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martes, 17 de enero de 2012

NARCISO GUARAMATO PARRA: EL GRAN RETO DE LA ECONOMIA VENEZOLANA

Después de haber tomado un descanso navideño, regresamos a un año 2012 bastante complicado desde el punto de vista económico, debido al aumento del gasto público típico de los años electorales. Es como echarle gasolina al fuego, en este caso al aumento de los precios.
Una vez más, el principal problema que tenemos es el de un proceso inflacionario, por encima de los 2 dígitos, es decir la más dura de erradicar en el breve plazo. Adicionalmente, la inflación venezolana contiene todos los ingredientes para que se mantenga durante el 2012, la variación registrada para el 2011.

En primer lugar, analicemos el componente referido a las expectativas. Como una profecía autocumplida, cuando todos creen que este año la inflación va a estar por encima del 25%, tengan la seguridad de que va a estar por encima del 25%. Cuando el gobierno anuncia que para el cálculo del presupuesto público se incluye una variación de precios de tal magnitud. Todo el mundo tratará de ajustar sus costos o gastos en general por ese nivel de inflación. Por lo tanto tendremos un piso para el año 2012 de 25%.

Como muchos lo han indicado, los años electorales se caracterizan por ser períodos de elevada variación de  los precios. Este fenómeno es explicado por la gran cantidad de dinero que sale a la calle como pago de los gastos de la propaganda electora. Si el dinero en circulación es la contrapartida de la producción de bienes y servicios, por lo que deben guardar una proporción adecuada para permitir la estabilidad de la actividad comercial. Si hay menos dinero que bienes y servicios, y esta se prolonga en el tiempo se produce una reducción del aparato productivo del país. En caso contrario, si el dinero es mayor que la cantidad de bienes y servicios hay una presión para que los precios aumenten. En el 2011 la producción aumentó en 4,2%, la cantidad de dinero creció en 51%.

El último componente es la insuficiencia de la oferta para cubrir la demanda de bienes y servicios. La escasez de productos en los estantes, genera una presión al aumento de los precios. Históricamente este fenómeno se ha combatido con la importación de bienes y servicios. Hay indicios de que esta vía se está agotando.
            
          Por lo antes expuesto, el 2012 debe registrar una variación de los precios similar a la experimentada en el 2011. El gran reto de la economía venezolana: erradicar el proceso inflacionario, será pospuesto otra vez.
            
         Como mensaje final quiero tomar prestadas unas palabras de nuestro profesor, Domingo Felipe Maza Zavala: 

“No se puede negar que el Gobierno ha hecho  o intentado hacer una gestión para lograr los objetivos mencionados (…) de desarrollo y bienestar, pero ha sido una gestión contradictoria, dispersa, discontinua, enfrentada en buena medida a la voluntad y la opinión de amplios grupos de la población, lo que le ha restado consistencia y puntos de apoyo. La colectividad desea y requiere cambios en la estructura económica, en la organización del Estado y en las relaciones entre este y aquella. Estos cambios tienen que hacerse por consenso, aunque siempre habrá opositores retrógrados, aferrados  a intereses anacrónicos y no la minoría.

Nota 1: Son dos años de tu sonrisa y de tu amor. Nunca sabrás lo que hiciste por mí, hijo mío
Aunque, nunca te dejaré de decir, cuanto te amo. ¡Feliz Cumpleaños!

Nota 2: Los días 22, 23 de enero estará en Caracas y el 25 en Valencia el Dr. Gabriél Salazár, medico venezolano, jefe médico de la Clínica de  Especialidades Médicas y Quirúrgicas Barcelona Parkinson. Para mayor información es pueden comunicar a través de info@barcelonaparkinson.como por el telf.. 00-34-93-877397.

@guaramatoparra
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miércoles, 10 de agosto de 2011

ALBERTO MEDINA MÉNDEZ: LA ESPECIALIDAD DE LA CASA. , DESDE ARGENTINA

Seguimos recorriendo tímidamente la manía instalada de esquivar lo evidente, lo que hace que la discusión política sea consecuencia y no causa. Habría que revisar un poco hacia adentro para ver lo que nos pasa. Seguir criticando hacia afuera no nos hace mejores, ni nos acerca a la solución. Espero que sirva para discutir, analizar y difundir

No es asunto nuevo. Pero la verdad es que agota bastante escuchar cómo, cierto sector de la sociedad, se queja constantemente sin conseguir mirarse al espejo ni siquiera por un instante cuando, en realidad, buena parte de las explicaciones de lo que nos pasa, está en nosotros mismos.

