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LA LIBERTAD, SANCHO, ES UNO DE LOS MÁS PRECIOSOS DONES QUE A LOS HOMBRES DIERON LOS CIELOS; CON ELLA NO PUEDEN IGUALARSE LOS TESOROS QUE ENCIERRAN LA TIERRA Y EL MAR: POR LA LIBERTAD, ASÍ COMO POR LA HONRA, SE PUEDE Y DEBE AVENTURAR LA VIDA. (MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA) ¡VENEZUELA SOMOS TODOS! NO DEFENDEMOS POSICIONES PARTIDISTAS. ESTAMOS CON LA AUTENTICA UNIDAD DE LA ALTERNATIVA DEMOCRATICA
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sábado, 29 de agosto de 2015

ANTONIO SANCHEZ GARCIA, ESCUPIENDO AL CIELO: EL ESTADO DE EXCEPCIÓN

Que quien así escupe al cielo no se sorprenda. Le caerá en el ojo.

Dice la sabiduría popular que no se puede servir a dos señores. Ante la disyuntiva, Maduro, el sátrapa, ha optado por servir a quien lo sacó del anonimato, lo enrieló a su servicio y lo puso en el cargo, luego de ese sórdido episodio digno de Alejandro Dumas y el Conde de Montecristo que terminara con la vida de su antecesor, también sacrificado, como ahora Maduro, en el altar del castrismo cubano.

El otro señor al que dice servir – Venezuela – ha sido brutalmente pisoteado, no sólo en sus legítimas reivindicaciones soberanas – el caso Guyana – sino en lo más íntimo de sus pretensiones históricas. Al usar el patrón venezolano de Maduro, el teniente coronel Hugo Chávez, al Libertador y convertirlo en pieza maestra de su árbol de tres raíces, asumió a plenitud el continentalismo bolivariano y su base nacional: la Gran Colombia. Causa y razón de todas sus desgracias. Por seguir esa utopía se alienó el respaldo de los suyos que decidieron, poniendo a la cabeza de sus reivindicaciones estrictamente nacionales al general José Antonio Páez, declararle la guerra y expulsarlo para siempre de su patria.

Desde entonces el país se dividió entre paecistas y bolivarianos. Entre venezolanistas y grancolombianistas. Cuenta en sus Memorias Proscritas el ex presidente Carlos Andrés Pérez, que cuando contaba con diez años de edad, en 1932, y vivía en las entrañas de Los Andes venezolanos, en Rubio, estado Táchira, hoy tan proscrito como el caudillo socialdemócrata, era un furibundo paecista. Nada de raro que su mortal enemigo, Hugo Chávez, padre putativo de Nicolás Maduro e hijo putativo de Fidel Castro, fuera todo lo contrario: un antipaecista furibundo y un devoto practicante del culto a Bolívar. ¿A Colombia? ¡Ni con el pétalo de una rosa!

Tan prostibularia y canalla es esta historia chavo madurista, que quienes se rasgaron las vestiduras por Bolívar y corrieron a echarse a los brazos de las FARC colombianas, que cedularon ilegalmente a cientos y cientos de miles de colombianos indocumentados, o los trajeron por cientos de miles para engrosar el REP con su carne de cañón electoral fraudulenta, ahora sacan el espantajo xenófobo y anti colombiano para ver si prenden el cabito de vela que sobrevive de lo que un día fuera la antorcha de la pasión chavista. Arrasan con sus bienes, arrastran con sus niños, mujeres y ancianos, echan abajo sus modestas viviendas con retroexcavadoras y en el colmo de la ignominia, cercan con alambradas de púas el puente que en la realidad y la metáfora une al Táchira con Colombia y que, para mayor INRI, lleva el nombre del Libertador. En una palabra: ya inservible a sus fines dictatoriales, estrangulan a Bolívar con unos alambres de espino.

Pero por si toda esa infamia fuera poca, agregan una guinda a la monstruosa, gigantesca torta que ponen cerrando la más importante, la más viva, la más provechosa de nuestras fronteras: quien debe ejecutar la medida por órdenes de aquellos a los que sirve es, según todos los indicios y sospechas, nacido en Colombia, como su progenitora.

Que quien así escupe al cielo no se sorprenda. Le caerá en el ojo.

Antonio Sanchez Garcia
sanchezgarciacaracas@gmail.com
‏@Sangarccs

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martes, 24 de marzo de 2015

JULIO BELISARIO,RESPUESTA AL ARTICULO: AMERICA LATINA, LA VERGUENZA DEL DR ANTONIO SANCHEZ GARCIA

Dr. Antonio Sanchez García. Saludos. 

He leído el asaz plañidero y lacrimoso artículo


que provoca contestarlo con otro titulado AMERICA LATINA: SUS NOMENKLATURAS E INTELLIGENTNSIAS, QUE VERGÜENZAS.. eso es lo que inspira este deprimente y  patético párrafo:”Casi cuarenta años del implacable diagnóstico de Carlos Rangel: la de América Latina no es solo la historia de un fracaso. Es la historia de una vergüenza. Esperemos que el despertar llegue. Para barrer esta inmundicia de cabo a rabo. Es un imperativo moral. Es un imperativo categórico”.
Las NOMENKLATURAS E INTELLIGENTNSIAS, iberoamericanas desde hace dos siglos; es decir sus líderes políticos e intelectuales con  excepciones maliciosamente ignoradas, se rasgan las vestiduras, claman, acusan, denuncian violaciones de los derechos humanos, las infinitas y multiformes  abominaciones políticas, sociales, económicas y domesticas que cometen los Gobernantes, jueces, militares, policías, empresarios  y comerciantes de los países iberoamericanos; pero en doscientos años no han logrado identificar el origen común de esas vergüenzas: la perpetuación en todas las Constituciones desde México a Chile, del Estado federal de poder centralizado (EFC) presidencial imperial autoritario.
Algunos llegan a dos pasos del oro, parece que si, que van a llegar hasta el origen de la crisis, ,escriben libros, ensayos, artículos de prensa, dictan conferencias pero terminan sus sesudos análisis, no con una identificación  del origen de la crisis (el EFC) ni mucho menos con la solución (sustituir pacífica, democrática y electoralmente el EFC por un Estado federal de poder descentralizado - EFD-); sino que concluyen sus emotivos y  hermosos, ingeniosos, bellamente escritos y sesudos planteamientos con alguna generalidad retórica cuasi épica y solemne;  y luego se sienten  complacidos y listos  para escenificar otra actuación ( como la obra La Ratonera de Agatha Cristie que fue representada año tras año en el mismo teatro en Londres); otro refrito, otra variación del mismo tema.
¿Cómo entonces podemos esperar que  “el despertar llegue. Para barrer esta inmundicia de cabo a rabo” que es el EFC socialdemócrata que cumplió brillantemente  su papel hasta 1983( viernes negro) y se transformó desde 1999 en EFCneocomunista tiránico del socialismo del SXXI, si nuestra NOMENKLATURA E INTELLIGENTNSIA no logra identificar el origen de la crisis?.
Ciertamente “Es un imperativo moral. Es un imperativo categórico” que nuestra NOMENKLATURA E INTELLIGENTNSIA lea, discuta, diseccione la única propuesta estructurada, seria y completa que existe sobre el origen y solución de la crisis elaborada por los gochos  Táchira, cuyo primer libro CRISIS VENEZOLANA. Causas y Soluciones estructurales https://t.co/futoyfWWXt) del Dr Luis ‘’Balo” Farías.
Es imperativo que abandonen la autosuficiencia, la arrogancia e infatuación de sabios politólogos; y luego de discutir exhaustivamente la  propuesta de los Gochos del MID Táchira, digan si están de acuerdo o no y por que; y dejen de repetir como pollitos de una granja orwelliana  el mismo discurso analítico de la crisis:  pio, pio, pio; es decir, ay, ay, ay.
DELENDA EST CENTRALISMUS
Sin otro asunto - porque no hay otro mas importante  como dice un amigo que “desalambrar”; que esa relación causa/efecto  EFC/CRISIS - con sentimiento de gratitud, reconocimiento y amistad; se suscribe de usted
Atenta y cordialmente

Julio Belisario
jbelisar789@gmail.com
@jbelisariom

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jueves, 15 de enero de 2015

ANTONIO SANCHEZ GARCIA, POMPEYO MÁRQUEZ: “¡HAY QUE SALVAR A VENEZUELA!”

