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lunes, 27 de octubre de 2014

VLADIMIR GESSEN, LA SALIDA DE RODRÍGUEZ TORRES ES LA PUNTA DEL ICEBERG

Sin lugar a dudas tendrá consecuencias políticas y militares la salida del ministerio del interior y de justicia del general Rodríguez Torres, apenas estamos viendo la punta del iceberg de lo que está ocurriendo en el seno del oficialismo, analiza el psicólogo Vladimir Gessen al ser consultado por El Diario de Caracas. “El nombramiento del general Vladimir Padrino como ministro de la defensa, sin dejar el cargo de comandante estratégico operacional de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, lo convierte en el hombre fuerte de Venezuela” agrega Gessen.

¿Cuál es su reacción ante la destitución de Miguel Rodríguez Torres como Ministro del Interior y de Justicia?

– Sin lugar a dudas tendrá consecuencias políticas y militares la salida del ministerio del general Rodríguez Torres, apenas estamos viendo la punta del iceberg de lo que está ocurriendo en el seno del oficialismo. Pero no solo es el cambio de Rodríguez Torres sino también el nombramiento del general Vladimir Padrino López como Ministro de la defensa, sin dejar el cargo de comandante estratégico operacional de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana. Es decir ahora Padrino es el hombre fuerte de Venezuela.


¿Por qué?

– Muy hábilmente Hugo Chávez había dividido el mando militar. Por un lado, estaba el ministro de la Defensa que ejercía las funciones administrativas y políticas de las fuerzas armadas, y por el otro, el comandante estratégico operacional quien tenía realmente el mando militar de los componentes de las FANB. Ahora, Vladimir Padrino ejerce ambas funciones. Técnicamente, esto lo convierte en el hombre fuerte de Venezuela.

¿Se refiere a que es el hombre más fuerte militarmente?

– Militar y políticamente, porque no es un secreto que las fuerzas armadas venezolanas están altamente politizadas.

¿Por qué cree que el Presidente Maduro destituyó a Rodríguez Torres?

– No lo sé. El presidente explicó que Rodríguez Torres tomaría unos días de descanso y que luego iría a otras funciones de Estado… Pero la opinión pública y en las redes sociales se ha interpretado como una concesión a los colectivos que pedían la renuncia del ministro, por las inexplicables muertes de algunos de sus líderes. Lo cierto es que los altos mandos castrenses no están de acuerdo en que los colectivos estén armados, y pienso que respaldaban a Rodríguez Torres en el desarme de estos grupos paramilitares. Si al ministro lo destituyeron por esto, esta acción no va a caer bien entre los colegas de Rodríguez Torres.

¿Entre ellos el general Vladimir Padrino López?

– Tampoco es un secreto el vínculo solidario de ambos generales, Rodríguez y Padrino.

¿Qué está por debajo de la punta del “iceberg”?

– Una profunda crisis económica, política, militar y social. El oficialismo habla de la división de la oposición pero mientras ve la paja en el ojo ajeno, no ve la viga que tiene en su propio ojo. Chávez sabía convivir con la derecha extrema, la derecha moderada, la izquierda democrática y la izquierda radical que existen dentro del PSUV. Él era el líder claro que todos aceptaban y la última palabra. Ahora no es así y Nicolás Maduro trata de complacer a todos las partes, no obstante, aún no ha logrado el liderazgo y la jefatura que se requiere para manejar un partido tan complejo. Personalmente analizo la viabilidad de una posible división del PSUV si Maduro toma partido por alguna de las partes. Sin embargo, esta ambigüedad no le permite implementar las medidas necesarias para enderezar el rumbo económico ni definir un destino hacia donde debemos ir. Por ello, el país está paralizado y en franco deterioro.

¿Qué pasaría si Maduro respalda a los colectivos en este caso?

– No creo que eso ocurra, el costo para Maduro sería muy alto. Maduro tendrá que ceñirse a la Constitución. Las armas de guerra deben ser manejadas por las fuerzas armadas.

Vladimir Gessen
vladimirgessen@gmail.com
@DivanGessen

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MANUEL MALAVER, LA CAÍDA DE RODRÍGUEZ TORRES O MADURO EN SU ENCRUCIJADA

Al permisar al ex ministro del Interior y Justicia, Miguel Rodríguez Torres, para que le diera luz verde al director del CICPC, José Gregorio Sierralta, y ordenara a una comisión de ese cuerpo masacrar a cinco miembros de colectivos en el edificio Manfredir, -situado entre las esquinas de Pilita a Glorieta, en el centro de Caracas-, Maduro optó por una de las dos herencias envenenadas que recibió del difunto presidente Chávez: el Ejército o los grupos de civiles armados que aquí se conocen como colectivos.

