BIENVENIDOS AMIGOS PUES OTRA VENEZUELA ES POSIBLE. LUCHEMOS POR LA DEMOCRACIA LIBERAL

LA LIBERTAD, SANCHO, ES UNO DE LOS MÁS PRECIOSOS DONES QUE A LOS HOMBRES DIERON LOS CIELOS; CON ELLA NO PUEDEN IGUALARSE LOS TESOROS QUE ENCIERRAN LA TIERRA Y EL MAR: POR LA LIBERTAD, ASÍ COMO POR LA HONRA, SE PUEDE Y DEBE AVENTURAR LA VIDA. (MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA) ¡VENEZUELA SOMOS TODOS! NO DEFENDEMOS POSICIONES PARTIDISTAS. ESTAMOS CON LA AUTENTICA UNIDAD DE LA ALTERNATIVA DEMOCRATICA
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jueves, 22 de octubre de 2015

SIMON GARCIA, DÍAS DECISIVOS.

El país giró definitivamente hacia el cambio. La decisión es compacta, casi consensual. Menos del 20% de la población se atrinchera en una defensa imposible y cada vez menos compartida, del gobierno. Solo los que tienen un buen enchufe gubernamental pueden decir que las colas son sabrosas o ser tan burlones para ofrecer a los golpeados por la escasez y los bajos salarios, piedras como manjar.

Silenciosa y sin demasiados alardes, la pasión por el proceso se ha idodiluyendo. No es la primera vez que ocurre un fenómeno de esta naturaleza. Algo similar se produjo cuando el pueblo, conquistado en profundidad por los líderes y las tesis de AD, dejó de ser  adeco para hacerse chavista.
Es una mutación cultural que se expresará en las costumbres, los mapas mentales y tanto en opiniones como en conductas de la gente. El primer hábito que se está astillando es el de votar por el proceso. Son millones los venezolanos que, por primera vez en quince años, han decidido o están pensando migrar hacia los candidatos de la Unidad.
Un motor de ese desplazamiento es la intuición de que el proceso comenzó su final y que el chavismo ya es una caricatura de la versión inicial. Esa conclusión se acompaña con la  desilusión con el equipo de dirigentes que sustituyó a Chávez, la frustración ante promesas incumplidas y el descontento que suscita en todos los sectores una crisis que el gobierno alarga y profundiza.
La fuga de oficialistas es constante y tiene como destino principal a la MUD,  aunque el crecimiento de ésta aun se coloca por debajo del tamaño que está tomando el descontento. Una brecha que va a permanecer mientras la población no digiera el antídoto al virus ideológico que se inyectó a la población durante 15 años. 
En anteriores situaciones, cuando se han roto ciclos de hegemonía y dominación política el país ha dado un salto hacia adelante. Así ocurrió en el 36 con la alianza entre el Ministro de la defensa de la dictadura gomecista y las nacientes fuerzas democráticas. Puede decirse algo parecido sobre el segundo ciclo de dominación de AD después de la caída de la dictadura de Pérez Jimenez y la fase de disolución del régimen puntofijista. Ahora le ha llegado al chavismo el momento de dejar de ser el primer actor en escena y abrir paso, con su despedida, a una nueva época.
Buena parte de quienes sostuvieron al proceso constituyen una reserva democrática y un factor que expresa legítimos intereses de la población que está en el piso de la pirámide de ingresos o tradicionalmente excluida del reparto de renta. Son una fuente de crecimiento valiosa para quienes piensan en conservar valores de justicia y solidaridad con los más débiles a la hora de desmontar el populismo y el estatismo. Ellos portan una demandas sociales que ayudaran a equilibrar el desarrollo capitalista de la producción nacional. Son indispensables si se piensa en unir al país. Por todo eso, deben ser bienvenidos al gran empeño alternativo de elaborar una estrategia para reconstruir la economía y realizar el relanzamiento que requiere la democracia.
El tema es cómo formular explícitamente un llamado y tener una conducta para lograr que esos tres millones de venezolanos, detenidos por dudas y temores, voten por los candidatos de la Unidad. Son varios los puntos que debemos abordar, pero entre ellos son claves: afirmar una cultura política dialogante en el electorado de la MUD, trabajar por transformar el descontento en voluntad de cambio, denunciar los actos de ventajismo de Estado que afectan los resultados y la aplicación del repertorio de trampillas que el CNE aplicará el mismo día de las elecciones. Mientras tanto hay que hablar más con la gente y elevarle el volumen al relato sobre el país que viene después que contemos los pollos el 6.
Simon Garcia
simongar48@gmail.com
@garciasim

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sábado, 25 de julio de 2015

SIMON GARCIA, NUESTRAS LUCHAS POR LA DEMOCRACIA.

El actual gobierno, que comenzó con ellos, está padeciendo un terrible miedo a los votos. Temen a una mayoría electoral que ponga fin a sus privilegios y al estropeado plan de perpetuarse en el poder. Su más poderosa razón existencial, comprobado el fracaso de su viejo modelo de revolución, es la defensa de una élite frente a la petición universal de que no sigan profundizando la crisis.  

El miedo a los votos los tienta a impedir que la voluntad popular se exprese libremente. Trabajan por inhibirla, estimulan la abstención, difunden desesperanza, propician la división, criminalizan a los opositores y restringen los derechos democráticos a toda la sociedad.
            Gesto tras gesto, el poder envía la señal de que entorpecerá elecciones libres. Henrique Capriles presentó un conjunto de propuestas económicas para comenzar a combatir la crisis y aliviar las calamidades en los sectores económicamente más débiles y el sistema de censuras las desapareció. Apabullaron sus declaraciones con una rueda de silencio.
             Es una censura que prescinde de la figura de un Vitelio Reyes, vetando artículos en una redacción. Ahora se usan mecanismos indirectos. Las nuevas formas de totalitarismo, como el que se ensaya aquí transportado de Cuba, impone una hegemonía comunicacional y una sistemática presión a los medios de comunicación independientes para confinarlos a la banalidad comunicacional. Nada de política y menos de la oposición.  
             Se acaban de perpetrar las inhabilitaciones de María Corina Machado y Enzo Escarano con una vileza que sólo puede explicar el miedo. El Secretario General de la OEA habló como un demócrata: en materia de elecciones lo que  habilita o inhabilita a un candidato son los votos. No la decisión de una Contraloría, presta a hacer los chanchullos que mande el Ejecutivo Nacional. 
            El plan ventajista aspira rebajar, con operaciones de este tipo, la inmensa brecha con la que la oposición supera al gobierno. Su máxima carta es poner en marcha una sarta de obstáculos y provocaciones para buscar que explote con alguna locura, la minoría radicalizada de la oposición. El objetivo es preciso: sacar del camino electoral a la oposición porque en ese terreno está ganando.   
            No parece que puedan descarrilar a la oposición. La MUD puede desmontar esas trampas.  Pero la gran respuesta consiste en entusiasmar al país con un compromiso parlamentario de cambios viables y confiables. En elevar los esfuerzos para atraer al descontento y abrir una oferta de diálogo, de luchas coincidentes y de inclusión con quienes provienen del campo oficialista, pero son vistos con desconfianza e incomprensión. Atraer tiene dos formas de concreción: atraer para compartir unos mismos objetivos o atraer para convivir civilizadamente aunque subsistan diferencias.
            Nuestras luchas por la democracia son tan vitales como las que tocan el bolsillo, la seguridad o los salarios. Hay que unirlas a las reivindicaciones económicas y sociales porque la democracia es el oxígeno de la sociedad.
Simon Garcia
simongar48@gmail.com
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jueves, 18 de junio de 2015

