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viernes, 13 de diciembre de 2013

ASDRUBAL ROMERO MUJICA, EL MODELO MUD ¿AGOTADO?

No importa la alharaca que monten a través de los canales de su hegemonía comunicacional, el Gobierno rumia en sus entrañas un preocupante resultado. Particularmente al PSUV le fue muy mal, ni siquiera logró los cinco millones de votos que la mayoría de los analistas políticos consideran es el tamaño de su clientela cautiva
(empleados públicos, beneficiarios de su misiones, etc.). 

Quizás la arriesgada estrategia “DAKA” les reportó algunos dividendos electorales, pero estos quedaron sepultados por el tsunami que se les viene en contra: el creciente descontento en sus seguidores derivado de una crisis económica que ya se les ha ido de las manos.
Me comentaba un amigo, muy informado de las interioridades del otro lado del muro, que en una elección anterior: el 70% de los electores en un nuevo urbanismo cuyas viviendas habían sido regaladas por este régimen no habían acudido a las urnas. Que a ellos les preocupaba esa “deslealtad”. ¿Y qué les extraña? Si este socialismo ramplón lo que ha servido es para criar una clientela dependiente que pide más y más, porque no dispone de medios propios para afrontar su permanente crisis vivencial. Y cuando ya no se les puede continuar dando, responden como castigo con total indiferencia electora. 
Dame, dame o sino no voto. Se sienten defraudados, con o sin razón, todavía no sienten la motivación de poner sus esperanzas en una opción del otro lado del muro, pero al oficialismo ya no le quieren votar. En una parroquia eminentemente chavista (Miguel Peña en el Municipio Valencia), la participación bajó de un 80 a un 52,5 por ciento de las presidenciales de abril a este 8D. 
Una emblemática demostración del castigo abstencionista que propinó un creciente sector otrora pro oficialista: ¡que tiene su explicación! Quizás no tan descarnada como la que les he bosquejado, con diversas variantes, pero todas contentivas de un factor común: el nefasto impacto de la crisis social y económica que a ellos más les afecta.  
  Y la abstención del lado opositor: ¿Cómo se explica? Porque vamos a estar claros, la oposición representada en la MUD también tuvo su descalabro. Se puede matizar: no tuvo prácticamente acceso a los medios de comunicación; los recursos de los que dispuso para hacer campaña brillaban por su blanca palidez frente a la grosería de dispendio electoral del Gobierno (ayer estuve en Caracas y lo de los afiches de Villegas rayaba en lo grotesco e inmoral); el CNE se dejó irrespetar hasta límites nunca vistos, permitiendo una campaña que podríamos proponer para el libro de records mundiales de Guinness por su inequidad. 
Todo lo anterior es verdad, pero   por otra parte: La crisis no es un “coco” que está por venir. Ya la tenemos instalada en nuestros predios y con tendencias claras de evolucionar hacia daños verdaderamente severos a nuestro modo de vida.  Nos ha empobrecido y nos va a empobrecer aún mucho más. Además, ya hemos sido testigo de las respuestas absurdas que este gobierno diseña para hacerle frente. ¿Qué más nos resta por ver? 
Por esto y porque en esta etapa de crisis siempre he supuesto que el voto opositor tiene en promedio un mayor nivel de educación y por ende: mayor capacidad para tomar conciencia sobre el tipo de sociedad hacia la cual se nos quiere conducir, es que no lograba entender, esa noche del 8D, que de los más de siete millones trescientos mil electores que votaron por Capriles en abril, la votación opositora fuese tan menguada por la abstención.
Así lo puse en un “tweet” y alguien me recomendó que al calor de tan frustrantes resultados mejor era: no exteriorizar opinión. Pero continuaba preguntándome: ¿Era errada mi premisa de que todos esos opositores de abril debían tener, ahora, mayor conciencia de las razones por las cuales a este gobierno había que propinarle un nocaut electoral? 
Para mí era como si en una pelea de boxeo, tuviésemos al contrario mareado, propenso a caer a la lona si le propinásemos un buen golpe, y nos abocáramos a dar saltitos mingoneando para permitirle que se mantuviese en pies hasta el final del round. Por supuesto, una imagen metafórica, como simbólica y muy acertada era la tesis de asumir estas elecciones como un plebiscito. No iba a sacar a Maduro de la Presidencia, obviamente, pero lo iba a frenar en sus intenciones que, por lo demás, a estas alturas ya están claramente develadas (por si acaso todavía alguien tenía dudas al respecto). ¿Qué tan diferente sería hoy el ambiente político en el país si la Oposición hubiese obtenido al menos unos seis millones y medio de votos?
La tesis plebiscitaria tenía además la virtud de sobre imponerse por encima de algunos niveles de ruido opositor ocasionado por el descontento con relación a algunas candidaturas locales. El caso de Evelin Trejo en Maracaibo es un ejemplo emblemático: si la motivación anti gobierno no hubiese movilizado a muchos hacia las urnas, otro gallo estaría cantando en ese patio cuyo potencial opositor fue desaprovechado. Otro tanto, aunque en menor medida, podría decirse de Cocciola en Valencia, aunque haya resultado victorioso por un buen margen (seguramente habrá otros ejemplos, pero me refiero a dos escenarios sobre los que dispuse de suficiente información). 
Al final, ese sentido de urgencia que pretendía transmitir el mensaje plebiscitario de La Unidad no cuajó en su totalidad y no queda más remedio que tratar de entender lo que me resistía a entender esa noche de duros insultos contra los opositores que no votaron. 
Eso sí, sigo negándome a creer que el único argumento explicativo sea la naturaleza local de las elecciones. Esto podría ser válido en el caso de un país en circunstancias políticas y económicas normales y ese no es, ni remotamente, nuestro caso.
          Por razones de extensión, me atreveré a proponer sólo dos temas a considerar en el análisis de las posibles causas de la abstención opositora (por supuesto que hay otros): la desconfianza en el CNE es uno. Aunque se han desarrollado buenos argumentos para motivar el voto como vehículo para derrotar también esa evidente parcialidad del árbitro electoral, se observa que la duda sigue haciendo mella en muchos electores. 

