé por lo mismo y sin ambages que lamentablemente, más tarde, desde Cartagena de Indias, Bolívar, por preferir la enseñanza antigua sobre la renuncia del pueblo a su poder soberano a manos del monarca quien lo ha de ejercer vitaliciamente, se ocupa de rezar y elaborar su credo dionisíaco prosternando a nuestros apolíneos padres fundadores de 1811, hombres de razón y de levita. Seguidamente, desde Angostura propone, en 1819, la creación de un senado hereditario – con los hombres de guerra; pues a ellos todo se los debería la patria lograda. Y después, con su Constitución de Chuquisaca, de 1826, concreta el modelo final de su ideario político, de su deriva autoritaria – forja el presidente vitalicio quien elige a su sucesor en la persona del vicepresidente – y contra la que reacciona airadamente el intelectual liberal Tomás Lander, amigo de Miranda y miembro a la sazón de la misma Secretaría del Libertador.

Pero “estamos ante nuevas realidades – afirma Paúl - que modifican radicalmente las expectativas de los habitantes de este país respecto a la política, los partidos políticos y sus dirigentes. Hay apatía, ciertamente; tenemos poca conciencia ciudadana, es verdad. También conocemos comportamientos que aíslan, por supuesto. Sin embargo, nada de esto resulta nuevo. El país es lo que es desde hace mucho: lo que somos y hacemos viene desde los primeros tiempos de nuestra existencia política formal; pero hace más de cuatro décadas, los venezolanos -que no éramos otros distintos a como hoy somos y teníamos los mismos rasgos culturales, defectos y hasta “taras” si así se quiere calificar algunos de ellos- mostrábamos gran participación política”, observa el autor.

En fin, según él, habría pasta suficiente para moldear a la nación que aún mora por serlo y darnos un orden diverso, que se mire en lo que somos y en las coordenadas del siglo en curso.

Asdrubal Aguiar S.
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sábado, 19 de julio de 2014

ASDRÚBAL AGUIAR, ¡QUIENES TENGAN OÍDOS, OIGAN!

Lo ha dicho la Conferencia Episcopal. Y lo dice, debo decirlo, contando entre los suyos a quien el propio régimen –Cabello y Maduro– tanto como la oposición variopinta le han dado una cordial bienvenida, como observador de un diálogo nacional sin destino, el nuncio apostólico de su santidad.

