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lunes, 14 de octubre de 2013

CARLOS ARMANDO FIGUEREDO, PODERES SALVAJES.

Luigi Ferrajoli es reconocido mundialmente como una autoridad en lo que se refiere al estado de derecho y los derechos humanos.

Vale la pena destacar lo que dice el eminente jurista italiano, Luigi Ferrajoli, en un libro publicado en el 2011:

Luigi Ferrajoli
Poderes salvajes. La crisis de la democracia constitucional
Editorial Trotta, Madrid, 2011

p.21
Está en curso un proceso de desconstitucionalización del sistema político italiano. Este proceso se ha manifestado en la construcción de un régimen antiliberal basado en el consenso o, cuando menos, en la aquiescencia pasiva de una parte relevante de la sociedad italiana a una amplia serie de violaciones de la letra y el espíritu de la Constitución. Con todo, su aspecto más grave radica en el rechazo por parte del actual grupo del gobierno, más que de la Constitución de 1948, del propio constitucionalismo, es decir, de los límites y los vínculos constitucionales impuestos a las instituciones representativas. Ello ha dado como resultado la progresiva transformación de hecho de nuestro sistema político en una forma de democracia plebiscitaria, fundada en la explícita pretensión de la omnipotencia de la mayoría y la neutralización  de ese complejo sistema de reglas, separaciones y contrapesos, garantías y funciones e instituciones de garantía que constituye la sustancia de la democracia constitucional. La idea elemental que está en la base de esta pretensión es que el consenso popular es la única fuente de legitimación del poder político y, por ello, serviría para legitimar todo abuso y para deslegitimar críticas y controles. Así, el edificio de la democracia constitucional resulta minado de raíz en su totalidad: porque no se soporta el pluralismo político y constitucional, por la desvalorización de las reglas; por los ataques a la separación de poderes, a las instituciones de garantía, a la oposición parlamentaria, a la crítica y la prensa libre; en definitiva, por el rechazo al paradigma del estado constitucional de derecho como sistema de vínculos legales impuestos a cualquier poder.

Por otra parte, el proceso desconstituyente se ha desarrollado también en el plano social y cultural, con la eliminación de valores constitucionales en las consciencias de una gran parte del electorado: por indiferencia, por falta de sentido cívico o por el cambio de la propia concepción de la democracia en el imaginario colectivo. Veinte años de intentos de contrarreformas constitucionales y de agresiones a la carta de 1948 —sistemáticamente descalificada como vieja y superada, e incluso como responsable de la ineficiencia del sistema político— han producido la caída del valor de la Constitución en el sentido común. Es este, como veremos, el daño más profundo. Una democracia puede quebrar aun sin golpes de estado en sentido propio, si sus principios son de hecho violados o contestados sin que sus violaciones susciten rebelión o, al menos, disenso. Recuérdese el último artículo de la Constitución francesa del año III: “El pueblo francés encomienda la presente constitución a la lealtad de los poderes públicos  y a la vigilancia de los padres de familia, las esposas y las madres, al afecto de los jóvenes ciudadanos, al coraje de todos los franceses”. En estas dos garantías, de carácter político y social —la garantía política de la “lealtad” de los poderes públicos y la garantía social de la “vigilancia” de los ciudadanos—, descansa la efectividad de las garantías jurídicas y, con ellas, del estado de derecho de la democracia. Hoy no es posible confiar en la lealtad de los titulares de los poderes de gobierno, al ser ellos mismos los promotores de la deformación constitucional. Y la vigilancia de una parte relevante de la opinión pública decrece progresivamente, anestesiada por la propaganda.

         Este debilitamiento de la dimensión constitucional de nuestra democracia se interpreta habitualmente en el debate público como el precio pagado por el reforzamientos de su dimensión política, debido a la atribución a los electores del poder de elegir en cada ocasión la coalición gobernante. En otras palabras, como reducción y una desvalorización de la dimensión legal de la democracia en beneficio de la valorización de su dimensión política y representativa, concebida, por lo demás, como el único fundamento de la legitimidad de los poderes públicos.

