BIENVENIDOS AMIGOS PUES OTRA VENEZUELA ES POSIBLE. LUCHEMOS POR LA DEMOCRACIA LIBERAL

LA LIBERTAD, SANCHO, ES UNO DE LOS MÁS PRECIOSOS DONES QUE A LOS HOMBRES DIERON LOS CIELOS; CON ELLA NO PUEDEN IGUALARSE LOS TESOROS QUE ENCIERRAN LA TIERRA Y EL MAR: POR LA LIBERTAD, ASÍ COMO POR LA HONRA, SE PUEDE Y DEBE AVENTURAR LA VIDA. (MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA) ¡VENEZUELA SOMOS TODOS! NO DEFENDEMOS POSICIONES PARTIDISTAS. ESTAMOS CON LA AUTENTICA UNIDAD DE LA ALTERNATIVA DEMOCRATICA

martes, 15 de octubre de 2013

MARIANO NAVA CONTRERAS, ANGELA MERKEL EN VENEZUELA

La verdad es que Ángela Merkel en Venezuela hubiera sido todo un fenómeno político. No fue miss, no fue actriz de telenovela, no canta bingo ni reggaetón, no toca cuatro ni pinta paisajes del llano, no es beisbolista, no “se hizo las lolas”, no se deformó la cara a punta de botox, ni siquiera es buena echando cuentos.
Su aspecto no puede ser más aburrido. Su cara es la de una abuela pendiente de hacerles las arepas a los nietos. No se le conocen escándalos amorosos, ni siquiera se sabe bien quién es su marido ni su familia. Su currículum tampoco puede ser más cansón, pues siempre se dedicó a la política. Casi no habla y cuando lo hace, poco y parco, es para decir lo que hay que hacer. Punto. Y también para decir que no quiere tener ningún liderazgo mundial ni planetario, que no le interesa. Y, sin embargo, acaba de arrasar por tercera vez en las elecciones alemanas, quedándole muy poco para tener la mayoría absoluta, y es sin duda la mujer más poderosa sobre la tierra. Pero, ¿cómo puede ser esto posible?
También hay que decir que la campaña electoral alemana no pudo ser más extraña a nuestros ojos tan tropicales y bananeros. Dudo que se hayan repartido neveras ni lavadoras chinas. Tampoco se hicieron listas de damnificados, ni se comenzaron a hacer movimientos de tierra en terrenos expropiados con el cuento de construir para los pobres soluciones habitacionales que, ya se sabe, nunca se harán. Tampoco se hicieron histéricos anuncios de magnicidios y conspiraciones increíbles, ni mucho menos se comenzó a decir que en estas elecciones se jugaba el destino de la patria grande, que estas eran las elecciones más importantes de la historia, que “los ojos del mundo estaban puestos en Alemania”, que ahora sí nos vamos a fregar para siempre si ellos ganan, y cuantos armagedónicos vaticinios y amenazas apocalípticas cabe imaginar.
Menos aún comenzaron a destaparse oportunas ollas de corrupción, una más cochina y retorcida que la otra, con el fin de inhabilitar a los opositores. Nada de eso. Las elecciones alemanas son rarísimas. No migraron electores, no votaron muertos, no hubo “voto asistido” innecesario, no aplicaron “operación morrocoy” en las mesas mayoritariamente opositoras, no dejaron abiertos algunos centros de votación después de la hora para hacer “operación remolque”, nada que denunciar a los “observadores” de los “países amigos”. Nada. Ni un muertico.
En la mañana la televisión alemana anunció que se habían abierto las mesas y en la tarde hubo un programa especial en el que unos periodistas leyeron estadísticas económicas. En la noche, a pocos minutos de haberse cerrado las mesas, se anunciaron las tendencias “irreversibles” (¡cómo olvidar la palabrita!), los perdedores reconocieron su derrota y la señora Merkel salió muy contenta a decir que mañana iba a decir lo que había que hacer. Y lo más extraño: dijo que iba a gobernar con una “coalición” (¿alguien recuerda la palabra?). Ya está. Sin bochinches ni tiroteos. Definitivamente, esta gente no tiene sangre en las venas.
Pero hay que decir que en general la política alemana, y Alemania toda, es también extrañísima. Los alemanes no luchan contra el imperio, no quieren redimir a los pobres del mundo, no les interesa salvar el planeta ni devolverle el equilibro a la galaxia. Aceptan a regañadientes un liderazgo económico porque saben que les conviene una Europa próspera y estable. Es todo. Se conforman con que las cosas sigan bien, o sea, que el país siga funcionando, que es lo mismo. Esto significa que no se vaya la luz, que haya seguridad, que haya alimentos, infraestructura y que los sueldos alcancen, que los servicios y las instituciones funcionen, que el país siga siendo una potencia. ¡Cómo se nota que no son hijos de Bolívar! Estos señores carecen de la más mínima ambición intergaláctica. Será por eso que no financian a piqueteros, intelectuales y cuanto folclórico, poeta o titiritero de izquierdas va por el mundo. El Instituto Goethe se limita a enseñar el idioma y la cultura alemana y ya. ¡Qué rara esta gentecita!
Yo de verdad, por más que lo intento, no puedo entender cómo puede haber una cultura política más extravagante e inexplicable. Tampoco comprendo cómo existen en el mundo dos países tan diferentes. En lo que respecta a nosotros, lo que puedo decir es que antes al menos nos esforzábamos por remedar a los países avanzados. Ahora ni eso.

Mariano Nava Contreras
marianonava@gmail.com@MarianoNava 


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GABRIEL BORAGINA, ESTADO Y POLITICAS PUBLICAS

La suposición de que el mercado opera dentro de un marco de anarquía es lo que ha dado origen al intervencionismo y -dentro de este- a una subespecie del mismo que recibe el respetable título de "políticas públicas". Sin embargo, como bien señala el Dr. Krause:

"Los mercados no funcionan en un “vacío” de normas. Por el contrario, necesitan de ellas para coordinar los planes de los individuos, de forma tal de articular sus acciones y guiar sus decisiones de producción hacia la satisfacción de sus necesidades. Los mercados no son perfectos, esto supondría que los seres humanos lo somos. Entre los problemas que se presentan en su funcionamiento, suelen mencionarse las imperfecciones en la competencia, externalidades, bienes públicos e información asimétrica."[1]

Para "superar" estas supuestas "deficiencias" es que se proponen las "políticas públicas".