¿Qué dicen los purpurados de nuestra Iglesia Católica, único factor de identidad cultural que nos queda –no solo religiosa, pues la mayoría profesa su credo– una vez como han sido prostituidos hasta los símbolos patrios y nuestra modesta historia civil?
Bajo la orientación del papa Francisco, contenida en la Exhortación Apostólica Evangelium Gaudium –síntesis de su pensamiento–, el episcopado “lejos de cualquier interés personal o ideología política”, sin las palabras “de un enemigo ni la de un opositor” hace el diagnóstico crudo de nuestra enfermedad como país. Destaca “la violencia, inseguridad y criminalidad crecientes”, que afecta a los afectos y desafectos al gobierno. Suman 196.465 los venezolanos asesinados bajo el socialismo del siglo XXI, hasta 2013.
Observan preocupados, estos pastores, el drama del desabastecimiento, el alza del costo de la vida unido a las devaluaciones de la moneda, y la aplicación de controles excesivos a la actividad productiva; luego de que los actuales gobernantes reciben y dilapidan, hasta 2013, la cifra satelital de 1.248.894 millones de dólares, y habiendo desmantelado el Fondo de Estabilización Macroeconómica que nace en 1998, para el ahorro. Hoy la caja está vacía.
La pérdida de las esperanzas, las colas para obtener el sustento y el abandono del país, según la CEV, son la marca de la cotidianidad, tanto como (1) la pretensión por el gobierno de imponer un modelo político totalitario y un sistema educativo fuertemente ideologizado; (2) la criminalización de las protestas; (3) la politización del Poder Judicial; (4) los presos políticos y jóvenes encarcelados por protestar; (5) la corrupción en todas las esferas del Estado.
Al paso, la deuda pública interna y externa, al término de 2012, suma 275,3 millardos de dólares; pero, entre tanto, otro país petrolero como nosotros, Noruega, ahorra para sus tiempos de vacas flacas 600.000 millones de dólares. Y nuestra inflación sobrepasa 1.200%, como cifra acumulada desde 1999.
El contexto de todo lo anterior es asimismo ominoso. Si no es causa o efecto de la sintomatología descrita, su transversalidad impide o condiciona las soluciones. De allí que el episcopado destaque los elementos que son ejes del diagnóstico de Venezuela: (a) el militarismo dominante y totalizante del poder, (b) las mutaciones constitucionales a manos de jueces supremos que le hacen decir a la Constitución lo que no dice, y (c) la anomia política, la división entre los actores del gobierno y de la oposición, por “apetencias e intereses particulares”.
¿Qué hacer?
Según el papa, para que cambie el actual estado de cosas –pérdida de la memoria histórica y la identidad con el terruño, fragmentación social y ausencia de proyectos en común, en fin, “caída de las certezas”– corresponde a los responsables de orientar y dirigir los cambios necesarios “hablar con verdad, decir la verdad”.
El diálogo demanda, en todo caso, hacerlo cada uno consigo mismo y con los próximos, para luego procurar un diálogo creíble puertas afuera y con los otros. Ha de contar con políticos auténticos y rejerarquizar la política: restableciendo el significado real de las palabras, mirando nuestras raíces constitutivas, abandonando los refugios partidarios o las cavernas de la localidad para trascender hacia lo que funda en la diversidad. Dejar de lado “el sincretismo conciliador” o la “cultura de collage” –lo dice Bergoglio– entendiendo que la pluriformidad debe asentarse –para ser real y duradera– en “la unidad de los valores”.
¿Cuál es la ruta?
“Refundar los vínculos sociales”, revitalizar la urdimbre de nuestra sociedad apelando a la “ética de la solidaridad”, tanto como buscar la unidad del pueblo en “la memoria de sus raíces”, obviando importar programas de supervivencia, es lo pertinente, sugiere el papa antes de serlo, en la nación por construir (2005). Ello requiere de coraje y realismo.
Un pueblo sin coraje es “fácilmente dominable” afirma, y un pueblo que no es capaz de analizar y asumir la realidad se fragmenta, y es cuando “los intereses particulares priman sobre el… bien común”.
Trabajar con la realidad, entendiendo los límites de los procesos, sin aislarlos de la conciencia moral ni a esta de estos, pero sin negarnos a la utopía en su más estricto sentido: “Lo que vemos… no es todo lo que hay” y de allí la esperanza, nos aconseja el jesuita Jorge Mario Bergoglio.
Asdrubal Aguiar S.
correoaustral@gmail.com
@asdrubalaguiar

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miércoles, 22 de enero de 2014

ASDRÚBAL AGUIAR, MADURO SOMETE A CABELLO, ARIAS Y RODRÍGUEZ

Cede en Venezuela el poder civil y toma sus espacios  el poder militar
 
Al boleo, quizás sorprendido por la inesperada intervención de Ramón Rodríguez Chacín en un acto retransmitido por radio y Tv, donde el ocupante de Miraflores recibe el saludo de navidad que le presentan los distintos Comandantes de las Regiones Militares de Defensa Integral (REDI), éste anuncia la reincorporación a la Fuerza Armada del citado oficial retirado, quien es gobernador del estado Guárico. A la vez lo asciende a contralmirante y lo mismo hace con el gobernador del estado Zulia, el ahora coronel Francisco Arias Cárdenas, y con Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional, quien vuelve a su condición de oficial subalterno ascendido al rango de capitán.

De modo que, a menos que se trate de una pesadez en vísperas del Día de los Inocentes, la decisión presidencial de marras, que corre de inmediato por las redes y llega a las redacciones de los periódicos, resulta tan ilegítima e inconstitucional como quien la dicta, Nicolás Maduro.