         El otro es el agotamiento del modelo MUD como plataforma integradora de las fuerzas democráticas. Es evidente que ha crecido un sentimiento disidente sobre la forma cómo se está conduciendo a la Oposición  – a lo mejor sigue siendo la adecuada, pero requiere de su legitimación en un escenario de mayor participación democrática. Esto lo reflejan los resultados del 8D: un crecimiento nada desestimable de los votos obtenidos por grupos opositores al Gobierno que actuaron fuera de la MUD (casi un 20%).  Algunos pretenden agotar la discusión acusándolos simplemente de divisionistas. ¿Por qué no pasearse por el argumento de que no se dio la adecuada acción política que permitiera alinearlos en una estrategia unificada? ¿Hasta cuándo una cofradía de partidos puede tener el derecho exclusivo de decidir sobre candidaturas sin que otras fuerzas opositoras se sientan que sus propuestas y liderazgos no son tomadas en cuenta? 

Fue ese 20% adicional lo que permitió matizar el resultado final: la Oposición ganó, sí, pero fue una victoria pírrica y no podemos darnos el lujo de repetirnos en este esquema. Por esto es que urge un esfuerzo serio de reorganización de las fuerzas democráticas, pero esto será ya objeto de consideración en otro artículo. 

Asdrubal Romero 
asdromero@gmail.com

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martes, 10 de diciembre de 2013

ASDRUBAL ROMERO MUJICA, ¿NAVIDAD ADELANTADA?

Una interrogante que ha rondado por mi mente todos estos días es si al Gobierno le funcionará la arriesgada estrategia que ha ejecutado de cara a las elecciones del 8D. En primer lugar, es obligante mencionar la operación “Navidad Adelantada” (¿Recuerdan “Tormenta del Desierto”?). 