"Pero la solución a los problemas de fallas de mercado a través de políticas públicas no es tan obvia. Aunque la “mano visible” del estado parece una solución, no quiere decir esto que sea una solución efectiva. Puede haber serios problemas para implementar una política pública adecuada, y además, puede ser muy difícil lograr que se aplique en forma eficiente."[2]
La mera proposición de políticas públicas no es -en rigor- suficiente y, como veremos más tarde, ni siquiera es necesaria:

"Además, el proceso de elaboración y decisión sobre políticas públicas necesita de sólidas instituciones que permitan su implementación en aras del bien común, evitando las presiones de los sectores afectados y superando los problemas de información e incentivos que afectan al mercado."[3]

Este es un escollo importante, ya que en los hechos, observamos a diversos grupos de presión y de interés reclamar una política pública "a su medida y satisfacción", generándose una suerte de "competencia salvaje" entre ellos, por ver qué sector social logra cazar las mejores y mayores políticas públicas. La competencia social se transforma -en este supuesto- en una lucha despiadada por la captura de mayores y mejores privilegios. Como se observa en este caso, son las ofertas de políticas públicas la que generan un ambiente social caótico.

Es importante no confundir políticas públicas con normas y -en suma- con el concepto de calidad institucional:

"la calidad institucional promueve la calidad ambiental en tanto consideramos a la primera, como lo hace el ICI, no solamente como políticas públicas sino como la existencia de normas que generan incentivos para la protección del medio ambiente, tal como los derechos de propiedad claramente definidos, precios que reflejen las valoraciones de los consumidores y la real escasez del recurso y la libertad contractual."[4]

Estas normas permiten que los actores sociales (no necesariamente ni deseablemente políticos) sean quienes encaren las más idóneas políticas públicas.

El profesor A. Benegas Lynch (h) explica la razón por la cual se destinan más recursos a las políticas públicas que a la enseñanza:

"Es de gran importancia conectar este análisis con las llamadas “políticas públicas” por una parte, y por otra, con la investigación y la enseñanza. Si se analiza la cantidad de fondos que reciben instituciones que se dedican a políticas públicas o a propuestas coyunturales se observará que son cuantiosos en relación a los magros recursos que reciben instituciones dedicadas a la investigación y la enseñanza. Esto es así porque generalmente las políticas públicas y los comentarios coyunturales se entienden mejor puesto que están más al alcance de un mayor número de personas. Además, estos temas excitan a la gente que quiere acercarse al calor del poder político. Por otra parte la investigación y la enseñanza son más difíciles de abordar por el común de la gente y están alejadas de los vericuetos del poder."[5]

Esto sucede porque, en la mayor parte de los casos, las llamadas "políticas públicas" en realidad no son otra cosa que políticas estatales, y de "públicas" bastante poco tienen, puesto que en definitiva terminan beneficiando a ciertos sectores sociales a costa de otros postergados. En última instancia, concluyen constituyendo un sistema de repartos de prebendas y de privilegios a unos a costa de los demás. Estos últimos, generalmente, son aquellos más alejados del amparo del calor del poder político.

Los partidarios de las políticas públicas suelen desdeñar la teoría a favor de la práctica. Pero:

"no hay políticas públicas o análisis de coyuntura que no se basen en la teoría. Esta podrá ser defectuosa o idónea pero no hay comentario práctico que no esté sustentado en un esqueleto teórico. Pretender buenas políticas públicas sin andamiaje teórico-conceptual es lo mismo que pretender que existan productos farmacéuticos sin investigación médica. El menosprecio por la investigación y la transmisión de teorías inexorablemente conduce a políticas públicas de peor calidad. Revalorizar el estudio teórico es uno de los cometidos más importantes de la sociedad moderna."[6] 

Sin embargo, la experiencia histórica demuestra que las llamadas "políticas públicas", confluyen en el asistencialismo. Murray N. Rothbard nos da cuenta del fracaso de las "políticas públicas" en EEUU, lo que desembocó la "explosión del asistencialismo":

"Esta "explosión" fue creada, en parte de manera intencional, y en una mayor parte en forma inconsciente, por funcionarios y empleados públicos que llevaban a cabo políticas públicas en relación con una "Guerra contra la Pobreza". Y estas políticas fueron defendidas y promulgadas por muchas de las mismas personas que luego se mostraron perplejas ante la "explosión del asistencialismo". No es sorprendente que tardaran en darse cuenta de que el problema que intentaban resolver era el mismo que habían creado."[7]

Este proceso también fracasó en Latinoamérica, donde la "explosión del asistencialismo" dio paso al clientelismo político, que explotan los populismos de todo signo y color político hasta hoy.



[1] Martín Krause. "Índice de Calidad Institucional" 2012, pág. 8.
[2] Krause M. Op. Cit. Pag. 8
[3] Krause M. Op. Cit. Pag. 8
[4] Krause M. Op. Cit. Pag. 41
[5] Alberto Benegas Lynch (h). El juicio crítico como progreso. Editorial Sudamericana. Pág. 166.
[6] A. Benegas Lynch (h) ob. Cit. pag. 166-167
[7] Murray N. Rothbard. Hacia una nueva libertad. El Manifiesto Libertario. Pág. 171-173

Gabriel S. Boragina 

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EGILDO LUJÁN NAVA, FLECHAZOS AL POR MAYOR, FORMATO DEL FUTURO…

Nunca antes había sucedido el registro de la coincidencia histórica de la conmemoración del Día de la Raza, de la Resistencia Indígena, Encuentro de Dos Mundos o de la Integración de las Culturas, con un momento tan, pero tan complicado del país, como el que vive actualmente.

Y no, por supuesto, porque Venezuela no pudiera haber sido sacudida en algún instante de su devenir y desde sus entrañas, por la multiplicidad de escenarios adversos como aquellos en los que la Nación se mueve actualmente. Sino porque, ante tan semejante conflictividad, la respuesta de quienes están llamados a liderar la generación de respuestas para superar los problemas, debilitar sus causas desde las raíces, casi -¿o más?- de 30 millones de venezolanos, han debido someterse a la dolorosa experiencia de apreciar que ese grupo, después de 14 años de entrenamiento y de casi seis meses de dedicación al exigente oficio de gobernar, sencillamente, siguen ocupándose es de “tirar flechas”.

Hasta finales del 2012, es verdad, la creencia colectiva con respecto a esa particular manera de ejercer la responsabilidad de conducir al país, era la de que errores, deficiencias, equívocos e inauguración del 10 ó 20% de cualquier obra pública, no era tal. Es decir, nada era producto de las casualidades, sino de acciones concebidas y administradas con base en minuciosos y bien definidos planes, diseñados en sofisticados laboratorios de envidiable concepción ideológica, y gerenciados por la más exquisita élite intelectual de los integrantes del rimbombante Frente Francisco de Miranda y el Polo Patriótico.

Sin embargo, con el transcurrir de los días, el agravamiento de los problemas de todo orden y que ha ido sembrando indignación en cada estrato social venezolano, lo que ya define otra convicción en el sentir de la acogotada población ubicada en cualquiera de las regiones del país, es que lo que está sucediendo es que “sin billete, esta supuesta gerencia pública no funciona”.