“No se trata de salvar a un partido, a un grupo o a una personalidad, por valiosos que sean. Se trata de salvar a Venezuela. ¡Hay que salvar a Venezuela! ¡Tenemos que salvar a Venezuela!” Pompeyo Marquez
POMPEYO MÁRQUEZ
            Quien se expresa en esos términos, categóricos e imperativos, pronto cumplirá 94 años. Entro a su habitación en la Clínica del Centro Médico Docente La Trinidad, recuperándose de uno de sus achaques, y no escucha mis pasos. Está reconcentrado, inmerso en la lectura del último libro de Felipe González, obedeciendo a sus dos grandes pasiones: la política y la lectura. La diabetes le obliga a usar gruesas gafas de aumento, lo que no obsta para que aproveche cada segundo de su vida en aprender, con una infatigable curiosidad intelectual y una insaciable sed de conocimientos. Se le han agotado las pilas de sus audífonos y debo responder a su sonriente saludo pegándome a sus orejas y gritando a todo pulmón.

            Estamos solos. Iván, su diligente hijo, acaba de salir. Y Yajaira, su esposa y alimento espiritual y sentimental cotidiano, anda en busca de pilas para sus prótesis auditivas. Estamos solos, con la discreta compañía del único sobreviviente de la Junta Patriótica, nuestro querido amigo y compañero Enrique Aristeguieta Gramcko, cuya presencia no ha sido advertida aún por Pompeyo. Por los ventanales se ve caer una llovizna pertinaz y el silencio del pabellón sólo es interrumpido por nuestra conversación. El motivo de la visita no era otro que el de darle ánimos al más valioso de nuestros patriarcas, pero sabemos que nada anima más a Pompeyo que llevarlo al terreno de su incombustible amor por la política y por Venezuela. De modo que es él mismo quien comienza a darnos sus opiniones sobre el momento histórico que vivimos.

            “Esta es la crisis más grave y profunda de cuantas se vivieran en el siglo XX. Por donde metas la mano te encuentras con la crisis. La crisis es política, la crisis es social, la crisis es económica, la crisis es cultural. Es una crisis sistémica que ni puede abordarse parcialmente ni puede ser enfrentada sin salir de este gobierno y de este régimen. Sin un cambio profundo de gobierno y de régimen, nos hundiremos en el abismo. Hoy estamos al borde. Si no nos unimos y nos proponemos salvar a Venezuela, perderemos la República.”

            “Adónde mires te encontrarás con la crisis: las colas, la inflación, el desabastecimiento, la inseguridad. Todos esos problemas son bombas de tiempo que ya están a punto de estallar. Y la MUD tiene la oportunidad y la responsabilidad histórica única de incidir en ella para lograr el cambio. Un cambio profundo y verdadero.”

            ¿Por cuales vías, querido Pompeyo? – le gritamos al oído, haciendo que un médico se asome a nuestro cuarto y nos pida autorización para cerrar la puerta. “Por todas las vías posibles. En primer lugar, hay que prepararse en el terreno electoral, que es inevitable. Pero de nada vale si no incidimos en intervenir al mismo tiempo en el trabajo activo con la gente, con el pueblo. Es el pueblo quien decidirá en último término la resolución de esta crisis. La gente que sufre por la falta de alimentos, de servicios básicos, la inseguridad, la carencia de atención médica. Y el movimiento estudiantil, que es y siempre ha sido la punta de lanza de la oposición democrática. Ninguna de las crisis que vivimos en el siglo XX pudo ser resuelta sin la intervención generosa y desinteresada de la juventud venezolana, que ha sido el factor fundamental para el desarrollo democrático de Venezuela, desde 1928.”

            ¿Qué mensajes quisieras enviarle?

            “Que asuma la salvación de Venezuela como la principal de sus banderas. Tenemos que salvar a nuestro país, que está al borde del abismo. Y repito: no se trata de una personalidad, de un partido, de un grupo, de una clase: se trata del país, se trata de Venezuela. Hay que dejar todas las ambiciones y todas las mezquindades y no pensar en otra cosa, no aspirar a otro objetivo que en salvar a Venezuela, que está a punto de desaparecer.”

            “Y no puedo dejar de mencionar a nuestros presos políticos. Yo, que he sido un preso político y he pasado los mejores años de mi vida preso o en la clandestinidad – 10 años, como Santos Yorme, un luchador clandestino contra Pérez Jiménez – comprendo perfectamente cómo estarán sufriendo nuestros presos políticos, cómo estarán sufriendo sus familias, sus esposas, sus hijos. Y quisiera expresarle a Leopoldo todo mi cariño, todo mi afecto, toda mi solidaridad. ¡Desde aquí te abrazo, querido Leopoldo! Y desde luego a sus padres, a Lilian Tintori, a sus pequeños hijos. ¡Libertad, libertad, libertad! ¡Esa debe ser la principal consigna de nuestros jóvenes! La libertad y la salvación de Venezuela!”

            Enrique Aristeguieta se acerca a saludarlo y la sorpresa emocionada de Pompeyo no tiene límites. “¿Leíste mi último artículo, Enrique, en donde te menciono?” Se vuelve a mi y me dice conmovido: “Nos conocimos con Enrique, que es por cierto el último sobreviviente de la Junta Patriótica, el mismo 23 de enero del 58. Salía yo por primera vez de la clandestinidad para respirar y vivir el aire de la libertad, el fin de la dictadura, la brutal represión y la persecución y fue a Enrique a uno de los primeros compañeros a los que le estreché la mano.”

            “Proveníamos de aceras distintas” – tercia Enrique – “pero nos unían un propósito y un sentimiento común, tal como ahora. Liberarnos de la opresión y conquistar la libertad para Venezuela, impedir su disolución.”

            No le he soltado la mano a Pompeyo, que se ha conmovido por la emoción del recuento. ¿No estás deprimido, Pompeyo? ¿No estás pesimista? – le pregunto.

            “Sin ninguna jactancia, que no suelo caer en ellas: nunca he estado deprimido. Ni en los momentos más difíciles de mi vida. Y pronto cumpliré 94 años. He sido un luchador. Pasé los mejores años de mi vida preso o en la clandestinidad. Pero siempre fui optimista. Salí de la clandestinidad para convertirme en Senador por Caracas. Fui ministro en dos presidencias. Y aquí estoy, quebrantado, pero firme. La resonancia magnética dio excelentes resultados. Estoy vivo y lleno de esperanzas. Y de morirme, espero morirme en democracia. Es mi último deseo y el más profundo.”

            Nos miramos Enrique y yo, emocionados. “¡Qué alegría me han traído!” exclama Pompeyo. Me mira emocionado y me dice una frase, que se la agradezco con el corazón: “Hijo. Gracias hijo, por haber venido”. Pues en Caracas no sólo encontré el amor de mi vida, sino un padre espiritual que ha sido mi principal guía política en estos tiempos de perplejos.

            Que Dios lo guarde.