p.50
Cuando la identificación entre jefe y pueblo no es solo un tesis propagandística sino que se propone como un rasgo constitucional y como una fuente de legitimación de los poderes públicos. El populismo equivale a un nuevo y específico modelo de sistema político. Corresponde a esa forma degenerada de democracia que Aristóteles llamó “demagogia” y definió, con extraordinaria lucidez, como el régimen en el que “el soberano es el pueblo y no la ley […] los muchos tienen el poder no como individuos, sino en conjunto”.8 En tal concepción del pueblo como “conjunto” y en la identificación del jefe con él reside el rasgo característico del fascismo.

p. 51
La existencia de un jefe carismático es siempre incompatible con la democracia, o cuando menos indica un debilitamiento de su dimensión política y representativa y no solo de su dimensión constitucional.

p. 60
…los elevados sueldos de que gozan los “elegidos” –en el parlamento nacional como en todas las instituciones electivas— sus privilegios, el consiguiente cambio de estatus económico, unido  su nombramiento desde arriba generan en todos ellos un interés personal en la conservación del cargo y, con ello, la sumisión a quien los ha nombrado y podría volver a hacerlo o revocarlos, que deforman radicalmente su función pública de representación política.

p. 62
Cuando, además, como sucede en Italia, tal propiedad [de los medios] está en la mayor medida en manos de quien es titular del máximo poder político y tiene el control de gran parte de la televisión pública, el destino del que produce información  y, por ello, de la información misma está a merced de ambos poderes, el privado y el público, sólidamente entrelazados. [N. del t.: se refiere a Berlusconi].

p. 63
Controlando la información, escribió Condorcet, el poder político persigue la homologación ideológica y política, haciendo que “los ciudadanos no aprendan nada que no sirva para confirmarles en las opiniones que sus gobernantes quieren suscitar en ellos17

8 Este bello pasaje de Aristóteles (Política, traducción de J. Marías y M. Araujo, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1989m 1292ª, p, 176) ha sido recordado por V. Pazé. “Democrazia e populismo”, Nuvole 40 (2010). En el mismo pasaje, Aristóteles añade: “En las democracias de acuerdo con la ley no hay demagogos  sino que son los mejores ciudadanos los que tienen la preeminencia, pero donde las leyes no tienen la supremacía surgen los demagogos” y “los aduladores son honrados”. Y más adelante: “•Donde las leyes no tienen autoridad no hay república”, (En la versión italiana se dice “no hay constitución”. [N. del t.]”

17 M. Condorcet, Rapport sur l’instruction publique,  Edlig, 1989, p. 95 (traducción castellana de T, del Amo Martín, Cinco memorias sobre la instrucción pública y otros escritos, Morata, Madrid, 2000).

Carlos Armando Figueredo

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viernes, 13 de enero de 2012

