BIENVENIDOS AMIGOS PUES OTRA VENEZUELA ES POSIBLE. LUCHEMOS POR LA DEMOCRACIA LIBERAL

LA LIBERTAD, SANCHO, ES UNO DE LOS MÁS PRECIOSOS DONES QUE A LOS HOMBRES DIERON LOS CIELOS; CON ELLA NO PUEDEN IGUALARSE LOS TESOROS QUE ENCIERRAN LA TIERRA Y EL MAR: POR LA LIBERTAD, ASÍ COMO POR LA HONRA, SE PUEDE Y DEBE AVENTURAR LA VIDA. (MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA) ¡VENEZUELA SOMOS TODOS! NO DEFENDEMOS POSICIONES PARTIDISTAS. ESTAMOS CON LA AUTENTICA UNIDAD DE LA ALTERNATIVA DEMOCRATICA
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sábado, 28 de mayo de 2011

VÍCTOR RODRÍGUEZ C.: PREOCUPACIÓN LEGÍTIMA LA COMUNIDAD INTERNACIONAL DEBE VELAR POR LA DEMOCRACIA

Las referencias a Venezuela en el mundo no pueden alegrarnos.

Todo lo contrario, entristece y preocupa oír las innumerables críticas y advertencias serias sobre la situación en Venezuela, cuyo régimen ha decidido abandonar el espacio democrático y aplicar políticas de corte totalitario. Las confiscaciones, la persecución, el ataque a las libertades y a los derechos, especialmente de pensamiento, de expresión y a la protesta, son ejemplos claros de esta desviación.

El monstruoso caso de la jueza Afiuni, castigada por decidir conforme a derecho, es objeto de referencias y comentarios en todos los foros de derechos humanos del mundo. En Ginebra, en el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas; en Washington, en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos; en foros y encuentros, como el recién celebrado en Noruega, auspiciado por la Oslo Freedom Forum, en el que participaron defensores, estadistas y personalidades del mundo entero: por la región, los demócratas Alejandro Toledo, Belisario Betancur, entre otros. En general y con razón, el régimen bolivariano es objeto de duras críticas. El tema no se agota y menos mientras tengamos la fuerza para luchar por la democracia. En pocos días, en Washington, Venezuela y la democracia en la región será otra vez el centro del debate, cuando se trate el tema de los nuevos modelos de subversión y el desprestigiado y confuso socialismo del siglo XXI.
Los bolivarianos, en evidente muestra de su vocación totalitaria, no atienden las críticas internas, menos las externas.
Por el contrario, sus reacciones son bien estructuradas: condena de las críticas, desprecio por ellas, descalificación de los denunciantes. El régimen acusa de "vendepatria" y "apátridas" ­reflejo de ignorancia absoluta­ a quienes luchan por el respeto de los derechos humanos y de las libertades fundamentales. El régimen bolivariano se esconde detrás de su interpretación perversa del concepto de soberanía y rechaza los señalamientos que se hacen.
Un escudo para protegerse e impedir progreso en el respeto de los derechos humanos, comportamiento propio del Estado forajido.
La democracia y los derechos humanos no se incluyen hoy en los asuntos de la exclusiva jurisdicción del Estado. Por el contrario, son del interés de todos. La comunidad internacional en su conjunto, es decir, los gobiernos, los órganos internacionales, la sociedad civil, debe preocuparse por la democracia, el único espacio en el que se pueden ejercer plenamente los derechos humanos.
Los órganos internacionales actúan desde hace tiempo en la defensa de estos derechos.
No sólo las comisiones y los tribunales internacionales se han pronunciado, también los órganos políticos, incluso el Consejo de Seguridad, que los relaciona con la paz y la seguridad internacionales.
En el caso de Suráfrica (apartheid), una vez; después, en relación con las atrocidades en Yugoslavia; hoy, en Libia; después, en Siria, y más tarde, en otros países, cuyos regímenes desconozcan el respeto de los derechos humanos y las libertades fundamentales, entre ellos, el derecho a la protesta pacífica, penalizada por los regímenes totalitarios, el Consejo de Seguridad y la comunidad internacional seguirán actuando, y con más énfasis, para defender a los pueblos oprimidos. La comunidad internacional debe velar por la democracia. Los gobiernos no son solamente democráticos por su origen, sino por su comportamiento, lo que supone el cabal apego a las normas y a los principios. Algunos gobiernos en la región, surgidos de la voluntad popular, utilizan las reglas y las instituciones democráticas para destruirla y acomodar nuevas formas de gobernar que en el fondo se traducen, simplemente, en regímenes totalitarios.