Antonio Sanchez Garcia
sanchezgarciacaracas@gmail.com
‏@Sangarccs

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jueves, 6 de noviembre de 2014

ANTONIO SANCHEZ GARCIA, ESPAÑA EN LA ENCRUCIJADA

ANTONIO SANCHEZ GARCIA

Los pueblos, como las personas: no aprenden en carne ajena. Si así no fuera, hace ya más de dos mil años hubiéramos dejado de vivir en “este valle de lágrimas”. A cada ser humano, como a cada generación, le corresponde su pesada cuota de duro aprendizaje. Siempre desde cero. De lo contrario, ¿cómo se entiende tanto tropiezo sobre la misma piedra? Ningún mito lo ha expresado de manera más cabal que el de Sísifo: la siempre inconclusa tarea de intentar alza la vieja y pesada piedra de nuestros errores, para verla rodar una y mil veces al pie de la montaña. 

            Confieso no sin cierta vergüenza haberme desayunado con el golpe de Estado aquella siniestra madrugada del 4 de febrero de hace veintidós años. Hasta segundos antes de la llamada que me despertara de un sueño profundo y reparador, plagado de inocencias, con la infausta noticia de que Rodríguez Torres, el mismo que viste y calza, estaba ametrallando La Casona con la intención de masacrar a la familia presidencial, hubiera puesto mis manos al fuego asegurando que Venezuela era, después de Alemania Federal o Suiza, el último de los países en que podría ocurrir un pinochetazo. Fue un mazazo que echó por tierra todas mis ilusiones de esperar el transcurso de mi adultez en la quietud y la calma de un hermoso país de ensueño. Supe de un solo golpe que el maestro de Antonio Gramsci, el filósofo italiano Antonio Labriola, lo había anticipado de una vez y para siempre: sólo tú, estupidez, eres eterna.


            Viví el admirable y fructífero esfuerzo de la sociedad española por zafarse del sino de la reja, la tortura y la metralla – como reza ese estremecedor poema de Rafael Alberti musicalizado por Soledad, mi esposa -, y creí que tras ese maravilloso ejemplo de entendimiento nacional entre izquierdas y derechas, franquismo, socialismo y comunismo incluidos, varias generaciones de españoles podrían nacer, crecer y morir sin los siniestros sobresaltos de la estupidez.

            Casi cuarenta años cumplidos y he aquí la piedra, ya al borde de la cima, venirse guarda abajo con el clásico estruendo de los imbéciles. Algunos notables herederos del esfuerzo – ladrones, agalludos, insolentes, avaros, ambiciosos, deshonestos y ruines – y los nuevos vengadores – oportunistas, inmorales, arribistas, ávidos de poder y de gloria – agarrándose las carnes de la España eterna a dentelladas. De ese lado los Pujols de la España antifranquista, con su cortejo de populares y socialistas prevaricando de las instituciones del Estado, cebándose en el esquilme de tarjetas de crédito,  gastos de representación y contratos que ascienden a millones y millones de euros, sin una pizca de moralidad pública. Y de este lado unos muchachitos inescrupulosos que llevan pegado a los mocos las aspiraciones del Poder a como de lugar, cueste lo que cueste, prométase lo que se prometa, sin siquiera pensar en la ruina y la devastación que causarán a una nación herida por la disgregación, el fanatismo, las estúpidas utopías.

            Dos fracasos me habían alertado por entonces acerca del temible, del aterrador daño que causan las utopías: la revolución estudiantil europea y la Unidad Popular chilena. De ambos fracasos había obtenido la convicción de que las revoluciones, o lo que a ellas se le pareciese, sólo provocan desastres, frustraciones y sufrimientos. Creí, equivocadamente, que la templanza del Caribe bajo la sabia administración de una clase política sufrida y forjada en el destierro, sorprendentemente sabia y experimentada, había terminado por rendir sus frutos en una democracia honorablemente pasable, que en política, como en ninguna otra esfera de la vida, vale el refrán que dice que "lo mejor es enemigo de lo bueno". La venezolana era una buena democracia, hasta que la irresponsabilidad de los inconscientes la desequilibró, sacándola de quicio para prepararla a recibir el virus de la utopía – si es que los rebuznos de su golpismo militar cívico pueden ser travestidos de utopía, - para traerla a estos andurriales de la inmoralidad, el latrocinio, la sangrienta prostitución de su vida pública.

             A pocos meses de haber asomado su cabeza caliente por entre los tumores cancerosos del PP, del PSOE y sus aledaños un partido nacido de las entrepiernas del castrochavismo, financiado por los ladrones venezolanos e inoculados con el Ébola de la política caribeña, se convierte en la primera fuerza virtual de la sociedad política española. Se llama, sin ningún afán de originalidad, PODEMOS, nombre prestado por el oportunismo latinoamericano. Y de un sorprendente 10% bautismal con que fuera detectado hace pocos meses por encuestas de opinión ha brincado, como lo reporta El País dominical, a constituirse en la primera opción electoral de los españoles. Por sobre el gobernante PP y el opositor PSOE.

            Nada se sabe de sus fraguadores ni qué programa político pretenden, salvo que algunos de ellos han sido asesores de Hugo Chávez y Nicolás Maduro,que los han respaldado financieramente, se sienten depositarios de las enseñanzas del Foro de Sao Paulo, admiran a los hermanos Castro y crecen al ritmo del humus del descontento de la sociedad civil española, profundamente irritada, y con razón, por la desvergüenza del aventurerismo de los viejos caciques, alimañas adosadas a las ubres del erario como sanguijuelas.

            Salvo una reacción inesperada y asombrosa, la putrefacción que ha gangrenado al cuerpo administrativo de la política española seguirá su curso y los escándalos continuarán su siniestra dialéctica reproductora: sólo el escándalo de hoy puede tapar el escándalo de ayer. Los partidos no sabrán ni podrán reaccionar, aumentando el caudal del desprestigio. Y lo que es verdaderamente grave y preocupante: del rechazo a los políticos corruptos se pasará al rechazo a la política y del rechazo a la política, al rechazo a los partidos del establischment y a la democracia representativa misma.

            El camino se habrá abierto al vampirismo populista, al caudillismo y a la autocracia. Fue lo que vi estampado en bronce un mediodía de un 4 de febrero de 1992 cuando un viejo caudillo venezolano, consumido por el odio, el rencor, la soberbia y la ambición le retiró el respaldo al régimen democrático que él mismo había contribuido a construir, preparando el asalto al Poder de la canalla fascista.

Dios proteja a los españoles. 

Antonio Sanchez Garcia
sanchezgarciacaracas@gmail.com
‏@Sangarccs 


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domingo, 24 de agosto de 2014

ANTONIO SANCHEZ GARCIA, LA CONCERTACIÓN NACIONAL CHILENA: MITO Y REALIDAD

EL TRAUMÁTICO, ACCIDENTADO Y DIFÍCIL PARTO DE LA CONCERTACIÓN DEMOCRÁTICA CHILENA


A Carlos Blanco

         Una sesgada, ignara y falsificada visión de los hechos que llevaron a la salida de Pinochet en 1990 ha querido hacernos creer durante muchos años de dictadura chavista no sólo que ambas: la de Pinochet y la de Chávez (hoy Maduro) participan de los mismos caracteres políticos, así como económico estructurales – una falacia estratégica de graves consecuencias tácticas -, sino que su salida misma fue un tránsito sobre algodones: los demócratas se pusieron de acuerdo con los anti demócratas, fueron a votar un día de fiesta y jolgorio, ganaron el plebiscito los demócratas, Pinochet se fue feliz a su casa y los vencedores bajaron a la playa, comieron perdices y fueron felices. The End. Walt Disney Productions.


