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martes, 10 de diciembre de 2013

CARLOS E. AGUILERA A., EL APARTHEID POLÍTICO DEL RÉGIMEN VENEZOLANO

“Si no hay comida cuando se tiene hambre, si no hay medicamentos cuanto se está enfermo, si hay ignorancia y no se respetan los derechos elementales de las personas, la democracia es una cáscara vacía, aunque los ciudadanos voten y tengan Parlamento” Nelson Mandela
El fallecimiento del líder sudafricano Nelson Mandela conmovió al mundo, pues fue un ser que lo dio todo a cuenta de nada, en manifiesta demostración de humildad que predicó con el perdón a lo largo de su vida, al mismo tiempo que sostuvo una denodada lucha contra la discriminación y la opresión racial. Fue sin duda alguna un extraordinario ejemplo de lucha y  de sacrificio con una visión de una humanidad distinta, conducta que observó  a lo largo de sus 95 años de existencia.

Fue un auténtico revolucionario, fundador de un partido político para impulsar la lucha contra la segregación y la construcción de una sociedad justa, y se convirtió  en un icono para muchos líderes del mundo, que en su juventud enfrentaron a dictaduras militares y pagaron incluso sus luchas con cárcel. Mandela fue un genuino apóstol y líder que guió a todos quienes luchan por la justicia social y por la paz en el mundo, por eso los merecidos honores póstumos que se le están aún rindiendo.

El régimen venezolano que no predica precisamente estos principios declaró tres días de duelo, en su pretensión de mostrarse al mundo como un gobierno democrático y apegado a los derechos humanos, tantas veces vulnerado, y si no. como se explica que hombres y mujeres por el solo hecho de no comulgar con su tan pregonada revolución socialista y bolivariana del siglo XXI, sean estigmatizados, presos, humillados, exiliados y víctimas de cuanta aberrante actitud se les antoje, prevalidos de la celestina complicidad de los poderes secuestrados: TSJ, Ministerio Público y demás.

Seguros estamos que el fallecido ex Presidente de Sudafrica y Premio Nobel de la Paz, mostraba su preocupación por los acontecimientos que en los últimos años venían ocurriendo en nuestro país, por la negligente conducción de sus destinos a manos de quienes pregonan a voz viva ser genuinos defensores de los derechos humanos, y que a contrapelo de la verdad pretenden esconder todo cuanto acontece en nuestro país.

A los ojos del mundo, el régimen chavista disfrazado de un falso bolivarianismo procura mostrarnos como un país en pleno apogeo y desarrollo, pero la verdad es otra, pues vivimos en una nación desconocida y dividida en dos mitades. La primera, subsiste a pesar de los esfuerzos de un gobierno empeñado en destruirla, no obstante que muchos ciudadanos siguen creyendo no haber tocado fondo y continúan sucumbiendo a los cantos de sirena, empalagados por voces y melodías que se van apagando paulatinamente y la segunda Venezuela, la que se acostumbró a vivir del gobierno, a costa del dispendio público que les  permite disfrutar de las mieles del poder, en medio de una orgía en la que exhiben lujosos vehículos, costosas viviendas en zonas residenciales de la tan criticada burguesía , yates, viajes al exterior y cuantiosas cuentas bancarias.

Pero la verdad, la verdad verdadera,  es  que los venezolanos vivimos  a expensas de una economía controlada por el Estado que todo lo importa, pero que siempre falta en la despensa de las familias, salvo algunos productos básicos de los cuales el país está constantemente desabastecido, y no palpa que en los barrios periféricos hay profusas carencias, aun cuando haya gente que se siente atendida  gracias a las medidas populistas de un Estado dadivoso, dispuesto a sobrevivir políticamente a costa de cualquier precio.

El cinismo de este régimen es verdaderamente ilimitado, y ya el pueblo venezolano conoce a los extremos que puede llegar, en su desmedida pretensión de aferrarse por años al poder sin importarle vulnerar los derechos humanos y cínicamente afirmar que en “Venezuela no hay presos políticos, sino políticos presos”; que la derecha golpista conspira para derrocar al gobierno revolucionario, socialista y bolivariano; que el desabastecimiento es una maniobra de sectores  reaccionarios y enemigos del proceso (¿) que lo adversan; que no existe la crisis hospitalaria a nivel nacional; que los apagones es un sabotaje de la oposición para crear zozobra y terror en la población; que los textos escolares en los que se exalta la figura de Chávez son para crear conciencia de Patria; que la inseguridad es consecuencia del crecimiento poblacional y ello ocurre en todo el mundo. Y toda una sarta de mentiras que hasta el propio Heinz Dieterich, mentor de la llamada teoría de la Revolución socialista del siglo XXI y que se alejó de Chávez hace más de dos años, refiere que "el precio que se pagará por esta ceguera política es claro: conmoción social, seguido por un régimen militar o elecciones generales que ganará la derecha".

