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miércoles, 24 de junio de 2015

DANIEL E. CHALBAUD LANGE, TEMOR A MORIR EN EL CAMPO DE CARABOBO

  “Era el 23 de junio de 1821 y me encontraba en la cercanía de la sabana de Carabobo a la cual llegué días atrás, desde los fríos cordilleranos cabalgando en una mula; como  equipaje, una ruana, que en las alturas me resguardaba del frío y en la llanura me servía para colocar mi cabeza, y un palo largo afilado para pelear por un gran pedazo de tierra, de ríos, de mar, de montañas, de nieve, de gente como yo, a todo lo cual le oí decir al Hombre Grande que se llamaba “mi gran Patria, igual de hermosa pero más grande que mi patria chica.  Por eso estoy esta noche aquí. Lejos de todo lo mío y para pelear y vivir por lo grande que es también mío.

   Tratando de dormir, cubierto por la palma sabanera, vino a mi mente, lo que ya en otras ocasiones, antes de entrar en batalla, me sucedía: TEMOR. Si, temor, sudor, temblor y frío sólo de pensar que mañana podría yo estar para siempre sepultado y convirtiéndome, con el pasar del tiempo, en parte de la sabana. Yo no era el único que tenía temor. Me dicen que el Hombre Catire también sentía tanto temor que se caía de su caballo y comenzaba a estirar brazos y piernas y a echar espuma por la boca. Me preguntaba, por qué he de tener temor cuando voy a pelear para defender lo mío: mi PATRIA....... y me dormité.

   A las cinco de la mañana del 24 de junio, desperté y me levanté al oído del clarín, y recordando a mi madre sentada entre frailejones, la veía serena, callada, esperanzada. Recogiendo mi lanza, miré al cielo e invoque a Dios diciendo: “Jesús mío, y Dios mío. Sagrado Corazón, en ti confío” y, pensando en que “Cuando el clarín de la Patria llama, hasta el llanto de la Madre calla”, caminé, con temor y mucho valor, junto a 6.500 hombres y mujeres, ancianos y niños, para seguir viviendo o a encontrarme con la muerte.

   No podía echar para atrás, algo me impulsaba a seguir adelante con temor y mucho valor,  que servían de catalizadores a mis ansias de luchar por mi patria. El mismo temor y valor del Hombre Grande y del Hombre Catire. El mismo temor y valor que llevó al Hombre Negro a sentir la cercanía de su muerte y anunciándosela al Hombre Catire le dijo, delante de mí: “Mi general, mi taita, le vengo a decil adiós, polque estoy muerto”.  Desde ése momento no sé si perdí el temor pero seguí luchando, sin querer abandonar el campo, y aquí estoy, hoy 24 de junio de 2015, convertido en una mezcla de sangre, sudor, lágrimas, tierra, monte y estiércol; en fin, soy parte de la Inmortal Sabana de Carabobo.  Encima de mi, para que me reconozcas, hay una cruz que dice: EN HOMENAJE AL SOLDADO DESCONOCIDO.

Daniel Chalbaud Lange
vonlange1939@gmail.com
@danielchalbaud


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viernes, 6 de junio de 2014

DANIEL E. CHALBAUD LANGE, CUANDO SE PRENDA LA MECHA DE LA PAZ EN COLOMBIA Y VENEZUELA, DESDE VALENCIA, ESTADO CARABOBO

Deseo comenzar con el apoyo de la famosa frase de Gonzalo Barrios “cuando estalle la paz”, para referirme a la necesidad y consecuencias del momento cuando se prenda la mecha de la paz, tanto en Colombia como en Venezuela, la cual, a mi entender, se vislumbra a mediano plazo.