Nada más falso, así esa edulcorada falsificación de los hechos sirva de coartada al cataléptico electoralismo de partidos y personalidades que hacen vida en la MUD y provea la anestesia ideológica a fablistanes y académicos empeñados en contarnos una de vaqueros. Incluso a ex comandantes guerrilleros, a quienes la vida parece haberles mellado los colmillos. La estricta verdad es que a un año de realizarse el Plebiscito sobre la aceptación o rechazo a la continuidad en el gobierno del general Augusto Pinochet, ni existía la Concertación Democrática ni la política mayoritaria en el seno de las fuerzas democráticas apuntaba a participar en el plebiscito pautado en aplicación de las disposiciones transitorias (27 a 29) de la Constitución Política de 1980 a iniciativas del general en jefe de la Fuerza Aérea de Chile y miembro de la Junta de Gobierno Fernando Matthei.

Lo que realmente existía eran dos vectores de fuerzas opositoras: la Alianza Democrática, fundada en 1983, que unía a los partidos Demócrata Cristiano, Social Democracia, Radical, Unión Socialista Popular y Derecha Democrática Republicana (Partido Republicano desde 1985) y a los que en 1985 se unieron los socialistas renovados (sector Briones-Núñez) y el Partido Liberal. En Septiembre de 1983 los partidos de izquierda que no habían integrado la Alianza Democrática constituyeron el Movimiento Democrático Popular (MDP). La naturaleza rotativa de la dirección de la Alianza Democrática quedó claramente establecida el mismo año de su fundación, cuando fuera presidida por Gabriel Valdés, Hugo Zepeda Barrios, Enrique Silva Cimma y Ricardo Lagos.

La Alianza Democrática tenía un solo objetivo: exigir la renuncia de Augusto Pinochet y avanzar hacia la celebración de una Asamblea Constituyente. Si apurando las cosas se quisiera cometer el pecado venial de establecer paralelismos inútiles entre el proceso chileno y el venezolano, que no conducirían a mayores, más correspondería encontrar su correspondencia en el Congreso Ciudadano que en la MUD, carente, al día de hoy, de toda política que no sea la de esperar sentados por las elecciones parlamentarias de diciembre del 2015 y las presidenciales del 2019.

Para terminar de embrollar las cosas, y dado que en las conversaciones iniciadas por todos los factores opositores en concordancia con la Iglesia chilena y llevadas inicialmente adelante por el ministro del interior Sergio Onofre Jarpa, por parte del régimen – destituido poco después por el presidente Pinochet, que lo desautorizara - no fuera incluido el Partido Comunista, éste decidió implementar un cinematográfico atentado, proyectado en La Habana en 1980 y retomado operativamente en la misma Habana en 1984, que tendría lugar en 7 de septiembre de 1986. 

Traducido en proyectos políticos concretos: la oposición chilena estaba dividida en tres acciones estratégicas a futuro inmediato: la renuncia de Pinochet, a la que apostaban los principales dirigentes de la futura Concertación Democrática; el asesinato de Pinochet, al que apostaban los comunistas y su brazo armado, el Frente Patriótico Manuel Rodríguez, dirigido, entrenado, coordinado y armado por Fidel Castro; y lo que el curso de los acontecimientos terminara decidiendo: un plebiscito que no había sido decidido por ninguna de las fuerzas mencionadas, sino por la propia Junta de Gobierno bajo la jefatura del general Augusto Pinochet Ugarte.

El atentado no fue una escaramuza ni siquiera en sueños una guarimba universitaria: fue una acción de guerra, perpetrada tras años de preparación en Cuba y sobre el terreno, participaron varios experimentados comandos guerrilleros armados hasta los dientes – a última hora los RPG7 vietnamitas fueron suplantados por los lanzacohetes M72 LAW norteamericanos – con armas largas y cortas de alto calibre previamente internados por toneladas en el Norte de Chile por los cubanos y aunque el principal objetivo salió con vida, frustrando el intento, murieron cinco escoltas y once resultaron con heridas de diversa consideración. Con un resultado político verdaderamente estremecedor: de no implementarse una salida política, pacífica, democrática, en Chile podía desatarse una guerra civil de incalculables consecuencias.

Fue el campanazo que precipitó los acuerdos y enserió los entendimientos. De manera que la llamada Concertación de Partidos por la Democracia, o Concertación Nacional, no ve la luz sino el 2 de febrero de 1988, exactamente a ocho meses de celebrarse el plebiscito del 6 de octubre de ese mismo año. Que ella no había ni siquiera sugerido y al que se pliega comprendiendo que, tras las señales de la Iglesia, los partidos de derecha, las fuerzas armadas e incluso sectores del pinochetismo las condiciones apuntaban hacia la posibilidad de salir victoriosos, si el régimen no forzaba la barra, lo suspendía o implementaba un monumental fraude. Lo que no fue el caso. 


¿Las razones? La dictadura de Pinochet no pretendía instaurar el castrocomunismo en Chile, sino restaurar la institucionalidad democrática, reformar el Estado, potenciar el emprendimiento y sacar al país del marasmo en que lo hundiera el proyecto castrocomunista de Salvador Allende y la Unidad Popular. Si los portavoces de la MUD no lo entienden, peor para sus mandantes. Como bien decía Antonio Labriola, el filósofo italiano padre espiritual de Antonio Gramsci: “sólo tú, estupidez, eres eterna”.

Antonio Sánchez García 
anchezgarciacaracas@gmail.com
@sangarccs

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martes, 20 de agosto de 2013

ANTONIO SANCHEZ GARCIA, DE AQUI A LA ETERNIDAD, EL DESAFIO DEL 8D

1
Sobran razones para la desesperación, el desánimo y el despecho. Nos sabemos mayoritarios, asunto que ya absolutamente nadie en el seno opositor cuestiona –como sucediera, bien por el contrario, hasta antes del 14 de abril. Y que hasta entonces solo los más osados proclamáramos.

No conozco a un solo opositor – de Teodoro Petkoff a María Corina Machado y de Ramón Guillermo Aveledo a Antonio Ledezma – que lo ponga en duda. Un hecho de extraordinaria importancia, pues además de sabernos mayoritarios, sabemos casi con absoluta certeza que esa voluntad ciudadana no dejará de serlo y expresarlo. Y un pueblo que se sabe mayoritario, procede en conciencia y atiende con temple y esperanza al llamado del destino es invencible. 


El pueblo democrático venezolano es mayoritario, le asiste la razón y jamás ha perdido las esperanzas. Su victoria será inevitable. A pesar de lo cual no faltan los desesperados, los desanimados, los despechados.

Esa contradicción entre el sustrato real de nuestras luchas y la conciencia que las acompaña se nutre de la profunda asimetría entre los medios con que se impone la dictadura y los medios con que combatimos los demócratas. Y la apariencia de invencibilidad que muestra el poder. Una apariencia basada en el control totalitario del Estado, frente al cual nos sentimos inermes y extraviados. Ese inescrupuloso y brutal control de las instituciones, la ilimitada perversión de quienes las manipulan a su antojo, la pérdida de esencia y contenido de aquellas que debieran regular la justicia e imponen la injusticia, la imposición policial del caos, la pasividad y apatía con que deambulan quienes debieran ponerle coto con sus armas al desafuero y lo asisten cómplices, traicionando la esencia de sus tradiciones, bajo las órdenes superiores de un Estado Mayor carcomido hasta la médula por su inconciencia moral.