Dieterich al cuestionar las medidas económicas de Maduro señaló que "es obvio que esas medidas fueron concebidas por mentes estatistas fuera de la realidad, es decir, mentes que siguen con la absurda idea de que el Estado venezolano está en condiciones de imponer su voluntad a la crematística de mercado por la fuerza armada- y con un desconocimiento total de las ciencias económicas y políticas. No tiene nada de sorprendente, entonces, que están acelerando el fin del Bolivarianismo con suicida rapidez".

Todo lo anteriormente señalado marca una gigantesca distancia entre la obra y acción del difunto líder sudafricano Nelson Mandela y un régimen que se precia de ser humanista y democrático y que para colmo compara a Chávez con Mandela, como lo diría sin empacho alguno Jaua: “fueron unos lideres que trascienden en la historia mundial”. 

Ignoran los revolucionarios venezolanos de nuevo cuño, la constante prédica de Mandela en sus apariciones públicas, luego de haber gobernado a su país y negarse a la reelección. Una de ellas: “. Mi ideal más anhelado ha sido el de una sociedad libre y democrática en la que todos vivan en armonía con iguales oportunidades. Espero vivir lo suficiente para verlo. Pero si fuera necesario, es un ideal por el que estoy dispuesto a morir. Nunca permitan que las futuras generaciones digan que la indiferencia, el cinismo o el egoísmo no nos permitieron alcanzar los ideales del humanismo que encapsula el Premio Nobel de la Paz. He andado ese largo camino a la libertad. He tratado de no flaquear; he cometido errores en el recorrido. Pero he descubierto un secreto: después de subir una enorme cima, uno solo encuentra que hay muchas más cumbres por subir”.

Y esa es una enorme pero tan enorme diferencia, como el tamaño del globo terráqueo. Mandela desmanteló el apartheid en su nación y los seudo revolucionarios venezolanos apoltronados en el poder, instauraron el apartheid político desde hace 15 años con las consecuencias que hoy día padecemos, quienes habitamos esta otrora  generosa pero sufrida tierra.

Lo que si está claro es que el denominado modelo bolivariano del socialismo del siglo XXI hace aguas por muchas partes, tanto que Dieterich su propio creador lo siente desvirtuado en la práctica chavista, peor aún desde que asumió el poder Nicolás Maduro.

Miembro fundador del Colegio Nacional de Periodistas (CNP-122)
careduagui@yahoo.com// @_toquedediana