Venezuela sigue en el tapete, lamentablemente. Ya se expresa preocupación por el proceso electoral que con desventajas y abusos de los revolucionarios bolivarianos se inicia en el país. En democracia real, las elecciones deben ser libres, honestas y transparentes; la vigilancia internacional es un simple corolario. El ex presidente Uribe, de Colombia, se manifestó en ese sentido en días pasados, al pedir una vigilancia eficaz sobre el proceso que apenas se inicia y sobre sus resultados, para evitar el fraude, en el que algunos en las filas "revolucionarias" seguramente piensan, para continuar en el poder.


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martes, 10 de mayo de 2011

"AGLOMERAC​IÓN DE HOMBRES", ESO SOMOS. PACIANO PADRON

No tenemos país sin identidad, sin historia y valores comunes. “No puede hacerse un país sin un espíritu, so pena de no pasar de ser una aglomeración de hombres, una factoría, un mercado o un mero accidente histórico”, afirma Arturo Uslar Pietri, para luego añadir: “Un país existe, pobre o rico, próspero o atrasado, solo en la medida en que todos los que lo pueblan sienten que participan de una unidad superior y más duradera que ellos mismos, que posee un espíritu y cuya expresión suprema, inconfundible y permanente, está en su arte, en su pensamiento y en su literatura”.

         La tragedia de esta hora menguada de Venezuela es que el régimen mata las instituciones, cambia nuestros valores como pueblo, borra o interpreta la historia de manera acomodaticia, mientras nosotros callamos o tímidamente reaccionamos.  El totalitarismo militar avanza, se impone la maquinaria de un hombre cuyo único objetivo es mantenerse en el poder y acrecentar su influencia hegemónica en la sociedad. Nosotros vemos, poco hacemos.

         Cada vez más -para desgracia nuestra como venezolanos- se nos aleja la nación, se nos acaba. La mayoría, todavía por ahora, sigue viviendo aquí, sobreviviendo, mientras ya pasa del millón quienes ahora viven afuera, sumándose a otros pueblos, contribuyendo con otras comunidades humanas, integrándose a otras naciones. Más grave aún, quienes se nos van son fundamentalmente los jóvenes; de nuestra juventud los que más emigran son los profesionales, universitarios que han culminado sus estudios.  Al marcharse desangran nuestro cuerpo social. Se estima, por ejemplo, que algo más de cuatro mil médicos atienden la salud de otros pueblos, más allá de nuestras fronteras.  Son profesionales cuya formación no les costó un centavo a los países receptores, los que se enriquecen con sangre y cerebros nuestros.

         “Una nación es una gran solidaridad constituida por el sentimiento de los sacrificios que se han hecho y de los que aún se está dispuesto hacer.  Supone un pasado, pero se resume, sin embargo, en el presente por un hecho tangible: el consentimiento, el deseo claramente expresado de continuar la vida en común.  La existencia de una Nación es (perdonadme esta metáfora) un plebiscito de todos los días, como la existencia del individuo es una afirmación perpetua de vida”.  Así lo expresa Ernesto Renan, recogido por Rafael Tomás Caldera en su discurso de incorporación a la Academia Venezolana de la Lengua, en enero de este año.

