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sábado, 17 de octubre de 2015

JOSÉ DOMINGO BLANCO (MINGO), LAS MISERIAS DE MI PAÍS

Dos hechos aislados, de los muchos que ocurren en nuestra ciudad. Dos hechos que describen la violencia, la indolencia, la deshumanización, la miseria y el salvajismo que estamos padeciendo los venezolanos. El pasado fin de semana fui testigo tácito de la impotencia que sentimos los ciudadanos de este país cuando nuestros derechos son violentados abiertamente, ante la mirada indolente y complaciente de un gobierno que solo se lava las manos –impregnadas de sangre- o voltea el rostro perverso hacia otro lado, para desentenderse de los destrozos que ocasiona el monstruo que ellos han creado.

El primero de los casos lo protagonizó una doctora del Hospital Universitario. Su relato es la estampa de lo que, a diario, viven pacientes y galenos de estos recintos, lanzados al olvido por el régimen. Enfermos cuyas vidas penden, como nunca antes, de un hilo extremadamente delgado…Son unos héroes nuestros médicos que, además de la escasez de equipos, medicinas e instrumentos, ahora también enfrentan los avatares de un hospital que, sin aviso y sin protesto, se queda sin suministro eléctrico, poniendo en riesgo a pacientes que, como en el caso que cuenta la doctora, sus cuerpos quedan expuestos en la mesa de operaciones en medio del apagón. Enfermos cuyas esperanzas de vida se centran en esa cirugía o ese trasplante, que son abiertos y vueltos a cerrar, sin que se haya podido realizar la operación porque se fue la luz, las plantas eléctricas no arrancan y Corpolec no reacciona con la rapidez que estas zonas estratégicas requieren. Cirugías abortadas a mitad de camino que terminan en fracaso y alumbradas por las linternas de los celulares de las enfermeras. ¿Acaso no parece la descripción de algo que solo podría ocurrir en países con extrema pobreza?

Por supuesto, como es de suponer, la doctora que vivió esta experiencia reflexiona, con la impotencia y el dolor, que algo así despierta: “(…) ¿Qué pasó? Que el paciente estuvo en una lista de espera, que fue anestesiado, que fue abierto, manipulado, que no se pudo terminar el trasplante, que se quedó con su riñón no funcional y que el riñón a trasplantar se perdió. Esto no debe suceder, esto es inaceptable. Se vivió (…) una de las peores situaciones que pueden pasar, una situación horrible. ¿Qué dirán los familiares? ¿Y el paciente? Despertarlo y éste pensar que ya tiene su riñón; pero, que lamentablemente no sucedió. El que estaba en la mesa operatoria no era ni un animal ni un muñeco: ¡era un ser humano! Hago un llamado a la reflexión de todos en este país. Ya nos hemos acostumbrado a la escasez, a la miseria, a la falta de medicamentos, a los homicidios, a la delincuencia, las estafas y ¿también tenemos que aceptar estas cosas que acabo de contar? ¡Yo creo que ya basta! Yo creo que ya está bueno el circo de gobierno que tenemos que solo engañan y se lo calan dos clases de gente: los muy ignorantes y los que están como los becerros pegados de las tetas de la vaca, agarrando real parejo y el pueblo matándose por un pollo o una harina pan”.

Habría que ser indolente – ¿o un funcionario del gobierno?- para no solidarizarse con los sentimientos de esta médico, y con todos los doctores que como ella luchan para salvar vidas. Son unos mártires nuestros enfermos renales, cardiopatas u oncológicos, que aguantan con estoicismo –o resignación- su turno para ser operados. ¿Ocurre eso en el Hospital Militar? ¿Padeció Chávez en algún momento de su penosa enfermedad las consecuencias de no aplicarse un tratamiento a tiempo? ¿Tuvo su familia que bregar de farmacia en farmacia una sonda, un catéter, una pastilla, gasas o hilo para sutura? No. Por supuesto que no. En eso, el difunto presidente fue lo suficientemente excluyente y clasista. Como remeda Nicolás, para quien es más importante destinar recursos milmillonarios para los soldados de la frontera que para los hospitales del país, o para los médicos que en ellos trabajan o para los profesores universitarios que se encargan de preparar a nuestros profesionales futuros.

Y mientras éste enfermo renal sigue luchando por su vida, otros venezolanos también. Pero, por una razón totalmente distinta. Son esos compatriotas que, al azar, son presas del hampa. Las víctimas de los secuestros express que, un domingo cualquiera, se transforman en la fuente de ingresos cuantiosos para las megabandas que pululan por la ciudad. Delincuentes madrugadores que salen tempranito a pescar a sus incautos, cuyas familias –desesperadas, asustadas y sin garantía de que les devolverán con vida al hijo o al esposo secuestrado- hacen lo posible y lo imposible por complacer sus demandas. Hampones que ya no piden bolívares porque, conscientes como están de la economía del país, son expertos en devaluación. Piden dólares. Exigen euros. No cien, ni doscientos, sino miles de ellos. Ruedan libremente por las calles de Caracas, luciendo su poderío y agresividad, en camionetas mejor equipadas que las de los oficiales encargados de velar por nuestra seguridad. Armados con un arsenal que sería la envidia de cualquier cuerpo policial. Y juegan con el miedo. Con la psiquis y la vida de la víctima. Disfrutan sembrando el terror. Torturan al secuestrado ofreciéndole una muerte segura, pero llena de maltratos y dolor. Los amedrentan con golpes en la cabeza propinados con las culatas de sus armas largas. Les ofrecen cortarles las extremidades con una motosierra. Les hacen extender las manos y les colocan una granada como quien entrega una moneda. El miedo de la víctima aumenta. Horas de incertidumbre y de zozobra. Horas eternas para el secuestrado, cuya vida dependerá de la solidaridad de la familia, de los amigos y de los conocidos que removerán cielo y tierra para cumplir con las exigencias… Un venezolano trabajador cuya vida puede terminar prematuramente si el maleante “no está de buenas”.

Dos historias distintas, pero en el fondo idénticas, que retratan las miserias de un país donde lo absurdo se hizo cotidiano y, además, gobierna.

José Domingo Blanco (Mingo)
mingo.blanco@gmail.com
@mingo_1

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viernes, 9 de octubre de 2015

JOSÉ DOMINGO BLANCO (MINGO), ¡Y QUÉ RACHA!

Comencé a leer “La Mala Racha”, el libro de Fernando Martínez Móttola, quien además tuvo la gentileza de obsequiármelo el día que lo entrevisté para hablar de ésta, su novela, y de otros temas que, invariablemente, giraron en torno a la situación actual del país. Para quienes no lo recuerdan, Martínez Móttola fue presidente de Cantv y Ministro de Transporte y Comunicaciones allá por el año 92, en la gestión de CAP II. Durante la época de la Cuarta República, como despectivamente etiquetaba Chávez a quienes les antecedieron en el poder.

Por supuesto, al final de nuestra conversación no pude resistirme y le recordé que, cuando fue el ministro responsable de la cartera de Comunicaciones, suspendió mi programa “Ni lo uno ni lo otro” que se trasmitía por Radio Capital. No preciso en estos momentos cuál fue el motivo que provocó la suspensión; pero, debe haber sido algo que dije y que molestó al mandatario de turno. Fernando soltó la carcajada. Quizá una reacción espontánea y honesta, cargada de añoranza por unos tiempos que, comparados con los actuales, lucen inocentes y medianamente castos. Época de una Venezuela con vicios y un tanto convulsa, que comenzaba a escuchar de militares golpistas y alzados, comandados por un ignoto Chávez, que, a la vuelta de los años, igual asumió el poder pero, no por las artimañas de un golpe fracasado, sino por la vía electoral. 

¡Cuánta agua ha corrido de esa fecha para acá! Cuando pienso en La Cuarta, sin poder expiarla de culpas, no me queda más remedio que reconocer que sus autores –y actores- lucen como niños de pecho comparados con los responsables de La V.

