Los
venezolanos de mentalidad democrática han tenido que enfrentar, durante trece
años, a un régimen de tendencia autoritaria y prácticas fascistas que ha
buscado, por todos los medios, falsificar nuestra historia. No lo ha logrado.
Un importante grupo de intelectuales venezolanos se ha opuesto con firmeza. Uno
de los esfuerzos más significativos fue la lucha que se dio para evitar la
ideologización de nuestro sistema educativo. El régimen tuvo que ceder.
Entendió que los padres y representantes de todos los sectores sociales
saldrían a la calle a enfrentar cualquier medida que vulnerara la libertad de
opinión en el sistema educativo. De todas maneras, el chavismo ha perseverado
en su esfuerzo al imponer unos textos en el área social que no se ajustan a la
verdad histórica y utilizar su hegemonía comunicacional para presentar una
visión parcializada de nuestro pasado reciente.
Hugo
Chávez, en su último mensaje de despedida para regresar a Cuba a continuar
tratándose el agresivo cáncer que mina su salud, planteó por una vez más esa
visión parcializada de nuestra historia. Mantuvo que de perder las elecciones
regresaría a Venezuela un régimen neoliberal como habían sido todos los
gobiernos del período democrático. Ese señalamiento es absolutamente falso. Los
únicos dos gobiernos que aceptaron, transitoria y relativamente, esa ortodoxia
económica fueron los segundos gobiernos de Carlos Andrés Pérez y Rafael
Caldera, presionados por la inmensa crisis económica que enfrentaron. Los
gobiernos democráticos fueron siempre orientados ideológicamente por un
pensamiento socialdemócrata o
socialcristiano. La riqueza petrolera condujo al surgimiento de un
capitalismo de Estado y la tesis
Cepalista a la política de sustitución de importaciones.
Manuel
Caballlero en su libro “Las crisis de la Venezuela contemporánea” resume las
causas económicas y políticas que debilitaron nuestra democracia. “Varios
factores señalaban la necesidad de una profunda reforma: crecimiento de la
deuda pública, debilitamiento del bolívar, permanente inflación, fuga de
divisas y presupuestos deficitarios. Ahora bien, todo eso lo magnifica y hace
más complicado el “Welfare State”. El Estado se hacía presente no sólo como
empresario, sino que a la vez seguía con sus viejas funciones de regulador de
la economía. Además, era el agente corrector de los desajustes sociales. Lo
cual resolvía, respaldado por los ingresos petroleros, a través de subsidios y
controles de precio... Únase a esto una agresiva política social destinada a
atacar la pobreza y reducir de esta manera las tensiones sociales”. Una
política, sin duda, muy alejada del liberalismo económico.
Otra
constante en la prédica chavista ha sido acusar a los gobiernos democráticos de
estar al servicio del imperialismo norteamericano y no defender los intereses
nacionales. Este ataque lo acompañan con duras críticas a la política petrolera
establecida a partir de 1958. La verdad, la única verdad fue que Acción
Democrática, durante el gobierno de Rómulo Betancourt, estableció la política
de no concesiones e impulsó la creación de la OPEP. Todos los gobiernos
democráticos mantuvieron como orientación el nacionalismo petrolero, e
incrementaron progresivamente el
impuesto sobre la renta y las regalías a las compañías petroleras. Es imposible
olvidar que Rafael Caldera nacionalizó el gas y Carlos Andrés Pérez el petróleo
y el hierro. No es verdad que PDVSA estuviese al servicio de la burguesía. Su
eficiente gerencia garantizó los altos ingresos nacionales que permitieron la
gran transformación nacional de esos años.
Una
mentira que se repite mil veces en las filípicas chavistas es el supuesto
entreguismo de nuestra política exterior a los intereses norteamericanos. Los
gobiernos democráticos siempre tomaron sus decisiones con absoluta
independencia y soberanía. Buenos ejemplos son: el respaldo que el gobierno del
presidente Herrera le dio a la República Argentina durante la crisis de las
Malvinas. Venezuela no sólo concedió apoyo político, sino que le dio un importante respaldo militar. Otro
ejemplo fue la decisión del gobierno del presidente Pérez de reiniciar las
relaciones diplomáticas con Cuba. Hubo fuertes presiones de los Estados Unidos.
Siempre se le respondió con firmeza y dignidad. Dos buenos ejemplos de defensa
de nuestra soberanía territorial fueron: el Acuerdo de Ginebra, que
reivindicaba la injusticia del Laudo de París de 1899 y la movilización militar
ante la presencia de la corbeta Caldas en el golfo de Venezuela.
El
régimen chavista no puede presentar las mismas cuentas. Analicemos brevemente
algunas de sus políticas: estoy convencido que cada día son menos los que creen
que el autoritarismo chavista tiene algo de socialista. Mucho menos de
socialismo democrático. El sistema económico establecido por el chavismo es
simplemente un ineficiente capitalismo de Estado, corrupto y despilfarrador. Un
aspecto realmente escandaloso es su política petrolera. Su nacionalismo de
pacotilla queda al descubierto al
analizar lo que ha significado para Venezuela vender a futuro petróleo a
China, el insostenible endeudamiento de PDVSA y el millonario subsidio a los
países latinoamericanos El imperialismo no es ni ha sido históricamente sólo el
norteamericano. Existe el imperialismo chino, ruso, y por lo que se ve, el
cubano. Decir que la política exterior venezolana, en estos tiempos, es
soberana es no querer ver la realidad.
Caracas,
1 de abril de 2012.
fochoaantich@gmail.com.
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