Llama significativamente la atención la perfecta coordinación y sincronía de las acciones tendientes a crear la ilusión de bonanza pre navideña. Veamos, por una parte: un importante esfuerzo de la Tesorería Nacional enfocado a lograr la cancelación total y ligeramente adelantada de tres meses de aguinaldo a toda la nómina dependiente del erario público (no es lo habitual, como lo podríamos testimoniar los profesores universitarios respaldados por nuestras experiencias más recientes). Como agradable complemento: un nada desestimable incremento de las líneas de crédito para los tarjetahabientes de los bancos manejados por el Gobierno, que se nos comunicó a través de nuestros buzones de correo electrónico. Otros bancos no gubernamentales acompañaron la medida.  No sabemos si por alineación voluntaria o compulsiva con la estrategia política del Régimen, o por el simple deseo de no quedarse atrás en el juego competitivo. El resultado: un incremento no esperado, en todo caso: no cónsono con la real situación económica del país, del poder de consumo de muchos ciudadanos justo unas semanas antes del 8D.
Pero con la inflación haciendo de las suyas, lo anterior no era suficiente. El Gobierno  optó por completar su “plan perfecto” actuando también sobre el otro lado de la ecuación: los precios. De aquí la arremetida contra las empresas vendedoras de productos electrónicos y línea blanca, extendida luego hacia otras líneas de productos que se caracterizan por un patrón estacional de demanda con máximos en la temporada navideña. Bajar los precios a como dé lugar ha sido la consigna, con razón o sin ella, por las buenas o por las malas, todo vale con tal de recrear esa sensación de que la fiesta puede continuar. Lo hicieron en el 2012, a punta de endeudamiento público. Ahora, cuando ya nadie les quiere prestar (y si lo hacen será en unas condiciones excesivamente leoninas para el país), su desesperación les lleva a mostrar de lo que son capaces. Cuando ya no dispongan de recursos públicos para repartir,  arremeterán contra la propiedad privada para distribuir lo que no es de ellos. Si los dejamos, llegará el día en que se metan en tu casa para obligarte a compartirla.
Abundante dinero en los bolsillos de la gente fue la clave para ganar en el 2012, ahora la complementan con precios artificiosamente bajos en aras de pretender ocultar el marcado deterioro de las condiciones económicas del país. Así es que piensan comprar la victoria del 8D, ¡por eso es que adelantaron la Navidad! Una estrategia cuidadosamente planificada que ha sorprendido incluso a los estrategas de la Oposición. Desearía uno que fueran igual de organizados para resolver los problemas del país, pero ya sabemos que a esta gente lo que realmente la moviliza es su deseo por mantenerse en el poder.
Muchos analistas políticos han señalado que la operación “Navidad Adelantada” ha resultado beneficiosa para el Gobierno. ¿Será lo suficiente como para compensar la percepción de acelerado deterioro de la calidad de vida que los pobladores de este país hemos internalizado desde abril hasta esta fecha?  Ya en octubre, el 73% de los venezolanos evaluaba negativamente la situación del país (Datanalisis). ¡Una pérdida de cuarenta puntos porcentuales en menos de seis meses! El Gobierno lo sabe, de allí que su arremetida para bajar los precios de ciertos productos la haya articulado a otra estrategia inspirada por motivos pocos navideños: Culpar a los empresarios de la mala situación económica. Con ello, trata de evitar que el señalamiento de ser el responsable de la crisis recaiga sobre sus espaldas y persigue, también, recurrir una vez más a una estrategia que le ha funcionado en el pasado: Polarizar, Polarizar y Polarizar. Por esto: las cadenas de todos los días con rebuscados ejemplos de especulación; la satanización del Presidente de Fedecámaras, Jorge Roig, como singular cabeza de turco y su asimilación a la imagen del desprestigiado Carmona; la rememoración del Paro Petrolero y otros paralelismos históricos que ya no vienen al caso.
Maduro se mete de lleno en la campaña reivindicando la bandera del resentimiento social y blandiendo el hacha de la guerra contra el sector empresarial, busca reactivar para su causa al voto chavista. Ofrece diez mil becas al exterior; tablets para todos los estudiantes universitarios; 400000 electrodomésticos; carros más baratos; villas y castillos; ¡lo que sea! Lucen todos, él y su corte, desesperados porque saben que el 8D se juegan la vida. Y nosotros, los que nos oponemos a su forma irresponsable y aventurera de gobernar, deberíamos saber que una victoria suya (incluso una derrota por muy estrecho margen) le otorgaría una visa democrática (o más bien: una patente de corso) con validez para los siguientes tres años. Deberíamos todos los días, al levantarnos y acostarnos, hacer inspirados ejercicios de imaginación sobre cómo sería ese país que tendríamos al cabo de esos tres años. Si hiciéramos esto, visualizaríamos con claridad el carácter plebiscitario que tiene esta elección.
