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lunes, 5 de mayo de 2014

LUIS VICENTE LEÓN, SÍ, TENGO MIEDO


El 79% de la población evalúa negativamente la situación del país. Es obvio el porqué. El deterioro en la calidad de vida es dramático. Cuando preguntamos cuáles son los principales problemas del país, por primera vez en años la primera respuesta no es la inseguridad (que aparece en segunda posición), sino el desabastecimiento, escoltado por la inflación y el desempleo. Los problemas económicos se roban el "show". ¿Y cómo no, si la inflación llega a 59% para darnos el "privilegio" de ser el país con mayor inflación del mundo? ¿Cómo no, si debes visitar cuatro establecimientos para comprar la canasta alimentaria, donde faltará igual la leche, aceite, azúcar y harina? ¿Cómo no, si es difícil comprar papel toilette? ¿Cómo no, si las empresas ya no planean nuevos lanzamientos sino cronogramas de cierre de plantas? ¿Cómo no, si para comprar cemento o cabillas hay que recurrir al mercado negro?

Pero, como otras veces, no coincido con la jerarquización que da la mayoría a los problemas del país. Si bien la economía es un problema central, creo que es más fácil avanzar ahí que en la solución de la inseguridad y es ésta la que me quita el sueño. La inseguridad está desbordada, llegando a niveles emocionalmente insoportables. Es un horror, pero nuestra división más perversa no es política sino esa que se refleja en el hecho de que un joven de un barrio pobre tiene una esperanza de vida casi una década menor que la de uno de urbanización. Es entre quienes se han acostumbrado durante años a que les cobren peaje para subir a su casa, los aterroricen los azotes de barrio o les maten los hijos en su entorno y los más novatos, que hemos visto instalarse más recientemente la inseguridad en nuestras vidas. Hoy estamos, sin embargo, frente a la socialización de la violencia y no de las soluciones. Es posible que en breve el gap de esperanza de vida entre barrio y urbanización se cierre, pero igualando hacia abajo.

Ahora vivimos en carne propia lo que otros vivieron siempre, cuando te roban, te secuestran, se meten en tu casa o te asesinan o ves con estupor la instalación del sicariato.

Pero hay una sociedad para quien la muerte violenta es aún inaceptable. Es esa mamá que no se recupera del asesinato de su hijo y se echa a morir con él. Es esa pareja que, después del secuestro, siente que los malandros están asechándolos en su propio baño y prefieren reventarse de ganas; y mañana no se quieren parar de la cama, ni abrir la puerta ni la ventana ni salir a esa jungla espantosa donde sienten náuseas ante el peligro de vivir aquí.

Y entonces, los novatos, con menos experiencia, colapsan y no hay lugar donde vayas ni conversación que no termine discutiendo la necesidad de emigrar.

El clímax personal lo viví anoche cuando mi esposa lloró de la nada y me dijo con ese sentimiento reservado a las ocasiones más dramáticas de la vida: "nos estamos quedando solos", y estaba implícito el reclamo de que es por mí, porque no me da la gana de irme. Hay un éxodo en nuestro entorno, donde todos parecen dividirse entre quienes se fueron, quienes se van... y quienes deberían irse.

Traté de calmarla, pero sonaba hipócrita, porque yo también tengo miedo. Se me quedó clavado en esa funeraria, hace apenas un mes, cuando quería abrazar a la familia de Gustavo, asesinado en el Ávila montando bici y alrededor de él se velaban 6 personas más, también asesinadas en diferentes circunstancias... y había siete familias destruidas por el dolor. Y es a ese dolor a lo que le tengo miedo. Pero también es la gasolina que me impulsa a trabajar para que mis hijos, apenas ayer comulgando por primera vez, puedan vivir donde quieran y sin embargo, quieran (y merezca la pena) vivir aquí.

Luis Vicente Leon
luisvicenteleon@gmail.com
@luisvicenteleon

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miércoles, 5 de septiembre de 2012

ALBERTO ARTEAGA SÁNCHEZ , MATAR POR MATAR,


Matar por matar: Porque matar no implica riesgos, ni sanciones, ya que la impunidad es absoluta

En Venezuela no solo es alarmante el número de homicidios por año -19.000 en 2011- sino las modalidades que ha asumido la violencia como hecho que a todos concierne, no simplemente como "sensación de inseguridad", sino como realidad que nos golpea de manera brutal.

Todos los días la prensa reseña casos de muertes violentas en circunstancias que deben llevarnos a la definitiva toma de decisiones en el ámbito de la Política Criminal: "Lo mataron para robarle el celular", "le dieron muerte a policía para quitarle su arma", "mujer quemó vivo a su exmarido por venganza", "lo mataron después de robarlo, aunque pedía clemencia", "le dispararon más de 20 veces y se llevaron su moto".

Podríamos multiplicar sin límites los titulares de las páginas de sucesos que todos los días golpean nuestra conciencia ciudadana y nos dan a entender que la vida vale tanto como una moto, un celular, un par de zapatos o, simplemente, la afirmación del poder.

Extremadamente grave es la banalización de la vida y de la muerte. Como en las guerras, lo que nos llama la atención no es encontrar a un muerto a la vuelta de la esquina, sino no encontrarlo.

Por otra parte, es necesario e importante resaltar e insistir en las modalidades de los homicidios, en sus motivaciones o móviles. Se mata por matar, porque la vida no vale nada, porque matar se ha convertido en un oficio, porque no es extraño que se cobre por matar y, lo más importante, porque matar no implica riesgos, ni sanciones, ya que la impunidad es absoluta. Nadie se atreve a denunciar, las víctimas sobrevivientes no hablan, los testigos no declaran, la policía y el Ministerio Público se encuentran amarrados y limitados en su labor investigativa y, en definitiva, los tribunales, sin pruebas, lo único que pueden hacer es alargar una prisión preventiva que funciona como pena o dejar en libertad a los imputados para que quede ratificado que el delito no tiene sanción alguna.

