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miércoles, 11 de septiembre de 2013

LUIS VICENTE LEÓN, DÓLAR PERMUTA: ¿QUÉ ESPERAR?


¿El Gobierno ya sabe cómo será el nuevo esquema cambiario?

Definitivamente no. Lo único que se tiene claro desde el gobierno es que el actual sistema cambiario es imposible de sostener. La crisis económica se ha caracterizado por una situación de inflación y desabastecimiento que ningún país puede resistir sin que su gobierno pague altísimos costos políticos a largo plazo. Y en el contexto actual cualquier flexibilización es un riesgo político que comienza en las acusaciones de devaluación que vendrán desde todas partes.

¿Cuáles son las opciones que tiene el gobierno?

Ninguna opción que no sea liberar la moneda es una opción moderna, pero sabemos que en estos momentos no estamos debatiéndonos entre lo moderno o lo primitivo, sino entre cuál tipo de primitivismo nos haría menos daño. Y en este caso, el Ejecutivo Nacional tiene dos opciones fundamentales.

La primera es el surgimiento de un esquema de permuta donde el gobierno coloque bonos de deuda venezolana en dólares, provenientes del Banco Central de Venezuela, PDVSA o la Nación. Pero los colocarían de manera regulada: sería el gobierno quien decidiría a quién, a cuál monto y en cuánta cantidad se asignarían estas divisas. Un sustituto de SICAD o SITME, sin permitir flucutuación en el valor del “nuevo dólar”,  ni libertad en el tipo de cambio. Sería una devaluación del modelo que ya existe, que encarecería el dólar y permitiría al gobierno obtener más bolívares sin liberar el mercado. Esta opción no elimina el mercado negro por una razón básica: automáticamente, apenas el gobierno le impida a cualquier persona o empresa obtener divisas, surgirá un mercado negro para todo lo demás. En síntesis, sería aumentar los costos sin resolver el problema: es correr con  todos los costos de un devaluación y salvar la ideología, sin resolver absolutamente nada.

La segunda opción es que se mantenga un tipo de cambio múltiple: el dólar a Bs. 6,30 en CADIVI  y a Bs. 10 en SICAD, pero con el surgimiento de un nuevo mercado, libre y flotante, que se vería como una legalización del mercado paralelo donde incluso el gobierno podría participar con oferta de bonos y hasta colocando divisas propias si quiere, permitiendo que los dueños del capital privado y los importadores puedan participar. En este caso sería importantísima la oferta del gobierno, la oferta de los exportadores y la oferta de las empresas de construcción y petroleras privadas que podrían colocar sus dólares acá al despenalizarse el mercado negro y poder operar con reglas claras.

¿Quiénes están a favor de cada opción y cuál es más probable que se apruebe?

Obviamente, todos los pragmáticos (incluyendo al Ministerio de Finanzas y a los principales del Banco Central de Venezuela) están de acuerdo con un sistema permuta más abierta y flexible. Creen que el precio de este “nuevo dólar” podría estar por debajo del negro pues se ampliaría la oferta y participaría el capital del gobierno. De esta manera, el dólar negro desaparecería al ser sustituido por este nuevo mercado. Sería un regreso transparente a la permuta. Al incrementarse la oferta y legalizarse el sistema, los precios bajan y reducen las presiones. Ahí, en esa opción, debe estar el apoyo de Merentes.

Sin embargo, a favor de la primera opción estarían los radicales ideológicos, quienes han sido usualmente capitaneados por Jorge Giordani. Ellos afirman que abrir el mercado no resuelve nada, obligando a que en el corto plazo el gobierno importe el 100% de las mercancías que se consumen en el país y así hacer que el tipo de cambio sea casi irrelevante, ya que el gobierno tendría todos los dólares y la mercancía de primera necesidad, con un mercado especial de divisas para los productos no esenciales, pero que siga regulado. Un tipo de cambio libre para ellos es una devaluación que empobrece al pueblo y motiva la fuga del capital, pero este sistema resulta imposible de sostener: no resuelve el problema y hace que el país se gaste sus reservas y riquezas sin obtener beneficios.