Es decir, todo aquello que se convirtió en la vitrina de un proyecto político nacional e internacional, inspirado en la necesaria redención popular, a partir de la puesta en marcha de un nuevo modelo económico apuntalado por el crecimiento dominante del Estado e insuflado por su capacidad propagandística para mercadear cambio, revolución y amor patrio, sencillamente, ha perdido su capacidad de maniobra y de convicción, porque es víctima de la peor escasez: del dinero providencial proveniente de los negocios petroleros.

Con dinero en abundancia y de libre uso, por la disfuncionalidad de instituciones encargadas - según “la mejor Constitución del mundo”- de impedir que eso sucediera, le gestión pública pudo flotar sobre su propia disfuncionalidad y “tapar un hueco con otro hueco”. Pero con un negocio petrolero dando tumbos, incapaz de recomponerse con base en la ventaja de su centenaria trayectoria productiva, y obligado a financiar cuanto gasto dominical fue engendrado 14 años atrás y casi 200 días después, la fiesta popular ha cambiado de melodías.

Lo que no deja de sorprender, por supuesto, es que en el medio de semejante “atajaperros”, y cuando en abril próximo pasado se promovió la celebración de cuanta reunión de diálogo era necesaria, entre técnicos de los casi cuarenta ministerios con  individualidades del sector productivo, con miras a darle “otro rostro” a la economía nacional, se suscita una alharaca multigrupal partidista, dirigida a demandar la aprobación parlamentaria de “poderes especiales” para, supuestamente, combatir la corrupción y facilitar el proceso revolucionario.

Los sondeos profesionales de las últimas semanas registran que casi el 60% de los venezolanos no cree en esa exacerbada campaña anticorrupción. Y en cuanto al llamado proceso revolucionario, lo extraño es que se le relacione con otro hecho no menos curioso: por obra y gracia de las circunstancias, al sembrador de confianza y promotor de los más de 1.200 encuentros de abril, es decir, al Ministro de Finanzas y matemático Nelson Merentes, se le sustituyó en la Vicepresidencia Económica de la Nación por el Ministro de Petróleo y Minería, ingeniero Rafael Ramírez.

Sólo que con dicho reemplazo, además de que se sepultan expectativas positivas y esperanzas de que, finalmente, se había abierto una brecha para el entendimiento, se reposiciona la impresión de que todo lo que está sucediendo alrededor de tales “movimientos” ministeriales, no pasa de ser otra demostración de que el Gobierno está huérfano de capacidad técnica para sacar al país del atolladero en el que lo metió. Por lo que la alternativa más funcional que le queda a la mano, es moverse sobre anuncios efectistas, supuestos cambios que no son tales, y un gatopardianismo de múltiples patas para llegar con rostro recién maquillado y sobrecargado de presunta bonanza, al venidero proceso electoral del 8D.

¿Por qué?. ¿Para qué?. Supuestamente, porque en el seno del grupo que gobierna hay “un reacomodo de posiciones políticas”, y semejante paso no se identifica –ni tolera- que las decisiones en materia económica, por ejemplo, no se correspondan con fines distintos a lo que significa “apuntalar la revolución”.

Es decir, lo que cuenta e importa es la hoy maltrecha y presunta revolución, indistintamente de que eso se traduzca en que la inflación pueda cerrar en el 2013 sobre el 50%, el déficit fiscal por encima del 15% del Producto Interno Bruto, los niveles de escasez rebasen el 21% (a decir del propio Banco Central de Venezuela) y la desordenada conducta cambiaria criolla, sencillamente, siga comportándose como el río 0rinoco en temporada de lluvias prolongadas. Al margen, desde luego, del misterio que envuelven las estadísticas oficiales relacionadas con el desempleo y el número de víctimas, por la acción de la violencia en todo el país, y las crisis que registran los sistemas de salud y de educación.

El nuevo Vicepresidente Económico ha debutado aclarando lo que el Presidente quiso decir, cuando se refirió a la reactivación del Sistema Complementario de Administración de Divisas (Sicad) y el monto que se “subastará” semanalmente, en adición a lo que hace la Comisión de Administración de Divisas (Cadivi), punto de partida de esa especie de nuevo virus nacional conocido como el “cadivismo”, que vino al mundo hace ya diez años, por decisión unilateral de los mismos que hoy tratan de desacreditarlo o descalificarlo.¿Y a partir de allí, qué?.

El mal amado y reconocido Fondo Monetario Internacional ha dicho que los crecientes “desequilibrios” en la economía de Venezuela hacen que la situación actual “no sea sostenible”, a no ser que “se hagan correcciones”. Pero tales procedimientos, desde luego, no se traducen en que hay que seguir “tirando flechazos al por mayor”, sino asumir que a Venezuela y a los venezolanos no se les puede condenar eternamente al infortunio económico, social y moral por capricho. Y que gobernar, definitivamente, no equivale a seguir usando a esa manoseada y maltratada alabanza a la Patria, ni tampoco a la Nación como un botín territorial para el goce del poder, la distribución de espacios de mando, mientras se está de espaldas al reclamo colectivo de querer vivir cada día mejor.

egildolujan@gmail.com

Enviado a nuestros correos por
 Edecio Brito Escobar 

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ANTONIO JOSÉ MONAGAS, CONSPIRANDO DESDE EL PODER, PIDO LA PALABRA

El miedo que padece el régimen de verse desplazado, lo obliga a lucubrar posibles salidas que aseguren su estabilidad.

CONSPIRANDO DESDE EL PODER

Conspirar constituye el camino fáctico cuyo recorrido abarca desde la concepción de un delito hasta su real ejecución. Sin embargo en el entretanto de dicho camino, se fraguan acciones que buscan garantizar la consumación del delito lo cual deviene, indudablemente, en  hechos cómplices cargados de la mayor bellaquería posible. 

Pudiera decirse que el poder está generalmente asediado de conspiraciones políticas. Unas, organizadas por personajes comprometidos con decisiones de gobierno. Otras, por quienes intentan revolver alguna situación con fines ocultos para lo cual se hace necesario encubrirla bajo cualquier forma que disimule su intención y contenido. Algunas veces, suelen utilizarse excusas disfrazadas de argumentos jurídicos. Aunque otras veces, el emplasto de “revolución” funge como el más conveniente por cuanto detrás de tan ostentosa etiqueta caben posibilidades para armar las trampas necesarias que requiere el propósito en curso.