El asunto es que, como les comentaba, comencé a leerme La Mala Racha: un libro de fácil lectura, que engancha porque su protagonista, un ingeniero despedido de la industria petrolera, va describiendo sus vivencias, sus angustias y sus incertidumbres en una Venezuela que ya no reconoce; un país que, de la noche a la mañana, se le puso de cabeza y le bloqueó todas las oportunidades. Es el retrato de la Venezuela actual. La descripción de una nación que padece las consecuencias de un gobierno que no cree en la meritocracia y condenó a los ciudadanos que se le oponen. Un protagonista que –en el capítulo por el que voy- se debate en el dilema de irse o no de su amado país.

Matías Romero se llama el personaje principal de la novela de Fernando que, como ya señalé, es un ex trabajador de la industria petrolera; pero, Matías Romero, pudiera tener muchas caras, muchos nombres o distintas profesiones. Romero pudiera ser cualquiera de nosotros: un venezolano que le apostó al país, supo lo que era granjearse una mejor calidad de vida con talento y trabajo y, de pronto, con la llegada de una nueva ideología y sistema de gobierno, todo se le desmorona, y a pasos acelerados.  

Es la radiografía, sin mayores pretensiones, de una Venezuela que duele. Son diálogos que, me atrevo a asegurar, todos –o una gran mayoría de nosotros- ha tenido en la intimidad de los hogares, o en encuentros con los amigos. Son situaciones que describen nuestra vida actual: esta distorsionada vida cotidiana que nos toca enfrentar.

¿Qué va a pasar con Matías Romero? Aún no lo sé. Espero terminar el libro en los próximos días. Lo que sí sé es que los venezolanos, los que día a día “protagonizamos” nuestros dramas personales, aún no hemos tocado fondo. Vamos en caída libre y los escenarios que vislumbran respetados analistas económicos, no son nada esperanzadores. A propósito de este tema, recientemente estuvo en mi programa de radio el economista Pedro Palma, a quien respeto y aprecio. Sus proyecciones, como las de sus muchos otros colegas, no son alentadoras. Pero, ávidos como estamos de saber cuáles podrían ser los salvavidas que nos ayuden a capear el temporal, mantenernos a flote y blindarnos ante la crisis que se avecina, el doctor Palma hizo algunas recomendaciones.

Es público y notorio que nuestro poder adquisitivo decae, que cada día somos más pobres, que la inflación nos asfixia, que el bolívar se devalúa, que los productos escasean…y pare usted de contar porque podríamos estar horas enumerando desgracias. Y lo más lamentable de todo es que aún lo peor no ha llegado. ¿Qué hacer ante este panorama? Protegernos como podamos y con los recursos monetarios con los que cada uno cuenta. El doctor Palma mencionaba, como una manera de resguardarnos, la compra de bienes o electrodomésticos. Incluso hacer refacciones en el hogar que, a pesar de que pueden resultar costosas, ayudan a mantener o revalorizar el inmueble. 

También sugirió comprar, para quienes tienen algún dinerito -o pronto cobrarán las utilidades- obras de arte u oro. Lo que se haga hoy, hay que verlo como una inversión que, de no hacerse, mañana nos costará mucho más o nos será imposible realizar. Sabía, y así lo expresó el doctor Palma durante la entrevista, que muchas de sus sugerencias, enfrentan otras dificultades; pero, hay que prepararse. 

Enfatizo: las proyecciones no son alentadoras…Y no podemos saber si esta situación país que nos asfixia, es tan sólo un asunto momentáneo de mala racha, como el título de la novela de Fernando.

Jose Domingo Blanco (Mingo)
mingo.blanco@gmail.com
@mingo_1

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sábado, 3 de octubre de 2015

JOSÉ DOMINGO BLANCO (MINGO), PODER SIN MÉRITOS

En medio del bullicio que impera en el lugar donde me encuentro, destaca una mujer. Sobresale, no solo porque es alta. Descuella porque, aun cuando viste ropa deportiva y está sin maquillaje ni poses, irradia elegancia. Un garbo natural que brota en los modales que derrocha cuando toma el café, cuando habla, cuando comenta la situación del país y describe la realidad actual de su negocio. Asegura que se adapta a los cambios. Intenta acostumbrarse a las nuevas conductas de sus novísimos clientes; sin embargo, lamenta –en una mezcla de añoranza y decepción- los años cuando su tienda servía de punto de encuentro y reunión de gente cortés. De eso no hace tanto tiempo, comenta; pero, asegura que, la de hoy, es una Caracas que ya no reconoce. Extraña a esas antiguas clientas, las de siempre, las habituales, las de antes, las que por diversos motivos, ya no viven en el país. Esas, sus clientas educadas, no necesariamente adineradas. No; porque según ella, el problema que ve hoy no es el dinero. Hay demasiado billete circulando en las calles. El problema, afirma, es la falta de educación –la falta de modales, formación, instrucción, buen comportamiento, roce, decencia y cultura- de quien lo ostenta…o lo derrocha.

No es la primera vez que oigo ese comentario. La escucho y hago un repaso silencioso de los lugares que últimamente he visitado, donde he visto conductas similares a la que ella describe Sí, eso es lo que estamos viendo cada vez con más frecuencia: gente con mucho –pero, mucho, mucho dinero- sin una pizca de educación. Gente que abre sus morrales o carteras y saca un fajo de billetes para pagar una prenda cuya etiqueta luce, mínimo, cuatro ceros a la derecha. Gente muy humilde que llega en autobús o mototaxi a esas tiendas; pero con la capacidad y la “fuerza” para invertir, en una sola factura, lo que para un profesor universitario representarían más de 20 quincenas. El país de las distorsiones.

Chávez empoderó al pueblo. Es la otra reflexión que me viene a la mente. Chávez justificó que el pobre robara si tenía hambre. Chávez expropió para entregarle lo confiscado al pueblo. Pero, no lo capacitó antes de otorgarle tan importante rol económico y social. No los prepararon para asumir con responsabilidad sus nuevos modus vivendi. Esta situación actual –esta distorsión- no es más que las consecuencias de la aplicación de las políticas populistas y la ideología de Chávez. El difunto presidente se conectó con los excluidos, entre otras cosas, gracias a su chabacanería y su lenguaje soez. Es de suponer que el ideal de cualquier líder es distribuir bienestar sin distingos. Procurar que las riquezas de una nación sean entregadas en igualdad de condiciones. Involucrando en la repartición de superávit a los olvidados de siempre. Pero, hubo unos pasos que este régimen se saltó a la ligera.

Una sociedad desarrollada es sin duda aquella en donde todos tienen las mismas oportunidades de crecimiento, acorde a sus capacidades, méritos y competencias. Solo que a Chávez – y a todo lo que encierra el chavismo y su herencia- se le olvidó que a la gente, antes de empoderarla, hay que educarla. Enseñarla a conducir y conducirse ante los retos que le podrán a prueba.

Cuando yo era muy joven, al finalizar tercer año de bachillerato, tuve la suerte de hacer una pasantía en una de las magníficas empresas del grupo Mendoza: Venepal –una de las compañías de pulpa y papel más prestigiosas de América Latina. La planta estaba en Morón, antes de Tucacas. Una de las cosas que más recuerdo era que todo allí era perfecto. Y no la simple sensación de que todo era perfecto. El modelo de negocio era exitoso. Los empleados se regían por un manual de procedimientos. Obreros y gerentes asumían sus labores con absoluta identificación con la empresa. En la entrada de los campamentos, donde se ubicaban las viviendas de los trabajadores, había vallas con las normas de convivencia, que todos respetábamos. Una única escuela donde podían ir los hijos de todos los empleados. Un comedor amplio donde almorzaban juntos, en la misma mesa, desde el ingeniero de más alto rango hasta el obrero de botas de hule y manos con huellas de tinta. Venepal era el modelo de la sociedad perfecta porque, además, la empresa les ofrecía a sus empleados un abanico de oportunidades para que lograran aumentar su calidad de vida a través de planes de estudio y becas. Allí el obrero entendía que superándose –académica y profesionalmente- podía lograr ascensos e incluso alcanzar niveles gerenciales. El obrero aprendía que su trabajo, bien hecho, le permitiría obtener nuevas oportunidades de desarrollo y crecimiento dentro de Venepal. Una empresa que fomentaba la meritocracia, que bonificaba el éxito en el desempeño, que premiaba al empleado destacado. Una empresa que desarrollaba planes de carrera.