¿Por qué el dólar negro ha subido tanto de precio?

El negro sextuplica el precio del oficial por dos razones: no hay oferta de divisas y el mercado paralelo es ilegal. Las personas están dispuestas a pagar lo que sea por los productos que no se consiguen, pero además deben pagar más si quien les consigue ese producto está corriendo un riesgo por estar fuera de la Ley.

Si no hay confianza y el dólar negro está desbordado, ¿liberar el mercado no haría que se vayan todos los dólares del país?

Esta duda parte de un error conceptual: la demanda de divisas hoy es infinita, pero lo es porque el precio oficial es regalado. Y si un producto apetecible se está regalando, los compradores lo querrán todo. La demanda del mercado negro, que como hemos dicho sextuplica el oficial, es finita y por eso se vuelve inestable y sigue aumentando. Si se abriera el mercado y permiten que la divisa flote, el precio va a subir hasta enfrentarse con la oferta y la demanda: al aumentar el precio del dólar, se reducirá las cantidades demandadas automáticamente. No es verdad que la gente cambiará todos sus bolívares en dólares. Lo que sucedería es que habría que replantear un precio que que equilibre la oferta y  la demanda. No se van todos los bolívares, sino que la moneda se va a devaluar hasta donde deba de acuerdo con la cantidad de dólares que se oferte y el riesgo que los tenedores del capital vean en el país.

¿De dónde va a salir el dinero para suplir esa oferta de dólares?

A pesar de que el gobierno tiene problemas de reservas, no es verdad que la oferta de divisas de ese mercado tiene que venir de las hoy mermadas reservas internacionales. Si dependiera de eso, el gobierno estaría en aprietos mucho más severos de lo que está realmente. Este capital vendría de fuentes diversas, como la deuda, bonos y una reducción en la asignación de divisas oficiales, que ya no serán entregados por CADIVI. Y, en buena medida, la oferta vendrá de bonos del BCV, bonos de PDVSA, bonos en poder de los bancos públicos y empresas del Estado, emisión de nueva deuda y flujo de caja petrolera.

¿A qué valor se puede ubicar el dólar?

Eso es impredecible. No hay forma de saber cuál será el precio de equilibrio porque, a estas alturas, ningún cálculo económico es válido. Cualquier fórmula que salga es conjetura incierta, paja. El dólar va a valer lo que el mercado esté dispuesto a pagar. Si el gobierno convence al mercado de que va a ser serio en la liberación del mercado cambiario, en mantener la flotación y la oferta de divisas, es probable que el precio final sea menor al precio del mercado negro de hoy. Pero si el gobierno lo que intenta es un maquillaje y controlar este nuevo esquema cambiario, es inevitable el surgimiento de un mercado alternativo que puede ser mucho peor que el actual.

¿El dólar puede bajar y mantenerse por debajo del precio del negro actual en el tiempo?

Probablememente no. El tipo de cambio es como un diente: cuando el ortodoncista lo mueve a juro, intenta regresar a su posición original. Entonces hay que colocar los retenedores casi permanentemente.

El tema central es que devaluar es una acción indispensable, pero que por sí sola no es suficiente. Si no acompañan esto con una reestructuración de la política fiscal, del gasto póblico y de las políticas monetarias (es decir: la cantidad de bolívares que circula en nuestra economía), lo único que estarían haciendo es reconocer una nueva devaluación sin corregir los desequilibrios, lo que garantiza nuevas devaluaciones. Así las cosas, ell mayor logro que puede aspirar el gobierno actual es frenar la subida del dólar. Ya eso sería un enorme beneficio.

La única manera de estabilizar la economía es reconocer el error, reestructurar el sistema, abrir el mercado y corregir la política fiscal y monetaria. Siempre hay costos cuando se cometen errores, pero si el gobierno pretende no asumir los costos políticos estará, simplemente, volviendo a devaluar la moneda sin resolver nada.

Cuando te pica un mosquito, puedes rascarte. Si te vuelve a picar, puedes rascarte de nuevo. Pero hay que espantar al mosquito en algún momento, o te va a seguir picando.