En política, conspirar puede pasar por un hecho normal. Quizás, fue lo que llevó a Honoré de Balzac, novelista francés, a manifestar que “todo poder es una conspiración permanente”. No obstante, hay quienes la categorizan como problema  por cuanto tras de si se esconden razones derivadas de intereses contrapuestos incapaces de conciliar encuentros que lleven a satisfacciones mutuas. Posiblemente, ello incita a pensar que la política es una constante conspiración. Sobre todo, si es vista como una situación cargada de la fuerza necesaria para desatar problemas de gruesas magnitud. De ahí que el análisis que esta disertación pretende, se enfoca a considerar la conspiración como una suerte de trasgresión planteada en un medio políticamente efervescente y en potencial conflicto. Como el venezolano, por ejemplo.

A juicio del presente razonamiento, más que cualquier otra apreciación que la involucre como asunto de vida, la conspiración en un sentido exacto sucede de arriba hacia abajo o entre facciones desaforadas por detentar el poder. O avivada por quienes lucrándose del poder político, se aprovechan de propuestas insubstanciales para actuar en confabulación con corrompidos factores políticos. Y es precisamente, uno de los problemas que define al régimen venezolano toda vez que las mentiras pululan como práctica de gobierno en su intención por embrollar al país en términos de propósitos elaborados al mejor estilo castro-comunistoide.

Indudablemente que este régimen se ha movilizado de conspiración en conspiración. Algunas contra lo que configura su propia esencia. Otras, contra el sistema democrático cuando intenta oprimirlo y malograrlo. Mientras tanto, distrae su tiempo aplastando cualquier manifestación libre que pueda poner al descubierto los destrozos que incita a manera de silenciar toda protesta que revele las contradicciones instituidas con la venia gubernamental.

El miedo que padece el régimen de verse desplazado, lo obliga a lucubrar posibles salidas que aseguren su estabilidad. En consecuencia, recurre a conspiraciones que si bien no buscan su derrocamiento, si lo hacen en función de acomodar piezas útiles y necesarias a la manipulación de sus oscuros intereses. Para lograrlo, debe valerse de artilugios jurídicos que permitan contrarrestar preceptos constitucionales que aseguren importantes prerrogativas frente al modo de administrar los recursos nacionales. Por eso inventan excusas como la supuesta ley habilitante que sólo es una expresión del abuso socialista extendido a trocha y mocha con el auxilio de poderes cómplices. De manera que todo esto no es más que una visual de la “revolucionaria” necesidad de seguir conspirando desde el poder.

VENTANA DE PAPEL

¿UN RECINTO QUE SE RESPETA?

¿Que la Asamblea Nacional es “un recinto que se respeta”?, no es del todo cierto. Pero eso fue lo que dijo el presidente Nicolás Maduro al término de su ampuloso discurso este martes ante la Asamblea Nacional, en cadena nacional de radio y televisión. Sin embargo, después de un rápido análisis que no implicó mayor contundencia, puede dudarse de tan pomposa frase. En principio, aquello no tuvo la altura de un discurso de quien se ufana diciendo que es presidente de todos los venezolanos. Cualquier observación, lleva a poner en tela de juicio tal afirmación. Todo pareció un discurso “de mercado”. Nada se correspondió con la suntuosidad y el protocolo que sigue un momento caracterizado por la presencia de un Jefe de Estado en una sesión extraordinaria del Parlamento Nacional. Fue tan especial, que las avenidas adyacentes al Capitolio fueron cerradas por los círculos de seguridad del presidente de la República. Además, la asistencia del Gabinete Ejecutivo en pleno y de afectos al oficialismo que coparon el graderío que dispone el salón del Hemiciclo, apuntaba a darle el realce que el acto presumía. Aún así, todo resultó ser un rupestre acto populista. Los concurrentes seguidores del oficialismo, vociferaban al ritmo del calor que le imprimía el orador según el sentido que buscaba darle a cada oración. El griterío era lugar común entre los partidarios del régimen. Interrupciones por parte de estos, iban y venían. Tanto que Maduro perdía a menudo el hilo de la lectura del discurso. Otras veces rompía la formalidad del acto para proferir alguna insulto o vejamen contra dirigentes de la oposición democrática. Incluso, para alguna payasada. Hacer gala del ornamento que porta un presidente en momentos exclusivos como el pretendido para solicitar poderes habilitantes por un año, fue frustrante pues todo terminó siendo un acto de circo marginal. Y si por respeto se tiene que es “la consideración sobre la excelencia de alguna persona o cosa, que conduce a no faltar a ella, a no confrontarla”, entonces ese día no hubo respeto a la institucionalidad de la Asamblea Nacional. Lo que el país político vio por televisión o escuchó por las emisoras este martes, fue un remedo de aquellos conflictos que encarnizaron diputados y gobernantes venezolanos en el siglo XIX por razones de mero egoísmo político. No hubo respeto alguno a nada ni a nadie. Estos gobernantes siguen desconociendo que los seres humanos deben respetarse porque, como explicaba Immanuel Kant, quien mayor influencia ha ejercido sobre el concepto de respeto, “ son un fin en si mismos y al ser así, poseen un valor intrínseco y absoluto”. Así que cabe preguntarse, ¿dónde quedó eso que la Asamblea Nacional es ¿“un recinto que se respeta”?

¿Y QUÉ HAY POR MÉRIDA?

Lo que a continuación se redacta, no busca juzgar anteladamente la realización de la Feria Internacional del Turismo 2013, FITVEN. Hacerlo sería una manifestación de crasa incomprensión ante las razones capaces de animar cambios favorables animados por la capacidad de reconocer el valor de una decisión que tiende a garantizar el desarrollo social y económico de una colectividad con conciencia de su saber y haber histórico y cultural. Es decir, de sus potencialidades creadoras. Sin embargo la situación que viene viviendo la ciudad de Mérida como resultado de la puesta en marcha de la octava edición de este evento de rango internacional, aviva la posibilidad de elevar un reclamo que, aunque no está dirigido al núcleo de tan interesante propuesta, si apunta a expresar la contrariedad que se desprende del hecho de ver cómo han remozado la imagen de la ciudad de cara a la FITVEN. Este costoso esfuerzo logrado a través de actividades de limpieza de calles y avenidas, así como de exaltarlo mediante alegorías merideñas hermosamente pintadas en paredes estratégicas y pendones, lo cual naturalmente debe agradecerse, se ha fundamentado en la idea populista de justificar la realización de dicha Feria Turística. Lejos de esto, la ciudad se ha visto permanentemente atropellada por el embalaje de actividades de calle que sólo han dejado basura, horribles pintas y repulsivas vallas que no han conmovido -en lo más mínimo- gobierno regional alguno, Menos, para demostrar que sus ofertas electorales se compadecen de una Mérida que, por turística, debería relucir en limpieza, orden y funcionalidad. Sus servicios públicos, continúan siendo apaleados por presupuestos “deficitarios” que no compaginan el sentido civilista de cuanto compromete su ordenamiento, con el sentido político que acompasa toda actividad proselitista promovida desde el gobierno regional o central sólo para asegurar la conservación del poder por el poder. Entre tanto, Mérida ha venido viéndose desarreglada en toda su expresión. Ahora que se lleva adelante esta iniciativa de la FITVEN, es que viene a verse algo de preocupación por la ciudad. Para que esos días luzcan de maravilla. Pero entonces, ¿y el resto del tiempo?. Es decir, ¿y qué hay por Mérida?

