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lunes, 14 de octubre de 2013

LEONARDO PALACIOS, HACIA UN NUEVO CONTRATO SOCIAL.

El país parece una barca a la deriva; sumido en un mar brioso de improvisación.
Una nación aletargada, sin inclinación colectiva a la discusión de su presente y, mucho menos, de su futuro. Presa de frases cocinadas en los hornos desvencijados de la historia secuestrada de una pequeña de la isla antillana, que de tanto exportar una revolución por las armas durante décadas, tanto en Latinoamérica como en el África, logro enclavar la bandera de la denominación en las entrañas de la ex vitrina de la democracia, abolió el avance concertado de sus dirigencia políticas y bienestar colectivo diseñado en torno a un proyecto común.
Cuba ha hecho de Venezuela, un “país de segundo piso”, un “Estado Libre Asociado” de relación extrema y simbiótica, construida sobre la base artificiosa de laboratorio propagandístico de una supuesta inclinación mayoritaria del pueblo venezolano de abandonar la tradición liberal democrática construida sobre una visión libertaria de los derechos fundamentales como sustrato esencial y no instrumental o panfletario de la democracia por un Estado Comunal.
Así como el “gomecismo” es reseñado por Manuel Caballero como aquella etapa histórica que va de 1899 a 1945 dando retroactividad y ultra actividad a la presencia real y a la proyección de una forma de ejercicio del poder por parte de Juan Vicente Gómez, de la mis forma podríamos hablar del “chavismo”, como es la etapa comprendida entre 1992, fecha en que irrumpe abiertamente la figura de Hugo Chávez al escenario político nacional hasta nuestros días.
Es un periodo en que disciplinadamente se manipula la historia, se tergiversan los principios y valores que permitieron construir las bases de la democracia venezolana a partir de 1958 y que vaciaron la razón de ser de un liderazgo prematuramente abollado, clientelarmente descompuesto.
Una etapa inicial de ese periodo sin orientación de su liderazgo, tercamente opuesto a la ejecución de reformas institucionales, que hicieran un país económica, política y socialmente viable.
Un proyecto susceptible de ser comprado por una mayoría ciudadana cada vez mas decepcionada y civilmente entredicha, aislada del acontecer por un régimen de partidos que solo servía de clubes de politicastros que solo buscaban el poder por el poder y usufructuar una oscura redistribución de la riqueza petrolera, marginando y quemando a generaciones que si poseían la formación y el reconocimiento de estadistas, y que por tal razón, veían como se venía encima la estructura de un Estado asmático, incapaz de respirar y absorber los cambios experimentados en los países de la región y que la población reclamaba, sin la oportunidad de ser oídos e involucrados en los asuntos públicos.
Los venezolanos no supimos valorar el “contrato social”, mucho menos reactualizar el espíritu libertario de 1958, que implicaba el diseño y ejecución de políticas públicas, su revisión continua y la canalización del espíritu de lucha favoreciendo la promoción y ascenso generacional y, por consiguiente, la renovación institucional que le servía de base.
Ese contrato (“Pacto de Puntofijo”) permitió “el periodo más largo y civilista de convivencia libre y pacifica que hemos logrado los venezolanos”, (Ramón Guillermo Aveledo).
Sin embargo, ni fuimos capaces de reafirmar su integridad el plan mínimo de acción que refleja su talante democrático en las distintas y amplias manifestaciones que de manera indefinida aquella puede abarcar, con su adecuación a las nuevas exigencias sociales de un mundo globalizado, así como tampoco  defender su significación de logros y aciertos en eso cuarenta años.
Esa actitud ha dado pié a que la ciudadanía haya comprado, y siga comprando con menos pasión y libre voluntad, el “Contrato Social de corte comunista” planteado “escalonadamente” por el chavismo, tal como lo expresa Isabel Pereira en su novísima obra “La quiebra moral de una país. Hacia un nuevo Contrato Social”, el cual tomamos prestado para intitular nuestro columna de esta semana y referirnos a este gran aporte.
La actitud pasiva acusada lleva a sostener erradamente que no existen propuestas alternativas de “convenios de convivencia” verdaderamente democráticos que ofrezcan lineamientos generales y acciones concretas que permitan consensos requeridos para la debida marcha, inclusiva y participativa de su institucionalidad.
En eso ha consistido el éxito del aparato propagandístico del gobierno: hacernos creer a generaciones anteriores a las nacidas bajo su egida y ocultar a éstas que todo tiempo anterior no sirvió, que la democracia liberal constituyo un fracaso y una forma de confiscación de nuestro bienestar. Nos hace sentir que estamos en una lucha sin sentido y sin “contrato social” alternativo, que la única propuesta pensada y con premisas de viabilidad, que compra la mayoría ciudadana, es la chavista.
Las reflexiones que desarrolla Isabel Pereira nos demuestra lo contrario.
Evidencia que existe una posibilidad cierta, viable y eficiente para generar el consenso necesario para redimensionar el Estado hipertrofiado, excluyente y herramienta de promoción de un sector indefinido pero a fin a los designios del cerebro responsable de la motricidad de las extremidades que llevan su conducción; de una Estado que solo tiene como rival “los ciudadanos que penosamente comienzan a organizarse y unirse para enfrentar esta dura etapa de confrontación con (el chavismo) cuyo designio es imponer el comunismo y un partido único de gobierno”.