Albacea del primero, este general, Rodríguez Torres, que estuvo entre los oficiales que lo secundó en la intentona golpista del 4 de febrero del 92, del cual se cuenta estuvo en la unidad de élite comisionada para tomar la Casona, y que luego de la derrota, no lo desamparó hasta su muerte, bien fuera durante el desierto que lo llevó a la conquista de Miraflores en 1998, o, una vez instalado en el poder en los diversos e importantes cargos que desempeñó en los últimos 15 años.
El segundo, los colectivos, tiene un origen más reciente, como fueron los tiempos en que el chavismo empezó a ser minoría en el 2002, y en previsión de una explosión social respaldada por los sectores democráticos de la FAN, se empezó a construir una fuerza armada alternativa, constituida por civiles, que, desde los barrios de Caracas y otras ciudades del interior, contuviera la ofensiva “reaccionaria”.
Aunque dicen que son de origen cubano y que el modelo ya existía en los CDR y la milicia isleña, la realidad es que, a mediados de los 90 ya había “colectivos” en el barrio “23 de Enero” de Caracas, pero exclusivamente focalizadas en las actividades sociales y culturales.
En otras palabras: que lo que planean y llevan a cabo, posteriormente, algunos inspirados como Juan Barreto, Freddy Bernal y Darío Vivas, no es crear una estructura de la nada, sino ideologizar a las que ya existían y fundar nuevas, para darle coherencia, forma y operatividad a una fuerza armada paralela, auténticamente popular y paramilitar.
De más está decir que Hugo Chávez fue de los primeros y más obsecuentes y entusiastas partidarios de los colectivos, que los apoyó con todo, les suministró dotación y financiamiento, y que, si alguna que otra vez discrepó de sus jefes y acciones, fue para ponerlos a salvo de ataques que siempre venían de la oposición y no pocas veces de la FAN.
Por eso no dudamos en afirmar que, con el Ejército, Jorge Giordani y Rafael Ramírez, los colectivos son una herencia chavista, y que si Maduro pudo deshacerse del hombre fuerte de la economía y del de la industria petrolera sin demasiados escrúpulos ni pérdidas políticas, optar entre el Ejército y los colectivos sí lo colocó en una situación extremadamente riesgosa, porque sin el Ejército se podía situar frente a un golpe de Estado, y sin los colectivos, frente a una explosión armada política y social.
Se trataba del desiderátum de un político que llegó a la presidencia sin fuerza propia, que se mantenía por el carisma transmitido de un muerto, y, también, porque los líderes a quienes realmente legó Chávez a Venezuela, a los dictadores sexagenarios cubanos, Raúl y Fidel Castro, se fijaron en él como el empleado que podía obedecer órdenes sin dudar.
El problema de Maduro, entonces, era del más acá, sano y vigoroso y venezolano, pues ahora la política era cada vez menos asunto del “Cuartel de la Montaña”, y más anclada en el país y alejada de dos ancianos que, aparte de sobrevivir en una isla lejana, día a día lucían más enfermos y momificados.
¿Pero de que otra política podía saber Maduro que no fuera de muertos, enfermos, cementerios, ancianos y militares, él que había sido devoto de Satia Say Baba y hablaba con los pajaritos?
Por eso, el país se le volvió cenizas entre las manos, se trituró el mismo mientras pulverizaba al chavismo y todo cuanto oliera a revolución y fue emplazando este país de asesinos y asesinados donde el único tiempo que queda es para morir y enterrar a los muertos.
Fue llamado entonces a capítulo por una de las dos herencias de Chávez que restaban, el Ejército, que le impuso, o trató de imponerle, el desarme y la desaparición de los colectivos.
Objetivo que solo podía lograrse después de una larga y sinuosa negociación, después de remontar una trabajosa cuesta donde no podían faltar uno solo de los dirigentes revolucionarios que detestan a Maduro: Juan Barreto, Freddy Bernal, Darío Vivas y José Vicente Rangel.
De todos los que en los últimos tiempos –sobre todo después de la muerte de Chávez- se han guarecido creando sus “propios” colectivos, sus propias fuerzas armadas, aterrados de que este presidente con una sucesión oscura y espuria, viniera por ellos.
Panorama, entonces, de una revolución feudalizada, de señores de la guerra y de la muerte, preñada de jefes minúsculos y mayúsculos donde cualquier paso en falso, puede significar la pérdida del poder.
Qué Maduro optó por el Ejército y Rodríguez Torres y contra los colectivos, lo grafican los últimos asesinatos: el de Robert Serra y el de José Odremán y cuatro de sus compañeros de los colectivos “5 de Marzo”, “Escudos de la Revolución” y “Bicentenario”.
El de Serra producto de la agria disputa que explotó entre algunos colectivos y el general que quería “desarmarlos”, Rodríguez Torres, que pudo provocar que el diputado cayera entre dos fuegos.
Y el de Odremán, y sus compañeros porque, aparte de discrepar de la “Ley de Desarme Voluntario”, sabía quiénes había asesinado a Serra.
Es significativo que durante el tumulto que se originó durante los sucesos que condujeron a la muerte de Odremán se oyeran voces como: “A Odremán lo van a matar por que sabe quienes mataron a Serra” o “A Odremán lo mataron porque estaban hablando demasiado”.
Pero hay un testimonio mucho más relevante y es del propio Odremán, y es cuando a eso de las 10 de la mañana del día de su muerte se dirige al pueblo de Venezuela: “Me dirijo al pueblo para acusar a Miguel Rodríguez de lo que me pueda pasar”.
Con el pueblo también lo oyó Nicolás Maduro, quien no solo no hizo nada para evitar su asesinato, sino que ahora, 15 días después, es cuando sale a destituir al criminal.
Definitivamente, adosado a la tela de araña que también le tendió el G-2 cubano, policía política de las más anacrónicas y obtusas del mundo, como que no entiende otro lenguaje que el de la violencia, el que sigue imponiendo en las calles de Cuba, y que, casi por un reflejo condicionado, confundió a Caracas con La Habana, y a las Damas de Blanco con los colectivos.
Restan, sin embargo, elementos que solucionar en los asesinatos de Serra y Odremán y cuatro de sus compañeros y el más importante es enjuiciar y llevar a la cárcel a los autores de la “Operación Masacre”: Rodríguez Torres y compañía.
Manuel Malaver
manuhalm912@cantv.net
@MMalaverM                                                                 