RAÚL AMIEL: DESAFÍOS

Desafíos, queridos amigos, son retos para combatir en gestas singulares; son encrucijadas en que necesitamos destrezas más que fuerzas para salir airosos; son dificultades o problemas de solución difícil, vencibles en la medida en que los encaramos con determinación y sacrificios o renunciamientos, pero sobre todo, los Desafíos son oportunidades para enfrentar los obstáculos, vencerlos y progresar en la realización.
Los Desafíos son pruebas no siempre superadas. En ellos nunca está ausente la incertidumbre, la fatiga y a veces el desconcierto. Al enfrentarlos, no rara vez nos invade el desaliento o la renuencia, la tendencia a la comodidad, o la excusa para evadirnos sin sufrir derrotas en los intentos.
Todos tenemos Desafíos. La vida entera es un proceso de incesantes y crecientes Desafíos. Venezuela tiene desafíos como Nación que anhela vivir en democracia, con la seguridad y justicia que otorga el imperio del Derecho, gozando de bienestar espiritual y material compartido por todos sus hijos.
Creo que tenemos desafíos que se arrastran por demasiado tiempo, porque a pesar de saber cómo aliviarlos o resolverlos nos falta la voluntad política suficiente para hacerlo. Y tenemos también desafíos nuevos, secuela de la modernización de nuestras Instituciones y pueblo, frente a los cuales aún carecemos de juicios certeros.
Cuando hablamos de democracia le pedimos mucho a la palabra Democracia. Parece que fuera la perfección y, por eso, siempre estamos insatisfechos, porque, como dice Rosseau, la democracia es para los dioses; nosotros, humildes mortales, no hacemos nada más que caminar hacia la democracia.
Por tanto, sin intentar responder de manera ordenada a las preguntas que se han planteado, sino de manera desordenada, para que después cada uno haga sus reflexiones, creo que una primera idea que se podría poner sobre la mesa es la siguiente: ¿Por qué le pedimos a la palabra democracia que siempre sea tan perfecta? Queremos una democracia perfecta. Pero, ¿por qué queremos esta perfección en la democracia?
La democracia es una forma de organizar la convivencia, que es el gran problema de la humanidad, y de trasladar la propia vida hacia los otros, que es un tema profundamente político. Como el tema de la convivencia no lo tenemos resuelto, recurrimos a la democracia para ver si nos ayuda. ¿Cuáles son, por consiguiente, los Grandes Desafíos de la Democracia en Nuestra Patria?
Nuestra democracia debe ser una Democracia Constitucional, no al estilo del Buen Salvaje de Rosseau en El Contrato Social, sino una democracia que comporta una manera de gobierno que se ejerce de acuerdo con un contrato que es la Constitución. Eso tiene consecuencias importantes desde el punto de vista democrático; por ejemplo, es incompatible con la revolución.
La Democracia Constitucional comporta un régimen de derechos fundamentales; comporta unos derechos básicos, como la libertad de expresión y, por tanto, está relacionada con los medios de comunicación, que tienen una tarea fundamental dentro de la Democracia Constitucional, la de crear una opinión pública libre. Por eso, la democracia se fundamenta en la concepción de que el ser humano es un ser racional, es decir, que piensa, presunción sobre la cual se ha montado el esquema democrático y que iría muy bien demostrar.
Este nuevo modelo, Democracia Constitucional, nos permitirá el tránsito efectivo y verdadero hacia la Democracia Participativa y el Estado de Derecho, permitiendo la flexibilidad necesaria para plantear con la frecuencia conveniente las acciones y las estrategias necesarias para lograr el desarrollo integral y equilibrado del país, ampliar la base de ciudadanos emprendedores que produzcan riqueza, reducir las desigualdades y sacar adelante a los grupos y regiones más necesitados.
Sobre la democracia, yo haría un diagnóstico de los problemas que me preocupan. En primer lugar, la erótica del poder (cuando alguien llega al poder le coge gusto, porque manda); en segundo lugar, la soberbia (los políticos necesitan una dosis de humildad para restaurar la idea clásica de servicio público); y, por último, los cambios generacionales. Estamos instalados en la cultura de la transición.
El descubrimiento y configuración del Estado-Gobierno anhelado en la Democracia Constitucional nos sitúa en una agenda de transformaciones honda y vasta. Por eso pensamos en la instauración del Estado Regional, entendido como instrumento para aumentar la participación social, vigorizar la democracia directiva y lograr mayor efectividad en la satisfacción de las necesidades públicas mediante la gestión de proximidad, es decir, la que acerca el servicio a la comunidad que lo recibe y donde el Ciudadano es parte activa.
Quienes así pensamos queremos, por esa vía, incrementar la gobernabilidad de la Sociedad Estatal, a través de mayores y mejores instancias de información, transparencia, control, ejecución y responsabilidad Ciudadana.
Pensamos que no hemos llegado aún a comprender y practicar la democracia como estilo de vida. Es decir, no la hemos asimilado lo suficiente como para forjar una conciencia y sentimiento que trascienda la sola forma de gobierno o elenco de reglas procesales de esa estirpe, pese a la corrección con que ellas fueron y, desde 1999, son aplicadas en Nuestra Carta Fundamental.
