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jueves, 2 de abril de 2015

EDGAR CHERUBINI LECUNA, LA ASFIXIA DE LA PALABRAS, DESDE FRANCIA

Sin libertad de expresión no hay democracia, ya que ésta condiciona el ejercicio de los demás derechos. En Venezuela, quedan muy pocos medios independientes que mantienen un manejo plural de las ideas y de la información, ya que son asediados y amenazados por un régimen que ha logrado monopolizar prácticamente todas las comunicaciones, controlando, cerrando o comprando a los medios privados, estableciendo una hegemonía comunicacional.


En los últimos 11 años, el gobierno ha neutralizado todos los medios críticos, no sólo con mecanismos jurídicos y financieros, sino mediante amenazas, ataques, encarcelamiento y persecución de periodistas, cierre de medios privados y la estatización casi total de las telecomunicaciones. Los medios del Estado no permiten ninguna expresión de descontento popular o críticas a la gestión gubernamental, censurando las noticias que puedan vulnerarlo. Esto ha venido desarrollándose desde el 2003, cuando el presidente Chávez consideró a los medios de comunicación privados como “enemigos del proceso revolucionario”, concretándose sus amenazas en el 2007, con el cierre de RCTV, seguido de varias decenas de emisoras de radio privadas. A los que no cerró, los amenazó con retirarle la concesión. Al periodista crítico se le trata de enemigo y traidor o se le tilda de terrorista, dejando la puerta abierta para agresiones por parte de los grupos paramilitares y otros órganos represivos.

La comunicación totalitaria

Los elementos del nuevo orden hegemónico comunicacional con los que el gobierno proyecta una “verdad oficial” o una “visión única” de la realidad del país, se pueden resumir así: 1. Intervención del Estado en los medios. 2. Exclusión de actores políticos críticos de los medios públicos. 3. Legislación que controla y limita la libertad de expresión. 4. Asfixia económica de los medios independientes al negarles publicidad oficial. 5. Cierre de fuentes informativas. 6. Negación y ocultamiento de  información sobre la gestión pública. 7. Manejo de mecanismos de censura y autocensura. 8. Intimidación judicial, amenazas y agresión a medios y periodistas. 9. Discriminación contra los medios críticos en eventos oficiales. 10. Impedimentos para adquirir papel para los diarios independientes. 11. Intimidación y expulsión de periodistas extranjeros. 12. Exposición al odio público de periodistas críticos y opositores a través de los medios de comunicación del Estado, haciendo públicas grabaciones obtenidas de manera ilegal, entre otras prácticas.

Sobre esto último, el presidente de la SIP Gustavo Mohme, denunció ante ese organismo: "Bajo la excusa de amenazas terroristas, seguridad nacional o de secreto de Estado utilizan sistema de vigilancia y espionaje para neutralizar al periodismo y sus ciudadanos críticos".

“Asfixia casi total de la libertad de expresión en Venezuela”

El pasado 16 de marzo, las agencias de noticias recogieron en sus titulares la dramática expresión de Asdrúbal Aguiar, Vicepresidente regional de la SIP, al presentar su informe sobre la libertad de expresión en Venezuela: “Asfixia casi total de la libertad de expresión en Venezuela”, afirmó, para luego agregar, “la hegemonía comunicacional de Estado es un hecho consumado”.  Según Aguiar, “la tarea periodística, eje fundamental de la vida democrática, se torna en empresa de alto riesgo. La información se considera secreto de Estado y se reduce a lo que declaran a su arbitrio, sin interpelación, verificación o contrastación, los distintos funcionarios. La censura previa toma cuerpo y doblega las líneas editoriales. Es criminalizada y judicializada toda forma de expresión e información disidente. La propaganda oficial ideológica y proselitista hace presa de la opinión, copa los horarios estelares de la programación radial y de televisión y recrea, a través de sus repetidas cadenas oficiales o presidenciales, un efectivo black out informativo”.

Con razón, Reporteros sin Fronteras (RSF) en su Informe mundial sobre Libertad de Prensa 2015, ubica a Venezuela en el puesto número 137 de 177. A partir del puesto 115 se enciende la alerta roja de los DDHH en los países allí reseñados.