Así, no más, mostrándole al país que nuestros verdaderos gobernantes son quienes ocupan los comandos de las distintas REDI, bajo las cuales se despliegan de modo celular hasta cubrir la totalidad de nuestra geografía las llamadas Zonas de Defensa Integral (ZODI), con jurisdicción dentro de cada estado de la República, y así mismo, como partes de éstas las ARI o Áreas de Defensa Integral, sucesivamente Maduro castra o acaso destituye, en la práctica, a las autoridades civiles mencionadas.

Lo primero, la activación a nivel nacional de las ZODI, que podría resultar irrelevante si se trata de la mera puesta en funcionamiento de una novedosa forma de organización interna de la milicia, no lo es en la medida en que cada ZODI es la prolongación -hacia abajo- de unas Regiones Militares cuya competencia se extiende desde la planificación hasta la conducción y ejecución de operaciones de defensa integral entendidas como cualquier actividad orientada a "garantizar la independencia, la soberanía, la seguridad, la integridad del espacio geográfico y el desarrollo nacional". En pocas palabras, éstas se sobreponen a los gobiernos de dos o más estados y a la par las zonas integrantes de cada región se solapan con los Poderes Ejecutivos de cada estado, provocando sus vaciamientos. Cede en Venezuela, por ende, el poder civil y toma sus espacios el poder militar. Y Maduro, lo hemos visto antes, es su mascarón de proa, así vista de paisano.

Lo segundo, a saber, la vuelta a la actividad militar de las autoridades regionales y parlamentaria mencionadas, más que representar un crimen contra el orden constitucional es una estupidez; a menos que, por mampuesto, Maduro, así como se burla de nosotros, los venezolanos, destituye sin fórmula de juicio a Rodríguez, Arias y Cabello.

El artículo 330 constitucional es preciso al disponer que "los o las integrantes de la Fuerza Armada Nacional en situación de actividad -la que readquieren los exgolpistas ahora representantes de la soberanía popular- tienen derecho al sufragio... " sin que les esté permitido "optar a -y de suyo ejercer- cargo de elección popular".

Se trata, en fin, de dos pasos que da el ilegítimo gobernante y revelan su debilidad. Al ampliar, como lo hace, la ocupación militar de todo territorio y no solo de las áreas propiamente castrenses, desplaza el mando real de la República a manos del Comandante Estratégico Operacional de la Fuerza Armada. Éste es, por ley, competente para ejercer la dirección y el control de las REDI. Y al devolver a la actividad militar -para ascenderlos- tanto a Arias como a Rodríguez, gobernadores electos por el pueblo, como a Cabello, diputado y cabeza de un Parlamento civil que representa a la soberanía popular, los subordina y les enajena el mandato y la representación constitucional que les han confiado los venezolanos mediante el voto.

La confesión del Maduro en el acto donde cristalizan sus últimos desaguisados y torpezas, no puede ser más reveladora y el anuncio del negro porvenir que nos espera a los venezolanos a partir de 2014: "Venezuela primero fue Ejército y luego República", ha dicho. En consecuencia, según él, los ciudadanos de hoy todo lo debemos a las armas y de ellas dependerán los espacios de libertad que se nos otorguen en lo adelante, como privilegios, por parte de los gendarmes quienes las detentan. Ocurre una vuelta forzada a los tiempos del poder arbitrario de los hermanos Monagas, militares orientales como Cabello, quienes caminan en línea contraria a la que fija nuestro primer presidente a partir de 1830, el general José Antonio Páez, empeñado en "someter a sus propios conmilitones y acostumbrarlos a un orden civil", según nos lo recuerda Mariano Picón Salas.

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miércoles, 12 de junio de 2013

ASDRÚBAL AGUIAR, LA HORA DE CAPRILES, CRÓNICAS DE FACUNDO

Alguna revista de información científica reciente cuenta que llegan a manos de la gente más teléfonos digitales que el número de habitantes de la Tierra. Cada hombre o mujer de nuestro tiempo, desde el oriente hasta el occidente, se hace primero de estos prodigiosos medios de comunicación e información interpersonal que de la bolsa de harina que le alimenta los huesos.