Luis Vicente Leon ‏
@luisvicenteleon

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lunes, 1 de julio de 2013

ALBERTO MEDINA MÉNDEZ, LA FALTA DE OPCIONES Y EL COSTO DE NO COMPROMETERSE, DESDE ARGENTINA

A poco de conocerse las listas de precandidatos a legisladores nacionales en todo el territorio argentino, se vuelve a escuchar aquello de “no tenemos opciones”.

Es que el ciudadano siente, otra vez, que no tiene alternativas. De un lado se le ofrece la continuidad del modelo, más de lo mismo y hasta una profundización de lo ya recorrido. Es la ya conocida matriz del poder concentrado, con cada vez menos de república y una expresión más ortodoxa del “vamos por todo”.

Del otro lado, allí donde deberían abundar las alternativas, aparecen una variedad de ofertas políticas que le generan poca confianza y escaso entusiasmo.

En esa vereda, se entremezclan candidatos que son una fiel expresión del pasado al que no se quiere volver, otros que no han sabido construir alternativas políticas suficientemente seductoras, inclusive algunos que sólo sumaron figuras aisladas para elaborar una simple alianza electoral, sin programa alguno para salir de este gran enredo que propone la realidad de este tiempo.

La inmensa mayoría de los votantes parecen encerrados y no se encuentran debidamente motivados para acompañar a los políticos por los caminos propuestos. Algunos ciudadanos, que tienen historia, tradición, militancia o, al menos, simpatía política manifiesta, pueden tener resuelta su elección, pero los más intentan aún descubrir el rumbo.

A ciertos analistas políticos les gusta hablar de la crisis de representatividad del sistema político, aunque en el fondo pretenden describir al argentino promedio que sigue buscando a ese anhelado líder mesiánico, ese caudillo, que lo invite, casi mágicamente, a ilusionarse con un futuro mejor.

Es probable que ya sea tiempo de actuar con algo más de racionalidad para animarse, e intentar resolver los problemas del país, como se hace en la vida cotidiana de cada individuo.

De aplicarse esa lógica, es posible que haya que pensar en superar la urgencia, avanzando primero en una salida de corto plazo, seguramente imperfecta, que no genere demasiada fascinación, pero que evite profundizar el sendero del presente y actúe de bisagra para cambiar mínimamente el inadecuado trayecto elegido.

No es una propuesta demasiado estimulante, pero tal vez eligiendo el mal menor se pueda atenuar la adversidad actual y, al menos así, retomar parcialmente el camino de la sensatez, o quizás conseguir cierto equilibrio para, desde allí, encarar el porvenir con otro horizonte y renovadas expectativas.

Pero, como en la vida misma, se debe también tener la claridad suficiente para enfrentar adicionalmente la cuestión de fondo y no quedarse sólo con la idea de dejar atrás la coyuntura.

Resulta imprescindible asumir la inmensa cuota de responsabilidad que compete a los ciudadanos por no haberse involucrado a tiempo y ponerle freno a tanto atropello.

Estamos como estamos no sólo por la perversidad del sistema y los manipuladores de turno, sino por la complicidad evidente de una sociedad que ha preferido esperar soluciones desde la política en vez de construirla.

Si se pretenden más y mejores opciones desde la política, pues los ciudadanos deben ser parte de esa dinámica. Se necesita una mayor participación, menos silenciosa, más valiente y sobre todo comprometida.

La política partidaria no es el único camino, como algunos pretenden sugerir, sino que se debe tener una actitud ciudadana adecuada, estando presente en cualquier tipo de manifestación comunitaria, desde el club al consorcio, desde una organización gremial a una institución de la sociedad civil, desde la comisión barrial a la Política con mayúsculas, todo sirve, en la medida en que se pueda contribuir a mejorar el metro cuadrado, ese ámbito en el que se desarrolla la vida en armonía.

