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jueves, 18 de julio de 2013

EDILIO PEÑA, EL LARGO SILENCIO

La épica asegura a un militar la gloria. La política no. Porque la gloria apuesta a consagrarse en la eternidad, en cambio la política es una dinámica que fructifica en la relatividad del tiempo. 


Un político gana unas elecciones, y en los siguientes comicios,  puede perderlas. El incidente no lo desanima, más bien le hace repensar sus estrategias para la toma del poder en una nueva oportunidad. 

Un militar pierde una batalla y la derrota puede conducirlo a la depresión o al suicidio. La vergüenza la confunde con la pérdida del honor. La revancha no siempre le resulta esperanzadora. Sin embargo, la épica puede abonar el camino hacia la política. Los éxitos militares de Napoleón Bonaparte lo convirtieron en un estadista que representó un hallazgo de la política. Aunque a través de ella prosperó la cruzada hacia su derrota militar definitiva en Waterloo. 

Contrario es creer que desde la política es posible llegar de manera feliz a la épica. En la Segunda Guerra Mundial, los aliados de países democráticos revirtieron esta premisa al deponer la política y pactar con la dictadura comunista de Stalin, y junto a él, armar un poderoso ejército que  habría de consagrarse  en la gloria de derrotar a la poderosa máquina de guerra del Tercer Reich. En escenarios como aquél, la política logra  restituirse  a través del sendero de la guerra.

Los golpes de Estado ejecutados por militares, apuestan a la rivalidad  de  creer que la épica es superior a la política, y por ello, éstos se consideran salvadores de la patria a la hora de ejecutarlos. Cada golpe de Estado ostenta el pendón de restituir la Constitución o de elaborar una nueva, a través de una Asamblea Constituyente, o en el caso más extremo, imponer la suya una vez tomado el poder. 

La primera noche del golpe la democracia promete florecer, pero al amanecer comienza el engaño. La sangre corre y la persecución es desatada. A partir de la asonada, los militares dirigen los destinos de la sociedad a su antojo. La política es disfrazada de épica; y los dictadores se conducen entre la crueldad y lo ridículo. El error está en la creación del Estado moderno, que otorgó protagonismo desencadenante a los militares en la preservación de la nación y el mismo Estado, las veces que la política y los malos gobiernos colapsan. 

El golpe de Hugo Chávez, fue un trazado cruento que fracasó a falta de valor y pericia militar de éste. No logró ejecutar el magnicidio contra el presidente constitucional Carlos Andrés Pérez. Tampoco se suicidó, pero lloró. Su fracaso fue convertido en éxito político arrollador celebrado por mayoría de venezolanos, aquéllos desencantados de una democracia  extenuada por los desaciertos de sus conductores. Extrañamente, el pueblo vio en el cobarde a un héroe.

Cuando la oscuridad parecía vencida, Hugo Chávez toma el poder de manera electoral, y de inmediato, planteó transformar la Constitución vigente a través de una  Asamblea Constituyente, donde gran número de sus representantes eran afectos a la línea del partido cívico-militar creado por él mismo. Esa Constitución -aprobada sin suficiente representación popular-, una vez investido de presidente, Chávez la violaría a través de leyes habilitantes, caprichos y artimañas. 

Muerto Chávez sin ninguna gloria, el golpe de Estado sigue prosperando en Venezuela con la complicidad de la institución militar. Rondan preguntas ante su inexplicable conducta: ¿Será que la Fuerza Armada Venezolana cambió su dignidad y ética marcial por beneficios materiales? ¿Por qué ha permitido la invasión de un ejército extranjero al corazón de la patria que dice defender con su vida? ¿Por qué arrodilla el honor ante el mando de ese ejército que la humilla y veja en los cuarteles?

En casi quince años, la Fuerza Armada Venezolana no ha hecho ningún pronunciamiento para restituir la Constitución y las leyes del país. Se ha cobijado en un largo silencio que se confunde con la cobardía o el valor que acecha. Aun sabiendo que el pronunciamiento no significa un golpe militar. Menos, una exposición sin cautela. 

Que acontezca un golpe de Estado sería contra el ya instalado desde el fraude electoral. Acción que podría ser fraguada por los Castro para desatar la guerra civil, porque todavía la política sobrevive en Venezuela. El prestigio de la Fuerza Armada Venezolana está en entredicho, y hasta ahora, la misma no parece dispuesta a redimirlo. 

Si Venezuela cruza el umbral de la adversidad, a futuro, su pueblo tendrá que considerar la posibilidad de eliminar la Fuerza Armada a través de un referéndum popular. Por haberse probado que ésta, frente a una de las grandes tragedias vivida por la República, fue ociosa, inútil e irresponsable. 

