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LA LIBERTAD, SANCHO, ES UNO DE LOS MÁS PRECIOSOS DONES QUE A LOS HOMBRES DIERON LOS CIELOS; CON ELLA NO PUEDEN IGUALARSE LOS TESOROS QUE ENCIERRAN LA TIERRA Y EL MAR: POR LA LIBERTAD, ASÍ COMO POR LA HONRA, SE PUEDE Y DEBE AVENTURAR LA VIDA. (MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA) ¡VENEZUELA SOMOS TODOS! NO DEFENDEMOS POSICIONES PARTIDISTAS. ESTAMOS CON LA AUTENTICA UNIDAD DE LA ALTERNATIVA DEMOCRATICA
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domingo, 8 de febrero de 2015

JUAN PÁEZ ÁVILA, EL 4F

La inmensa mayoría de los venezolanos que respaldó el fracasado golpe de Estado de febrero de 1992, en la creencia de  que los militares acabarían con la corrupción y la injusticia social, las banderas sobresalientes de los golpistas, ha terminado con una gran frustración política al constatar, 15 años después, el aumento de la corrupción, el desabastecimiento, la inseguridad de personas y bienes, y la incontenible inflación que han convertido a los pobres en más pobres, amenazados con armas mortales si salen a protestar.

La  creación de la Condecoración 4 de Febrero, para honrar a los principales lideres que participaron en el frustrado Golpe de Estado que él encabezó  el Comandante Chávez, que  liquidó  las instituciones democráticas y el aparato productivo del país,  sin justificación política e histórica alguna,  se puede convertir en  una peligrosa exaltación del golpismo.
         El decreto y la celebración del vigésimo tercer aniversario de la intentona golpista de esa fecha, deja muy claro que tanto el extinto  Presidente tenía en sus planes, como sus herederos,  consolidar  un régimen militar, aunque tenga un origen electoral. La exacerbación del papel de los militares en un gobierno no es nueva en América Latina ni en Venezuela; basta recordar el trienio 1945-48 en nuestro país o leer en cualquiera de los  periódicos de la época los elogiosos ditirambos oficiales a la Gloriosa  y Patriótica Juventud Militar que derrocó al gobierno del General Isaías Medina Angarita, con todo el vuelco democrático que le dio Rómulo Betancourt al gobierno que presidió,  3 años después, el 24 de noviembre de 1948 derrocaron al Presidente Rómulo Gallegos, electo con más del 70% de los votos del momento.
         Lo que la historia enseña es que la democracia sólo se fortalece con la consolidación de sus instituciones cívicas y militares, en la idea y convicción de que únicamente mediante el ejercicio del voto se deben cambiar los gobiernos legítimamente electos por la mayoría de los ciudadanos. De allí que el deber de un Presidente electo a través  del voto, es educar para exaltar la democracia y no la violencia  mediante la utilización de los militares, cualquiera sea la opinión que éstos  tengan de ese gobierno democrático.  
         De allí que manipular a los oficiales de la Fuerza Armada mediante discursos ultra patrióticos, condecoraciones para exaltar las bondades de un gobierno que tiende a utilizarlas para perpetuarse en el poder, e incluso aumentar sueldos sin que formen parte de una política para todos los profesionales y trabajadores del país, en plan de halago para fines personalistas y autocráticos,  si no se respeta la Constitución vigente, deja al desnudo la intención de tratar de colocar a la Institución Armada al lado de intereses contrarios a la democracia y las libertades públicas. El resultado final suele ser el mismo en todos aquellos países en los que un dictador o aspirante a dictador, apela a ese tipo de maniobras para pedir obediencia y disciplina a la Institución Armada para perpetrar fraude contra las mayorías  que se expresen en unas elecciones  en contra de él. Y como Nicolás Maduro luce agotado, con mucha menor conexión con el pueblo en comparación con el difunto Presidente Chávez, si se mantiene la correlación de fuerzas que señalan las últimas encuestas, pierde las elecciones y no tendrá apoyo ni de la Institución Armada para  desconocer los resultados, ni siquiera de la mayoría de sus más cercanos colaboradores.    
Juan Paez Avila
jpaezavila@gmail.com
@jpaezavila

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domingo, 26 de octubre de 2014

JOSÉ DOMINGO BLANCO (MINGO), ALLÁ NO HAY QUESO TELITA

Una querida comadre, octogenaria ella, se lamenta y horroriza del estilo de vida que llevamos. Se espanta de solo ver cómo estamos viviendo los venezolanos. “Te puedo asegurar que esto es algo nunca visto, Mingo”, remarca para dejar por sentado su rechazo a lo que sufrimos y que, en la plenitud y lucidez de sus ochenta y pico, no justifica. 