SIMON GARCIA, LA VIDA DE NOSOTROS.

Nuestra vida cotidiana choca constantemente con la combinación de crisis que está devastando al país. La fidelidad ideológica al modelo comunista por parte de un grupo de dirigentes que puso de lado el interés general, nos está sumergiendo en el peor país posible. La responsabilidad del insoportable desastre nacional recae en el Presidente Maduro.
           
La buena noticia es que la polarización oficialista, que logró enfrentar a una parte de la sociedad contra la otra, se atascó. Su principal instrumento para dividir, convertir en enemigos a la llamada oligarquía y criminalizar a la oposición, mientras  mejoraba el reparto de la renta hacia los sectores populares y distribuía privilegios entre los suyos, ya no está en su caja de herramientas. Maduro desapareció los inmensos ingresos petroleros. Dólares, no hay.
           
La versión de polarización autoritaria fracasó. El gobierno, aún en posesión de la no despreciable fuerza del Estado, se aferra a una base de apoyo a punto de precipitación. Su lecho de arenilla no genera polarización política, pese a los recurrentes manotazos gubernamentales para restablecerla. La polarización electoral se está evaporando, lo que eleva la presión para evitar el fin de su predominio político.

El polo oficialista comenzó a experimentar desvíos y fugas desde la candidatura de Capriles, aunque posteriormente buena parte de quienes lo abandonan no fluyen hacia la MUD sino que se detienen en una sala de espera junto a los que no sienten suficientes motivos para apoyar otra opción y los que piensan que todos, oficialismo y MUD, son iguales. Es la última estación para las dudas.

El motor para dejar en el pasado los términos tradicionales de la polarización es la conformación de una nueva mayoría social, cuya referencia no es la inclinación partidista sino la universalización del descontento. Es imposible concebir esa mayoría sin el desplazamiento de sectores que respaldaron a Chávez y es difícil aspirar a gobernar sin redoblar los esfuerzos por comunicarse con esos sectores y abrirles participación en la construcción de las alternativas.
           
Esta aproximación entre las dos mitades de país que ahora hacen una mayoría distinta a la que está en disolución, es el primer paso que da el país para reunificarse, reconocer las convicciones del otro y admitir que proyectos opuestos de sociedad puedan promoverse sin las imposiciones hegemónicas que están destruyendo al país.
           
La nueva mayoría social favorece, pero no asegura automáticamente una mayoría política que pueda proyectarse en la MUD. Una lectura es considerarla como parte de una demanda de diálogo entre oficialismo  y oposición. Esto implica modificar los hemisferios polarizados instalados en los modos colectivos de pensar, sentir y actuar. Descargarnos de los prejuicios que adquirimos, en uno y otro de los extremos, durante la era de Chávez.

La MUD está obligada a generar un repertorio de alicientes para traducir el descontento en base de una nueva cultura cívica y en palanca para un cambio de actitud electoral. Tiene tiempo para hacerlo: seis meses.

Afortunadamente existen indicios, atenuados por la fiebre incómoda de la planchitis, de que se propone abordar una reformulación de su discurso, redefinir las reglas para expandir la unidad, solucionar  las tensiones entre formas de lucha, ampliar las coincidencias estratégicas y practicar vías más eficaces para alcanzar los objetivos de cambio que desesperadamente exige el país.

Una de sus claves es pisar, con disposición de diálogo y convivencia, en territorio bajo influencia del proyecto y del imaginario chavista. Otra es acercarse  a los sectores críticos que están emergiendo en la base y entre una fracción de dirigentes del PSUV.
           
El gobierno no puede recibir lealtades para profundizar las crisis. Hay que explorar salidas pacíficas y democráticas. Se trata del destino del país. Es decir, de la vida de nosotros. No hay que ignorarlo.

Simon Garcia
simongar48@gmail.com
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jueves, 11 de junio de 2015

SIMON GARCIA, AHORA, ¿UNIDAD?

El país presenció, el pasado sábado, una movilización nacional exitosa. No fue formalmente unitaria, pero hubo gente de diversas procedencias sociales y partidistas. La MUD informó que la convocatoria era responsabilidad sólo de una de sus organizaciones. No dio las razones por las que no se adhería a ella. Señaló el derecho de Leopoldo López a convocarla, valoró sus motivos y consideró que sus objetivos formaban parte de la plataforma de la MUD.