¿Por qué les cuento esta historia? Porque de pronto Venepal –y todas las otras corporaciones que como ésta aplicaron modelos de negocios exitosos- es el ejemplo de lo que un visionario, un líder, un buen gerente puede lograr cuando no regala, sino estimula y enseña. Cuando “empodera” en la medida en que el empleado, a punta de méritos, alcanza metas y demuestra comprobadas destrezas. Es el ejemplo de lo que pasa en Venezuela cuando se educa correctamente al desposeído y se le prepara, adecuadamente, para el momento en que le corresponda asumir riquezas. Es el ejemplo de lo que puede pasar cuando a la sociedad se la estimula a labrar sus propias riquezas…con mucha formación.

José Domingo Blanco (Mingo)
mingo.blanco@gmail.com
@mingo_1

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sábado, 26 de septiembre de 2015

JOSÉ DOMINGO BLANCO (MINGO), CONTRAPODER

Un grupo de venezolanos, sin aparente postura ni interés electoral, está planteando una agenda ciudadana. Reconozco que no es la primera iniciativa, ni la primera agenda, que llega a mis manos.

Por experiencia sé que hay muchos profesionales, académicos y pensadores críticos que se han dado a la tarea de diagnosticar la situación país y proponer ideas viables que nos permitan salir de la crisis actual. Algunas de las propuestas son más ambiciosas que otras.

Al final, sin importar la extensión de esos documentos, son el reflejo de discusiones que suman horas de trabajo y esfuerzo. Sin embargo, en todos se palpa el genuino deseo de solucionar y enderezar el rumbo de las cosas. Lo que no me extraña es que, en cada uno de estos análisis, aparezca como rasgo común el consenso que hay entre los ciudadanos sobre la urgencia de salir de este modelo actual de gobierno, caracterizado por el exceso de poder y control del Estado, corrupción y polarización.

Por eso, aplaudo las iniciativas que van más allá del análisis, la denuncia y la queja sobre una terrible situación de la que estamos muy conscientes –porque la padecemos en carne propia-; pero, que no terminamos de solventar. Aplaudo, como lo he dejado colar en otros artículos, las iniciativas que pretenden alejarse de los cogollos y dictaduras de partidos que han imperado en Venezuela en los últimos años. Quizá las aplaudo con entusiasmo, con la esperanza de que de alguna emerja esa tercera vía, liderada por la sociedad civil, la cual pudiera producir el viraje que requerimos como nación.

Estos grupos, insisto, surgidos desde las entrañas de la sociedad civil, están motivados por el diseño de un “salvavidas” nacional que evite nuestro hundimiento como país. La esencia de estas agrupaciones –conformadas, en la mayoría de los casos, de manera espontánea; pero, con una legítima preocupación por Venezuela- es plantear una agenda país, un proyecto de reestructuración y reconstrucción de nuestra nación, alejado de los intereses partidistas y de los fines meramente electoreros.

El más reciente de estos papeles de trabajo que llegó a mis manos fue el de un grupo que se autodenomina Red de Agenda Ciudadana (RAC), el cual quiere promover el debate político –ciudadano- sobre el Poder; pero, completamente alejado de lo electoral, algo realmente difícil en un país como el nuestro, (mal) acostumbrado en los últimos tres lustros a centrar sus esperanzas de cambio en las mesas de votación. Los miembros de la RAC insisten que la discusión sobre el Poder debe hacerse para entender la relación que existe entre su estructura y ejercicio con la crisis nacional, y los efectos concretos que tiene en la vida de los ciudadanos.

La Red de Agenda Ciudadana plantea la necesidad de “ir más allá de la narrativa y la enumeración sobre la crisis que, a diario, se repite millones de veces. Ir más allá de lo electoral y candidatural (sic); de la polarización gobierno-oposición y visualizar las estructuras causales, de soporte y continuidad de la crisis. Promovemos un debate político, vivo, abierto, sobre el Poder -previo a lo técnico y académico- a partir de la vivencia de la gente y los efectos concretos en su cotidianidad”.

Algo que quiero destacar, es la intención que tienen los miembros de la RAC de estar integrada por ciudadanos auto-convocados, en los que no predominarán ni las jerarquías ni los niveles; gente vinculada y agrupada por el interés de un debate libre de inclinaciones partidistas o proselitistas. Aclaran, si acaso pudiese surgir esa duda, que su intención no es transformarse en un partido político, ni actuar como actúan las burocracias partidistas. El debate libre, abierto y ciudadano, se dará con respeto a las ideas, aun cuando no siempre haya consenso entre ellas. “La Red de Agenda Ciudadana promueve la agenda para el debate ciudadano sobre la reforma política. Sobre la eliminación del presidencialismo y la reelección, la ciudadanización de los Poderes Públicos y la gestión gubernamental a todos los niveles”.

El verdadero reto que tienen estas agrupaciones surgidas de la sociedad civil es capitalizar el descontento de los ciudadanos. Porque cada día crece el número de venezolanos cansados de los bandos. El venezolano –incluso el que este 6D se levantará, saldrá de su casa y cumplirá con su derecho al voto- está harto. Harto del gobierno y también de la oposición. Entonces, ¿cómo activar y sumar más participantes en las Asambleas o Redes Ciudadanas? ¿Cómo despertar en cada uno de nosotros la necesidad de ser los promotores del cambio? ¿Hasta cuándo vamos a seguir conscientes de los problemas que tenemos, quejándonos de los problemas que tenemos; pero, sin mover un dedo -o solo mojándolo en la tinta indeleble- esperando que sean otros quienes resuelvan? Tenemos que entender que, si bien es importante votar, lo electoral, sin una agenda país de reconstrucción y cambio que solo beneficie a los que ocupan el Poder, es un simple formalismo constitucional, que no ha generado las transformaciones que nos urgen.

Quizá en ese momento, cuando estemos cohesionados como sociedad civil, logremos ponerle freno a las pretensiones de perpetuarse en el poder de quienes rigen el destino de nuestra nación. Esa es la tarea de RAC y de todos los grupos que como éste emprendieron el mismo rumbo. En principio esa es la meta de la Red de Agenda Ciudadana: “buscar un efecto político, estimular que se active la inteligencia, la reflexión y la capacidad de reacción de la gente ante el Poder; activar en la subjetividad social, una beligerancia ciudadana de contrapoder”.

José Domingo Blanco (Mingo)
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sábado, 19 de septiembre de 2015

JOSÉ DOMINGO BLANCO (MINGO), RÉGIMEN BACHAQUERO

Antes, sólo era el nombre de un municipio zuliano. O la forma como se designa a la colonia donde habitan las hormigas culonas. Pero hoy, además, es un término que está de moda. Es la denominación que recibe la que, a mi juicio, es la “profesión” mejor pagada en estos momentos: ¡Bachaquero! Un bachaquero gana más que un profesor universitario, que un ingeniero recién graduado, que un médico de hospital. Gana, mensualmente, hasta cinco veces más que cualquier empleado cuya remuneración sea el sueldito mínimo decretado por el gobierno. Los bachaqueros perciben mucho dinero sin necesidad –en la mayoría de los casos- de pasar cinco años sentados en el pupitre de un liceo o una universidad, sino el equivalente a cinco horas en la cola de un Bicentenario. Irónico y surrealista como muchas de las cosas que ocurren en Venezuela.