Las palabras, como los hombres, sufren y mueren

La comunicación es palabra, pero también es acto, gesto. Incluso el gesto de amenaza posee una topografía mental plena de significados. De allí que Lacan, se pregunte: “¿Qué es un gesto de amenaza? No es un golpe que se interrumpe, realmente es algo que se hace para detenerse y quedar en suspenso. Quizás después lo lleve a cabo hasta el final”. Así lo sentimos los venezolanos, el suspenso ante la amenaza de la agresión, “detenida” a veces, pero que se producirá en cualquier momento. Según Lacan “las armas también son gestos”. De allí que la amenaza del uso de las armas y los grupos paramilitares del régimen tienen la misma connotación, actúen o no contra los ciudadanos. Debido a sus significados y significantes de destrucción, muerte y terror social, forman parte estructural de un lenguaje totalitario.

En Venezuela, todos los medios públicos son instrumentos de propaganda ideológica de la dictadura militar, disfrazada o no de democracia, que bajo el tutelaje cubano implantó Chávez y continúa ejerciendo Maduro, cuyo objetivo es el de estrangular la libertad de pensar y de hablar, pues en ese país, las palabras pueden significar prisión, tortura y muerte. La única voz en los medios es el lenguaje reduccionista, altanero, vulgar y onomatopéyico del régimen. Es un lenguaje pervertido que conduce a la sociedad a espacios pre-políticos, pre-sociales, por no decir salvajes. El lenguaje político fue demolido, por eso, la democracia y su sistema de libertades y derechos, de progreso individual y colectivo se extinguen junto con éste. Sucede entonces la muerte por asfixia del lenguaje, el fracaso de la palabra y su sentido. Arthur Adamov escribió: “Las palabras, centinelas del sentido, no son inmortales ni invulnerables. Las palabras, como los hombres, sufren. Unas pueden sobrevivir, otras no tienen salvación y mueren. Gastadas, raídas, vacías, las palabras se han vuelto esqueletos de palabras, palabras fantasmas”.  

Pero, frente al mal y el silencio que éste impone, el individuo es impulsado a afirmar su humanidad y su dignidad armado de palabras, como un dictado infalible de su propia supervivencia espiritual, moral y cultural en el ejercicio de su libertad.

Edgar Cherubini Lecuna
edgar.cherubini@gmail.com
@edgarcherubini

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miércoles, 12 de junio de 2013