“Cuando de conspirar se trata, los gestos descubren al conspirador pues no hay conspiración que se exima de posturas que delata el pensamiento inquisitivo. Es difícil conciliar mente y manos a la hora de urdir alguna conspiración en contra de lo que uno mismo contribuyó a construir” AJMonagas

antoniomonagas@gmail.com

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lunes, 14 de octubre de 2013

CARLOS ARMANDO FIGUEREDO, PODERES SALVAJES.

Luigi Ferrajoli es reconocido mundialmente como una autoridad en lo que se refiere al estado de derecho y los derechos humanos.

Vale la pena destacar lo que dice el eminente jurista italiano, Luigi Ferrajoli, en un libro publicado en el 2011:

Luigi Ferrajoli
Poderes salvajes. La crisis de la democracia constitucional
Editorial Trotta, Madrid, 2011

p.21
Está en curso un proceso de desconstitucionalización del sistema político italiano. Este proceso se ha manifestado en la construcción de un régimen antiliberal basado en el consenso o, cuando menos, en la aquiescencia pasiva de una parte relevante de la sociedad italiana a una amplia serie de violaciones de la letra y el espíritu de la Constitución. Con todo, su aspecto más grave radica en el rechazo por parte del actual grupo del gobierno, más que de la Constitución de 1948, del propio constitucionalismo, es decir, de los límites y los vínculos constitucionales impuestos a las instituciones representativas. Ello ha dado como resultado la progresiva transformación de hecho de nuestro sistema político en una forma de democracia plebiscitaria, fundada en la explícita pretensión de la omnipotencia de la mayoría y la neutralización  de ese complejo sistema de reglas, separaciones y contrapesos, garantías y funciones e instituciones de garantía que constituye la sustancia de la democracia constitucional. La idea elemental que está en la base de esta pretensión es que el consenso popular es la única fuente de legitimación del poder político y, por ello, serviría para legitimar todo abuso y para deslegitimar críticas y controles. Así, el edificio de la democracia constitucional resulta minado de raíz en su totalidad: porque no se soporta el pluralismo político y constitucional, por la desvalorización de las reglas; por los ataques a la separación de poderes, a las instituciones de garantía, a la oposición parlamentaria, a la crítica y la prensa libre; en definitiva, por el rechazo al paradigma del estado constitucional de derecho como sistema de vínculos legales impuestos a cualquier poder.

Por otra parte, el proceso desconstituyente se ha desarrollado también en el plano social y cultural, con la eliminación de valores constitucionales en las consciencias de una gran parte del electorado: por indiferencia, por falta de sentido cívico o por el cambio de la propia concepción de la democracia en el imaginario colectivo. Veinte años de intentos de contrarreformas constitucionales y de agresiones a la carta de 1948 —sistemáticamente descalificada como vieja y superada, e incluso como responsable de la ineficiencia del sistema político— han producido la caída del valor de la Constitución en el sentido común. Es este, como veremos, el daño más profundo. Una democracia puede quebrar aun sin golpes de estado en sentido propio, si sus principios son de hecho violados o contestados sin que sus violaciones susciten rebelión o, al menos, disenso. Recuérdese el último artículo de la Constitución francesa del año III: “El pueblo francés encomienda la presente constitución a la lealtad de los poderes públicos  y a la vigilancia de los padres de familia, las esposas y las madres, al afecto de los jóvenes ciudadanos, al coraje de todos los franceses”. En estas dos garantías, de carácter político y social —la garantía política de la “lealtad” de los poderes públicos y la garantía social de la “vigilancia” de los ciudadanos—, descansa la efectividad de las garantías jurídicas y, con ellas, del estado de derecho de la democracia. Hoy no es posible confiar en la lealtad de los titulares de los poderes de gobierno, al ser ellos mismos los promotores de la deformación constitucional. Y la vigilancia de una parte relevante de la opinión pública decrece progresivamente, anestesiada por la propaganda.

         Este debilitamiento de la dimensión constitucional de nuestra democracia se interpreta habitualmente en el debate público como el precio pagado por el reforzamientos de su dimensión política, debido a la atribución a los electores del poder de elegir en cada ocasión la coalición gobernante. En otras palabras, como reducción y una desvalorización de la dimensión legal de la democracia en beneficio de la valorización de su dimensión política y representativa, concebida, por lo demás, como el único fundamento de la legitimidad de los poderes públicos.

p.50
Cuando la identificación entre jefe y pueblo no es solo un tesis propagandística sino que se propone como un rasgo constitucional y como una fuente de legitimación de los poderes públicos. El populismo equivale a un nuevo y específico modelo de sistema político. Corresponde a esa forma degenerada de democracia que Aristóteles llamó “demagogia” y definió, con extraordinaria lucidez, como el régimen en el que “el soberano es el pueblo y no la ley […] los muchos tienen el poder no como individuos, sino en conjunto”.8 En tal concepción del pueblo como “conjunto” y en la identificación del jefe con él reside el rasgo característico del fascismo.

p. 51
La existencia de un jefe carismático es siempre incompatible con la democracia, o cuando menos indica un debilitamiento de su dimensión política y representativa y no solo de su dimensión constitucional.

p. 60
…los elevados sueldos de que gozan los “elegidos” –en el parlamento nacional como en todas las instituciones electivas— sus privilegios, el consiguiente cambio de estatus económico, unido  su nombramiento desde arriba generan en todos ellos un interés personal en la conservación del cargo y, con ello, la sumisión a quien los ha nombrado y podría volver a hacerlo o revocarlos, que deforman radicalmente su función pública de representación política.

p. 62
Cuando, además, como sucede en Italia, tal propiedad [de los medios] está en la mayor medida en manos de quien es titular del máximo poder político y tiene el control de gran parte de la televisión pública, el destino del que produce información  y, por ello, de la información misma está a merced de ambos poderes, el privado y el público, sólidamente entrelazados. [N. del t.: se refiere a Berlusconi].

p. 63
Controlando la información, escribió Condorcet, el poder político persigue la homologación ideológica y política, haciendo que “los ciudadanos no aprendan nada que no sirva para confirmarles en las opiniones que sus gobernantes quieren suscitar en ellos17

8 Este bello pasaje de Aristóteles (Política, traducción de J. Marías y M. Araujo, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1989m 1292ª, p, 176) ha sido recordado por V. Pazé. “Democrazia e populismo”, Nuvole 40 (2010). En el mismo pasaje, Aristóteles añade: “En las democracias de acuerdo con la ley no hay demagogos  sino que son los mejores ciudadanos los que tienen la preeminencia, pero donde las leyes no tienen la supremacía surgen los demagogos” y “los aduladores son honrados”. Y más adelante: “•Donde las leyes no tienen autoridad no hay república”, (En la versión italiana se dice “no hay constitución”. [N. del t.]”