El significado de este suceso es superlativo y determinante. No implica - como a primera vista aparenta - que la persona del siglo corriente privilegie la materialidad técnica o el consumismo globalizador por sobre lo esencial, en otras palabras, que opte por pasar hambre o apartar necesidades espirituales a costa de la moda. Todo lo contrario.
Hasta ayer yo era un crítico por creer que la revolución tecnotrónica nos hace perder el amor a lo presencial y apaga el diálogo directo entre los individuos, a cambio de la entropía, del culto egoísta a los fetiches digitalizados; mas esta vez descubro que el valor de la comunicación instantánea sin fronteras ni alcabalas territoriales o confesionales que la impidan, nos devuelve a todos, sin discriminación, identidad moral y la personalidad perdidas. Logramos manejar nuestros proyectos de vida, sin delegación.
Hasta concluido el siglo XX los pueblos y sus integrantes medran sedentarios, son audiencia cautiva del espectáculo estatal, presos de la cárcel de ciudadanía que son el mismo Estado y la noción de Patria que este les impone. Pero aquellos rescatan, en esta hora de quiebre en la civilización, el valor permanente de la "patria de campanario", de la plaza y sus visitantes a los que le canta Miguel de Unamuno, en suma, tocan y manejan las ideas libremente sin  el temor a los ojos de las chaperonas y sin inhibir el vuelo de los sueños.
No obstante, cabe admitir que el concepto de la Nación disuelve a partir de la modernidad nuestros nichos medievales, afirmados en las diferencias familiares, sociales, culturales, económicas y profesionales, tanto como el Estado que le acompaña nos sustrae del confesionalismo religioso y el ocultismo, para revelarnos la verdad laica y la importancia de la experiencia humana vital.
Pero el Estado Nación hoy llega a su fin. Es víctima de la anacyclosis, de su nacimiento, desarrollo y degeneración. Es un andamiaje burocrático y esclerótico, secuestrado por los mesianismos y recreador de nuevos fanatismos, más peligrosos por ser profanos y agónicos. Aquel y sus ventrílocuos intentan sostener el secuestro del alma humana y la propia Humanidad, creyéndose únicos y capaces de mostrar - a través de los sacerdotes de su templo, los gobernantes del momento y los jefes de sus partidos - el camino bueno a desentrañar y sus misterios insondables, y de conservar el control de aquellos otros que ofrecen peligros para los "hijos de la polis". 
Si pensamos en el caso de Venezuela, desde nuestros primeros días, desde la caída de la Primera República hasta la actualidad, domina el credo bolivariano sobre el gendarme necesario: ese padre bueno y fuerte que a todos nos orienta por considerarnos incapaces de valernos por nosotros mismos y quien, con criterio, mejor entiende la libertad de que hemos de gozar frente al extranjero, y sobre la libertad acotada que se nos puede otorgar en lo doméstico. En fin,  nunca seremos libres sin la asistencia del dios terrenal que encarna en los profetas de la política oficial.
El caso es que tal historia ha concluido. Sus manifestaciones y actores son un parque jurásico. Nuestro Juan Bimba, con su teléfono de última generación a cuestas y su acceso a los mensajes instantáneos, breves y concisos, útiles para la resolución de sus asuntos cotidianos y extraños a la palabrería fútil y adornada, taumatúrgica, cada vez más se percata de su fuerza personal, apoyado en la técnica como obra del ingenio.
El prepotente dirigente de barrio o de partido o de municipio o el gobernante quien presume desentrañar las complejidades de nuestra contemporaneidad, es una pieza de museo.
La generación Black Berry vino para quedarse. Busca afanosa a pares capaces de trasmitir ideas prácticas en 140 caracteres. No tiene tiempo para sermones porque el tiempo de la sociedad de vértigo se desgrana a cada segundo y en cada minuto, y además perturban la cultura dominante de los celulares.
Esa generación tiene empatía con quienes hacen obras, sin detenerse en la dialéctica o el conflicto.  Es realizadora . No quiere estadistas sino buenos conserjes, en el mejor sentido de la palabra. Abre camino como lo hace el joven Henrique Capriles, mientras su contendor y aspirante a la ex presidencia promete, reciclando su eterno programa electoral o Biblia del Comunismo, darnos Independencia Nacional, Patria Socialista, y armas para su defensa. Este es un cadáver insepulto.
Hace pocas horas no más, el Consejo de Derechos Humanos de la ONU reconoce lo que ocurre: los derechos de libertad que rigen en el mundo todavía parcelado de lo material valen para lo virtual, en el Internet. Cuba y la Rusia de Putin muestran sus reservas.
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ASDRÚBAL AGUIAR, TRAICIÓN A LA PATRIA, UN RECORRIDO DE 16 AÑOS, DESDE 1998