Por supuesto, achaca las culpas de este empobrecimiento acelerado al despilfarro de los quince años de gobierno y a la mediocridad de quienes lo ejercen, “que ni primaria aprobada deben tener, porque al menos los bachilleres de antes salían bien preparados”. 

Mi comadre, se compadece de nosotros porque “a tu edad, Mingo, Elías, con su trabajo, lograba llevarnos de vacaciones todos los años, teníamos casa propia, comprada con un crédito que fue pagando mes a mes  y cada cinco años también cambiábamos de carro, que también compraba a crédito”. 

¡Caramba que distantes estamos de esa Venezuela y qué lejos estamos de la vida que Elías le dio a su familia! Pienso. Mientras, la oigo consciente de que su lamento y compasión son el calvario nuestro de todos los días, compartido por miles de venezolanos. La frustración, el desasosiego, el hastío, la depresión y sobre todo el miedo, son esos malos atributos, muy contagiosos, contra los que, pareciera, no haber repelentes en estos momentos.

Pero, a pesar de todo, a pesar de cuan negro luce el panorama, sigo bregando y apostando a  esta tierra de queso telita...La tierra de mis Tiburones de La Guaira. No, no es masoquismo: lo que me hace estar en Venezuela son las ganas de verla levantarse de sus cenizas. Los deseos de reconstruirla junto con tantos otros compatriotas cuando superemos esta pesadilla que nos acogota. Sobre todo, ver que regresen los que se fueron, y aprovechar su experiencia adquirida para edificar un país que luzca una nueva cara de progreso.

Es verdad que el precio del barril de petróleo sigue bajando. Y que, cuando pensamos que ya estábamos tocando fondo, aparece la pala retroexcavadora para seguir abriendo el hoyo por el que seguimos hundiéndonos. Es típico que los economistas, cuando se acerca este último trimestre del año, siempre nos dan sus proyecciones para el venidero. De un tiempo para acá, el pronóstico nunca es esperanzador. Las cosas van mal y se pondrán aún peor según los expertos –esta suerte de profetas de una realidad que huele a desastre. Todo parece indicar que están muy lejos los días en los que se resolverán la escasez y la inflación.

Razones para irse de Venezuela, en este momento, hay de sobra. Sin duda. Es más respeto a quienes tomaron la decisión porque es válido apostar por un futuro mejor, que no aparece por ninguna parte en nuestra  geografía. La vida en otros países, contada por los venezolanos que se fueron, no suena a vacaciones, folleto de viaje, turismo ni diversión. Para salir adelante, les toca apretarse los pantalones. Recuerdo que hace poco, en otro artículo que escribí, les pedía a esos centenares de compatriotas que regresaran, como en aquella época de la Fundación Gran Mariscal de Ayacucho. ¿Recuerdan? Los muchachos se iban, estudiaban y retornaban para derrochar talento de sobra en la patria. Estoy consciente de que hoy no está nada fácil regresar.

Y cuando hago mención del queso telita, por cierto –aunque también pude citar a mi amada isla de Margarita, el Salto Ángel, el ají dulce, Los Roques, la cachapa, nuestros quesos blancos, la arepa pelada o el chocolate y paremos de contar- lo hago porque hace poco me tropecé en el CCCT con un viejo amigo que tenía tiempo sin ver porque, como muchos otros, se había marchado del país. Lo vi pidiendo una empanada y un jugo de guanábana en un concurrido local de ese centro comercial. Me sorprendió encontrarlo porque la última vez me había dicho que se iba, a pesar de sus años, convencido por los hijos de que este ya no era un buen lugar para permanecer. Por supuesto, le pregunté por qué había regresado. Me respondió tajante: “porque estoy muy viejo para vivir en un país donde no hay queso telita, vale” y le metió tremendo mordisco placentero a esa empanada rellena con su razón para retornar.