17 M. Condorcet, Rapport sur l’instruction publique,  Edlig, 1989, p. 95 (traducción castellana de T, del Amo Martín, Cinco memorias sobre la instrucción pública y otros escritos, Morata, Madrid, 2000).

Carlos Armando Figueredo

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MARÍA ISABEL PÁRRAGA B., LOS DOS MIEDOS

Maduro tiene miedo pero los venezolanos también. Quien hoy está al frente del Gobierno por la "carambola" de los deseos de un moribundo y su "cuerdita" de asesores cubanos tiene tanto temor de perder el poder que buscó cobijo en las botas y las charreteras. 

¡Qué paradoja! Este civil en cuestión fue más allá del otrora presidente militar y le entregó completamente el poder a los uniformados. Sí, Maduro tiene miedo hasta de las "sombras" del misterio de su nacionalidad hasta el punto de la torpeza de sus seguidores de "ponerlo a nacer" en varios sitios al mismo tiempo: que si en el Táchira, que si en El Valle, en Los Chaguaramos y más recientemente el mandado hecho por la presidenta del CNE mostrando "de lejitos" un supuesto documento de un "presunto libro" donde se verificaría que el hombre fue dado a luz en La Candelaria. Tanto enredo causa muy mala impresión...

Pero es que más allá de las "impresiones" está la verificación palpable y hasta "cuantificable" del fracaso del régimen expresada en la calidad de vida del venezolano. Hoy somos cincuenta por ciento más pobres que hace un año. Y lo peor es que resta y sigue... No saben qué hacer y en un "tira y encoge" de medidas que no terminan de anunciarse, una guerra interna de poderes y de visiones y una carencia evidente de recursos que "se fumaron" entre burocracia, despilfarro y corrupción, lo único que atinan a inventar son conceptos vacíos como el "cadivismo" que, por cierto, también es fruto de su pésima gestión. Maduro vive con miedo y tiene sus razones. Le falta talento, liderazgo y carisma. Por eso no le queda más remedio que gritar a los cuatro vientos cada vez que puede: "yo soy el Presidente" como para convencerse a sí mismo. Pero el temor mayor es que en diciembre puede venir la "hora de la verdad" en cuanto a la medición de fuerzas. Si como todo apunta y la gente así lo asume los comicios municipales se convierten en un referéndum sobre su gestión, la verdad quedará al desnudo. De allí el apuro loco por querer tomar el "control total" a través de una Habilitante. Legalmente, tendrá la herramienta para gobernar por decretos y si la gente "se pone cómica" mostrar los dientes del control militar. Ese es el juego y la forma para imponerse nuevamente será el miedo, ya no solo amenazando con quitarles a los que menos tienen las dádivas que les dan a través de mecanismos que los hagan cada vez más dependientes del Estado, sino procurando que "nada se diga" y "que nada se sepa" por medio de la censura directa a los pocos medios que quedan con independencia editorial.

Los regímenes con miedo se tornan aún más represivos. La gente tiene dos opciones: o sucumbe y se somete o, simplemente dice NO con todas las consecuencias. En esa disyuntiva estamos.

mariaisabelparraga@gmail.com

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LEONARDO PALACIOS, HACIA UN NUEVO CONTRATO SOCIAL.

