La
crisis es eso que la población vive a diario cuando tiene que patear muchos
supermercados, abastos, bodegas, mercales, pdvales, chinos y buhoneros para
medio completar su lista de compras para el hogar.
Es lo que siente una ama de
casa cuando tiene que saltimbanquear la ciudad, llamar y pinear a sus
familiares, amigos y jalarle mecate al encargado de la tienda de atrás para que
la llame en cualquier momento, del día o de la noche, desesperada por conseguir
la leche completa o descremada, qué más da.
Es el sentimiento del hombre al que
le chocaron su carro de trabajo y lo tiene varado en un taller desde hace un
mes porque no se consigue el repuesto y las páginas de Internet por las que
antes se podía pedir el repuesto importado están cerradas, diga usted por qué.
Es también la frustración de vivir pendientes de dónde hay una cola para
meterse en ella primero y enterarse después. ¿Qué llegó? ¿La harina, el azúcar
o el papel tualé?
Crisis
es saber que tu salario pierde valor cada semana y sentirlo en carne propia
cuando pasas tu compra de bienes esenciales por la banda transportadora del
mercado y ves la cuenta en la caja registradora y te horrorizas y volteas a ver
si es que se coló por error media compra de la catira buenísima que viene
atrás, y a la que tú, hecho el musiú, habías volteado a ver varias veces en la
cola para pagar. Después de todo, qué más podías hacer si esa cola, que antes
duraba no más de 5 minutos, ahora puede ser de una hora o más.
Crisis
es llegar de emergencia a una clínica (porque a un hospital ni siquiera vale la
pena hablar) y encontrarla a reventar, sin cubículos para atenderte, sin
reactivos para la prueba que te tienen que dar, con el tomógrafo dañado hace
meses porque el proveedor de repuestos no tiene dólares para importar. Sin
cuartos disponibles hasta el día tres, con el ascensor al revés y con déficit
de doctores, porque la mayoría... para Miami se fue.
Crisis
es que necesites trabajar en Porlamar y tengas que buscar un pasaje de avión.
Si lo consigues es genial porque el precio es más barato que un whisky del que
te regalaba antes una aeromoza buenamoza vestidita de Margarita Zingg; el
detalle es que ya no hay, ni pasajes ni escocés y de chiripa la aeromoza con
trajecito roído, puesto al revés. Que después de hacer malabarismos, cuando
finalmente lo consigues, bajas al aeropuerto seguro de que la hora que en el
pasaje está, es meramente referencial. Después de todo, en la Venezuela de hoy
¿qué diferencia puede haber entre las tres de la tarde y las tres de la mañana?
Y ni hablar cuando finalmente entras al avión y notas que el aspecto parece
indicar que fue utilizado en la Segunda Guerra Mundial.
Pero
el problema se amplifica si el viaje es más allá, para Miami, Madrid o Bogotá.
Debiéndole el gobierno millones de dólares a American Airlines, a Iberia, a
Avianca y a TAP, uno entiende perfectamente que el hecho de que todavía te
vendan un pasaje en bolívares es un tributo al riesgo empresarial.
¿Y
todavía quieres más? ¿Quieres hablar de conseguir un medicamento de ultramar?
¿O te quieres poner superficial y hablamos de conseguir un BB o un Iphone
cuando el gobierno les debe hasta las metras a las operadoras y más? ¿O
prefieres que discutamos sobre la posibilidad de conseguir un carro de
cualquier tipo, modelo, año o color, después que el gobierno decidió, para
resolver el problema automotriz, regular los precios de los bienes que no hay?
Pues bien, si quieres definir la palabra crisis, voltéate en cualquier carretera, autopista, puente, túnel, puerto, parque industrial, cárcel, escuelita o la Universidad Central y entonces piensa en lo que eran... y entenderás perfectamente la crisis que hay.
@luisvicenteleon
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Te olvidaste de la madre de todas las crisis: la introducción del régimen castromarxista.
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