Como lo ha dicho, una y otra vez, el Padre Alejandro Moreno, insistiendo en dejar a un lado el académico planteamiento de las "causas" estructurales del delito y admitiendo, por supuesto, que la delincuencia y la violencia obedecen a múltiples factores -individuales y sociales-, hay una poderosa razón que abona el terreno del incremento desaforado del crimen: la inseguridad.

Ninguna sociedad ha descubierto la vacuna contra la violencia y si la descubriera -como en el cuento de Ramón y Cajal- habría que conseguir el antídoto, porque también desaparecerían otras manifestaciones humanas, pero, lo que si constituye una afirmación incontrovertible es que la segura, oportuna y adecuada sanción por el delito cometido es la fórmula más efectiva para que las manifestaciones antisociales disminuyan o se contengan entre límites razonables.

Por supuesto, el clima de absoluta impunidad y desprecio a la ley, que no cumple su función, lleva fácilmente a los extremos aberrantes del desprecio por la vida y a la puerta franca que legaliza la práctica la violencia.

Sin duda, se impone el rescate del valor de la vida, de la ley y que la colectividad perciba que el crimen no paga.

aas@arteagasanchez.com

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martes, 10 de enero de 2012

MERCEDES MONTERO: UN JUSTO RECLAMO


Venezuela es un país en el que pareciera que la vida no tiene valor. En el que los padres y madres de familia no pueden conciliar el sueño, mientras un hijo está fuera de la casa. Es injusto que la juventud no pueda disfrutar de las salidas y fiestas propias de su edad, sin estar expuesto a lo peor.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos, documento insignia de la Organización de las Naciones Unidas, establece en sus artículos cuales son los derechos fundamentales de los seres humanos, sin establecer discriminación de naturaleza alguna.

Artículo 3 de esta Declaración

Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona

¿Cuál es la razón para citar un documento que se supone es de conocimiento universal? ¿Porqué es citado el  artículo 3 de la Declaración?

La razón es la siguiente: entre finales del Año 2011 y principios  del año en curso fue  publicada en diferentes medios de comunicación la siguiente noticia:

 “Con tristeza los centros de investigación de las universidades nacionales que formamos parte del Observatorio Venezolano de Violencia (OVV) debemos informar al país que el 2011 concluirá como el año más violento de la historia nacional, como aquel en el que se han cometido más homicidios, para un total de 19.336 personas asesinadas.”

¡Durante el año anterior (2010) hubo 48 muertes violentas por cada 100.000 habitantes!

Estadística vergonzosa la citada por el OVV, refleja el estado de conflictividad social en la que se vive en Venezuela, la cual  se ha ido incrementando incesantemente durante los trece años que el actual gobierno venezolano lleva en el poder. El número total de muertes debidas a la violencia durante estos largos años es calculado en más de ¡150.000.!. Son cientos de miles las familias que han enterrado a dos o más de sus miembros. La queja reportada por un padre de familia es que no había terminado de pagar el entierro de un hijo, cuando le había tocado el infortunio de tener que enterrar a otro de sus hijos. Hay familias que han perdido a todos los hijos varones.  Las muertes de las mujeres por violencia doméstica, crimen pasional también se han incrementado. 95 niños murieron durante el año 2011  víctimas del fuego cruzado entre bandas, balas perdidas o violencia familiar.


No es solo el número cada vez mayor de asesinatos, es también la violencia con la que se llevan a cabo los mismos, este es un tema que ha sido tratado por todos las organizaciones no gubernamentales dedicadas a esta área. Muchos de los asesinatos parecen ser ejecuciones. Otras se dan por las más nimias razones, por robar un celular, un equipo, por quitarle el pago de la semana a un obrero, o el cobro de los pasajes a un taxista o un conductor de autobús, seres tan pobres como el que los mata.

En el mes de Noviembre del pasado año, Noticias 24 publicó unas 52 fotografías de madres de victimas de la violencia, en papel, de entre uno a cinco metros de alto, que eran colocadas en fachadas de edificios en zonas populares y comerciales de Caracas, como parte de una campaña para sensibilizar a los ciudadanos sobre la violencia en el país. Esa violencia se da principalmente en los estratos D y E de la población, los más pobres y numerosos, aquellos a los que en las campañas electorales y en acciones comunicacionales se les dice que son amados, en franca contradicción con la inacción para resolver el problema  y el temor creciente de una población  que ha llegado a pensar que la violencia debe ser una política de Estado.

En que país estamos, en el que pareciera que la vida no tiene valor. En el que los padres y madres de familia no pueden conciliar el sueño,  mientras un hijo está fuera de la casa. Es injusto que la juventud no pueda disfrutar de las salidas y fiestas propias de su edad, sin  estar expuesto a lo peor.

A nuestra juventud la están condenando al miedo, a los padres a la preocupación extrema, al país a la inseguridad y a la nación a la injusticia. Que Poder Judicial podrá investigar, procesar, juzgar, sentenciar, hacer cumplir las condenas de quienes han perpetrado los asesinatos de más de 150.000 personas, sobre todo tomando en cuenta que el 95% de esos delitos, nunca han sido objeto o tenido acción judicial alguna y que en la cifra total de muertes por violencia están incluidas las muertes violentas de una gran cantidad de reclusos, a los que se les ha denegado la justicia.

Venezuela por Dios ¿A dónde  se ha ido tu futuro?

mechemon99@yahoo.co.uk

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