También recuerdo que hace unos meses, tuve la oportunidad de realizar unas entrevistas a tres exiliados cubanos que vivieron la represión y los desmanes de los primeros años de Fidel Castro. Todos coincidían que, si bien al inicio, comulgaban con el cambio que proponía Castro, no hizo falta que pasara mucho tiempo para que se dieran cuenta en qué depararía la nación en manos de Fidel. Luego de cumplir con sus condenas, abandonaron Cuba y vinieron a parar a Venezuela, a la que rápidamente asumieron como propia. 

A todos les hice la misma pregunta: ¿qué les recomendarían a los venezolanos que sentimos que vamos directo al comunismo? Todos, sin excepción, respondieron: “qué no se vayan del país. Qué se opongan a este régimen, que a todas luces, se perfila como Castro-comunista”. Obviamente, mi pregunta, después de escuchar estas respuestas, era obligatoria: ¿pero, ustedes lo hicieron? Ustedes se fueron de Cuba”. “Por eso sabemos lo que estamos recomendando: no debimos marcharnos nunca. Quizá la dictadura cubana no sumaría tantos años”.

José Domingo Blanco (Mingo),
mingo.blanco@gmail.com
@mingo_1

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domingo, 28 de septiembre de 2014

SIMON GARCIA, RECOMPONER EL FUTURO, EL LUGAR COMÚN,

       El futuro es el único tiempo que se puede modelar previamente y respecto al cual uno puede  prepararse. El pasado no se puede modificar y el presente tendemos a vivirlo  como una puerta giratoria de la cual uno no puede salirse. 

     
Tal vez por eso, en tiempos de prolongada crisis, cuando se nos desaparece la noción viable de futuro cunden las frustraciones, la desesperación sin salida, la angustia estéril y el consumo masivo de libros de autoayuda.  

            Pero el futuro no deriva clara y fatalmente de la acción consciente.  A Pompeyo Márquez le gusta recordar que si alguien, a mediados de 1957, hubiera pronosticado el derrumbe de Pérez Jiménez, lo habrían tildado de loco. Nadie lo hizo, en un país aparentemente con más cuerdos que ahora, pero meses después el poderoso dictador se fue huyendo. La experiencia de otros pueblos, con circunstancias más graves y crueles que las nuestras, demuestra que los regímenes autoritarios o totalitarios siempre terminan por ser sustituidos.
            El problema para mucha gente es saber cuándo. Una respuesta que no va a provenir de los profetas que, al alimentar falsas expectativas, generan más decepción y aparta de la lucha a los que, con razón, se desencantan. El rebote negativo de prometer vías rápidas y llamar a tomar  atajos, termina por ayudar a prolongar la permanencia de lo que se combate.  
            Los partidos en la MUD están resolviendo la táctica para enfrentar con inteligencia y eficacia a un régimen que está acabando con el país y trasladando a los sectores populares los costos mayores de la crisis. Se avizora un cambio de rumbo en la MUD para hacer política desde lo social, acentuar la solidaridad con las luchas de la gente, abrir la comunicación con los seguidores del gobierno que protestan el desabastecimiento, los aumentos de precios y el recorte indirecto de  los salarios.
            El nombramiento de Chúo Torrealba simboliza una etapa de luchas decisivas para cumplir con la primera transición: sumar a la condición de oposición los atributos de una alternativa viable y confiable. Si se logra avanzar en este cometido, se multiplicarán las posibilidades de pasar de mayoría inestable a consolidada. La unidad será potenciada por una  conjunción de intereses que darán un aporte desde sus diferentes visiones y proyectos de país. 
              La segunda transición, la reconquista de una sociedad democrática, habrá construido los pilares políticos indispensables para recomponer, sobre nuevos paradigmas, el aparato productivo, la conciencia social, las instituciones y un desarrollo humano acorde con criterios de igualdad, de libertad y de rangos de bienestar abiertos a todos. Será el momento de un amplio acuerdo nacional programático sobre las características de la sociedad que queremos.   
            Mientras tanto hay que ensuciarse los zapatos.  Hay que comenzar por preguntarse por qué nos cuesta tanto llegar a ser mayoría. Una explicación debería examinar si los obstáculos a remover pasan por: 1.Dejar de internalizar y reproducir los esquemas de polarización que nos impuso este régimen, 2. Combinar todas las formas de lucha democráticas y constitucionales, poniendo fin a la satanización de las elecciones y profundizando la lucha social, 3. Abandonar el discurso que ahuyenta a los que vienen de apoyar a Chávez, 4. Ayudar a que los partidos recuperen su enraizamiento social y compitan transparente y solidariamente por lograr un fortalecimiento dentro de un horizonte fundamentalmente unitario. Los proyectos parciales son dañinos para salir de la crisis de gobernabilidad y de sistema.
            La MUD debe ser construida como la columna a la cual se vertebran todos los movimientos, iniciativas y proyectos de resistencia cívica que encuadren dentro de una oposición activa, movilizadora, organizadora y generadora de espacios de encuentro entre quienes tengan motivos de país para marchar juntos. Su eje son los partidos, pero con la suficiente flexibilidad para abrir formas de participación con diversos grados de compromiso, motivaciones y demandas. Hay que armonizar la militancia partidista con las diversas expresiones de militancia democrática
            Los tiempos son propicios para hacer, sumar, ampliar y formar desde abajo un consenso sobre el itinerario y las rutas para que el futuro de Venezuela no sea confiscado autocráticamente por una minoría de privilegiados.
            No será fácil ni sencillo recomponer el futuro. Pero es un deber de conciencia que debemos cumplir con pasión.
Simon Garcia
simongar48@gmail.com
@garciasim 