Lo que elegimos cuando nos convocan a cada acto comicial, es solo el corolario de lo que somos y para nada el origen de nuestros problemas. Los estilos autoritarios, discrecionales y arbitrarios son solo una fiel expresión de nuestro comportamiento socialmente mayoritario y no el arrebato de dirigentes aislados.

La apatía con la que presenciamos los hechos cotidianos no son la consecuencia, sino la causa de lo que nos sucede. Nuestro desinterés permanente es el cómplice necesario e imprescindible de muchas de las aberraciones que observamos a diario.

Queda claro que es más fácil buscar culpables afuera que responsables en nosotros mismos. El deporte nacional es, después de todo, eludir responsabilidades. Rara vez escucharemos a un ciudadano decir que estamos como estamos porque hacemos lo que hacemos. Siempre, encontramos el modo de que algún otro sea el que comete los errores o las  imprudencias gravísimas, esas que criticamos y que nos permiten invariablemente excusarnos hasta el infinito y encontrar el argumento justo que nos exculpe de cualquier atrocidad.

Fabricaremos grandes complots, preferentemente internacionales, conspiraciones sofisticadas que involucren a siniestros personajes e intereses ocultos, inventaremos mafias peligrosísimas, le atribuiremos a ciertas corporaciones que solo existen en nuestros delirios alguna elaborada confabulación, y hasta diremos que un perfecto plan perpetrado por los poderosos de siempre, se ha empeñado en hacernos cada vez más ignorantes y construir una industria de la desinformación, para que no podamos reaccionar a sus refinadas herramientas.

De hacernos cargo ni hablar. Asumir que mucho de lo que nos disgusta tiene que ver con nuestra propia inacción, no parece estar en la grilla de posibilidades.

Es que resulta, mucho más fácil, y además menos culposo por cierto, explicarlo todo asignándole a los demás perversas intenciones y ostentosos planes cuidadosamente diseñados. No hacerlo significaría asumir una cuota de responsabilidad que no cabe en la dinámica social de este tiempo.

Nos cuesta visualizar que las ideas que nos gobiernan, son en buena medida, las que defendemos como sociedad, aunque recitemos lo inverso. Queremos que el que detenta el poder formal haga todo, controle cada centímetro de lo que se hace, piense en el futuro y elimine las incertidumbres. Eso implica siempre un Estado enorme, por lo tanto que gaste mucho, que este plagado de empleados y de planificadores iluminados. Y es eso lo que sucede después de todo. Las propuestas de los políticos siempre van en esa línea.

Para ello, ese gobierno precisa recaudar mucho dinero, endeudarse si le falta más e inclusive emitir moneda si algunas de las anteriores se ve limitada por momentos. Los recursos económicos no se inventan, se generan. Alguien, con su trabajo y talento, previamente se esforzó para conseguirlo. Pero para que el Estado, en todas sus formas, pueda hacer la totalidad de lo que muchos le reclaman, tendrá que primero quitar esos recursos a sus dueños, compulsivamente claro, porque si lo hiciera de modo voluntario no serian impuestos sino donaciones.

En fin, la maraña de cuestiones que escuchamos a diario, solo se pueden hacer cuando todo es funcional al objetivo. Lo que tenemos es lo que supimos construir como sociedad y hacerse el distraído no modifica para nada el escenario, ni lo hace más agradable.

Lo que si puede abrir la puerta al cambio es repasar los hechos, y hacer el diagnostico adecuado. Si creemos que llegamos hasta aquí por méritos ajenos, de casualidad, o por alguna fatalidad, estamos en problemas. Un mal diagnostico, nos conduce invariablemente a pésimas decisiones, y fundamentalmente a no resolver las cuestiones de fondo.

A veces pareciera que nos divierte entretenernos, hacer de cuenta que es un juego, en el que somos observadores, meros invitados. Hay que reconocerlo, es mucho más cómodo, aunque tremendamente ineficaz si pretendemos que algún día aparezca el punto de inflexión que nos lleve camino a donde decimos que queremos ir.

La actitud esperanzadora, ese optimismo fundado en el vacío, esa visión de que llegará el líder mesiánico que nos liberará de tantos flagelos, esa mirada romántica y casi de ciencia ficción que sueña con que el héroe, el patriota, llegue un día casi mágicamente es irracional, y solo aceptable en una sociedad algo infantil e ingenua.

