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sábado, 16 de noviembre de 2013

RICARDO VALENZUELA, NO ES SALINAS NI ASPE ESTÚPIDO, REFLEXIONES LIBERTARIAS, CASO MEXICO

No cabe duda que la economía mexicana durante el último año, se ha venido deteriorando de forma alarmante. Pero más alarma no debe de causar el ambiente general que se respira cuando las fragancias del viejo estilo priista se expanden arropando a todos los mexicanos preocupados con los jeroglíficos emanando de Los Pinos y, cuidado, luego nacen las expectativas racionales.


Ante tan escarpado ambiente, como siempre surgen los economistas de peluquería esgrimiendo sus cantinflescos análisis de un panorama que, para los observadores bien informados, las causas que lo originan deben ser muy claras. En el infinito mar de verborrea irresponsable con la que dibujan sus obras de arte estos pitonisos, está la de colgar culpas de los pecados de Peña a ese popular “punching bag” tan odiado por todos los mexicanos; Salinas.

Nos gritan que Salinas es el ventrílocuo que habla a través de Peña, es el titiritero que acciona las cuerdas para que el monito baile al ritmo de la Salinostroika. Pasan a destapar una negra conspiración mediante la cual, Pedro Aspe ha incrustado en la Secretaría de Hacienda a uno de sus zombis el cual, después de un científico lavado de cerebro ejecutado a su paso por Protego, como el candidato de Manchuria se apresta a detonar la bomba destruyendo la economía del país.

Pero analicemos las gestiones de estos dos prominentes priistas en sus diferentes tiempos; Salinas de Gortari y Peña Nieto.

Cuando Salinas asumía la presidencia en Diciembre de 1988, la economía mexicana se encontraba agonizando. La inflación superaba el 200% y, por lo mismo, los intereses bancarios se ubicaban por encima del 200%. El peso sufría devaluaciones diarias que, en los últimos seis años, superaba el 2,500%. El déficit del presupuesto federal alcanzaba el 20% del PIB. El desempleo superaba el 15%. La economía decrecía. Las reservas del Banco de México se habían agotado. El Estado controlaba el 80% de la economía, la deuda externa e interna era impagable y el prestigio del país estaba por los suelos.

En Diciembre del año pasado, Peña Nieto se colgaba la banda presidencial ante las expectativas por conocer el nuevo PRI. La inflación controlada a niveles históricos. El presupuesto federal prácticamente nivelado. A pesar de la confusión internacional, la economía creciendo a niveles del 3 al 4%. El peso navegando con gran estabilidad. El desempleo más bajo que en los EEUU. Las reservas del Banco de México a niveles record. La deuda externa finalmente a niveles razonables y se hablaba ya del nuevo Mexican Miracle.

¿Qué fue lo que hicieron estos dos hombres ante panoramas tan distintos y, más importante, qué resultados obtuvieron?

Durante el verano de 1989, en uno de mis viajes a Nueva York fui invitado a una cena que ofrecía la prestigiada firma de consultoría económica, Polyconomics. La invitación me la hacia su presidente, Jude Wanninsky, uno de los tres testigos de la reunión en los años 70 en el restaurante Michael’s en Manhattan, en la cual naciera la famosa curva de Laffer dando vida al Supply-Side economics. Al día siguiente Jude y yo nos reuníamos para un interesante almuerzo.

Arribaba Jude acompañado de otro de esos testigos y padrino del nuevo Supply-Side, el legendario Bob Bartley, editor y economista del Wall Street Journal. De inmediato la plática se encamina hacia México y su nueva administración. De repente Jude desenfunda un luminoso paquete con el título: “México 2000”. ¿Qué es esto? le pregunto. “Es el plan de vuelo de Salinas y su copiloto, Pedro Aspe”, me responde con asertividad. Me impresiona la forma en que estos dos hombres expresan su admiración por Pedro Aspe y, en especial, por su biblioteca personal cuajado de volúmenes de economía.

El documento era, primero, una profunda auscultación y el diagnostico de esa grave enfermedad sufrida por el paciente llamado México y, segundo, una clara receta del tratamiento recomendado para lograr la recuperación de su salud, atrofiada por esa plaga de nacionalismo revolucionario que lo postrara ya durante 18 años. Además de una agresiva liberalización de la economía, la parte medular del tratamiento debía ser una drástica reducción de impuestos.