Los bachaqueros son el producto de la distorsión del modelo económico aplicado por este régimen. Bachaquear es, para orgullo de quienes lo practican, un negocio redondo al que cada vez se suma más gente. Los bachaqueros son, quizá, los buhoneros de antaño; pero, especializados, calificados y con el control de las áreas de negocio en las que este sistema ha fracasado. El bachaquero es un buhonero sin curriculum, al que el desgobierno le dio un pase VIP, o boleto de primera clase, con acceso privilegiado a los productos o servicios regulados que, por supuesto, son los más demandados y escasos. Por eso, se “profesionalizó” esta industria. ¿Cómo evitar que los bachaqueros hagan colas a las puertas de los automercados, farmacias, perfumerías, ventas de cauchos, ventas de baterías, ventas de materiales de construcción, si después de cinco horas, la ganancia es jugosa? Su modelo de negocio –circunstancial y cortoplacista- es, por ahora, exitoso. El bachaquero es un buhonero con doctorado en materia de comercio informal.

Para nada han servido las captahuellas. De nada sirve imponer los días de compra según el terminal del número de cédula. Eso, lo único que ha logrado es estimular la creatividad del bachaquero que, ante cada nuevo control inventado por Nicolás y secuaces, se las ingenia para burlarlo y seguir manteniendo el negoción. El bachaqueo se expande, y visto los dividendos que aporta, suma más adeptos.

Pero, al final ¿qué son? Pues, no son más que unos saqueadores del país. Es lo que ha proliferado con este régimen. Porque es tan bachaquero el que vende pañales o café con sobreprecio en un tarantín de Petare o Filas de Mariche, como el que cobra comisión para tener acceso a dólares preferenciales, cabillas para la construcción o boletos aéreos que permitan viajar, dentro o fuera del país, con la aerolínea del Estado. Las historias de corrupción, públicas y notorias, están allí y se multiplican. El otro día conversaba con una persona dueña de una pequeña agencia de viajes. Además de describir las peripecias que hace para subsistir, me relató lo que -parece ser- es un secreto a voces: lograr un boleto en Conviasa, en bolívares, para Europa, es relativamente fácil para quienes estén dispuestos a pagar las “comisiones” que exigen quienes tienen acceso a la boletería. Algo así como el “diezmo” que requieren algunas personas clave de la aerolínea por conceder el “milagro” del ansiado ticket aéreo. Hechos de corrupción que se cometen en las narices de quienes deberían ser los encargados de sancionarlas. Porque no es normal que en una nación haya que “pagar” hasta diez veces más de lo que cuesta un producto o servicio, solo por el hecho de que algún “vivo” decidió hacer de eso su “gallinita de los huevos de oro”. Para eso es para lo único que ha servido la regulación de precios: para que la demanda se incremente, el producto o servicio escasee y los bachaqueros abunden.

Tan bachaquero es el militar o funcionario público que cobra para dar buena pro, como el que vende papel toilette en la calle. El fin último es el mismo: obtener dinero de manera fácil y rápida, en este momento tan particular que vive Venezuela, donde la impunidad, los controles, las regulaciones y por supuesto, el fracaso del modelo económico del chavismo-madurismo, así lo hacen posible. Se ha expandido tanto el fenómeno del bachaqueo que hasta algunos connotados políticos de la supuesta oposición, con tal de mantener su cuota de poder, son capaces de negociar con el régimen. Es parte de esta dinámica perversa en la que ambos se benefician.

¿Cómo vamos a erradicar estas prácticas que dan más dividendos que estudiar una profesión? Esa es la verdadera distorsión. El golilleo, el oportunismo, el matraqueo, el raspacupo, el buhonerismo, el rebusque, la mendicidad, el bachaqueo no pueden convertirse en las principales capacidades del venezolano; mucho menos los atributos del hombre nuevo miserable del que tanto habló Chávez y que vemos en las calles, cada vez con más frecuencia. Otro deplorable mérito de estos 16 años de revolución.

La máquina de producir limosnas está quemando sus últimos cartuchos. No quiero imaginar siquiera lo que ocurrirá cuando se agote el pozo de donde proliferan los chanchullos. No dudo que, en medio del desespero, lo que único que presenciemos sea el más salvaje de los canibalismos.

José Domingo Blanco (Mingo)
mingo.blanco@gmail.com
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sábado, 12 de septiembre de 2015

JOSÉ DOMINGO BLANCO (MINGO), PEDIATRA SIN BATA…Y SIN VIDA

¡Huérfanos! No uno, ni dos; sino ciento de ellos. Porque, cuando el 19 de mayo de este año le arrebataron la vida al pediatra oncológico Jesús Gerardo Reyes Kattar, cientos de pacienticos con cáncer, atendidos por Jesús, perdieron también al padre putativo que batallaba junto con ellos para ganarle a la enfermedad. A Jesús lo mató un desalmado, porque no lo puedo tildar de otra manera. Un delincuente a quien la justicia solo consideró oportuno castigar con 10 años de prisión. Una condena ridícula que no compensará jamás la enorme pérdida de la familia Reyes Kattar, ni la de centenares de niños y adolescentes con cáncer que ya no tendrán a su doctor al lado dándoles esperanzas.

El caso, como todos recordarán, causó consternación e incluso generó protestas de trabajadores, pacientes y médicos del Hospital JM de los Ríos, quienes trancaron la calle exigiendo seguridad y justicia. Ese 19 de mayo, lo último que se supo del doctor Reyes Kattar -quien a finales de ese mismo mes cumpliría apenas 44 años- es que salió de su guardia nocturna del Hospital Oncológico Luis Razetti rumbo a su casa. Su hermana Mayiri, al ver que no respondía a sus llamadas, decide ir al día siguiente a su apartamento y lo encuentra maniatado y sin vida. Una escena desafortunada, dura, dolorosa e impactante que nadie debería presenciar jamás. Una escena final totalmente inmerecida y mucho menos para alguien dedicado a salvar vidas.

Mayiri lo describe como un hombre excepcional, buena gente, amigo de todo el mundo, abocado a su profesión; sin hijos propios, pero, con cientos de ellos, porque sus pacientes no eran un simple número de historia: eran sus niños valientes. Su misión como pediatra oncológico fue mucho más allá del simple diagnóstico y aplicación del tratamiento: era un padre, un amigo y un confidente de esos “niños o adolescentes que están empezando la vida y padecen una enfermedad que los llena de miedo y dudas”, como él mismo escribió en una oportunidad para describir su experiencia. Un médico que no se ponía la bata porque decía que eso asustaba a los niñitos.

Por eso, la indignación de su hermana y de los médicos que trabajaron con él cuando conocieron la sentencia del Tribunal. Es verdad que, a diferencia de otros casos, la justicia quizá actuó con cierta rapidez. Encontraron al responsable, Wilkerman Infante Carrillo, de 21 años -quien desde los 19 años había entrado a distintos recintos penitenciarios por robo y algunos hechos de sangre. Wilkerman, el asesino, estará recluido durante una década en Yare III. Pero, para los deudos, para quienes aún lloran a “Chucho” y lamentan su trágica muerte, diez años de condena -en un país donde las cárceles son escuelas para aprender a delinquir aún más- no indemnizará nunca el homicidio de Jesús, cometido con saña por un joven que, al cumplir con su pena –si es que acaso no es liberado antes- saldrá de la cárcel con mucha juventud a cuesta y, probablemente, con más experiencia en la actividad que lo llevó tras las rejas. “En este país, los delincuentes se reproducen más rápido que la gente decente”, dice Mayiri, entre el dolor, las lágrimas y la rabia.