El cambio está al alcance de nuestras manos, depende de nosotros mismos, de que revisemos nuestras ideas y acciones, y que nos planteemos, como ciudadanos y no como sociedad, que es lo que estamos pensando y haciendo mal. Mientras ello no ocurra, nuestras posibilidades de recorrer caminos diferentes son inexistentes, y en ese caso, reeditaremos hasta el cansancio nuestro mayor hábito, el de eludir responsabilidades, esa actitud que se ha constituido en “la especialidad de la casa”.



Alberto Medina Méndez
skype: amedinamendez
54 – 03783 - 15602694

PUBLICADO EN EL DIARIO EPOCA DE CORRIENTES, ARGENTINA, EL JUEVES 4 DE AGOSTO DE 2011EL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, ACTUALIDAD, VENEZUELA, OPINIÓN, NOTICIA, REPUBLICANO LIBERAL, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, LIBERTARIO, POLÍTICA, INTERNACIONAL, ELECCIONES,UNIDAD, ALTERNATIVA DEMOCRÁTICA

domingo, 6 de junio de 2010

ALGO HUELE MAL EN SABANETA, JUAN CARLOS APITZ

No nos sorprende que aparezcan contenedores con alimentos vencidos, almacenados por meses en distintas zonas industriales y portuarias del país mientras muchos venezolanos se mueren de hambre. La ineficiencia es una variedad de la corrupción.

El burócrata chavista es ineficiente, no lo puede hacer mejor. La gerencia dispendiosa de los recursos públicos ha sido el resultado de una selección basada en el nepotismo, la amistad, la afinidad ideológica o la lealtad personal. Cuando un empleado gubernamental es nombrado basado en uno de estos criterios, la mala gerencia de los recursos nacionales es inevitable.

La corrupción existe en Venezuela, al menos, desde 1821 cuando se selló su independencia, aunque durante la gestión de Esteban la corrupción ha llegado a niveles sin precedentes. Según los informes anuales que publica la ONG "Transparency Internacional"; en el año 1999 Venezuela se ubicaba a nivel mundial en el puesto número 75 y hoy en el año 2010, Venezuela ha avanzado en corrupción y alcanzado el lugar número 162 de los países más transparentes del mundo. Es decir, de 180 países investigados, Venezuela está entre los 22 más corruptos del mundo, con un nivel de transparencia de 1,9 en la escala del 1 al 10.

En los quince años desde que TI publica el Índice de Percepción de la Corrupción en cientos de países, Venezuela siempre se ha mantenido con una puntuación por debajo de 3. Para 1995, cuando TI publicó por primera vez este Índice compuesto que basado en múltiples encuestas de opinión realizadas a expertos, en la cual se sondean las percepciones sobre la corrupción en el sector público, Venezuela se inició con 2,66 puntos. Y para 1998, año cuando llegó Esteban a la Presidencia, la percepción de corrupción de Venezuela, aunque había bajado, aún se mantenía entre los países más corruptos de los evaluados con 2,3 puntos.

Nuestro país es el segundo peor país de Latinoamérica evaluado en este Índice. Sólo lo supera el empobrecido Haití (1,8), y se coloca por debajo en 0,2 puntos de Paraguay y en 0,3 puntos de Ecuador. De las 180 naciones evaluadas en el mundo, sólo 13 se perciben como países más corruptos que Venezuela, entre ellos, Burundi, Guinea Ecuatorial, Guinea, Irán, Turkmenistán, Uzbekistán, Chad, Irak, Sudán, Myanmar, Afganistán y Somalia.

Lo anterior no es casual: regalan alegremente nuestro dinero a Cuba, Nicaragua, Ecuador, Bolivia, Argentina y, hasta, a EEUU y Brasil; financian la campaña presidencial de Cristina Fernández de Kirchner; malgastan 7.000 millones de dólares en compras de armamento inútil a Rusia; prestan holgadamente dinero a Bielorús; hacen cuantiosas contribuciones a organizaciones terroristas como las FARC en Colombia, el FMNL en El Salvador y HAMAS en el Líbano; contratan con sobreprecios a Siemens para el Metro de Maracaibo y Valencia a cambio de comisiones; desaparecen los fondos para la construcción del Complejo Industrial "Ezequiel Zamora" en Barinas; Pdvsa licita fraudulentamente el alquiler de sus equipos de perforación, cuya ruina hace que luego colapsen; etc.
Entonces, hay algo podrido, y no es en Dinamarca

justiciapitz@hotmail.com
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sábado, 13 de marzo de 2010

DISCURSO DE ÓSCAR ARIAS SÁNCHEZ, PRESIDENTE DE COSTA RICA, 23 DE FEBRERO DE 2010 | CANCÚN, MÉXICO |CUMBRE DE LA UNIDAD DE AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE.