En Colombia, para el venidero 15 de junio se realizará la segunda vuelta para las elecciones presidenciales, las cuales, de acuerdo al rumbo de la corriente del rio y sus afluentes, darán el triunfo al candidato Óscar Iván Zuluaga, sobre lo cual se adelanta, con válidas razones,  Carlos Alberto Montaner (Republicano Liberal. 02/06/2014).
Desde ya, el candidato Zuluaga recibe gran apoyo, no sólo por el respaldo de una gran mayoría de los colombianos deseosos de una paz duradera, sino de muchos países del Continente Americano y de significativos países en Europa, sin descartar países Asiáticos y del Medio Oriente. 
Los pueblos, aceptando la imperfectibilidad de la democracia, viven en una eterna esperanza y no se equivocan ante quien les ofrezca la satisfacción a sus necesidades, pero tampoco se equivocan al quitarle inmediato respaldo a quien incumplió. Por ello, José Manuel Santos después de obtener un importante triunfo con más del 70%, los resultados de la primera vuelta en las lecciones demostró que ese mismo l pueblo le rebajó el apoyo a tan sólo un 25%, razón de peso para augurar el triunfo de otro más ……… con nuevas ofertas.
Así se mueve el péndulo en el reloj de la política.   
En Venezuela, a pesar de la incertidumbre que se está viviendo, por la situación actual que todos conocemos y padecemos, la “voz y la sangre de la juventud”, abrió, poco a poco pero con mucha firmeza, no una rendija, sino una gran puerta por donde, ya se presiente el vertiginoso descenso,  por un tobogán, de un sistema de gobierno que es ingobernable para quienes lo tratan de mantener y de lograr apoyo exterior.  Cada día se siente el rotundo fracaso de un sistema político que no tiene base de sustentación ni apoyo en un pueblo que no cambiará las imperfecciones de la democracia por un pretendido “perfecto comunismo”. 
No hay manera de que el pueblo venezolano cambie su condición y vivencia como seres humanos por una condición y vivencia como robots. Está demostrado que la democracia, con todas sus imperfecciones, es el mejor camino para “sustentar el orden democrático como único e irrenunciable medio de asegurar los derechos y la dignidad de los ciudadanos, y favorecer pacíficamente su extensión a todos los pueblos de la Tierra”. (1) 
Seguros del próximo y pronto estallido de Paz en ambos países, no esperemos que de un día para otro el camino esté lleno de flores, por el contrario, encontraremos muchos obstáculos y grandes espinas que solamente la voluntad y el esfuerzo conjunto y unitario nos permitirá apartarlos para construir la Patria por la cual luchó y murió el Libertador de las dos naciones.  La unidad de los colombianos, la unidad de los venezolanos y la unidad de los dos pueblos, en aras de la consolidación de la democracia, será el elemento catalizador para hacerla fecunda en otras naciones. 
(1)Preámbulo de la Constitución Nacional de la República de Venezuela.1961   
Daniel Chalbaud Lange
vonlange1939@gmail.com
@danielchalbaudl

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jueves, 7 de noviembre de 2013

DANIEL E. CHALBAUD LANGE, EL DERECHO A LA PROPIEDAD PRIVADA.

El SER HUMANO nace con algunas actitudes que le van configurando su manera de comportarse ante otras actitudes y situaciones. Entre otras, es demostrable el sentido de propiedad, el sentido de pertenencia. Todos lo hemos vivido en carne propia o lo hemos observado en hijos y nietos, propios o ajenos.

Como ejemplo, recordemos cuando a un hijo o nieto, de ocho o doce meses de edad,  se le sienta en un “corral” y se le entrega un juguete y, si al poco rato a un primo o hijo de un pariente o vecino, aproximadamente de la misma edad, lo  meten en el “corral” y trata de quitarle el juguete, el “niño dueño” con seguridad se negará a entregarlo, colocándolo hacia su espalda o apretándolo fuertemente, llorando o gritando para llamar la atención sobre la pretensión de aquel otro niño de querer quitarle el juguete, que es de él y sólo de él.  Cuando se lo entregaron nadie le dijo que era de él y sólo de él. Con tan sólo ocho meses de edad ya tiene desarrollado el sentido de pertenencia, nadie se lo enseñó, nació con él el valor y defiende su derecho a la propiedad privada.

A veces es tanto el valor que le da a la pertenencia que llega a convertirlo en un “antivalor” cuando teniendo a su alrededor, seis, ocho o diez juguetes diferentes se niega a prestarlos. Por el contrario, hay niños que nacen con un exagerado valor de compartir aunque sólo tenga un juguete.

Así van creciendo los niños, internalizando el valor de la propiedad sobre bienes, materiales o espirituales, que les regalan, se sacan en una rifa, o los compran, unos negándolos y otros compartiéndolos.     

De acuerdo al su nivel de entendimiento, el ser humano va haciendo uso de los bienes adquiridos o prestados para ir materializando ideas, propias o ajenas, que se conviertan y coadyuven al bienestar y bien común de la humanidad. Hay seres que con su propia capacidad avanzan solos y ayudan a otros a construir y seguir caminos. Cuando la aspiración no se puede alcanzar individualmente, el ser humano busca asociarse con otros para reunir el dinero o las capacidades intelectuales a fin de materializar algún proyecto. De ésa manera se crea una empresa, pequeña, mediana o grande, la bautizan, le dan un nombre y cada uno de los padrinos se siente propietario de aquel ahijado.