Una afirmación que refrendan la cirujano neonatal Tibisay Osorio y Yelitza Fernández, maestra hospitalaria del Instituto Oncológico Luis Razetti, quienes trabajaron con el Dr. Reyes Kattar, y quien describen como un hombre entregado a sus pacientes. “Muchas veces, con su dinero, organizaba excursiones y paseos para los niños: les regalaba la oportunidad de alejarse de los sinsabores propios de la enfermedad. Les regalaba felicidad. Los enseñaba a no sentir vergüenza por la pérdida del cabello, ni por usar el tapabocas”, recuerdan.

Morir en manos del hampa, en Venezuela, es una posibilidad cada vez más certera. Un giro infortunado del destino que sesga la vida de gente valiosa, con futuros prometedores. Por eso, Mayiri, Tibisay y Yelitza, a casi cuatro meses del asesinato de Jesús, no se resignan. Como tampoco se resignan las madres de los niños con cáncer que Jesús atendía. Porque su muerte, de una forma u otra, significó también la paralización o retroceso de los avances hacia la curación de sus hijos enfermos…

Apenas diez años privado de libertad estará el asesino del doctor Reyes Kattar, uno de los cuatro doctores más destacados en el área de Oncología Pediátrica del país. El mismo número de años que pasó el Dr. Reyes velando por la vida de los niños en el J.M de Los Ríos... “Podría narrar muchas anécdotas que ilustran lo que significa trabajar con pacientes pediátricos oncológicos; pero, sin vivir esa dolorosa experiencia no se podría comprender a cabalidad. Un niño o un adolescente con cáncer es un ser especial a quien la vida le ha puesto un reto muy difícil de superar. Y tener que compartir con ellos esa adversidad desde el principio, sus alegrías entremezcladas con enojo, dolor y tristeza durante el tratamiento, poniendo él y su familia toda su fe en uno como médico, confiando que todo saldrá bien, me ha impulsado a crecer como ser humano. Ser testigo de cómo ese niño o adolescente se desarrolla como persona y enfrenta el cáncer en una pelea que, en ocasiones, lo acerca a una muerte prematura, ha hecho que no sólo como médico sino como persona, comprenda y valore más los pequeños detalles de la vida; que admire y haga una reverencia ante esa madurez que adquieren en forma fortuita cada uno de estos pacientes”… Este era Jesús y a su asesino poco le importó las muchas vidas que dependían de él.

José Domingo Blanco (Mingo)
mingo.blanco@gmail.com
@mingo_1

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sábado, 5 de septiembre de 2015

JOSÉ DOMINGO BLANCO (MINGO), ¿NOS ESTÁN ANIMALIZANDO?

Venezuela transita por la crisis más cruenta jamás vista en nuestra historia. Quizá, por eso llamó mi atención un término que acuñó el abogado Juan Carlos Sosa Azpúrua, en la entrevista que le hice el pasado lunes, para explicar la razón por la cual hemos llegado a niveles tan deplorables. El régimen, a su juicio, en estos largos y miserables 17 años, logró la “animalización de la Sociedad Civil”. Si a ello le sumamos el éxodo masivo de venezolanos (en su mayoría clase media, profesional, trabajadora y productiva) cansados del juego político que han llevado adelante el régimen y la dirigencia opositora, obtenemos el caldo de cultivo perfecto para que el desgobierno “siga usurpando el poder”, como aseguró mi entrevistado.

De nuestra conversación, rescato algunos de sus planteamientos porque son un llamado a esa población que, en momentos puntuales de estos años de Chavismo-Madurismo, logró frenar sus intenciones. “Nuestro problema surgió cuando le entregamos el testigo a la dirigencia opositora, y ésta comenzó a cohabitar y cogobernar con el régimen, legitimándolo”.

En más de una ocasión, he escuchado a algunos voceros asegurar que nuestra crisis actual puede solventarse con las próximas elecciones del 6 de diciembre. Sin embargo, para Juan Carlos Sosa Azpúrua, ese tipo de comentario es nocivo porque, “cuando a los electores se les vende una ilusión, y esa no se ve satisfecha, lo que viene después es mucha rabia, depresión y decepción. Eso condimenta aún más el caldo de una situación intolerable a punto de estallar”.

Sosa Azpúrua advierte que el asunto con las parlamentarias es “que se le han creado a los electores unas expectativas que no se pueden cumplir. Porque en esa Asamblea, en un país gobernado por un régimen totalitario, no se puede hacer nada de lo que están prometiendo los candidatos al parlamento”.

“El país no está para elecciones en el contexto que estamos sufriendo. El régimen ha demostrado, después de 17 años en el poder, que no tiene ninguna capacidad para corregir los problemas, sino que, por el contrario, los crea conscientemente. Los que están en el poder, no tienen ninguna intención de que el Bolívar recupere su valor, de que el aparato productivo se reactive, que la gente tenga empleo, que Venezuela esté en la comunidad internacional como un país serio y no como uno forajido. El objetivo de esta gente –la que usurpa el poder, porque ellos perdieron la legitimidad de ejercicio y la legitimidad de origen cuando se ′robaron′ las elecciones pública y notoriamente- es empobrecer a la sociedad, volvernos completamente miserables”.

Porque, para el abogado, volvernos miserables, es característico de los regímenes totalitarios y comunistas. “Cuando la gente de la supuesta oposición le da trato y legitimidad, y están dispuestos a cohabitar y a cogobernar con el régimen, te das cuenta que, en ese aspecto, la política está entregada. Tampoco vemos una lucha por salir del problema de raíz, sino, básicamente, el planteamiento es seguir poniéndole pañitos calientes a un enfermo que está en etapa terminal.  Se lucha solo en el plano electoral. Y como el régimen ha sido muy astuto, crea elecciones todos los años. Los circos electorales se montan anualmente y entonces todo se cubre con una gran cortina de humo, donde el único objetivo del país se reduce a votar o no votar. Y la dinámica de la discusión política y la de los problemas pasa a un tercer plano. Aquí no hay debate político. Sólo se escucha el argumento de que hay que salir a votar porque, en la medida en que la MUD vaya conquistando espacios políticos, vamos a tener posibilidades de salir de esta pesadilla a través de una vía bonita, democrática y pacífica. Simplemente, manchar el dedo de morado: esa es la gran lucha por Venezuela”, reflexiona.

Le comento, en medio de la entrevista, que cifras recientes le dan a la oposición MUD una gran ventaja en las parlamentarias; e indican que el oficialismo estaría perdiendo por 30%. Le recuerdo que 70% de los encuestados evalúa negativamente la gestión de Maduro, sin dejar a un lado su popularidad, la cual alcanza tan sólo un 24%. ¿Con estos escenarios, se puede ganar unas parlamentarias?  Pero, Sosa Azpúrua responde que estas cifras son la repetición de lo que siempre hacen las encuestadoras: vender un triunfalismo. “Siempre se genera el momentum para hacer creer que por la vía electoral se puede lograr el objetivo. Si revisamos los más recientes estudios, nos hacen creer que en el 2010 perdimos las elecciones, cuando en realidad, la oposición logró 51% de los votos. Sistemáticamente, hemos venido siendo mayoría. Desde el año 2004, cuando se robaron el referéndum revocatorio, hemos sido mayoría. Han venido ocurriendo fraudes sistemáticos que la MUD ha decidido silenciar. No ha dado el golpe a la mesa para romper el juego macabro que controla el régimen. Porque la dinámica que está en este momento en marcha le permite a la MUD tener una participación política activa. La Asamblea es un símbolo de poder muy importante y dudo que el régimen vaya a perderlo. Cuando eso ocurra, los analistas dirán que Maduro logró cohesionar al país, gracias al sentimiento nacionalista que despertó. Y le echarán la culpa a la abstención. Mareando a la gente con una matriz de opinión en la que solo importa si votas o no votas. Si votas eres bueno. Si no votas eres malo”.