Excelentísimos Jefes de Estado y de Gobierno de América Latina y el Caribe, amigas y amigos:

Ésta es mi última participación en una cumbre internacional. No pretendo despedirme de América Latina ni del Caribe. Los sueños de esta región los llevo atados al centro de mi vida. Pero sí debo despedirme de ustedes, colegas, hermanos, compañeros de viaje. Debo despedirme de este auditorio que resume, en un racimo de voces, las esperanzas de 600 millones de personas, casi una décima parte de la humanidad. Es en nombre de esa estirpe latinoamericana que quiero compartir con ustedes algunas reflexiones. Es en nombre de la prosapia que habita más allá de estas puertas, y que exige de nosotros la osadía de construir un lugar más digno bajo el sol.

A pesar de los discursos y de los aplausos, lo cierto es que nuestra región ha avanzado poco en las últimas décadas. En ciertas áreas, ha caminado resueltamente hacia atrás. Muchos quieren abordar un oxidado vagón al pasado, a las trincheras ideológicas que dividieron al mundo durante la Guerra Fría. América Latina corre el riesgo de aumentar su insólita colección de generaciones perdidas. Corre el riesgo de desperdiciar, una vez más, su oportunidad sobre la Tierra. Nos corresponde a nosotros, y a quienes vengan después, evitar que eso suceda. Nos corresponde honrar la deuda con la democracia, con el desarrollo y con la paz de nuestros pueblos, una deuda cuyo plazo venció hace siglos.

Honrar la deuda con la democracia quiere decir mucho más que promulgar constituciones políticas, firmar cartas democráticas o celebrar elecciones periódicas. Quiere decir construir una institucionalidad confiable, más allá de las anémicas estructuras que actualmente sostienen nuestros aparatos estatales. Quiere decir garantizar la supremacía de la ley y la vigencia del Estado de Derecho, que algunos insisten en saltar con garrocha.

Quiere decir fortalecer el sistema de pesos y contrapesos, profundamente amenazado por la presencia de gobiernos tentaculares, que han borrado las fronteras entre gobernante, partido y Estado. Quiere decir asegurar el disfrute de un núcleo duro de derechos y garantías fundamentales, crónicamente vulnerados en buena parte de la región latinoamericana. Y quiere decir, antes que nada, la utilización del poder político para lograr un mayor desarrollo humano, el mejoramiento de las condiciones de vida de nuestros habitantes y la expansión de las libertades de nuestros ciudadanos.

No se debe confundir el origen democrático de un régimen con el funcionamiento democrático del Estado. Hay en nuestra región gobiernos que se valen de los resultados electorales para justificar su deseo de restringir libertades individuales y perseguir a sus adversarios. Se valen de un mecanismo democrático, para subvertir las bases de la democracia. Un verdadero demócrata, si no tiene oposición, debe crearla. Demuestra su éxito en los frutos de su trabajo, y no en el producto de sus represalias. Demuestra su poder abriendo hospitales, caminos y universidades, y no coartando la libertad de opinión y expresión. Un verdadero demócrata demuestra su energía combatiendo la pobreza, la ignorancia y la inseguridad ciudadana y no imperios extranjeros y conspiraciones imaginarias. Esta región, cansada de promesas huecas y palabras vacías, necesita una legión de estadistas cada vez más tolerantes, y no una legión de gobernantes cada vez más autoritarios. Es muy fácil defender los derechos de quienes piensan igual que nosotros. Defender los derechos de quienes piensan distinto, ése es el reto del verdadero demócrata. Ojalá nuestros pueblos tengan la sabiduría para elegir gobernantes a quienes no les quede grande la camisa democrática.

Y ojalá también sepan resistir la tentación de quienes les prometen vergeles detrás de la democracia participativa, que puede ser un arma peligrosa en manos del populismo y la demagogia. Los problemas de Latinoamérica no se solucionan con sustituir una democracia representativa disfuncional, por una democracia participativa caótica.