Esta destacada socióloga propugna por un nuevo “Contrato Social” que inicie “un proceso masivo y gradual de transferencia de poder del Estado al ciudadano, en todos los ámbitos de nuestra existencia; sustituir su predominio como gran maquinaria social y abrir la posibilidad de la autonomía, el respeto, la pluralidad y el acuerdo priven en las relaciones interinstitucionales”.
En  nuestro entender, ello no puede ser de otra forma, es una premisa elemental que debe orientar la acción inmediata de un gobierno que surja de la voluntad popular como alternativa democrática frente a un comunismo totalitario y negador de las libertades.
El nuevo “Convenio Social” esbozado por Pereira, debe construirse como “un gran acuerdo voluntario que define como se distribuye el poder en relación Estado-sociedad y cómo cada una de las personas, sectores o clases participan en el arreglo”.
Lo que se busca no es un plan de gobierno, sino la certeza de establecer un marco de relaciones lo mas simétricas posibles, regidas y controladas por el Derecho en función de la libertad, la seguridad y el bienestar de todos.
El nuevo “Contrato Social” convoca a la necesidad de pasar de un borrador a una versión definitiva, que nos permita gobernabilidad, el desarrollo pleno de la personalidad, la profundización de la libertad en todas sus manifestaciones, borrando cualquier atisbo de la atávica y perniciosa idea que ello solo es posible con la intervención promotora y aseguradora del Estado en todos los órdenes en los cuales se plasma la existencia de una sociedad; lo cual ha llevado a las subterfugios, a la estafa histórica y social de la vigencia paralela del Estado Comunal.
Pereira define una agenda del nuevo “Contrato Social” a partir de los cuales asegura se procede a “construir los acuerdos fundamentales”, que permiten reducir la discrecionalidad de las políticas públicas conjuntamente con la “vigilancia mutua entre instituciones”.
La agenda incluye:
Fundar un capitalismo humanista que “tiene como meta universalizar la calidad de los servicios”; “significa acceso, apertura y oportunidades, pero también solidaridad como condición ética fundamental” con “aquellos grupos y personas con restricciones para desarrollar sus potencialidades”.
Fortalecimiento de las instituciones garantes de la democracia, es decir, el Estado de Derecho como un fin. Las instituciones públicas “deben reflejar este equilibrio entre la amplia y heterogénea gama de intereses que animan a cada sector social”.
En otras palabras, afianzar “la ciudadanía como ejercicio de vida social (…) sustentada en instituciones que tengan dimensiones tanto morales como estructurales que expresen los valores, las normas, la justicia, los intereses específicos de cada grupo y su vigencia legitima”.
Acabar con el monopolio público de los sectores rentables de la economía, lo cual supone (i) el paso de un “Estado propietario” a un “país de propietarios”, en “donde el Estado está al servicio de los ciudadanos, concentrado en la superación de las brechas que designan desigualdades, en el acceso a oportunidades y a la calidad de vida para los ciudadanos”; (ii) apertura a la participación de los venezolanos en la propiedad e inversión en el petróleo y empresas básicas del Estado; (iii) la titularización de los sectores populares, trabajadores informales, microempresarios, agricultores sin títulos de propiedad, comerciantes ambulantes y familias con títulos supletorios como “política contra la pobreza y  promoción de la clase media”; la descentralización del poder que “signifique respeto a los derechos políticos y reclamo antes las responsabilidades individuales y colectivas; que en el plano cultural reivindique las diferencias y consolide los acuerdos, los pactos y el sentido de comunidad” y (iv) valorizar a la clase media como objetivo aspiracional de los sectores más pobres del país. Convertir a “Venezuela en una sociedad que supere el conflicto de clases”, “incorporar a los emprendedores y trabajadores que han construido actividad económica sin ninguna validación jurídica y fiananciera”, ”valorizar el desarrollo humano y el derecho a construir propiedad con valor legal y económico”, alentar “pactos entre los trabajadores y empresarios como expresión de libertad, respeto y compromiso de los responsables de generación de riquezas”
Es urgente la definición del nuevo “Contrato Social” que debe celebrarse a partir de las cenizas, de los escombros del Estado Comunal erigido a partir del 2007 como más ahínco e inocultable objetivo único totalitario, con un movimiento previo de tierra y remoción imponente de la esencia del Estado democrático Social y de Derecho constitucional previsto que supone el consenso y no la imposición, la participación de todos los sectores y no la exclusión, la simbiótica relación Estado e iniciativa privada y no la abolición o destrucción de ésta,  como forma sistémica de acuerdo voluntario de todos los sectores.
En definitiva, “la quiebra moral de un país”, impone como lo expresa Isabel Pereira “un nuevo Contrato Social” en virtud que “es un desafío que tienen los venezolanos para logar un futuro que supere las calamidades de hoy”.
@NegroPalacios