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jueves, 27 de febrero de 2014

GUSTAVO L. MARTÍNEZ, INDEFENSIÓN INDUCIDA

Es indiscutible que la situación nacional se está tornando indeseable para todos sus protagonistas, sean autores o víctimas. El sangriento discurso de lo cotidiano lleva a preguntarnos: ¿Por qué la acidia? ¿Por qué algunas personas se dejan maltratar y hasta matar sin defenderse? ¿Qué inhibe su instinto básico de supervivencia? 

LA VIOLENCIA DE LOS COBARDES
Según Zeligman y otros investigadores, tal condición surge cuando las acciones que el sujeto realiza repetidamente para protegerse, o para cambiar una situación indeseada, no producen el resultado previsto,  experimentando una falta de sincronía entre sus actos y sus expectativas que van restándole fuerzas. 

La víctima de un proceso sistemático de violencia, cuando no logra escapar, va perdiendo la motivación vital, la confianza en sí misma y en la ayuda externa, terminando por aceptar que no tiene control sobre su realidad, y que cualquier cosa que haga para modificarla será inútil. 

Con frecuencia desarrolla el conocido Síndrome de Estocolmo. A eso apuestan los gestores de la situación actual. Saben que la adaptación psicológica al abuso recurrente puede conducir a sus víctimas hasta una defensa desgastante, pasiva e inocua, orientada a soportar el sufrimiento prolongado y la pérdida creciente con tal de sobrevivir. Los depredadores ideológicos y sus testaferros apuntan a esa meta, reforzando de manera planificada el desvalimiento de una masa numéricamente muy superior, luego de tomar la medida justa a sus recursos para despojarlos uno a uno de su efectividad, en un proceso de condicionamiento social e individual conocido como Indefensión Aprendida.

Quien la padece muestra un marcado déficit en cuanto a aprendizajes de éxito. A nivel motivacional sufre un retraso creciente en la iniciación de respuestas voluntarias. Cuando la persona acepta que sus actos no son factores de cambio, la probabilidad de emitir tales respuestas va disminuyendo en forma progresiva hasta alcanzar la apatía y la total inacción. En el ámbito psico-emocional, evidencia desórdenes conductuales y fisiológicos típicos de un estado prolongado de estrés severo, ansiedad y depresión. La disminución orgánica de norepinefrina y otros mediadores químicos limita la cantidad y calidad de la actividad motora e intelectual hasta un nivel insuficiente para generar y ejecutar respuestas distintas en contra del estímulo negativo. La estabilidad de este refuerza la indefensión que causa. 