¿Qué fue lo que produjo ese tratamiento?

El día 31 de Diciembre de 1993, Salinas se disponía a celebrar el arribo del nuevo año y los motivos para tal celebración eran visibles. La inflación había sido domada y se ubicaba en 10%. La hemorragia que producía la devaluación diaria del peso, se controlaba y se anclaba en $3.50 por dólar. La economía de nuevo crecía. El desempleo se ubicaba en un 4%. La duda había sido negociada y reestructurada. El presupuesto federal producía superávit. Las reservas del Banco de México surgían cual brava corriente de los arroyos en verano. El TLC ya aprobado iniciaría su aplicación al día siguiente. Surgía el primer Mexican Miracle.

Salinas estaba eufórico y cuando se disponía a elevar su copa para el brindis, lo aborda uno de los miembros del Estado Mayor Presidencial quien le susurra al oído; “Sr Presidente, ha estallado una guerrilla en el estado de Chiapas.” Se iniciaba el plan de sabotaje que conduciría a la devaluación en aquel fatídico Diciembre de 1994 y a la gran debacle.

En Diciembre del 2012, Peña Nieto tomaba el timón del barco pero, como la canción, La Barca de Guaymas, sin ruta, sin mapa, sin vela y sin ancla. Después de 12 meses navegando las tormentosas aguas del populismo y la demagogia, de nuevo como al barquero de Guaymas, los mexicanos preguntan: “De que región vienes que has hecho pedazos tus velas tan blancas. Te fuiste cantando y hoy vuelves cargando la muerte en el alma.”

Peña Nieto ha declarado la guerra al pueblo mexicano y lo aprisiona ya con un arnés impositivo insultante, un presupuesto buscando déficits, presagios de endeudamiento que, además de hacer pedazos sus velas tan blancas, apunta el barco hacia los mismos arrecifes que antaño casi provocan su naufragio.

No se hagan bolas señores, no hay relación ni puntos de referencia entre Salinas y Peña Nieto. Mucho menos entre Aspe y Videgaray. A Salinas y Aspe se les admiraba en los mercados internacionales etiquetándolos de Supply-Siders. Peña Nieto y Videgaray provocan pánico.

El documento, México 2000, cerraba afirmando: “Una vez equipado con un sistema impositivo de bajo costo y competitivo, el peso estable, precios desregulados y el TLC con EEUU y Canadá, México ofrecerá innumerables ventajas que lo convertirán en una de las áreas más promisorias del mundo para un rápido crecimiento. No es tiempo de fijar objetivos modestos que producen flacos resultados. Es hora de tirar las viejas barreras mercantilistas que aprisionan a México por abajo de su potencial. Es la hora de catapultar a México hacia la grandeza entre los países más desarrollados del mundo en el siglo XXI.”

Sí, pero primero hay que aplicar la receta original.

