BIENVENIDOS AMIGOS PUES OTRA VENEZUELA ES POSIBLE. LUCHEMOS POR LA DEMOCRACIA LIBERAL

LA LIBERTAD, SANCHO, ES UNO DE LOS MÁS PRECIOSOS DONES QUE A LOS HOMBRES DIERON LOS CIELOS; CON ELLA NO PUEDEN IGUALARSE LOS TESOROS QUE ENCIERRAN LA TIERRA Y EL MAR: POR LA LIBERTAD, ASÍ COMO POR LA HONRA, SE PUEDE Y DEBE AVENTURAR LA VIDA. (MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA) ¡VENEZUELA SOMOS TODOS! NO DEFENDEMOS POSICIONES PARTIDISTAS. ESTAMOS CON LA AUTENTICA UNIDAD DE LA ALTERNATIVA DEMOCRATICA
Mostrando entradas con la etiqueta LUZ. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta LUZ. Mostrar todas las entradas

domingo, 30 de noviembre de 2014

MILOS ALCALAY, INDOCUMENTADOS EN LA LUZ Y EN LA SOMBRA

MILOS ALCALAY
El fenómeno de la emigración  se ha convirtiendo en uno de los más graves problemas del primer cuarto de este Siglo. La falta de de reglas claras ha creado múltiples obstáculos. Por una parte, millones de  indocumentados son víctimas sometidas al temor, la explotación y la penuria, mientras que otras veces vemos como fundamentalistas extranjeros actúan como protagonistas de dramas que afectan a los nacionales por sus actitudes de desequilibrio en la convivencia en su país de asilo.

El debate planetario debe centrarse en el difícil y complejo dilema de identificar respuestas que se fundamenten en la dignidad debida a los nuevos peregrinos de la esperanza en búsqueda de un destino mejor, pero imponiéndoles también reglas que deben cumplir en su nuevo Hogar de Asilo.
En el brillante mensaje del Papa Francisco ante la plenaria del Parlamento Europeo, el Sumo Pontífice desarrolla el tema al identificar el drama que se constata en las problemáticas asociadas a la inmigración recomendando “poner en práctica legislaciones adecuadas que sean capaces de garantizar al mismo tiempo la acogida a los inmigrantes adoptando políticas correctas, valientes y concretas”. “Es necesario actuar sobre las causas y no solamente sobre los efectos” afirma el Papa.
El grave problema de los inmigrantes indocumentados también estuvo en el centro de la intervención del Presidente Barak Obama de los Estados Unidos, quien adoptó una serie de medidas Presidenciales que benefician a cinco millones de ilegales –la mayoría de ellos latinoamericanos- a los que anunció su compromiso de permitirles que “salieran de las sombras” evitando ser deportados. La batalla por la legalización de los indocumentados constituirá un arduo debate en el Congreso, pero ya está introducido como una agenda impostergable.
El drama de los indocumentados en Estados Unidos afecta principalmente a los latinoamericanos, por lo que de inmediato el Presidente de México al igual que los Mandatarios Centro Americanos al aplaudir  ese respaldo inicial, dispusieron que sus Consulados en el país del Norte ayudaran a sus nacionales a acogerse a las nuevas facilidades.
Por supuesto que mientras otros Gobiernos de la región ofrecen medidas consulares y legales de apoyo a sus emigrantes, no pasa desapercibido el silencio y el hostigamiento de la administración del Presidente Maduro a sus ciudadanos, ya que en vez de ayudar a los cientos de miles de venezolanos que están en la diáspora, mas bien colocan obstáculos para perjudicar la opción de los nuevos emigrantes criollos, como se evidencia en múltiples ejemplos como el cierre del Consulado en Miami; la anulación de las becas a los estudiantes venezolanos; la ausencia del pago adeudado a las aerolíneas internacionales y el consecuente cerco que impide la salida de venezolanos; las dificultades para legalizar papeles para el exterior; las restricciones de CADIVI para la obtención de divisas y tantas otras trabas que demuestran la ausencia de respuesta a la nueva realidad de la emigración venezolana. En ese mismo sentido aumentan las dificultades de los indocumentados que viven en Venezuela: hijos de Colombianos nacidos en nuestra patria sufren a diario las dificultades cada vez mayores al no poder comprar productos que exigen cedulación, o ser tratados como paramilitares, contrabandistas o terroristas, volviendo a lanzarlos a las sombras y a las penurias cuando antes, el mismo Gobierno “cedulaba” para obtener votos! Urge una posición de Estado!
Milos Alcalay
milosalcalay@yahoo.com
@milosalcalay

EL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, DIARIO DE OPINIÓN, ACTUALIDAD, VENEZUELA, ACTUALIDAD INTERNACIONAL, OPINIÓN, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, REPUBLICANISMO, LIBERTARIO, POLÍTICA,ELECCIONES,UNIDAD, ALTERNATIVA DEMOCRÁTICA,CONTENIDO NOTICIOSO,

viernes, 7 de noviembre de 2014

SIMON GARCIA, LUZ AL FINAL DEL TÚNEL.