Fueron diversos los viajes que hizo el presidente fallecido, Hugo Chávez, a Cuba para reunirse con Raúl y Fidel Castro PRENSA MIRAFLORES
Nicolás Maduro, inmaduro para el ejercicio del poder opta por mirarse en el espejo y anuncia que perseguirá por traición a la patria a sus opositores. Pero olvida y omite, habiendo sido Canciller y ahora sucesor designado a dedo por Hugo Chávez, los antecedentes desdorosos de ambos, que cuadran al pelo con lo dispuesto en los artículos 128 y 138 del Código Penal. 
Ellos hablan de conspiraciones contra el territorio o nuestras instituciones republicanas de concierto con naciones extranjeras, o de negociados con estas, traicionando el mandato y perjudicando los intereses de Venezuela.
Recordemos pocos ejemplos.
1998: el candidato Chávez pacta con Libia e Irak, de manos de Fidel Castro, el cambio de nuestra estrategia petrolera para usar el oro negro como instrumento para agredir al Occidente.
1999: Pacta, ya Presidente, con las FARC, a la que le ofrece nuestro territorio como aliviadero, lavarle sus dineros sucios y hasta recibir asistencia energética. Y es cuando se extravía un lote de pasaportes venezolanos que se descubren en manos de los primeros cubanos que nos invaden con su consentimiento.
2000: Ramiro Montesinos le suministra armas - 10.000 fusiles - a las FARC, financiadas con bonos venezolanos.
2001: Nacen los Círculos Bolivarianos, que entrena la embajada libia en Caracas.
2002: Queda instalada en Venezuela la "brigada internacional de la revolución cubana", cuyos misioneros suman 7.000 y para ellos pide salvoconducto la embajada cubana durante las horas críticas del 11A.
2003: Se firman los primeros acuerdos con el gobierno terrorista de Irán, ofreciéndosele nuestro territorio para sus operaciones "económicas" y financieras.
2004: 500.000 cédulas de venezolanos son entregadas a las FARC para que los colombianos voten en el referéndum, y el propio Chávez reconoce la participación activa de Castro en la formación de la Misión Identidad que le asegura su victoria.
2005: Se respalda al programa nuclear de Irán y firman convenios con el dictador libio, Muamar Al Gadafi; y entre tanto Peter McLaren, educador marxista extranjero se ocupa del diseño de nuestra reforma educativa.
2006: Venezuela financia 12 bases militares en Bolivia, arguyendo proteger a Evo Morales.
2007: El Comandante castrista J.J. Ravilero confiesa, junto a Chávez, que residen entre nosotros 30.000 milicianos, sin contar a los médicos.
2008: Irán ya lava sus dineros a través Banco de Desarrollo Industrial.
2009: Chávez reconoce el estatuto de beligerancia de la guerrilla colombiana (FARC y ELN); y hacia septiembre Castro admite ser el negociador de nuestros equipos médicos con la empresa holandesa Philips. Y la deuda con China - comprometiéndose petróleo a futuro - se lleva hasta 8.000 millones de dólares. Se le entrega a Gadafi una réplica de la espada de Bolívar, a la vez que el gobierno oculta las iniciativas de Guyana para cercenarnos el Esequibo y su mar territorial.
2010: La Audiencia española advierte la cooperación del Gobierno en la forja de las relaciones entre la ETA y las FARC; los vuelos de Irán Air desde Caracas con escalas en Beirut y Damasco, transportan - según se denuncia - uranio venezolano, llevando como pasajeros a agentes iraníes y personal de inteligencia de Hezbollah. El Comandante cubano Ramiro Valdés, conocido represor, lo involucran Chávez y los suyos en nuestra gestión pública, arguyendo que resuelve nuestra crisis eléctrica; luego de lo cual Colombia nos denuncia ante la OEA por proteger en su territorio a campamentos de las FARC y ELN.
2011: Chávez nos gobierna desde La Habana; queda al descubierto el daño patrimonial que sufre la república - estimado en 18.430 millones de dólares- al ascender la deuda con el Fondo Chino hasta 28.000 millones de dólares y ser garantizados en su pago con la entrega de petróleo durante 10 años a un costo de $40 dólares por barril. Cuba, por lo demás, asume el control de la identidad de los venezolanos y la información que ella produce. Luego de lo cual, la imagen del fallecido mandatario argentino Néstor Kirchner preside en lo adelante la Sala del Consejo de Ministros venezolano.
2012: Apoyando la estrategia del ALBA se ordena nuestro retiro del sistema interamericano de derechos humanos, conculcándose el derecho de amparo que consagra la Constitución en favor de los venezolanos; y toma cuerpo el malestar por la presencia de comisarios cubanos dentro de nuestra Fuerza Armada.
Hasta que, llegado el 2013, muerto Chávez, sus sucesores ordenan el destino de la República bajo la directriz de Raúl Castro, y Mario Silva hace notorio su condición de espía al servicio del G2 cubano.