¡A este gobierno lo frenamos con votos! En esta especie de oración se sintetiza la rebeldía que ha invocado en mi persona la estrategia que ha puesto en práctica el Gobierno. Y debo suponer que en muchos otros, como por ejemplo: los trabajadores de muchas de esas empresas que se irán a pique, como consecuencia de las temerarias acciones que ha emprendido Maduro a fin de construir un escenario de engañosa ilusión.  Por esto, aunque no me niegue a reconocer que el Gobierno podrá obtener algunos resultados positivos de su estrategia en ciertos sectores de la población, considero que la misma es altamente riesgosa y como tal: nadie puede asegurar que el balance final sea netamente positivo a su favor. El resultado sólo se sabrá el día de la elección, pero bien vale la pena analizar antes que ésta se dé algunos de los riesgos en los que ha incurrido el Gobierno.
La operación “Navidad Adelantada” requería de un manejo demasiado preciso de su tiempo de ejecución. No ha sido así, el apresurarla  ha permitido que de ella misma se devele una visión demasiado temprana y dramática de lo que viene después. Los anaqueles vacíos, como si los hubiese barrido una tormenta del desierto, se constituyen por sí mismos en augurio de la espantosa escasez que les sobrevendrá. ¿Cómo se repondrán los inventarios? ¿Lo hará el Gobierno? –es lo que ha anunciado. Tendremos mercales para productos de ferretería y pdvales para repuestos de carros. ¿Quiere eso la gente? Quizás a los del extracto E no les importe mucho, ¿y al resto del país? Muchos se hacen estas mismas interrogantes en las colas de la marabunta. Están allí para aprovechar una oportunidad o para adquirir un producto que tienen temor que después de esto ya no lo podrán conseguir a ningún precio por demasiado tiempo. Hacen la cola pero Maduro no los ha logrado engañar, no van a votar por sus correligionarios.
Quienes estamos conscientes de lo mal que está el país y cada vez somos más, sabemos que la causa de todo radica en un modelo fracasado que ha destruido la capacidad de producir en el país. Cada vez importamos más, de manera tal que han sido, precisamente, ellos los que han promovido la costosa dolarización de nuestra economía -un contrasentido con lo que predican. Ahora quieren echarle la culpa al que se arriesgaba a comprar sus mercancías al precio del dólar innombrable porque ellos no tenían suficientes para darle de los baratos. Ese, que fue víctima de su viveza, no va a reponer inventarios, va a esperar si es que puede aguantar y despedirá a la mayoría de sus empleados, si no todos. Desempleo y escasez pintan el futuro que la gente ha comenzado a avizorar, ayudados por el “trailer” que les ha exhibido el Gobierno como avance de lo que viene.
Adicionalmente, la estrategia de polarización  habrá activado al núcleo chavista, pero también está teniendo el efecto de activar a los opositores, muchos de ellos que estaban entibiados por las insensateces de la política local comienzan a reconocer el valor del voto en contra, les guste o no el candidato de su localidad o las mamarrachadas de la MUD local. La abstención en el bando opositor la ha reducido la estrategia agresiva del Gobierno. Así que no todo lo que brilla es oro, le diría a los analistas políticos. Aunque sea verdad que en esta elección la agenda la ha impuesto el Gobierno y que la Oposición ha lucido más bien a la defensiva, en este país se ha sembrado tanto deterioro que no debería extrañarnos que la tendencia del voto castigo a la calladita se imponga, para terminar resonando como severo cornetazo.
No me gusta la desesperación con la que Maduro pretende envolvernos en su gran farsa y me preocupa. Me suena a que está dispuesto a lo que sea. No me extrañaría que intente amplificar el tamaño de la trampa electoral o que el 8D veamos una mayor violencia instigada contra los testigos de la Oposición. O que derrotados finalmente se atrevan a darle una patada a la mesa. Contra eso, lo único que tenemos a la disposición son votos y más votos. Vamos a avasallarlos con votos, tantos que brillen como una estrella que se vea desde Belén.