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miércoles, 14 de mayo de 2014

ALBERTO BARRERA TYSZKA, EL MÉTODO RODRÍGUEZ TORRES

La realidad es un exceso. Vivimos sobre-indignados. Ahora, producimos más asombros que barriles de petróleo. Me senté a revisar las noticias para escribir las líneas de este domingo y, nuevamente, me encontré con una gran oferta de oportunidades para entrar en contacto con la locura. 

Una posibilidad era escribir sobre la confirmación que esta semana nos ha dado el Banco Central sobre la escasez de 50% en insumos médicos. En una protesta en el Hospital Periférico de Coche, una cirujana alzó una pancarta que decía: “No solo las balas matan, la falta de medicinas también”. ¿Qué pasó con el pomposo “Estado Mayor para la Salud” que se instaló en agosto del año pasado? ¿Cuántas jeringas caben en el presupuesto de Pastor Maldonado?

Otra posibilidad era escribir sobre la nueva campaña publicitaria del presidente. “Maduro es pueblo”, reza el eslogan. Y ahí está él, sonriente, siempre con una chaquetica que casi nadie se pone, donde parece un oso grande vestido de astroboy bolivariano, jugando beisbol, jugando a abrazar a una viejita, jugando a llevar un casco de obrero… Es una campaña que, sobre todo, delata su carencia. Es la lógica de la publicidad y del mercado. Si Maduro fuera pueblo, no necesitaría gritarlo.

Estaba todavía revisando más posibilidades cuando, de pronto, llegó la madrugada del jueves. Los más de 900 oficiales de la policía y de la Guardia Nacional Bolivariana terminaron desalojando también cualquier otra noticia y ocupando firmemente el lugar de la irritación. Casi 250 detenidos, en su inmensa mayoría jóvenes y estudiantes. Se trata de una invasión militar al espacio y a la experiencia ciudadana.

Es un secuestro. Un ejercicio de poder que solo puede entenderse como una provocación, como un intento de sabotear el diálogo, de desviar la atención de la crisis económica y pretender mantener la calle como un espectáculo. Cualquier interpretación es posible. Pero la rabia y la impotencia no cambian. Las heridas siguen intactas.

Polonio, al referirse a Hamlet, decía que “hay un método en su locura”. Así ocurre. En medio de la generalizada sensación de descontrol, de marea sin rumbo, que envuelve al país, el gobierno ha terminado encontrando en la aplicación de la fuerza su método. Han institucionalizado la represión. Gradualmente, la han ido convirtiendo en un procedimiento legítimo y legal. Quieren que aceptemos que la represión es lo natural. Que la fuerza bruta es la mejor inteligencia que pueden ofrecernos.

“Sería bien bueno que la gente pudiera ver cómo reprimían las manifestaciones, cómo trataban al pueblo, a los viejitos le metían la ballena, a los estudiantes… Recuerdo que a un estudiante le tiraron un autobús encima, y eran estudiantes de bachillerato. Había un movimiento, una efervescencia popular en la calle y, bueno, la decisión que tomó un gobierno de espaldas al pueblo fue reprimirlo”. Esto no lo dijo CNN. No lo declaró Henri Falcón. Esto es una frase de Diosdado Cabello, recordando los sucesos de 1992, criticando cómo era el gobierno de aquel entonces. Ahora el discurso es distinto. Ahora que están del lado del poder y de sus privilegios, la represión no es una máquina endemoniada sino un noble sistema de defensa.

En el zócalo de la ciudad de México, frente al Palacio Nacional, es muy común ver diferentes carpas levantadas, improvisados refugios de manifestantes que, por diversas razones, permanecen durante días, a veces semanas y meses, en “plantón”. Si Nicolás Maduro gobernara en ese país, la próxima madrugada disponible pondría a un enorme contingente de oficiales a invadir la plaza, repartiendo golpes y patadas, deshaciendo la protesta pacífica y llevándose detenido a todo el mundo.

En la mañana de este jueves, el ministro Rodríguez Torres, al declarar, se refirió al “bochorno social”, a la “la promiscuidad” que supuestamente se vivía en los campamentos de los estudiantes. Ese es su método. Reprimirnos es su forma de salvarnos.

Alberto Barrera Tyszka
abarrera60@gmail.com
@Barreratyszka

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