“En el 2002, cuando la sociedad tenía el poder, su fuerza hizo que cayera el régimen. En el 2004, también con la sociedad civil al frente, ganamos el Referéndum Revocatorio. Ese triunfo y el fraude que se cometió como consecuencia, fue lo que hizo que se produjera la famosa abstención del 2005; pero, la sociedad civil se organizó y demostró que más del 75% del país quería salir de esa pesadilla. Con esa acción se deslegitimó a la Asamblea y al Consejo Nacional Electoral. El problema estuvo en que le pasamos el testigo al sistema político. Y éste nos traicionó porque no desmanteló al CNE, ni pidió la depuración del sistema electoral. Por el contrario: solicitó el cronograma para las elecciones presidenciales, se puso en campaña y reconoció a los diputados del PSUV que fueron electos con menos del 15% de los votos”, señala.

En momentos difíciles hay que pedir propuestas. Soluciones. Sin titubear, responde que la Sociedad Civil tiene que reorganizarse, aun cuando se encuentre debilitada. “Hay que pedir la renuncia de Maduro del cargo que usurpa. Establecer un gobierno de transición, depurar al país y limpiar sus instituciones. La Sociedad Civil tiene que despertar de nuevo y quitarle el testigo a la dirigencia de los partidos, porque ellos entregaron la política. Ellos cogobiernan con el régimen. Estamos secuestrados por un régimen al que le interesa mantenernos animalizados. La Sociedad Civil tiene que solicitar la restitución del orden constitucional. Como venezolanos tenemos el derecho de reaccionar y trascender el tema electoral. No podemos seguir entrampados en lo electoral, porque seguimos metidos en el terrero de un juego que controla completamente el régimen. No estamos solucionando el problema. Están reduciendo nuestra dignidad de seres humanos. Nos están tratando como animales y esa es la mayor violencia que puede haber”.

José Domingo Blanco (Mingo)
mingo.blanco@gmail.com
@mingo_1

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sábado, 29 de agosto de 2015

JOSÉ DOMINGO BLANCO (MINGO), DAME MÁS…

El desgobierno es el gran saqueador y acaparador en este momento. No se me ocurre calificar de otra manera a quienes tienen bajo su control tanta comida que arriba a la nación. Barco que llega, cargamento cuyo destino es la Corporación CASA. En menos de una semana, el régimen ha recibido más de 15 toneladas de rubros alimenticios, en su mayoría pollo y leche. En otro escenario, el anuncio sería muy alentador: saber que están llegando alimentos a un país donde falta de todo, por supuesto que sería un motivo de alivio. Pero, con esta administración, todo tiene una intención oculta… No olvidemos que el 6D hay elecciones –si es que no buscan tretas para obligar su suspensión, a sabiendas de lo que dicen sobre ellos todas las encuestas.

Para esta nueva contienda tienen que jugárselas con todas las artimañas que tengan bajo la manga. Hay que ofrecer mucho más “Pan y circo” que en otras ocasiones. Los números no los favorecen y el descontento de sus electores se va expandiendo, como un virus contagioso, entre sus antiguos partidarios. “Amor con hambre no dura” – y amor sin Chávez tampoco. Y esta escasez, sumada a los altísimos costos, está haciendo tambalear el romance entre el pueblo chavista -mal acostumbrado a las dádivas- y sus máximos representantes –a quienes la escasez, la inseguridad y la inflación, parecieran no hacerles ni un rasguñito.

Por eso, el régimen necesita que lleguen a Puerto Cabello barcos, muchos barcos, cargados con toneladas de comida. Comida que ya tiene un fin bien claro: comprar votos. Llevarla a Mercal, Pdval y Bicentenario para que la gente “se coma el cuento” de que el desgobierno salió victorioso de la Guerra Económica, planificada con saña por la extrema derecha. Un pañito caliente al problema de fondo que no es otro que su incapacidad para poner a producir como es debido las industrias que expropiaron y el fracaso de un modelo económico, de comprobado éxito en la generación de pobreza en otros países. Aún guardo la esperanza de que ese pueblo iluso, que en otras oportunidades se benefició de medidas tan populistas como el “Dakazo”, reaccione y no caiga de nuevo en el engaño.

Y aun cuando estamos bien lejos de la época de los “espejitos por pepitas de oro”, el desgobierno pretende seguir aplicando esta máxima que, pareciera, da dividendos políticos. El voto cuenta y “cuesta”. Por eso, esta semana, los medios gobierneros no han parado de anunciar ferias de libros y útiles escolares, reparto de medicinas e insumos en hospitales, Cestas Alimentarias Socialistas (cargadas con comida importada) que serán vendidas a precio solidario y en los puestos de trabajo para que la inmensa nómina del Estado no tenga que ir a hacer colas para abastecerse.

El problema de la crisis económica venezolana no se resolverá con las elecciones parlamentarias. Mucho menos repartiendo Cestas Socialistas. No se soluciona importando pollo de Brasil. Ni medicinas de Portugal. Tampoco se resuelve expulsando a esos colombianos que, en su momento y a conveniencia, cedularon para que votaran por el PSUV. Esa no es la solución a la causa-raíz de los problemas que vivimos. En Venezuela necesitamos entender que las crisis se acaban cuando el dinero circula. Cuando las industrias producen, cuando el clima de confianza es el adecuado para atraer las inversiones extranjeras.

“Es agosto, en una pequeña ciudad de la costa, en plena temporada. Cae una lluvia torrencial y hace varios días que la ciudad parece desierta. Es evidente que la crisis está azotando el lugar. Todos sus habitantes tienen deudas y el crédito es la única opción que les alarga la sobrevivencia. Por fortuna, llega un turista extranjero, de esos a los que se les nota la riqueza. Entra en el único hotelito del lugar y pide una habitación. Coloca un billete de 100 dólares sobre la mesa de la recepcionista y se va a ver las habitaciones. El jefe del hotel agarra el billete y sale corriendo a pagar sus deudas con el carnicero. Éste, toma el billete y corre a pagar su deuda con el criador de cerdos. El criador de cerdos, por su parte, al ver el billete, vuela para pagar lo que le debe al proveedor de alimentos para animales. El dueño de la tienda de alimentos para animales, agarra el billete y se apresura a liquidar su deuda con María, la prostituta, a la que hace tiempo no le paga. En tiempos de crisis, hasta ella ofrece servicios a crédito. La prostituta, con el billete en mano, sale a pagar la deuda en el hotelito donde solía llevar a sus clientes. Al entrar, María le entrega los $100 dólares al dueño del hotel. En ese momento, baja el turista que acaba de echar un vistazo a las habitaciones, dice que no le convence ninguna, toma el billete y se va. ¡Nadie ha ganado un centavo; pero, toda la ciudad ha pagado sus deudas y mira el futuro con confianza!”… Imagino, después de leer este pequeño relato, todos sabrán cuál es la moraleja.

José Domingo Blanco (Mingo)
mingo.blanco@gmail.com
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viernes, 21 de agosto de 2015

JOSÉ DOMINGO BLANCO (MINGO), ¡PERO DIME ALGO BUENO!

Atendiendo a las sugerencias de algunos lectores que se han comunicado conmigo para exhortarme a escribir cosas positivas y esperanzadoras sobre el país, decidí aceptar lo que para mí, en este momento, constituye un verdadero reto. Y comencé a buscar esas noticias o situaciones de las cuales los venezolanos pudiéramos sentirnos muy orgullosos. Debo confesarles que, en un principio, luego de someterme a un repaso mental de los acontecimientos, mis resultados no fueron nada alentadores. Y eso me alarmó. Pero, como no podía darme por vencido tan rápidamente, decidí que lo más prudente –y más objetivo- sería preguntar entre mis allegados, conocidos y amigos para que fuesen ellos y no yo, quienes dijeran las cosas que los hacen sentirse orgullosos del país y de nuestro gentilicio.