(@asdromero)


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jueves, 3 de octubre de 2013

ASDRUBAL ROMERO MUJICA, EL LEGADO DE CHAVEZ

Y ahora cuando nos encaminamos directo a LA DEBACLE: ¿Vamos a seguir diciendo que la culpa es enteramente de Maduro? Que no se nos olvide: quien nos metió en este tremendo embrollo fue Chávez. Lo que estamos sufriendo y nos falta por sufrir en los años más próximos -cuántos quién sabe-, es EL LEGADO DE CHÁVEZ. Por esto fue que me encantó el título del libro, recientemente, publicado por el economista José Guerra cuando lo vi en los estantes de las librerías. 

No transcurrieron demasiados días para que cediera a la tentación de comprarlo y leerlo, a pesar de la inmensa cola de libros que tengo por leer en mi biblioteca.  Por fin, una personalidad con estrechas vinculaciones políticas a la Oposición -se dice que es uno de los principales asesores en materia económica de nuestro ex candidato presidencial HCR-, coloca el acento de la responsabilidad donde, exactamente, debe estar.

Uno de los aspectos que, en lo discursivo, más me molestó de la campaña presidencial posterior a la muerte del profeta, fue la evidente intención de endilgarle a Maduro toda la responsabilidad por el recrudecimiento de los problemas de desabastecimiento e inflación, como si ellos no fueran lógicas consecuencias de una dinámica económica disparada desde mucho tiempo atrás.   "No han transcurrido ni siquiera cien días de su gobierno y ya ha devaluado dos veces”,  fue uno de los mensajes profusamente difundidos, en el intento de resaltar la incompetencia de Maduro y ubicarlo en el imaginario de los simpatizantes del oficialismo como el heredero equivocado. Insisto: me molestaba, aunque, por otra parte, reconociera que esa estrategia comunicacional, como táctica política, estaba rindiendo sus frutos. No fueron los suficientes como para que, en tan corto plazo, nos dieran la aplastante victoria que necesitábamos a los efectos de imposibilitar el desconocimiento de la misma. Pero, ese discurso cortoplacista sigue calando en la mente de los que se sintieron identificados con Chávez, a juzgar por la frecuencia con la que, en diálogos sostenidos con personas de ese sector, escucho mensajes como el siguiente: “Esto no sirve, Chávez era otra cosa”.
Muy bien,  el distanciamiento de la imagen de Maduro con respecto a la de su mentor se está logrando, pero Chávez sigue reinando en su altar y he allí: el aspecto profundamente riesgoso de ese discurso que, tácitamente, transmite una visión demasiado simplista de la compleja dinámica que rige el comportamiento en el tiempo de la economía de cualquier país. Vende la idea que cambiado el Presidente por uno nuevo y armado éste de un repertorio de políticas económicas acertadas: el país despegará y los problemas sociales y económicos que hoy día tanto nos aquejan se resolverán casi que instantáneamente por obra y gracia del Espíritu Santo. Cuando esto no ocurra y créanme que no va a ocurrir, quedará, cada vez menos latente, el problema de cómo convencer a los adoradores de Chávez para que no añoren y hagan posible el regreso de otro como él. Es muy posible que terminemos  echando en falta el no haber optado, en el dilema político comunicacional, por el camino más duro y tortuoso, aunque también el de mayor valentía y validez de cara a la indispensable gestación de una nueva cultura de valores. Me refiero a la opción de haber confrontado, seriamente, ese marco mental populista clientelar que Chávez como aventajado neuropolítico, quizás sin tener conciencia de ello, repotenció y reforzó hasta la saciedad en las sinapsis neuronales de todos sus seguidores.
