*LUIS DANIEL ÁLVAREZ V. ESCRIBE PARA EL UNIVERSAL DE VENEZUELA: “ HISTORIA CIRCULAR”
Desde 1858, cada cincuenta años, el pueblo obtiene una administración distinta
Desde 1858, cada 50 años, la nación vive períodos de cambios sustanciales y modificaciones de regímenes en los que las libertades públicas se irrespetan, los aspectos morales están en entredicho y las ansias de continuismo solapan la necesidad de formular políticas públicas que mitiguen el hambre y la pobreza.
Los regímenes que culminaron en 1858, 1908 y 1958, tenían mucho en común, entre ello la represión feroz contra los críticos del gobierno y un intento por hacer de Venezuela su posesión particular.
Tanto José Tadeo Monagas, como Cipriano Castro y Marcos Evangelista Pérez Jiménez, intentaron a toda costa mantener el poder a perpetuidad, a través de artilugios legales, farsas plebiscitarias o elecciones repetitivas.
Los tres gobernantes centralizaron el poder y decían ser los salvadores y transformadores de la patria.
Los grupos de choque y aparatos represivos del Estado fueron una constante en los tres períodos; si no basta con ver el "asesinato del Congreso" perpetrado bajo la mirada cómplice de Monagas, los presos de Castro y la Seguridad Nacional, tenebroso lugar al que iban a parar aquellos que denunciaran el falso desarrollismo de la tiranía militar y la suntuosidad de un régimen que no satisfacía las necesidades básicas de la población.
Pero todos esos gobiernos, con sus perversidades, fueron depuestos. Dos dieron paso a regímenes democráticos, mientras que otro, terminó generando una dictadura tan cruel como la que depuso.
A lo mejor, la idea de eliminar grandes capítulos de la historia de la enseñanza escolar, es para que los ciudadanos no aprecien que desde 1858, cada cincuenta años, el pueblo obtiene una administración distinta, esperando que sea menos corrupta, continuista y personalista.
luisdalvarezva@hotmail.com
Desde 1858, cada cincuenta años, el pueblo obtiene una administración distinta
Desde 1858, cada 50 años, la nación vive períodos de cambios sustanciales y modificaciones de regímenes en los que las libertades públicas se irrespetan, los aspectos morales están en entredicho y las ansias de continuismo solapan la necesidad de formular políticas públicas que mitiguen el hambre y la pobreza.
Los regímenes que culminaron en 1858, 1908 y 1958, tenían mucho en común, entre ello la represión feroz contra los críticos del gobierno y un intento por hacer de Venezuela su posesión particular.
Tanto José Tadeo Monagas, como Cipriano Castro y Marcos Evangelista Pérez Jiménez, intentaron a toda costa mantener el poder a perpetuidad, a través de artilugios legales, farsas plebiscitarias o elecciones repetitivas.
Los tres gobernantes centralizaron el poder y decían ser los salvadores y transformadores de la patria.
Los grupos de choque y aparatos represivos del Estado fueron una constante en los tres períodos; si no basta con ver el "asesinato del Congreso" perpetrado bajo la mirada cómplice de Monagas, los presos de Castro y la Seguridad Nacional, tenebroso lugar al que iban a parar aquellos que denunciaran el falso desarrollismo de la tiranía militar y la suntuosidad de un régimen que no satisfacía las necesidades básicas de la población.
Pero todos esos gobiernos, con sus perversidades, fueron depuestos. Dos dieron paso a regímenes democráticos, mientras que otro, terminó generando una dictadura tan cruel como la que depuso.
A lo mejor, la idea de eliminar grandes capítulos de la historia de la enseñanza escolar, es para que los ciudadanos no aprecien que desde 1858, cada cincuenta años, el pueblo obtiene una administración distinta, esperando que sea menos corrupta, continuista y personalista.
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