            No comunicó ninguna orientación sobre asistir  o no. Esa decisión quedó a conciencia de cada organización. Unas se pronunciaron a favor y otras se abstuvieron de declarar. Capriles informó que asistiría, Falcón que no. López se adosó un triunfo.
            Pero, surgieron evidencias de que la concentración y el inicio de la huelga fueron pensadas con el propósito deliberado de marcar, otra vez, una diferenciación. Para ello se requería no informar de ambos eventos al resto de los integrantes de la MUD. Más fácil que grabar el video hubiera sido enterar a la MUD. Leopoldo como Bertebly, aquel  personaje de Melville, prefirió no hacerlo.
            El incumplimiento de las reglas de juego provocó malestar. Porque frente a la ofensiva autoritaria del gobierno no se puede jugar en solitario. También porque la unidad se basa en construir confianza mutua y en asegurar corresponsabilidad en las decisiones y  solidaridad en las acciones. Las reglas, las amarras de la unidad, existen en función de elevar la eficacia política de los esfuerzos destinados a ponerle fin a los fracasos de Maduro y a los errores del modelo. No son un invento burocrático.
            La pertenencia a la Unidad ha implicado que cada partido renuncie a perseguir algunos de sus objetivos particulares. Lo consienten porque todos saben que para doblegar al poder hegemónico, hay que sumar esfuerzos. Se avienen a concertar un liderazgo  colectivo porque no se puede reproducir caudillismos ni establecer competencias como si viviéramos en una democracia convencional.
            La competencia indebida por el liderazgo conduce a desatar una pugna por la redistribución de los apoyos dentro de la oposición y coloca en segundo plano la comunicación con el gran país. Y en el momento actual, verse el ombligo no sirve ni para perder tiempo.
            El gran desafío es captar la enorme masa de descontentos que ha dejado de estar con Maduro y aún no están convencidos de respaldar a la oposición. La crisis se va a encargar de acentuar el rechazo general de la sociedad al gobierno. Pero la oposición debe hablarle al descontento. No puede actuar para restablecer los viejos términos de la polarización ideológica que convirtió a una mitad del pueblo en enemigo de la otra.
            Victoria electoral sin alteración de ideas, valores y conductas en el conjunto de la MUD puede lanzarnos a un triunfo sin cambios reales. Preservar la unidad de la MUD significa romper el quietismo sin desesperación, mantener la combinación virtuosa de calle y votos, saber que también en política actuar juntos genera fuerzas mayores que la simple suma de las partes.      
             Esta semana la MUD ha dado unos primeros pasos para ir al encuentro del país descontento y ofrecerle unitariamente una estrategia, un plan y unos objetivos que necesitan muchos brazos y mucha diversidad de actores. Parece oportuno acentuar un discurso para encontrarnos con otros venezolanos que también quieren una Venezuela diferente a la actual, aunque no todos coincidamos plenamente sobre las líneas de su futuro.
            Reconforta volver a las decisiones en conjunto. Pero por lo pronto está el deber ético de ayudar a que salga bien la lucha de los 17 huelguistas por la paz, la vigencia de los derechos humanos, la libertad de los presos políticos y la fijación de elecciones con observancia internacional imparcial. Primero, lo primero.
Simon Garcia
simongar48@gmail.com
@garciasim

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domingo, 31 de mayo de 2015

SIMON GARCIA, ACUERDOS Y DESACUERDOS,

           Es natural que la trayectoria unitaria pase por sucesivos acuerdos y desacuerdos. Su palanca es el contraste porque se comparten los mismos objetivos. Pero, hay que sujetar con firmeza las riendas para canalizar las tensiones entre las agendas particulares y las exigencias de mayor energía unitaria. Si este equilibrio se rompe, surge el conflicto.

            La unidad está bajo tensión. Las decisiones unilaterales adoptadas por uno de los tres principales líderes de la oposición crearon la dificultad de consentirlas por consideración al preso político o disentir de ellas, por poner a los demás frente a hechos cumplidos y porque no se pudo establecer su oportunidad, la forma óptima de llevarlas a cabo o las ventajas de otras iniciativas.
            Leopoldo López pudo evitarlo. Ha comprobado que sabe cumplir el segundo deber de todo preso político: encontrar los medios de comunicarse con quienes están afuera. Realizó sus anuncios por video, evento más sofisticado que enviar un papelito miniaturista a quienes podían ayudarlo a rodear la huelga de hambre y la marcha de un respaldo unitario y más allá de la MUD. A menos que no le interesara compartir triunfos. 
            Si una motivación de este nuevo acto unilateral es mover la calle para equiparar una estrategia con el éxito de las primarias, entonces debería atraer a quienes le dan prioridad a la vía electoral. Pero como a veces las buenas intenciones hacen el trabajo de las malas, ha surgido una ola de discriminaciones e insultos que ha dejado instalada la rabia contra la banda de opositores colaboradores y agentes del mal. Indeseable división maniquea desde la acera que sea.
            Es legítimo formular objeciones, ser exigentes con los requisitos a cumplir e incluso oponerse a la huelga de hambre. Ningún dirigente puede tomarse el derecho de comprometer su vida si esa acción está rodeada de incertidumbre sobre sus desenlaces y puede poner en riesgo la esperanza de todo un pueblo. Es un acto de valentía, pero no ha sido la falta de coraje lo que nos ha generado limitaciones y derrotas.
            Gandhi, quien  realizó diecisiete huelgas de hambre, nos enseña la importancia  de la pasión social, de la organización, de las relaciones, del discurso y de otros factores que llevan al éxito. Sólo hay que sopesar un dato: tras la marcha de la sal hubo 60.000 activistas de la no violencia presos.
            En la otra banda, cuando la falta de resultados obliga a honrar los principios, ocurren desgracias terribles como la de los diez huelguistas irlandeses que fueron muriendo, mientras se realizaban elecciones y donde uno de ellos, Boby Sands, resultó electo diputado. La osadía no es atreverse a frotar el vidrio para liberar al genio, porque a veces, como relata Stevenson, el que sale de la botella es el diablo.
            El punto no es volver a discutir si estamos ante una segunda edición de La Salida. Las peticiones y exigencias planteadas por Leopoldo López forman parte de la visión de la MUD. El mensaje transmitido por Patricia de Ceballos a nombre de su esposo, concediendo perdón a quienes lo encarcelan y despojándose de odios es ejemplar.
            La cuestión es la confianza en el otro. Alianzas entre partidos, como las de la MUD, suponen que la competencia es secundariamente rivalidad y dominantemente solidaridad. Exige actuar con reglas claras y de obligatorio cumplimiento por parte de todos, no por responder a un principio burocrático de autoridad sino para contribuir conjuntamente a la calidad de la política y la eficacia de los resultados.   
            Ahora, en mitad del rio, necesitamos pasar de los reparos a la promoción activa de la causa de los huelguistas. Una solidaridad para sumar, sin descalificaciones que aíslen,  radicalismos que ahuyenten o amenazas que restablezcan la vieja polarización.   
            Es momento del aporte de todos para enfrentar las provocaciones del gobierno, resguardar la solidaridad internacional y añadir nuevos sectores a la lucha por otra Venezuela. Después habrá que definir otros modos de hacer política y comenzar a practicarlos.