           Oponerse es una acción de resistencia, un acto de enfrentamiento. No sólo a las desastrosas políticas del gobierno sino al modelo de opresión con el que intenta sustituir al  sistema democrático, la economía de mercado y el Estado social de derecho. En el caso de la MUD, su oposición no es opugnación. Su estrategia para organizar socialmente una alternativa es cívica,  pacífica y constitucional.
            La aplicación de diversos medios de represión e intimidación para acabar con toda reacción contraria, crítica o sencillamente diferente al poder, busca imponernos la percepción de que esta forma de control y dominación nunca acabará y que la respuesta acertada es conformarse y adaptarse.
            No es casual que un pilar de sostenimiento del gobierno sea un modo de pensarlo y en consecuencia, de combatirlo de una parte de quienes se le oponen. Las actitudes y discursos de pesimismo fomentan la pasividad, la entrega anímica al régimen. Las conductas y discursos de la desesperación conducen al rechazo frontal y a reproducir el esquema de destrucción del otro que induce al aislamiento de la oposición y a mantener la incomunicación entre quienes tienen visiones de país diferentes o contrapuestas.
           Se acude, para justificar el abandono de la lucha por el cambio, al mantra de que “comunistas no salen por votos”. Se ignora deliberadamente el triunfo de Violeta Chamorro en Nicaragua. Se pasan por alto las reformas políticas y electorales introducidas por Gorvachov y el Partido Comunista de la Unión soviética. No se dice que en 1989 Solidaridad va a unas elecciones parciales que aquí nadie habría aceptado, (para añadir 161 nuevos escaños a los 299 diputados comunistas que lo conformaban) en las que Solidaridad obtiene 160 diputados y 1 el PCP.  Así tomó su ruta electoral el amplio movimiento de protestas que derrumbó pacíficamente, excepto en Rumania, al poderoso imperio comunista.
            Soportar tiempos indignantes y terribles para el país tiene que abrumarnos. Pero desatar la rabia ni protege ni acrecienta la voluntad de cambio. La incertidumbre y el temor a lo que pueda venir, la impotencia cuando perdemos confianza en lo que hacemos, la desesperanza como hábito es el primer acostumbramiento fatal para que se pueda llevar a cabo la amenaza oficialista de no aceptar su derrota electoral.
            La autoritaria idea, repetida de mil formas, indica que el poder siente que sus barbas comienzan a arder. Les tiene que resultar alarmante tres datos que todos observamos: a) que el descontento con la situación del país es un consenso sólido, b) la desaprobación mayoritaria de la gestión del gobierno, c) la creciente pérdida de confianza en el liderazgo del Presidente.
            Hay luz al final del túnel. Siempre hay algo por hacer para ayudar al tránsito hacia otra clase de país. Lo primero, pensar que es posible. Lo segundo, usar la palabra. Gotas necesarias para ser torrente.
Simon Garcia
simongar48@gmail.com
@garciasim

EL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, DIARIO DE OPINIÓN, ACTUALIDAD, VENEZUELA, ACTUALIDAD INTERNACIONAL, OPINIÓN, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, REPUBLICANISMO, LIBERTARIO, POLÍTICA,ELECCIONES,UNIDAD, ALTERNATIVA DEMOCRÁTICA,CONTENIDO NOTICIOSO,

domingo, 24 de noviembre de 2013

ROSALÍA MOROS DE BORREGALES, LA LUZ EN LAS TINIEBLAS RESPLANDECE

En la actualidad hay muchos temas sobre los cuales podríamos emitir nuestra opinión; hacer análisis expresando verdades con las que nos enfrentamos cada día y hacen de nuestra realidad un tiempo oscuro, difícil y muchas veces desesperanzador. Sin embargo, creo que además de conocer profundamente nuestra realidad es también de vital importancia exaltar en medio de nuestra sociedad los valores que pueden ser herramientas en nuestras manos para edificar sobre las ruinas. Sabemos que estamos viviendo en medio de las tinieblas, por esa razón es imperante que levantemos nuestras antorchas obligando a la oscuridad a disiparse frente a nuestros ojos.