Así, con ese nuevo propósito, y la finalidad de brindarles a todos una lectura llena de optimismo, me lancé a la tarea de realizar una pequeña encuesta, para comprobar si mis “sensaciones” tenebrosas y oscuras del país eran tan solo un asunto de percepciones sesgadas, producto del Imperio Yanqui, capaz de torcer el rumbo feliz, de una nación que ocupa en ese ranking, los sitiales de honor.

Sin preámbulos ni introducciones, comencé a preguntarle a la gente que conozco, y a los que no también, cuáles cosas, en este momento, les hacen sentirse orgulloso de Venezuela. La verdad, no me sorprendieron las primeras reacciones que obtuve: caras de asombro, sorpresa, pensativas y silenciosas fue lo que abundó durante mi cuestionario improvisado y para nada apegado al método científico. La pregunta “los dejaba en el sitio”. Es más, debo confesarles que, con la mayoría de las respuestas de mis “consultados”, me entraba un fresquito al comprobar que no soy el único que siente que en el país no existe nada con lo que pudiésemos presumir ante el mundo hoy día. Me sorprendió constatar, por ejemplo, que nadie mencionó, como en otras ocasiones, los clichés de siempre. Ya ni siquiera el Miss Venezuela salió a relucir. La gente se quedaba pensando, largo rato, dándole un repaso mental a la lista de cosas, para intentar enumerar aunque fuera un buen atributo…Pero, nada. No había nada. No se les ocurría nada…No encontraban nada.

Para no darme por vencido, en mi afán de búsqueda de buenas y enaltecedoras noticias –que, estoy de acuerdo, nos hacen falta a todos- reformulaba la pregunta. Algunos, nacidos en otras naciones pero con muchos años en Venezuela, insistían que este sigue siendo el mejor país del mundo porque “además de sus paisajes hermosos, aquí reina la anarquía y todos pueden hacer lo que les da la gana”. Triste realidad, que sólo aprecian quienes vienen de cumplir en sus países de origen con las normas y leyes que los obligan a comportarse como debe ser.

Otros, después de mucho cavilar, sacaron a relucir a nuestros peloteros en las grandes ligas. Y es verdad. Esos muchachos han sabido llevar las camisetas de los Tigres de Detroit, Medias Blancas de Chicago, Cerveceros de Milwaukee, Yankees de New York y los Mets de ídem ciudad, poner el nombre de sus equipos en alto… En cada uno de esos equipos americanos hay, por lo menos, un venezolano que está destacándose…pero, allá, en el norte. En el país de Obama. En el Imperio desde donde, según Maduro, se gesta la escasez y el bachaqueo que padecemos.

La misma persona que recordó a los grandes ligas, se atrevió incluso a mencionar a Pastor Maldonado y Ruben Limardo; pero, luego, otros de los que escuchaban sus respuestas, le refutaron esas nominaciones porque afloraron las vinculaciones con el régimen de ambos deportistas y, por ende, eso les hacía perder méritos. Ni siquiera la medalla de oro de Limardo en la esgrima, lo salvó de la exclusión de la lista de “Motivos para sentirnos orgullosos de Venezuela”. "Ese muchacho va como diputado por el Psuv, y ya vemos lo que pasa cuando se mezcla deporte y política".

Pero, mí encuestado, el optimista, insistía: "quítense los lentes políticos para que vean que sí hay cosas buenas. Si no son los deportistas, piensen en los rones venezolanos. El chocolate. Esos ganan concursos internacionales y su calidad no tiene nada que envidiarle a los mejores del mundo. Piensen en El Sistema, esos músicos que en cualquier escenario que pisan, dejan el nombre del país en el alto”. Y tuve que concederle razón, aunque al rato me contó que en días pasados, un motorizado armado, lo “conminó” a entregarle el reloj… ¡Ah, esas paradojas de la venezolanidad!

Sin embargo, la respuesta más interesante la recibí de alguien que, sin titubear, me dijo: “para que puedas sentirte orgulloso del país en este momento, tienes que volverte chavista, pensar como chavista, vestirte como chavista. Entonces, solo en ese instante, comenzarás a ver cosas buenas en Venezuela. Habla con un chavista para que veas que la Venezuela de ellos no está jodida. En la Venezuela donde ellos viven, no hay escasez, ni malandros, porque están disfrutando de todo lo que este régimen les provee. Y el régimen les provee el caldo de cultivo perfecto para que la vagabundería, la flojera, la viveza, la trampa prolifere. Ya no es un asunto de que tenemos un clima maravilloso y unos paisajes perfectos. De qué nos sirve tenerlos si no podemos salir a disfrutarlos, si no es por costoso, es por el estado deplorable de las carreteras y si no es por las carreteras, es por el temor a que te maten en ellas. Este país está jodido Mingo. Y si quieres sentirte orgulloso de él, la única solución es esa: métete a chavista”.

José Domingo Blanco (Mingo)
mingo.blanco@gmail.com
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sábado, 8 de agosto de 2015

JOSÉ DOMINGO BLANCO (MINGO), TORTURA, SAÑA E INDOLENCIA

Que la Fiscal Luisa Ortega Díaz asegure, otra vez, que en Venezuela se erradicó la tortura, no nos toma por sorpresa. Si fue capaz de sostener semejante mentira en la ONU, aquí, en su territorio, debe resultarle más fácil repetirla. 

La escuché -hace pocos días- jactarse de eso en su programa de radio. Dijo –e incluso así lo reseñaron algunos medios impresos- que “la tortura en el país se erradicó, como parte de los avances del Gobierno en la política de respeto y protección a los derechos humanos”. 

Obviamente, dicho por ella, suena a un gran logro de su gestión y, por supuesto, del régimen que la puso a ocupar ese cargo. Pero, no importa la cara, el tono o la emoción con la que diga “su verdad”. Decir que en Venezuela no hay torturas, es como decir que no hay escasez, inflación, saqueos, muertes o asesinatos a granel. 

Esa verdad de la Fiscal, que se cae por sí sola, no aguantaría jamás un careo con esos valientes venezolanos que todavía hoy se encuentran detenidos injustamente, y en cuyos recuerdos prevalecen los golpes, el maltrato, las violaciones, vejaciones y torturas que les han infligido, para sacarles confesiones a la fuerza, y sustentar las invenciones que solo existen en las mentes de sus cancerberos.

Decir que no hay torturas es negar, por ejemplo, los horrores que ha vivido Araminta Gónzalez, la joven químico presa política de este régimen, a quien sus torturadores le arrancaron el cabello para hacerla admitir delitos que jamás cometió. Es más, me pregunto, ¿acaso no es una forma de tortura tener a Araminta detenida en el INOF, desde hace un año, sin que se haya celebrado aún su audiencia preliminar? 

La Ley lo establece: 48 horas después de la detención –a más tardar- debe realizarse la audiencia preliminar para imputar los cargos. Araminta tenía prevista su audiencia para el pasado 23 de julio, un día antes de cumplir un año privada de libertad; pero, fue diferida de nuevo por razones tan necias como falta de vehículo para trasladar al juez hasta el tribunal. Insisto: ¿eso no es una manera de tortura o violación de sus Derechos Humanos? 

La psiquis de cualquier individuo sometido a estas situaciones de zozobra, estrés y ansiedad, sumados a las condiciones infrahumanas en las que sobreviven en estos centros de reclusión, son, a mi juicio, una modalidad sádica de tortura. Una práctica tan cruel como someterla, a la fuerza, a “entrenamientos militares”, que en el INOF llaman “orden cerrado” y que consiste, según relató Araminta a sus abogados, en entrenamientos de 4 o 5 horas, cantando himnos, repitiendo frases o loas de marcado tinte político. Y como se negó a decir que amaba a Chávez, la obligaron a pararse firme, bajo el sol, durante varias horas, mirando un retrato del difunto presidente… eso ¿cómo se cataloga?