         Cuando nos encontramos ante un hombre integrante de una nación -dice Caldera Pietri a partir de afirmaciones de Aristóteles- “…no estamos ante un animal social como las abejas, que cooperan con sus semejantes en la edificación de la colmena. Estamos ante un ser capaz de verse referido a los otros por la comprensión de su realidad. Cabe por ello discernir la noción de lo justo, lo que pertenece a cada uno, de tal manera que la convivencia se puede establecer precisamente como una vida compartida, en pos de la realización de cada cual y de todos”.

         ¿La culpa es de Chávez?  Sí, pero no solo de él.  Sería muy fácil escaparnos del problema ubicando al culpable solo fuera de nosotros mismos.  El ya indigno Presidente que tenemos comete crimen de acción, al acabar con la nación, al romper nuestra identidad y confundir nuestros valores, al destruir la solidaridad y sembrar odio y confrontación permanentes.  Nosotros, que nos definimos demócratas, cometemos crimen de omisión al no actuar, o al hacerlo con tal timidez que retarda dañinamente la hora de revertir el desorden.  La situación se agrava.  Es ahora. Es la hora.  Es tiempo de dar paso adelante. 

E-Mail: pacianopadron@gmail.com
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martes, 8 de marzo de 2011

KHADAFI Y CRISTINA – II. RICARDO LAFFERRIERE DESDE ARGENTINA

Aunque toda guerra de agresión es criminal, no se trata de una guerra.

Aunque toda violencia política es repudiable, no se trata sólo de hechos cotidianos de violencia.

Miles de personas son masacradas por bombardeos del gobierno de su propio país, que nuevamente utiliza helicópteros artillados con la tecnología más avanzada y aviones de guerra bombardeando ciudades y civiles con saña y alevosía.

Lo que está haciendo Khadafi para conservar el poder con el que ha construido una fortuna de decenas de miles de millones de dólares deja sin calificativos, porque no existe en las lenguas civilizadas forma de describir semejante horror.

Los testimonios periodísticos y fotográficos no mienten. Calles sembradas de cadáveres, miembros de cuerpos -cabezas, brazos, piernas, dedos- desparramados tapizando plazas, humildes viviendas destrozadas por artillería de tanques de guerra, y un jefe de gobierno “revolucionario” afirmando voz en cuello que quien no lo ame no merece vivir.

Al terminar la Segunda Guerra Mundial y salir a la luz los crímenes del nazismo, la humanidad comenzó a edificar el concepto de la universalidad de la vigencia de los derechos humanos como principio superior y prioritario a la propia soberanía nacional.

Los Juicios de Nüremberg dieron inicio a un proceso que está abriéndose paso inexorablemente con la instauración de tribunales permanentes, como la Corte Penal Internacional, que día a día se gana el respeto de la opinión pública mundial a pesar de la reticencia de algunos –como Estados Unidos y Cuba- en ratificar los instrumentos constitutivos.

La Argentina ha sido señera y constante en esa prédica, a través de todos sus gobiernos, no sólo porque está en el mandato fundacional de nuestra vida independiente, sino porque durante toda nuestra historia –aún la reciente- nuestro pueblo ha sufrido como pocos el salvajismo de las discrepancias trasladadas a la lucha violenta por cuestiones políticas.

El siencio, en este caso, está cargado de cinismo. Mucho más cuando ese silencio se escucha con la amplificación que otorga autodefinirse “defensor de los derechos humanos”.

Aunque nos gustaría escuchar un pronunciamiento de condena de los organismos de derechos humanos argentinos y especialmente de las Madres de Plaza de Mayo, que saben por haber sufrido en carne propia lo que es el dolor de tener hijos masacrados por la violencia política, es su decisión y en todo caso deberán convivir con su conciencia cada vez que escuchen, vean o lean lo que ha hecho Khadafi con su pueblo.