Simon Garcia
simongar48@gmail.com
@garciasim

     
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sábado, 2 de mayo de 2015

SIMON GARCIA, QUERER OTRO PAÍS,

Los venezolanos están manifestando un deseo casi unánime de tener otro país. Querer otro país es una voluntad nacional, en el sentido de que constituye una aspiración de quienes han sido opositores al gobierno y de muchos de los que lo han apoyado.

            La crisis nos está volviendo a unir. La opinión sobre la gravedad de la situación, sobre sus responsables y sobre la imposibilidad de Maduro para resolverla es sostenida por todo el mundo. Por primera vez personas que han estado en polos de opinión opuestos durante años, se atreven a reconocer los problemas comunes que los afectan y a explorar soluciones por las que se puede luchar juntos. 
            La necesidad de cambiar el modelo es evidencia a la vista. Seguir dándole vueltas es correr alrededor del ombligo. Lo que todo el mundo espera son las orientaciones, las propuestas y las acciones coincidentes respecto a cómo salir del atolladero y cuáles políticas económicas y sociales estamos dispuestos a poner en práctica. 
           Primero, con una definición clara del sacrificio, el aporte y las ganancias que corresponderán al empresariado. Segundo, convenciendo al pueblo que el populismo ni reduce la pobreza ni genera condiciones estructurales para que los sectores populares construyan su desarrollo humano y su bienestar económico. Es tiempo de justicia social efectiva.
            Recuperar el país que perdimos y volver a tener indicadores avanzados respecto a América latina va a suponer un acuerdo progresista para distribuir sus costos. La sequía que produjeron dos malos gobiernos va a retardar el regreso de las vacas gordas. Pero, mientras más pronto se comience más temprano podrán obtenerse los beneficios.  
            Es un hecho afortunado que buena parte de los seguidores tradicionales del oficialismo haya dejado de avalar políticas y decisiones que generan más pobreza, desempleo, salarios precarios y descenso constante de la calidad de vida. Unos, afectados por la frustración, optan por la abstención. Pero, buena parte de ellos, que quiere otro país y mantiene la esperanza de alcanzarlo, ha decidido restablecer comunicación y relaciones con los sectores que no han creído que el socialismo autoritario sea una puerta al paraíso.
            Este cambio de conducta, humana y política, está influido por el fracaso de la gestión y del modelo, por el rechazo a la corrupción y por no avalar políticas que han provocado desabastecimiento, altos precios, inseguridad y el uso del miedo como herramienta de control social. 
       Lo triste de la situación actual es que el gobierno simula que manda mientras todo el país se convence de que no es capaz de resolver siquiera la devaluación del bolívar o la escasez de alimentos, medicinas y repuestos. Su comportamiento ante las colas es emblemático: decidió esconderlas.
            Y lo dramático en esa situación es que la inutilidad gubernamental se ha vuelto crónica. Es decir, un hábito de inhibición de larga duración. Por eso, la amenaza no es una destrucción abrupta e inminente del conjunto de la economía y de las instituciones, sino una mengua constante que destruye en cámara lenta. Una especie de efecto termita que logra proyectar la inexacta impresión de que el gobierno sigue sólido. 
            El único motor del gobierno es perpetuarse en el poder. Todo lo que hace se enmarca en una campaña electoral cuyo primer objetivo es impedir nuevas fugas de apoyo y tratar, por medios extraordinarios, de ofrecer atractivos a quienes están dejando de seguirlo. El segundo es estimular la abstención opositora, para evitar el más contundente castigo electoral que haya recibido gobierno alguno en la historia del país
            Respecto a la MUD hay que registrar insatisfacciones  que no deberían ser despachadas con visiones que reciclan las viejas formas de defender a la política, a los partidos y a los dirigentes. Reconocer también su necesidad y sus logros.
             La MUD hace un gran esfuerzo para no colocarse por debajo de las expectativas de la gente constantemente castigada por la crisis. Un desafío que esperamos sea resuelto exitosamente por un liderazgo  que pueda apoyarse en la inmensa, plural y compleja nueva mayoría que quiere otro país. 
Simon Garcia
simongar48@gmail.com
@garciasim    

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lunes, 9 de marzo de 2015

SIMON GARCIA. DEFINIR RUMBOS, EL LUGAR COMÚN

Este espacio, como lo indica su antetítulo, está escrito con elementos que son sabidos por todos. El término se aplica a afirmaciones que circulan como verdades comunes que no necesitan prueba ni explicación.
          Pero de vez en cuando es conveniente recurrir a una redundancia pedagógica para verificar que ciertamente nos movemos entre lugares comunes. Uno de ellos establece que la oposición está dividida, que para reencontrarse se necesita conocer lo que los separa, que hay que determinar por qué esas diferencias pesan más que las coincidencias y la más común de todas las afirmaciones: sin la unidad estamos perdidos.
          Pero esa conclusión, que viene rodando año tras año, no genera las condiciones para aproximar las posiciones y pasar de la unidad declarada a la unidad eficaz, especialmente para que los partidos puedan orientar a la sociedad y ayudar a elevar la calidad de las luchas por los cambios. Una misión que obviamente se potenciaría si los partidos actúan unidos.
          Si todas las fuerzas persiguen el mismo objetivo luce razonable que sumen esfuerzos para alcanzarlo. Así que hay que preguntarse si lograr un cambio del modelo económico e institucional, lo que en nuestro caso sólo parece ser posible cambiando al actual presidente, es la meta común a toda la oposición.
          En caso afirmativo, hay que acordarse sobre cómo efectuar ese cambio. En tiempos normales, la sustitución de un presidente ocurre finalizado su mandato constitucional mediante elecciones. Y aquí comienzan las complicaciones, porque las encuestas y las evidencias cotidianas indican que existe una mayoría, incluyendo seguidores oficialistas, que están en contra de las políticas adoptadas por el Presidente y reprueban su gestión.
          También es verdad que no estamos viviendo tiempos de normalidad. En pocos días se precipitaron una lluvia de malos acontecimientos: el secuestro del Alcalde Ledezma por una acusación fabricada; la muerte de un liceísta en San Cristobal; el cierre de la edición diaria de Tal Cual; el hostigamiento violento a sedes y dirigentes de la oposición; el descontrolado aumento de los precios; la detención de jóvenes y las agresiones policiales contra la población y los estudiantes contraviniendo sistemáticamente los derechos humanos. Cualquiera de estos sucesos es suficiente para trastornar a una sociedad, como lo demuestra el impacto internacional de estas noticias y el inicio de una preocupación mundial por las actuaciones del gobierno venezolano.
          Pero aún así las fuerzas de oposición insisten en jalar hacia lados opuestos. Algunos de esos puntos de diferenciación no parecen tener sentido para el momento actual, como el de ser reticentes a las elecciones cuando está planteada una, dentro de los próximos diez meses, que si se gana contundentemente aceleraría la dinámica de los cambios y abriría nuevos escenarios y formas de lucha. Ninguna de las otras opciones son viables en el corto plazo y por tanto, extremarlas sólo conduciría a generar un efecto de división y a distraer nuestras fuerzas inútilmente.       
          Es urgente poner fin a la ambivalencia de las posiciones unitarias. Los líderes y los partidos, que deben ser el eje de una estrategia alternativa, tienen que ponerse de acuerdo en las formas de lucha o si sus políticas son tan excluyentes, entonces asumirlo con claridad frente al país y pasar a considerar otro modo de relación más eficaz que dar vivas a la unidad y jugar a diferenciarse.
           Para cerrar parafraseo al insustituible filósofo Mario Moreno: o nos unimos o nos portamos como lo que somos.  No hay tiempo que perder.