La planta insolente del extranjero, por lo visto, horada nuestra soberanía sin la presencia de un Castro propio - como lo fuera Cipriano a inicios del siglo XX - que nos defienda de tantas felonías.

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jueves, 23 de mayo de 2013

ASDRÚBAL AGUIAR, RETÓRICA REVOLUCIONARIA

El diálogo, para Nicolás y su entorno, como fieles discípulos que son o tontos útiles que han sido del credo marxista cubano, no tiene otro significado que el de la táctica dilatoria
La urgencia del diálogo nadie la discute, menos su carácter imprescindible para quienes creemos en la democracia y amamos a la libertad.
Desde la perspectiva del pensamiento humanista cristiano, el reconocimiento de la igual dignidad de los otros sigan las ideas del pluralismo y la convivencia pacífica, como soportes de una verdadera democracia.
Algunos actores de la oposición, apreciando lo dividida e irreconciliable que se muestra Venezuela, hablan de diálogo, se refieren a sus actores necesarios - Nicolás Maduro y Henrique Capriles - y les piden conducir la agenda del entendimiento dentro del respeto a la Constitución.
Hasta aquí, desde el punto de vista de los principios, la cuestión se presenta libre de sospechas.
Pero el caso, a todas luces, es que Maduro acusa como su único e inmediato interés superar la deriva de su ilegitimidad, que corre como río sin madre, y (2) sortear, sin disposición a un cambio sincero de rumbo, las gravosas condiciones de la herencia política que recibe del finado Hugo Chávez y que se traduce en improductividad, inflación, corrupción, narcotráfico, pobreza, violencia social sostenidas, en suma, ingobernabilidad.
El diálogo, para Nicolás y su entorno, como fieles discípulos que son o tontos útiles que han sido del credo marxista cubano, no tiene otro significado que el de la táctica dilatoria. Buscan superar su desahucio al saberse gobernantes de utilería y dependientes, bajo condiciones, de la sargentería y los colonizadores quienes les sostienen.
El valor del diálogo, en democracia, tiene otra connotación. No por azar, la ética democrática predica medios legítimos para fines legítimos y repugna a quienes usan de la democracia para luego vaciarla de contenido.
En síntesis, no basta predicar el diálogo necesario si a la par no se reclama de algo más y algo previo a la determinación de las cuestiones muy importantes y hasta urgentes que lo demanden. No hay diálogo posible y honesto entre quienes tienen idiomas distintos y para quienes, asimismo, las palabras, en apariencia comunes, significan cosas muy diferentes. De modo que, lo primero que cabe es restablecer en Venezuela el valor político y jurídico de la palabra, para lo cual no basta disponer de una Constitución común. A falta de ello lo que cabe esperar es la retórica y nada más.
Si algún éxito ominoso cabe atribuirle a la experiencia que nos lega el último caudillo de nuestro siglo XX, fallecido en pleno siglo XXI, fue su astuta capacidad para separar a los venezolanos confundiéndonos el lenguaje, transformándonos en una Torre de Babel. Fascismo, golpismo, oligarquía, corrupción, democracia, imperialismo, no significan lo mismo para los unos y para los otros, para los comunistas y para los demócratas.
En fin, mientras Maduro hace retórica y acaso conversa con uno que otro opositor a conveniencia, como en el caso de Lorenzo Mendoza, lejos se encuentra de aquél el ánimo para exponer sus ideas y afectos o desafectos, para intercambiar posturas y encontrar acuerdos, aceptando la validez de las posturas de sus interlocutores y abriendo espacio, incluso, para cambiar las suyas, tanto como puedan hacerlo sus adversarios.
El autoritarismo, por principio, excluye y se niega al diálogo, que no sea bajo simulación. Prefiere apelar a la retórica, justamente, por cuanto su interés es persuadir y convencer a todos de su credo, mediante una manipulación de la opinión. El diálogo genuino busca la verdad sin prejuicios. Es medio y finalidad, a la vez, nunca estratagema o circunstancia.
La cuestión de fondo es, justamente, esa que no entienden quienes hoy promueven el diálogo para superar las dificultades de momento y lo hacen hasta de buena fe. Obvian lo elemental. No hay diálogo sino dentro de la democracia y con apego a su moralidad, sean cuales fueren las cosmovisiones particulares de sus actores.
Maduro es, en esencia y por vocación, el heredero y guardián de la memoria de un dictador, a quien busca salvar e imponer más allá de los tiempos y, a su vez, le rinde culto al totalitarismo de inspiración comunista. Sus adversarios, es mi caso, creemos en el dogma de la democracia. Somos agua y aceite, y quizás algunos demócratas puedan conversar con él, pero nunca podrán avenirse con él salvo renunciando a lo que son.
En síntesis, lo que cabe es la resistencia democrática y, acaso, la conversación - bajo presión, pero nunca mediante diálogo - con el carcelero del momento. Es legítimo pedirle que alivie nuestras penurias dentro de la penitenciaría que llaman Socialismo del siglo XXI, que nos mantiene tras las rejas a todos los venezolanos, a nuestros derechos humanos, y al mismo Estado de Derecho.
correo austral@gmail.com