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sábado, 7 de abril de 2012

FERNANDO OCHOA ANTICH. / FALSIFICAR LA HISTORIA

Los venezolanos de mentalidad democrática han tenido que enfrentar, durante trece años, a un régimen de tendencia autoritaria y prácticas fascistas que ha buscado, por todos los medios, falsificar nuestra historia. No lo ha logrado. Un importante grupo de intelectuales venezolanos se ha opuesto con firmeza. Uno de los esfuerzos más significativos fue la lucha que se dio para evitar la ideologización de nuestro sistema educativo. El régimen tuvo que ceder. Entendió que los padres y representantes de todos los sectores sociales saldrían a la calle a enfrentar cualquier medida que vulnerara la libertad de opinión en el sistema educativo. De todas maneras, el chavismo ha perseverado en su esfuerzo al imponer unos textos en el área social que no se ajustan a la verdad histórica y utilizar su hegemonía comunicacional para presentar una visión parcializada de nuestro pasado reciente. 
Hugo Chávez, en su último mensaje de despedida para regresar a Cuba a continuar tratándose el agresivo cáncer que mina su salud, planteó por una vez más esa visión parcializada de nuestra historia. Mantuvo que de perder las elecciones regresaría a Venezuela un régimen neoliberal como habían sido todos los gobiernos del período democrático. Ese señalamiento es absolutamente falso. Los únicos dos gobiernos que aceptaron, transitoria y relativamente, esa ortodoxia económica fueron los segundos gobiernos de Carlos Andrés Pérez y Rafael Caldera, presionados por la inmensa crisis económica que enfrentaron. Los gobiernos democráticos fueron siempre orientados ideológicamente por un pensamiento socialdemócrata o  socialcristiano. La riqueza petrolera condujo al surgimiento de un capitalismo de Estado y  la tesis Cepalista a la política de sustitución de importaciones.
Manuel Caballlero en su libro “Las crisis de la Venezuela contemporánea” resume las causas económicas y políticas que debilitaron nuestra democracia. “Varios factores señalaban la necesidad de una profunda reforma: crecimiento de la deuda pública, debilitamiento del bolívar, permanente inflación, fuga de divisas y presupuestos deficitarios. Ahora bien, todo eso lo magnifica y hace más complicado el “Welfare State”. El Estado se hacía presente no sólo como empresario, sino que a la vez seguía con sus viejas funciones de regulador de la economía. Además, era el agente corrector de los desajustes sociales. Lo cual resolvía, respaldado por los ingresos petroleros, a través de subsidios y controles de precio... Únase a esto una agresiva política social destinada a atacar la pobreza y reducir de esta manera las tensiones sociales”. Una política, sin duda, muy alejada del liberalismo económico.
Otra constante en la prédica chavista ha sido acusar a los gobiernos democráticos de estar al servicio del imperialismo norteamericano y no defender los intereses nacionales. Este ataque lo acompañan con duras críticas a la política petrolera establecida a partir de 1958. La verdad, la única verdad fue que Acción Democrática, durante el gobierno de Rómulo Betancourt, estableció la política de no concesiones e impulsó la creación de la OPEP. Todos los gobiernos democráticos mantuvieron como orientación el nacionalismo petrolero, e incrementaron  progresivamente el impuesto sobre la renta y las regalías a las compañías petroleras. Es imposible olvidar que Rafael Caldera nacionalizó el gas y Carlos Andrés Pérez el petróleo y el hierro. No es verdad que PDVSA estuviese al servicio de la burguesía. Su eficiente gerencia garantizó los altos ingresos nacionales que permitieron la gran transformación nacional de esos años.
Una mentira que se repite mil veces en las filípicas chavistas es el supuesto entreguismo de nuestra política exterior a los intereses norteamericanos. Los gobiernos democráticos siempre tomaron sus decisiones con absoluta independencia y soberanía. Buenos ejemplos son: el respaldo que el gobierno del presidente Herrera le dio a la República Argentina durante la crisis de las Malvinas. Venezuela no sólo concedió apoyo político, sino que  le dio un importante respaldo militar. Otro ejemplo fue la decisión del gobierno del presidente Pérez de reiniciar las relaciones diplomáticas con Cuba. Hubo fuertes presiones de los Estados Unidos. Siempre se le respondió con firmeza y dignidad. Dos buenos ejemplos de defensa de nuestra soberanía territorial fueron: el Acuerdo de Ginebra, que reivindicaba la injusticia del Laudo de París de 1899 y la movilización militar ante la presencia de la corbeta Caldas en el golfo de Venezuela.
El régimen chavista no puede presentar las mismas cuentas. Analicemos brevemente algunas de sus políticas: estoy convencido que cada día son menos los que creen que el autoritarismo chavista tiene algo de socialista. Mucho menos de socialismo democrático. El sistema económico establecido por el chavismo es simplemente un ineficiente capitalismo de Estado, corrupto y despilfarrador. Un aspecto realmente escandaloso es su política petrolera. Su nacionalismo de pacotilla queda al descubierto al  analizar lo que ha significado para Venezuela vender a futuro petróleo a China, el insostenible endeudamiento de PDVSA y el millonario subsidio a los países latinoamericanos El imperialismo no es ni ha sido históricamente sólo el norteamericano. Existe el imperialismo chino, ruso, y por lo que se ve, el cubano. Decir que la política exterior venezolana, en estos tiempos, es soberana es no querer ver  la realidad.
Caracas, 1 de abril de 2012.
fochoaantich@gmail.com.

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