TAMARA SUJÚ ROA, ENTRE LA ASFIXIA Y LA ILEGITIMIDAD

El cambio de la línea editorial y el despido de periodistas de Globovisión marca el último capítulo del cerco del régimen, a la manera franca y libre de dar las noticias en el momento en que están ocurriendo, sin edición ni censura previa, como estábamos acostumbrados a verlas los venezolanos. 
Quizás no todos hemos comprendido lo que esto significa, pero todo aquel que haya tenido la oportunidad de denunciar las violaciones de sus derechos, o simplemente de enterarse “en vivo y en directo” de acontecimientos que lo afectan, si saben lo que significa perder medios libres, con periodistas y personal valiente, como Globovision. 
También se ha anunciado la venta de la Cadena Capriles a un grupo “cercano” al régimen, y ya hace tiempo que vemos cambios en los programas en la radio, donde botan o les hacen la vida imposible a los periodistas que no están dispuestos a que les impongan la línea editorial o los amordacen. Para completar el cuadro solo falta agregar el veto que tienen los representantes y líderes de la oposición en los canales del gobierno, y la censura previa en los demás canales "privados".
Ante todo esto se ha incrementado el uso de las redes sociales, y los canales de TV por cable. Habría que hacer un estudio muy serio sobre el alcance de estos medios alternativos y hasta qué punto lo que se dice por las redes se conoce en la calle. 
Ahora bien, ¿qué quiere ocultar el gobierno? ¿Por qué la censura a la noticia? Si pensáramos de forma simple y sencilla, dijéramos que sólo tratan de ocultar el peregrinaje de la gente por los supermercados y su consecuente indignación cuando no consiguen los productos de la cesta básica, el dolor de las madres y padres, o cualquier familiar en las puertas de la morgue esperando el cadáver de su ser querido víctima del hampa, las denuncias sobre secuestros, sicariato, corrupción, incumplimiento de promesas, interrupción y falta de los servicios básicos, violaciones a los derechos humanos y todo aquello que sufre el venezolano todos los días.
Pero ¿qué es lo que verdaderamente teme el régimen y por lo tanto trata de silenciar? La respuesta es ésta frasecita: " ustedes se robaron las elecciones". 
Eso es todo amigos. ¿Qué hace un régimen que se sabe ilegítimo, que está cuestionado nacional e internacionalmente y se cubre bajo el manto de la "legalidad formal", que ni siquiera es tal porque en Venezuela no hay poderes ni instituciones independientes, para así tratar de imponer, por medio de la censura, una "sensación de normalidad"? La respuesta es bien sencilla: lo que ha hecho este “gobierno” hasta ahora.
Cuando un niño está perdiendo el control sobre sus pequeñas posesiones, como un juguete, patalea para llamar la atención. 
Cuando un régimen neototalitario está perdiendo el control porque se sabe cuestionado en su legitimidad, descubierto en su trampa, y desnudo ante el mundo, también patalea. 
La diferencia es que el niño patalea con sus piernas y sus gritos, mientras que los regímenes patalean con el abuso del poder y el uso de la fuerza. 
La mordaza es el primer paso, porque sin los medios de comunicación, la gente común, el ciudadano de a pie, no se entera de como el régimen va extendiendo sus tentáculos y persiguiendo y oprimiendo a quien se le opone, y el silencio va acallando la protesta del ciudadano. 
Al paso del tiempo, sin el conocimiento de lo que sucede en “Lo Grande”, en lo verdaderamente importante, el ciudadano se refugia en lo urgente, en la solución de sus problemas diarios, y el papel toilet, la crema de dientes y el pollo, pasan a ser sus principales objetivos, indignándose con la libreta de racionamiento, y no con el verdadero problema: la ilegitimidad de quien dice llevar las riendas del país.
La ilegitimidad no es algo abstracto. Imagínesela en su vida diaria. Por ejemplo, ¿cómo sería su vida, si hubiera forjado su acta de matrimonio, y su relación conyugal en verdad no es tal? ¿Qué todo lo que hagan como matrimonio es ilegal y en algún momento serán descubiertos, con graves consecuencias? Y ¿qué tal si usted comprara su título universitario y luego actúa como el profesional que no es? O ¿cómo sería si en la elección de su junta de condominio su grupo hizo trampa y ganó y se imponen a la fuerza ante su comunidad? 
Creo que todos nosotros hemos decidido alguna vez cuando éramos niños, echar nuestra suerte a cara o sello con algún amigo y quizá la moneda fue deliberadamente lanzada para que al caer decidiera a favor de alguno de los dos. Le ha puesto a que usted, todavía recuerda este episodio, como una trampita "inocente"...
Entonces estimados lectores, ¿cómo puede una persona encargarse de la Presidencia de un país, si la mitad de éste le está reclamando su ilegitimidad y exigiendo que se repitan las elecciones? 
La respuesta es fácil. En un país democrático y fortalecido en sus instituciones, ya se hubiera escuchado el reclamo, se hubiera hecho lo que había que hacer para investigar las denuncias de forma expedita y transparente, y se habría tomado la decisión que contempla la ley, contribuyendo así a la paz social. 
En nuestro país, ha pasado todo lo contrario. Se ha tratado de callar al líder de la Oposición, descalificándolo públicamente, secuestrando los espacios comunicacionales para que su denuncia no pueda ser conocida por todo el pueblo, se le ha amenazado y junto con él a los principales actores y representantes de la oposición, y se le ha impuesto una mordaza a todos los medios para cohibirlos y amedrentarlos. 
Para que no digan la Verdad. La criminalización de la protesta pacífica, las falsas acusaciones sobre magnicidios y el intentar aparentar fuerza y unión mostrándose perennemente en eternas ruedas de prensa junto a los militares y demás miembros del gobierno, sumamente cuestionados, forma parte del combo cuya etiqueta pareciera decir: "!yo tengo el poder y tengo la fuerza. ¡Tenme miedo!".
Lo que ellos saben y nosotros también, es que el poder en un país con raíces democráticas como el nuestro e inmerso en este mundo globalizado y multipolar, solo se ejerce y se acata cuando se tiene la legitimidad necesaria para ejercerlo. Es lo que se llama la legitimidad de origen. Los usurpadores no pueden distraernos de su ilegitimidad porque no conseguimos papel toilet. Si no fuesen tan increíblemente incompetentes hasta podríamos pensar que lo están haciendo a propósito.
Tamarasuju96@gmail.com
@tamara_suju
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