Esa asimetría encuentra su clave en la disposición de la barbarie de llegar hasta sus últimas consecuencias – el crimen y el asesinato – para imponer sus viles y aviesos propósitos de dominación totalitaria, y el pacifismo de quienes no pueden enfrentarlos en el mismo terreno – el terror con el terror, el ojo con el ojo – sin traicionar sus más íntimas convicciones democráticas. Es la compleja disparidad entre quienes persiguen la guerra y quienes abrogan por la paz. Una situación que, llevada al extremo, conduce al callejón sin salida de quienes carecen de legitimidad y se asientan en el abuso, el crimen, el terror. Un duelo que, como lo demuestra la historia, termina siempre a favor de la paz. Como lo están demostrando los hechos: sin el robo, el fraude, el terror Nicolás Maduro no podrá ganar una sola elección en Venezuela. Desde el 2007, pero en particular desde la muerte de Chávez, la derrota del régimen en el terreno de las mediciones electorales es una condena de la que no se podrá zafar por más esfuerzos que intente.

2

He conminado insistentemente a nuestras organizaciones civiles y políticas para que enfrenten los abusos e irregularidades del ministerio de elecciones. Y comprendo, como mía propia, la desesperación de quienes votamos con la dolorosa conciencia de que en Venezuela, por lo menos desde el 15 de agosto de 2004, cuando fuéramos víctimas de un fraude descomunal, se vota, pero no se elige. A pesar de lo cual, y sin que hayamos hecho uso de las legítimas acciones a que nos faculta la Constitución, el régimen se ha ido hundiendo en una irremediable maraña de contradicciones, crisis sistémicas y reiteradas, y se vea ante un sombrío panorama que no hace más que oscurecérsele. El desastre económico y social producto de su colosal ineficiencia y sus absurdos proyectos de dominación hegemónica los tiene al borde del abismo. Si Chávez dizque ganó las últimas elecciones a las que se presentara – por cierto, extenuado y exangüe por el esfuerzo inhumano al que lo sometiera el castrismo -, su precio fue precipitar su muerte.

No cuentan Maduro, los esbirros que le acompañan y la nomenklatura cubana que lo apuntala con la más mínima posibilidad de conquistar el respaldo popular de Venezuela. Van a redropelo de la historia. Con su muerte, Chávez arrastró consigo a sus mesnadas uniformadas y al grueso de las fuerzas que lo seguían con tribal y supersticiosa religiosidad. Dígase lo que se diga, ni el chavismo lumpenesco y popular ni la Fuerza Armada Nacional son lo que fueran: se evanescieron. Los jolgorios monumentales y las escuadras de Molero Bellavia, Rangel Silva y Alcalá Cordones fueron apartados de un manotazo del escenario de la historia. Con Chávez se murieron el chavismo y todas sus concomitancias. Para bien del futuro de Venezuela.

Estos hechos acorralan al régimen, cuya desesperación lo tiene de pataleo en pataleo. Se le trancó la vía electoral y por más esfuerzos, pujos y deseos que tenga, un autogolpe que termine por apalear la lámpara y entronizarlo en un régimen de fuerza parece cada día más alejado de las posibilidades reales. Lo que no implica, en absoluto, que la vía a la radicalización, la represión, la violencia y la estafa –incluso la siembra de muerte y destrucción – esté sellada. La bestia está grave e irreparablemente herida, pero sus garras y colmillos están intactos.

Aunque los muertos que causan ya no son los manifestantes de Puente Llaguno. Son humildes ciudadanos que creyeron en Chávez, y que no mueren en una epopeya bolivariana sino en una desesperada búsqueda de una lata de leche en polvo o un kilo de harina pan, aplastados por la desesperación de una clientela igualmente chavista, angustiada de verse con las manos vacías. Una masa creciente de descontento y frustración que si llegara a protagonizar un Caracazo apartaría de un manotazo a la inmundicia que usurpa el Poder. Pero llevándose por delante, seguramente, a justos y pecadores. Y abriendo una caja de Pandora que podría desatar todos los demonios.

Es el peligro inminente de una rebelión civil que comienza a asomar los colmillos y precipita las movidas de los usurpadores para amenazar, cerrar o comprar medios e impedir el efecto multiplicador de la pantalla. ¿O no sabe la ciudadanía de la cantidad aterradora de protestas civiles que sacuden al país de Sur a Norte y de Este a Oeste?

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Fernando Mires señaló un hecho crucial para explicarse la avanzada de la criminalidad política que hoy impulsa y sostiene al régimen. Carente de legitimidad, el populismo en su fase terminal no tiene más recursos que la violencia hamponil. Cuajado de desbordes de matonaje y violencia física, como la protagonizada el martes 30 de abril en la asamblea por las huestes de Diosdado Cabello contra los diputados de la oposición María Corina Machado, Julio Borges y otros. Refrendada por la violencia verbal, la vulgaridad, la grosería y la estupidez vivida la noche del martes 13 de Agosto en el mismo recinto. Cuando uno de los espalderos más impresentables de Chávez las emprendiera contra el líder de la Venezuela democrática, Henrique Capriles.

Sería un grave error de cálculo pensar que esa violencia hamponil se detendrá allí. La persecución a personalidades opositoras se sirve de todos los medios imaginables y no tiene prurito alguno en recurrir al atentado, a la golpiza, al asesinato, la muerte. La pérdida de legitimidad los ha puesto al desnudo y heridos de muerte en sus pretensiones dictatoriales no tendrán otro freno que la unidad férrea de la oposición tras su liderazgo político y cultural.

Es en ese contexto, consciente de nuestras fortalezas y debilidades, que considero la inmensa trascendencia de las elecciones del 8 de diciembre. Perfectamente en claro que Henrique Capriles está cumpliendo con encomiable tenacidad, virilidad, temple y madurez la difícil empresa que ha decidido encarnar: la liberación de nuestra Patria. Y que carentes de otros medios de aparente mayor contundencia, como las armas, los cuarteles y las divisiones o las cuadrillas de matones y esbirros del hamponato castro chavista, la masiva participación electoral puede constituir un golpe formidable, irreparable y definitivo para la tambaleante satrapía que nos desgobierna. Un irrenunciable objetivo de alta política.
Es por las mismas razones que me acongoja la decisión de mi admirado amigo y compañero Antonio Ecarri, un venezolano honorable que podría llegar a jugar un papel de gran trascendencia en el futuro político de nuestro país, de ir a contracorriente de la voluntad unitaria de la oposición y poner en peligro el objetivo más trascendental de estas elecciones: la reconquista del municipio Libertador. La misma objeción podría planteársele a Ismael García, cuya nominación Ecarri cuestiona con razones para él suficientes. En ningún caso como para poner en peligro la reconquista de la democracia. Como es matemáticamente imposible que divididos impidan la victoria del adversario, les hago a ambos un llamado de urgente patriotismo: unan sus fuerzas. La victoria moral de quien aprecio como a un familiar lo situaría en un papel estelar para nuestro fecundo futuro. Si la oposición gana Libertador y la Alcaldía Mayor, es decir: si la oposición se hace con el poder de la capital de la República, la victoria final será arrolladora. Y estará a un paso. No comprenderlo es un crimen de lesa política.


@Sangarccs.


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jueves, 17 de noviembre de 2011

ANTONIO SÁNCHEZ GARCÍA: LOS CINCO DE LA FAMA

A Antonio Ledezma, el gran ausente

La democracia no es una película de estreno. Es una realidad que se construye día a día, que busca el curso por donde expandirse y desarrollarse y que debe ser nutrida con nuevas ideas con tenacidad e imaginación, sin descanso, ininterrumpidamente. Ya está naciendo la democracia del siglo XXI. Es la que verá la luz con todo su esplendor el 7 de octubre de 2012.