Simon Garcia
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sábado, 31 de enero de 2015

SIMON GARCIA, NUEVOS SIGNOS.

Es probable que la mayoría le haya aplicado al mensaje presentado a la Asamblea Nacional la recomendación que Walther  von der Vogelweide, hizo a sus vecinos de Wurzburgo: “Cuidad vuestras orejas/, no prestéis atención a malos discursos/ seria infamia el aceptarlos”. El poeta alemán formuló esta advertencia alrededor del año 1200.
            El mensaje fue malo porque estuvo muy por debajo de las expectativas que sirios y troyanos albergaron durante largos días. No satisfizo a quienes aguardaron con esperanza ni a quienes prejuzgaron que sería más de lo mismo.
            El interés en el discurso, incrementado por dos aplazamientos, un raund robin de rumores y el creciente descontento contra las políticas gubernamentales, se tornó en desconsuelo y decepción. El orador ni habló claro ni fue preciso. En vez de tomar los problemas por los cachos, inexplicablemente optó por torearlos. Dejó más interrogantes que certidumbres. 
            El grave problema es que se trataba de oír, no la opinión de un particular, sino la del presidente de la República. Y si un presidente normalmente tiene mucho que decir, en tiempos de crisis desatadas su orientación, sus propuestas, sus soluciones deben constituir motivaciones de futuro, palabras para la unión y estímulos colectivos para superar las dificultades.
            Un primer hecho relevante es que la insatisfacción con el discurso, más allá de los apoyos por compromiso, fue general. Las cámaras revelaron que no generó entusiasmo, ni siquiera en figuras emblemáticas que han debido reflejar más fervor. Las barras estuvieron lejos de llegar al climax de manifestar orgullo por el orador. Los aplausos del oficialismo lucieron aplausos del oficialismo.
            Cuando más se necesita reaccionar para sacar a la población de las colas, contener la inflación, blindar el sistema de control de cambios frente a las poderosas  corrupciones, ofrecer garantías para la reconstrucción del aparato productivo capitalista o sustituir las políticas sociales clientelares por unas que generen en la gente capacidades para vencer a la pobreza, sólo se ratificó el modelo que está dando al traste con el gobierno.
            El discurso, es decir, la política asumida por el Presidente se redujo a unir todas las arrugas para correrlas hacia un mismo riesgoso punto: no hacer nada para que algo cambie. Actitud que hay que lamentar, no sólo porque castigará a los sectores social y económicamente más vulnerables, sino porque amenaza con extinguir las oportunidades país de pertenecer al siglo XXI.  
            Otra novedad importante, que debe desarrollarse durante este 2015, es que el descontento no tiene una naturaleza partidista. Ya el país no está emocionalmente dividido en dos mitades, sino que se ha unificado en torno a un sentimiento de inconformidad y rechazo a los estragos que ocasionan las políticas erradas del gobierno.  La cifra del rechazo es contundente: 85 % de la población está revirando.
            La tercera novedad tiene que ver con el resquebrajamiento de la unanimidad en el PSUV y el increíble desmoronamiento de la base popular que sustentó las victorias electorales del oficialismo.
            Estos signos de cambio han conducido a un descubrimientos que es importante para sustituir el socialismo autoritario por un modelo que una solidaridad social, bienestar y libertad: se puede ser revolucionario sin seguir el modelo al que Maduro no quiere o no puede renunciar.
            Pero la novedad de las novedades es la aparición de una nueva mayoría, proveniente de diversas trayectorias anteriores, que va a conquistar mayor protagonismo. También la exigencia de cambios está moviendo el piso a las viejas certezas de la oposición y abriendo la posibilidad de que compartir prioridades y aproximar estrategias ayuden a tener un mismo lenguaje y a formas de lucha democráticamente eficaces.
Simon Garcia
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domingo, 25 de enero de 2015

SIMON GARCIA, LOS PRISIONEROS DEL LEGADO.

Los militantes sesentones del PSUV, que conocen historia de las revoluciones, saben que cada vez que un partido ha importado un modelo revolucionario, este viene con sus plagas de origen. La memoria debería advertirles que si no se combaten a tiempo, estas prenden vigorosamente en el terreno al que se trasplantan.