Si no se puede lo menos, será improbable que se logre ir por lo más. De eso se trata, de modificar la realidad y mejorarla. Y no está mal que la queja aparezca frente a la falta de alternativas electorales, lo que es incorrecto e inconducente es que el próximo turno electoral nos encuentre parados en el mismo lugar, repitiendo idénticas frases para convertirnos en ciudadanos enojados con lo que vivimos, pero incapaces de asumir la parte de la responsabilidad que realmente tenemos.

Todo lo descripto no exculpa de modo alguno a los dirigentes políticos. Ellos tienen una enorme e indelegable responsabilidad respecto a este presente que disgusta a tantos. Pero a no equivocarse, desde allí no se puede esperar nada demasiado diferente. Las pruebas están a la vista.

Es tiempo de tomar decisiones como ciudadanos. La república lo precisa de modo urgente. Pero habrá que no perder de vista que la falta de opciones es el costo de no comprometerse.

Medina Méndez ‏
@amedinamendez

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miércoles, 26 de junio de 2013

EDDIE A. RAMÍREZ S. DIFERENCIAS Y OPCIONES

Los venezolanos estamos de acuerdo en lo que aspiramos. El qué está claro, las divergencias radican en el cómo. Todos deseamos   un gobierno respetuoso de la Constitución,  descentralizado y eficiente. Que garantice el  acceso a una buena educación, a un excelente sistema de salud, a servicios públicos idóneos, a un empleo bien remunerado, a una vivienda  adecuada  y a un sistema de justicia que no discrimine. Lamentablemente no coincidimos  en cómo lograrlo.
El régimen parte de la premisa de que somos un país rico, pero  que  esa riqueza está mal distribuida. Para corregir las desigualdades  postula que el Estado debe ejercer el mayor control posible sobre la economía regulando precios, restringiendo las divisas y creando empresas públicas que manejen no solo lo tradicionalmente considerado “estratégico”, sino también la producción y comercialización de rubros agrícolas, la construcción de viviendas y los medios de comunicación social. Su tesis es que el sector privado es explotador y especulador. Además, los rojos quieren eliminar la autonomía universitaria e imponer un pensamiento único.
Los pésimos resultados están a la vista. Servicios públicos deteriorados, empresas del Estado quebradas; baja productividad, cierre de empresas, desabastecimiento, inflación y subempleo.  Además, persecución política. En lugar de aplicar aquello de “tanto mercado como sea posible y tanto Estado como sea necesario”, seleccionaron  “tanto  Estado como sea posible y tanto mercado como sea imprescindible”, que ha resultado un fracaso en todas partes donde se ha aplicado. El que hayan convencido a muchos se explica parcialmente por fallas del sector privado que a veces no entiende el alcance de la responsabilidad social, debilidades de nuestro sistema educativo y errores políticos del pasado
Las diferencias son irreconciliables porque no podemos ceder en los valores fundamentales.  Los demócratas tenemos tres opciones obvias: Convocar a una Constituyente, revocar el mandato a los diputados rojos o esperar un revocatorio presidencial. La Constituyente es la más atractiva, pero siempre tendremos el escollo de un CNE parcializado. Otra opción es la resistencia activa no violenta, pero Gandhi tuvo éxito porque casi toda la población rechazaba a los ingleses.  Cualquiera de las opciones mencionadas requiere contar con una mayoría superior a la actual, sea para impedir las marramucias del CNE o para imponer el triunfo de la resistencia no violenta. Por otra parte, no puede descartarse que si se profundiza la crisis se desate una ingobernabilidad que obligue pactar una transición que conlleve a la renuncia de Maduro.  Tampoco es imposible una intervención  militar que nuestra sociedad no toleraría por más de un año sin que llame a elecciones.
En todo caso requerimos incrementar apreciablemente la actual mayoría opositora.    
Como en botica: Falleció uno de los Caballeros del Agro, el doctor Héctor Hernández Carabaño, quien ocupó tres carteras ministeriales en tiempos en que los ministros tenían peso específico. Mucho estudio le dedicó a la seguridad alimentaria.  Defendamos la autonomía universitaria  ¡No más prisioneros políticos, ni exiliados!
eddiearamirez@yahoo.com

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