Pero, los alegatos de la Fiscal para decir que en el país se erradicó esta práctica -característica de los regímenes totalitarios y dictatoriales- se basan en la ausencia de denuncias formales ante el Ministerio Público. Según ella, de haber torturas, habría denuncias. Y aquí nadie denuncia. Y las que llegan son procesadas inmediatamente. Incluso, se vanaglorió al decir que “sólo” 6 de los 43 fallecidos que hubo en febrero de 2014, habían sido por excesos policiales. Y que, por supuesto, esos policías habían sido detenidos.

No es difícil imaginar la presión y el temor que deben sentir los fiscales del Ministerio Público cuando, para mala suerte de ellos, les llega una acusación formal de tortura: con nombres, apellidos, cédulas de identidad y demás señas de los torturadores. Con sus direcciones y cargos bien detallados en los escritos. El “efecto Afiuni” inmediatamente se apodera de ellos. Por eso, los retardos procesales. Por eso, las escusas. Por eso, el miedo a tomar las decisiones que se deben implementar y actuar apegados a lo que dictan las leyes. Conocen las consecuencias. Saben lo que ocurre cuando se le lleva la contraria al régimen.

Por eso las declaraciones de la International Bar Association′s Human Rights Institute; agrupación internacional que asocia a los juristas, y que abiertamente expresó su preocupación por la persecución que sufren los abogados y defensores de los Derechos Humanos en el país; así como por el deterioro evidente del estado de derecho y la administración de justicia.

Conozco de fuente confiable los vejámenes, persecuciones y amenazas que reciben los abogados que se atreven a asumir la defensa de los llamados presos políticos. Incluso de las detenciones arbitrarias a las que son sometidos para doblegarlos, asustarlos y obligarlos a renunciar a esos casos. He visto las marcas de las esposas en las muñecas de abogados aguerridos a quienes, sin mayores explicaciones, privan de libertad para hacerlos desistir de la causa que defienden. 

Pero, también he visto la integridad y el apego no solo a la ley, sino a la justicia, a sus ideales y sus valores. Algunos abogados, incluso, sin dejarse intimidar por el tamaño y poderío del Estado, se atreven a seguir denunciando con nombres, apellidos, direcciones, cargos e instituciones en las que trabajan, a quienes con saña e indolencia, pero amparados por la impunidad que impera en este régimen, se afincan con odio y resentimiento en la humanidad de quienes, en su momento, se atrevieron a alzar la voz, protestar contra este desgobierno y exigir cambios.

José Domingo Blanco (Mingo)
mingo.blanco@gmail.com
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viernes, 31 de julio de 2015

JOSÉ DOMINGO BLANCO (MINGO), “ME CANSÉ DE VOTAR”

Hace pocos días, un amigo me escribió para enumerarme las razones por las cuales no va a votar en las próximas elecciones. Y eso suponiendo que haya comicios. Además, me aseguraba categóricamente que no es abstencionista, que es un creyente fiel de las elecciones -porque es un demócrata a carta cabal- convencido por completo de que son las votaciones “aspecto fundamental de todo sistema que quiera tildarse de democrático”; a la par, por supuesto, de la tan cacareada independencia de los poderes, la manoseada descentralización y la burlada alternabilidad. Pero, resulta que para votar, mi amigo exigía que su voto tuviese valor. Me insistía en la ecuación: una persona igual a un voto. “Necesito completa garantía de que mi voto no va a ser manipulado y que, de verdad, sea secreto”. Es más, mi amigo fue enfático al insistir que ama la democracia y la libertad. Que siempre ha creído en los partidos políticos a los que, de hecho me consta, ha ayudado; porque, sin ellos es imposible que exista la democracia.

Lo que pasa –y es que de esto, mi apreciado amigo está “hasta la coronilla”- es que hay suficientes motivos para no creer en los politiqueros de oficio que han terminado convirtiéndose en los grandes caciques de los partidos políticos de nuestro país. Y me explicaba que se niega a votar porque en este, nuestro país, no existe democracia desde hace muchísimos años. Porque es más que evidente –y los ejemplos corren por las calles- que vivimos en un sistema militarista y totalitario que se maneja desde Cuba, al antojo de los perversos hermanos Castro y sus socios.

Mi amigo no quiere votar porque nuestro país no es libre. Y no es libre porque no es independiente. Y está sometido a esa sangrienta dictadura de los vivarachos, oportunistas de turno y mequetrefes cubanos. Además, me insistía en su misiva, que se niega a votar porque no se siente representado por los grandes califas de la MUD. No lo convencen los socios y propietarios de los partidos políticos que hacen vida en la Mesa de la Unidad que, a su parecer, sólo ha servido para legitimar el régimen Castro-comunista “ilegal e ilegítimo”. Y se preguntaba mi amigo algo que yo también le he preguntado en más de una ocasión a esos presidentes eternos de partidos emblemáticos de nuestro país. Recuerdo una vez, entrevistando a Andrés Velásquez, le pregunté cuándo iba a haber elecciones en la Causa R para elegir nuevos cuadros directivos. No supo responderme porque, desde hace muchísimos años, desde el surgimiento del partido, Andrés Velázquez, es el partido. Por eso, tengo que concederle razón a mi amigo cuando nos exhorta a sacar la cuenta de los años que lleva Ramos Allup ostentando el cargo de Secretario General de AD. O Julio Borges, de Primero Justicia, quien no ha dado el primer paso para convocar a unas democráticas y verdaderas elecciones en su organización.

Y sigue mi amigo esgrimiendo contundentes razones para no ejercer su derecho democrático y expresando su total desencanto. No votará mientras en el país exista un CNE que nunca ha sido independiente y es el organismo electoral de Miraflores y el PSUV. Un Consejo Nacional Electoral donde sus 23 jefes regionales, están inscritos en el partido de gobierno; así como el Consultor Jurídico y los técnicos que manejan el “antisistema” electoral, incluyendo la sala de totalización.

No votará porque el REP, a su juicio, está amañado y envenenado. Donde se ha demostrado, en pasadas elecciones, que han fabricado hasta cinco millones de votos fantasmas, lo que les da el caldo de cultivo al CNE y al PSUV –que al final, son lo mismo- para manejar las cifras a su antojo y armar, de nuevo, un gran fraude.  No quiere votar porque está cansado de escuchar a la MUD decir que tiene cubiertas el ciento de las mesas electorales, y sólo han llegado al 70 por ciento en pasados comicios y, en el interior del país, no ha existido ni siquiera representación, en algunos centros.

Mi amigo se niega a votar hasta tanto sigan incorporando milicianos al Plan República porque son fichas del régimen, tarifados del gobierno, dispuestos a velar por los votos del PSUV. No ejercerá su derecho al voto hasta que el Plan República se limite sólo al resguardo exterior de los centros electorales porque son militares leales al gobierno y a Chávez.

No va a votar hasta que se respeten los horarios de las votaciones, sin prórrogas caprichosas a criterio del CNE, extensiones que sólo buscan favorecer a los candidatos del régimen. Mi amigo no quiere votar hasta que permitan la participación como veedores, a organismos como la OEA, ONU, Unión Europea, ONG´s de Derechos Humanos, a las que Maduro les tiene tanto culillo.

Y mi amigo alega, contundentemente, una razón que yo he venido recalcando desde hace muchísimo tiempo. No se trata de rogar por condiciones mínimas: la cuestión es exigir, a viva voz, y lograr las condiciones plenas, necesarias en cualquier evento electoral transparente, serio y democrático. De lo contrario, el fraude está de antojitos. ¿Por qué la MUD no exige condiciones y llama desesperadamente a votar? Por eso, es que los tildan de colaboracionistas del régimen. Con este escenario, nada favorece y propicia el libre ejercicio del voto.

Y finaliza mi amigo diciendo que cada quien es libre de votar y hacer lo que su conciencia le dicte; pero votar, sin estas condiciones mínimas, será como presenciar de nuevo, la crónica de un fraude anunciado.

José Domingo Blanco (Mingo)
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