El país parece una barca a la deriva; sumido en un mar brioso de improvisación.
Una nación aletargada, sin inclinación colectiva a la discusión de su presente y, mucho menos, de su futuro. Presa de frases cocinadas en los hornos desvencijados de la historia secuestrada de una pequeña de la isla antillana, que de tanto exportar una revolución por las armas durante décadas, tanto en Latinoamérica como en el África, logro enclavar la bandera de la denominación en las entrañas de la ex vitrina de la democracia, abolió el avance concertado de sus dirigencia políticas y bienestar colectivo diseñado en torno a un proyecto común.
Cuba ha hecho de Venezuela, un “país de segundo piso”, un “Estado Libre Asociado” de relación extrema y simbiótica, construida sobre la base artificiosa de laboratorio propagandístico de una supuesta inclinación mayoritaria del pueblo venezolano de abandonar la tradición liberal democrática construida sobre una visión libertaria de los derechos fundamentales como sustrato esencial y no instrumental o panfletario de la democracia por un Estado Comunal.
Así como el “gomecismo” es reseñado por Manuel Caballero como aquella etapa histórica que va de 1899 a 1945 dando retroactividad y ultra actividad a la presencia real y a la proyección de una forma de ejercicio del poder por parte de Juan Vicente Gómez, de la mis forma podríamos hablar del “chavismo”, como es la etapa comprendida entre 1992, fecha en que irrumpe abiertamente la figura de Hugo Chávez al escenario político nacional hasta nuestros días.
Es un periodo en que disciplinadamente se manipula la historia, se tergiversan los principios y valores que permitieron construir las bases de la democracia venezolana a partir de 1958 y que vaciaron la razón de ser de un liderazgo prematuramente abollado, clientelarmente descompuesto.
Una etapa inicial de ese periodo sin orientación de su liderazgo, tercamente opuesto a la ejecución de reformas institucionales, que hicieran un país económica, política y socialmente viable.
Un proyecto susceptible de ser comprado por una mayoría ciudadana cada vez mas decepcionada y civilmente entredicha, aislada del acontecer por un régimen de partidos que solo servía de clubes de politicastros que solo buscaban el poder por el poder y usufructuar una oscura redistribución de la riqueza petrolera, marginando y quemando a generaciones que si poseían la formación y el reconocimiento de estadistas, y que por tal razón, veían como se venía encima la estructura de un Estado asmático, incapaz de respirar y absorber los cambios experimentados en los países de la región y que la población reclamaba, sin la oportunidad de ser oídos e involucrados en los asuntos públicos.
Los venezolanos no supimos valorar el “contrato social”, mucho menos reactualizar el espíritu libertario de 1958, que implicaba el diseño y ejecución de políticas públicas, su revisión continua y la canalización del espíritu de lucha favoreciendo la promoción y ascenso generacional y, por consiguiente, la renovación institucional que le servía de base.
Ese contrato (“Pacto de Puntofijo”) permitió “el periodo más largo y civilista de convivencia libre y pacifica que hemos logrado los venezolanos”, (Ramón Guillermo Aveledo).
Sin embargo, ni fuimos capaces de reafirmar su integridad el plan mínimo de acción que refleja su talante democrático en las distintas y amplias manifestaciones que de manera indefinida aquella puede abarcar, con su adecuación a las nuevas exigencias sociales de un mundo globalizado, así como tampoco  defender su significación de logros y aciertos en eso cuarenta años.
Esa actitud ha dado pié a que la ciudadanía haya comprado, y siga comprando con menos pasión y libre voluntad, el “Contrato Social de corte comunista” planteado “escalonadamente” por el chavismo, tal como lo expresa Isabel Pereira en su novísima obra “La quiebra moral de una país. Hacia un nuevo Contrato Social”, el cual tomamos prestado para intitular nuestro columna de esta semana y referirnos a este gran aporte.
La actitud pasiva acusada lleva a sostener erradamente que no existen propuestas alternativas de “convenios de convivencia” verdaderamente democráticos que ofrezcan lineamientos generales y acciones concretas que permitan consensos requeridos para la debida marcha, inclusiva y participativa de su institucionalidad.
En eso ha consistido el éxito del aparato propagandístico del gobierno: hacernos creer a generaciones anteriores a las nacidas bajo su egida y ocultar a éstas que todo tiempo anterior no sirvió, que la democracia liberal constituyo un fracaso y una forma de confiscación de nuestro bienestar. Nos hace sentir que estamos en una lucha sin sentido y sin “contrato social” alternativo, que la única propuesta pensada y con premisas de viabilidad, que compra la mayoría ciudadana, es la chavista.
Las reflexiones que desarrolla Isabel Pereira nos demuestra lo contrario.
Evidencia que existe una posibilidad cierta, viable y eficiente para generar el consenso necesario para redimensionar el Estado hipertrofiado, excluyente y herramienta de promoción de un sector indefinido pero a fin a los designios del cerebro responsable de la motricidad de las extremidades que llevan su conducción; de una Estado que solo tiene como rival “los ciudadanos que penosamente comienzan a organizarse y unirse para enfrentar esta dura etapa de confrontación con (el chavismo) cuyo designio es imponer el comunismo y un partido único de gobierno”.
Esta destacada socióloga propugna por un nuevo “Contrato Social” que inicie “un proceso masivo y gradual de transferencia de poder del Estado al ciudadano, en todos los ámbitos de nuestra existencia; sustituir su predominio como gran maquinaria social y abrir la posibilidad de la autonomía, el respeto, la pluralidad y el acuerdo priven en las relaciones interinstitucionales”.
En  nuestro entender, ello no puede ser de otra forma, es una premisa elemental que debe orientar la acción inmediata de un gobierno que surja de la voluntad popular como alternativa democrática frente a un comunismo totalitario y negador de las libertades.
El nuevo “Convenio Social” esbozado por Pereira, debe construirse como “un gran acuerdo voluntario que define como se distribuye el poder en relación Estado-sociedad y cómo cada una de las personas, sectores o clases participan en el arreglo”.
Lo que se busca no es un plan de gobierno, sino la certeza de establecer un marco de relaciones lo mas simétricas posibles, regidas y controladas por el Derecho en función de la libertad, la seguridad y el bienestar de todos.
El nuevo “Contrato Social” convoca a la necesidad de pasar de un borrador a una versión definitiva, que nos permita gobernabilidad, el desarrollo pleno de la personalidad, la profundización de la libertad en todas sus manifestaciones, borrando cualquier atisbo de la atávica y perniciosa idea que ello solo es posible con la intervención promotora y aseguradora del Estado en todos los órdenes en los cuales se plasma la existencia de una sociedad; lo cual ha llevado a las subterfugios, a la estafa histórica y social de la vigencia paralela del Estado Comunal.
Pereira define una agenda del nuevo “Contrato Social” a partir de los cuales asegura se procede a “construir los acuerdos fundamentales”, que permiten reducir la discrecionalidad de las políticas públicas conjuntamente con la “vigilancia mutua entre instituciones”.
La agenda incluye:
Fundar un capitalismo humanista que “tiene como meta universalizar la calidad de los servicios”; “significa acceso, apertura y oportunidades, pero también solidaridad como condición ética fundamental” con “aquellos grupos y personas con restricciones para desarrollar sus potencialidades”.
Fortalecimiento de las instituciones garantes de la democracia, es decir, el Estado de Derecho como un fin. Las instituciones públicas “deben reflejar este equilibrio entre la amplia y heterogénea gama de intereses que animan a cada sector social”.
En otras palabras, afianzar “la ciudadanía como ejercicio de vida social (…) sustentada en instituciones que tengan dimensiones tanto morales como estructurales que expresen los valores, las normas, la justicia, los intereses específicos de cada grupo y su vigencia legitima”.
Acabar con el monopolio público de los sectores rentables de la economía, lo cual supone (i) el paso de un “Estado propietario” a un “país de propietarios”, en “donde el Estado está al servicio de los ciudadanos, concentrado en la superación de las brechas que designan desigualdades, en el acceso a oportunidades y a la calidad de vida para los ciudadanos”; (ii) apertura a la participación de los venezolanos en la propiedad e inversión en el petróleo y empresas básicas del Estado; (iii) la titularización de los sectores populares, trabajadores informales, microempresarios, agricultores sin títulos de propiedad, comerciantes ambulantes y familias con títulos supletorios como “política contra la pobreza y  promoción de la clase media”; la descentralización del poder que “signifique respeto a los derechos políticos y reclamo antes las responsabilidades individuales y colectivas; que en el plano cultural reivindique las diferencias y consolide los acuerdos, los pactos y el sentido de comunidad” y (iv) valorizar a la clase media como objetivo aspiracional de los sectores más pobres del país. Convertir a “Venezuela en una sociedad que supere el conflicto de clases”, “incorporar a los emprendedores y trabajadores que han construido actividad económica sin ninguna validación jurídica y fiananciera”, ”valorizar el desarrollo humano y el derecho a construir propiedad con valor legal y económico”, alentar “pactos entre los trabajadores y empresarios como expresión de libertad, respeto y compromiso de los responsables de generación de riquezas”
Es urgente la definición del nuevo “Contrato Social” que debe celebrarse a partir de las cenizas, de los escombros del Estado Comunal erigido a partir del 2007 como más ahínco e inocultable objetivo único totalitario, con un movimiento previo de tierra y remoción imponente de la esencia del Estado democrático Social y de Derecho constitucional previsto que supone el consenso y no la imposición, la participación de todos los sectores y no la exclusión, la simbiótica relación Estado e iniciativa privada y no la abolición o destrucción de ésta,  como forma sistémica de acuerdo voluntario de todos los sectores.
En definitiva, “la quiebra moral de un país”, impone como lo expresa Isabel Pereira “un nuevo Contrato Social” en virtud que “es un desafío que tienen los venezolanos para logar un futuro que supere las calamidades de hoy”.
@NegroPalacios

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LUIS GARCÍA MORA, AL LÍMITE: EL TIEMPO SE LE ACABA. EL TIEMPO ES SU ENEMIGO

Poniéndose uno telegráfico, vertiginoso, rápido… digamos, amigo Maduro, que usted debe tranquilizarse. Aquietarse. Sí, los venezolanos, sus conciudadanos o sus víctimas, como un todo, lo sentimos precipitado. Confuso. Desordenado. Y no, Maduro, usted es el Presidente de la República. No puede venir ahora, después de que nos metió en este berenjenal, a lucir atolondrado.