El derecho a la propiedad es inherente a la persona humana. Nace con ella, la comparte, la usa, la disfruta o la cede cumpliendo con el límite moral del respeto al derecho ajeno o a los establecidos y acordados por los integrantes de la sociedad en leyes, reglamentos o acuerdos. 

Negar la propiedad privada es castrar el entendimiento.

Daniel E. Chalbaud Lange
vonlange1939@gmail.com

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sábado, 12 de octubre de 2013

DANIEL E. CHALBAUD LANGE, 12 DE OCTUBRE: DÍA DE LA RESISTENCIA INDÍGENA

Fundamentado en Andrés Eloy Blanco, tomo su palabra para  “regresar por un instante en la historia y coger el  impulso necesario para seguir adelante”. Pero, a propósito, en vez de seguir adelante me detendré en el tiempo, hoy 12 de octubre de 2013, para referirme al Día de la Resistencia Indígena.

Antes de iniciar permítanme la siguiente reflexión.


De distintas manera se califican a posteriori hechos o procesos que suceden en la humanidad.  El proceso del que estamos haciendo referencia se ha calificado, como dijimos anteriormente, de Leyenda Dorada, Leyenda Negra o Leyenda Ecléctica de acuerdo a la posición, muchas veces intransigente, que cada persona asume en su interpretación y convicción. 

El tiempo pasa inexorablemente y, el hombre con sus actuaciones hace la historia, que en su momento y lugar dejan para el gran libro de la historia de la humanidad.  Así, brevemente podemos recordar a Jesucristo, que nos dejó una religión; Bolívar, que nos dejó una Patria; Colón, que abrió el camino para unir razas; Hitler, Mussolini y Stalin, quienes dejaron una alfombra de sangre en las tierras de Europa;  Ghandy, Martin Luther King, María Teresa de Calcuta y el Papa Bueno, Juan Pablo II, quienes nos legaron acciones y mensajes de Paz. Lo que no podemos ni debemos ser, es considerarnos jueces de los descendientes, para responsabilizarlos de las malas acciones de sus antepasados.

Nuestra vigente Constitución Nacional reservó el Capítulo VIII para referirse a los Derechos de los pueblos indígenas.  La intención reflejada en el contenido de este Capítulo fue motivo de gran discusión, por cuanto muchos miembros de la Asamblea Nacional Constituyente razonaban que los indígenas no debían ser considerados fuera del contexto que la Constitución define como venezolanos y que por lo tanto deben tener los mismos derechos y deberes que un venezolano andino, llanero,  oriental o central, la gran mayoría también  descendientes de nuestros  antepasados indígenas. Aprobada la referida Constitución, en su Art. 119 establece que: “El Estado reconocerá la existencia de los pueblos y comunidades indígenas, su organización social, política y económica, sus culturas, usos y costumbres, idiomas y religiones, así como su hábitat y derechos originarios sobre las tierras que ancestral y tradicionalmente ocupan y que son necesarias para garantizar sus formas de vida. Corresponderá al Ejecutivo Nacional con la participación de los pueblos indígenas, demarcar y garantizar el derecho a la propiedad colectiva de sus tierras, las cuales serán inalienables, imprescriptibles, inembargables e intransferibles de acuerdo con lo establecido en esta Constitución y las Leyes”.

Al respecto, permítanme la siguiente consideración.  Parece que después de quinientos años nos dimos cuenta que en varios espacios geográficos de la República existen cientos de miles de venezolanos y que gracias al artículo constitucional citado reconocemos su existencia. La palabra correcta no es reconocer sino garantizar su existencia y todos aquellos derechos políticos, sociales, económicos, culturales, ambientales y humanos que como integrantes de la población venezolana les corresponden. Lógicamente, sus tradiciones, su hábitat, sus idiomas y costumbres los hacen diferentes, al igual que diferente son las tradiciones, hábitat, cadencias en el hablar, modo de expresar y de manifestar su fe religiosa que tiene un andino, un llanero, un oriental o un central, pero todos, a pesar de esas diferencias, somos venezolanos.  