Cada uno de nosotros ocupa un lugar en la historia de esta nación, cada uno tiene un número de personas sobre las cuales puede ejercer una influencia de bien, cada uno tiene una luz que poner en alto. Aunque muchas veces tendemos a pensar que si no estamos en una posición de fama o reconocimiento público es poco lo que podemos hacer. Pero esa es una vil mentira que nos han hecho creer; la labor que tenemos por delante va más allá de lo que aparentemente logran hacer los que acaparan los medios. Nuestra labor debe ser como la de las hormiguitas que incansablemente trabajan sin perder sus objetivos de vista, convirtiendo un pequeño camino que cualquiera despreciaría en toda una vía de abastecimiento para su comunidad.

Cada valor que inculcamos en nuestro hogar, en las escuelas, colegios, universidades y lugares de trabajo se convierte en una pequeña luz, que aunada a otra se va transformando en una antorcha cada vez más grande y más intensa. Esto no es idealismo, no es una utopía, es una verdad capaz de cambiar a nuestra sociedad. Lo que pasa es que por nuestra vanidad y la prisa con la que vivimos hemos subestimado todas esas pequeñas acciones que pueden iluminarle el día más oscuro a cualquier ser humano. Hemos olvidado el poder que yace en nuestras lenguas; la trascendencia que puede alcanzar la buena palabra en el momento oportuno. Hemos olvidado que somos avisos publicitarios andantes cuyo comportamiento está siendo copiado por cientos de niños y adolescentes. Hemos olvidado que una actitud se replica en la sociedad en la medida en que se repite.

Tenemos dos opciones, por una parte podemos dejarnos envolver por la oscuridad que nos rodea, entregarnos a ella permitiéndole que apague la luz que hay en nosotros. O por otra parte, podemos reconocer dónde se encuentra la fuente inagotable de luz e ir ante Dios para ser iluminados por Él. 

Esto no es religión, esto no es misticismo, esto es la verdad de una relación de amistad con el Creador. Cuando cualquier ser humano, en cualquier lugar del mundo, de cualquier raza, condición o religión reconoce en su interior ese llamado a hacer el bien y lo acepta, la luz de Dios llega a su vida. Y la luz de Dios en nosotros es capaz de transformar el lugar más oscuro en un arco iris.

Dejarnos subyugar por el mal, rendirnos ante él es una cobardía. Deprimirnos es una pérdida de tiempo; pretender ignorar la realidad y vivir como si no nos afectara es soberbia. Se necesita ser valiente para levantar una pequeña luz en medio de la oscuridad.
¡Es tiempo de ser valientes!
¡Es tiempo de volvernos a la fuente inagotable de luz!
¡Es tiempo de volvernos a Jesús!

"La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecerán contra ella." Juan 1:5

rosymoros@gmail.com
http://familiaconformealcorazondedios.blogspot.com
@RosaliaMorosB

EL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, ACTUALIDAD, VENEZUELA, OPINIÓN, NOTICIA, REPUBLICANO LIBERAL, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, LIBERTARIO, POLÍTICA, INTERNACIONAL, ELECCIONES,UNIDAD, ALTERNATIVA DEMOCRÁTICA,CONTENIDO NOTICIOSO,

martes, 1 de octubre de 2013

LEONARDO PADRÓN, EL CRUJIDO DE LOS OPTIMISTAS

Es martes, nueve de la mañana, mastico una arepa tibia mientras veo cómo en Al Rojo Vivo, un programa de noticias  extravagantes, producido por Telemundo, dedican cinco minutos a reseñar, con alarma, la agresión a cuchilladas que recibió un hombre de avanzada edad en el Bronx neoyorquino para quitarle un celular. La noticia era pródiga en detalles. Entrevistaron a vecinos y políticos locales que se espantaban por lo ocurrido, aunque la víctima sobrevivió al ataque. Yo estaba más sorprendido que ellos. Pensé en todo lo que se estaban perdiendo. 

Si el programa se produjera en Venezuela tendrían kilómetros de contenido con la jornada noticiosa de solo un día. ¿Qué tal una iglesia llena de feligreses atracada en plena misa? ¿Se les antoja una pareja asesinada de 17 balazos porque la mujer le lanzó un vaso de cerveza en la cara a un impertinente que quería bailar con ella? ¿No les han contado de la refriega en Sabaneta con ojos vaciados de sus cuencas, miembros castrados y orejas a lo Van Gogh por todo el suelo? Ese programa, si fuera realizado en nuestra patria segura, sería cancelado por exceso de inverosimilitud.

