La rueda de prensa de hace seis días ha
engendrado un nuevo tornado de opiniones, mezcla de medicina, política y
economía, que tiene ese extraño efecto, produce esa sensación de saber menos
después de escuchar o leer de lo que sabía antes.
Para tratar de sacar algo en
claro de ahí me voy a centrar en las consecuencias económicas que trae el
recrudecimiento de la enfermedad. Mucho se ha dicho en estos días que ahora el
Gobierno "va a retrasar la devaluación y el recorte del gasto".
Esta
afirmación, puesta en esos términos, da la impresión de que esas políticas eran
apenas opciones, o peor aún, que el Gobierno tiene margen de maniobra y había
decidido ejecutarlas por pura convicción.
Y esa es una idea profundamente
equivocada. Retrasarlos no supone dejar todo igual hasta que el panorama se
aclare, algo que en cualquier caso tardará bastante más de lo que se prevé,
sino recurrir a otras medidas iguales o más duras que esas.
El Gobierno cerrará el 2012 con un déficit
fiscal (consolidando el Gobierno central, Pdvsa, Fonden y el Fondo Chino) de
18% del PIB. Para hacernos una referencia de pares: Grecia hoy en día sufre un
déficit de 10% y España de 8% del PIB, y se consideran países con altísimos
riesgos de quiebra. Ahora bien, no hacer nada deteriora ese escenario. Dado que
Pdvsa vende dólares al BCV, mientras no se devalúe Pdvsa sigue obteniendo los
mismos bolívares a cambio de los mismos dólares (no aumentará la producción ni
tampoco los precios). Con la inflación en la vecindad de 20%, eso quiere decir
que no devaluar deteriora la contribución fiscal del petróleo en términos
reales en 3% del PIB. Visto así, no hacer nada equivale a tener un déficit
fiscal, como punto de partida, de 21%.
En el año que transcurre el Gobierno financió
esos 18% del PIB de déficit imprimiendo dinero. Eso significó que la liquidez
se incrementó en las semanas que rodearon a la elección en 51%. Por qué este
fenomenal incremento de la liquidez no produjo una inflación mucho mayor es
algo que aún no entendemos del todo, pero en cualquier caso es una condición
con la que no se puede contar en el futuro. Devaluar la tasa promedio a la que
funciona la economía en 37% (de 5,5 a 7,5) generaría unos 6% del PIB netos para
cubrir el déficit (parte de eso ya se consigue devaluando el paralelo en 100%).
En buena parte, ya esa depreciación ocurrió. Aún se tendría que corregir vía
recortes del gasto o aumentos de impuestos o gasolina otros 15% del PIB.
Si no se devalúa (lo que implicaría revaluar
el paralelo a partir de aquí) y no se recorta el gasto, se hace necesario
imprimir una cantidad de dinero colosal para cubrir el déficit. En ese
escenario, la liquidez debería crecer alrededor de 70% lo que, en una economía
de muy bajo crecimiento, podría generar una inflación del doble de la que
tenemos hoy en día. Si no se quiere esa inflación se podrían arreciar con los
controles de precio, lo que a su vez provocaría una escasez mayor. Es en ese
contexto en el que se deben considerar las consecuencias de la enfermedad: Sí
existen formas alternativas de corregir el enorme desequilibrio en el que se
incurrió en el año electoral, pero no necesariamente serán menos dañinas en
términos de bienestar.
@miguelsantos12
miguelangel.santos@hushmail.com
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