            Es increíble que quienes han sido luchadores sociales hoy ignoren las duras calamidades que soportan las familias que tienen ingresos menores a dos salarios mínimos o los condenados a rebuscarse día tras día el bastimento para ganarle de mano a la subsistencia.
            Resulta imposible aceptarle a gente con formación crítica, contestatarios que enfrentaron el orden dominante, toda su vida dispuestos a arriesgarse por los más débiles que nos repitan la cantinela de todos los gobiernos que se preocuparon más de conservar sus privilegios que de ser útiles. Ahora todo descontento y toda protesta es criminal.
            Una explicación es que son prisioneros de un legado que no están en capacidad de modificar. Optan por darle la espalda a la realidad mediante una jugarreta de la conciencia que consiste en mentirse a si mismos. Algo similar ocurrió en la URSS y fuera de ella, en la época en la que Stalin cometía sus crímenes y revolucionarios de linaje prefirieron aferrarse a las versiones oficiales que convertían a todo disidente en un agente del imperialismo y a todo opositor en un miserable traidor. Una inhibición que resultó trágica.
                        En la tecnología del totalitarismo, tan  anticipada  y magistralmente denunciada por George Orwell en sus entonces novelas de política ficción, el control total de la voluntad de cada individuo comienza por cambiar el nombre de todo y darle a las palabras un significado contrario al que primariamente tuvieron. Al distorsionar y programar el repudio al pasado, el poder cincela una vida de armonía en un mundo uniforme, con una sola fuente informativa, una historia reescrita a conveniencia del régimen, adoctrinamiento tecnológicamente inculcado y un bombardeo de sensaciones sustituyendo a la realidad.
            Esto venía ocurriendo en los sectores populares de Venezuela hasta el 2014. Y si se examina la involución de los acontecimientos habrá que concluir que los mentores del proyecto tuvieron éxitos macizos. Bastan dos datos: uno, se apoderaron del control del Ejército y lo pusieron a pensar en clave comunista. Dos, pudieron obtener la fe de sectores humildes que encontraron en la revolución no sólo una venganza social legalizada sino el corazón que les hacia falta para soñar. 
            Ya no es así. La crisis no es externa. Está en la médula del modelo, de la gestión y de la cúpula dirigente. Ellos son la crisis.  Una pregunta es, ¿Cómo van a actuar los que, desde adentro del proceso, pueden influir en buscar nuevos rumbos y están a tiempo de evitar que el legado se use como un dogma, rígido e inmodificable? Todos ellos, revolucionarios y demócratas, tienen conciencia que la víctima de ese dogmatismo es un país que se está negando a ser destruido.
               Quedan muchas otras interrogantes en el aire, ¿las dos Venezuelas, enfrentadas durante tantos años, podrán encontrar maneras de convivir y compartir un proyecto de justicia social con bienestar?, ¿es la crisis, la antesala de una transición pacífica y constitucional?, ¿logrará la MUD llegar a ser una alternativa que entusiasme a la nueva mayoría que es bastante mayor y diversa que la oposición que hasta ahora se había expresado?
                 La gente quiere cambio seguro. El gobierno ni quiere ni puede dirigir ese cambio. La urgencia exige respuestas, reflexión y formas eficaces de acción.

Simon Garcia
simongar48@gmail.com
@garciasim

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domingo, 11 de enero de 2015

SIMON GARCIA, ¿QUÉ ME IMPORTA?https://twitter.com/

SIMON GARCIA
El país está muy perturbado. No se recuerda en las últimas décadas de nuestra historia, una agresión colectiva tan brutal como la que soportan los que peregrinan buscando una medicina o se agolpan durante horas frente a supermercados y bodegas esperando adquirir uno de esos productos escasos.

            Perturbado significa estar inquieto. Y molesto, porque el orden de nuestras vidas ha sido dislocado por un sistema de racionamiento que, a pesar de su presunción tecnológica, es más ofensivo que la libreta cubana.  
            Hay un país perturbado, pero no aturdido. En las colas se oyen explicaciones certeras sobre las causas y los responsables del desabastecimiento, de la inflación y de la falta de divisas. Puede sentirse el rechazo contundente a la cúpula gubernamental, el arrepentimiento de fieles seguidores de buena fe o la queja amarga de los que no tienen para comprar la cantidad que el local permite. La peladera los obliga a recortarse y quedan inconformes.
            No estamos aturdidos porque reflexionamos. Estamos adquiriendo un renovado interés en lo que hacen los gobernantes, aprendiendo a valorar los asuntos públicos, a comprender que las decisiones políticas afectan nuestra vida personal y familiar. Y sobre todo, entre el descontento y la indignación, pensamos sobre el aporte que podemos dar o el sacrificio que ofrecer para encontrar las vías que nos permitan reconstruir un país para todos. O para casi todos.
            Una piedra en el camino es que hay grupos que no quieren abandonar sus privilegios, sus negociados, sus corruptelas o incluso nexos con la economía criminal. La presencia de estos grupos se ha detectado en otras naciones y sus propios gobiernos han procedido a combatirlos. Pero aquí, estos pranes de cuello blanco construyen una zona de impunidad. A esa irrisoria minoría de boliburgueses no les interesa ni la reunificación de los venezolanos, ni la transición para reformular y renovar instituciones que puedan alcanzar el máximo bienestar posible con la mayor igualdad necesaria. 
            También hay indicios de que en la cúpula oficialista se está manoseando una gran provocación para justificar la acentuación de su naturaleza militarista, estatista y autoritaria. No le vendría mal al interés de perpetuidad del gobierno, fabricar pretextos para no someterse a esa evaluación que serán las elecciones parlamentarias.
            La noticia a esclarecer es que parece que en el seno del PSUV y de la Fuerza Armada Bolivariana existen sectores que no avalarán montajes para abandonar las formalidades democráticas. Sectores que están dispuestos a respetar la voluntad popular y a resguardar la dimensión democrática del empeño revolucionario. Puede ser porque el carácter pacífico del proceso, aun con su inestabilidad, no es una condición fortuita. Y si por ahora, nos cuesta creerlo, propiciemos iniciativas para verificarlo.
            Durante quince años una parte del país ha sido víctima de un feroz bullismo de Estado. Manipularon para intentar presentarnos como agentes del imperialismo, traidores a la patria, hijitos de papá o papás vendidos a la burguesía. La ideología oficial enseñó a una parte de la población a odiar a la otra; pero ahora esa parte está redirigiendo su rabia hacia quienes los engañaron.
           En una transición no habrá revanchismo. En primer lugar porque parte de la nueva  mayoría proviene de quienes creyeron en el proceso revolucionario. Segundo, porque la oposición posee una formación plural, dialogante y constructiva. Tercero, porque el interés principal de las fuerzas democráticas es gobernar uniendo libertad, justicia social y bienestar.
            Mientras el clima del país se enrarece, el pueblo sigue en las colas. La necesidad lo obliga. Allí cuenta sus desventuras, los episodios de su quehacer cotidiano, proclama sus ilusiones, critica.  Y cuando surge el rechazo al gobierno, ya nadie responde con aquel estribillo tan revelador de la ausencia de ciudadana: a mí, eso no me importa
Simon Garcia
simongar48@gmail.com
@garciasim

