Los gobernantes suelen tener la habilidad de
la retórica y la semántica para disfrazar "recetas" que han fracasado
recurrentemente en el pasado y volver –a pesar de ello- a tratar de ponerlas en
práctica una y otra vez en el presente. En el caso del gobierno argentino a
cargo del FpV (Frente para la Victoria) de los Kirchner y su "grupo",
a los tristemente célebres controles de precios o precios contralados, los han
rebautizado con el aparentemente "inofensivo" y "cariñoso"
mote de "precios cuidados" o "acuerdos de precios".
El
"inocente" cambio de etiquetas no puede disimular –no obstante- que
se tratan, lisa y llanamente, de los tan estudiados por la ciencia económica
bajo el rótulo de precios políticos, los que -a su turno- se dividen en precios
máximos y mínimos, ambos en franca y abierta oposición a los precios de
mercado, los que de no existir los precios políticos sería del todo redundante
aludir como "de mercado" y deberíamos llamarlos simplemente
"precios" y punto. Pero dado que impera un sistema intervencionista
por doquier se mire, no queda más remedio que hacer las distinciones señaladas
al exponer sobre este tema.
¿Qué lleva a los gobiernos a establecer
precios políticos? Hay muchas causas, pero sólo tendremos tiempo para señalar
someramente algunas de ellas.
El "argumento" favorito de los
gobernantes, es que los precios máximos expanden la demanda del bien sujeto al
precio político (lo que es cierto) y permiten a más gente acceder al producto
en cuestión (lo que es manifiestamente falso), por lo que el blanco predilecto
de la fijación de estos precios se concentra en los llamados productos de
"primera necesidad", "básicos" o "esenciales",
cuyos precios de mercado -los gobiernos continúan diciendo- tornarían la
situación de quienes no puedan pagarlos en dramática. Pero, como explica el
Profesor Alberto Benegas Lynch (h):
"…cuanto más dramática sea la situación
mayor necesidad de que los precios reflejen la realidad y peores serán las
consecuencias de alterar estos indicadores vitales. Podrá maldecirse todo lo
que se quiera sobre lo “perverso” de la naturaleza de las cosas y que no haya
de todo para todos pero las cosas son así y no de otro modo. El consejo de
extender los precios políticos a otros rubros como los alquileres de viviendas
no hace más que extender los efectos dañinos a este campo, con lo que habrá más
gente que no encontrará donde alquilar debido a la expansión de pedidos, al
tiempo que tendrá lugar una contracción de las ofertas correspondientes. La
gran ventaja de los precios de mercado en una sociedad abierta es que, cada vez
que se adoptan, muestran al mundo cuales son las prioridades y cualquiera puede
irrumpir si piensa que puede hacer algo mejor. En otros términos, dada la
estructura de capital vigente, se saca la mayor partida posible que las
circunstancias permiten en el planeta."[1]
Entonces, los precios "congelados",
"acordados" o "cuidados" perjudican la competencia,
contraen la oferta, exacerban la escasez y expanden la pobreza.
Desde otro ángulo, no menos significativo, F.
A. von Hayek alude, por ejemplo, a los grupos de presión, como causa remota de
los precios congelados, entre los cuales indica como los más importantes a los
sindicatos:
"Al conferírsele, por razones
supuestamente "sociales", privilegios únicos a los sindicatos de los
que difícilmente disfruta el mismo gobierno, las organizaciones de trabajadores
han sido capaces de explotar a otros trabajadores privándolos totalmente de la
oportunidad de un buen empleo. Si bien este hecho es todavía convencionalmente
ignorado, en la actualidad los principales poderes de los sindicatos descansan
completamente en el permiso que tienen para usar el poder de evitar que otros
trabajadores hagan el trabajo que desearían hacer."[2]
F. A. von Hayek se refiere aquí a la
legislación que otorga a los sindicatos privilegios especiales, la que según
los diferentes países suele denominarse legislación social, sindical o laboral
indistintamente, y que en el plano económico opera como una suerte de precio
mínimo, que al elevar los costos laborales por encima de los del mercado genera
-como consecuencia inmediata- la desocupación (lo que en España, por ejemplo,
se lo llama paro).
"Pero al margen de que, por el ejercicio
de este poder, los sindicatos pueden alcanzar solamente una mejora relativa en
los salarios de sus miembros, al costo de reducir la productividad general del
trabajo y así el nivel general de salarios reales, combinado con el hecho que
pueden poner a un gobierno que controla la cantidad de dinero en la necesidad
de emitir, este sistema está destruyendo rápidamente el orden económico. Los
sindicatos pueden ahora colocar al gobierno en una posición en la cual la única
elección que tiene es emitir o ser censurado por el desempleo, el que es
provocado por la política salarial de los sindicatos (especialmente por su
política de mantener las relaciones entre los salarios de distintos sindicatos
constantes). Esta posición necesariamente destruirá dentro de poco el
ordenamiento de mercado completo, probablemente a causa de los controles de
precios que impondrá el gobierno, forzado por la inflación acelerada"[3]
En este caso explicado por Hayek, la emisión
gubernamental será debida a la "necesidad" de "compensar"
la caída del salario real con un aumento del salario nominal como artilugio
para "evitar" el desempleo ocasionado por la suba constante del salario
nominal gracias a los poderes que la legislación sindical otorga a estas
organizaciones. Sin embargo, como es sabido, dicha emisión se traducirá en
inflación, lo que -a su turno- llevará al gobierno a decretar controles de
precios y, como dice el Premio Nobel en Economía, ello "necesariamente
destruirá dentro de poco el ordenamiento de mercado completo". En una
palabra, en esto desembocan los precios controlados, "acordados" o
"cuidados" (como les gusta llamarlos el gobierno argentino): más
inflación, más desempleo, menor salario, más escasez, etc.
[1]Las oligarquías reinantes. Discurso sobre
el doble discurso. Editorial Atlántida. Pág. 114-116
[2]Friedrich A. von Hayek. "La
contención del poder y el derrocamiento de la política", Estudios
Públicos. pág. 65-66
[3] Friedrich A. von Hayek. “La contención
del poder....” pág. 65-66
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