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NARCISO GUARAMATO PARRA, LA ESPECULACION, EL ACAPARAMIENTO, LA INFLACION Y LA GUERRA ECONOMICA

El Gobierno Nacional sigue insistiendo en señalar  como principal causa de la inflación a la especulación y el acaparamiento, con la novedad de que ahora estas forman las armas principales de una “Guerra Económica. Esto obliga a tocar una vez más este tema (ya analizado en marzo de 2009) a fin de que el lector comprenda que el único culpable de la inflación es el gobierno y su insistencia en tratar de implementar un modelo fracasado.

  
Gente de la mal llamada “Izquierda”, siguen insistiendo (con desconocimiento de la materia) en definir, la especulación como sinónimo de robo, apropiación y delito. Si no lo creen, vean el comentario que escribió en mi blog un partidario de la intervención estatal: “Hermano, me disculpa la expresión, pero no sea cara de tabla. Decir que "en economía, especular es simplemente tratar de generar un beneficio al realizar una transacción comercial" es el ardid más utilizado y gastado de todo capitalista, de aquél que oculta adrede el verdadero origen de toda ganancia, para hablar de que se hizo rico "a través del mero esfuerzo y dedicación individual", cuando que toda ganancia es producto de la plusvalía, y el precio es precisamente el valor agregado que el capitalista hace a un producto; y para que tenga sentido para el capitalista producir, necesariamente tiene que producir plusvalía, si quiere obtener alguna ganancia. Haya control de precios o no el capitalista siempre va a ganar porque toda producción dentro del sistema capitalista se basa en la generación la plusvalía por parte del trabajador y el robo de la misma por parte del capitalista

            Como, se puede leer, el comentario repite las mismas sandeces que repiten los socialistas Marxistas-leninistas. Analicemos algunas de ellas: En primer lugar, la definición no es de nosotros. Especulación es un término tomado de las Finanzas. En el Diccionario de la RAE, se puede leer, en su acepción No 4, que especular es: “Efectuar operaciones comerciales o financieras, con la esperanza de obtener beneficios basados en las variaciones de los precios o de los cambios”. Igualmente, la enciclopedia virtual Wikipedia, señala al respecto: “En economía, la especulación es el conjunto de operaciones comerciales o financieras que tienen por objetivo la obtención de un beneficio económico, basado en las fluctuaciones de los precios. Una operación especuladora no busca disfrutar del bien o servicio involucrado, sino obtener un beneficio de las fluctuaciones de su precio con base en la teoría del arbitraje. En sentido extenso, toda forma de inversión es especulativa; sin embargo, el término se suele aplicar a aquella inversión que no conlleva ninguna clase de compromiso con la gestión de los bienes en los que se invierte, limitándose al movimiento de capitales (mercado financiero), habitualmente en el corto o medio plazo. La especulación se basa, por tanto, en la previsión y en la anticipación, de forma que el especulador también puede equivocarse si no prevé correctamente la evolución de los precios futuros, de forma que tendrá que vender barato algo que compró caro. El mercado especulativo por tanto premia a los buenos previsores y castiga a los malos.