Por ello, más que recordar y referirnos a los sacrificios de nuestros antepasados aborígenes, razón de ser de nuestra existencia, vivencia y vigencia como venezolanos y  como nación, debemos destacar y referirnos a nuestros actuales indígenas, quienes por nuestra propia responsabilidad, responsabilidad de hermanos venezolanos, todavía hoy, 12 de octubre de 2013, se sacrifican y resisten, con otros medios pero con la misma finalidad de hace más de 500 años.

También por ello, no es menester, por extemporáneo, responsabilizar hoy a los pueblos españoles, portugueses, italianos, franceses, ingleses u holandeses, de las infracondiciones humanas en las que decenas de miles de indígenas venezolanos, hoy día de su cumpleaños, “Día de la Resistencia Indígena”, se resisten y  luchan por sobrevivir en varias regiones del territorio nacional, no sólo en su propio hábitat, sino incluyendo calles, plazas, puentes, y pasillos en centros comerciales en muchas ciudades de Venezuela, sin excluir a Valencia en donde a diario los podemos ver en las inmediaciones del Terminal de Pasajeros, en los semáforos cercanos a Centros Comerciales, en lo poco que queda del terreno que no hace mucho tiempo se les cedió en Parque Valencia, en  avenidas y otros lugares emblemáticos de la ciudad  por donde ,  parodiando a Andrés Eloy Blanco, “andan desnudos cientos de angelitos indios que pasan los días comiendo mango por los barriales del suelo”, imitando a los angelitos indios de Petare, de  Mamera, El Valle, La Charneca,  El Cementerio  en Caracas  y otros cientos de lugares en muchas ciudades en la Venezuela de hoy.

Nuestra responsabilidad nos obliga y, en especial a los gobernantes de turno, a materializar lo que, con gran sentido humanístico establece la Constitución, para preservar y garantizar a los indígenas venezolanos los derechos allí establecidos. Derechos que les garanticen su desarrollo personal integral pero que no los obliguen a su confinamiento en un espacio geográfico el cual, simulando a una “pecera” o un  “museo de cera”, sólo sirva de distracción a los turistas extranjeros y criollos para que en sus viajes se tomen fotografías junto a los indígenas del siglo XXI, para mostrar, en su retorno,  como vivían nuestros aborígenes en el siglo XV.

Esta es la verdadera RESISTENCIA INDÍGENA que hoy, 12 de octubre, estamos obligados a reconocer: su resistencia a seguir marginalmente sobreviviendo con las migajas que en cada período vacacional reciben de agrupaciones religiosas o laicas, quienes afortunadamente sienten la necesidad de ayudarlos y apoyarlos cumpliendo con la responsabilidad social que le obliga su conciencia de seres humanos, de seres venezolanos. O el bolívar fuerte que, algunos casi obligados, depositan en el envase de cartón que nos presenta una indígena con un niño colgado del pecho en muchos semáforos de la ciudad.  
Le estamos “entregando peces”, cuando al Estado le corresponde “enseñarlos a pescar”.

Preservar su cultura, usos, costumbres, religión, organización e idiomas no es confinarlos y obligarlos a seguir viviendo como lo fueron hace quinientos años.   Por el contrario, a nuestros indígenas hay que brindarles la misma oportunidad, que hemos tenido gran parte de la población venezolana, para integrarlos con los demás indígenas andinos, llaneros, orientales, centrales y occidentales y luego, facilitarles aprender y conocer otras culturas, otros idiomas y otros modos de vivir que les permitan superar, por si mismos, sus propias limitaciones y disfrutar de las bondades del desarrollo científico y tecnológico y no las que piensen  y decidan otros por ellos;  además,  nos  lo  recuerda Andrés Eloy Blanco de su intervención en el Congreso, el 11 de julio de 1947, al decir que

 “…. Lo cierto es, ciudadanos Diputados, que en Venezuela no sólo hay necesidades. Yo creo que hay que ir más lejos: hay que crear necesidades. Es necesario que el venezolano, el más pobre, el más desventurado de nuestros compatriotas -(pienso en nuestros indígenas)-  no tenga simplemente con que llenar una necesidad, sino que tenga esa necesidad: porque lo más trágico es que un hombre no tenga zapatos que ponerse, sino que no haya sentido nunca la necesidad de tener zapatos.  Hay que crear en el hombre la necesidad de dejar el chinchorro por la cama; hay que crear en el hombre la necesidad de dejar la alpargata por el zapato; hay que crear en el hombre la necesidad de dejar el simple buche de agua por el cepillo de dientes.  Es necesario que el hombre no se acostumbre a vivir conforme bajo un rancho en piernas, a la intemperie y sin los elementos necesarios contra la plaga, es necesario crear en él el estado de rebeldía fisiológica que le hace asumir la propia defensa de su vida”