            “Ricardo Lagos se transforma en el líder indiscutido de los opositores del régimen de Pinochet, cuando participa el 25 de abril de 1988 en el programa político De cara al país de Canal 13, el que realizó un ciclo con los principales dirigentes de los partidos políticos legalmente inscritos, durante el capítulo correspondiente al Partido Por la Democracia, al que asiste como su Presidente, en una actitud valiente para esos tiempos señala que el triunfo del «No» será "el inicio del fin del gobierno de Pinochet" e "impedirá que el general Pinochet esté 25 años en el poder". Lagos mira a la cámara y levanta su índice para decirle directamente a todos los televidentes: "Usted, general Pinochet no ha sido claro con el país [...] Le voy a recordar, que el día del plebiscito de 1980 dijo que usted no sería candidato para 1989 [...] Y ahora, le promete al país ocho años más de tortura, con asesinato, con violación de los derechos humanos. Me parece inadmisible que un chileno tenga tanta ambición de poder, de pretender estar 25 años en el poder".

Ni una palabra de más ni una palabra de menos: ese simple gesto de coraje de un académico desconocido por las grandes masas, el dedo apuntando al rostro de su mortal enemigo que imaginaba observándolo desde su alcázar de La Moneda, y ese pequeñísimo discurso cambió el curso de la historia de Chile, derrumbó los portones de las cárceles de la dictadura y abrió las anchas alamedas entrevistas por Salvador Allende cuando acariciaba la culata del fusil con el que se quitaría la vida para evitar la humillación y el oprobio.

La historia suele ser injusta. Un nieto de Ricardo Lagos le preguntó recientemente qué historia era esa del dedo suyo de la que tanto se hablaba.  Con palabras sencillas para hacerle comprender lo acontecido se vio atribulado por la ingenua y espontánea respuesta de su nieto: “Abuelo, ¿y eso fue todo?”.

Eso fue todo. Un gesto, una palabra dicha en el momento oportuno, una decisión intempestiva, pudo torcer el curso de la historia. Que contrariamente a lo que se cree, avanza dando saltos y aprovechándose de cualquier pretexto, como un dedo acusador dirigido al rostro de un tirano. ¿Cómo olvidar ese discurso breve, lleno de emotividad y grave circunspección, con el que Winston Churchill con voz firme pero temblorosa se dirigió a la Inglaterra azotada por bombardeos inclementes y la amenaza de una invasión que podría acontecer en cualquier momento, para no ofrecerle nada, muchísimo menos el apaciguamiento ante Hitler que ofrecía el primer ministro Chamberlain, su predecesor, sino el dramático pedido de sacrificios, sangre, sudor y lágrimas? ¿Cómo olvidar su desprecio ante los timoratos, cuando les dijo en el rostro: ofrecisteis la paz. No la lograste. Obtuvisteis la guerra.

En esos y en muchísimos otros actos aparentemente intrascendentes que cambiaron el curso de los acontecimientos he pensado desde este lunes 14 de noviembre, cuando a las 8 horas en punto de la noche, cinco ilustres venezolanos se dirigieron en nueve oportunidades y durante no más de un minuto exacto a la audiencia que llenaba el Aula Magna  y a través de las pantallas, al país y al mundo entero.

            Era la primera vez en trece largos años, que jamás he dudado en calificar de dictatoriales, en que el país asistía a un acto de esa dimensión y de esa envergadura. Perdida la capacidad de comprender el momento histórico que estamos viviendo, sea por la grave enfermedad que padece, sea por cansancio en un agotador y estéril ejercicio del poder por el poder, cometió Hugo Chávez un error imperdonable. Encadenó al país para demostrar su omnipotencia, imponiéndonos la asistencia teledirigida a un acto propagandístico intrascendente y banal. Para someterse, finalmente, a las expectativas despertadas por el debate de los precandidatos a las elecciones presidenciales y permitir la transmisión del evento. Obviamente, sin cadenas, pero con una audiencia absoluta.

            Logró así lo que ni el más avezado experto en manipulación mediática se hubiera siquiera propuesto: contrastar la imagen de un hombre seriamente enfermo, desfigurado, abatido y consumido por el rencor y el odio con la de cuatro jóvenes figuras frescas y en la plenitud de sus facultades, acompañados por un diplomático experimentado y decidido a enfrentarlo en todos los terrenos. Escoltados por un auditórium expectante de estudiantes universitarios anhelantes de un cambio profundo e irreversible en la conducción de los asuntos públicos de nuestro país. Una confrontación dialéctica  entre un pasado que agoniza y un futuro que puja por enseñorearse del país. La vieja y siempre subyacente contradicción entre civilización y barbarie que ha signado todos los avatares de nuestra atribulada historia. “Un viejo gobierno de difuntos y flores”, como lo cantaría el trovador cubano Silvio Rodríguez, enfrentado a una era que, en sus mismas bellas palabras “está pariendo un corazón”.

            No se extinguían ni las imágenes ni las palabras llenas de soberbia, de inquina, de desprecio y brutalidad cuartelera, y ya se asomaban los rostros de cinco venezolanos dispuestos a enseñarle al país sus propósitos, sus proyectos, sus ideas, su decisión de asumir la conducción del país para rescatarlo del naufragio y llegar al puerto seguro de la reconciliación nacional, la paz, la seguridad, la prosperidad y la justicia.

            Nadie, ni siquiera los jóvenes universitarios que lo promovieron con tanta tenacidad y empeño, venciendo las suspicacias, los temores y las naturales angustias de quienes jamás se habían enfrentado a desafío semejante –un ejercicio democrático olvidado en un país degradado a cuartel – pudieron imaginar el éxito de esta maravillosa aventura. Los jóvenes, una vez más, han puesto la pica en Flandes. Renace la esperanza.

            Quienes aún creen que éste no es más que un mal gobierno tuvieron ocasión, gracias a la sabia y valiente intervención de Diego Arria, de abrir los ojos: este es un  gobierno dictatorial bajo la férula de un tirano. La primera y principal tarea es derrotarlo, pues es y será el principal escollo a la solución de nuestros problemas. Y quienes se niegan a reconocer la calamidad pública que se enseñorea desde Miraflores, con su trágico saldo de muerte, ignorancia, ruina y desolación, pudieron recibir una cuenta rigurosa, exacta y comedida de las razones de nuestros males y las formas de resolverlos. Todos, sin excepción, tuvieron la lucidez y el coraje de denunciar las causas del mal y su causante. De allí la naturaleza histórica, trascendental de estas primarias y la necesidad irrevocable de derrotar a la tiranía.

            No fue un debate. Pero de las breves y concisas exposiciones se derivan diferencias sustantivas. María Corina Machado, deslumbrante en su elocuencia y convicción, tuvo el coraje de señalar la causa principal de nuestros graves problemas: el anti capitalismo subyacente no sólo al régimen, sino a la cultura dominante y a su clase política en particular. Su defensa del supremo derecho a la propiedad privada tiene un valor que trasciende los límites del encuentro: junto al diagnóstico de Diego Arria, el acento en la necesidad de emprendimiento nacional, de abrir el país al impulso de la empresa privada y el libre mercado, las inversiones nacionales y extranjeras, públicas y privadas sostenido por María Corina constituyó la médula de propuestas por un cambio radical, profundo, verdaderamente revolucionario de nuestro país.

            En esa misma tesitura se expresaron los otros candidatos: Leopoldo López poniendo el énfasis en la naturaleza social del cambio, Capriles en la educación, Pablo Pérez en la reconciliación nacional. De haberse planteado un auténtico debate, esos hubieran sido temas esenciales: el rol del Estado en la transformación revolucionaria de la sociedad venezolana, el papel de las Fuerzas Armadas en la preservación de la institucionalidad democrática, la importancia de la empresa privada y el emprendimiento en el desarrollo económico del país, la necesidad de una Constituyente – como lo planteara Diego Arria -, para abrir paso a un proceso de reinstitucionalización del país, la política a seguir frente a PDVSA y su reconversión en una empresa altamente productiva, palanca del desarrollo de un capitalismo venezolano, el montaje de un poderoso sistema de seguridad social siguiendo notables ejemplos, como el de la sociedad chilena, los énfasis en la creación de un sistema educativo moderno, la inserción de nuestra economía en la globalización, etc., etc.