Volátil.

Inseguro.

¿Qué es eso de “Yo tengo hoy a la 1:05 de la tarde del 11 de octubre, cinco meses y veintidós días que me juramenté y en ese tiempo la burguesía parasitaria amarilla no me ha dado un día de tregua, no me ha dado un día de beneficio de la duda”?

¿Qué tregua esperaba usted? ¿Cómo es eso de que esto es una “guerra psicológica” de sus adversarios y que “en cualquier país por lo menos un año de beneficio de la duda le dan a cualquier presidente”?

¿Quién le dijo a usted que esto es cualquier país o que usted es cualquier presidente?

No. Esto no es una guerra de ridiculez. Esto es, amigo mío, una República de la Catástrofe.

Y sí: es un berenjenal. Y usted no es Chávez, a quien por cuestiones de su particularísima personalidad, que no vienen al caso ahora examinar, era muy difícil de replicar. (Aunque un afamado columnista chileno, al verlo en aquella famosa asamblea de la ONU donde hedía a azufre infernal, lo catalogó de inmediato como un “payaso pícaro y peligroso”).

No. Bájese de esa nube. Usted no puede seguir con esas tonterías de que “aquí la mezquindad no tiene límites” o “me subestiman, pero bueno, que me sigan subestimando”, cuando la inflación tiene a nuestro país atormentado porque es superior al 49,4% y la inseguridad del salario cotidiano (y de la vida misma) es una de las peores plagas que nos han caído encima.

No: usted se tranquiliza. Y no me llora más.

Ahora bien: póngale gobierno a esta vaina.

Todas las señales económicas son negativas. Y su gobierno no termina de abrirse a la racionalidad de llamar a todos los sectores involucrados para buscarle solución a esta crisis. No digamos a los políticos, ni a Primero Justicia ni a Julio Borges, a quien definitivamente usted y los suyos odian y quieren destrozar a trompadas, ni a la MUD. Pero sí a los sectores privados de la economía y a lo que queda de institucionalidad, ante este fracaso que le golpea en la cara.

Usted insiste en recrudecer la represión y amenaza con radicalizar este proceso fallido; en arrastrarnos y colocarnos en una situación límite. No. No se trata de “no hemos controlado bien” ni de que “hay que controlar aún más y mejor la economía”, como le asegura su místico viejito Rasputín, quien sólo admite que en las raíces de esta crisis de Estado únicamente está la devastadora corrupción general del régimen y no el régimen mismo, que se sostuvo sobre una inmensa chequera y una irracional improvisación. Un hombre, Giordani, que luce aferrado al poder como un rencor.

No, amigo. Se trata de llamar a estabilizar la situación. A comunicar un fuerte (y poderoso) golpe de timón. ¿No le crispan los números las encuestas que le indican que la situación sigue deteriorándose y los bloques siguen moviéndose hacia la oposición?

Se percibe e inquieta el permanente desacomodo interno de su Gobierno. Merentes estaba en el timón de las Finanzas Públicas, aparentemente con Rasputín bien marcado, y la Vicepresidencia le otorgaba una mayor capacidad en la coordinación de esta área económica y ¡zas! En pocas semanas usted se lo vuela, lo deja en Finanzas y trae a Ramírez, mientras grita: “¡Prepárense psicológicamente!” pero se sigue el rumbo de Merentes. Se mantienen los factores de Merentes en CADIVI y el Banco Central, excepto el nuevo tesorero, sobrino de la señora Flores (que también juega). ¿Para dar credibilidad las medidas?

Y Ramírez ratifica la misma ruta, aunque ahora con mucho mayor tronío ya que él maneja los dólares de PDVSA y no Merentes.

Al parecer han entendido que no tienen ninguna otra escapatoria que el ajuste, vendiéndole simultáneamente al PSUV radicalismo político. ¿El modelo chino tropicalizado? Sólo si el rumbo del paquete económico puesto en práctica continúa.

Ramírez, quien estaba en caída libre hasta hace ratico pero aguantó, vuelve a imponerse. ¿Por qué? ¿Para trancarle el serrucho a Giordani? ¿Para hacerle a usted el mandado, Presidente, y darle aire con la subasta de esos millones de dólares semanales, aparentando que “aquí no hay un problema de divisas”, cuando las reservas continúan su caída libre?

Cualquier salida pasa por otras devaluaciones que pueden provocar un electroshock político, fondomonetarista, liberal. O podría tornarlo en un ajuste progresivo en el que sólo algunos y determinados rubros y alimentos tengan un tratamiento preferencial, mientras logra que otros factores de la economía se vayan encontrando entre sí.

Pero el impacto no disminuiría.

Tendría usted también que estimular la producción nacional, para lo que hasta ahora no logra encontrar ni la credibilidad ni la confianza.

¿Cree que lo logrará inyectando más radicalismo al país?

No. Sigue usted luciendo muy inseguro. Gelatinoso. Tratando de demostrar que es el Presidente y el Comandante en Jefe de la Fuerza Armada.

Debe tranquilizarse. El tiempo corre. La crisis se encabrona.

Sí. El tiempo es su enemigo.

Sin embargo, todavía puede abrirse a la totalidad del país y, ¿por qué no?, salvar la República.

Cráteres

- Cierto. Se le pone cuesta arriba el problema a Maduro y entran a ser decisivos Diosdado Cabello y su sector. Según algunos factores, “no hay nada avenido, nada pactado, dentro de los movimientos intestinos del régimen. Conviven hasta el 8-D. Y es falso que no habrá elecciones. Ya Diosdado es dueño de la mayoría de las gobernaciones, con la excepción más visible de la Adán Chávez”.

- Unos cuantos en el Gobierno esperan a que la oposición haga su trabajo y capitalice el descontento y convierta el 8-D en un plebiscito y barra, “ya que, luego de ese resultado electoral, le será difícil a Maduro sacar la cabeza”.

- Hay quien imagina que “en enero se podría presentar la increíble situación de que sea Diosdado Cabello quien se abra a un diálogo real con el país mayoritario, tire un cambio de timón y termine de desbaratar al sector civil de esta dirección”.

- Otro: “La Habilitante puede ser una herramienta para fortalecer a Maduro en su ruta hacia el callejón y convertirlo en el albacea del desastre”.

aguilaluis_7@hotmail.com

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