***

Mi corredor de seguros es uno de los hombres más optimistas que conozco.  Cada vez que le pregunto cómo está, me suelta: “¡Mejor sería un descaro!”. Y no es un enchufado del régimen. Es un venezolano promedio, que montó un ciber café para complementar su sueldo, y que utiliza un arma extraordinaria para combatir el día a día: el humor. Su optimismo es una forma de supervivencia. Pero ese día llegó con el desánimo en ristre. Apenas dijo: “hoy sí llegué a tiempo para el desayuno”, recurrente parlamento que expresa para auto-invitarse. Yo siempre lo despido con una risa en la puerta. Esta vez, en su bigote mexicano, no había la mínima sospecha de una sonrisa.

***

El país se ha vuelto una larga quejumbre. Hay un sólido menú de lamentaciones crepitando en el mapa nacional. Sí, sabemos que no hay azúcar, que la leche en polvo es una quimera, que el aceite abunda en su ausencia, que el papel tualé es un producto vintage, que los apartamentos en alquiler son una nostalgia, que el dólar es una bofetada salvaje, que la luz eléctrica es una extravagancia, que los malandros deciden nuestra vida, que los hospitales son un monumento a la vergüenza, que las cárceles hacen rehilar de miedo a Satanás y que la corrupción es el verdadero oxígeno del país. Todos nos quejamos. Hasta los discípulos de la revolución, entrenados para la alabanza y el aplauso, se la pasan lamentándose. Se quejan de los embates del imperio, de la derecha retrógrada, disociada, golpista y oligofrénica, de la aviesa manipulación de los medios, de la supuesta guerra económica, de las siniestras intenciones de la otra mitad del mapa. Conclusión: el país entero se ha convertido —por sus cuatro costados de asfalto, mar, selva, y frailejón— en una interminable quejumbre.

Hastío. Desasosiego. Titulares que no caben en el entendimiento. Todo este panorama arroja como saldo una foto inquietante: se le movió el piso al país. Todo se ve borroso. Estamos fuera de foco.

***

Oscar Wilde decía que el descontento era el primer paso en el progreso de una nación. Una frase efectiva, inspiradora. Y aquí descontento hay para regalar a los aburridos de Groenlandia. Pero sigue sin pasar nada. Los lunes llegan con sus nuevos titulares para el desaliento. La negligencia consolida su reino. Los abusos de poder hacen metástasis. Los presos políticos se apagan en las cárceles. Y la morgue se traga vorazmente a los venezolanos.

No hay trago de whisky donde no se campaneen las angustias del país. No hay cola en la parada de autobús donde alguien no se queje en voz alta, y un coro de asentimientos lo escolte. En las universidades, en las mesas de dominó, en el mercadito parroquial. A la gente solo le queda una opción a la que se aferra con vehemencia: los optimistas.

***

¿De qué están hechos los optimistas? ¿Qué saben que no saben los demás? Churchill decía que los optimistas son aquellos que ven una oportunidad en toda calamidad. Es un rol que, entre otros, suelen encarnar los políticos de oposición. “¡Falta poco para que todo cambie!”, así gritan, declaran, insisten. Y es lo que razonablemente deben hacer. Se exhiben como el punto de luz en tanta noche.  Los optimistas dan los buenos días con firmeza. No redactan nubes en sus frases. Su voz no tolera otra temperatura que el aplomo. Son las pequeñas huestes de la sensatez. Son fecundos en ideas para superar cualquier crisis (Guillaume Guizot afirmaba que los optimistas son quienes transforman al mundo). Contagian temple y serenidad. Nos hablan del país sin una sola gota de agobio ni desesperación. Como si la lluvia fuera simplemente el anuncio de otro sol.

***

Pero la semana pasada algo ocurrió. Tal vez el desastre ya no cabe en ningún galpón del asombro. No sé si lo de Nicolás Maduro cayéndose de la bicicleta fue demasiado metafórico. Quizás fue mucho sótano de la historia la imagen de un Pran ondeando en su mano el corazón sangrante de otro Pran, mientras Iris Varela comentaba en televisión, contentica, que ya los privados de libertad vestían bragas amarillas. O el burdo descaro del avión que voló de Maiquetía a Francia con 30 maletas atestadas de cocaína, mientras en otros terminales a algunos pasajeros les decomisaban un kilo de queso guayanés o una caja de torontos. O tanta impunidad. Tanta anarquía. Tanta ley sin ley.

Lo que pasó esta última semana fue una seguidilla de frases que parecían haber nacido de la misma boca. Pero ocurrió con gente diversa. Todo lo que decían desembocaba en un denso océano: el pesimismo. Lo inusual era que ocurría en los optimistas habituales, personas acostumbradas a la fragua dura, constructores de ánimo, boxeadores de la voluntad. Por una u otra razón me los había topado en días distintos y allí estaban, con la sonrisa torcida, y los ojos calados en una opacidad inesperada.