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domingo, 3 de marzo de 2013

ASDRÚBAL AGUIAR, MUERTA LA CONSTITUCIÓN, TODO CABE, CRÓNICAS DE FACUNDO

Quizás queden pocas horas, o algunas semanas, o algo más o menos para que se cierre en Venezuela el “pontificado” de Hugo Chávez. Y el más o el menos ya no depende de él, pues sus “camarlengos” y pretendidos sucesores - Maduro y Cabello - se han encargado de torcerle hasta su voluntad postrera - volver al redil constitucional democrático - para llevar el reino de la mentira y el engaño instalado hasta el paroxismo. Nunca como ahora, por lo mismo, la cuestión central que tenemos por delante los venezolanos es nuestra reconciliación con la verdad y su condición fundamental, la transparencia.
De poco sirve remendar pequeñas partes de nuestra cotidianidad – asegurarnos el pan de cada día, pedir condiciones para los actos electorales – si lo primero no ocurre, en pocas palabras, si no entendemos el costo muy gravoso que al final, para todo y para todos, tiene la poca importancia de nuestro culto a la verdad. Ningún logro es estable o rendidor en un mundo de simulaciones, menos en el campo de lo electoral.
En los predios del engaño, la manipulación, la perturbación del significado de las palabras y de las cosas, son imposibles la comunicación y el diálogo reclamados por el orden civilizado, no solo ciudadano, y menos la Justicia. Allí encuentran su mejor asiento la corrupción, el crimen, la traición como hábitos de vida. La democracia es, en contrapartida, encuentro de los diferentes sobre el camino de la confianza.
Desde inicios de la modernidad se afirma bien que sólo existe Constitución - la verdad civil o de los laicos - allí donde son garantizados los derechos humanos y al efecto se divide el poder del Estado y se contiene el poder personal arbitrario de los unos – o de uno – sobre los otros. Y cuando lo último ocurre siempre ha lugar al despotismo, que se funda en el desprecio por los otros, al subestimárseles y considerar que requieren de tutela permanente, sea autoritaria, sea ilustrada, sea utilitaria.
Así las cosas, en la hora corriente lo que cabe es que demandemos y nos demandemos servir a la verdad. Desatar el nudo de la situación de Chávez y respetar la Constitución. Lo demás viene por añadidura.
Nicolás Maduro y Diosdado Cabello, barriales que apenas son –   suerte de “dientes rotos” diría Pedro Emilio Coll – de la jornada del 4F y 27F, hoy mienten como siempre y de manera contumaz. Ocultan la verdad sobre su líder. Manipulan su tragedia abriéndole espacios peligrosos a la incertidumbre. Horadan su dignidad al borde de la muerte, tanto como éste horadó, sin miramientos, la dignidad del pueblo al que manipuló con su simulacro de revolución y quien lo aceptó minado por la ilusión.