             De allí nuestra propuesta a un segundo debate en el que se confronten las diferencias estratégicas entre los programas de gobierno de los precandidatos. ¿Son reconciliables las propuestas de un capitalismo popular de María Corina Machado con las que pueda plantear un socialdemócrata como Pablo Pérez? ¿Comparte Henrique Capriles la radicalidad de Diego Arria en el tratamiento de las fuerzas armadas y la realización de una constituyente? ¿Estaría Leopoldo López de acuerdo con una estatización del sistema de salud?

            La democracia no es una película de estreno. Es una realidad que se construye día a día, que busca el curso por donde expandirse y desarrollarse y que debe ser nutrida con nuevas ideas con tenacidad e imaginación, sin descanso, ininterrumpidamente. Ya está naciendo la democracia del siglo XXI. Es la que verá la luz con todo su esplendor el 7 de octubre de 2012.

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domingo, 29 de mayo de 2011

ANTONIO SÁNCHEZ GARCÍA: LOS ATAQUES A LA IGLESIA

Saciar su odio, por ahora, en los símbolos sagrados de nuestra religiosidad, muestra una tendencia en extremo peligrosa. Desencajar la convivencia pacífica para impedir que la historia – que comienza a juzgarlos – se cumpla de manera inexorable en un futuro cercano. Los molinos de los dioses muelen despacio, cantaba Homero. En Venezuela ya culminan su faena. Que cuando les llegue la hora, Dios los encuentre confesados

Los tiranos detestan las religiones y odian las iglesias. Si así fue desde el origen de los tiempos, con el marxismo llegaría a mediados del siglo XIX  al paroxismo: encontró en el materialismo histórico su perfecta justificación temporal y con el materialismo dialéctico su perfecto enmascaramiento ideológico.  Lenin alcanzaría el clímax de la justificación de pogromos y sacrilegios con su famosa sentencia: “la religión es el opio de los pueblos”. Tuvo así el fundamento teórico de la aniquilación de la iglesia en todas las Rusias y la legitimación del asalto al Poder totalitario. Frente al cual y en respeto de las tradiciones han sido las iglesias, y seguramente lo seguirán siendo, el más formidable dique de contención.

    Si el comunismo no toleró convivencia alguna con la iglesia ortodoxa, que persiguió de manera implacable, aunque inútilmente,  el nazismo aceptó la católica y la protestante solamente subordinadas al Führer.

Si bien de orígenes piadosos – Hitler fue católico y Stalin seminarista – ambos rechazaban cualquier intromisión de la iglesia en los asuntos mundanos. Particularmente si era ejercida en defensa de los derechos humanos. No toleraban la competencia de un Poder superior y aspiraban a constituir sus sistemas de dominación sobre la base espiritual de religiones ateas. La estatolatría como religión, el partido como su iglesia. El caudillo, coronando la santísima trinidad del Poder.

    Que ni Stalin ni Hitler consiguieran arrancar del alma de sus pueblos el sentimiento religioso, capaz de resistir campos de concentración, asesinatos en masa y genocidios sin precedentes, demuestra la profundidad milenaria, cultural, antropológica  sobre la que se asienta la fe. 

La porfía y la tenacidad con que los regímenes totalitarios insisten en pretender aniquilarla, la estupidez de sus gestores.

    Era lo que faltaba para completar el lamentable y patético cuadro de esta revolución contrarrevolucionaria: encubrir sus desmanes y desafueros, su inescrupulosidad y su inmoralidad sin límites, su incapacidad gerencial y su insólita inoperancia escudándose en el patrioterismo, y simultáneamente desatando su rencor y su odio contra el catolicismo nacional al atentar cobárdemente y a la sombra del anonimato contra sus figuras más venerables: la Virgen, Madre de Dios. Se equivoca si cree que por esos medios apacigua la justa indignación nacional. Por el contrario,  manifiesta la impotencia de un régimen que naufraga a la deriva, desnudado en sus propósitos totalitarios, cómplice de naciones forajidas y grupos narco terroristas y blanco de la observación internacional, que se prepara a juzgarlo.

    Saciar su odio, por ahora, en los símbolos de nuestra religiosidad, muestra una tendencia en extremo peligrosa. Desencajar la convivencia pacífica para impedir que la historia – que comienza a juzgarlos – se cumpla de manera inexorable en un futuro cercano. Los molinos de los dioses muelen despacio, cantaba Homero. En Venezuela ya culminan su faena. Que cuando les llegue la hora, Dios los encuentre confesados.

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lunes, 22 de noviembre de 2010

¿QUIEN LE TIENE MIEDO A LA DERECHA?. POR ANTONIO SÁNCHEZ GARCÍA

¡Ay en Venezuela de aquel que piense y sea considerado de derechas! Nadie le tenderá la mano. Usted, querido lector, que considera que la propiedad privada es esencial, que rechaza al comunismo como el mal del milenio y que daría su vida por defender su libertad, ¿se atrevería a reconocer que es de derechas?
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"Los pueblos democráticos muestran un amor más vehemente y más durable hacia la igualdad que a favor de la libertad". Alexis de Tocqueville, La democracia en América

Dos fuerzas antagónicas han marcado la creación del mapa político de Occidente luego de la revolución francesa: el liberalismo y el socialismo. O, si se lo prefiere expresado de manera provocativa y llevado a sus extremos: las derechas y las izquierdas. Expresan, dicho asimismo provocativamente, las dos grande pulsiones políticas de Occidente desde sus orígenes: el anhelo por la libertad o el anhelo por la igualdad. La revolución fraAñadir imagenncesa le agregó un condimento de más valor propagandístico que real: la solidaridad. Con ese tercer ingrediente en los escudos de armas de la modernidad se pretendía abrirle paso a las doctrinas morales del iluminismo y expresar la voluntad integradora que campea en los esfuerzos revolucionarios del siglo XVIII: Liberté, Egalité, Fraternité.

El intento de los enciclopedistas por unir los dos términos de nuestros esfuerzos civilizatorios con la llama de la solidaridad pretendía superar un hecho palmario. Hasta la toma de la Bastilla no es la búsqueda e imposición de la igualdad el motor de la historia, como lo será luego de la revolución del 48 y del programa del Manifiesto Comunista. Para cuyos autores la lucha de clases era el combustible que movía el pesado carruaje de la historia y la igualdad, impuesta a sangre y fuego a costa de la libertad mediante la dictadura proletaria, el único camino para construir el futuro. Desde entonces, la lucha mortal entre los defensores de la libertad y los de la igualdad se convirtió en el nomos de la confrontación. Los primeros, atados al capitalismo, al libre mercado y a la libre competencia; los segundos, al socialismo y las dictaduras de ambos signos: comunismo o fascismo.

Desde la revolución francesa y el establecimiento del Estado moderno y el origen de la sociedad de masas, fundada en el desarrollo exponencial del capitalismo, esas dos fuerzas no cesaron de enfrentarse, tanto nacional como internacionalmente, dando lugar, a través de distintas constelaciones de intereses a las conflagraciones más devastadores de la historia humana.
Así, la historia de la humanidad, por lo menos en estos últimos dos siglos, es la historia cruenta, incesante y a veces devastadora de pueblos y continentes enteros movidos por esos dos grandes campos gravitatorios: la libertad y el liberalismo, de un lado, y la igualdad y el comunismo, del otro. Ellos han nutrido la dialéctica amigo-enemigo que sustenta a la política y al Estado moderno.