Hoy, 12 de octubre de 2013, nuestros indígenas muestran su resistencia, no ya a los conquistadores sino ante un Estado, su propio Estado, poderoso y dadivoso, que en el papel escribe los derechos más apetecibles pero que en la práctica les niega lo que a otros indígenas en otros países a menudo les ofrece y, los nuestros, obligados a seguir viviendo casi igual que 500 años atrás.  Esta si es la verdadera RESISTENCIA INDÍGENA que los impulsa a emigrar dentro de su propio país en búsqueda de lo que se les niega y que sí disfrutan sus hermanos venezolanos y millones venidos de otras tierras.

Los indígenas venezolanos deben tener la prioridad de recibir lo que se entrega a otras naciones o, por lo menos de compartirla, en fertilizantes para mejorar la calidad de sus suelos; tractores para aligerar la siembra; financiamiento para adquirir insumos; apoyo para la recolección, vías para el transporte y mercado para la venta; electricidad para aparatos electrodomésticos y por qué no: radio, mini-componente, televisor, video, nevera, microondas, licuadora, celulares y otros que su necesidad y oportunidad  le exija o le brinde; agua para cocinar, lavar y bañarse y, Centros de Salud para prevención y atención de enfermedades primarias.  

Indudablemente todo no se puede hacer a la vez ni en poco tiempo, pero como diría nuestro Libertador, ¿500 años no bastan?  En los últimos 50 años mucho es lo que se ha podido comenzar


La urgente lucha a favor de la racional resistencia indígena debe tener como objetivo fundamental que el indígena venezolano, conservando su identidad étnica y regional, sienta que su patria es mucho más grande que la región donde habita: que su hermanos, con los cuales quiere vivir en igualdad de condiciones, somos más de veintiocho millones y, que al igual que ellos aún teniendo identidades regionales diferentes, somos la sumatoria que, con orgullo, nos hace decir: somos todos venezolanos. Integración que impulse al Yanomami a ofrecer su vida por la defensa del Golfo de Venezuela, a pesar de la distancia y desconocimiento, porque siente que ése golfo también es suyo, y al Wayú a luchar por la protección del ambiente ante los depredadores y saqueadores de nuestras riquezas en el Estado Amazonas, porque también siente que es territorio y riqueza de su patria grande.

Quiero terminar, emulando nuevamente a Andrés Eloy Blanco, tomando de una prosa suya referida originalmente a un llanero y aplicarla, con la misma razón a un indígena venezolano. Cito: “Fue una mañana amazónica donde yo encontré aquel yanomami que viajaba conmigo, todo desabrigado, y que, en una madrugada en plena selva, cuando yo lo desperté para seguir viaje, lo encontré con el pecho desnudo bajo el aire de la mañana y le pregunté si tenía frío, y me contestó el yanomami: ¿Y yo, qué voy a hacer con frío si no tengo cobija?  Haciendo un símil, se me ocurre que, al preguntarle a muchos indígenas, en todas las regiones, si tienen identidad nacional, Dios no quiera que, dolorosamente, contestaran: “y yo, que voy a hacer con Identidad Nacional, si no tengo Patria”.

El sentido de denominar “Día de la Resistencia Indígena”, al 12 de octubre, no debe ser para conmemorar el doloroso pasado histórico de nuestros indígenas, sino más bien, para acompañarlos, en su conciencia y acción, para resistirse, hoy, a seguir siendo expuestos como muñecos en vitrinas de exhibición, y, lograr que en poco tiempo puedan gritar como lo hace un andino, un llanero, un central, un oriental o un zuliano, “soy indígena, orgulloso de ser venezolano”

Por todo lo anterior, considero una obligación patriótica, ciudadana y cristiana, exigir que se cumplan los postulados de nuestra vigente Constitución a favor de nuestros indígenas y las de todos los venezolanos, para lograr que cada uno de nosotros continuemos echando las bases y trabajar  unidos, para colocar a nuestra Patria, Venezuela, en el alto sitial que como pueblo libertario nos corresponde y evitar que, dentro de 20 a 30 años, otro venezolano, a lo mejor un representante indígena en otro 12 de Octubre, escriba  para referirse al  “Día de la Indigencia Nacional”

DANIEL E. CHALBAUD LANGE.     
Valencia, 12 de octubre de 2013

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