Es en el marco de ese dilema al que he hecho referencia, que saludo la pertinencia de la publicación de un libro como el de José Guerra. Vale la pena leerlo para recorrer un interesante tour por ese abigarrado cúmulo de contradicciones y sin sentido que han caracterizado los planes económicos del régimen chavista. A pesar de algunos descuidos del corrector final que seguramente se corregirán en una próxima reedición, la lectura fluye, oportunamente ayudada por una pertinente y muy bien condensada documentación estadística. No se requiere de una docta experticia en los temas económicos, para comprender cómo hemos sido conducidos a un estado tan ruinoso de nuestra economía que, inevitablemente, nos atrasará por años. En mi opinión, el capítulo donde el lector corre más el riesgo de perder el interés es, precisamente, el primero. Si les ocurre, sáltenlo: de allí en adelante la lectura fluye, cómodamente, a través de una bien hilvanada argumentación que le sirve a uno para ir conformando un dantesco cuadro de pavorosas conclusiones.  A lo mejor les ocurre como a mí, se puede tener conciencia de cada uno de ellas por separado: la inmensa deuda roja; el estruendoso deterioro de nuestra gallinita de los huevos de oro; la corrupción boliburguesa; etc., pero este libro permite visualizar cómo todas encajan a la perfección como si fuesen piezas de un suicida rompecabezas.
Es la segunda vez que lo menciono en mis artículos. Siempre he pensado que una tarea pendiente de la Oposición ha sido la de conformar un grupo interdisciplinario de expertos en economía y en comunicación masiva. El desafío sería cómo estructurar un discurso en materia económica que fuera accesible para la comprensión por parte del segmento poblacional con una formación más básica y cómo comunicarlo efectivamente, en mensajes sencillos, a través de los diversos medios que se dispondrían para llegarle a ese segmento.  Hay que hacer un esfuerzo titánico para explicar por qué en esta versión almibarada del viejo y fracasado comunismo que se nos vendió como el Socialismo del Siglo XXI, la tesis programática fundamental de Chávez, reside el malicioso germen de todos nuestros males presentes y futuros.
Confieso que mi entusiasta aproximación al libro de Guerra: conllevaba la expectativa de conseguirme con ese discurso económico bajado de tono intelectual que pudiera desgranarse en esos sencillos mensajes que no alcanzo a imaginarme. ¿Cómo describir EL LEGADO DE CHÁVEZ en unos términos asequibles para toda nuestra gente? En este sentido, el libro no satisfizo mis expectativas, cuestión de la que no puedo responsabilizar al autor porque él es libre de escribir su libro con sus propias expectativas. Pero, considero que su texto contiene valiosos elementos de información a partir de los cuales orientar el desafío que propongo.

La Mente Política
             Como lo recomendaría George Lakoff, eminente neuropolítico norteamericano –autor del muy reconocido libro “The Political Mind”-, tenemos que desmontar de raíz la muy equivocada visión del mundo que Chávez, manipulando emociones, logró instalar en los cerebros de buena parte de los pobladores de esta tierra para hacerlos más dependientes de su maldita revolución. Para ello, tenemos que atrevernos a confrontar esa visión con una, radicalmente distinta, sobre cómo en verdad podemos construir un país con oportunidades de progreso para todos, con auténtica empatía social y respeto a las autonomías individuales, comunales, municipales y regionales. 

No podemos dar la pelea manteniéndonos dentro del marco mental chavista, sino con una narrativa que sustente el nuestro y nos permita ganar las mentes y corazones de quienes tienen la potestad de decidir el futuro de este país. Los acontecimientos por desarrollarse en nuestro país serán tan dramáticos, que ya va siendo hora que, sin miedo ni cálculos políticos de corto alcance, optemos por desnudar EL LEGADO DE CHÁVEZ para mostrarlo tal cual es: una auténtica misión para crear miseria. Atrevernos es la consigna, para nunca más dejarnos dominar por uno como él.
asdromero@gmail.com - @asdromero
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