Parafraseando a Octavio Paz, me atrevo a decir que en nuestra región la democracia no necesita echar alas, lo que necesita es echar raíces. Antes de vender tiquetes al paraíso, preocupémonos primero por consolidar nuestras endebles instituciones, por resguardar las garantías fundamentales, por asegurar la igualdad de oportunidades para nuestros ciudadanos, por aumentar la transparencia de nuestros gobiernos, y sobre todo, por mejorar la efectividad de nuestras burocracias. Mi experiencia como gobernante me ha comprobado que los nuestros son Estados escleróticos e hipertrofiados, incapaces de satisfacer las necesidades de nuestros pueblos y de brindar los frutos que la democracia está obligada a entregar.

Esto tiene serias consecuencias sobre nuestra capacidad de honrar la segunda deuda que he querido mencionarles, la deuda con el desarrollo. Una deuda que, repito, tenemos que honrar nosotros. Ni el colonialismo español, ni la falta de recursos naturales, ni la hegemonía de Estados Unidos, ni ninguna otra teoría producto de la victimización eterna de América Latina, explican el hecho de que nos rehusemos a aumentar nuestro gasto en innovación, a cobrarle impuestos a los ricos, a graduar profesionales en ingenierías y ciencias exactas, a promover la competencia, a construir infraestructura o a brindar seguridad jurídica a las empresas. Es hora de que cada palo aguante la vela de su propio progreso.

¿Con qué derecho se queja América Latina de las desigualdades que dividen a sus pueblos, si cobra casi la mitad de sus tributos en impuestos indirectos, y la carga fiscal de algunas naciones en la región apenas alcanza el 10% del Producto Interno Bruto? ¿Con qué derecho se queja América Latina de su subdesarrollo, si es ella la que demuestra una proverbial resistencia al cambio cada vez que se habla de innovación y de adaptación a nuevas circunstancias? ¿Con qué derecho se queja América Latina de la falta de empleos de calidad, si es ella la que permite que la escolaridad promedio sea de alrededor de 8 años? Y sobre todo, ¿con qué derecho se queja América Latina de su pobreza si gasta, al año, casi 60.000 millones de dólares en armas y soldados?

La deuda con la paz es la más vergonzosa, porque demuestra la amnesia de una región que alimenta el retorno de una carrera armamentista, dirigida en muchos casos a combatir fantasmas y espejismos. Demuestra, además, la total incapacidad para establecer prioridades en América Latina, una práctica que impide la concreción de una verdadera agenda para el desarrollo. Hay países que sufren conflictos internos, que pueden justificar un aumento en sus gastos de defensa nacional. Pero en la gran mayoría de nuestras naciones, un mayor gasto militar es inexcusable ante las necesidades de pueblos cuyos verdaderos enemigos son el hambre, la enfermedad, el analfabetismo, la desigualdad, la criminalidad y la degradación del medio ambiente. Es lamentable que en esta Cumbre de la Unidad se reúnan países que se arman los unos contra los otros.

Si hace veinte años me hubieran dicho que en el 2010 estaría todavía condenando el aumento del gasto militar en América Latina, probablemente me habría sorprendido.

¿Cómo, después de haber visto los cuerpos destrozados de jóvenes y niños heridos en la guerra, podía esta región anhelar un retorno a las armas? ¿Cómo habría de permitir el dantesco desfile de cohetes, misiles y rifles que pasa frente a pupitres desvencijados, loncheras vacías y clínicas sin medicinas? Algunos dirán que me equivoqué al confiar en un futuro de paz. No lo creo. La esperanza nunca es un error, no importa cuántas veces sea defraudada.

Yo aún espero un nuevo día para América Latina y el Caribe. Espero un futuro de grandeza para nuestros pueblos. Llegará el día en que la democracia, el desarrollo y la paz llenarán las alforjas de la región. Llegará el día en que cesará el recuento de las generaciones perdidas. Puede ser mañana, si nos atrevemos a hacerlo. Puede ser el próximo año, la próxima década o el próximo siglo. Por mi parte, yo seguiré luchando. Sin importar las sombras, seguiré esperando la luz al final del arco iris. Seguiré luchando hasta el día que llegue.

Queridos amigos y amigas. Compartir con ustedes este foro, al igual que muchos otros más, ha sido para mí sumamente honroso y un verdadero privilegio. Esta es mi última cumbre y al decirles adiós, quiero que sepan que en Óscar Arias tendrán siempre a un amigo de verdad.
Muchas gracias. Óscar Arias Sánchez
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