Cuando una persona experimenta suficientemente que las consecuencias obtenidas son independientes de sus actos, es decir, que son incontrolables, se ata a la creencia de que tampoco habrá contingencia entre su respuesta y las consecuencias, no importa lo que haga, con los efectos ya mencionados: falta de confianza y motivación, parálisis de la voluntad, lentitud intelectual, retraso psicomotor, derrotismo, inacción y todos los demás síntomas asociados con la depresión. Un pueblo domado es un pueblo deprimido y sin autoestima. Y si no se deja domar, se le incita a irse. O se le mata.

No obstante, esa situación llevada al límite también puede terminar en ciertos casos por conducir al sujeto, sea un individuo o un colectivo, hasta reacciones defensivas que anulen la indefensión inducida por la retórica alienante y el maltrato crónico. 

Todo en nuestro mundo está sujeto al cambio, hasta lo malo, y dicha indefensión puede desaprenderse y disiparse mediante estímulos repetidos que estimulen la expresión de la parte más sana de la persona violentada, incitándola a mostrarse proactiva en vez de reactiva, hasta que se restablezca su capacidad potencial para dar las respuestas más convenientes. 

El ejemplo oportuno del líder, la organización adecuada, la comunicación efectiva, la asunción de riesgos calculados, la capacidad de automotivación, el restarle dramatismo inútil, rumores inciertos, enfoques errados o parciales y actos fallidos a la realidad, el posicionarse por momentos fuera del problema para verlo con objetividad desapasionada, el modelaje de quien sacrifica su egoísmo personal en aras del bien común, son reforzadores positivos comprobados en otros escenarios como muy eficaces. Recientemente hemos visto el efecto de algunos de ellos. 

Es cuestión de seguir aplicándolos, mientras aumenta la conciencia de cuán pernicioso resulta seguir portando etiquetas diferenciadoras entre opositores, cuando todos son víctimas. La unión es imprescindible para no seguirle el juego a terceros y poder conservar la autonomía de un país privilegiado que jamás volverá a su pasado, pero que puede ahorrarse un futuro ya superado por otras sufridas naciones; una tierra todavía rescatable, cuyo pueblo pierde aceleradamente en ingenuidad lo que gana en madurez, y sobre la que todos sus hijos tienen derecho por igual.

Gustavo Lobig M.
Gustavo L. Martínez
soyotuel@hotmail.com
@lobigus

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miércoles, 7 de agosto de 2013

ALONSO MOLEIRO, LA TAREA NO ESTÁ HECHA,

Después de haber concretado una hazaña electoral que nadie tenía prevista, y de obtenido una resonante victoria política durante el pasado mes de abril, la Unidad Democrática ha entrado de nuevo en uno de sus habituales extravíos cognitivos. Uno de esos inexplicables baches funcionales que secuestran a sus mandos mientras el deterioro nacional sigue su proceso de cocción.

Mientras la MUD permanece “colgada”, emitiendo declaraciones eventuales y formalizando denuncias ocasionales, una parte de sus graderías acusa los efectos de una comprensible, aunque completamente remontable, dosis de frustración. Es en circunstancias como estas cuando se hace más necesario que nunca dialogar con las masas: explicar el tenor de las decisiones tomadas; diagramar un cronograma que incluya el corto, el mediano y el largo plazo; hacerle entender a la gente la importancia capital que revisten las venideras elecciones de alcaldes, pero sobre todo, las ya cercanas y cardinales elecciones parlamentarias.