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martes, 6 de enero de 2015

SIMON GARCIA, SIN DINERO Y SIN SENTIMIENTOS

SIMON GARCIA
Se avizora otro año terrible. Uno quisiera que la situación fuera más prometedora. Pero la realidad se impone con la contundencia de los hechos. La mayoría de las predicciones contienen descripciones duras sobre la involución económica que se nos viene encima. La conclusión es que habrá más calamidades para todos, aumento de las desigualdades y mayores injusticias.
            A todos nos gusta pensar que la crisis no tocará a nuestras familias y que no nos afectará personalmente. Pero es ilógico suponerlo. El 2014 nos enseñó que todos pagamos los errores gubernamentales con escasez, encarecimiento vertiginoso de los productos, inseguridad o malos servicios públicos.
            La disparidad entre el sueldo promedio y el costo de la vida obliga a millones de familias a recortar gastos en renglones básicos como alimentación, ropa y calzados. Ganar menos de dos salarios mínimos significa oscilar entre la subsistencia mínima y la pobreza. Ese es uno de los motivos por lo que se acelera la fuga masiva de talentos. Los otros dos son el temor a morir en manos de la delincuencia y la percepción de que el país carece de futuro si continúa el rumbo actual.
            El choque de la crisis es tan demoledor que la gente apuesta a que este año ocurrirá algo que impida que el país siga como va. Pero el gobierno no va a realizar el  menor viraje como lo demuestra la renuencia a adoptar las medidas económicas que cada cierto tiempo anuncia para calmar la inquietud general.
            Pero si el 2014 fue terrible para Venezuela, para el proceso “revolucionario” fue peor. Las peleas dentro del oficialismo condujeron a la salida de ministros poderosos y paralizaron las decisiones más importantes. En el plano internacional perdió el estrellato y recibió golpes sensibles, cuyos morados irán saliendo progresivamente. El régimen se quedó sin modelo, dado el inocultable fracaso del comunismo a la cubana y el cambio de política de los Castro respecto a EEUU.   
           El gobierno luce agotado y sin soluciones tanto para su proyecto como para el país. El tema de la transición está en su agenda. Pero como su objetivo central es la perpetuación en el poder tenderá a reforzar el control sobre la sociedad y aumentar la dependencia de los ciudadanos respecto al Estado. Su idea de transición es regresiva: más socialismo autoritario en todos los planos. Pero no todos los sectores oficialistas están dispuestos a mantenerse en el poder por medios y variables que signifiquen seguir vulnerando la Constitución y los derechos. Suponemos que estos sectores adquirirán el 2015 un mayor y mejor protagonismo, dentro y fuera del PSUV.
            Por otra parte, cada vez más ciudadanos llegan al convencimiento que está casi cerrada la posibilidad de una rectificación del Presidente e incluso de la instancia gubernamental, lo que conduce a la única buena escogencia: preferir los intereses del país a la aislada intención de mantener el actual modelo.
            Ha nacido una nueva mayoría, incluyendo a un 40% de los seguidores del oficialismo, que buscará encontrar en el 2015 una identidad que vaya más allá de definirla  como una oposición.  Esa mayoría reclama una visión precisa sobre la clase de sociedad a la que se quiere llegar, unas propuestas concretas sobre cómo enfrentar la crisis asegurando el mayor bienestar posible para los que no tienen bienestar y una estrategia que incorpore a todos los venezolanos en la tarea de reconstruir las instituciones renovándolas.  
            Las condiciones están dadas. La cúpula oficialista, como dice el personaje central de la novela Después del banquete, ya no tiene ni el dinero ni los sentimientos de la gente. Dos armas que según Mishima constituyen el sostén de toda política.
            Habrá que esperar el primer trimestre para saber si el liderazgo de la oposición, los partidos y las organizaciones de la sociedad civil, tienen la voluntad para levantar una alternativa que pueda expresar a la nueva mayoría. Si no ocurre un cambio de fondo en la oposición, seguiremos en más de lo mismo, para mala suerte de Venezuela.
Simon Garcia
simongar48@gmail.com
@garciasim

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martes, 16 de diciembre de 2014

SIMON GARCIA, ILUSIONES, POLÍTICA Y PAÍS.

 
SIMON GARCIA
     Si se necesitara una evidencia de que se puede vivir de ilusiones, bastaría mostrar el encantamiento de la mayoría de los venezolanos durante el apogeo del llamado proceso revolucionario. En torno a un conjunto de ideas básicas (los ricos son tu enemigo, el Estado va a darte lo que necesitas, vamos a ser una potencia económica o ahora si eres tomado en cuenta) se construyó una atractiva identidad política llena de emociones y acompañada por un relato ideológico.