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martes, 21 de mayo de 2013

VÍCTOR RODRÍGUEZ CEDEÑO, LO POLÍTICO Y LO ECONÓMICO

Los “revolucionarios” criollos, confusos e ideológicamente indefinidos, unas veces maoístas, otras marxistas y leninistas, chavistas y peronistas o kirchneristas, de repente lulistas o mujiquistas, también castristas o sandinistas, mugabistas, gadafistas, en todo caso totalitarios y fascistas, sostienen que los derechos civiles y políticos deben estar sometidos a los económicos, sociales y culturales, recogiendo lo planteado en el Congreso del partido Comunista soviético, de 1916. 
La Procuradora anterior, hoy primera combatiente de la República según ellos, afirmó una vez que la libertad de los venezolanos, su derecho a expresarse, era muchos menos importante que tener una vivienda digna, comida o acceso a la educación, lo que sin duda contradice los más elementales principios de los derechos humanos. Mas grave aún es esta interpretación cuando se constata que tales derechos tampoco son satisfechos por un régimen incapaz, cuyo objetivo único es perpetuarse en el poder, ahora bajo la sombra de Chávez, un militar golpista que deja una herencia política desastrosa que conduce a un peligroso caos económico, político y social.
En días pasados, después de insultos y declaraciones sin sentido, un debilitado Maduro, con una popularidad minada y en caída, invita al sector privado a dialogar para encontrar soluciones a los problemas que las mismas políticas “revolucionarias” han generado en el aparato productivo del país, desastre que ha abierto el paso a las millonarias importaciones desde los países cuyos gobiernos, paradójicamente, conocen muy bien la realidad que surge el 14 de abril. Independientemente de si se trata de una manipulación más o de una estrategia como otras tantas anteriores, perversas en su contenido y en sus fines, ella no podría ser considerada aislada de una consideración política de la realidad venezolana.
En estos momentos hay un país en crisis en el que las instituciones no funcionan: la crisis en la Asamblea Nacional sometida por un teniente también golpista, Diosdado Cabello, que busca con insistencia la “herencia” del sucesor designado; un CNE que se burla del electorado y de los fundamentados reclamos planteados por la oposición liderada por Henrique Capriles; un Tribunal Supremo que desconoce las normas jurídicas, mas aún las reglas procesales sobre inhibiciones y recusaciones y que no muestra la independencia y la autonomía que les son propias; un Defensor del Pueblo que se ocupa solamente de avalar los ataques a la dirigencia opositora, ignorando las violaciones evidentes de los derechos humanos de los venezolanos; o, de una Fiscal que actúa o no actúa a conveniencia, mostrando también su dependencia del Ejecutivo.
Hablar de lo económico sin tomar en cuenta la realidad política del país, es decir, la persecución y la discriminación de que son objeto los que no comulgan con el fracasado proyecto socialista del siglo XXI, una suerte de apartheid político, más hoy en el sector público en el que se ha destituido y amenazado a miles de funcionarios que se expresaron libremente por el cambio y la alternativa democrática el 14 de abril, es absolutamente inaceptable. Más aun, si con el diálogo propuesto se pretende ignorar la lamentable situación de los presos políticos que como la juez Afiuni y el Comisario Simonovis, emblemas de la persecución política, se pudren en las cárceles del país; y si con ello se busca esconder el ataque a los pocos medios independientes que quedan en el país, en violación de los derechos relativos a la libertad de expresión y de información y al derecho de todos a ser informados oportuna y verazmente de todos los venezolanos.
La invitación al dialogo tiene un fin principal: lograr la legitimación interna y mostrar a los socios vendedores de alimentos e insumos que Maduro ha sido reconocido por todos en el país, lo que no es cierto hasta tanto se concluya el proceso que se inició con la denuncia de fraude presentada al CNE días después del 14 de abril. 
Si la invitación fuese sincera, en un Estado en donde funcionen las instituciones y la buena fe y la confianza prevalecieran, los empresarios deberían responder con entusiasmo a las “nuevas políticas”, pero sabemos perfectamente que en el corto plazo un dialogo en términos democráticos es simplemente imposible por cuanto los modelos en juego, el totalitario de Maduro y el democrático de la oposición, son absolutamente incompatibles y por ende excluyentes.
vitoco98@hotmail.com

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miércoles, 1 de mayo de 2013