Pero otro tanto cabe decir de la oposición al régimen, en tono autocrítico. Sus actores matizan las realidades - políticas e inconstitucionales - que hacen posible lo anterior. Arguyen costos de oportunidad o comportamientos "responsables" para no atizar el fuego y la violencia. La actitud "atenuada" y dispar asumida ante la "sentencia de la mentira", dictada por Luisa Estella Moralles y los suyos desde el TSJ para disfrazar el absurdo de verdad, ha implicado comparsa con el engaño: “Chávez no está pero no está ausente, o gobierna sin gobernar”.
La incertidumbre es lo contrario a la seguridad. Sólo hay seguridad allí donde existen reglas y son respetadas en sus contenidos, no como formas para enmascarar al engaño.
En fin, somos un país cuya Constitución, cuyo referente cotidiano para la verdad, ha muerto. Ha quedado enterrada bajo el imperio de la miopía. Y como diría Dostoievski, “si Dios ha muerto, todo está permitido”.
Y por ser exigencia vital, inherente al sentido más pleno y primitivo de la supervivencia, la búsqueda humana del piso firme, real y no aparente, sobre el cual posar la cotidianidad, su encuentro será indetenible. Nuestra hora de inexactitudes, por exacerbada, llegará a su final y ojalá pronto. Entonces habrá que escribir sobre la historia veraz de lo acontecido, de esta Torre de Babel vivida por Venezuela.
Se hablará otra vez, sin lugar a dudas, del 4F, y algún parangón  habrá que establecer con la igual circunstancia que vive Cipriano Castro a inicios del siglo XX y que repite Chávez a inicios del siglo XXI.
Uno y otro traicionan sus propósitos iniciales - aquel sus "nuevos hombres, nuevos ideales, nuevos procedimientos" y este su proyecto de "democracia humanista" - y le dan la espalda a quienes, de buena fe, los siguen en sus gestas.
A Castro se le atravieza en el camino hacia Caracas el célebre Grupo de Valencia, que lo rodea y corrompe. Y éste deja de lado y a la vera a los andinos, a los suyos. Y Chávez, en su tránsito hacia la Planicie y de allí hasta el Cuartel San Carlos y Yare, se deja secuestrar por los Castro de Cuba, por los Rangel, los Maduro y los Cabello, y la legión de sus “boliburgueses”. Deja en el olvido a los Comandantes, a los Urdaneta, a los Acosta Chirinos, e incluso a los Arias, a sus “Sesenta” en fin, que es el número de quienes se inmolan junto a El Cabito en su instante de ilusión e inopia y luego se arrepienten.
Papa Ratzinger le da término a su peregrinar elevándose en dignidad, por servir a la Verdad hasta su renuncia. A nuestro enfermo, oculto e imaginario, quien reside en algún lugar de Cuba o en Venezuela - nada se sabe - se le regatea su dignidad y hasta la de su familia, por los suyos de ahora, que son de utilería. Vive su tragedia, a la medida. Y la tragedia que nos deja como herencia encontrará solución, sólo y una vez como la mentira, hecha comportamiento social y política de Estado, quede enterrada junto a sus propaladores.
¡Calma y cordura!
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