Derrotada sin batallar. Entonces, desde ese mismo momento, habrá de inaugurarse un nuevo concepto de conformación del Estado venezolano.

edilio2@yahoo.com

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domingo, 22 de enero de 2012

ZENAIR BRITO CABALLERO: VENEZUELA REQUIERE UN GOBIERNO QUE GARANTICE LA PAZ CIUDADANA

¿Qué sentido tiene seguir entonces derramando la sangre de inocentes venezolanos por un proyecto socialista-comunista fracasado y demencial?
Los venezolanos tenemos un derecho que no se puede cuestionar y es el de gozar de una vida tranquila sin la necesidad diaria de administrar bien los miedos, los temores y la violencia. Debemos adoptar el compromiso y el desafío de impulsar estrategias novedosas que nos permitan el ejercicio pleno de una Venezuela en paz y tolerante, en la que podamos salir a caminar por las noches, avanzar y crecer para tener un país habitable, amistoso y siempre sonriente que nos permita soñar sin pesadillas.
Iniciamos este año con una unidad dialogada entre los partidos de la oposición y los independientes para escoger el candidato único de las primarias, negociada entre todos los miembros de la Mesa de la Unidad Nacional, donde el dialogo directo y franco fue el común denominador. Después de algún tiempo de experiencias fallidas, se encontró el camino de la lógica y del sentido común, entre varios bandos siempre antagónicos que en esta oportunidad mostraron madurez y muchas ganas de hacer bien la tarea.
Además, ello ha permitido una paz política sólida que les ha permitido a los precandidatos una amplia capacidad para sacar adelante los proyectos e iniciativas  que han presentado ante los medios de comunicación y en sus recorridos por ciudades y pueblos venezolanos con relativa facilidad.
Sin embargo, el desempleo, el trabajo digno, la pobreza y la desigualdad, están mostrando que todavía, estamos lejos de conseguir el equilibrio necesario para tener una verdadera paz social. Hoy, nos falta la parte más importante para completar la torta: la solución a la violencia, a la delincuencia y a la corrupción.
No ha habido una verdadera política anti delictiva y anticorrupción que haga disminuir el alto costo en víctimas y recursos, ni alcanzado la verdadera paz que se traduce en el sacrificio diario de las prioridades sociales y nos ubica en los últimos lugares de los países violentos en el mundo, donde la cultura de la muerte y de la insensibilidad nos estigmatizan como “un país de violencia y de alta inflación”.
¡Pero pienso amigos lectores, que es tiempo de cambiar! Después de  trece años de gobierno donde resaltan los asesinatos y la violencia, ya estamos saturados de la sangre derramada en nuestros pueblos y ciudades en una violencia absurda, inútil y sin sentido donde la delincuencia está masacrando y destruyendo al pueblo. Estos politiqueros rojos-rojitos, vendedores de ilusiones y fantasías solo dejan como saldo un mensaje de frustración enorme cargado de pobreza y de miseria.
Todos tenemos el compromiso de aportar más que granos de arena para acabar con esta lluvia de balas, cerrando heridas y sepultando rencores. ¡No es una misión imposible! ¡Ya basta, no más violencia! Llegó el momento de coleccionar esfuerzos en la búsqueda de una paz duradera, digna y civilizada.
Nuestros hijos, nuestros nietos y las nuevas generaciones exigen de nosotros la oportunidad de vivir en paz, en un Estado de Derecho lleno de esperanzas y en una sociedad democrática libre de violencia, delincuencia y corrupción ¡La prioridad es la paz y la unidad es la salida!
Deberíamos hacer el ejercicio de visualización creativa  ¿cómo sería vivir en nuestro país en paz, libre de tristezas y reconciliado con el  optimismo?. Estoy segura que sería un sueño maravilloso y reparador. ¡El momento de ser feliz, es ahora! El país necesita concentrarse en lograr que el buen manejo y crecimiento de nuestra economía se refleje en la reducción de los índices de pobreza, miseria, desempleo y desigualdad y no solo en defenderse de las supuestas amenazas del imperio yanqui.
Los insurgentes saben muy bien que la democracia, con sus virtudes y defectos, termina por imponerse. Esperamos de los violentos un “adiós a las armas y a la intimidación”. ¿Qué sentido tiene seguir entonces derramando la sangre de inocentes venezolanos por un proyecto socialista-comunista fracasado y demencial? ¿Cree usted que eso vale la pena?

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