En otras palabras hemos entendido la democracia en cuanto conjunto de normas para que el Pueblo elija libremente, cada cierto tiempo, a determinadas autoridades y las controle a través de sus representantes.
Pero hemos olvidado que ella es, además y principalmente, un estilo y finalidad de convivencia caracterizado por la vigencia -diaria y constante de valores, tales como la participación, el respeto y la tolerancia, la solidaridad y la responsabilidad resultantes de asumir, la Sociedad misma, nuevas y múltiples actividades conducentes al bien común en términos de un desarrollo o progreso humano armónico y persistente.
Pensamos que el baluarte ante el Individuo Solo y el Estado Todo se halla en la Sociedad Civil fuerte, activa, participativa, solidaria, pero a la vez en sí misma descentralizada. Y acentuamos esta descentralización socioeconómica, pues nada o poco de avance en la renovación de nuestro Estado-Sociedad para lograr la gobernabilidad y el desarrollo armónico de Venezuela se alcanzará de mantenerse la concentración, territorial y funcional, de las decisiones y recursos privados en Caracas, o en diminutas organizaciones que resuelven desde allí.
Las reflexiones que hemos expuesto se fundan en el carácter nuestro, con sus virtudes y defectos. De ese temperamento venezolano y debemos realzar cinco rasgos culturales, porque corregirlos es parte, tal vez lo más difícil, de los Desafíos que tenemos.
En efecto, Desafío es vencer la corrupción, deteniendo su avance para no llegar a la situación dramática del colapso institucional, conscientes que esa patología es letal para la Democracia y el Derecho.
Desafío tenemos, además, por nuestra mala memoria, a raíz de lo cual no aprendemos las lecciones de la historia y, con obcecación, reincidimos en los errores aduciendo que los fracasos anteriores se debieron a sucesos ilegítimos y que necesitamos otra oportunidad para ensayar nuestros proyectos.
Desafío tenemos, en seguida, para ser transparentes, decir la verdad en donde sea, sin ocultarla ni entregarla a medias, acomodándonos en función de oportunidades y conveniencias, lograr ventajas arbitrarias, alcanzar éxito sin sacrificio, en fin, recurrir a tácticas o estrategias que son eufemismos, acuñados por quienes han militarizado la Política, para maquillar el maquiavelismo.
Desafío tenemos también para resolver diversas patologías políticas, v.gr., el odio y rencor; el instinto de venganza, aunque nunca se diga que eso no es efectivo; por último, la envidia y el resentimiento.
Desafío tenemos, finalmente, de cara a la violencia en los espíritus y las manos. Debemos erradicarla cuando se ejerce contra la naturaleza, depredándola sin pensar que las generaciones de hoy no tenemos derecho a hipotecar el bienestar de nuestros hijos; o tratándose de erradicar la violencia contra la familia evidenciada en el abuso de niños y los ataques, físicos y psicológicos, en el hogar; violencia contra la persona, patente en el atropello a sus derechos inalienables, comenzando con el derecho a la vida; violencia contra la seguridad ciudadana, a raíz de la escalada delictiva, común o sofisticada; violencia ejercida en contra de grupos, sean estratos sociales, sectores económicos o etnias; violencia en contra de los Estados, atropellados en su Soberanía e Independencia; violencia, en fin, en contra de quienes tienen fe o practican la tolerancia, arrinconados por el fundamentalismo, las sectas y el relativismo ético.
Digo entonces que los Desafíos se vencen con análisis y reflexión; con inteligencia y templanza; con prudencia y perseverancia; pero también con Coraje o Voluntad Política, como ahora se le llama.
Pienso en el Coraje más que como arrojo o bravura con el significado de una disposición del carácter, habituada a afrontar dificultades, resistir adversidades, doblegar obstáculos y, a raíz de todo eso, volverse, prueba tras prueba, más valeroso. Por lo mismo, pienso en el Coraje como una cualidad de hacernos valientes al realizar actos de valentía.
Coraje es saber elevarse sobre la comodidad y el ocio; es recordar siempre que los venezolanos debemos entendernos, aceptarnos como somos y ayudarnos; es dar antes que recibir, sin discriminaciones pero con preferencia por el desamparado y el desvalido; es identificarse con los valores del espíritu, tan acosados, impugnados o disminuidos en tiempos de desenfrenado materialismo y subjetivismo.
Tener Coraje es hacer lo que la conciencia revela que es correcto, aunque la opinión de la mayoría, la presión del ambiente o la conveniencia utilitaria indiquen lo contrario.
Tener Coraje es confiar en Venezuela y en nosotros mismos cuando otros dudan de nuestra capacidad para enfrentar y vencer los Desafíos. Los Desafíos se vencen con Coraje.
Si asumimos los Desafíos y los vencemos, entonces seremos dignos de decir que hemos superado las causas y recuerdos de las discordias, borrándolas con un olvido eterno, para avanzar en la realización del sueño de todos los venezolanos que es vivir en Paz, con Justicia y en Democracia.

raulamiel@gmail.com

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