***

Con cierta frecuencia nos reunimos a almorzar tres escritores y un director de teatro. Solemos conversar el país. Intercambiamos angustias y criterios. Compartimos datos irritantes sobre la zigzagueante política nacional. Por sanidad, nos obligamos a apostar por la complicada luz al final del túnel y el irrecusable triunfo de la cordura. En la jornada abundan las humoradas, el sarcasmo y la trastienda de algunos episodios de resonancia. Suelen ser tardes donde la cofradía de la amistad vence, con holgura, la adversidad de los tiempos que corren. Poco a poco conquistamos territorios más nobles. Hablamos de libros insoslayables, anécdotas felices, reímos con impudicia. Sabemos que es una victoria momentánea. Sabemos que una vez devueltos a nuestra vida ordinaria el país volverá a treparse en nuestras espaldas como un orangután menesteroso.

El pasado viernes nos detuvimos a comentar las miserias que bullen en la industria del espectáculo. Diseccionamos la prepotencia y patanería de cierto personaje que suele irrespetar a sus colegas —y más si son mujeres— mientras en un monólogo teatral alardea de su sabiduría para entender el alma femenina. Un personaje que en esos días paseaba su ofuscación por las redes sociales al ver exhibida públicamente su misoginia y vocación para el maltrato. Eso nos hizo aterrizar en el estado moral del territorio donde vivimos. La crisis venezolana, ya lo sabemos, ha generado una vaguada tronante que arrasó sin piedad el sistema de valores que nos constituye. Aquí se han terminado por imponer los cínicos, los chulos de la política, los mediocres, los indolentes, los desnudos de ética, los intransitables, los regentes de la violencia, los malandros del poder. Cada vez más, revolución y corrupción riman demasiado.

Esa tarde, debo decirlo, cuando nos despedimos, no éramos los mismos de siempre. Había un sonido roto en nuestro abrazo. Era el crujido de los optimistas.

***

Al día siguiente cenaba con un humorista acostumbrado a dispensarle buenos ratos al público venezolano. Su habilidad es lograr que la gente, dos horas después, tenga una sonrisa colgada en el rostro, aderezada, como si fuera un Martini, con una aceituna de reflexión. Cenábamos en un restaurante con otros amigos. La conversación se fragmentó en grupos. Quizás esa circunstancia lo indujo a confesarme, casi en tono clandestino: “Estoy preocupado. Deprimido”. Me hablaba de “la desesperanza aprendida” como algo ya instalado en el espíritu colectivo. Yo me orillaba a su talante cuando justo en ese momento dos añosas damas se acercaron a agradecer la tenacidad y la lucha indeclinable. Cuánto orgullo. Dimos gracias, abochornados. Luego que se alejaron lo suficiente, volvimos a masticar el vidrio de la depresión.

Según parece, hay gente que no tiene derecho al desaliento. Se infiere que Henrique Capriles, líder de la oposición, no se puede permitir un resquicio de pesadumbre, un domingo de hastío, o la fugaz certeza de que esto se lo llevó el diablo. Se entiende que Ramón Guillermo Aveledo debe hablar siempre como si fuera un micro de “Venezuela en Positivo”. Se presume que Julio Borges, y su semblante cejijunto, deben proclamar a viva voz la inevitable victoria electoral, que Carlos Ocariz no puede renunciar a la levedad triunfal de su sonrisa. Se conjetura que sí hay patria, aunque obviamente no sea esta.

Quizás es sano que a los optimistas les sea otorgado un día a la semana para deprimirse, para caer como un bulto inerte sobre la cama, para apagar el zumbido extravagante de su esperanza, para lamerse las heridas de lo improbable, y dejar que el crujido de su desazón se expanda sin pudor. Los optimistas, cómo dudarlo, merecen su día sabático.

Pero que el resto no se preocupe, pues esa raza suele estar acompañada por los tercos, los insistentes, los adictos a la democracia, los obsesivos de la libertad, todos ellos más empecinados y definitivos que aquellos demoledores de ilusiones que hoy reinan en la malquerida república de nuestros insomnios. Diría un optimista.

Leonardo Padrón
@Leonardo_Padron

EL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, ACTUALIDAD, VENEZUELA, OPINIÓN, NOTICIA, REPUBLICANO LIBERAL, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, LIBERTARIO, POLÍTICA, INTERNACIONAL, ELECCIONES,UNIDAD, ALTERNATIVA DEMOCRÁTICA,CONTENIDO NOTICIOSO,