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Se han adelantado diversas hipótesis para explicar las razones del temprano desarrollo y prosperidad de unas naciones y la tenacidad en el atraso y el subdesarrollo de otras. Max Weber destacó antes que nadie y con inmensa perspicacia la interrelación entre las creencias y prácticas religiosas y el desarrollo del capitalismo, inmensamente más acentuado en los países cuya religión predominante fue el protestantismo, como lo expusiera en su ensayo La ética protestante y el espíritu del capitalismo. La acción benefactora de la Reforma sobre el espíritu de lucro y la legitimación de la ganancia coadyuvan sin duda y de manera notable sobre el desarrollo de la actividad empresarial, así como el desplazamiento de la relación del hombre con Dios hacia la esfera de su exclusiva y personal responsabilidad. De la que emerge el individualismo y la potenciación del espíritu de competencia.

Así, el capitalismo se desarrolla muchísimo antes y con muchísimo mayor intensidad y vigor en Inglaterra, en Alemania, en los Estados Unidos que en los países que a pesar de contar con ingentes recursos financieros, como la España imperial, ven trababa la iniciativa privada y el desarrollo del mercado y la libre competencia por el hondo arraigo, tanto en la esfera pública como en la privada, de las ideas y valores conservadores vinculados al catolicismo y el triunfo de la Contrarreforma. En las que el afán de lucro y la acumulación de riquezas constituyen pecados capitales.

En las sociedades protestantes no es la igualdad sino la libertad como fundamento de las oportunidades y la responsabilidad individual del individuo en su estricta soledad, el valor social y moral más apreciado. En la antípoda, la igualdad como suma exigencia del espíritu y la condena del capitalismo, la privacidad y la riqueza constituyen, en cambio el fundamento de la ética socialista. Por cierto, avalada justa o injustamente por las enseñanzas del Sermón de la Montaña, una de las más implacables requisitorias contra la riqueza y una correlativa y popularísima apología de la pobreza. Llevada al paroxismo en los dos intentos totalitarios del siglo XX: el fascismo y el comunismo. El rechazo y la aniquilación de toda diferencia, social, racial o religiosa se constituyen en los propósitos supremos del Estado policial. En la Unión Soviética, la pertenencia a una élite o una clase social. En la Alemania Nazi, el judaísmo. Para ambas formas de totalitarismo el enemigo fundamental fue el mismo: el individuo, la libertad, el liberalismo. Y no sólo el comunismo hizo del capitalismo su enemigo mortal. También lo era, potencialmente bajo el demonizado "judaísmo financiero internacional", del nacional socialismo.

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"La igualdad produce dos tendencias: la primera conduce directamente hacia la independencia, y puede de repente impelerlos hasta la anarquía; la otra, los lleva por un camino más largo , más secreto, pero más seguro, hacia la esclavitud." Alexis de Tocqueville, La democracia en América.
En pocas naciones de nuestra región ha primado tanto el igualitarismo por sobre la valoración de la libertad y el liberalismo como en Venezuela. En pocas, la existencia de una riqueza obtenida sin el esfuerzo de sus ciudadanos ha hecho menos imperioso y valorado el esfuerzo por propiciar la iniciativa privada, el individualismo y el acopio de riqueza lograda gracias al propio esfuerzo. En pocos han existido menos incentivos al desarrollo de la empresa privada. En ningún otro, en cambio, el predominio del Estado bajo las premisas del ogro filantrópico ha sido más relevante y omnipotente. En ninguno, la estatolatría nos ha mantenido al borde de un socialismo de facto como en el nuestro. Con el agravante de la sumisión de los ciudadanos al maná del Ogro Filantrópico, de los partidos a la lucha por su apoderamiento para disfrutar de la riqueza mediatizada por su intermedio y el Poder así conseguido, y de los sectores empresariales, para medrar a su sombra y depender de sus subsidios. De allí el mercantilismo imperante, y la frágil, quebradiza e impotente existencia del capitalismo venezolano. Cuyo empresariado lleva una patética existencia bajo la mole de sus complejos de dependencia y sumisión a los dictados del administrador de la riqueza petrolera.

No es el secretario general del Partido Comunista quien afirma no estar en contra de las estatizaciones llevadas a cabo por el gobierno del teniente coronel Hugo Chávez: es el presidente de Fedeindustria, el gremio que agrupa a los industriales venezolanos.

Esas son las razones estructurales de la debilidad congénita del individuo, de los sindicatos y gremios, de las academias y universidades, incluso y por sobre todo del empresariado frente al Estado. Alzado como el Golem de la tradición judía: un monstruo gigantesco creado por el hombre para su servicio, que se derrumba y lo aplasta como castigo divino.

Fue así desde la creación del llamado Estado mágico, nuestro Golem, al que hace referencia Alfredo Coronil, creado a instancias de Juan Vicente Gómez justamente en los albores de la emergencia de su principal dador de vida, la gigantesca y monstruosa riqueza petrolera. Que conjuntamente con el despertar de la modernidad y la emergencia de la democracia se convirtiera en la obsesión de la política y los partidos: apropiarse del Estado y tratar de domesticarlo para, con el concurso de esa exuberante y obscena riqueza intentar ponerlo al servicio del igualitarismo antes que al servicio de la libertad, comprar conciencias antes que imponer su desarrollo, satisfacer al individuo montando gigantescos enclaves clientelares antes que permitir el desarrollo de clases productivas y generadoras, no consumidoras de la riqueza social.
Todo ello bajo la más aviesa y siniestra de las creencias, convertida en fe religiosa: la de que los venezolanos, cualquiera él sea, por el solo hecho de haber nacido en Venezuela, es rico, pues es propietario del petróleo, un bien común. Y que su actividad política se agota en la exigencia de recabar su parte ante quienes administran al Estado. Que por ese sólo hecho posee la llave que atesora esas riquezas y vive sumergido, en consecuencia, bajo la tentación del robo, el desfalco y la apropiación indebida. Sin un solo control institucional, social o moral que lo castigue por ello.

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Manteniendo las debidas distancias de respeto a la probidad y espíritu democrático de los anteriores gobiernos respecto de esta dictadura de nuevo cuño, no existe, en rigor, diferencia sustancial entre éste y los anteriores gobiernos en cuanto a su respaldo ideológico. La hegemonía de ideas y creencias ha sido, en lo sustancial, la misma. Todos ellos han partido de esas falsas premisas. El de Chávez no ha hecho más que potenciar hasta la caricatura los afanes totalitarios del Estado benefactor, convertir el igualitarismo en terror de Estado y la apropiación del caudillo autocrático en amo y señor del Ogro filantrópico. Ha aumentado la voz de quienes consideran que tienen derecho a exigirle al administrador temporal del Estado casa y comida, sin ninguna contraprestación, como si tal cosa fuera un hecho absolutamente natural en un país petrolero. Y han desaparecido los pudores de las instituciones, ahora sin mayor problema arrodillados y sometidos hasta el escarnio a la voluntad del tirano.

Pero si observamos nuestra propia realidad, veremos que no existen diferencias ideológicas esenciales entre los distintos partidos. Sus diferencias no hacen a puntos existenciales, como el del papel del mercado, de la propiedad privada y del Estado en la economía general de la sociedad. Llevado a la caricatura podría afirmarse que en Venezuela todos somos de izquierda, todos creemos en el papel preponderante del Estado, todos quisiéramos repotenciar su supuesto carácter benefactor y privilegiar el igualitarismo sobre la libertad. ¡Ay en Venezuela de aquel que piense y sea considerado de derechas! Nadie le tenderá la mano. Usted, querido lector, que considera que la propiedad privada es esencial, que rechaza al comunismo como el mal del milenio y que daría su vida por defender la libertad, ¿se atrevería a reconocer que es de derechas?
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