CIPRIANO HEREDIA S, ROBO ELECTORAL Y APARTHEID POLÍTICO

Durante la etapa democrática venezolana ha habido elecciones con resultados polémicos y también gobiernos que obtuvieron victorias sólidas y en menos de un mes perdieron buena parte de su apoyo popular. Ejemplos de lo primero son las dos veces que Rafael Caldera fue electo Presidente (1968 y 1993) –en ambos casos por estrecho margen y bajo cuestionamientos, y de lo segundo fue el gobierno de CAP II (1989-1993), cuyo encanto se diluyó en apenas 25 días en medio de un estallido social.
No obstante, lo que no había ocurrido jamás, es que un candidato que se suponía ganaba las elecciones con 20 puntos de ventaja a un mes de los comicios, llegara jadeando al final a pesar de todo el ventajismo e irregularidades, obtuviera un resultado oficial tan estrecho que no es reconocido por varios gobiernos ni por la oposición, y asumiera el poder en medio de una enorme crisis de legitimidad bajo un estruendoso cacerolazo que sonó con igual fuerza en todos los sectores sociales.
Por supuesto, tanto el Gobierno, sus aliados y una parte de la prensa local e internacional, deploran la tesis del fraude y cuestionan que no se reconozca el resultado oficial del CNE, pero hay demasiados elementos que permiten al gobernador Capriles y a quienes le apoyamos, sostener que las irregularidades detectadas afectaron los resultados y en consecuencia insistir en una auditoría, que de no darse en los términos exigidos, nos conduce hacia la impugnación del proceso.
Para quienes siempre están insatisfechos con los alegatos y nunca ven las irregularidades, he aquí un apretado resumen de un robo electoral que no tiene un solo carril ni un sólo momento, sino que es continuado en su perpetración y que comenzó con la conformación misma del cuerpo electoral, en cuyo seno operan cuatro rectoras abiertamente parcializadas a favor del Gobierno, y apenas un rector que más que de oposición, es el único que vela por el respeto a la Constitución.
Es así como, en boca de nuestro propio abanderado, partiendo del elemento crucial del desequilibrio informativo, tenemos que sólo durante los 10 días oficiales de campaña, Nicolás gozó de 65 horas con 10 minutos de cobertura, mientras que Capriles tuvo sólo 5 horas con 44 minutos. Se registró también un uso descarado de recursos, funcionarios públicos y algunos miembros de la FANB, quienes se prestaron para violar la Constitución de manera flagrante, poniéndose al servicio de una parcialidad política. Hubo violencia en 860 centros de votación -en buena parte de ellos (737) se retiró a punta de pistola a nuestros testigos-, mientras que motorizados oficialistas en la calle hicieron campaña abierta por el PSUV o intimidaron a los votantes, así como funcionaron puntos rojos dentro de los 200 mts de exclusión que se habían fijado en, al menos, 1.111 centros de votación. También hay evidencia del abuso del voto asistido, lo cual ocurrió en 1.000 centros e involucró a cientos de miles de personas, a pesar de que el CNE estableció que era sólo para personas mayores que no pueden valerse por sí mismos, los invidentes y los discapacitados. De igual forma hubo más de 10.000 llamadas de denuncias ese día al Comando Simón Bolívar y se reportaron 535 máquinas dañadas.
Ahora bien, más allá de todo esto, lo cual de por sí es suficiente para cuestionar cualquier elección, surgen también con fuerza elementos que no tienen lógica. Por ejemplo, en 1.176 centros de votación Nicolás sacó más votos que Chávez –lo cual no se lo cree ni Cilia–, y en 39 sacó 100% de los sufragios –lo cual es simplemente inexplicable. Pero este tipo de cosas sólo se podrán aclarar revisando exhaustivamente los cuadernos de votación y teniendo acceso a la data del SAI, a lo cual el CNE por ahora está negado, ya que sólo así se podrá determinar si hay huellas repetidas, si los fallecidos que permanecen en el registro aparecen votando, y si hay electores que usan dos o más cédulas de identidad. Pretender una auditoría electoral sin acceso a estos elementos, es como auditar una empresa sin acceso a las facturas y los libros de contabilidad.
Frente a esto, este gobierno que nace con plomo en el ala, responde tratando de cubrir su déficit de ilegitimidad con miedo, el cual genera a través una represión brutal en las calles, despidos masivos en los órganos públicos y la criminalización de la disidencia. Todo ello, además, haciendo un uso brutal de su poder comunicacional para imponer su versión de los hechos, torcer realidades e inventar mentiras. En ese cuadro Ernesto Villegas se ha ido convirtiendo en el Joseph Goebbels del s.XXI, y acusa de fascista a la alternativa democrática. Con esta actitud el Gobierno sólo cierra las puertas del diálogo y agrava la crisis política.
Pero la crisis no es sólo política. A este cuadro nada sencillo de ilegitimidad, se suma el patético cuadro socioeconómico en que está sumido el país. Desde que Nicolás asumió la presidencia como encargado de manera írrita hasta hoy, han muerto más de 5.000 venezolanos en manos del hampa, la crisis eléctrica se ha profundizado y según el mismo Jesse Chacón la gestión de Argenis Chávez fue ineficaz y corrupta, la moneda ha sido devaluada dos veces y no hay acceso a los dólares para importar, el aparato productivo interno sigue en picada, la escasez de bienes se profundiza –con especial énfasis en alimentos y medicinas– y la inflación aumenta a pasos acelerados.
Conclusión: este gobierno es ilegítimo y la crisis que se desarrolla es muy compleja y de amplio espectro. Lo que mal empieza por lo general termina mal.
cipriano.heredia@gmail.com 
@CiprianoHeredia

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