           La sociedad cayó en un estado de hipnosis colectiva porque necesitaba aferrarse a una esperanza. El estímulo real lo proporcionó la subida del precio del petróleo que hizo posible aumentar las magnitudes de todo. Pero las enormes cantidades de bolívares recibidos no sirvieron para producir el menor salto en calidad de vida.
            Es difícil creer que originariamente hubo un empeño de transformación en quienes comenzaron por confiscar las instituciones para destruírlas. Los desempeños indican un crecimiento de los vicios que contagia el poder. Desde los primeros años la honestidad de los nuevos gobernantes quedó averiada y sus actos de corrupción tratados con una impunidad sin parangón en gobiernos anteriores de la democracia.
            El balance es absolutamente rojo. Destrucción, derrumbes, deterioros, menguas, sobrevivencias No es necesario acudir a cifras ni pasar revista a los indicadores que miden el desarrollo de un país. Sólo hay que mirar a lo que estamos llegando a ser como gente, invadidos de rabia, de temor, de ansiedad y algunos arrollados por una incontenible desesperanza. Prestar atención a la ruina que se está comiendo las edificaciones públicas. Detenernos en un mercado. Oír el lenguaje de las colas y rodar hacia una de las miles de formas de ser víctima de los  monstruos que se han creado contra la seguridad, la convivencia o las posibilidades de vivir mejor.
            Pero las embestidas contra el ingreso de la mayoría han pulverizado las fantasías. Las antiguas dos mitades, diferentes y contrapuestas, de país han comenzado a experimentar juntas la misma dura realidad: escasez, inflación, apagones, delincuencia, hospitales colapsados, basura, etc. La línea de separación ya no es la de oficialismo  versus oposición, sino sociedad  versus régimen autoritario y excluyente.
            El problema es que mientras pasamos de encontrarnos a unirnos, una parte de la población va a colocarse en una zona de pasividad. Los desengaños y el descubrimiento de que albergamos unas esperanzas sin fundamento pueden derribar a personas y sectores que son necesarios para acelerar el inicio de una transición hacia otro tipo de sociedad.
            Hay otros escollos por eludir. Algunos de ellos en el campo de los que tienen el deber ético de formular una oferta alternativa de país, comenzar a ejecutar un plan para avanzar hacia él y generar un liderazgo plural que exprese efectivamente intereses, ideales y objetivos que vayan más allá de lo que actualmente encarna la oposición. Uno es dejar de suponer que el descontento general se transformará automáticamente en votos a favor de la oposición y mantenerse en la rutina mental que considera que la oposición es el muchacho bueno de la película y que sólo hay que recibir los aplausos de su convencido auditorio.
            Otro punto especial de preocupación reside en apuntalar la confianza en la MUD, como síntesis del largo esfuerzo por crear una identidad superior, que eleve y sea diferente, a los patriotismos partidistas. Eso significa, por ejemplo, cuidar todo este proceso de escogencia de los tres rectores del CNE y alejarse de la imagen de un reparto entre los partidos. También implica asegurar que los candidatos a la Asamblea Nacional cuenten con respaldo de sus electores y encontrar modos que fortalezcan a los partidos y reconozcan apropiadamente a los liderazgos sociales, cualquiera sea el método empleado para asegurar mayores victorias.
            Hay un país descontento que busca un cambio y una oposición que aún no tiene ni el discurso, ni la oferta, ni la conducta unitaria suficiente para ser una alternativa de nueva y creíble gobernabilidad para todos los venezolanos. 
            Pero existen dirigentes y partidos con alta capacidad para innovar las formas tradicionales de hacer política y satisfacer las exigencias que el venezolano común le sigue planteando a los políticos.  De sus actos concretos va a depender que la política deje de ser un juego de pocos y que se pueda tener en ellos la confianza que producen las decisiones responsables, oportunas y acertadas.
Simon Garcia
simongar48@gmail.com
@garciasim           

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domingo, 30 de noviembre de 2014

SIMON GARCIA, CONTRADICCIONES Y CAMBIOS.

SIMON GARCIA
            Vivimos en uno de esos escasos nichos arqueológicos del mundo que aún permanece anclado a la antigüedad política. En los últimos quince años nos hemos mantenido girando en dirección contraria a la de todo el planeta. Este anacrónico empeño ha comenzado a naufragar a costa de despellejar al país. 

            El fin, la estrategia y el plan que aplica tesoneramente el gobierno es parecernos a Cuba. Afortunadamente, el comandante no escogió, seguramente por las barreras idiomáticas y culturales, reproducir acá el más cruel y despótico régimen del Jurasic Park comunista: el de Corea del norte.
             Pero tampoco Cuba puede ofrecerse a los venezolanos como un modelo. Ni en lo económico, ni en lo político. No debería serlo, incluso para gente de ideas socialistas, por su criminalización de la disidencia, por la ausencia de libertad expresión, por su asfixia del pluralismo y su imposición de un modo único de pensar.
            Eso lo saben dirigentes del PSUV que están comenzando a proponer variaciones y correcciones tanto en las políticas económicas como en el trato a una oposición al borde de convertirse, en términos de opinión, en una desbordante mayoría. Pugnan también quienes apuntan hacia el modelo chino, sugiriendo acuerdos con el sector empresarial para liberalizar la economía a cambio de hacer más dictatorial a la revolución..
            Existen otros sectores, de intelectuales y dirigentes oficialistas, que han sido objeto de condenas públicas y que han respondido rebelándose ante la cúpula oficialista, exponiendo sus inconsecuencias y desviaciones respecto a lo que ellos consideran el proyecto original, ahora traicionado por Maduro. No hay que desestimarlos, aunque algunos de ellos puedan encajar en operaciones dirigidas a impedir que el descontento de las bases chavistas derive hacia la oposición. 
            La disidencia general continuará adquiriendo fuerza porque quienes dirigen el gobierno tienen una noción de éxito opuesta a los indicadores universalmente aplicados para evaluar el desarrollo humano, las fortalezas y la prosperidad de los pueblos. Se manejan dentro de un casillero ideológico que muta en logro la destrucción de una empresa privada porque contribuye a la extinción del mercado y del capitalismo. Su constante proclamación de falsos éxitos no es más que la repetición de un conjunto de errores de comprobada exactitud.
            Lo grave es que la cabina de mando para capear ahora la crisis está full de pilotos suicidas, convencidos de que profundizarla ayudará a implantar las bases de una transición al socialismo, cueste lo que cueste. Y esta contradicción está incubando aceleradamente no sólo un desencuentro sino un choque por la sobrevivencia entre toda la sociedad y la cúpula oficialista.
            El gobierno sopla burbujas para generar ilusión de prosperidad, pero los hechos cotidianos las revientan en las morgues, los hospitales, las escuelas básicas, ciudad Tiuna, el cementerio de primeras piedras más caro del mundo o la triste agonía de PDVSA. El intento de repetición del Dakazo, poderoso estímulo al consumo capitalista, ha develado que de cada 100 personas en las infames colas, 66 están allí usadas por la mafia del bachaqueo.
            Venezuela vive una época de ocaso. Arbitrariedades autoritarias como sembrar la acusación de magnicidio a Henrique Salas Romer, a Diego Arria, a Gustavo Tarre y a Maria Cristina Machado porque enfrentan con total transparencia pública el rumbo que el gobierno le está imponiendo al país, suscita indignación.
            Una justificada rabia que debe ser un combustible para mejorar la acción cívica y política, partiendo de lo que cada quien pueda hacer en su entorno. Se dirá que un solo palo no hace montaña, pero a veces no se alcanza a ver la sierra porque la tapan nuestros temores, frustraciones y pesimismos. Y si acaso, después de insistir en empinarse no se logra divisarlas, hay que recordar la sensación extraordinaria que significa imaginárselas antes de que broten en la realidad. Entonces uno reafirma que hay que estar en el lado correcto de la esperanza.    
Simon Garcia
simongar48@gmail.com
@garciasim      

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