            Esta definición es importante para entender la acción especulativa al resaltar dos hechos. En primer lugar se destaca la fluctuación de los precios. Teóricamente si hay  precios regulados  no debería existir la especulación. Pero la hay, es decir hay presencia, o los agentes económicos así lo perciben, de que hay un diferencial de precios que permite una ganancia a corto plazo. El otro punto a destacar es que la especulación implica riesgo. Como se puede ganar, se puede perder ¿Será que el amigo que me envío el cometario, nos puede asegurar que todo especulador (en el buen sentido de la palabra) se  hace rico? Si lo hubiera sabido antes, ¿por qué no monté mi empresa? hace años que me hubiera vuelto millonario. Las personas vinculadas al emprendimiento coinciden en que el 80% de las pymes fracasa antes de los cinco años y el 90% no llega a los diez años ¿no parece tan fácil verdad?

No hay duda que el acaparamiento, es una violación en contra el buen desempeño de la economía productiva. En eso no hay discusión. Ahora bien, ¿Quién acapara? Para responder a esta pregunta hay que distinguir entre dos tipos de acaparamientos: el que busca afectar los precios y el doméstico precautalativo. Comencemos por el segundo. Es innegable que en los últimos mees se ha registrado un aumento en las compras de ciertos productos, que no pueden ser atribuibles a un aumento al consumo. Los hogares están realizando compras nerviosas dada la escases de varios productos de la dieta diaria y la cual bastante notoria en los anaqueles de los supermercados ¿Cómo puede usted criticar a un padre o madre de familia de estar nervioso si no tiene suficiente leche para sus hijos, o alimentos en general ¿No fue el propio presidente Chávez quien comentó que no era delito robar para alimentarse? En este caso no  es robar sino adquirir los bienes necesarios con un dinero que cada vez rinde menos. Recordemos que la escases genera inflación, nunca al revés.

¿Quién acapara, el que quiere o el que puede? El acaparamiento involucra una serie de costos que no es realista que un pequeño comerciante incurra en ellos, almacenaje, seguridad, transporte, etc. Aparte de que el volumen que pudiera guardar no puede modificar el precio del producto. De tal forma que solo una empresa grande con una participación importante en el mercado pudiera obtener un beneficio del acaparamiento..

En un libro de reciente publicación: “La quiebra moral de un país”,  la socióloga Isabel Pereira, nos presenta un cuadro cuya fuente es el economista Moises Naím  y cálculos realizados por su equipo de investigación. En el mismo se puede ver que en el período 1998-2011 el parque industrial venezolano paso de 14.000 industrias a  9.000, lo que representa una reducción de 36%. Así mismo más de 100 empras han sido expropiadas, algunas de las cuales son monopolios en su área, como lo son: Agropatria, monopolio en el suministro de insumos agrícolas, La cementeras, las procesadoras de harina de maíz, en la actualidad una sola marca a quedado en manos del sector privado (harina Pan del grupo Polar). Como se puede observar, el Gobierno es el que tiene mayor capacidad de acaparar (esto no quiere decir que lo haga). Para el mes de septiembre de 2013 la el aumento acumulado en los precios de los BIENES REGULADOS es de 38,2%, alrededor de 8 puntos superior a la variación general.

Los voceros gubernamentales han agregado un nuevo componente, la existencia de una guerra económica basados fundamentalmente en la experiencia Chilena, cuando la CIA intervino en el gobierno del presidente Allende. A este respecto resulta muy  esclarecedor el artículo del periodista Vladimir Villlegas de fecha 08/10/13, en el cual podemos leer: “… Pero tampoco se puede, en nombre de lo que pasó en Chile, establecer paralelismos mecánicos. El presidente Allende tenía minoría en el Congreso, no contaba con el apoyo de las Fuerzas Armadas, y de hecho es derrocado, y ni siquiera habían transcurrido tres años de su gobierno. Es decir, era un presidente rehén de las circunstancias históricas. Por una parte la ultraderecha sembrando la ingobernabilidad y la violencia, y también por la otra una ultraizquierda desesperada por calcar escenarios de otros procesos, para lo cual promovían acciones que terminaban por apoyar indirectamente los planes de los factores de poder que no aceptaban los cambios en la sociedad chilena.”

Para concluir debemos afirmar que en Venezuela, el proceso inflacionario es explicado fundamentalmente por el rotundo fracaso de un modelo económico basado en la regulación de precios y de la economía en general. Es decir el fracaso del Socialismo del siglo XXI como  modelo económico-social.

Narciso Guaramato Parra
@guaramatoparra

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