Muy especialmente porque es necesario tener claro que, aunque se han alcanzado cotas de fortaleza jamás vistas, y la ausencia de Hugo Chávez coloca al oficialismo en una posición especialmente vulnerable, la tarea para concretar el cambio democrático aún no está hecha. Sigue siendo Venezuela una nación postrada en un delicado equilibrio entre dos fuerzas de tamaño casi similar. Dicho de otra forma: con la precaria ventaja que en este momento podemos concederle a las fuerzas de la Unidad no es posible materializar cambios políticos de ninguna especie, y mucho menos gobernar con solvencia una nación asaltada por problemas tan delicados.

Vamos a comprenderlo de una vez: lo que está planteado en Venezuela, dentro de un marco que obligatoriamente tiene que ser constitucional y pacífico, es un cambio de régimen político.  Un cambio que, si no es llevado con cuidado, puede comprometer seriamente la paz pública y la viabilidad de la nación por varios lustros. Quienes en todo momento hacen reflexiones apresuradas hablando de la importancia de “cobrar”, deben saber que no estamos en presencia de una elección colegial o de unas primarias internas. Nos estamos enfrentando a personas sin escrúpulos, atrincheradas en torno a sus privilegios, en muchos casos armadas. Estarían esperando ansiosos una decisión infeliz similar a aquella que mandó a Miraflores a aquella marcha desde en Chuao en la tarde de abril de 2002.

La próxima administración que se asiente en Miraflores, tendrá, además de las urgencias económicas y sociales que todos conocemos, una apremiante tarea para recomponer las instituciones del país, especialmente en lo tocante a la administración de justicia, y restaurar definitivamente la autoridad del estado en materias tan delicadas como el resguardo de las fronteras, la seguridad interna y el combate al narcotráfico.

Mientras tanto, aún con sus limitaciones como conductor, y su precaria habilidad para dirigirse a las masas, Nicolás Maduro ha ofrecido nuevas evidencias de que no es tan tonto como algunos suponen. En los tres breves meses que ha comprendido su gestión obtuvo lo fundamental: el oxígeno necesario para sentarse en la silla de gobierno.  La espantosa crisis económica gestada el año pasado lo ha obligado a tomar decisiones medianamente sensatas. La conversación con los sectores productivos privados y la suspensión de la agenda de expropiaciones ha sido concebida, también, para aislar a estos agentes de cualquier veleidad con la política. El papelón que pasó la nación luego de la folletinesca pataleta diplomática con los colombianos, obtuvo, sin embargo, el resultado que el alto gobierno estaba buscando: cercar a Capriles Radonski en la región, previniendo a cualquier gobierno sobre lo que pudiera suceder si se pone a conversar de más con los enemigos del proveedor energético del vecindario.

Quién alguna vez creyó que de esta circunstancia íbamos a salir en cosa de días o semanas debe aterrizar de una buena vez. La balanza sigue inclinándose a favor de la oposición, y eso lo confirman encuestas recientes, pero no a la mágica velocidad que algunos creían. Para que las cosas terminen de cambiar es necesario consolidar una mayoría aplastante, inequívoca y sin fisuras, similar a la que tuvimos en 1999. Una vez que estén dadas las condiciones. No estamos demasiado lejos.

El espantoso contexto de destrucción nacional gestado en manos del chavismo está alimentando todos los días la causa del cambio democrático. Ahora, por primera vez, hay un liderazgo genuino y robusto, expresado en Henrique Capriles Radonski. Las circunstancias políticas del país han cambiado de forma por demás notoria y dramática desde el año pasado y sería una verdadera tontería no tomar nota de eso.

Es a Capriles, acompañado de la dirigencia de la alternativa democrática, al que le toca tomar decisiones de urgencia para fortalecer y recrear la inoperante estructura funcional de la MUD. Insertarse en la lucha social con mayor denuedo; diseñar la hoja de ruta de la transición dentro del cauce constitucional, y sobre todo, enviarle a la nación mensajes políticos concretos, acabados y estructurados, en torno a la naturaleza del gobierno, su estructura corrompida y su inexcusable responsabilidad en el actual estado de cosas.

Un gobierno calamitoso e irresponsable que, sin embargo, obtiene notas sobresalientes en aquello en lo cual sus rivales son marcadamente inhábiles: las operaciones de propaganda y la formación de matrices.

alonsomoleiro@hotmail.com

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