Pero lo que sí tenemos derecho a exigir, como ciudadanos de la Nación Argentina, es una terminante condena de nuestro gobierno ante este genocidio cínico, repugnante y violatorio no ya de normas expresas de los organismos internacionales de los que Libia es miembro –como las Naciones Unidas- sino del más elemental principio de respeto a la dignidad de la condición humana.

No interesa lo que hagan Chávez, Castro u Ortega, ni siquiera Lula o Rousseff. No pude pasar un día más sin que nuestro país se sume a quienes repudian sin matices y sin medias tintas este crimen contra la humanidad. No sólo está en juego el prestigio de nuestro país, sino la pérdida de autoridad moral para condenar en el futuro hechos similares, originados en otros actores, dentro o fuera del país.

ricardo.lafferriere@gmail.com
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lunes, 22 de noviembre de 2010

DESCEREBRAR AL PAIS. JAIME REQUENA

Las enfermedades del espíritu pueden ser peores que las del cuerpo: la esquizofrenia o el alzhéimer, por ejemplo. Nos anulan la razón, la diferencia con los otros animales, nos deshumanizan. Mucho nos quejamos de los innúmerables males materiales que nos asesta este infame gobierno y que no voy a enumerar por falta de espacio.

Pero creo que hablamos menos de la cantidad de materia gris que hemos venido perdiendo en acelerada progresión. Y no voy a referirme a la demencia que emana desde arriba y que todo lo envuelve, aun a los contrarios a esos desafueros sin tregua. Es otro tema.

Nos queremos referir a algo más tangible y hasta cuantificable, la pérdida de masa cerebral que está sufriendo el país y que es una de las maneras más deplorables y eficaces de negarnos un futuro.

En días pasados leí varias noticias aullantes en el sentido apuntado: la Unesco ha determinado que el 60% de la investigación científica y tecnológica que se hace en América latina se realiza en Brasil. Pero hay más que esa superioridad del hermano mayor: el 90% lo realizan cuatro países, Brasil junto a México, Chile y Argentina. Nosotros entramos en ese 10% con el resto de los países de la región. Y decía Jaime Requena, especialista en valorar la actividad científica, en una entrevista reciente, que en los años noventa estábamos entre los primeros países latinoamericanos en cantidad y calidad de nuestra investigación.

La Unesco, por supuesto, considera la muy insuficiente labor en el campo del conocimiento una de las rémoras mayores para alcanzar el desarrollo.

En otra noticia se informa que el poder adquisitivo del venezolano, según el Banco Central, descendió en un año en un 4,9%. Pero "el grupo ocupacional de profesionales, científicos e intelectuales" observó como su capacidad de compra se desplomó en 18,5%. Le pedimos que trate de pensar en conjunto los dos tópicos y los que siguen.

Hace unos días El Nacional tuvo como primer titular la aseveración de la Academia de Medicina de que 10.000 galenos se han ido del país en esta década de felicidad. El antetítulo indicaba quizás algo peor: miles de médicos express se incorporan a los hospitales. También leímos recién sobre el sablazo que le dieron al PPI, uno de los pocos apoyos a nuestros investigadores, que sacó del proyecto a más de dos mil investigadores. No se sabe con qué criterio ni con qué fines. Uno siempre prejuiciado los supone tenebrosos.

Si ese palo de agua, ese deslave reciente, lo encuadramos en los 25.OOO científicos que Requena calcula han emigrado (no pasan de 5.000 los que quedan en el país) y los centenares de miles de universitarios que se sabe afuera, la cosa parece apocalíptica. Y si le agregamos la persecución financiera y a bombazos de las universidades y prácticamente el desmantelamiento de las instituciones culturales podemos concluir que el cerebro patrio ha sufrido una catástrofe de notables proporciones y quién sabe cuánto tiempo costará recuperarlo. A lo mejor varias generaciones. FR.

conciencia.talcual@gmail.com

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